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El profeta de Landangui
El profeta de Landangui, que, sabe mucho, me indica que nunca tenemos que olvidarnos de las casetas donde alguna vez cantamos e hicimos poemas a la vida y al amor, alguno también al desamor. Lo recuerda ahora después de tantos años sin subir los 95 escalones al pasado, cuando recién terminó un romancero de Loja que demuestra una vez más su vena poeta.
Vivió por la década de los 70, el paso del negro petróleo al amarillo contemporaneo del color chino, al que sentimos en las entrañas de la tierra hurgando minerales que nos recuerdan a la Europa de antaño que nos iba dando lecciones sobre el saber creer y vivir.
Está contento estos días mi estimado profeta porque fue capaz de volver a visitar su caseta, sentir que necesitaba ser arreglada de nuevo, reandar sus huellas, volver a vivir, desaprender..., el profeta de Landangui que siempre parecio “OCHENTON”, desde hace catorce años tiene la misma edad, que es aquella en la que nada se disimula.
Los buenos vecinos nunca se unirán -me dice- porque sino el resto se tiene que poner a temblar, con la sabiduria de la premonición lojana de los alfanjores. Y, pienso en Ucrania y Rusia, en China y Japón, en Loja y Cuenca, en Ecuador y Perú, etc., sin prejuicios. Mientras, nosotros miramos absortos en zonas como la de los paltas o los valles de la longevidad o los que ni siquiera tienen nombre y nos dejan con la boca abierta cuando vemos que los extranjeros nos ense- ñan lo que nosotros mismos tenemos.

Definitivamente la vida es cuestion de equilibrios, existen cosas que tienen sobrepeso como algunas crisis, algunos municipios, algunos conformistas, y siempre la obesidad que lleva irremediablemente a la desaparición del cuerpo como pronóstico el filosofo. Es tan grande... que en algun momento explota. ¡Duro, pero así es! Es como estar permanentemente embarazado sin llegar a “parir-SE”. Y, hablo de la obesidad que critica el profeta de Ladangui: la del sistema vegetal que hiberna el día que en lo público solo se tiene que preocupar de ser “visto”, porque “mirado” lo es cada vez que entra otra Autoridad, entonces... aprender a hacer la venia... solo los primeros meses. Mientras, otra revolución se hizo genética y mientras que el cuerpo no se rebele como en el cáncer contra su propia organización interna, seguirá siendo así.
La subversión cuando es inteligente no va de frente contra el poder, ni se opone con markéting como ejército en rebeldía, sino que se dirige a confundir la evidencia con la verdad. ¡Si lo sabré yo! La estrategia está ahí, en llevarle a ser más represivo de lo que es en realidad, obligando al poder a hacer represión al cuadrado. Y, es lo que definitivamente vence: las apariencias.
En el ajedrez la partida muchas veces se gana simulando que se defiende, para en el momento oportuno robar a la reina del contrario y dejar al rey incapaz de correr porque indefenso e iluso, solo se puede mover de uno en uno, ante su propia grandeza. Murió “rehén” de su poder.