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El día que me puse primero U

n día me pregunté: ¿y cómo me siento? La sola realización me permitió visualizar el recap de mi vida y se sentía como ver el mar después de mucho tiempo, o como cuando en un viaje de carretera te despreocupas por el destino y empiezas a valorar el paisaje que envuelve la autopista. El día que te pones primero, pasa algo en ti, que no te permite dejar de brillar.

Ahora, estas palabras no tienen un refuerzo argumentativo y retórico del amor propio, no. No tienen tampoco un trasfondo de felicidad, sonrisas y calma. El día que me puse primero, fue el día que comprendí qué me constituye, y el por qué de esta constitución. El día que me puse primero sucedió porque empecé un trayecto complicado, embarazoso y difícil de aceptarme cómo soy, quien soy, y de dónde vengo. Tuve que dejar mi zona de confort, abandonar los sitios donde me siento segura porque necesitaba, imprescindiblemente, sentirme segura en mi propia piel, con mis demonios y los no tan demonios, con mis tantas virtudes y abrazarlas. Tuve que dejar fuera toda imposición social, toda creencia reforzada en la superficialidad del falso comportamiento políticamente correcto. Y, más que nada, tuve que comprender, de verdad comprender, que, en mis manos, y en lo que podía abandonar con ellas, estaba el camino para a fin ponerme primero.

El camino es arduo y cansado, a veces tengo que aceptar realidades que no quiero. Muchas veces he querido sim- plemente cerrar los ojos y disociarme. Dejar de pensar que lo que yo quiero no es lo que necesito en mi vida, o que me estoy conformando con muy poco, o menos de lo que merezco. Y, evidentemente que no es un camino que ya fue transitado. Es un camino que se transitará por siempre. Pero precisamente eso, haber entendido que no responde a un ejercicio de resultado inmediato, o un sentimiento de placer al instante, lo hace aún más fuerte pero doblemente satisfactorio.

El día que me puse primero, sentí que liberé esa parte de mi que estaba encapsulada. Y es que habían pasado años para atreverme a dar el primer paso para saberme, finalmente, egoísta. Pero, egoísta en el sentido de ponerme como prioridad, de ser fiel y honesta conmigo misma, de escasear las excusas y tomar mi vida en serio; de sanar heridas, de comprender mi constitución, de abrazar a mis ancestros, de perdonar mis errores y de lo que tal vez fui consecuencia, de amar mi proceso, y valorar a quienes me han acompañado.

Haberme puesto primero abrió mis ojos. Ahora me siento genuinamente yo, y este sentimiento de tranquilidad, y continua felicidad es mi deseo para todos mis lectores y quienes no. Les deseo amor, paciencia y tranquilidad. El camino de la comprensión es complicado, pero el más añorado. Ahora me veo y siento feliz; el éxito se refleja así también, cuando lograste sentirte completa.

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