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Una visita a su cuartel
Me lo comunicó al salir del colegio aquel frío día de Febrero, me anunció la peregrina idea, de que junto a varios amigos tenía la intención de formar un Grupo de Semana Santa, y que ya estaban inmersos en lo primordial del asunto; buscar un nombre a este nuevo Grupo. Me estaba pidiendo ayuda para poder localizarle un lugar donde desarrollar ellos toda su actividad manantera, sus comidas, sus reuniones, su lugar de descanso después de las procesiones, etc., en definitiva buscarle un Cuartel.
Todas aquellas ideas que apresuradamente le brotaba de su boca con tanta ilusión, me las iba transmitiendo hasta el punto que me resultaba imposible clasificarlas y darle un orden. No entendía como en el poco tiempo libre que sus clases le otorga, habían podido planificar todo un Cuartel con el menor costo económico posible. Por supuesto por cuenta de los padres dependían ciertos detalles, no solo el de indagar las distintas posibilidades para facilitarle un local o una casa vieja, sino además muebles, vajilla y algunos enseres de decoración para aquellas paredes desnudas que iban a encontrarse.
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Transcurrieron algunos años, en los que se fueron apañando como podían, eso sí, siempre contando con el estimable apoyo de padres y madres; y porteando de una Cuaresma a otra todas sus pertenencias, a los lugares más insospechados para formar de nuevo su Cuartel. Apenas duraban una temporada en el mismo sitio, pero junto con aquellos viejos muebles, cacharros de cocina y cuadros que en el transcurso de este tiempo fueron atesorando, transportaban sus ilusiones y las escasas vivencias que hasta la fecha tenían, iniciando lo que años posteriores le llamarían Tradición.
Más tarde todas aquellas inquietudes, propias de las fechas cuaresmales, las fue trasladando al resto del año. Tenían que obtener ingresos, que sumados a sus limitadas cuotas les permitieran llevar a cabo todos aquellos proyectos que se habían propuesto en la Semana Santa anterior. Surge de este modo la idea de montar una caseta durante la Feria de Agosto; caseta, que siempre les trajo más de un problema interno por la falta de colaboración de algunos, cuando otros durante varios días no abandonaban el perímetro de su caseta poniendo todo su empeño en que aquello saliera lo mejor posible. Por supuesto siempre contaron con nosotros, los padres, para aumentar sus ventas, alentándonos para que asistiéramos allí cada vez que con nuestros amigos asistiéramos al recinto ferial.
Luego en fechas navideñas comenzaron a vender loterías, e igualmente confeccionaron una especie de sorteo que les supuso pingües beneficios.
Ese año reformaron las ropas de las figuras, tuvieron la oportunidad de disfrutar de los manjares preparados por un cocinero profesional, descargándose del trabajo más engorroso que un Grupo obliga. Incluso consiguieron tener cierta estabilidad en la casa que como Cuartel tenían alquilada, durando en la misma varios años seguidos, lo que les
permitió volcar todas sus energías en proyectar el futuro a medio plazo, sin tener que pensar cada año donde trasladar sus ilusiones.
Algunos aún quedaban estudiando, pero la mayoría se estaban estabilizando profesionalmente, lo que supuso tener una sola idea en la cabeza del colectivo, la compra de una Casa Cuartel. Aunque eran conscientes de que no podía ser el salto definitivo, puesto que las quimeras no se cumplen de la noche al día, pero era necesario asegurarse algo, como ellos comentaban. Ya eran lo suficientemente adultos como para tomar estas decisiones sin depender de nosotros los padres, disponían de una autonomía financiera, y lo más importante, una madurez como grupo, que cualquier decisión que tomaran yo estaría seguro de la cordura que les orientaba.
Mis visitas a su Cuartel se fueron haciendo cada vez más frecuentes, la sensatez de estos hizo que fuera desligando la sensación que antaño tenía de compartir unas horas con un grupo de chavales que se desvivían en atenciones hacia mi persona, ahora el trato era más paritario, pero el respeto hacia los mayores no había cambiado un ápice.
Estos años contemplé como el progreso experimentado no solo afectaba al aspecto material, evidentemente el cambio se apreciaba igualmente en el alma de aquella Corporación; estaban llegando al punto de dejar de ser futuros herederos de una rica Cultura y una profunda Tradición, y pasar a ser los depositarios de las mismas.
Era fabuloso asistir a las bodas de alguno de ellos, porque allá donde se reunían, fuere por el motivo que fuere, el espíritu de la Corporación lo llevaban consigo. Y esas bodas trajeron consigo posteriormente unos hijos, los cuales se fueron sumando a esta familia, de la que yo pasaba de ser padre a ser abuelo.
Para cada uno de ellos era un orgullo poder celebrar los bautizos o las primeras comuniones de sus hijos en aquella Casa Cuartel que por fin lograron, Casa que colmaba todas las aspiraciones y anhelos del Grupo. La Quimera que se había convertido en estandarte de los sueños de muchos años, tomó forma física, y algo especial sentía mi hijo cuando aquello tenía la oportunidad de compartirlo con su familia.
Últimamente visito con menos frecuencia el Cuartel, los achaques de la edad no me lo permiten, pero hoy es un día muy especial, este año están inmersos en la celebración del XXV aniversario de la fundación de esta Corporación; y se trata de un Domingo de Ramos que mi hijo quería que compartiera con él, porque como fundador recibirá un reconocimiento este día. También lo hace especialmente extraordinario el hecho de que por primera vez, mi nieto, asiste a una comida de Semana Santa "grande", que como él dice, ¡ya era hora¡
Parecía que tenían el sitio reservado para mi en esta comida, me han sentado bajo el cuadro de "El Humilde", y a un lado tengo a mi hijo y al otro a mi nieto, las pulsaciones se me han acelerado, y en este momento solo deseo que el Señor, eternice en lo posible estos instantes.
A. Ortiz Gama (20/03/01)