
18 minute read
Vivir sola no es lo mismo que vivir en soledad
Abg. Judith Sarmiento Granada
Es un honor para esta Revista contar con la amistad y la colaboración de la Abogada y Periodista Colombiana de larga y reconocida trayectoria tanto en su país como en el exterior. Periodista de televisión y radio hoy tenemos el atrevimiento de llegar a ustedes con este artículo ,adecuado a un texto escrito y que fue una presentación en un conversatorio. Sus conceptos e ideas tan actuales y llenos de experiencia nos hacen acometer esta audacia.
Cuando recibí la invitación del doctor Santiago rojas a conversar sobre el tema de vivir sola, es decir, a compartir de alguna manera mi experiencia. Me pregunté ¿por qué, algo que para mí es tan natural, puede revestir interés para las personas? Mucho más si tenemos en cuenta que es un fenómeno que viene en aumento, no solamente en Colombia sino en El Mundo.
Por aquí tengo el dato, miren. En el censo del 2005 había 11% de la población que vivía sola. En el censo del 2018, que fue el último que hicieron esa cifra, se acercaba al 19%. Luego, si la tendencia viene en aumento, es imposible que hoy seamos más del 20% de la población que vive sola. Y hay otro dato de ese censo que me sorprendió y es que hay más hombres que mujeres viviendo solos, 58% son hombres, 42% son mujeres.
La Guerra No Tiene Rostro De Mujer
Cuando acepté esta invitación, recordé un párrafo de un libro que leí hace unos años que se llama:
“La guerra, no tiene rostro de mujer” del premio Nobel Svetlana Alexievich.
En este párrafo ella narra como ella tuvo muchas dificultades para obtener los testimonios de las mujeres soviéticas que estuvieron en la guerra. Y escuchen .
“Me topé a menudo con dos verdades conviviendo en la misma persona. La verdad personal confinada a la clandestinidad y la verdad colectiva, empapada del espíritu, del tiempo, del olor a rotativos. La primera de ellas, rara vez lograba resistir el ímpetu de la segunda”. Y agrega más adelante, refiriéndose a esa verdad pública o colectiva. Mejor dicho, la verdad demostrar pues.
“Contar las cosas, tal como los demás las cuentan y como lo describen los rotativos sobre héroes y proezas para educar a la juventud por medio de actuaciones ejemplares, yo cada vez sentía más asombro ante esa falta de confianza hacia lo sencillo y lo humano, ese deseo de sustituir la vida por ideales”.
¿Por qué traigo a colación este párrafo? Confieso que estas intervenciones para hablar de mí misma me infunden ese temor, el temor de pretender educar, como dice ella, educar a la juventud por medio de actuaciones ejemplares.
Pero obviamente yo no puedo hablar de vivir sola únicamente desde la teoría, o sea, desde lo que he aprendido en la vida cotidiana, haya, sobre todo haciendo programas de radio. No, yo tengo que hacerlo desde mi vivencia personal. Por eso me apresuro a aclarar que definitivamente cada uno recorre su propio camino y por lo tanto no pretendo convertirme en ejemplo. Aspiro sí a dejar algunas inquietudes que sirvan a quienes me escuchen o me lean
Empiezo por decir que he vivido sola únicamente el 10% de mi vida, lo cual, pues tampoco me convierte en una autoridad en la materia, pero algo he ido aprendiendo y lo voy a compartir con ustedes. En la introducción del documento con que el Dane presentó las cifras que mencione al comenzar.
Dice : “La soledad es un indicador subjetivo de la falta de contacto o apoyo que tiene una persona de su capacidad de relacionarse con los demás y de qué tan cómoda o tranquila se siente con respecto a estar o sentirse sola. Definitivamente creo que ahí está el quid de la cuestión. No es lo mismo estar sola, que sentirse sola. Y aún diría más, muchas veces estando acompañada a una persona, puede sentirse más sola que nunca. Esa es una frase que yo he oído mucho.
Retomo las palabras del Dane, “indicador subjetivo” y las subrayo: “Porque sencillamente nos remite a que es algo que pertenece al ámbito personal de cada quien, la interpretación, el sentido, el impacto que le representa no estar cotidianamente acompañada de otros, y más aún si el hecho de no convivir con alguien afecta o no su capacidad de relacionarse con los demás. Y si esa situación le hace sentir incómoda, triste, aburrida.
VIVIR SOLA: OPCIÓN O CONSECUENCIA
Diferencio entre vivir sola como una opción, como una decisión propia y tener que hacerlo como consecuencia de los sucesos de la vida, que es lo que ocurre casi siempre por muerte, por separación, por abandono del compañero o compañera, por la partida de los hijos, por la lejanía o la ausencia de vínculos familiares; y, en este último caso, es necesario examinar con atención la actitud, la manera como se aceptan esos sucesos, como se supera el duelo para utilizar tanto que nos ha enseñado el doctor Santiago Rojas.
Si de verdad se renace a una situación nueva, diferente que abre otras posibilidades, otros horizontes y cuando digo esto me refiero a si la superación de ese duelo nos deja a la espera o en la búsqueda de una nueva relación para llenar rápidamente el vacío, con lo cual pues no habremos hecho seguramente muy bien la tarea o por el contrario, si nos fortalece y nos afianza, ya no en la resignación a vivir sola, sino en el disfrute de hacerlo.
Una frase muy popular, dice: “solos venimos al mundo y solo nos vamos a ir”. Y me reflexiono que no es cierto. Aunque la verdad no vinimos solos al mundo porque hubo una madre que nos dio a luz, casi siempre asistida por bueno, por una parte, por un médico, por una enfermera, por un familiar, y últimamente, qué bueno, eso por los padres de las criaturas. Ahora observo que ingresan a la sala de partos y eso es una maravilla, que se integren a la experiencia del alumbramiento,
Creo que, culminada la niñez culminada, la adolescencia y la primera juventud, se debe ir consolidando la independencia del ser humano, su autonomía y su capacidad de vivir por sí mismo. Y, aunque observo en el entorno inmediato que hay jóvenes que se arriesgan a separarse de los padres y deciden vivir solos, parece más común que tanto hombres como mujeres permanezcan en el hogar paterno hasta bien entrada la adultes e incluso muchos de ellos hasta la muerte de los padres.

Pero también observo que quienes pueden experimentar de manera temprana eso de vivir solos; en muchas ocasiones para ir, por ejemplo, a estudiar a otra ciudad o, a otro país, van desarrollando mejor esa capacidad de cuidarse a sí mismos, de valerse por sí mismos.
Quiero subrayar aquí que ese concepto de vivir sola es, en realidad, un concepto relativo. Difícilmente podemos hallar a alguien que no esté conectado; no esté identificado, relacionado con algo o alguien. Por supuesto, yo no estoy refiriendo a la cuestión de convertirse en un ermitaño, pero si esa fuera la decisión también es igualmente respetable; pero sí creo que, estamos aquí, frente al hecho de no compartir techo con otras personas.
¿POR QUÉ VIVIR SOLA?
La gran pregunta, de todas maneras, sigue ahí ¿por qué si vivir solo o sola es un fenómeno que viene en aumento? Considerando que vivir solo o sola es algo no deseable, algo que genera curiosidad, cuando no rechazo y lo que es peor aún, conmiseración. ¿Por qué razón, quienes vivimos solos, continuamos escuchando siempre la consabida frase: “! hay que pesar vive sola!”, sobre todo si es mujer. También hay preguntas que denotan cierta crítica o como desconcierto. ¡Ah! ¿y tú vives sola? Y, ¿con quién vives tú? Bueno, no sé si me equivoco, pero, me parece que, en ciertas ocasiones, adivino que detrás de esas frases, de esas preguntas, se halla una encubierta la envidia que viene, generalmente, de personas atrapadas en relaciones tóxicas rutinarias, aburridas, de familias que no funcionan.
Mi respuesta cuando me hacen esa pregunta ¿tu vives sola? es muy sencilla, pero a la vez muy compleja: “No vivo sola, vivo conmigo mismo”. Sí. Y no me estoy refiriendo al concepto teórico del autoconocimiento ya que de eso hablan los psicólogos, y yo no lo soy; de lo que estoy hablando es que desde que cuando estás sola, vives acompañada de ti misma.

Y, me voy a seguir expresando en el género femenino ya que esta charla, forma parte del regalo que el doctor Santiago Rojas y su equipo quieren hacer en este Día internacional de la mujer; cuando estás sola, especialmente cuando, por los sucesos de la vida, te has quedado sola, tienes dos opciones: desesperarte, llorar, clamar, buscar compañía; o, aceptar, abrazar, disfrutar de esa soledad.
Y la única manera de hacerlo, por lo menos es la que yo he puesto en práctica y me está funcionando, es buscar a esa otra desconocida que hay en tu interior; esa, que ha permanecido oculta y replegada tras la agitación de la vida estudiantil, lo laboral o familiar o maternal; en fin, esa que no tuviste tiempo de mirar, de admirar, de construir esa que se fue armando ahí dentro casi sin darte cuenta, esa que fue recibiendo y acumulando los impactos, las críticas, las experiencias positivas o negativas, las alegrías y los dolores, la satisfacciones, las frustraciones, todo.
Descubrir A La Otra
Y es, en ese momento, cuando descubres a esa otra que te das cuenta de todo lo que a ella verdaderamente le gusta, todo aquello que nunca pudiste darle, por el tráfago de la vida cotidiana, y puedes empezar a brindárselo.
Y vuelvo a hablar de mi caso porque es el que más conozco. Yo empecé a darle descanso, empecé a dormir bien. Mis jornadas laborales eran muy extensas y mis periodos de sueño muy breves. Entonces ahora la dejo dormir tranquila sin tener que escuchar un despertador antes de que amanezca. I magínense la dicha. Empecé a alimentarla bien. Con comida saludable, pero también con alimento de otra manera, con música, con literatura, con teatro, con paseos al aire libre, con caminatas, con nuevas actividades, con amigos y amigas en entornos maravillosos que he podido ir construyendo. Y hay algo que valoró mucho más que todo eso porque es un alimento inigualable. El. Sí. Después de pasar 40 años entre sonidos, imágenes en los medios de comunicación, qué mejor que regalarme ratos maravillosos en los cuales, apelando también a algo que me ha enseñado el doctor Santiago Rojas, la respiración consciente que he ido aprendiendo a mirar hacia adentro y, con ello, voy descubriendo, a medida que logró esa quietud y ese silencio, más facetas de esa otra que soy yo misma y la voy integrando a aquella imagen pública que los de afuera vieron y creyeron conocer durante tanto tiempo. Claro que atentas contra ti misma, porque no siempre nos va a gustar lo que encontremos ahí dentro, rasgos de personalidad y actitudes y comportamientos de nosotras mismas que no nos agradan.
Pero entonces hemos llegado a la preciosa oportunidad de modificarlas, de cambiar, de transformarnos para sentirnos mejor. Yo, por ejemplo, la liberé de los dictados de la moda, de las exigencias que tenía para cumplir, para encajar en los medios audiovisuales, entonces empecé a vestirme de manera informal, bajé la altura de los tacones, con lo cual pues empecé a caminar con más desenvoltura y la gente me vio más relajada, más tranquila, más cómoda; me permití, por ejemplo. descansar de la agitación de las noticias. Ver y oír otros contenidos, con claridad, con entusiasmo; y, entonces se ha ido volviendo muy agradable para vivir con ella, vivir conmigo misma. Retomando las palabras del Dane, debo decir que vivir sola y vuelvo aquí a las comillas, dice: “Afecta, eso, ¿su capacidad de relacionarse con los demás”? no, definitivamente no, pero el contrario, mientras voy avanzando en ese conocer y consentir a esa otra que soy yo misma, tengo más herramientas para aceptar a los otros, para entenderlos, para disfrutar de su compañía, de su individualidad, sin el desgaste que a veces generan.
VIVIR SOLA ¿COSA DE JÓVENES O DE VIEJOS?

Bueno, naturalmente he hablado de mi experiencia de vivir sola a esta edad, después de la jubilación y eso, parecería más fácil que la gente lo acepte como algo irremediable, ya que se dice: “ya está mayor, no tiene con quien vivir”, “es normal que viva sola” y, sin embargo, sigo escuchando la famosa frasecita: “Ay pobrecita, vive sola”.
Conozco personas mucho más jóvenes que yo que han escogido esta opción. O que están, simplemente, viviendo una etapa de la vida en la que están solos o solas y justamente por el hecho de ser jóvenes, son sujetos de crítica, de censura por considerarlos egoístas, faltos de compromiso. Nada más injusto e irrespetuoso para la individualidad y de la independencia de las personas.
Yo no me declaro defensora a ultranza de la decisión de vivir sola, ni tampoco crítica de quienes optan por vivir en pareja o quedarse en la casa paterna o vivir en comunidad: me declaro defensora, eso sí, de la autonomía de las personas, de su libertad de elegir cómo y con quién o quiénes desean vivir, porque, además, en el devenir de la existencia nada es permanente, todo se transforma. Conozco personas que vivieron solas muchísimo tiempo de pronto encontraron alguien con quien quieren convivir. Y eso no significa que traicionan un ideal porque es que ahí viene también la otra crítica: “Ay, luego no habías dicho que tú eras sola, que no querías a nadie y mírala ahora tiene compañía”. No, eso, lo que significa es que la persona está viviendo, estamos viviendo, estamos transitando esta senda cambiante, llena de sorpresas, porque así es la vida y la estamos aprovechando. No se trata simplemente de vivir por vivir, sino de ir sacando aprendizajes para seguir haciendo camino al andar.
No Dividirnos En Dos Bandos
Quiero expresar que no se trata de armar dos bandos: los que vivimos solos contra los que viven acompañados como si fuéramos enemigos, porque eso es parte también de esa polarización en la que nos hemos ido alineando no solamente en Colombia sino en el mundo entero.
Porque esos que tienen hoy en día pareja, que tie nen familia, que comparten el techo con otras personas, mañana de pronto van a estar solos y viceversa. Quienes vivimos solos podríamos mañana estar viviendo con alguien, ¿por qué no? Lo que quiero subrayar es, esa transitoriedad, esa característica inmutable de la vida.
A las mujeres de mi generación y mucho más a una generación anterior, por ejemplo, a mi madre, las criaron o nos criaron con esa idea de que una se casaba para toda la vida hasta que la muerte los separe. Y la experiencia nos está diciendo otra cosa. Cada vez es más común que la unión se disuelva, se construya otra u otras nuevas, o sencillamente se opte por vivir sola.

Lo que debe ser muy triste y muy nocivo es resignarse a vivir sola, quiero decir, asumirlo con resignación como si fuera una condena en lugar de cambiar esas gafas para ver la situación y vivirla de otra manera, vivirla con entusiasmo.
La Soledad Es Belleza
Bueno, como quiera que yo he ido integrando la modernidad y el soporte que ofrecen las nuevas tecnologías de las comunicaciones, que, entre otras cosas, me permiten estar haciendo esta charla desde mi casa; digo, me dio por esa misma costumbre de apelar a estos medios.
Consultar en uno de los buscadores cuáles son los imaginarios que giran en torno a las palabras “solo”, y los invito a que hagan el ejercicio: busquen “solo” en masculino y encontraran imágenes, generalmente, más bonitas; aparecen hombres solos en parajes naturales de gran belleza; en cambio, las dos primeras imágenes que encontré cuando busqué “sola” en femenino, transmiten tristeza, desolación. Es más, en la primera de ellas aparecía este texto: (pónganle cuidado) “Él nunca me dio indicios de querer estar conmigo, realmente, pero yo no quería estar sola”; con lo cual corroboré lo que dije hace un momento, la relevancia que las mujeres estaríamos otorgándole a la vida en pareja como una especie de comportamiento socialmente esperado para nosotras.
La Palabra Es Pasi N
Bueno, la verdad desmotivada por esas imágenes, decidí volver a explorar en mi interior y ahí encontré la palabra clave, la palabra que creo que me ha permitido llegar a donde estoy y tener el honor de ser invitada por Santiago a hacer esta charla. La palabra es pasión. Sí. Pasión, porque creo que solo haciendo aquello que verdaderamente nos apasiona, se encuentra el motor que impulsa la vida.
Cuando digo pasión me refiero a esa emoción, a esa inclinación, a esa preferencia por algo que de verdad nos entusiasma, pero que además consideramos útil para los demás.
Creo firmemente que la vida vale la pena vivirla si servimos a los demás y eso no significa obligatoriamente que tengamos que compartir el techo con esa persona o personas a quienes servimos.
Vuelvo a mi caso personal para ilustrar el punto. Después de retirarme de los programas de noticias a los cuales le dediqué 35 años de mi vida, encontré, desde el año 2009 en familia de Caracol radio y luego en el 2012 al 2017 en Radio Nacional los espacios desde donde poder proponerle a la audiencia reflexiones sobre los tópicos que considero fundamentales para lograr una sociedad mejor, la familia y la sostenibilidad. Por supuesto, yo no llegué a esta convicción únicamente a través de mi meditación personal o en la interacción con los demás y especialmente con mi equipo de trabajo conformado, entre otras cosas, por personas muy jóvenes, que he llegado a este punto de escucharlos día a día, lo que me está permitiendo darme cuenta de las urgencias del mundo de hoy, de que vale la pena trabajar en esos frentes.
Lo que trato de destacar aquí es que, es en el mundo de las relaciones donde voy encontrando los insumos para hacer lo que hago y el hecho de vivir sola no me aleja ni me margina de ese vivir con nosotros.
A lo que las convoco desde mi orilla de persona madura que vive sola es dejar que la vida fluya, y fluir con ella; a no aferrarse ni a los lugares, ni a las situaciones, ni a las personas que van cruzando por nuestro camino. Algunas permanecerán más tiempo, otras menos, pero nuestra misión es avanzar, avanzar por el sendero de la vida, cosechando, ojalá aprendizajes sin apegarnos al pasado ni obsesionarnos con el futuro. Viviendo el presente como corresponda a cada situación.
Desalojar Espacios
A lo largo de mi vida he experimentado y eso no ha sido fácil, no estoy diciendo que lo aprendí de la noche a la mañana, pero sí me ha dado cuenta de que a medida que voy soltando, que voy desalojando espacios a los cuales me aferraba de pronto de manera muy tozuda, alejándome de personas con quienes ya no debían o no podía convivir, liberándome y liberando también a esas personas para que siguieran su propio camino, avanzando al pulso de aquello que me apasiona, eso que desde afuera muchos ven como soledad, es en realidad la riqueza más grande que tengo.
Que incluye, además de todo lo que he dicho hasta aquí: el disponer de momentos para el ocio. Sí, así como lo oyen, el ocio. El sacrosanto placer de no hacer nada. Faltaría la verdad si dijese que todo ha sido color de Rosa, que yo vivo en este estado permanente de aceptación de felicidad que maravilla, por supuesto que no.
También hay momentos de tristeza que los he vivido y aburrimiento de deseos de compañía, por ejemplo, cuando una está enferma, quiere tener a alguien que lo ayude, pero pues si no hay alguien, hay que apelar a esa destreza que hemos desarrollado de cuidarnos a nosotros mismos.

Y bueno, cuidarnos definitivamente o permitir que nos cuiden esos seres que nos dicen cuando me necesites aquí estoy y en mi caso ha sido así quienes me han ofrecido, yo siempre estaré pendiente y a la hora que sea llámame y lo hago y los busco y ahí están.
Obviamente yo vivo como cualquier persona, con los altibajos normales de la vida.
Las Claves
Permítame de pronto, el extractar tres claves que he ido exponiendo a lo largo de esta exposición:
Una primera clave es identificar el motor de tu vida y el con que cuentas para mantenerlo encendido y funcionando. En mi caso, ¿cuál es ese don? la comunicación. Yo definitivamente creo que nací para comunicarme; y, el vehículo ha sido la palabra hablada, específicamente, más que la palabra escrita. Es que yo me demoré mucho tiempo en darme cuenta de que eso era así.
Cuando era niña, porque tal vez recibía muchas críticas, mucha estigmatización por esta voz, porque la voz tan grave yo la tengo así desde que era niña y entonces había personas que les parecía desagradable. No obstante, fíjense que me gané concursos de declamación siendo estudiante de colegio. Y luego, por ejemplo, en las clases de costura, a mí no me gustaba coser y la maestra decía, bueno, ya que no trabajo costura, entonces tenga este libro y lee en voz alta a sus compañeras y eso me fascinaba. Luego en la Universidad. Cuando había que leer en voz alta, yo era feliz también haciéndolo, me iba mejor en los exámenes orales que en los escritos y sin embargo, no me daba cuenta de que ahí estaba la sal del cuento, ahí estaba el camino, me demoré mucho tiempo en aceptarlo, entonces creo que esa es una primera clave, descubrir ese don, escucharlo.
Una segunda clave sería: reconocer lo que te hace bien y lo que no. Es esa escucha del propio cuerpo; en mi caso y repito, sentí, me di cuenta, de que no me iba bien la dieta que yo tenía y la cambié. Hoy en día pasé al vegetarianismo y me siento muy bien, pero quienes me están escuchando pueden tener un camino inverso o simplemente diferente. Lo importante es oír ese cuerpo y seguir ese camino.
Yo, por ejemplo, busqué un entorno tranquilo, yo me vine a vivir a mi ciudad de origen porque ya no resistía a vivir en Bogotá, pero de pronto la persona lo que quiere es un lugar más ruidoso, con más gente, más relaciones. Busquen exactamente ese entorno que les resulta agradable; y hagan lo que les gusta. Trabajar en lo que a una le gusta y que además le paguen por ello es la gran maravilla que yo pude lograr en la vida. Trabajar en el que a uno no le gusta debe ser una tortura, una verdadera condena.

Y la tercera clave es irse adaptando a la realidad que nos corresponde. La vejez, y vuelvo a hablar de ella porque yo estoy en la puerta de la vejez, pero además porque vamos envejeciendo desde el momento en que nacemos, tengamos eso en cuenta. La vida nos va siempre planteando retos diferentes retos nos va poniendo en diversas coyunturas y en esas coyunturas, inevitablemente, pues, hay que tomar decisiones, hay que elegir y en toda elección hay cosas y hay situaciones que nos gustan y otras que no nos gustan nada.
NADA ES TOTALMENTE POSITIVO. NADA ES TOTALMENTE NEGATIVO
Nada es totalmente positivo o totalmente negativo. Voy a ilustrar este punto con otro ejemplo de mi vida; cuando yo decidí venir a vivir a mi ciudad de origen me decía la gente: ¡Uy, pero vas a extrañar mucho la vida cultural de Bogotá! Y yo me decía: bueno, sí, la vida cultural de Bogotá es muy amplia, pero el precio que pagaba por ello, era también muy alto. Aquí la vida cultural es más estrecha, quizás más sencilla, pero existe y yo la busqué y además ayudo a construirla a partir de esta pasión de comunicar.
He vuelto a reclamar, me he unido con compañeros que tocan violonchelo y tenemos un espectáculo que se llama Chelo y poesía, que lo estamos presentando inicialmente aquí en la ciudad, pero también en entornos inmediatos, en el Valle del Cauca, en Risaralda, en Caldas, en fin, vamos a ir moviéndonos y soñábamos con llevarlo algún día a las grandes ciudades, a Bogotá, Medellín, Cali, en fin.
De modo que es la actitud con que hagamos esas elecciones y, sobre todo, con que asumamos las consecuencias de eso que hay. Vivimos la que finalmente nos va a determinar cómo nos sentimos y si nos sentimos bien.
Es maravilloso si no nos sentimos bien, pues podemos ir modificando todo aquello que pueda ser modificable; pero si no lo es, pues, soltemos, dejemos que se vaya, hay cosas que no se pueden cambiar: por ejemplo, la muerte.
Enfrentar La Muerte
Y toco este punto de la muerte porque, entre otras cosas, Santiago Rojas nos ha enseñado muchas cosas en relación con ella.
La única manera de enfrentar verdaderamente la muerte es mirándola de frente.
Es, entendiendo que a todos nos va a llegar; pero eso sí, es importantísimo disponer cómo queremos ser tratados cuando llegue la hora de despedirnos de este mundo para evitar eso que llaman los expertos del encarnizamiento terapéutico, ese mantener la vida mediante tratamientos extremos mediante aparatos que lo único que hacen es prolongar la agonía y no permitir que llegue el sencillo y solemne final de la existencia en este plano.
Menciono este punto en el cierre de mi charla porque yo soy orgullosamente afiliada a la Fundación proderecho a morir dignamente y toda aquella persona que firma el documento, se convierte en un multiplicador de ese mensaje por la dignidad de la vida y de la muerte.
Y yo no me podía perder la oportunidad de incluir ese punto aquí.
El Fin Del Amor
Ya para cerrar, quiero recomendarles un libro. Se llama “El fin del amor” de la argentina Tamara Tenenbaum, una filosofía muy joven, 33 años tiene.

Tras ese polémico título, “El fin del amor”, esta joven licenciada en filosofía nos hace un análisis juicioso, documentado, pero además muy sabroso de leer acerca de lo que sucede en el mundo de hoy, cuando el matrimonio y la pareja monógama ya no son un objetivo de vida y propone caminos, herramientas, para salir del paradigma del amor romántico hacia una concepción y una vivencia del amor, en un sentido más amplio, más incluyente, sin exclusividades forzadas.
Un amor que nos haga más felices tanto a hombres, como a mujeres.