tuvo que renunciar a seguir siendo soldado, pues se movía con dificultad. En premio a su valerosa acción, el emperador le ofreció un gran palacio en el territorio de donde provenía y puso frente a él dos cofres entre los que tenía que elegir. El monarca abrió los cofres. Uno de ellos estaba repleto de monedas de oro hasta arriba y el otro contenía la figura de un dragón esculpido en jade.
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