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La violencia de género no abandona la política
El país se ha visto obligado esta semana a lidiar con lamentables episodios en los que la violencia de género ha sido la protagonista. Un excandidato a concejal fue condenado, por las autoridades electorales, a pagar una multa tras una ofensa en la que incurrió durante la campaña. Un programa noticioso de una plataforma digital debió salir del aire tras un exabrupto de uno de sus presentadores con una exasambleísta. Adicionalmente, siguen aflorando los detalles sobre la acusación por violación que enfrenta un exasambleista detenido.
El caso del excandidato demuestra que entre muchos ecuatorianos persiste el prejuicio de que la apariencia física es un factor a tener en cuenta al momento de evaluar el desempeño y la competencia profesional de una mujer. Evidencia también lo tolerado que es apelar al físico como una herramienta de agresión verbal en una discusión con una colega mujer, un trato que no se dispensa a hombres.
Lo sucedido con el exasambleísta, independientemente de que la Justicia determine que cae en el campo de lo ilegal o apenas en el de lo incorrecto, trae a colación la incómoda pero oportuna discusión sobre el comportamiento apropiado que deben exhibir hombres investidos de poder. Tal y como sucedió durante el juicio de un exfuncionario sentenciado, bajo la excusa del respeto irrestricto a la ‘vida privada’ se busca tolerar comportamientos que evidencian una concepción preocupante del poder, de las reglas y de las relaciones de género.
Es intolerable que temas como estos terminen sepultados tras un velo de indolencia mal disfrazada de hastío.
SERRANO rosaliaa@uio.telconet.net
Guerras, fracaso de la humanidad
Las guerras indican que el ser humano no ha avanzado mucho a pesar del transcurso del tiempo, que seguimos enfrascados en luchas, las más de ellas fratricidas, por imponer la voluntad de los unos sobre los otros, por adueñarse de territorios, por demostrar que son los más fuertes.
Si bien luego de la Segunda Guerra Mundial el número de guerras en el mundo fue disminuyendo, se siguen dando situaciones bélicas en varias regiones del planeta, con su consiguiente carga de muerte y de destrucción.
Lo que ocurre ahora en Ucrania, con el alineamiento de ciertos países a favor de los invasores, no es sino una nueva demostración de que la humanidad sigue fracasando en su cometido de eliminar la tragedia de la guerra.
Toda guerra implica la incapacidad de dialogar, de entablar negociaciones y llegar a consensos, de tal manera que se vuelve a imponer el uso de la fuerza, que deja en una situación de indefensión a los más débiles, a los que no están armados, a los inocentes, que no tienen nada que ver pero que suelen ser los más afectados. Hay también guerras internas, dentro de los países, como lo que ha ocurrido desde hace tantos años en Colombia, con una violencia que ha generado el éxodo de poblaciones enteras y que, desafortunadamente, en los últimos años empieza a darse en Ecuador, que siente ya, en carne propia, lo que es carecer de paz, de tranquilidad para que los ciudadanos puedan desarrollar sus actividades.
Por ello es necesario que los ciudadanos pacíficos hablemos de paz en cada oportunidad, que no vacilemos en tocar este tema, sobre todo con los más jóvenes que deben sentir que la paz es parte fundamental de los procesos de convivencia humana, y que se deben agotar todos los esfuerzos por conquistarla y mantenerla. Cada vez que hay una guerra, se pone de manifiesto este fracaso de la humanidad. Cada vez que se firma o se consigue un proceso de paz, hay un triunfo de la humanidad.
reflexionar en cómo escoger a quien nos dirigirá dentro de la política, en la que surge irremediablemente la idea de la ética, la moral y la justicia como normas de conducta en el transcurso de nuestras vidas.
A nadie se le puede escapar la idea de que quienes imparten justicia deben ser personas con capacidades, virtudes y razonamiento claro y preciso en sus decisiones; sin codicias ni temor a claudicar por intereses personales. Las actuaciones sin ética ni moral en los diferentes niveles de justicia han legitimado a la delincuencia, la política y la injusticia que se han mezclado y destruido la democracia. Al permanecer impunes el enriquecimiento ilícito de los políticos-delincuentes y las mentiras de los movimientos y partidos políticos, que sobreviven para beneficio de unos cuantos malhechores de cuello blanco, desvanecen también la confianza en las instituciones del Estado.
Llegará un momento en que las personas antepongan la razón a las pasiones y actúen metódicamente, sustentando sus acciones en principios o causas claras y evidentes, evitando cometer errores, porque su personalidad debe estar formada para actuar sin presiones ni temores que puedan impedir la toma de decisiones; como no lo hacen otras personas temerosas que han sido sometidas o han dado su consentimiento para actuar en el campo de la corrupción y el ostracismo.
Cuando se habla de democracia como forma de gobier- no, no se trata solo del hecho de aceptar las decisiones de la mayoría. Existen ejemplos nocivos de personajes que han dominado a sus súbditos, y siguen haciéndolo desde dentro y fuera de sus naciones, parapetándose en escudos ideológicos diversos, con el único afán de autoperpetuarse en el poder, gracias a métodos corrompidos, terroristas y represivos que no admiten la oportunidad de que los gobernados puedan expresar su desacuerdo ante tanto malandro. Tu voto decide.