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Crónica La llave de agua

Fausto Jaramillo Y.

Cuando llegué al aeropuerto de “Silvio Pettirossi” de Asunción, la capital paraguaya, un grupo de colegas me esperaba. Con el equipaje en la mano salimos hasta el parqueadero del edificio para embarcarnos en un vehículo liviano y dirigirnos hacia el hotel.

En el trayecto, el vehículo se desvió hasta la casa de uno de ellos. Allí conocí a su familia, a su esposa hijos y demás miembros de una familia, que al igual que otras familias paraguayas, y creo que no me equivoco si digo que otras familias latinoamericanas, brindan su cordialidad con sinceridad, abren la puerta de su casa al viajero para que encuentre amistad y abrigo, a pesar de que en julio y, para mi sorpresa, el termómetro marcaba temperaturas bajas, cercanas a cero grados centígrados.

La Madrugada En El Avi N

Desde la ventanilla del avión, en el trayecto desde Santiago de Chile hasta Buenos Aires pude apreciar, a la luz del amanecer, el verdadero significado de la Pampa, esas inmensas e inacabables extensiones de tierra apenas cortadas por bosques o los setos sembrados a manera de límites de las propiedades o por algún camino por donde, seguramente, transitaban los seres humanos y las bestias y por donde salían los productos de esas tierras. Sin pecar de experto, creo que el frío del invierno austral debe venir acompañando a los vientos provenientes del Polo Sur y ascienden hasta las sierras del sur del Brasil, bañando los territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay y una pequeña zona del suroeste brasileño. Esos días que permanecí en Asunción, el viento soplaba con fuerza y al chocar con mi cuerpo parecía que una cuchilla helada intentaba calarse hasta mis huesos.

Salí de aquella inesperada reunión ya bien entrada la tarde para dirigirme al hotel. Al día siguiente me esperaba una ardua tarea, la que no me impediría conocer la ciudad, pues, era la primera vez que la visitaba.

La Ciudad

Acostada a lo largo del río Paraguay, Asunción es una ciudad encantadora. De algo más de quinientos mil habitantes, no muestra en su fisonomía las moles de cemento que rasgan el aire en otras capitales de América del Sur, parece más bien que prefiere continuar con esa vida provinciana donde cada familia es propietaria de un solar y de un techo donde guarecerse del clima.

Muy pocos edificios altos, y más bien, éstos son oficinas públicas antes que viviendas departamentales, por eso la ciudad se extiende en una gran superficie. De cuando en cuando, coquetos parques rompen la monotonía de las calles y la vegetación de ellos desafía los embates del tiempo y permanecen siempre verdes.

El río marca el límite de la ciudad. Hasta ahora el ciudadano de Asunción no ha roto la geografía del río cruzándolo de puentes, por el contrario, ha respetado la herencia de la naturaleza y se ha acomodado en una sola orilla.

Su Gente

Pero, más allá de la ciudad física está la ciudad humana, la de su gente, orgullosa de su pasado español tanto como de su pasado guaraní. Paraguay es el único país sudamericano, oficialmente bi - lingue. Todos, hasta los jóvenes y niños hablan dos idiomas: el castellano y el guaraní, y mientras conversan entre ellos resulta difícil adivinar a que momento dejaron de hablar en castellano e iniciaron el diálogo en guaraní, o viceversa.

Es que ambas lenguas son nativas para los paraguayos.

Un Convite Inesperado

No sé por qué conducto, una compatriota ecuatoriana se había enterado de mi presencia en esa ciudad y de improviso me visitó en el hotel donde yo estaba hospedado.

Era una mujer de cerca de unos 60 años, que se había casado con un ciudadano paraguayo de profesión futbolista, de aquellos que de vez en cuando recalan en cualquier estadio de cualquier parte del mundo.

Con él había formado familia y con sus ahorros habían establecido un restaurante en una ciudad de la costa ecuatoriana. Con el pasar de los años él había enfermado de nostalgia y decidió regresar a su Asunción nativa.

Levantaron el negocio en el Ecuador y con hijos y equipajes habían emprendido la aventura de iniciar una nueva vida. Sus dos hijos, habían aceptado con alegría el hecho de aventurarse en otro ambiente. Todo eso me lo contó ella antes de invitarme a un asado en su casa

Cuando llegó la noche marcada para el encuentro, su esposo me recogió en el vestíbulo del hotel. Agradecido me subí a su camioneta y emprendimos el recorrido hasta su casa.

En el trayecto un ómnibus casi se nos viene encima y mi acompañante montó en furia, sacó la cabeza por la ventana del vehículo y gritando dijo algo en guaraní. No necesité saber el idioma para entender lo que le dijo.

Llegamos al hogar de esta familia.

Un espacio grande frente a la casa estaba lleno de sillas y mesas para los invitados. En un lugar junto a la casa una braza anunciaba calor y abrigo.

Los saludos y presentaciones fueron el preámbulo de una agradable conversación. Era una familia encantadora, sencilla, sin mayores ambiciones que las de ser felices y ver crecer a sus hijos en la dicha del estudio y valores morales.

Mostrar Su Orgullo

Mientras se asaba la carne, el esposo quiso mostrarme el motivo de su orgullo. Allí, a pocos metros de donde nos encontramos, él mismo, con el esfuerzo de sus manos, levantaba poco a poco “su” casa, la casa de sus sueños y de sus desvelos.

Ladrillo tras ladrillo iban formando los muros, las paredes, las ventanas, las puertas de lo que algún día sería “su” hogar. A pesar de la hora, en algún instante, otro paraguayo, desconocido para mí, se incorporó a la comitiva que visitaba esa casa y en guaraní le dijo algo a mi anfitrión. Ellos se quedaron dialogando mientras yo continué saltando los obstáculos que existen en toda construcción. Cuando llegó hasta mí, mi amigo dueño de casa, su cara de preocupación me motivó a preguntarle: ¿Qué pasa?

La Omnipresencia Del Tirano

Su respuesta fue sorprendente. “No sé a quién recurrir. Esa llave que miras en la vereda es la que nos abastece de agua para la construcción, y debo pagar por su utilización, pero no sé si pertenece al municipio de Asunción o al gobierno central, porque ha sido Strossner el que la inauguró.”

Fausto Jaramillo Y.

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