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Nada será igual José Muñoz Aguilar

Nada será igual

«No hay mayor felicidad que sen rnos dichosos en los grandes y pequeños momentos de nuestras vidas. Aquellos, en los que teniendo una mente limpia y clara, disfrutamos de la presencia de los nuestros. De nuestra familia, de nuestros seres queridos, de nuestras grandes amistades, y de todas aquellas personas que nos hacen vivir un mundo en el que nuestros grandes obje vos no solo son los mundanos; lo del trabajo, la manutención, la empresa, etc. Sino de todo aquello en el que nuestro propio espíritu se regocija en la sa sfacción de lo que nos libera de cualquier mal que nos lleve al vacío existencial, a la tristeza, a la soledad y a la frustración.»

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A pesar de todos los problemas siempre buscamos sobreponernos a todo aquello que nos encadena a esa depresión sica y mental que nos pueda hundir.

Hay muchas formas de evitarlo. Se trata de vivir la vida en consonancia con los demás, con el prójimo, con tu familia, con los hermanos, no solo con aquellos de tu propia sangre, sino con aquellos con los que el amor verdadero, amor fraternal, se traduce en dar momentos de tu vida de forma altruista, por la felicidad de los demás y la de uno mismo.

Esa es la Corporación de Los Apóstoles. Es la amalgama de unos “hombres hermanaos”, como decía nuestro Paco el Lindo, que disfrutan cada momento de la reunión. Sin grandes alharacas, sin salidas de tono, y siempre buscando todo aquello que les une.

Es el respeto, es la tradición, es el sen do común, y aquellas cosas que crean vínculos en torno a una mesa rodeada con cuatro paredes de mucha historia. Es el pasado hecho presente, donde hermanos ya ausentes nos hacen revivir recuerdos, hechos y

anécdotas que siempre quedarán marcados en nuestras vidas, como un gran libro que nos instruye y nos enseña las pautas a seguir, no solo dentro de las paredes del cuartel,sino de puertas afuera.

«El hermano apostólico llega a un momento en que ya no en ende su propia vida sin aquello que le ha formado como tal.»

No se trata solo de saborear unos platos o tomar unas copas, cosa que se puede hacer en cualquier otro lugar. Se trata pues de saborear esa hermandad, de libar ese vino espiritual con las personas que están a tu lado, y de servir en cada momento de convivencia con la sa sfacción del deber cumplido. En realidad, así debería ser con todo el mundo... Pero en la corporación todo eso queda sinte zado de forma que queden diluidos todos los elementos distorsionadores de la buena convivencia.

Vivimos empos di ciles, en los que las vicisitudes actuales nos han hecho que el aislamiento personal nos haya creado problemas que hasta hace poco eran impensables. La soledad, el aislamiento, y la falta de trato personal crea una insa sfacción de la que esperamos salir cuando este problema sanitario acabe.

A par r de ahí haremos recuento de todo aquello que hemos perdido, de hermanos que ya se han ido. De momentos que ya no se volverán a repe r, al menos de la misma forma y con los mismos de antes...

Pero la vida sigue. Volveremos a retomar todo aquello en el punto que lo dejamos. Seguiremos con mas fuerza, si cabe, con lo que llamamos “hacer apostolao”, y recordaremos con cariño a todos aquellos que ya se fueron, y que nos dejaron una marca indeleble en nuestras vidas. Y del futuro... pues ya hablaremos si el empo nos deja.

Y como no. Las doce columnas seguirán desfi lando tras El Maestro, impertérritos ante cualquier con ngencia que todo ser humano pueda soportar debajo de un rostrillo.

Con Amor y Cariño hacia todos mis hermanos del Apostolao. Un abrazo.

PAX VOBIS

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