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Entramos en el tercer milenio
Se viene cuestionando, sobre todo en los medios de difusión, en especial en la Televisión local ¿Qué va a suceder relativo a nuestra Semana Santa dentro de una treintena de años, a mediados del siglo XXI? Será lógicamente hacer una profecía, y no soy profeta, dar una respuesta tajante a ello. En principio y por convicción, frente a estas desviaciones, que buscan más que nada la confrontación o el debate, al menos, el calor para mantener una antorcha ante sus espectadores, diré que mi sentimiento es que no va a pasar nada negativo o destructivo, sino todo lo contrario, la Semana Santa de Puente Genil seguirá enriqueciéndose cada vez más, sin miedos, sin tapujos, con la mirada alta de la obra y el quehacer elocuente de algo digno. Lógicamente, cuando me expreso en estos radicales términos es porque previamente ya he sondeado pareceres y en los menos fogosos, la respuesta es de indignación por hacer siquiera tal interrogante. Me lanzo pues, a lo recogido por una legión de sentimientos. Por otra parte vaya también mi explicación ante esta futurible pregunta.
El laboratorio que maneja el antropólogo, utiliza como instrumento el material comparativo: el mundo de hoy, junto con los raros y fragmentados resto del pasado.
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Lógicamente venimos cruzando un umbral de cambio social que es manifiesto en adelantos..., pero para no ser muy extensivo el tema, diré gráficamente que se pasó de la alpargata, al SEAT, a la Luna..., llegaremos a Marte. La irrupción de elementos nuevos dentro de lo que reclama el tema, la Semana Santa, no se nos escapa y es patente que quien haya vivido o al menos visto desde aproximadamente un par de décadas atrás, tampoco precisará más comentario. La entrada de la mujer, por ejemplo, que tanto se cuestiona por algunos, que reclama su puesto en las actividades tradicionales mananteras, ¿creéis va a romper la norma? Falsa ilusión. Porque es, digámoslo con sencillez, sin ditirambos, buena nuestra Mananta, y ella, la mujer, también reclama su puesto y poder participar activamente en cuantas variantes pueda presentar la realidad de la Semana Santa, o ¿consideran esos agoreros que la mujer lo que pretende es destruir? ¿Tal mallas consideran esos aparentes defensores, a la mujer? ¡Es mucho más inteligente de los que creen tales patrañas! La igualdad de la mujer queda patente en la Biblia cuando sacó Dios una costilla precisamente del centro de Adán, para hacerla igual, ni más alta, ni más baja que el hombre, si bien y esto lo aporto yo, ni mejor ni peor, distinta. ¿Creéis, y es un argumento más a favor de lo magnífica que es nuestra Semana Santa, que si tal no fuera le apetecería a la mujer su participación? Buscan, precisamente, porque es bella y elocuente su dignidad humana..., ¡vamos a dejarnos ya de chistes y sonrisitas!
Repasad, por sacar algún comentario o ejemplo, hasta hace unas décadas la poética manantera, encontrareis innumerables poesías, todas de varones..., ya en la década de los setenta del siglo XX, aparecen las Felisas, Las Marujas...¡qué listas son! De manera solapada, pacífica, van entrando. La Historia nos enseña muchas de las invasiones incruentas, pero eficaces, ¿Recuerdo alguna? Luego en la década de los ochenta, las inicialmente llamadas peyorativamente picuruchas ¡qué bien lo hicieron, admiraron a todos! ¡Se acabó pues la desestabilización! ¿Sigo...? No, la mujer lo que va es a perfeccionar, a colaborar a dar más hermosura y esplendor. No es este el camino de la agorera decadencia de la Semana Santa.
Otro tema es los desequilibrios históricos que se producen en todos los cambios. Unamuno decía que las palabras evolución y revolución tenía el mismo significado, pero yo, con el Filósofo, diré que a su pesar el continuo cambio del agua a su paso por el cauce del río, éste, el cauce, permanece constante.
Me considero estudioso de nuestra Semana Santa y puedo decir que desde su origen en el siglo XVI por unas causas o por otras: unas variopintas, otras climatológicas, otras por decretal es o miseria, da lo mismo, siempre ha estado cambiante, como siempre ha habido un resurgir para mejor.
Las nuevas formas de vida que conlleva el consumismo, la sociedad del bienestar, el vivir mejor en una palabra, ¿hará trocar la "idea",
modificará lo creado y se perderá el espíritu primigenio? Yo mismo he alabado con calor aquello que me decía D. Agustín Aguilar Montilla cuando le leía las actas de los libros del Imperio Romano, para documentarme, que al entrar al cuartel había dos platillos donde se depositaba un duro en cada uno: para el vino y para la tapa.
Que como cuerpo vivo el mananterismo ha ido evolucionando siempre, es una verdad histórica, si bien añado ha permanecido algo fijo como raíces profundas resistentes a los avatares climáticos. Repasad, por otro lado, lo que en el transcurso del tiempo, desde que tenemos documentación escrita sobre el tema, desde finales del siglo XIX, también se han oídos lamentos y derrotismo. No es nuevo nada..., pero nuestra Semana Santa actual va a mejor.
Primero fueron las-santerías y las invitaciones a los que se vestían de figuras o portaban los pasos..., luego hablamos de graneros o de casas cedidas o alquiladas por la Cuaresma.., hoy de casa señoriales por no decir algunos verdaderos palacios..., pero Miguel Romero sigue vigente, los pregones son cada día más hermosos, la ornamentación más rica..., y el espíritu sigue latente aunque se va pasando con nitidez de una mentalidad inicial agrícola a la misma cultura pero ahora de sociedad urbana... ¿Veis? Otro tema que también tengo que abortar porque para su desarrollo precisaría todo un compendio ¿Acaso no satisface las necesidades, para ser restrictivo diré sólo, psicológicas, de todos los miembros de nuestra sociedad manantera nuestra actitud y sentimiento en Semana Santa? Frente a culturas traídas, ofrecemos la fratría, el potlatch, el damos para recibir dones con la poesía, la saeta, el recitar..., el mero hecho de escanciar una copa..., y luego la belleza del auto litúrgico... ¿Estamos locos para perder todo esto?.
No me encuentro capacitado, por tocar otro tema, de decir que es irreligiosa nuestra Semana Santa. ¡El que esté exento de pecado que tire la primera piedra! Soy un convencido que hay mucho de religiosidad, pues lo divino no se pregona, se siente y se religa directamente con Dios, pues una cosa es lo que los hombres dicen que hacen y otra muy distinta lo que realmente hacen que raramente es conocido. Siempre sostendré la convicción que la materia está servida y es el amasador quien debe darle su sazón.
Pero se me pidió un artículo para la Revista que va a editar la Historia de Tobías y mira por donde salgo. Pues no es así, sino que precisamente las figuras del Pez, son las que me han provocado estos comentarios. Me explico resumiendo.
No tengo que ir a la Biblia, al Libro de Tobías, para mi comparación, para mi símil me es suficiente que cojáis el librito último, la Guía de nuestra Semana Santa de este mismo año 2.002 y en el punto 22 de la página 16 leáis el significado de dichas figuras.
Yo veo nuestra Semana Santa y la asocio a la figura de Tobías: israelita deportado, valle de lágrimas rezamos en la Salve; recto y obediente a la ley de Dios, acaso nuestra Semana Santa, su espíritu, ¿No es totalmente coherente con ello?; pero este Tobías una noche quedó ciego, la cal blanca a veces nos enturbia y nos ciega, es verdad. El atributo o martirio de Tobías un Templo, ¡ay, Miguel Romero..! La mansión de Nazareno... con su Cruz, soportando nuestras cegueras.
La contribución de la mujer Ana y Sara, con un borrego y un jarro con las agallas del pez respectivamente, como atributos: la colaboración, la disposición, el arte y hermosura.
El ángel Rafael, como protector del viaje: la mirada del Terrible que guía nuestros pasos. Pero observar que como atributos lleva una caña y un pez, ¡qué lección Dios mío! No le da el pez, le señala cómo encontrar el pez. ¡Manantero, hermano! La mirada de Jesús es el camino que tienes que ganarte, pescando el divino mensaje, para que luego comulgado, Tobías hijo, limpies los ojos y quedes libre y gozoso. Coge, como el atributo de Tobías hijo, el pez vivo encerrado en su corazón y da luz a cuantos te rodean.
Y esto es sólo el símbolo de uno entre setenta..., ¿podrá acabarse nuestra Semana Santa? Todavía hay muchos Tobías hijo dispuestos a que nunca ni siquiera se debilite.
José Segundo Jiménez Rodríguez