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Estado de decepción
Beatriz García Banderas
Quiero escribir, solo para tratar de mitigar la pena, el dolor que siento en lo más íntimo de mi ser, al ver al país, que fue el lugar natal de mis ancestros, es el mío propio y el de mi descendencia, al mirar a mi patria que se ha convertido en tierra de nadie, en una lucha sin cuartel, en un Estado que se gobierna desde lo más lúgubre que tiene una región, que son sus cárceles, sobre todo en esos Estados, en los cuales no se ha logrado desarrollar una economía sólida, capas sociales sustentables, generaciones con un mínimo de educación; nación con una falta de salubridad, desprotección total frente a los desastres de la naturaleza, ya sea en las ciudades principales, la capital de la República, los poblados más alejados o los suburbios de la Costa, las pequeñas aldeas de la Sierra y los manglares del Oriente.
Desde hace muy pocos años, esta tierra que decían, era de paz, ahora es una zona de guerra, los actos de sicariato se cuentan diariamente por docenas, se atentan contra autoridades, mueren muchos poli - cías, los alcaldes se han convertido en el blanco de atentados; las empresas pequeñas o grandes son víctimas de las mal llamadas “vacunas” o dicho claramente “extorsiones”; secuestros, robos.
Pero por qué se asesina a un hombre bueno, político sano, líder de su ciudad y con visos de convertirse en líder del país, por su afán de trabajo, tal vez?. Al Alcalde de Manta, Agustín Intriago, no lo conocí personalmente, pero lo recuerdo cuando la muerte le rondó en época de pandemia y luego de una larga estancia en el hospital, entubado, en terapia intensiva, logró salvar su vida, todos rezamos por él, ya que fue una persona que generó solidaridad en su enfermedad, por la valentía para enfrentar su padecimiento de salud, no le mató el virus letal, que a esa época fue el covid, pero no pasaron tres años y acaba de fallecer con el peor virus que azota al Ecuador, que es la delincuencia, el sicariato, el odio entre hermanos ecuatorianos o vengan de donde vinieren, la muerte estaba aga zapada, esperando dar su zarpazo a través de manos seguramente ya ensangrentadas por otros crímenes, y de esa forma el día 23 de julio, el joven, apuesto, bondadoso, profesional, político honesto cae asesinado, el momento que recorría obras que deseaba realizar para su amada ciudad Manta.
Era domingo, a tempranas horas de la tarde, cuando debía estar descansando en su casa, disfrutando de su familia, de sus pequeños hijos, de su valerosa esposa; no, él laboraba, pero esto no admite la envidia, el sicario, el odiador, había que matar a un hombre que no hacía mal a nadie, que buscaba un futuro para su terruño, para su país.
Qué esperamos del Estado ecuatoriano, los ecuatorianos?, (valga la redundancia), ahora que se avizoran las elecciones presidenciales de medio período, que increíblemente se van a dar, debido a la falta de competencia de un gobierno, que juró sacar a este pequeño país sudamericano, de la postración que ya estaba cayendo, por el latrocinio de que fue objeto la década anterior al gobierno de Lasso y que sin embargo le fue imposible hacerlo, por el desconocimiento de la realidad del país cuya Presidencia asumió.

Hemos asistido a 15 “Estados de Excepción” en este lapso presidencial de Lasso, con el fin de combatir el crimen organizado, o sea, que se ha puesto en las calles a las Fuerzas Armadas, a la Policía Nacional en su totalidad; pero la realidad es que hemos vivido 15, 150, 1500 Estados de Decepción.

Qué se hace cuando sentimos que se trasmutó el Estado y que, salir a la calle es un peligro y quedarse en la casa, también?. Que nadie se ha preocupado de la situación en que se encuentra la salud mental y espiritual del niño, de las madres que pierden a sus hijos, de los hijos que en un instante dejan de ver a sus padres; de los adultos mayores, que se sienten cada vez más vulnerables, porque no saben si un día, a pesar de su edad salen a trabajar y en la puerta de calle, un carro fantasma los mata de una garfiada. Que los únicos testigos mudos de las muertes son las cámaras de las calles, de las casas, de los almacenes, de los parques, de las veredas.
El filósofo Frederich Niietzsche, con un talento crítico inigualable a su época, pero de una dureza acertada, vale traerlo a colación, en momentos en que los gobiernos parece que quieren desaparecer a los Estados y que una mayoría de gobernados, así mismo parece que no les importa que les desaparezcan, el pensador del Zoroastro y Zaratustra, señalaba entre tantas reflexiones: “ que se posponía el bien común al bien particular, en cuanto que unos gobernaban por el placer y la ambición de gobernar, y otros para evitar ser gobernados: pero siempre sin tenerse en cuenta el bien general y ajeno. Así se gobernaba más malamente o menos malamente: pero siempre malamente”.
Necesitamos un nuevo gobierno buenamente intencionado y determinado, buenamente planificado y estructurado, buenamente eficiente y efectivo. No podemos dejar otra vez que el menos malo sea el vencedor; es nuestro presente, nuestro futuro y nuestras vidas, las que literalmente están en juego.