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¿Dónde quedó la isla de la paz ? El camino al Gólgota

Durante muchas décadas el País fue calificado como isla de paz, pero no quisimos percatamos de la contaminación de la violencia desde otros países, de la extensión de las organizaciones criminales y del narcotráfico, todo lo cual incide en la inseguridad ciudadana.

Es indudable que se desconoció la gravedad y magnitud del problema, lo que ha motivado que lamentablemente, Ecuador haya pasado a ser un territorio en disputa por el crimen organizado nacional a internacional. Es necesario por honestidad política e histórica que todos asumamos las responsabilidades que nos corresponden en esta escalada de violencia en la que políticos, sectores productivos, burócratas, y ciudadanos fuimos de una ù otra forma cómplice de este calvario.

A fines del siglo XX e inicios del XXI, autoridades colombianas principalmente ligadas al sector Justicia, trataron de hacer ver a los ecuatorianos de la magnitud del tema y del riesgo de no hacer nada, es decir mantenerse en la pasividad únicamente mirando lo que sucedía en el país del norte y no implementar políticas o tomar medidas, entre esas, el control de las fronteras, habiendo recomendado la conveniencia de la integración al plan Colombia, que implicaba un acuerdo con Estados Unidos para terminar con el conflicto armado y generar estrategias en contra del narcotráfico.

El Ecuador guardó silencio; sin embargo, fortaleció la frontera con las Fuerzas Armadas, pero desde el año 2006, la posición del gobierno cambia respec - to de los grupos guerrilleros de Colombia, ya no se les ve como terroristas, tampoco como lo que terminaron siendo, vulgares traficantes de narcóticos envueltos en supuestas luchas políticas y que convencieron no solo a nuestros presidentes sino especialmente a las encargados de nuestra política internacional que jamás aceptaron la nueva realidad, esto motivó el crecimiento de la estructuras criminales.

Por otra parte, la desmovilización de los guerrilleros luego de la firma de la paz en Colombia, hizo que se multipliquen las organizaciones comercializadoras de la droga que ingresaron al país.

El Presidente Jamil Mahuad facilitó el establecimiento de la base de Manta, pero desafortunadamente terminó por maniobras políticas de un nuevo gobierno que preconizaba criterios extremistas de respeto a la soberanía nacional.

Internacionalistas de pacotilla a los que se sumaron a los refundadores de nuestra política exterior que fueron incapaces de alertar al país de las consecuencias y fuimos escenario de convenciones delincuenciales internacionales, santuario de campamentos de narco guerrilleros y cuando se desmanteló un campamentos en vez de ser una alarma por la presencia en Ecuador de la guerrilla colombiana o de fuerzas irregulares, en lugar de ser motivo de cooperación, fue un hecho que determinó un conflicto internacional.

Reuniones entre elementos armados y de seguridad internacional presionaron reiteradamente para que el Ecuador participe en el Plan Colombia y esto suponía que la lucha se iniciaba en nuestra frontera con Colombia facilitando nuestro territorio y se replegaban las acciones militares al norte de ese país.

Los timoratos presidentes nuestros ni siquiera consideraron esta opción con el cuento de su debilidad política y la afectación a una mal entendida soberanía cuyas consecuencias sufrimos hoy. Denuncias del financiamiento para nuestras campañas políticas jamás fueron investigadas pese a los graves indicios y declaraciones públicas de estos hechos.

En ese entorno ante la presión ciudadana se nombró una Comisión para evaluar el problema, y quien lo presidió, el doctor Francisco Huerta Montalvo, manifestó que Ecuador se convertiría muy pronto en un narco Estado sino se tomaban las medidas urgentes que la situación requería, lo que no fue atendido, y más bien el doctor Huerta fue separado de la Comisión, aparte de ser vilipendiado. Se desarmaron misteriosamente los sistemas de información y seguridad, se com - praron radares que jamás funcionaron y las fronteras quedaron desguarnecidas y como si fuera poco, se declaró al país como territorio de libre acceso para todos los ciudadanos del mundo, sin control alguno. Estamos viviendo las consecuencias de no haber escuchado las alarmas que se prendieron ante un inminente desenfreno de los hechos ligados al tráfico de drogas, que es uno de los escenarios en los que se produce la violencia.

El actual gobierno ha realizado un gran trabajo para evitar la expansión de los mercados de las drogas, pero no se ha planificado medidas de prevención, tanto en este tema como en el del incremento de la delincuencia, y principalmente sobre la seguridad de la ciudadanía.

Si nos preguntamos cómo se expandió la violencia y el crimen organizado en Ecuador, la respuesta es obvia: por la inacción de los gobiernos de turno, y la ineficiencia de las políticas estatales sobre la materia; al respecto, los estados de excepción no constituyen la solución frente al incremento de la criminalidad, la violencia en las cárceles, el micro tráfico y el tráfico en gran escala. En la práctica, los resultados no han sido positivos y seguimos siendo testigos de la escalada de violencia que inicialmente pensábamos que era por la lucha de bandas por espacio y el poder.

La declaratoria de guerra al narcotráfico para algunos sectores es una medida equivocada. Miramos con preocupación la inexistencia de una política criminal del Estado y menos aún una política de seguridad y tampoco se ha previsto estrategias correctas sobre la seguridad. Pretendemos hoy tratar esta tragedia con seriedad y profundidad y para eso hemos solicitado la colaboración de expertos.. Esperamos así cumplir con nuestro deber.

Revista Semanal

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