para que lo vayamos viendo también en la pantalla del ordenador. Mientras Óscar trasteaba en el portátil, Sonia se colocó los auriculares y las gafas. —¡Listo! —dijo Óscar—. Te lo activo desde aquí. De inmediato, una vista aérea de una especie de cañón con un río en el fondo llenó la pantalla. Aunque era una vista muy chula, tampoco parecía nada del otro mundo, aunque Sonia, que lo estaba viendo en 3D y con sonido, estaba flipando. —¡Guau! ¡La sensación de volar está muy conseguida! —nos gritó como si tuviera que hablar por encima del viento que estaba escuchando en sus auriculares. —Esperad un poco, que enseguida viene lo mejor —nos avisó Óscar sin que Sonia pudiera escucharle. Transcurrió medio minuto en el que parecía que no pasaba nada, cuando la vista de la cámara comenzó a descender y las aguas, a alborotarse, y casi al instante, el río se precipitó al vacío en una caída espectacular que, incluso a nosotros que solo lo estábamos viendo en la pantalla, nos causó impresión. Para Sonia, la sensación debió ser todavía más real, porque dio un respingo mientras se agarraba a la silla como si fuera a caerse.
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