Txano y Óscar 5 - El conjuro escarlata (Cap.1-2)

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Copyright © 2019 Julio Santos García & Patricia Pérez Redondo © Texto: Julio Santos García, 2019 © Ilustraciones: Patricia Pérez Redondo, 2019 Corrección de textos: Correcciones Ramos, Olatz Ángel Maquetación y diseño: Julio Santos & Patricia Pérez Obra registrada en SafeCreative. Reservados todos los derechos. Queda prohibida cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual. Colección: Las aventuras de Txano y Óscar Título: El conjuro escarlata Número: 5 Primera edición: mayo, 2019 Xarpa Books ISBN: 978-84-948418-6-6 Depósito legal: SS-328-2019 julioypatri@txanoyoscar.com www.txanoyoscar.com


El conjuro escarlata Ilustraciones Texto Patricia PĂŠrez Julio Santos


Óscar Txano ¡Hola! Mi nombre es Txano y el de aquí al lado es mi hermano Óscar. Somos mellizos y en nuestra primera aventura un extraño meteorito verde nos convirtió en telépatas.

Sonia Raúl Ellos son Raúl y Sonia, nuestros superamigos. A los cuatro nos encanta cualquier cosa que suene a misterio y tenemos un cuartel general en la casa del árbol de nuestro jardín.


La más pequeña de la familia es nuestra hermana Sara-Li. Ella encontró a Maxi en una caja de cartón en la calle y convenció a mamá para traerla a casa. Nuestra pequeña amiga se llama Flash y es una ardilla muy especial.

Sara-Li

Flash

Maxi El del pelo rojo y la barbita rara es nuestro padre. Se llama Alejandro, pero todos le llaman Álex. Tiene una tienda de antigüedades en la ciudad.

Bárbara

Álex

Nuestra madre se llama Bárbara y es traductora. Cuando está enfadada, su nombre se queda corto.


En lo más profundo de un oscuro bosque, un anciano de barba blanca apuraba sus últimos días cautivo en el interior de una jaula de cristal. Era un mago de gran poder que llegó a conocer la esencia de todas las cosas entre el cielo y la tierra. Incluso en el mundo de las criaturas mágicas era conocido y apreciado, y así, duendes, hadas o dragones escuchaban sus consejos. Viendo cercano su fin, dedicó aquel tiempo a volcar su sabiduría en un libro que, junto a una extraña joya mágica, iba a ser su legado para el mundo.


Lo qu do im e no ha b ment aginar en ría podio a su joy era que quel mos nuest a iban a ll u libro y r e es po os días y gar hasta r q City, unos niño ue, si no yendo casi acaba s de Twin n el ¿Te at mundo. destruna rac reves con ión d e mag una bueia?



Preparando una fiesta

Aunque era un jueves normal de mitad de verano, era un día muy especial para nuestra pandilla que, por si no lo sabes, la formamos nuestros amigos Sonia y Raúl, mi hermano Óscar y yo, que soy Txano. Si ya nos conoces de aventuras anteriores, sabrás que formamos un equipo al que le encanta resolver misterios y que nuestro cuartel general se llama Área 51. Es una sencilla cabaña de madera construida en un árbol de nuestro jardín. Sara-Li es nuestra hermana pequeña. Oficialmente no forma parte del equipo, pero ha participado en la mayoría de nuestras aventuras, y hay que reconocer que muchas de ellas las hemos resuelto gracias a su ayuda, así que la consideramos un miembro más, aunque no se lo digas a ella, que se pondría muy chulita.

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Bueno, a lo que iba. La razón por la que te decía que hoy era un día muy especial es que celebrábamos el cumpleaños de Sonia y era el único cumpleaños de los cuatro que podíamos celebrar en verano y con vacaciones. Además, iba a ser el primero que celebrábamos en el Área 51. Esa era la parte buena. La mala era que yo me estaba comiendo todo el trabajo de preparación de la fiesta porque Óscar estaba tan nervioso que no paraba de ir de aquí para allá sin hacer nada. ¡Qué digo nervioso, el tío estaba frenético! Y aunque no lo había confesado, yo estaba seguro de que la razón de su nerviosismo se llamaba Sonia. Creo que ya te lo he contado en alguna otra aventura, pero lo recuerdo para los nuevos. Sonia es amiga nuestra desde siempre y es una chica fantástica. Es muy inteligente, le encantan la electrónica y los aparatitos en general y es una máquina para los ordenadores. Yo creo que Óscar está un poco enamorado de ella, aunque jamás he conseguido sacarle ni una palabra al respecto. Entre todos habíamos preparado unas cuantas sorpresas para la fiesta de Sonia, pero la sorpresa estrella era una que había preparado Óscar.

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Según él, la había preparado «porque a Sonia le gustan estas cosas», aunque yo creo que intentaba impresionarla un poco. En fin, que esto del amor parece complicado y yo todavía no lo entiendo muy bien, pero te aseguro que mi hermano estaba más atacado que cuando estábamos esperando en la cola para ver la séptima de Star Wars, y me estaba empezando a poner nervioso a mí también. —¿Quieres dejar la bandeja de los gusanitos en paz? ¡Ya la has movido tres veces de sitio! —protesté—. Déjala donde está y ayúdame un poco con los sándwiches, anda. ¡Y relájate, que te veo un poquillo nervioso!

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—¿Nervioso? ¿Cómo que nervioso? ¿Por qué iba a estar nervioso? ¡No estoy nervioso! —respondió atropellándose. —Pues no sé… ¿Quizá porque te preocupa que tu sorpresa no funcione bien? —pregunté sarcástico—. Conociendo el porcentaje de éxito de tus ideas, tenemos un 50 % de posibilidades de desastre. —¿Cómo que un 50 % de posibilidades de desastre? ¡Mis inventos nunca fallan! —exclamó hinchándose como un pavo real. —¡Eso es lo que quiero decir! —resoplé—. ¡Que tus inventos nunca fallan… cuando se trata de liarla! —Pero ¡qué dices, chaval! ¿Cuándo la he liado yo? —preguntó ofendido. —¡A veeer…! ¿Qué te parece cuando el dron que probabas aterrizó en la crema de tiramisú de mama? —¡Hombre! ¡Eso no fue por mi culpa! Fue porque se acabó la batería. Además, aterrizó allí por seguridad. ¿Qué culpa tengo yo de que perdiera la conexión justo encima del bol de crema? —¡Ya…! ¿Y cuando el cartero casi se electrocuta al abrir el buzón gracias a tu sistema de aviso automático de correspondencia? Creo que todavía le da miedo acercarse. —Eso tampoco fue culpa mía —se defendió—. Abrió el buzón con demasiada fuerza y se soltó un

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cablecito. Si lo hubiera abierto con cuidado, no habría pasado nada. —¡Venga ya! ¡Vaya morro tienes! Si al final va a ser que hay una conspiración mundial para que tus inventos acaben en desastre. ¡No te digo! —¡Una conspiración mundial no, pero lo que pasa es que el mundo no está preparado para unas tecnologías tan avanzadas! —dijo mientras levantaba la cabeza, orgulloso. —¡Será eso, claro! ¡Cómo no se me habrá ocurrido antes! Los superinventos del supercerebro de mi hermano el supergenio van a hacer que la humanidad dé un supersalto tecnológico. Todo tan súper como la supercantidad de serrín que tienes en la cabeza —añadí.

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—¡Bueno, vale! De vez en cuando hay algún fallito técnico —admitió—. Pero esta vez va a funcionar perfectamente, ya lo verás. Voy a comprobarlo todo otra vez y después te ayudo con la comida. ¡Prometido! Óscar bajó del Área 51 para comprobar la parte de la sorpresa que estaba en el jardín y yo me quedé terminando los sándwiches y dándole un último repaso a todo. Al poco tiempo, unas voces bajo el árbol anunciaron la llegada de alguien más y me asomé a la ventana para ver quién era. La cara sonriente de Raúl me saludó mientras esperaba su turno para seguir a Óscar por la escalera y subir al Área 51. Él también tenía una actuación en la fiesta para ayudar en la sorpresa de Sonia. —¿Todo listo? —le preguntó Óscar a Raúl en cuanto estuvieron arriba. —Todo listo y preparado —respondió tranquilo—. No te preocupes, que todo va a salir bien. Y relájate, que te veo algo nervioso —añadió poniéndole una mano en el hombro y meneándolo un poco. —¡Pero que pesaditos estáis con lo de nervioso! ¡Qué no estoy nervioso, hombre! —protestó mientras volvía a cambiar de sitio la bandeja de los

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gusanitos, y reorganizaba compulsivamente las gominolas clasificándolas por colores. Raúl y yo nos guiñamos un ojo con la esperanza de que los demás vinieran antes de que los pobres gusanitos nómadas tuvieran que sufrir otra mudanza. Las gominolas ya casi formaban un arcoíris perfecto cuando otra voz sonó bajo el árbol. —¿Hay alguien ahí arriba? —preguntó la voz mientras Óscar pegaba un bote y el arcoíris de gominolas acababa desperdigado por el suelo. Ya te puedes imaginar quién era.

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Abracadabra

Al pie del árbol se habían reunido Sonia, Sara-Li y Esmeralda Golden. Esmeralda tampoco formaba parte de nuestro equipo, pero era majísima y también muy guapa. La conocimos en una aventura en la que rescatamos a su perro y, de vez en cuando, la invitábamos a nuestras celebraciones. Nunca recordaba lo bonita que era su sonrisa hasta que la volvía a ver. ¡Ahhh! ¡Ejem! Bueno, a lo que vamos, que pierdo el hilo. Después de tirar las gominolas, Óscar se quedó paralizado en una esquina con cara de bobo mientras nosotros esperábamos a que las chicas subieran. —¡Hola, hermanitos; hola, Raúl! —saludó Sara-Li, que fue la primera en subir—. ¡Vaya, vaya! Esta vez os habéis esmerado, ¿eh? —dijo mirando a su alrededor.

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Según iban subiendo, les entregábamos una bolsa con el kit especial que habíamos preparado para la fiesta y que consistía en una peluca de colores, unas gafas sin cristales, un spray de esos que echan como telarañas de Spiderman y una bolsa de confeti para que cada uno lo echara cuando quisiera. —¡Halaaa, qué buena pinta tiene todo! ¡Vosotros sí que sabéis montar una fiesta! —exclamó Esmeralda mientras echaba un vistazo alrededor y me dedicaba una de esas sonrisas suyas que me dejaban tonto. —¡Guau, chicos! Gracias por preparar todo esto para mi cumple —dijo Sonia emocionada—. Celebrarlo en el Área 51 me hacía muchísima ilusión. —¡Y hay muchas más sorpresas, ya verás! —anunció Óscar orgulloso mientras cogía un puñado de gusanitos y se los metía todos juntos en la boca—. ¡Ahogaaa a zampaaaggg! —añadió duchándonos con trozos de gusanitos triturados. Después de sacudirnos de encima los trozos de gusanitos, nos abalanzamos sobre la comida para después disfrutar de varios juegos que teníamos preparados hasta que, por fin, llegó el momento de la sorpresa estrella de la fiesta. La primera parte corría a cargo de Raúl, que era un mago aficionado bastante bueno y había preparado un número muy especial.

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—¡Señoras y señores, niñas y niños! —exclamó muy serio desde un extremo del Área 51—. Para el número de hoy voy a necesitar a una víctima, digooo… a una voluntaria. Todos estábamos compinchados para hacer que Sonia fuera esta voluntaria y, sin mucho disimulo, la empujamos junto a Raúl. —Buenas tardes, señorita. ¿Nos puede decir su nombre? —preguntó Raúl totalmente metido en el papel. —Me llamo Sonia —respondió ella siguiendo la broma. —¡Bien, Sonia! El número que vamos a intentar hoy es un número muy peligroso y hay que usar equipamiento de seguridad. Necesito que te pongas esto —dijo mientras le entregaba un casco de obra todo pintado de brillantina y unas gafas con unos ojos de esos que cuelgan. Tú, tranquila, porque el ácido sulfúrico casi nunca cae encima de los voluntarios —añadió muy serio entre las risas de todos, incluida Sonia, que tenía una pinta muy graciosa con todo el equipo puesto. —Bueno, Sonia, ahora voy a necesitar que me prestes algún objeto tuyo —anunció Raúl—. Algo valioso como un reloj, por ejemplo. Sonia se quitó el reloj y se lo entregó.

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Raúl nos lo mostró a todos, lo introdujo en una bolsita de tela que cerró con un cordel y lo colocó sobre una mesita que había instalado a su lado. —Bien, tenemos tu reloj dentro de esa bolsita sobre la mesa, y ahora viene lo mejor… Bueno, lo mejor para mí, que soy el mago, porque al reloj y a ti no sé si os va a gustar tanto. Y diciendo esto, cogió un enorme martillo que había tenido oculto tras su espalda, y sin dar tiempo a nadie a reaccionar, le arreó tres martillazos al reloj que casi rompen la mesa.

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Todos dimos un bote en el sitio, sorprendidos, y a Sonia se le fue el color de la cara. Raúl hizo una pausa dramática antes de continuar. —¡Te veo asustada, Sonia! —dijo él mientras dejaba el martillo bajo la mesa—. Seguro que ahora estás pensando en cómo le explicas a tu madre que tu reloj ha acabado hecho papilla dentro de una bolsita porque un mago cutre le ha pegado un martillazo… ¡Pero no! ¡Que no cunda el pánico! Yo soy un mago serio y profesional, y antes de darle los martillazos, he usado mi magia y he trasladado tu reloj a mi bolsillo y ahí está sano y salvo —añadió mientras hacía que buscaba algo en su bolsillo sin encontrarlo. —¡Vaya, vaya! Pues parece que en el bolsillo no está —añadió mientras se palpaba en el resto de la ropa—. ¡Uy, uy, uy! ¿Y si no está en mis bolsillos, dónde puede estar? Raúl cogió la bolsita del reloj que seguía sobre la mesa y la agitó para que todos pudiéramos oír cómo sonaba a chatarra. Entonces la abrió, echó un vistazo al interior y la cerró de inmediato poniendo cara de asustado. —Bueno, estimado público, estas cosas a veces pasan. Este reloj… en realidad no te importaba mucho, ¿verdad, Sonia? —le preguntó mientras guardaba la bolsita y todos nos reíamos.

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—¡Espera, Sonia, espera! —dijo Raúl poniendo sobre la mesa una caja grande pintada de colores—. Todavía tenemos una oportunidad porque, casualmente, estoy trabajando en una caja mágica regeneradora de chatarra —añadió mientras abría la caja y nos enseñaba a todos que estaba vacía. Entonces, Raúl cogió de nuevo la bolsita y la colocó dentro de la caja haciendo sobre ella unos pases mágicos. Cuando la volvió a abrir y nos la mostró, en el fondo de la caja ya no estaba la bolsita con el reloj.

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Su lugar lo ocupaba un paquete envuelto en papel de regalo. Yo le había visto practicar el truco muchas veces para la fiesta, pero incluso así, me seguía pareciendo increíble cómo conseguía que todo pareciera tan real. —¿Qué es esto? —dijo Raúl mientras sacaba el paquete y ponía cara de sorprendido—. ¡Espera! Aquí parece que hay una nota. ¡Vaya, creo que es para ti! —añadió entregándole el paquete a Sonia junto con su reloj vivito y coleando. —¡Feliz cumpleaños! —gritamos todos al unísono en cuanto Sonia tuvo el paquete en sus manos. Justo acertó a murmurar un «gracias» antes de lanzarse sobre el paquete y destrozar el papel que lo envolvía. Pero la sorpresa no había terminado. Cuando por fin consiguió abrir la caja, sacó su contenido y nos lo mostró sorprendida. Era la tablet de Óscar con una nota pegada en la pantalla que decía: «Tu verdadero regalo está en algún lugar del jardín, pero no puedes bajar a buscarlo. Si quieres conseguirlo, enciende la tablet. ¡Ah, y no vale asomarse a la ventana!».

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