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Entendiendo el paro minero
Desde hace unos años se han vuelto recurrentes algunas prácticas de control de los tiempos y espacios del trabajo pedagógico realizado por el docente universitario, que entraron silenciosamente con las reformas educativas de los años noventa: estandarizaciones, indicadores, competencias y resultados de aprendizaje. Las anteriores modalidades se originaron en lo que se dio por llamar “el nuevo management” o la educación preparada para un entorno más competitivo. Implica entonces lograr, regular, evaluar y cotejar las realidades educativas; los jóvenes y sus familias actúan como clientes en un sistema que busca la efectividad a la hora de asegurar la calidad de la educación, la enseñanza de concep- tos y la formación en toda su amplia proyección humanística es cambiada por competencias que han desactivado en los jóvenes el análisis y la crítica de su realidad social. Este dispositivo de control funciona de la siguiente manera: la Universidad se adapta al formato de una empresa como organización abierta y adaptable al entorno, es decir, más competitiva para lograr aumentar las ganancias, con el autofinanciamiento, el emprenderismo académico y el surgimiento de nuevas formas de control del plan de estudio y el trabajo docente. Esto exige una gestión diferente de la fuerza de trabajo docente. Por un lado, surge una variedad enorme de formatos que deben evidenciar acciones empíricas ¿Qué hizo? ¿Cuándo lo hizo? dejando de lado porqué lo hizo. Por otro lado, los tiempos dedicados a la demostración escrita de lo que se hace podrían estar disminuyendo los tiempos humanos reales con los estudiantes. Son pertinentes las preguntas ¿Quién lee estos for- matos? ¿Retroalimentan algún proceso? ¿Dónde están sus análisis? O, por el contrario, ¿Están actuando como controladores, diseñados para la supervisión, la sanción y la examinación?

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Vale la pena tomar textualmente la reflexión de Hargreaves (1998) cuando reclamaba que los cambios en la vida universitaria para los docentes se caracterizan por la intensificación laboral, la reducción de tiempos de descanso, la sensación constante de sobrecarga de trabajo que siempre parece aumentar, la cantidad de tareas simultáneas que pueden realizarse y la tecnificación de las labores; y, lo más grave, nos encontramos con una limitación de posibilidades de interacción y reflexión conjunta, que no nos permiten actuar como comunidad para proteger nuestros derechos. En últimas estamos realizando, como lo expresó a su manera Étienne de La Boétie, una educación para una servidumbre voluntaria.
* Doctora en Ciencias Sociales, docente Unicordoba.
Por Ángel Cruz Esquivel
Colombia es un país sub desarrollado que depende económicamente para subsistir de actividades como la agricultura, la ganadería, la pesca y de la minería. Estas ocupaciones aportan al país productos alimentarios como hortalizas, legumbres, frutas, vegetales, carnes, lácteos, y productos minerales como carbón, esmeraldas y oro. Este último, es un metal preciado con significado ancestral, que en tiempos de conquista era explotado y saqueado de nuestras tierras por embarcaciones españolas y por piratas ingleses. El valor actualmente de un gramo de oro alcanza los 208.000 pesos colombianos, razón por la cual muchas personas alrededor del mundo quieren poseer este metal preciado. El oro tiene uso en la electrónica, en la joyería y también en muchos ámbitos de la vida cotidiana como la gastronomía por ejemplo.
Sin embargo, las condiciones de extracción han sido muy controversiales durante las últimas décadas. Para la obtención de oro, se tiene que remover grandes extensiones de tierras y verter inmensas cantidades de químicos contaminantes como el mercurio, este es un metal peligroso para la salud humana y ambiental debido a que tiene implicaciones en el sistema nervioso, en el sistema reproductivo y en el ADN; diversos estudios científicos han comprobado los riesgos que generan estas actividades en la cuenca del Bajo Cauca y en la Cuenca de la Mojana. Por esta razón, políticas públicas nacionales e internacionales han aunado esfuerzos por reducir y eliminar el uso de mercurio en este tipo de actividades mineras. En la región del Bajo Cauca, históricamente se ha desarrollado la minería aurífera artesanal, de hecho los pueblos que se han establecido aledaños al rio Cauca y río Nechí, surgieron por establecimientos mineros. Sin embargo, conforme avanzó el tiempo, esta actividad fue creciendo por el auge del oro. Con el crecimiento de las labores mineras, también fue llegando maquinarias pesadas llevadas por inversionistas extranjeros (Brasil) y empresas nacionales (Mineros S.A), una minería de tipo legal y otra al margen de la ley. Esto dio camino para el establecimiento de tres tipos de actividades mineras: Minería legal, minería ilegal y minería ancestral. Con el paso de los años estas actividades mineras en sus tres versiones han convivido y sin excepción han contaminado los ríos, lo que ha causado disminución de especies de peces como el bagre, esto preocupa a las poblaciones que viven en el lugar, y en especial a los pescadores que dependen económicamente de los recursos pesqueros. El reciente paro minero que se desarrolla en la región del Bajo Cauca y que tiene a la población desabastecida de alimentos y desatendida en los centros de salud, era una bomba de tiempo, una crónica de una muerte anunciada. Por un lado, el gobierno pretende formalizar las actividades mineras ilegales para que contribuyan con impuestos a la nación y reduzcan los niveles de contaminación en los ríos, y por otro lado las comunidades mineras se rehúsan a abandonar estas prácticas y a vincularse a la legalidad bajo los criterios que establece el estado. Es cierto que esta actividad ilegal representa el sustento diario para muchas familias en la región, los cuales han trabajado por generaciones de estas actividades, trabajo heredado por sus ancestros, incluso en las zonas de excavación minera se puede ver a niños, adolescentes y mujeres con manos callosas extrayendo lodos de las maquinas mineras para obtener pepitas de oro. Por ende el tema es muy complejo para solucionar, además existen otros intereses que complican el asunto como lo es la minería aurífera criminal, utilizada para financiar grupos armados al margen de la ley. Por eso es difícil establecer una vía de resolución para este conflicto nacional. Ojalá que en el Bajo Cauca se pueda algún día decir que vivimos en paz. *Biólogo y docente.