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La bitácora austral de Peregrina

Hugo González C.

Había escuchado a doña Perita contar anécdotas de su pasado que era su manera de decir que aquello no volverá. Lo hacía con lucidez y con un tono sereno que suscitaban respeto, intriga y admiración. Decidí entonces un mes de agosto del año 2003, hace 20 años exactamente, invitarla a una entrevista que nos permita descubrir mejor su vida. La proposición la sorprendió porque su modestia -pienso- le impidió probablemente imaginar que pudiera ser objeto de un tal interés, sin embargo y a pesar de su avanzada edad, aceptó. La idea de escudriñar los recuerdos no es un ejercicio fácil, pero ella gozaba de una envidiable salud y memoria. Llegué hasta donde vivía acompañada de su fiel empleada equipado de una grabadora. Doña Pere había preparado un café filtrado con tortillas de yuca para endulzar el encuentro. Nos instalamos y comenzó su testimonio que resumo así: Peregrina, nació en 1908, en Cariamanga. Fue la segunda de una fratría de 10 hermanos de los que 5 fallecieron siendo aún niños. Los vecinos del Ahuaca, el cerro mítico del sector, se dedicaban esencialmente a la agricultura, a la ganadería y al comercio con el Perú. Sus progenitores Napoleón Berrú y Victoria Cueva trabajaban sin horario ni calendario. Su padre vendía ganado vacuno que él mismo transportaba hasta Portovelo cada 15 días para la alimentación de los mineros. “El viaje que duraba tres días, era extenuante… a su regreso debía inmediatamente buscar y comprar más animales a los productores de la región. A este comercio se dedicó durante cuatro años y con el dinero acumulado se compraron una propiedad donde también producían anisado y aguardiente...”. Peregrina que realizó sus estudios primarios en la única escuela existente obtuvo resultados contrastados entre una lectura fluida y una escritura llena de faltas de ortografía. Fue entonces que su padre decidió confiarla al internado del colegio de las religiosas de la Inmaculada Concepción en Loja. En este claustro educativo, cuya abadesa era una monja francesa, las restricciones eran rigurosas y poco veía el mundo exterior. Tenía solo quince años cuando conoció y se enamoró de su futuro esposo. Tres años más tarde se casó contrariando a su padre que no quería que su hija abandone los estudios. Su esposo, que se integró rápidamente al trabajo en la hacienda de su suegro en Cariamanga, resultó ser un hombre muy dinámico. Tuvo cinco hijos.

Lamentablemente y después de doce años de matrimonio, su marido murió fulminado por una cisticercosis, luego de cuatro años de sufrimiento. Aunque su pena era inmensa tuvo que afrontar sola la educación de sus hijos con la ayuda de la familia y el salario que ganaba en calidad de responsable de la oficina de Estancos, su primer trabajo.

Su hermano Modesto que era médico le propuso organizar y hacerse cargo de una farmacia en Cariamanga porque no tenía quien prepare las fórmulas magistrales. Ella aceptó y así se completó el equipo indispensable para que su hermano pueda ejercer correctamente. Desde ese entonces y por 24 años fue la única farmacéutica de Cariamanga. Su buena reputación se difundió rápidamente. Gracias a su inteligencia y humanismo, adquirió conocimientos y destreza, al principio con la ayuda de su hermano, y luego sola, realizando proezas únicas y numerosas de las cuales relato a continuación las esenciales.

El mortinato

Una vecina que estaba embarazada “desapareció” por algunos días. Doña Pere, intrigada preguntó por ella y supo entonces que estaba enferma de “paludismo”. Fue a verla y la encontró postrada en la cama, cubierta con una sábana, temblando, con fiebre y sudores. La enferma le contó que “Desde que tuve una caída me puse malita…” Se dio cuenta que la fetidez que percibía escondía una probable infección. En ese instante la enferma tuvo contracciones dolorosas del vientre grávido. La examinó y constató que la labor del parto había comenzado, la cabecita del niño ya era visible. Hizo llamar inmediatamente a un vecino que trabajaba ocasionalmente de enfermero para que la ayude. Un olor pestilente se diseminó en el cuarto. Cuando su ayudante tomó la cabecita esta se desprendió del cuerpo. Entonces doña Pere le dijo: “cójale los hombritos y sáquelo antes de que se vuelva a meter… el cuerpo inerte, macerado, que despedía un olor nauseabundo pudo salir integro, le administré 0,5 g de Quinina y la placenta salió completa, la enferma se recuperó con antibióticos, vivió por muchos años y luego se fue a vivir en Amaluza”. Cuando le contó a su hermano Modesto, que estaba ausente lo sucedido, éste le dijo:

- “Ya vez, por eso te pido que me acompañes cuando yo asisto a las parturientas en los domicilios…”

A lo que ella contestó:

- “No voy porque no me gusta pagar por el gusto de otros…”

Así concluyó esta primera anécdota mientras su reputación se afirmaba por buen rumbo.

Coramina®

“Un día un señor me llevó a la farmacia una ampolla para que le ponga una inyección intramuscular había apenas terminado cuando el hombre se desplomó, estaba pálido y no respiraba. Yo me dije es una alergia. Busqué una inyección de Coramina® y se la inyecté. Inmediatamente el hombre se despertó y respiró nuevamente. Este hecho provocó gran ruido y la gente comenzó a hablar de mi habilidad para curar casos graves…”.

Aceite de glicerina

“Otro día, un niño de Sabiango, llegó con sus padres a la farmacia. Hacia 8 días que no había defecado. El vientre estaba hinchado y sensible. Cuando le examiné vi que tenía un fecaloma. Con una pera le introduje por el anito un poco de aceite de glicerina, pero no dio ningún resultado; entonces tomé una pinza de crochet que tenía para hacer el bordado y delicadamente traté de sacarle las piedras que se habían formado, cuando sorpresivamente escuché un fogonazo. Los excrementos salieron disparados hasta la pared. Fue como si hubiera destapado una botella de champaña …el niño regresó sanito a Sabiango y la gente continuaba a hacerme elogios que mejor me hacían reír…”.

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