Respuesta Solidaria en el Sur

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Solidaridad en Acci贸n

La respuesta solidaria en el Sur Intervenci贸n de emergencia en Tambo de Mora 2007


La Asociación Solidaridad Países Emergentes ASPEm nace en Italia, en 1979, desde la experiencia de un grupo de jóvenes de la ciudad de Cantú que deciden conformar una comunidad cristiana. Su trabajo de cooperación empezó en Burundi, luego de lo cual logra obtener su reconocimiento ante el Ministerio de Relaciones Exteriores de Italia en 1987. Ese mismo año empieza su labor en el Perú con intervenciones en las zonas urbano marginales de Lima Este, en los distritos de El Agustino y La Victoria. Sus acciones se han ampliado en la actualidad a otras comunidades como Huaycán, en el distrito de Ate, y otros departamentos como Apurimac, Ica y Arequipa. ASPEm identifica la solidaridad entre los pueblos del Norte y del Sur como uno de los temas decisivos para la construcción de la paz y justicia.

Solidaridad en Acción

APY Solidaridad en Acción es una Organización No Gubernamental de Desarrollo (ONGD) nacida en Andalucía en el año 1991. Fue creada por un grupo de ciudadanos y ciudadanas sensibilizados con la situación que se estaba viviendo en la guerra de la antigua Yugoslavia. Su nombre APY, significa Amigos de los Pueblos que conformaban la antigua Yugoslavia. Desde entonces ha realizado proyectos de Cooperación al Desarrollo y Acción Humanitaria en diferentes países y escenarios, manteniendo siempre el espíritu de origen, que fue la voluntad de personas anónimas de ayudar a las personas en situaciones de riesgo.




La respuesta solidaria en el Sur Intervenci贸n de emergencia en Tambo de Mora 2007



La respuesta solidaria en el Sur Intervenci贸n de emergencia en Tambo de Mora 2007


El presente texto constituye la memoria del Proyecto Intervención de Emergencia en Tambo de Mora 2007 que ha sido co-ejecutado por ASPEm y APY con el financiamiento de la Junta de Andalucía. Junta de Andalucía Agencia Andaluza de Cooperación Internacional al Desarrollo (AACID) c/ Miño nº1, 41011 Sevilla (España) 00 34 955 05 18 82 Asociación Solidaridad Países Emergentes, ASPEm Coronel Zegarra 270, Lima 11 - Perú. Telfs. (511) 266-0504 / 265-9448 e-mail: aspem@infonegocio.net.pe Fundación APY Solidaridad en Acción Área de Acción Humanitaria c/ Vidrio 28, 41003 Sevilla (España) 00 34 954 50 11 01 (ext. 36) e-mail: humanitaria@apysolidaridad.org Responsabilidad institucional: María Zevallos León, ASPEm Manuel Martínez Ocón, APY- Solidaridad en Acción Sistematización y edición: José Luis Cabrera Gonzalo Falla Fotografías: Equipo del Proyecto, Luca Bonacini Coordinación de la edición: María Soledad Obregón Cuidado de edición, diseño de carátula e interiores: Antonio Stoynic Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2008-07200 ISBN: 978- 9972-9990-7-9 Tiraje: 500 ejemplares Impreso en Lima, Perú. Junio 2008. SINCO editores / sincoeditores@yahoo.com


Índice

Presentación , pág. 9

Introducción , pág. 11

Capítulo I: Érase una vez un pacífico puerto del sur 1.1 Aspectos geográficos, pág. 15 1.2 Aspectos demográficos, pág. 16 1.3 Aspectos históricos, pág. 17 1.4 Aspectos económicos, pág. 18 1.5 Aspectos sociales, pág. 20 1.6 Aspectos culturales, pág. 20 Capítulo II: Nadie lo esperaba en la unánime noche: sismo del 15 de agosto 2.1 15 de agosto. Seis con cuarenta minutos. Tiembla el sur, pág. 25 2.2 Testimonios de la gente, pág. 27 Registro fotográfico 1, pág. 34 Capítulo III: Afrontando emergencias en Tambo de Mora 3.1 La noche más oscura: la comunidad y sus respuestas, pág. 39


3.2 Una intervención solidaria. El aporte inicial de ASPEm, pág. 41 - Las primeras acciones, pág. 42 - Algunas conclusiones de nuestra intervención inicial, pág. 44 3.3 Sumando esfuerzos: Proyecto Intervención de Emergencia en Tambo de Mora 2007, pág. 45 3.3.1 210 segundos, pág. 45 3.3.2 Proyecto intervención de emergencia terremoto en Tambo de Mora 2007, pág. 49 - Antecedentes del proyecto: Después del 15 de agosto, pág. 49 - Acerca del equipo de trabajo, pág. 50 - Trabajando sobre el, terreno, pág. 51 - Algunos logros, pág. 54 3.3.3 Reflexiones a partir de la intervención en Tambo de Mora, pág. 55 - Naturaleza de lo disruptivo, pág. 55 - Dos caras de una intervención en emergencia, pág. 61 - Como una conclusión, pág. 69 Registro fotográfico 2, pág. 70 Capítulo IV: Lecciones de solidaridad y esperanza 4.1 Familias, pág. 75 4.2 Promotoras, pág. 76 4.3 Organizaciones y comunidad, pág. 77 Registro fotográfico 3, pág. 78

Dibujo de los niños Referencias bibliográficas Reseñas personales Equipo del Proyecto


Presentación U

no de los momentos más difíciles cuando visitas una zona devastada por una catástrofe, es ponerte en el lugar de las víctimas, de los damnificados. Entender qué sienten, entrar en contacto con sus emociones, pensar que en la vida las cosas cambian y que en otra ocasión puedes ser tú, tu familia o tus amigos, es un ejercicio que ayuda a entender mejor la situación de los damnificados. El terremoto del 15 de agosto del 2007 en Perú nos ha situado de nuevo en la visión del horror, en la imagen de las casas destruidas, de las esperanzas rotas, la imagen de la devastación absoluta. Estamos convencidos que las personas en situaciones de emergencia necesitan ayuda, creemos en ese derecho y trabajamos para que se cumpla. Hemos estado y estaremos al lado de los que lo han perdido todo y sólo les queda la vida para salir adelante. Es nuestra misión y es nuestra voluntad hacerla cumplir. En Tambo de Mora hemos participado en la instalación de 200 viviendas de emergencia, repartiendo 10 toneladas de alimentos, entregando mantas y asistiendo psicológicamente a las victimas, en especial a los niños y niñas. Lo hemos hecho gracias a la financiación de la Junta de Andalucía y continuaremos ayudando en la construcción de viviendas para las familias más desfavorecidas, asesorando legalmente a los damnificados de esta localidad y trabajando en la recuperación psicosocial de la infancia.


Queremos señalar que toda esta ayuda es posible y es viable por la propia capacidad local de los damnificados, quienes han sabido organizarse y en donde hemos encontrado el personal apropiado para el desarrollo de los proyectos. Este ha sido otro de nuestros objetivos cumplidos, reforzar la capacidad local, facilitando en todo momento la autogestión de la situación y creyendo firmemente que nuestra labor es complementar la iniciativa propia de las personas damnificadas. Reafirmamos nuestro compromiso con las personas afectadas por el terremoto y les hacemos saber que estamos a su lado en su esfuerzo por recuperar las condiciones necesarias para una vida digna.

Manuel Martínez Ocón Presidente Fundación para la Cooperación APY Solidaridad en Acción


Introducción L

uego del 15 de agosto del 2007, se llevaron a cabo un conjunto de esfuerzos para ayudar y aliviar a las poblaciones afectadas por el sismo en el sur del Perú. Uno de estos esfuerzos fue puesto en marcha por la Asociación Solidaridad Países Emergentes - ASPEm y la Fundación APY Solidaridad en Acción en la localidad de Tambo de Mora (distrito portuario del departamento de Ica). Uno de los propósitos de este material es precisamente, a partir de la vivencia del sismo, rescatar y dar cuenta de las valiosas experiencias de los habitantes de Tambo de Mora durante y después del sismo. El otro propósito se orienta a rescatar las experiencias de los equipos ejecutores del Proyecto. A lo largo de la presente Memoria, entonces, se hará referencia a las diversas formas en que la catástrofe del 15 de agosto afectó a la gente, pero también a las respuestas solidarias de una comunidad que apuesta por persistir y enfrentarse día a día a la adversidad. En el primer capítulo brindamos una visión panorámica del distrito de Tambo de Mora en sus dimensiones geográficas, históricas, económicas, sociales y culturales. En el segundo capítulo procuramos retratar el sismo en términos descriptivos, mostrando las cifras de la destrucción, así como algunas vivencias individuales durante el desastre. En el tercer capítulo relatamos los primeros esfuerzos y respuestas para afrontar los devastadores efectos del terremoto y describimos de manera integral la implementación del proyecto. En el cuarto capítulo hacemos una reseña de las lecciones aprendidas por los diversos actores involucrados en este proceso de cambio y reconstrucción.


Los editores de la presente memoria deseamos expresar nuestro agradecimiento a las instituciones que hicieron posible este proyecto, en la persona de María Zevallos y Daniele Ingratoci (de ASPEm) y de Lilibeth Pinchi y José Antonio Mancera (de Fundación APY Solidaridad en Acción). No podemos dejar de agradecer a los promotores y promotoras del proyecto y a todos los vecinos y vecinas del distrito de Tambo de Mora, quienes día a día nos inspiran con su esfuerzo por mejorar las condiciones de vida de su comunidad.

Gonzalo Falla / José Luis Cabrera Editores


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 Gonzalo Falla / José Luis Cabrera

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ara la comprensión de toda experiencia humana es preciso conocer el contexto en el que tuvo lugar. Por eso consideramos pertinente brindar al lector un panorama general de Tambo de Mora, el territorio en el que se implementó este proyecto. Para ello será necesario echar una mirada a diversos aspectos de la realidad de esta parte de Chincha: su geografía, su composición demográfica, sus antecedentes históricos y culturales, sus actividades económicas, entre otras dinámicas relevantes que constituyen el telón de fondo sobre el que ocurrió el devastador sismo del 15 de agosto del 2007 y sobre el que se escribieron las historias de esperanza que acompañaron este proyecto. 1.1

Aspectos geográficos

Tambo de Mora es un distrito ribereño ubicado en la provincia de Chincha, región Ica, al sur de Lima. Por el norte limita con el distrito de Grocio Prado; por el este con Sunampe, Chincha Baja y Pueblo Nuevo; por el sur con Chincha Baja; y, por el oeste con el Océano Pacífico, el cual baña sus costas y tiene una importancia gravitante para todos los aspectos de la existencia del pueblo de Tambo de Mora. Tambo de Mora toma sus aguas del río Chico, que es el nombre que recibe el brazo norte en que se divide el río San Juan. Durante los primeros meses del año se presentan considerables avenidas de agua que originan daños a la infraestructura de riego, haciendo colapsar las bocatomas, los canales y los diques, generando la destrucción de terrenos agrícolas e inundando diferentes sectores del valle. Por ello, se han levantado defensas ribereñas para proteger a la población de Tambo de Mora durante los meses de verano.

Desde que tengo uso de razón el mar es tan bonito. Nos da alegría vivir cerca del mar pero eso es de día. De noche la marea sube: en la noche da temor y en los sueños aparece. Mis amigos me cuentan que también han soñado con el mar. (Joven de Tambo de Mora)

Otro fenómeno importante tiene que ver con la constitución geológica, no sólo del territorio de la comunidad que nos ocupa, sino de toda la ver-


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tiente occidental de los Andes Centrales. Como es sabido, frente al litoral peruano, por debajo del lecho marino, se encuentra la Placa de Nazca, placa tectónica cuyo borde oriental se encuentra en una zona de subducción bajo la Placa Sudamericana. La fricción entre ambas placas ha originado la Cordillera de los Andes y la Fosa Peruano-Chilena, pero también es la causante de que nos encontremos en una zona de gran actividad sísmica y volcánica. Es importante tomar en cuenta este último punto para relacionarlo con la calidad del suelo de Tambo de Mora. Al sur de río Chico (en el sector conocido como Cruz Verde) y en la zona de Vilma León, el suelo es sólido y resistente, por lo que en estos lugares el daño provocado por el sismo fue menor, en comparación con las zonas más bajas (tales como la avenida Benavides o Calle Nueva, por ejemplo), cuyo suelo es altamente vulnerable. Hace mucho tiempo ésta fue un área pantanosa que fue cubierta artificialmente con deshechos de construcción. Se trata pues, de un terreno de por sí inseguro para levantar casas y edificaciones, lo cual se puso en evidencia luego del sismo. En la actualidad, esta zona en donde alguna vez se irguió un barrio entero de casas, es sólo un páramo inhabitable. 1.2

Aspectos demográficos

Según el censo del INEI1 del 2005, la población de Tambo de Mora era de 4 682 habitantes, con una densidad de 212 personas por kilómetro cuadrado. Sin embargo, en el censo que el mismo INEI realizó luego del sismo del 2007, se contabilizaron 5 327 habitantes. Siguiendo el censo del 2005, los hombres ascienden a 2 461 y las mujeres a 2 221, es decir, hay un relativo equilibrio entre ambos sexos. Por otra parte, de acuerdo a este censo, la población urbana está constituida por el 76.3% y los habitantes mayores de 14 años constituyen el 71% del total, por lo que podemos afirmar que el distrito tiene un rostro adulto y urbano. Es posible que el sismo haya modificado la distribución demográfica de Tambo de Mora, puesto que la afectación e inhabilitación de muchas viviendas han producido desplazamientos humanos hacia otras zonas de Ica e incluso a Lima.

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Instituto Nacional de Estadística e Informática.


Érase una vez un pacífico puerto del sur

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Aspectos históricos

Sobre el origen del nombre de Tambo de Mora, existen distintas versiones. Algunos aseguran que el distrito debe su nombre a la existencia de plantaciones de moras en esta parte del valle del río Chico. Otros, en cambio, señalan que el pueblo se encontraba en las tierras que eran propiedad de la antigua familia Mora. Lo que sí se sabe con certeza es que esta zona estuvo habitada desde tiempos prehispánicos. Hasta ahora, dominando el panorama de Tambo de Mora, se pueden ver los restos del complejo arquitectónico de La Centinela, construido por los “Chinchas”, civilización que habitó el valle entre los años 900 y 1450 de nuestra era. Este complejo arqueológico está compuesto por dos grandes conjuntos de pirámides: La Centinela y Tambo de Mora, que ocupan un área de más de 75 hectáreas. Lo domina una enorme pirámide que da el nombre a todo el conjunto: La Centinela, que debe su nombre a su gran altura. Dicha pirámide fue el palacio del Curaca de Chincha, alrededor del cual se construyeron otras pirámides más pequeñas. Los espacios intermedios se dividieron con altos y gruesos muros que forman plazas amuralladas separadas por pasadizos angostos. Por su parte, las huacas de Tambo de Mora están rodeadas por un muro de tapiales y consisten en dos pirámides separadas por un patio escalonado. Aún hoy, pueden observarse algunos vestigios de aquel remoto esplendor. A mediados del siglo XV los Incas llegaron a Chincha con la ambición de integrar este señorío al Tahuantinsuyo. Debido a la importancia económica y política de este curacazgo, y de su ciudad principal La Centinela, los Incas se preocuparon por dotarla de nuevos y grandes edificios que expresaran la soberanía de los nuevos propietarios. De esta manera, construyeron un palacio principal sobre una alta plataforma, parecida a las construidas por los Chinchas, pero menos alta que la pirámide de La Centinela, como señal del respeto que los Incas les demostraron. También levantaron un templo dedicado al sol, reafirmando de este modo la gran importancia que ellos le otorgaban a este sitio, pues la presencia de este templo significaba que dicho lugar era la cabeza de toda la provincia. Otra probable muestra de la consideración que los incas tenían por este señorío, fue el hecho de que usaran su nombre para denominar a una de las regiones del Tahuantinsuyo: el Chinchaysuyo.

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Ya en el siglo XVI, durante la conquista española, la zona fue entregada en calidad de encomienda a Hernando Pizarro (hermano de Francisco) quien ordenó el saqueo de las huacas en busca de tesoros, gracias a lo cual pudo hacerse de un significativo botín. A lo largo de la dominación española, Tambo de Mora cobraría suma importancia porque a este puerto llegaba el mercurio o azogue que se extraía en Huancavelica para ser embarcado hacia Arica y luego a Potosí, donde era utilizado en la explotación de las minas de plata. Asimismo, durante el virreinato, Tambo de Mora fue uno de los principales puertos donde desembarcaban los esclavos provenientes de África, cuyos descendientes aún hoy habitan el valle, especialmente en la zona de Cruz Verde, formando parte importante de la comunidad de afrodescendientes del Perú. En tiempos republicanos, Tambo de Mora es creado como distrito el 5 de febrero del 1857, siendo desde sus inicios, fuente de atracción para inmigrantes europeos, debido a su intensa actividad comercial. Luego de la guerra del Pacífico, por iniciativa de unos empresarios privados, se construye un muelle metálico y un ferrocarril que une Tambo de Mora con Sunampe y Chincha Alta, en consonancia con el vigoroso crecimiento económico que experimentó el valle a partir de la producción algodonera, azucarera y vitivinícola. Esta bonanza agroexportadora se extendió desde las últimas décadas del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX. En los últimos años, Tambo de Mora ha sido parte del boom económico que ha experimentado el departamento de Ica a partir de su desarrollo agrícola e industrial. Sin embargo, se observa que este crecimiento económico no ha impactado aún en el mejoramiento sustantivo de la calidad de vida de los residentes del distrito, pues la bonanza se concentra en un pequeño sector y no ha generado cadenas significativas de valor territorial. 1.4

Aspectos económicos

Las actividades económicas predominantes en Tambo de Mora son la agricultura, la ganadería y la pesca. En el primer rubro, destaca la producción de algodón, maíz, menestras y vid. La mayor parte de esta producción agrícola sirve de sustento a la intensa actividad agroindustrial que se viene dando en el departamento de Ica.


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En el otro gran rubro económico, la actividad pesquera, tenemos por un lado a los pescadores artesanales que, en pequeñas embarcaciones, extraen productos hidrobiológicos destinados al consumo humano directo, que se ofrecen en diversos mercados de la provincia de Chincha. Estos pescadores se encuentran organizados en la Asociación de Pescadores Artesanales de Tambo de Mora, la cual agrupa aproximadamente a 135 trabajadores con sus 44 embarcaciones, las cuales desembarcan mensualmente un promedio de 20 toneladas de pescado, siendo las principales especies la raya, la cachema, el pámpano, el mismís y el tiburón zorro. Por otro lado, en Tambo de Mora se encuentran emplazadas una serie de empresas que procesan el pescado y han instalado grandes complejos industriales en diversas zonas del distrito. A continuación consignamos las empresas más importantes dedicadas a este rubro.

Nombre de empresa

Actividad

Anchoveta S.A.

Curado

Compañia Pesquera del Pacífico Centro S.A.

Harina

Convencional

Corporación del Mar S.A.

Harina

Alto contenido proteínico

Italia Pacifico S.R.L.

Curado

Italia Pacifico S.R.L.

Enlatado

Pesca Peru Tambo de Mora Norte S.A.

Harina

Convencional

Pesquera Alejandría S.A.C.

Harina

Alto contenido proteínico

Pesquera Centinela S.A.

Harina

Alto contenido proteínico

Pesquera Exalmar S.A.

Harina

Alto contenido proteínico

Pesquera Hayduk S.A.

Harina

Convencional

Fuente: Ministerio de la Producción. (www.produce.gob.pe).

Sub actividad

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Como puede observarse en el cuadro anterior, la mayor parte de la industria pesquera está destinada a la producción de harina de pescado, la cual sirve de forraje para la actividad pecuaria. 1.5

Aspectos sociales

En cuanto al tejido social de Tambo de Mora, destaca la ya mencionada asociación de pescadores. También cabe mencionar a la parroquia católica y otras iglesias evangélicas que involucran a muchos jóvenes en sus actividades de proyección a la comunidad. De esta manera, estos espacios se constituyen en oportunidades para el desarrollo de capacidades de liderazgo comunitario en los jóvenes, lo cual a su vez suma recursos para el fortalecimiento de la misma comunidad, tal como ha podido observarse en la respuesta local a los efectos del sismo del 15 de agosto. En cuanto a los servicios básicos disponibles, el distrito de Tambo de Mora cuenta con redes de agua potable, desagüe, energía eléctrica y telefonía. Hay tres colegios de educación inicial, tres colegios de educación primaria y uno de educación secundaria. Asimismo, se dispone de dos establecimientos de salud (uno del Ministerio de Salud y otro de EsSALUD), un puesto policial, una biblioteca municipal y cinco losas deportivas. 1.6

Aspectos culturales

Las manifestaciones culturales de Tambo de Mora son producto de la confluencia de múltiples aportes étnicos y culturales que han tenido lugar en el curso de varios siglos. Este largo y complejo proceso estuvo lleno de tensiones y conflictos. De hecho, aun hoy se puede observar cierta animadversión hacia los tambodemorinos afrodescendientes (que en su mayoría residen en la zona de Cruz Verde) por parte de algunos sectores de la población. Este tipo de situaciones mantienen y alimentan prejuicios y estereotipos que dificultan la convivencia social. Sin embargo, estos procesos culturales tampoco han estado exentos de felices confluencias, tal como se puede observar en la gastronomía local, que incluye platos paradigmáticos como la sopa seca y la carapulcra, además del charquicán de raya seca y el ceviche. De otro lado, el pueblo de Tambo de Mora acostumbra celebrar algunas fiestas tradicionales como el aniversario del distrito (el 5 de febrero), el día del pescador (29 de junio) y el Señor de los Milagros (durante el mes de octubre).


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La leyenda de Cruz Verde “…dicen que la zona de Cruz Verde, era antes un lugar muy solitario donde había una acequia que llevaba los sobrantes de agua de los terrenos de cultivo al mar, en cuyo trecho crecían abundantes cañaverales. El paso de Cruz Verde era temido por los vecinos de la zona y nadie se atrevía a pasar por allí, porque dicen que en la noche, aparecía de entre los cañaverales, un cajón de muerto. Hubo una vez un valiente que decidió ir al sitio con un hacha en la mano. Dicen que cuando pasó por el lugar se le apareció el cajón en medio del camino. Entonces alzó su hacha, pero antes de golpear, del interior del cajón, surgió una voz que le dijo ‘no me hagas daño’. Recién, entonces, el hombre tuvo miedo; pero en seguida la misma voz le dijo ‘ayúdame a descansar en paz’. Entonces el tipo perdió el miedo y experimentó una gran sensación de bienestar. De regreso, el hombre contó lo sucedido a sus familiares y amigos, quienes decidieron levantar una cruz en el lugar para darle descanso al muerto. Desde ese entonces al lugar se le conoce como Cruz Verde, por la cruz que levantaron estas personas y el intenso verdor de los cañaverales y del mar…” Relato de Ignacio Quijandría quien refiere que escuchó la historia hace muchos años de boca de Maximiliano Luque.

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15 de agosto. Seis con cuarenta minutos. Tiembla el Sur

A las dieciocho horas con cuarenta minutos del quince de agosto de 2007, un sismo de 7.9 grados de magnitud (escala Richter) sacudió el área sur de la costa central peruana. El epicentro de este terremoto, según reportes del Instituto Geofísico del Perú (IGP), estuvo localizado a 74 km en dirección oeste de la ciudad de Pisco, a una latitud de -13.49°, una longitud de -76.85° y una profundidad de 26 km. Luego del terremoto se suscitaron un gran número de réplicas que se contabilizaron aproximadamente a 4 500 hacia el 30 de agosto. Ha sido considerado por los expertos el movimiento telúrico de mayor duración y magnitud (es decir, el más poderoso) ocurrido durante el último siglo en esa zona del Perú. Las principales localidades afectadas fueron Pisco, Ica y Chincha, en donde se produjeron las máximas intensidades del sismo. El terremoto, sin embargo, fue sentido en diferentes partes del Perú, entre ellas, Lima, Piura, Arequipa, Ayacucho, Apurímac, Cusco, Huancavelica, Junín y Pucallpa. En Lima, en donde la intensidad alcanzó los 5 grados de Richter, fue especialmente sentido. Si bien no se contabilizaron mayores daños físicos (algunos derrumbes de construcciones precarias, resquebrajamiento de paredes, ligeros deslizamientos rocosos, etcétera) produjo un pánico generalizado entre la población limeña que fue incrementado por el caos vehicular que se generó en las principales avenidas de la capital, el colapso de las líneas de comunicación telefónica y de algunas redes de electricidad y alumbrado. Los días que sucedieron al sismo fueron suspendidas las actividades escolares y la atención de algunos servicios del estado y privados de la capital. La población permaneció en vilo y en zonas como el Callao, muchos no durmieron en sus casas, buscando un lugar donde guarecerse de un posible maremoto.


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Es difícil cuantificar el deterioro ocasionado por el terremoto. Un acercamiento a los daños físicos nos revela 331 personas fallecidas en Pisco, 129 en Chincha y 114 en Ica y un total de 318 casos de personas desaparecidas. Por otro lado, se han registrado aproximadamente 2 771 heridos graves y 19 025 heridos leves. En total fueron afectados 21 796 habitantes, según el Censo de Áreas Afectadas por el Sismo del Sur, Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Con respecto a las viviendas, 52 154 fueron destruidas por el sismo y 23 632l quedaron tan afectadas que requieren reconstrucción. Otras 23 000 sufrieron daños leves. De otra parte, según INDECI, fueron destruidos 112 colegios y tuvieron que ser derrumbados once centros de salud. También fueron afectados otros edificios públicos como hospitales, iglesias, templos, casonas coloniales, monumentos arqueológicos, históricos y museos. Fueron afectadas las carreteras, puentes, infraestructura hidráulica y de riego (pozos, bocatomas, canales, drenes) y más del 40% de áreas de cultivo bajo riego (según datos del INEI y del INRENA). A estos daños, se suman otros efectos colaterales relacionados con factores personales, culturales y sociales. Por ejemplo, el incremento de los precios de los productos básicos como la comida, las velas de cera y otros elementos sumamente necesarios, que triplicaron sus precios durante la noche del sismo. Los pasajes de Chincha a Tambo de Mora se dispararon, llegando a costar veinticinco soles, cuando su precio normal era de un sol con veinte centavos. Otro agravante fue el pánico desatado entre la población de las zonas afectadas ante una eventual réplica mayor del sismo o, en lugares cercanos al mar, la posibilidad de que éste se saliera, lo cual causó alboroto y alarma. En Lima fue tal la sensibilidad experimentada durante el sismo que luego se generó una gran movilización solidaria nunca antes vista en la capital, de donde partieron innumerables caravanas portando ayuda en ropa, víveres, etc. Ahora bien, los efectos y daños causados por el sismo fueron en gran medida posibilitados por un conjunto de factores que generan vulnerabilidad física (inestabilidad del suelo, antigüedad de las construcciones, carencia de criterios técnicos de edificación, falta de mantenimiento de las construcciones) y social (debilidades de planificación, desorganización social, ausencia de liderazgo). Todos estos factores agudizaron la gravedad de los efectos del sismo.


Nadie lo esperaba en la unánime noche: sismo del 15 de agosto

2.2

Testimonios de la gente

 Bertha Saavedra López, 60 años

Mi vida antes del sismo Vivo con mis dos hijas y mis tres nietos. Ellas se van a trabajar todos los días a Chincha. Una de ellas trabaja en una empresa que se dedica a exportar espárragos, la otra, la mayor, trabaja en una casa como empleada. Nosotros somos de Tambo de Mora. Todos hemos nacido acá en Tambo de Mora El sismo Esa tarde estaba viendo la televisión, mis nietos jugaban dentro de la casa. Mis hijas todavía no regresaban del trabajo, ellas trabajan hasta bien tarde. A eso de las seis y media, dije, ya es hora de ir preparando la cena y me puse a alistar los platos. Entré a la cocina para prender la cocina y poner las ollas. En eso el suelo empezó a moverse y las ventanas comenzaron a sonar bien feo. Salí corriendo de la cocina, cogí a dos de mis nietos y fui para abrir la puerta, pero la puerta no se podía abrir porque se había trabado. En eso sentí que me elevaba, como si estuviera más arriba. Era el piso que se había levantado con el temblor, pero en ese momento yo no me daba cuenta. Sólo le pedí al Señor que se abra la puerta. En eso, no sé cómo, pude abrirla un poco. Tuve que salir de costadito porque la puerta no se abría bien. Cuando salí a la calle la puerta se volvió a cerrar. Crucé a la pista, cargando a mi nieto y tuve que arrodillarme para seguir cargándolo porque pesa bastante. Lo que pasa es que sufro de la columna. Mis dos chiquitas me abrazaban y lloraban desesperadas. Mi otro nieto pequeño que no sabe nada, me miraba asustado. Como sea nos quedamos allí, en medio de la pista. La gente gritaba, lloraba, no sabía qué hacer. En eso vimos cómo se abría la tierra y de adentro brotaba agua como de una pileta. Nos dimos cuenta que en varios sitios estaba pasando lo mismo. Dentro de mi casa también se destapó el cemento y mojó toda la casa. La desgracia Nunca habíamos vivido algo así. Con tantos años de vida que tengo, nunca había pasado por una cosa así. Ni en el terremoto del 74, yo estaba muchacha, pero no ha sido como ahora. Otra cosa es que el mar

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siempre se pone bravo pero nunca de esta manera que se salió hasta la Plaza de Armas. Mi casa tiene más de 40 años. La levantamos de a pocos con mi esposo. Todo ese esfuerzo se vino abajo. Será porque era una casita de adobe y además la hicimos sobre suelo húmedo y salitroso. Todo eso y con tantos años que tenía, por dentro debía estar carcomida. Por eso se vino abajo. Todas las casas de esta zona son iguales. Esa noche sonaban como si se partieran en dos. Casi todas las casas se vinieron abajo. La noche Cuando acabó el terremoto y ya no se movía el piso empezamos a subir. Todos corrían hacia arriba pues alguien dijo que el mar se iba a salir. Corríamos confundidos hasta que nos encontramos con esta loza deportiva. Todo el mundo se quedó aquí en la loza. Este fue el punto de reunión, toda la noche y el resto de noches la hemos pasado acá. La primera noche hemos dormido con los finados. Hemos velado aquí mismo a los muertitos. Sus familiares los trajeron en un triciclo. Aquí arriba por lo menos estábamos más seguros. Abajo todo era agua nos decía la gente que llegaba. Esa noche no dormimos. Todo era oscuridad porque se apagaron todas las luces. El temblor no terminó allí, la tierra seguía moviéndose. Todos rezábamos. Hacía mucho frío. Mi cuñado me pasó una “frezada”2 y con eso tapé a mis nietos. Yo estaba preocupada por mis hijas porque nos dijeron que las fábricas se había caído, estaba muy asustada. Felizmente mis hijas llegaron cerca de las doce de la noche. Se habían venido caminando desde Chincha. No había movilidad, nadie quería venir hasta Tambo de Mora. Los pasajes costaron hasta 25 soles desde Chincha. Esa noche la pasamos todos juntos, abrazados. Al día siguiente Al día siguiente nadie tenía el valor para ir a ver su casa. Todos estaban asustados, sobre todos los niños, las criaturas lloraban de hambre. No había nada de comer, no había nada en las tiendas. Lo poco que había, estaba carísimo. Algunos empezaron a sacar lo poco que tenían en el bolsillo, lo juntamos y compramos tallarines. Nos vendieron a cinco soles el kilo, carísimo, pero, ¡qué íbamos a hacer! Yo no tenía nada.

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Frezada es equivalente a frazada en el habla popular de Tambo de Mora.


Nadie lo esperaba en la unánime noche: sismo del 15 de agosto

Esa noche se escaparon los presos del penal que está aquí en Tambo de Mora. Pasamos la noche con ellos. Ellos llegaron corriendo detrás de todos nosotros. Al principio no nos dimos cuenta, pero luego los reconocimos por la ropa y porque nunca los habíamos visto por el barrio. Justo donde yo estaba se pararon dos señores. “Usted estaba en el penal” le dije. La gente empezó a comentar que los presos se habían escapado. Las tiendas empezaron a cerrarse con el miedo, pero ellos estaban con más miedo que nosotros, porque habían estado encerrados cuando ocurrió el terremoto. Nos contaron que la pared del penal se hizo un hueco y por allí se salieron. No sólo había varones, también había mujeres, niños, señoras embarazadas. El guardián de la cárcel les dijo “regresen, ya falta poco para que salgan libres”. Algunos presos ya después se volvieron a entregar porque su condena estaba próxima a vencer. Otros se hicieron humo. Al día siguiente la pasamos sentadas, con miedo, creíamos que la tierra de nuevo se iba a salir. Yo agarré mi “frezada” busqué un sitio y me quedé ahí nomás. Mis hijas me dijeron “vamos a ver la casa mamá”. Yo no quise, “vayan ustedes” les dije. Ellas no quisieron ir solas tampoco. “Vamos contigo o no vamos mamá” me dijeron. No quería ir a ver mi casa. Yo les decía “debe estar destrozada”, me voy a morir al ver mi casa. Mis hijas llegaron a bajar, pero a los seis días. Se fueron por la chacra porque por la parte de adelante no se podía ingresar. Uno de los chanchos que criaba, se había muerto, le cayó la pared encima. Encontraron sólo tres chanchos. Tuvimos que matar uno para comerlo. Al día siguiente vino a buscarme mi compadre y me trajo galletas, cositas, víveres. Él siempre me ayuda porque yo he trabajado un tiempo para su familia. Yo siempre le hago favores, a veces necesitan que le cocinen y yo voy. Apenas él se enteró dijo “voy a ver a Bertha”. Sabía que yo estaba mal de salud porque uno de mis nietos había fallecido unos días antes del sismo. Las cosas que me trajo fueron como una bendición. La ayuda A Tambo de Mora nadie lo mentaba. Hablaban de Pisco, de Chincha, de Ica, de Cañete pero nadie hablaba de nuestro distrito. Al día siguiente recién se escuchó en las noticias que los presos habían fugado del penal. Allí se mentó a Tambo de Mora, pero a su cárcel, no a su gente. Pasaron algunos días sin que nadie se acordara de nosotros. Aquí llegó la ayuda tarde. Un señor importante, no sé quien era, vino por acá y le dijimos que no teníamos ayuda de nadie. Ya después empezó a llegar la ayuda de Italia y de varias ONGs. De todos ellos, ASPEm sigue trabajando hasta ahora. El resto ya se fue. Para qué pues, reconocemos que

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nos han ayudado bastante, pero no es suficiente. La gente está muy agradecida con la ayuda internacional, porque el gobierno no ha hecho nada hasta ahora. Más bien nos está haciendo daño, nos está quitando nuestros terrenos. Dicen que ya no es zona para vivir, pero nosotros queremos vivir. Sopa seca La receta de Doña Bertha La sopa seca es el plato típico de la zona. Tuvo un valor especial la noche del sismo(*). Ha sido preparado muchas veces por cientos de familias en las “ollas comunes” organizadas de la zona. “Sancochas papas y las pelas. Aparte haces un aderezo con ají, ajo, pimienta y comino. Tres horas lo tienes que dorar dándole vuelta y vuelta pa´ que no se queme. No te olvides de echarle su poquito de manì y un trocito de canela. Cuando está bien doradito, le echas su papa en trocitos. Aparte vas sancochando carne de chancho o pollo, una vez que está listo separas la carne y le agregas un poco de caldo a las papas y el aderezo. En otra olla haces un aderezo con cebolla, ajos, ají especial, achote y una ramita de huacatay. Le agregas sal y agua. Después de un ratito le echas encima el tallarín, como si fueras a preparar arroz. Lo tapas hasta que se sancoche y se seque el agua. Sirves un poco de tallarines y al costa´o le echas la carapulcra. Una vez que está servido le pones un pedazo de carne encima. Y te lo comes.” (*) La Olla Común es una práctica popular de sobrevivencia mediante la cual un conjunto de pobladores apoquina recursos para preparar en una sola olla, la comida que abastece a todo un grupo humano.

Vida en las carpas Ya llevamos cuatro meses en estas carpas, gracias a la cooperación. A unos les dieron carpitas, a otros módulos, a otros les dieron ranchos. No hay comodidad aquí en las carpas. Para asearnos tenemos que ir hasta un pequeño puquio que está abajo, allí hay agua de manantial. Tenemos sólo un colchón y unas “frezadas”. Después del sismo yo no pude sacar nada de mis cosas, ni una cama, ni cocina, ni siquiera platos ni ollas. Por eso es que voy al comedor. Pero eso se va a acabar, tenemos que buscar dónde ir.


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Nosotros estamos esperando un módulo de madera que les van a entregar a los que tienen su terreno. Eso nos han prometido. Ahora sí, no me lo van a dar si no estoy instalada en mi terreno. Por eso vamos a volver donde estábamos. Tenemos que hacer una zanja para que el agua empozada se escurra hacia la acequia y luego que la humedad se seque pasar una aplanadora para nivelar los escombros. Ahora que vivimos aquí en la loza, hemos conocido nueva gente. Todo es distinto. Durante las noches salimos a conversar, los niños juegan por acá cerca. El día después de mañana Dios no nos ha abandonado. No nos han faltado alimentos hasta ahora. Seguimos recibiendo alimentos, azúcar, arroz. Esa ayuda continuará dentro de tres meses más. Dicen que van a disminuir el número de beneficiarios. La ayuda está disminuyendo, no va a durar toda la vida. Nosotros tenemos que buscar que trabajar. En mi casa yo vendía gaseosas, cervezas, golosinas, así me agenciaba porque soy una mujer viuda que tiene que buscársela. Ahora, a pesar de mis años, lo único que me queda es trabajar y ahorrar mi platita para ir levantando mi cuarto, mi casita de a pocos. No me queda otra, porque eso de que los del gobierno nos van a ayudar, yo no les creo nada. Todavía no se sabe nada de los terrenos. En cambio, la Municipalidad de Chincha Baja, sí da gusto. Hasta camiones les han puesto a la gente para limpiar sus terrenos y para levantar encima sus casas.

 Esther Luján Colina, 57 años, Cruz Verde

Antes del sismo Yo nací en Tambo de Mora. Allá, en esa casita verde, ahí dicen que me dio a luz mi mamá. Toda la vida he vivido y crecido en Cruz Verde. Actualmente vivo con mis dos nietos. Ellos son hijos de mis dos hijas. Una de mis nietas tiene a su mamá trabajando en Lima, embarazada y por cuestiones de trabajo me la ha dejado para criarla. Esta niña es una mona, bien inquieta es esta chiquita. Mi otro nieto, yo le digo mi hijo, es un caso especial porque sus padres viven acá en Chincha Baja. Él vivió conmigo cuando era chiquito y cuando ya creció, sus padres se lo quisieron llevar, pero él no quiso. “Yo quiero quedarme con mi abuelita” dijo. Acá se ha quedado conmigo. Sus papás lo recogen los fines de semana y se lo llevan para Chincha, los otros días se queda conmigo. Estudia aquí en Tambo de Mora. Yo vivo con mi esposo y mis dos nietos.

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El sismo Yo había salido a comprar al mercado unas cositas. Ni bien volví, entrando a mi casa nomás, empezó a sonar bien feo. Yo pensé que era mi nieto que estaba golpeando la ventana. Mi esposo empezó a gritar: TEMBLOR. “¿temblor? eso no es temblor” le dije. No sabíamos bien lo que pasaba, encima estaba ya casi oscureciendo. Agarré a mi nievecita que estaba en la sala y salí a la calle. En eso reparé que me había olvidado de mi otro nieto y me metí a buscarlo pero él no estaba dentro. Había salido por la huerta y me llamaba desde afuera. Todos nos juntamos en la pista. La tierra se movía como las olas y se sentía un ruido fuerte ¡pom pom pom! que nos volvía sordos. Yo me puse a rezar arrodillada en la pista, diciendo “Ya basta señor, sálvanos Padre santo, calma tu ira, por favor, por los niños, por los ancianos”. La gente estaba desesperada. Gritaban como locos. Gritaban sin hacer nada. Yo me puse a llamarles la atención “Por qué gritan, por qué no rezan”. Algunos se pusieron a rezar. La oración de Doña Esther La rezó la noche del sismo y le sirvió. Su casa prácticamente quedó intacta. Sigue rezándola hasta hoy, pidiendo por los otros y por los suyos: “Padre lindo, mi señor, no dejes que nos pase nada malo a mí ni a mi familia. Cuida nuestra casita: la encomiendo a tus manos protectoras. No nos abandones esta noche. Te adoro y siempre estaré contigo.”

Esa noche Ni bien terminó el primer sacudón, como pudimos salimos hacia arriba. Nos fuimos pa´ las chacras porque teníamos miedo que el mar se salga. Yo lo único que decía era “Dios mío, perdóname todos mis pecados” Juro por Dios que no tuve miedo porque sabía que el señor estaría conmigo. Mientras nos íbamos veíamos que toda la gente de Cruz Verde se iba con nosotros. Algunos se quedaban para cuidar sus cosas. Esa noche no pudimos pegar los ojos. Yo no quería pensar cómo estaba mi casa, lo único que hacía era rezarle a mi señor. Sabía que él no dejaría que le pasara nada malo a mi casita. Toda la noche nos la pasamos arriba en las chacras. Como pudimos. Los hombres bajaron, para recoger algunas cosas. Otro grupo se quedó en el puente cuidando, porque nos


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habían dicho que venían los presos de la cárcel para robarse nuestras cosas. Esa noche hicimos una comida entre todos, una sopa. El día después Aquí hemos pasado la noche y el día siguiente en la chacra, felizmente a mi casa no le pasó casi nada. Hay casas que se han venido abajo. La zona de Cruz Verde fue menos afectada porque es una zona más segura que en los otros barrios. Lo que más nos ha afectado es el mar, porque estamos cerca del mar. El mar llegó a una altura buena. Lo raro es que a mi casa no le pasó nada, ni un florero se cayó. Así como está mi florero, allí, así lo he dejado, no le pasó nada. Todas, todas mis cosas se quedaron intactas. Cuando regresé a mi casa al día siguiente, había un alto de fango y barro. La gente me dice que he tenido suerte pero yo les digo que ha sido mi Señor que no ha permitido que nada malo le pase a mi casita. Tambo de Mora ha quedado muy afectado. Por ejemplo, en Pisco sólo se cayó la iglesia. Allí ha habido muertos porque en ese momento estaban haciendo una misa de difuntos y el techo de la iglesia se desplomó. Toda la ayuda se fue a Pisco y Chincha. Nosotros hemos estado varios días sin agua.

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Registro fotogrรกfico 1


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3.

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3.1

La noche más oscura: la comunidad y sus respuestas3

Una vez sucedido el sismo, los pobladores mostraron una serie de comportamientos. La mayoría de ellos era gobernada por lo urgente, pues era necesario huir en el momento del sismo, sacar como se podía a los hijos, enfermos y otros familiares. Luego de ganar la calle, mientras el suelo seguía remeciéndose, algunos oraron en medio de la pista, otros huyeron despavoridos hacia las zonas despobladas. La primera reacción entonces fue la alarma y luego el rezo personal y colectivo. Ante el temor a lo desconocido era necesario acudir al clamor divino. Sucedido el sismo, fue momento de pensar en aquellos que no pudieron salir y que se quedaron dentro de sus casas. Algunos pobladores regresaron inmediatamente a sus viviendas a buscar a sus familiares, cargando de paso con aquello que pudieron, documentos, ropa, dinero. No había tiempo para mucho. Otros iniciaron un largo recorrido hasta las zonas altas del distrito, por ejemplo la loza deportiva en la explanada del colegio Miguel Grau o el parque del barrio de Vilma León. Estas pequeñas alturas podrían guarecerlos del enemigo que había quedado latente después del sismo y que en cualquier momento podía despertar: el mar. Mientras caminaban, escuchaban llantos, gritos. Hubo breves momentos para la solidaridad. Algunos ayudaron a rescatar a personas atrapadas entre los escombros. Otros ayudaron a los niños, que, sin sus padres, deambulaban de un lado a otro sin poder ubicarse. La noche era ya presente. La segunda oleada de vecinos que subieron por la cuesta llegó y encontró a una muchedumbre agolpada sobre la “canchita” del Colegio Grau. Allí se iniciaron nuevos gestos de solidaridad. Algunos niños no tenían abrigo, pues el susto no les dio tiempo a ellos ni a sus padres de traer consigo lo necesario para una noche a la intemperie. Los que habían podido recoger sus frazadas4 o dos chompas5 las cedían a los niños y ancianos que no tenían nada. 3

Elaborado por los editores, a partir de los testimonios de Yohn Nájar, Rosa Moreyra y Yossimar Mere Villamares, promotores del proyecto.

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“Frezadas” en el habla popular local. Prenda peruana equivalente al suéter inglés.

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Los primeros gestos solidarios se dieron al interior de las familias. Tambo de Mora, es un puerto poblado relativamente pequeño en donde habitan familias extensas. Luego del sismo, ellos se buscaron y formaron especies de comunidades que se ayudaron y asistieron. La primera noche tuvieron que resistir el frío sin dormir, pues la pesadilla los acechaba. Allí empezaron a prepararse las primeras “ollas comunes”. Lograron recolectar los ingredientes con los que superaron aquella noche en que comieron6 solamente los niños y enfermos, que luego del sismo, se contaban por decenas. “Participaron” también en la vigilia tres cadáveres que fueron velados al centro de la loza deportiva. Es natural que las primeras respuestas solidarias se generaran dentro de las familias. En un primer momento, el sismo había dislocado la débil unión barrial. No había vecinos, sino personas temerosas. Posteriormente, pasadas las primeras horas y con la llegada del día, comenzó a surgir, muy débilmente la idea de comunidad. Luego de la noche a la intemperie, algunos vecinos “bajaron” a ver los daños causados por el sismo en sus viviendas y de paso, a ver si podían recoger algo. Nadie sabía lo que encontraría. Otros prefirieron no “bajar” en una evidente resistencia a la constatación de la desgracia. Como si no mirar, los hiciera inmunes. De esta manera, muchos no vieron sus casas sino dentro de dos o tres días. Esa mañana, con los rayos del sol cayendo suavemente, no hubo organización popular. Los individuos, cual zombis vagando por la calle, regresaban a la zona del desastre. Allí encontraron sus casas y pudieron constatar el daño. En muchas zonas, el mar había arrasado las pertenencias que ya el sismo había destruido. Algunos líderes locales, generalmente aquellos que pertenecen a iglesias locales, comenzaron a influir sobre las personas para organizarse ante el inminente arribo de la cooperación internacional. Los “gringos” habían llegado y encontraron, a los tres o cuatro días, un pueblo todavía desorganizado, con hambre, frío y mucho miedo.

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Aquella noche fue preparada en simultáneo la Sopa Seca, plato típico de la zona consistente en un guiso de papas acompañado de tallarines con salsa. En su elaboración se usan los ingredientes propios de la zona: papas, achote, etc.


Afrontando emergencias en Tambo de Mora

3.2

Una intervención solidaria. El aporte inicial de ASPEm María E. Zevallos León Representante Legal ASPEm - Perú

Luego del sismo que afectó la zona sur medio oeste del Perú, ASPEm - Asociación Solidaridad Países Emergentes, ONG con una experiencia de más de veinte años en la gestión de proyectos de desarrollo en el Perú, especialmente de desarrollo comunitario, dio una respuesta de solidaridad inmediata a la situación de emergencia, mediante la presencia de un equipo de trabajo en la zona del desastre. La rápida constatación de los hechos realizada por nuestro equipo en el terreno, nos vinculó directamente con la población de Tambo de Mora. Todas nuestras competencias y nuestra solidaridad fueron puestas en marcha, en forma conjunta con los propios pobladores de Tambo de Mora. Desde un inicio se nos hizo evidente la situación crítica de destrucción de toda la comunidad, la situación de pobreza, la precariedad de la construcciones y la poca capacidad de las autoridades competentes para manejar una situación de emergencia. A pesar que el departamento de Ica es considerado una de las regiones más prósperas del país (8% de crecimiento anual), este sismo evidenció las carencias existentes, la situación de exclusión que vive gran parte de su población y la ausencia total del Estado: “No había quién organice al distrito, ni quiénes los orienten... pobladores: mujeres, varones, niños y niñas, vagaban en busca de alimentos, de agua y de un lugar donde dormir... ...encontramos en aquel 17 de agosto, fecha que llegamos, una ciudad destruida, llena de polvo, pero lo más lamentable: sus pobladores desconcertados, gritando, llorando, pidiendo ayuda, con miedo. No había nada. Más tarde, por la noche, encontramos a un joven representante de la Cruz Roja que se unió a nuestro grupo.”7

Nuestra participación, complementada por la presencia de algunas instituciones y personas solidarias, nos permitió involucrar directamente a los propios pobladores y, en forma especial, a muchos jóvenes que se unieron a la organización de un Centro Operativo de Emergencia (COE) en Tambo de Mora, al cual se le dotó de todos los elementos técnicos respectivos. Por otro lado, se propició un clima de serenidad necesario para organizar 7

Testimonios de miembros del equipo de ASPEm que se constituyó a la zona del desastre.

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las brigadas de trabajo, gracias a las cuales, se pudo levantar información sobre los daños sufridos en el distrito al día siguiente de nuestra llegada a Tambo de Mora. Estos datos nos permitieron visualizar realmente la magnitud de la catástrofe: más del 85% del pueblo de Tambo de Mora estaba dañado, incluyendo zonas que nunca más se podrían volver a construir. Quedaron de alguna forma, borrados muchos años de historia e identidad de esta comunidad, que por muchos siglos fue un puerto importante de la zona del sur del país. De esta manera, Tambo de Mora fue el primer distrito de la provincia de Chincha en evaluar sus daños y necesidades (mediante el EDAN). Gracias a estos datos se posibilitó y canalizó una cantidad importante de ayuda, principalmente aquella destinada a la primera emergencia (agua, frazadas, alimentos, vestidos, etc., etc.). Sin embargo, consideramos que el resultado de este primer esfuerzo institucional, además de la ayuda, fue la tranquilidad devuelta a la población, la devolución de su capacidad de organización y la gestión de sus propios recursos comunitarios, a pesar de las dificultades que estaban viviendo. Esta primera experiencia trajo como resultado adicional, la solicitud de asesoría que brindamos a cinco distritos de Chincha para la instalación de sus centros operativos de emergencia y la evaluación de sus daños y necesidades. Este trabajo se realizó conjuntamente con la propia población. Asimismo, éste fue un pedido de la oficina regional de INDECI. De esta manera se validaba una estrategia de trabajo para afrontar las emergencias. Las primeras acciones A continuación describimos de manera muy breve las acciones que realizamos dentro de las primeras 24 horas de nuestra presencia en Tambo de Mora. Una pauta fundamental que orientó nuestra intervención en esta etapa, fue la necesidad de contar con una información adecuada sobre los daños. Estos datos nos permitieron realizar una adecuada planificación de las acciones a llevarse a cabo y nos ayudaron a identificar rápidamente las necesidades de la población. A continuación señalo las principales etapas de este trabajo inicial: - Identificación de un primer equipo de brigadistas y conformación del COE

Conformado principalmente por jóvenes del distrito, se armó un equipo de diez brigadistas con la aprobación de las autoridades municipales. Fue muy importante encontrar muchos jóvenes con deseos de


Afrontando emergencias en Tambo de Mora

involucrarse y ayudar a su comunidad. Estos jóvenes provenían, en su mayoría, de los grupos parroquiales existentes en la zona. - Determinación de diferentes sectores territoriales

Se determinaron diferentes sectores que conforman el distrito de Tambo de Mora. Se coordinó con cada uno de sus representantes para reportar un listado de las familias así como el número de sus integrantes. Logramos identificar 29 sectores.

-

Recepción y almacenamiento de donaciones

Se implementó un almacén que funcionó dentro del COE, en un aula del colegio Miguel Grau, una de las pocas instituciones que no había sufrido mucho daño. El local de esta institución educativa se convirtió así en la zona de operaciones. Un equipo8 registraba, mientras llegaban, la cantidad de las donaciones. Según este registro se pudo obtener un promedio ponderado de la cantidad de donaciones que le correspondería a cada familia y se establecía una forma de reparto equitativo. Esta situación le otorgó tranquilidad y confianza a los pobladores, evitando los desórdenes y problemas (desmanes, saqueos, etc.) que se constataron en otros distritos cercanos.

- Entrega de donaciones a los beneficiarios

Se coordinó con los dirigentes o representantes de cada sector de la zona de intervención, lográndose establecer un horario de entrega de donaciones. Se les solicitó que se acercaran con el listado de familias de su sector. En las siguientes entregas el listado debía estar firmado por cada familia que había recibido algún donativo. Sin este listado firmado no se le hubiera entregado la donación siguiente. Asimismo, cada donación fue firmada por el representante de cada sector. El COE se encargó de administrar y almacenar los reportes de cómo se repartieron las donaciones; sin embargo, hubo una serie de instituciones que no respetaron esta forma de organización y prefirieron repartir la ayuda directamente a la población, generando una serie de desórdenes y malestar en los vecinos, lo que posibilitó algunas conductas como pasividad, resignación y sumisión de muchos pobladores.

- Determinación de líderes locales

Se ubicaron algunos líderes locales que acompañaron desde un inicio al equipo y que luego se involucraron en la propia dirección del COE. De esta manera, han ido asimilando la lógica de la organiza-

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El equipo estaba conformado por personal de la zona, personal italiano y nacional.

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ción del trabajo y empoderándose de su condición de líderes a lo largo del proceso. - Elaboración de un módulo básico de emergencia

Paralelamente a la entrega de las donaciones, un equipo especial se dedicó al diseño y construcción de un modelo de módulo básico de emergencia, construido con plástico isolante (más resistente y también más barato). Para el desarrollo de este modelo se conformó una brigada con los pobladores de la zona de intervención.

Es en este marco de acciones, que iniciamos una relación con la Fundación española APY – Solidaridad en Acción, en la persona de José Antonio Mancera. Con ellos establecimos una alianza para la implementación del proyecto que es motivo de la presente memoria. Algunas conclusiones de nuestra intervención inicial a) Luego de ocurrido el desastre, con sus consecuencias de dolor y destrucción, se inicia también un largo proceso de ayuda consistente en acciones y estrategias orientadas a mitigar las múltiples necesidades de la población y aliviar su sufrimiento, preservando la vida y la salud de las personas. Muchas de estas necesidades vitales tenían que ver con la alimentación, albergue y abrigo, agua, saneamiento, salud, etc. En ese sentido, nuestra primera intervención tuvo dos características: - Una alta participación de la propia población del distrito de Tambo de Mora, sobre todo de los jóvenes, reconociendo los recursos existentes en la zona (conocimientos, mano de obra, medios, etc) y colaborando en restaurar la confianza, la esperanza y la dignidad de su comunidad. La experiencia nos ha enseñado que a pesar de la rapidez de una respuesta de intervención, siempre es posible involucrar la participación de los pobladores locales y establecer en ellos los niveles de confianza para superar su situación deficitaria. Esto ha sido determinante para reforzar sus capacidades y estrategias de afrontamiento autónomo, desplazando aquella perspectiva en que los pobladores son sólo víctimas o receptores pasivos de ayuda, lo que muchas veces da lugar a situaciones de dependencia e inmovilización. - El fortalecimiento del tejido social local que se expresó en la organización barrial y la relación permanente con las autoridades locales. Estos elementos son importantes para enfrentar en el futuro el largo proceso de reconstrucción. En esta primera etapa de emergencia se establecieron las condiciones para implementar una intervención


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con visión de desarrollo. Nuestro aporte ha consistido en vincular la etapa de la emergencia con una etapa de desarrollo lo cual, en el futuro, generará condiciones de sostenibilidad. b) Esta primera evaluación de daños nos permitió acreditar la existencia de grados variados de vulnerabilidad que involucraban diversos niveles: personal individual, colectivo local, distrital provincial, regional y nacional. Por otro lado, las actitudes y los mecanismos de respuesta del Estado, observados desde el primer momento de la crisis, expresan signos de una débil o nula preparación de la población y de la institucionalidad (local, regional y nacional) para afrontar una situación de emergencia. Frente a esta situación, principalmente por la insuficiencia y/o ausencia del Estado y las autoridades locales, en la administración de la situación de emergencia, es que decidimos intervenir y quedarnos por un período más largo. c) Esta primera intervención generó la realización de otras intervenciones, con un enfoque comunitario de gestión de desastres que involucraron a diversos actores de la comunidad. Sobre este marco es que se desarrolla el proyecto Intervención de Emergencia Terremoto en Tambo de Mora 2007, en alianza con la Fundación APY- Solidaridad en Acción. 3.3

Sumando esfuerzos: Proyecto Intervención de Emergencia Terremoto en Tambo de Mora 2007

3.3.1

210 segundos José Antonio Mancera Rivera Coordinador de Proyectos Acción Humanitaria APY – Solidaridad en Acción

A diario suceden emergencias por fenómenos naturales en diversos lugares del planeta, la mayor parte se resuelven con los recursos propios de las poblaciones afectadas, con la capacidad local de respuesta o simplemente pasan inadvertidas porque el nivel de destrucción, el número de víctimas, no pesa suficiente en los medios de comunicación. Cuando las emergencias superan la capacidad de respuesta local, se convierten en un desastre que requiere de ayuda externa para que las poblaciones afectadas puedan afrontar lo sucedido.

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Comienza entonces una carrera por conocer la realidad, por tener datos objetivos sobre las necesidades de las poblaciones afectadas. Dónde están, cuántos son, número de muertos, número de heridos, casas destruidas, daños de infraestructuras. Conforme pasan las horas, los daños reportados crecen, y con ellos la desesperación, el dolor y el miedo de las personas que lo han perdido todo. Existen diversas técnicas de evaluar un desastre, la terminología especializada trata de unificar en términos como “valoración inicial” un compendio de datos cuantitativos tras los que se esconden nombres y rostros de personas que han pasado de una vida de normalidad a una vida de damnificado. Un giro copernicano en las emociones, los recursos, los afectos, que no pueden recoger los EDAN, las reuniones de coordinación, los objetivos generales o las fuentes de verificación. En un instante todo cambia. Ese instante se produjo el quince de agosto del año 2007 en el sur de Perú y duró aproximadamente 210 segundos que afectaron a un gran número de centros poblados, a una lista interminable de personas, de las que cerca de 500 dejaron sus vidas. Cerca de setenta mil viviendas destruidas y de setenta mil familias que lo perdieron casi todo. Los datos, siempre los datos. Es posible que algunos estudios reduzcan esta cifra, quizás a los sesenta y ocho mil; es posible que otros las eleven, quizás a los ochenta mil, el dolor que da paso a la resignación de una nueva realidad, no se mide. El miedo, que solo se diluye entendiendo que ha sucedido, perdura en el recuerdo de las personas que sintieron la tierra temblar bajo sus pies, que escucharon el atronador sonido del terremoto, después el silencio de la tierra mezclado con los gritos del dolor y el pánico. Un escueto titular salta entonces a las cabeceras de los diarios digitales, una llamada desde la zona comienza a dar contenido a las informaciones de los medios de comunicación, sin saber muy bien cómo te llega la noticia, ¿te has enterado lo de Perú?, la respuesta siempre es la misma, ¿qué?. A partir de ese instante te sumas a la búsqueda de datos e información sobre qué ha sucedido, entras en la cadena de la ayuda humanitaria de emergencia, queriendo saber qué ha pasado y dónde, quién está afectado y qué se necesita, te cuestionas qué puedes hacer y con qué medios, y empieza el trabajo, la “chamba”, los datos que dan paso a la valoración de necesidades, que dan paso al diseño de la respuesta en la medida de tus posibilidades, que dan paso a la búsqueda de recursos, que dan paso a la solidaridad con los que tienen la necesidad, pero sobre todo al derecho


Afrontando emergencias en Tambo de Mora

de ser asistido en el desastre, al derecho de recibir asistencia humanitaria, porque de eso se trata, por lo menos para muchos de los que nos dedicamos a esto, de los que creemos que nuestra labor es facilitar el acceso a ese derecho, no es ser mejores personas o ganar un espacio en no se sabe bien qué paraíso, simplemente creer con firmeza que las personas que en 210 segundos han perdido todo, tienen derecho a ser ayudadas. Sin saber muy bien cómo, encontramos nuestro lugar en el desastre, una contraparte en el terreno que está trabajando desde apenas horas después de lo sucedido. Nosotros encontramos ese socio necesario en la figura de ASPEm, en la voz de su representante legal María Zevallos desde una camioneta cargada de ayuda que se dirigía a Tambo de Mora, una de las localidades más afectadas. En el contexto de un desastre, hay que tener suerte y Tambo de Mora la tuvo en forma de noticia. En los informativos de todo el mundo el nombre de esta pequeña localidad comenzó a escucharse cuando la prensa contaba la circunstancia de que los presos de la prisión situada en ese municipio, escaparon tras derrumbarse las instalaciones de la cárcel. ¿Escaparon o los liberaron? El tema daba juego en los informativos y eso sin duda facilitó que el nombre de la localidad se hiciera presente en la memoria de los que seguíamos los acontecimientos tratando de diseñar dispositivos de ayuda. De hecho, salir del anonimato de las 70 000 viviendas destruidas es una ventaja competitiva, como diría un experto en marketing. Con ese dato ya resultaba más sencillo ubicar de cara a todo el mundo el lugar objetivo de nuestra actuación. “Tambo de Mora, donde está la cárcel de la que escaparon los presos”. Esa frase, que en varias ocasiones habíamos repetido, también la usamos en la reunión de presentación del proyecto ante los técnicos de la Junta de Andalucía, la entidad que financió el proyecto: a todos les sonaba conocido por las noticias. De las noticias y los datos a la tarea, a la “chamba”9. De los 7.9 grados, los más de 500 muertos, miles de heridos, más de 70 000 viviendas destruidas, cientos de miles de damnificados, presos que se escapan, iglesias que se caen causando muertes y niños que nacen tras la tragedia causando vida –es otro clásico de las noticias desde el infierno, el primer niño que nace después de la catástrofe, o que los equipos médicos de tal o cual país ayudan a traer al mundo– esa ya es la “chamba”, la asistencia médica, los alimentos, el abrigo, el agua, el refugio, la asistencia psicológica, la remoción de escombros, la educación, etc.., todo lo que 9

Chamba equivale a “trabajo” en el habla popular local.

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antes funcionaba, mejor o peor y que constituyen los servicios básicos que una población debe tener para funcionar con normalidad y dignidad, si se puede. Las necesidades en Tambo de Mora no diferían en nada a las necesidades en otras localidades afectadas. No se diferenciaban de lo que Chincha, Pueblo Nuevo, Pachacútec o Pisco necesitaban, por lo menos sin entrar en análisis más profundos. Tambo de Mora, los damnificados de Tambo de Mora, necesitaban refugio, abrigo, salud, agua, asistencia a los niños, a los mayores, a los más vulnerables, apoyo en la gestión de la emergencia, recursos, energía. La propuesta de trabajo no se hizo esperar, módulos de emergencia, frazadas, refuerzo alimentario y atención psicosocial a niños y niñas. La primera parte, necesidad manda; la segunda, la atención psicosocial, devolver la alegría, rebajar los miedos, dibujar la esperanza, es tan necesaria como las mantas y como el techo. Una y otra deben ir parejas. El mecanismo para activar la ayuda humanitaria internacional se basa en la demanda del país afectado, realizada por el gobierno que ve superada su capacidad de actuación. La rapidez y cuantía de la respuesta depende de muchas variables, magnitud del evento, preferencias de actuación, repercusión en los medios de comunicación. En este caso la gran presencia de peruanos que trabajan en España y la afinidad con los países latinoamericanos, facilitó que se contasen con medios suficientes e inmediatos para poner en marcha los proyectos, a pesar de lo complicado de las fechas: era el periodo de vacaciones y nadie estaba en las oficinas. En la Fundación APY Solidaridad en Acción, no estábamos exentos de esa circunstancia, conforme el EDAN crecía y las noticias dibujaban un perfil de lo que estaba sucediendo, se tomaban decisiones al respecto, una de ellas suspender las vacaciones. En la oficina de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional (AACI), donante financiador de este proyecto, se tomaban las medidas oportunas para responder a la emergencia, habilitando un fondo de seis millones de euros para la financiación de proyectos en las zonas afectadas. En el terreno nuestra contraparte ASPEm, avanzaba los trabajos de valoración inicial de necesidades y colaboraba de forma muy activa en la puesta en marcha y funcionamiento del Comité de Operaciones de Emergencia de Tambo de Mora (COE), bajo la dirección de las autoridades locales y con la participación de los propios pobladores, que tomaron un papel relevante en el levantamiento de datos.


Afrontando emergencias en Tambo de Mora

La conjunción de elementos estaba servida. Por un lado, una población damnificada que demandaba la ayuda de las organizaciones internacionales; por otro, una contraparte local con presencia en el terreno y amplio conocimiento de la zona y la población. Desde Andalucía, una ONGD con presencia en Perú y experiencia en otras situaciones de emergencia y una entidad financiadora sensibilizada con la situación y con capacidad de movilizar los recursos económicos suficientes para responder a la demanda. Es así como la localidad de Tambo de Mora, la ONG ASPEm, la Fundación APY-Solidaridad en Acción y la Junta de Andalucía, se unen en un consorcio que dio pie a la implementación del proyecto denominado “Intervención de Emergencia Terremoto 2007 en Tambo de Mora”, con un valor presupuestario de 110.586 euros, donados en su totalidad por la Junta de Andalucía a través de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional. 3.3.2

Proyecto Intervención de Emergencia en Tambo de Mora 2007 Lilibeth Pinchi Guerrero Coordinadora del Proyecto APY – Solidaridad en Acción

Antecedentes del proyecto: después del 15 de agosto Tambo de Mora, pequeño pueblo de pescadores ubicado en la provincia de Chincha, departamento de Ica; fue uno de los distritos más afectados por el terremoto que estremeció el sur del Perú el fatídico 15 de agosto del año 2007. Aquella noche muchas familias de este pueblo pesquero sintieron aquel estrepitoso movimiento que parecía de nunca acabar, vieron desplomarse sus viviendas y fueron testigos de cómo luego el mar enfurecido les arrebató enseres domésticos e incluso sus animales. Este suceso dejó en Tambo de Mora un saldo aproximado de 860 viviendas destruidas, 419 familias afectadas, 853 familias damnificadas10, 18 heridos y 5 fallecidos11; además de servicios básicos como el agua, saneamiento, luz, sanidad y educación colapsados. Asimismo, gran parte de estas familias se convirtieron 10

Fuente EDAN Tambo de Mora (Comité Distrital de Defensa Civil).

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Situación epidemiológica del sismo en el Perú. Dirección General de Epidemiología – MINSA.

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en desplazados internos, teniendo que abandonar sus zonas de residencia habitual ante el inminente peligro de las réplicas y sus consecuencias, instalándose en lugares baldíos con los escasos enseres que pudieron rescatar tras el terremoto; y es así como, valiéndose de mucha entereza y creatividad, empezaron a forjar sus nuevas viviendas, los llamados “ranchitos” construidos a partir de esteras usadas, plásticos, carrizos y guayaquiles que hacen las veces de columnas. Conocedores de esta realidad, es que Fundación APY - Solidaridad en Acción y ASPEm - Asociación Solidaridad de Países Emergentes unen sus esfuerzos para realizar una intervención conjunta en la zona. Por un lado ASPEm había venido trabajando desde las 48 horas posteriores al terremoto, por lo que ya contaba con una significativa presencia en la zona y había generado fuertes vínculos con la población afectada, lo cual constituía un aspecto muy positivo para el desarrollo del proyecto que estábamos gestando. Es así que en octubre del 2007, se lanza el proyecto de acción humanitaria denominado “Intervención de Emergencia Terremoto 2007 en Tambo de Mora” proyecto co-ejecutado por APY y ASPEm, y financiado por la Junta de Andalucía (España); proyecto cuyo principal objetivo sería el de mitigar los daños causados por el terremoto que afectó el sur del Perú, mediante la asistencia humanitaria y la intervención psicosocial; brindando así soluciones de abrigo y cobijo a través de la distribución de módulos de vivienda temporales12, raciones de alimento y kits humanitarios13; además de asistir psico-emocionalmente a la población afectada por el sismo. Acerca del equipo de trabajo Para dar inicio con este arduo trabajo, necesitábamos contar con un equipo multidisciplinario, capacitado, eficiente, eficaz y con una alta sensibilidad social; además de poseer una fuerte tolerancia a la frustración y capacidad de trabajo bajo elevados niveles de estrés; ya que las condiciones de vida y trabajo en la zona eran bastante precarias y el personal técnico debería vivir por varias semanas de forma continua en la zona del desastre. 12

Infraestructura destinada para brindar cobijo y abrigo, hace las veces de hogar. Compuesto por armazón de madera, perímetro de lona arpillera y techo de lona plastificada, cuyas dimensiones son de 18 m2 por 2 metros de altura.

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Conjunto de enseres destinados a proporcionar abrigo, estuvo compuesto por colchones, frazadas, colchas e incluso linternas.


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Estas condiciones se reunieron y se consiguió conformar un gran equipo de trabajo, que fue constituido por una especialista en Ayuda Humanitaria y Cooperación para el Desarrollo, un especialista en Intervención Social e Intervención en Crisis; dos psicólogas, una experta en niños y adolescentes y otra experta en intervención comunitaria; así como un ingeniero civil. Además, se logró contar con personal local proveniente de la zona del desastre, quienes asumieron los roles de educadoras, promotores y promotoras locales, y que dentro de sus principales funciones tuvieron que encargarse de la dinamización de los espacios recreativos infantiles y/o de la identificación de beneficiarios finales. Contar con pobladores locales como miembros del equipo constituyó una gran fortaleza a la hora de hacer llegar la ayuda a los lugares donde más se necesitaba, conseguir un rápido acercamiento, aceptación y participación de la población local, y el hecho de poder validar con ellos y ellas nuestras estrategias de intervención. Trabajando sobre el terreno El proyecto Intervención de Emergencia Terremoto 2007 en Tambo de Mora co-ejecutado por la Fundación APY y ASPEm con financiación de la Junta de Andalucía (España), tuvo por finalidad mitigar los daños causados por el terremoto que asoló el Sur del Perú; sus acciones se centraron en la población de Tambo de Mora. Para ello cual se intervino en dos líneas de acción, una de asistencia humanitaria y otra de intervención psicosocial. Tal y como estuvo contemplado en el proyecto, el brindar soluciones de abrigo y cobijo mediante la entrega y distribución de módulos de vivienda temporal y/o kits humanitarios fue una prioridad; ya que centenares de familias se habían quedado sin casas y estaban expuestas a las duras condiciones de vivir en las calles o refugios temporales. Pero para dar inicio con la distribución y entrega de módulos temporales de vivienda y los kits humanitarios, primero teníamos que contar con un listado confiable de posibles beneficiarios finales, lo cual supuso para nuestro equipo un arduo trabajo de campo, que consistió en realizar entrevistas y visitas a las actuales viviendas14 de los damnificados en los distintos centros poblados, caseríos y refugios temporales de Tambo de Mora y distritos colindantes, como Chincha Baja o Sunampe. Nuestra estrategia no sólo contempló la distribución de los módulos sino también 14

Considérese que estas pueden ser carpas, ranchos, módulos de plástico o lona, que son utilizados como casas por los damnificados.

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la capacitación de los propios beneficiarios en el armado de los módulos de vivienda temporal; además del monitoreo y acompañamiento por personal capacitado durante el montaje de dichos módulos. Asimismo, el contar con la participación de los delegados y representantes zonales nos permitió agilizar la distribución, el depurar de forma oportuna los padrones de beneficiarios finales y nos previno de no caer en la duplicidad de esfuerzos. Es así que conseguimos entregar 200 módulos de vivienda en las distintas zonas de Tambo de Mora y distribuir 585 kits humanitarios en Tambo de Mora, Chincha Baja, Sunampe y Pueblo Nuevo. Tras el avance del proyecto y luego de haber recorrido las diferentes zonas urbanas y rurales de Tambo de Mora y sus alrededores, detectamos la necesidad de implementar letrinas comunitarias para así contribuir con la evacuación higiénica de las excretas humanas, que al mismo tiempo impactaría en la reducción de enfermedades infecto-contagiosas; contábamos con los recursos e invertimos en ello. Implementamos así 111 letrinas comunitarias en diferentes zonas de Tambo de Mora (Canchamaná, Chamberí, Las Violetas, Fundo la Fajardo, San Luis y Cote Alto) y otras en el Distrito de Chincha Baja con énfasis en los centros poblados rurales. Para la realización de estas actividades se contó con la activa participación de los alcaldes distritales, representantes del MINSA y de Defensa Civil distrital. Concientes de que en un contexto de emergencia los canales normales que posee una comunidad para obtener acceso a los alimentos se ven mermados; ya sea por escasez de productos en mercados locales, pérdidas de sus cosechas destinadas al autoconsumo o la pérdida del poder adquisitivo que imposibilita la compra, tal y como sucedió en Tambo de Mora; es que se consideró oportuno brindar ayuda alimentaria mediante la distribución de diez toneladas de alimentos a la población más vulnerable del distrito conformado por niños y niñas menores de seis años, madres lactantes y gestantes; con estas acciones se brindó la posibilidad de reforzar y diversificar la dieta alimenticia básica que tenían estas personas y prevenir el deterioro nutricional al que podrían estar expuestos en la situación de post desastre en que viven. Esta ayuda alimentaria se canalizó a través del Programa del Vaso de Leche (VdL)15 del distrito de Tambo de Mora, dentro del marco de un convenio firmado entre las tres instituciones Fundación APY, ASPEm y la 15

Programa social creado para proveer apoyo en la alimentación a través de la entrega de raciones diarias de alimento en desayuno. Está dirigido a atender poblaciones más vulnerables, con la finalidad de ayudarlas a superar la inseguridad alimentaria.


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Municipalidad de Tambo de Mora; en donde APY y ASPEm se comprometieron a realizar la distribución semanal de alimentos a las 13 sedes del Vaso de Leche durante cuatro semanas; mientras que cada representante del Vaso de Leche se responsabilizó de entregar raciones diarias a todos sus beneficiarios empadronados. Como es sabido, un evento tan intenso como el terremoto causa un impacto emocional muy fuerte en el psiquismo humano, irrumpe su cotidianidad, mengua su sensación de seguridad; y asimismo debilita el tejido social y los mecanismos de protección de toda la comunidad; por eso la importancia de contar con espacios de contención y expresión de emociones, donde además se proporcione herramientas para el manejo de los traumas psíquicos que genera el suceso. Es por esta razón que el proyecto contempló la realización de una intervención psicosocial que en sus inicios estuvo enfocada a la población infantil pero que luego se hizo extensiva a la población adulta. Dentro de esta línea de trabajo se implementaron cinco módulos recreativos infantiles ubicados en diferentes zonas de Tambo de Mora como en el Centro Poblado de Cruz Verde, UPIS16 Vilma León, Centro Poblado de Tambo de Mora, Albergue de San Luis y Albergue Nuevo Amanecer. En estos espacios se brindó atención psicosocial a través de talleres de recuperación emocional y espacios de juego libre dinamizados y monitoreados por personal calificado, entre las que se contaban psicólogas especialistas en niños, niñas y adolescentes y promotoras que fueron capacitadas en el manejo de ejercicios lúdicos, herramientas de contención emocional, herramientas que les fueron útiles para el trabajo con los pequeños. Estos espacios prestaron sus servicios seis día a la semana, de lunes a sábado, durante dos meses, lo cual permitió atender psico-emocionalmente a más de 200 niños cuyas edades oscilaron entre los dos y los trece años. Concientes de que un trabajo integral que involucrase a la familia de nuestros beneficiarios infantiles, favorecería la permanencia en el tiempo de los cambios positivos que los niños y niñas iban presentando producto de su participación en los talleres de recuperación emocional; decidimos implementar los Grupos de Ayuda Mutua (GAM’s), que además de constituirse en espacios de escucha, contención y expresión de emociones, sirvieron para orientar en el manejo y atención de sus hijos en este nuevo contexto. Además se les proporcionó herramientas para el manejo del duelo y estrategias de afrontamiento para sus nuevas condiciones de vida. 16

Urbanización Popular de Interés Social.

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Algunos logros El proyecto “Intervención de Emergencia Terremoto 2007 en Tambo de Mora”, ejecutado en el periodo del 15 de octubre al 15 de diciembre de 2007, ha conseguido los siguientes logros: - Se han fortalecido las capacidades y habilidades de los miembros del equipo de trabajo, específicamente de aquellos que desempeñaron los roles de promotores locales; estos se encuentran más empoderados, con una mayor capacidad para la resolución de conflictos, cuentan con una variedad de herramientas y estrategias para el trabajo con la población damnificada. Además de ser reconocidos como líderes de su comunidad. - 200 familias han encontrado soluciones temporales a sus problemas de vivienda, ya que al día de hoy cada una de ellas cuentan con un módulo de vivienda temporal que les proporciona un alojamiento digno, protegiéndolos del frío y/o calor, polvo, viento, favoreciendo su integridad física; además de favorecer el desarrollo de actividades esenciales del hogar de un modo satisfactorio. - 585 familias cuentan con kits humanitarios que les proporcionan soluciones de abrigo, lo que les permite hacer más llevadera su prolongada permanencia en los módulos de vivienda temporal, carpas o ranchos que hoy constituyen sus nuevas casas. - 444 familias cuentan con dispositivos para un mejor manejo de las excretas humanas a través de la implementación de 111 letrinas comunitarias, asimismo, se ven beneficiadas por la reducción de la probabilidad de contraer enfermedades infecto−contagiosas. - Se ha contribuido a la diversificación y refuerzo de la dieta alimenticia de los niños y niñas, madres gestantes y lactantes de Tambo de Mora, mediante la distribución de diez toneladas de alimentos canalizados a través de las organizaciones del Vaso de Leche del distrito de Tambo de Mora. - 200 niños y niñas entre 3 a 13 años han recibido atención psicosocial, a través de los talleres de recuperación emocional y los espacios de juego libre; lo cual les ha permitido volver a su cotidianidad, reafirmar su autoestima, fortalecer sus mecanismos de afrontamiento al stress, mejorar el manejo de sus impulsos y la expresión de sus emociones, ampliado su red social y mejorado sus habilidades sociales. Asimismo, les ha permitido hacer frente a algunos de los traumas generados por la vivencia del terremoto,


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como el miedo intenso que experimentaban ante los ruidos fuertes, ante las réplicas sísmicas, la posibilidad de acercase al mar, entre otros. - Se consiguió implementar nueve GAM’s, desde donde se brindó soporte y contención emocional, se proporcionó herramientas de afrontamiento ante la nueva situación que la población vive; con lo cual se ha contribuido con la promoción de la salud mental de 135 pobladores de Tambo de Mora. Además de haber permitido reforzar y dar continuidad al trabajo que se venía realizando con los niños asistentes a los talleres de recuperación emocional. 3.3.3

Reflexiones a partir de la intervención en Tambo de Mora Daniele Ingratoci Scorciapino Coordinador Local del Proyecto ASPEm Perú

Naturaleza de lo disruptivo El sismo dejó tras de sí muerte y destrucción, desde el punto de vista físico −lo que llama más la atención de los medios de comunicación y, por ende, de la gente que usufructúa de ellos− y desde un punto de vista psicosocial. De hecho es muy simple, aunque pueda sonar un poco cínico, darse cuenta de edificios arrasados, capillas derrumbadas en el piso, carreteras revueltas, carros destruidos, cuerpos sin vida echados por las calles. Durante estos meses la televisión y los periódicos han utilizado muchas de estas “fórmulas fotográficas” para dar un testimonio impactante del nivel de destrucción que había afectado a varias provincias del Sur. Ciudades como Pisco y Chincha se volvieron el emblema de esta destrucción; los restos de la antigua catedral de Chincha Baja (restos que todavía sostienen una silueta que evidencia precariedad) pueden ser tomados como ejemplo de esta destrucción material que nos conmueve y nos da rabia. Sin embargo, destrucción no significa solamente el derrumbe de edificaciones públicas y privadas. Cuando utilizamos este término nos referimos también a aquella forma sutil de ruptura de las relaciones sociales que sigue a un evento transformador de la realidad y que, por la preocupación de los realistas, no puede resumirse en nada concreto, nada material que pueda fijarse en una rápida toma fotográfica.

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Una intervención en emergencia tiene que abordar estos dos aspectos: el más visible, aquél gráficamente pintado en las calles destruidas de la ciudad de Tambo de Mora; y también el otro, oculto en los corazones rotos de sus habitantes. Los dos son tomados a fuerza por uno de los eventos más transformadores de una realidad, un terremoto de tal intensidad que la historia de esta parte de mundo se escribirá con un antes y un después. Nos referimos al terremoto como un evento transformador de la realidad, en el sentido que rediseña las dinámicas y las relaciones dentro de un sistema político, económico y social. El terremoto irrumpe en la vida de los individuos, de las familias, de la comunidad entera, determinando unas consecuencias a nivel de cada uno de estos segmentos o dimensiones del ser humano; transformándolo como individuo, como miembro de la familia, como perteneciente a una comunidad. Antes de adentrarnos más, debemos definir mejor qué entendemos por eventos catastróficos o por desastre, otro término que generalmente encontramos en sucesos de este tipo. Podemos decir que un desastre, como dice M. Benyakar en su libro “Lo disruptivo: Amenazas Individuales y colectivas” (al cual el lector puede dirigirse para un desarrollo más exhaustivo del tema) es la ruptura de una constelación (des-astrum, en el latín arcaico), la destrucción de un principio de orden y seguridad desde el cual se formaron las estrellas (astrum), el cosmos, así como lo conocemos. Una catástrofe es un suceso infausto que altera el orden de las cosas17, tiene una capacidad desestructurante de las dimensiones interiores y exteriores del ser humano; de toda manera podemos aceptar la explicación que los dos términos son utilizados casi como sinónimos y encontrar un punto común en el sentido de inseguridad, inestabilidad, desorganización que nos transmiten al utilizarlos. Es importante subrayar este aspecto de una situación catastrófica, este elemento de la supuesta emergencia para empezar a entrar, poco a poco, en el mundo transformado que queremos describir. Siguiendo la misma línea, debemos decir que cada catástrofe encuentra sus parámetros de catalogación según criterios diferentes. Sería oportuno tomar en cuenta la definición de catástrofe que nos brinda Harshbarger (1973), citado por Benyakar, (2004), en la que una variable importante del potencial dañino no está en la magnitud del desastre sino en la capacidad de la comunidad de responder a él, de enfrentarlo productivamente. Es decir que, aunque no secundario, es menos importante la gra17

Según definición de la Real Academia Española.


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vedad del evento que la capacidad de resiliencia18 de la población objeto de tal evento. Crocq (citado por Benyakar, 2004), en su definición, resalta entre las consecuencias de las catástrofes, la desorganización social como el evento más negativo, puesto que afecta los sistemas que garantizan la armonía de una comunidad. Un evento como el terremoto, según el daño ocasionado, interrumpe la libre circulación de las personas, los bienes y los servicios sobre los cuales se basan las rutinas sociales y económicas de una comunidad, lo cual complica toda la situación. Es preciso resaltar la función desorganizadora de la catástrofe a nivel individual y social. Un suceso tan imprevisible19 reporta el ser humano a su “normal” condición de habitante de la tierra, que comparte con otros seres humanos y animales una estancia no privada de peligros, que no siempre puede controlar o enfrentar. La rapidez del evento, su factor sorpresivo y súbito nos revela nuestra vulnerabilidad y desvalimiento y nos lleva a una dimensión donde ni la tecnología, ni la inteligencia humana, ni el (sentido de pertenencia) a una civilización, nos devuelven coraje o estabilidad. Además, los desastres naturales, como en el caso del terremoto, no son generados por un agente desencadenante, en el sentido que no tienen, supuestamente, un culpable: a nivel psicológico20 la presencia de un sujeto Lo de resiliencia es un concepto entrado recientemente en el campo de la investigación y clínica psicológica y se refiere a la capacidad de un individuo de enfrentar productivamente y salir positivamente de una situación o evento difícil, por el cual se esperaría un epílogo negativo. Se utiliza sobretodo en relación a las herramientas de la identidad personal, es decir auto-estima, sentido de auto eficacia y respeto por el otro, que facilitan la expresión de comportamientos resilientes. En ese caso lo estamos utilizando con respeto a un grupo social o una comunidad. Es interesante leer las teorizaciones de Boris Cyrulnik sobre la resiliencia. 19 No queremos utilizar el término inesperado para referirnos al sismo pues en esta zona, como en otras del Perú, los movimientos telúricos son ingrediente normal de la cotidianidad y la gente que ahí vive, sabe bien que se encuentra en una zona sujeta a este tipo de catástrofe natural. Podemos entonces decir que el terremoto es imprevisible pero no inesperado. Otra cosa es que estamos en presencia de una voluntaria actitud de ceguera frente la realidad, es decir un proceso de negación colectiva que coincide con un instinto de auto-conservación y salud mental. 20 Es importante referirnos al concepto psicológico de “locus de control”. El locus de control se refiere a la necesidad del individuo de encontrar un sujeto responsable con respecto a lo que le está pasando a él mismo. Generalmente en el caso de eventos negativos, la percepción de un locus de control externo permite al individuo de salvar parte de si mismo de la responsabilidad de la “derrota”, en el caso estamos en presencia de una atribución interna se puede arriesgar se volverse deprimidos cuando los eventos empiezan a ser muchos e intensos. En ese caso el individuo puede desarrollar la impotencia aprendida, es decir una conducta que lo lleva a no reaccionar o responder a la situación negativa, pues ya está en un estado de depresión. En ese caso estamos perfectamente al opuesto de la capacidad de resiliencia desarrollada líneas arriba. 18

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culpable ayuda a enfrentar las emociones generadas por un evento que nos ha dañado y a metabolizar los sentimientos siguientes; la falta de un sujeto culpable aumenta el no-sentido de la situación y la percepción de insensatez del momento que se está viviendo. De hecho, es posible que al ritmo de la contaminación ambiental global, o de la omisión por parte del ser humano en torno al cuidado de la naturaleza y al respeto por las formas de vida, no debe pasar mucho tiempo para que la gente damnificada por un terremoto encuentre un culpable en los grandes poderes y los cerebros que pautan el camino de la humanidad o, más simplemente, en la presunta corrupción de los integrantes de la política económica y social del país. Y, con razón, pensamos que no están completamente equivocados, sobre todo en torno a lo que se podría hacer en términos de prevención de situaciones de riesgos y respuestas a sismos. De todos modos, cabe resaltar que el hecho de poder encontrar un culpable agiliza procesos psicológicos importantes como la victimización y la estigmatización de su propia situación, así como la búsqueda de responsabilidades compartidas. A nivel psicológico nos enfrentamos con individuos que lo han perdido todo, que no reconocen y no tienen confianza en el entorno transformado, que no saben como reaccionar, están inmóviles, esperando; que reflejan en la comunidad la incertidumbre personal, la cual se retroalimenta de las escenas pocos edificantes y terribles de las primeras horas después de un sismo. El diálogo entre su interior y su exterior parece reconducir a una única situación de caos generalizado, incontrolable, inesperado. El “desastre” está servido y el caos irrumpe en las calles. No podemos pensar que esta condición psicológica sea cuestión de pocas horas o días. Es cuestión de meses y meses después de la tragedia, si todavía no se encuentra la manera de expresar y procesar esta vivencia. Tal desorganización del presente incide sobre el futuro, que más bien se vuelve una dimensión hibernada, desaparece, pues no se puede tomar perspectiva futura hasta no volver a la situación de partida. Así que el futuro es un tiempo congelado y el presente es vivido a la expectativa de recuperar la “normalidad perdida” (el pasado). El peligro es perder las dos dimensiones temporales intentando recuperar una de ellas. Entonces, hemos identificado en el sentimiento de incertidumbre uno de los lazos rotos del tejido social golpeado por una catástrofe natural. La necesidad de manejar el sentido de incertidumbre y desconfianza hacia los demás, en un medio donde saltan todas las normas y las reglas de convivencia, agudiza unos prejuicios arcaicos y estereotipos que ayudan a preservar el equilibrio mental. Por ejemplo, en una sociedad tan culturalmente variada como la de Tambo de Mora, se han evidenciado actitudes muy


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marcadas de comportamientos discriminadores21 entre personas de etnias diferentes. Tales comportamientos se generaban como consecuencia de un estado generalizado de estrés y desconfianza hacia el otro. Sabemos que en estos casos se generan percepciones distorsionadas de la realidad, por estar el individuo damnificado, emotivamente estresado, las cuales no favorecen relaciones normales y nos llevan a encontrar siempre un culpable para todo lo que está pasando, sea relacionado al terremoto o no. Esta situación, si continúa por meses, dificulta retomar lazos sociales adecuados y restablecer normas civiles y compartidas de coexistencia. Siguen reinando la inseguridad, la desconfianza, la falta de normas y valores éticos, los cuales son los pilares necesarios para reconstruir una comunidad, antes de construir una ciudad con pilares de cemento. Si no se reacciona pronto al estado de cosas, el camino más natural para enfrentar psicológicamente lo que se está viviendo es acabar como “santos” y recibir el estigma imaginario que hace de cada damnificado una victima más del sistema socioeconómico. El proceso de victimización es otra etapa de la reificación del afectado y depende de procesos psicológicos de proyección y sobre-identificación con los damnificados. Lo que pasa es que un proceso como éste, aunque responda a una necesidad de la sociedad de liberar su altruismo y ayudar en lo que pueda, evidencia también la necesidad de reconocerse totalmente diferente de la víctima, de etiquetar al victimizado como otro e idealizarnos a nosotros mismos como sujetos que respetamos al victimizado. Eso porque la condición de víctima ya prevé aquella falta de juicio, una actitud torpe en los sentimientos, una dificultad en el reconocimiento de la realidad que marca una distancia abismal entre ellos y nosotros. Por otro lado, damos satisfacción a nuestro sentimiento de culpabilidad, al imaginario colectivo de culpa22 que nos atrapa. Al final, la victimización “ayuda” a No entramos acá en el hecho que, de todas maneras, vista su composición cultural y étnica y su notorias estratificaciones socioeconómicas, como su historia y sus herencias postcoloniales, no es atrevido decir que el Perú es un país que tiene un problema con la cuestión racista y no necesita de un evento catastrófico como el terremoto para poner en evidencia los continuos enfrentamientos verbales, corporales y materiales entre personas pertenecientes a diferentes etnias. 22 A ese respecto quisiera indicar justamente una publicidad que salió, con grandes carteles en la panamericana Sur y cerca de los grandes centros comerciales de Lima. En estos carteles se veía la imagen de un niño o una niña del Sur (una damnificada) que estaba en condición de extrema pobreza y desamparo. El lema del cartel preguntaba, al eventual limeño que le llamaba la atención, si él había comido aquel día, pues de hecho un niño o una niña del Sur todavía no lo habían hecho. Nos parece una publicidad que remarca aquel sentimiento de culpabilidad de lo cual hablábamos, además en una clave sutilmente racista, evidenciando en la cuestión de la comida la enésima diferencia entre la capital rica y la provincia pobre y aislada. Por ahí flotaban espectros y fantasmas de la cuestión regional y del centralismo político, económico y social limeño. 21

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quien es víctima a recibir y al que no, a ser diferente de la víctima para encontrar un sentido en relación a la víctima y una identidad suya. Lo que una situación así puede determinar es quitarle poco a poco a cada víctima su historia personal, su propia identidad, sumergiéndola en el mar de las identidades victimizadas por el terremoto, confundiéndola entre los fantasmas de las historias construidas ad hoc para televisiones y periódicos, para nuestro imaginario culpable. En este punto el proceso de resignificación identitaria está completo. La persona damnificada ya ha perdido su identidad personal, su historia y se ha vuelto un número más en la masa de victimas de la insensatez y del desorden. Es como si cada pequeño avance del caos determinara una pérdida total de la identidad del individuo a través de la destrucción de las normas, de los valores éticos de la comunidad, de los principios de convivencia que están por encima de cada cosa, de su misma historia personal, la cual acaba por ser objetivada, adornada y vendida en una tienda de historias del terremoto. Los golpes a la identidad propia y colectiva de un pueblo acaban por aumentar los sentimientos de desconfianza, inseguridad social, falta de apego a las tradiciones que han acompañado la historia de la comunidad. La falta de un manejo seguro, que garantice la transparencia con respecto a pequeños intereses políticos en juego, por parte de las instituciones locales competentes, además de situaciones coyunturales como la fuga de noticias incontroladas y la falta de un buen plan de comunicación a la población afectada, pueden provocar más confusión, división social y choques entre grupos políticos, étnicos y clanes familiares. En una palabra, se abre el paso a la disgregación social. Como dice M. Benyakar (2004) “durante los desastres y las catástrofes se presentan situaciones que desafían los límites establecidos por las pautas deontológicas, conmueven los parámetros relacionales, dejando al hombre ante los más irracional y devalúan las creencias y la moral, que pierden su valor de referencia de las conductas, por un lado, al mismo tiempo que se convierten en principios totalmente rígidos por otro. También se ven perturbados los principios éticos”. Resumiendo, podemos decir que lo que nos espera encontrando una población damnificada es un profundo vacío, llenado por un sinsentido general y compartido. La mayoría de los individuos siente culpa, desesperación, remordimiento, depresión que los lleva a no tener la capacidad de reaccionar frente a la nueva realidad; otros parecen animados por una


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fuerza extrema que los lleva a portarse de manera maníaca, haciendo y deshaciendo cada rato, movilizándose por un lado y otro del pueblo, buscando un objetivo, aunque esta manera de hacer, también, es la demostración de un norte confuso, que no tiene salida. En una situación de este tipo la cosa mas simple y lógica parece ser buscar un culpable que nos indemnice para ser la victima predestinada del momento y despertar los sentimientos de culpabilidad de quien está bien, rechazar todas las normas y las leyes de convivencia (escritas y orales) que hasta ahora han garantizado el respecto de las reglas y la coexistencia de grupos humanos diferentes. La falta de un norte, de una perspectiva personal, familiar, socio-económica a largo plazo, de la seguridad necesaria para plantearse estas perspectivas, son los tumores que afectan más el post-desastre de una comunidad. Para aliviar el sufrimiento y ayudar a la población a tener estrategias de enfrentamiento de la situación, se ha concertado una intervención a doble cara, la cual vamos a describir en el siguiente párrafo. Dos caras de una intervención en emergencia En el marco del proyecto se propuso una intervención de corte humanitario, enfocada a aliviar el peso del daño estructural determinado por el terremoto. Según la intensidad y el grado de preparación de la comunidad al evento desastroso, es normal encontrar en situaciones de este tipo gente que ya no tiene ni casa, ni bienes personales, ni algo para comer o enfrentar el frío de la noche. En el caso de Tambo de Mora, la mayoría de la gente se había movilizado y quedado en una cancha deportiva frente al colegio Miguel Grau y en la zona mas segura, cerca del barrio llamado Vilma León. Las condiciones críticas, la falta de comida, la perspectiva de un sueño a la intemperie, el reciente shock por lo que había pasado, habían dejado a la gente en un limbo de inacción, a la espera de quien pueda llegar, pues siempre, en casos como estos, la desesperación inmoviliza. No es fácil acostumbrarse a una realidad transformada en “dos minutos de locura telúrica” y pasar del “preguntarse qué comemos en la cena” a darse cuenta que no hay cena, ni comida, ni cocina donde cocinar. Por eso se actúa repentinamente para satisfacer estas necesidades, en la convicción que es necesario responder en manera súbita y fructífera a las exigencias básicas de una población afectada por tal evento. Las exigencias básicas de las cuales hablamos son las de alimentarse, dormir bajo un techo, poder encontrar un espacio para sus necesidades fisiológicas.

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Estas necesidades básicas se cruzaban y mezclaban con otros pedidos de seguridad y cuidado de la población desplazada por el sismo, en refugios improvisados en las esquinas y plazas de las calles. En la intención de responder a esta situación tan crítica, la intervención humanitaria se enfocó en la implementación de módulos temporales de viviendas para los damnificados del sismo. Además se han entregado 10 toneladas de víveres a los comités de Vaso de Leche para complementar el desayuno de los niños y niñas de Tambo de Mora y se ha organizado un sistema de implementación de 111 letrinas a la población carente de los albergues y de las zonas rurales del pueblo y de distritos limítrofes. Se ha distribuido, también, unos kits para superar el frío, la intemperie y para prodigar un sueño más tranquillo, durmiendo en colchones cubiertos de frazadas calientes o colchas frescas. La primera respuesta se ha concentrado, entonces, en los elementos básicos de la vida humana, en la satisfacción del comer, dormir y cumplir con sus necesidades fisiológicas, que son la base de la normalidad biopsicológica del ser humano. La intervención humanitaria fue propuesta para contribuir a la recuperación de un estado básico de normalidad en el cual el ser humano puede reconocerse como tal y no confundir sus confines identitarios con los de otros agentes que se mueven en el paisaje desolado de la post-catástrofe. Recientemente, Mario Vargas Llosa, en un artículo aparecido en el diario peruano El Comercio, sobre la cuestión de la dignidad humana, subrayaba apropiadamente cómo uno de los confines que delimitan la vivencia digna de la indigna, es la posibilidad de tener un lugar donde satisfacer las necesidades fisiológicas. Mencionaba el caso de una zona lejana de África donde la presencia de bolsitas volantes de plástico, que están llenas del producto de tal necesidad, testimonia el degrado personal al cual esta sometido el habitante de la zona. Como decir que agua y desagüe son los polos de un “continuum” que termina donde alberga la condición indigna del ser humano. Tener un lugar donde defecar es parte de los derechos que constituyen la dignidad de la existencia humana, como también lo es alimentarse. Otro aspecto importante es poder dejar de dormir en la calle, vulnerables frente al frío de la noche, a la intemperie, al riesgo de ser asaltados, para dormir en un refugio, por provisional y temporal que pueda ser. Dormir en un pequeño módulo de vivienda, como los que se distribuyeron en el marco del proyecto, permite ganar nuevamente un mínimo de privacidad, compartir con la familia o los seres queridos un espacio simple y totalmente nuestro, reencontrar el espacio del núcleo familiar con sus reglas, sus dinámicas,


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sus necesidades, hasta sus peleas habituales, siendo ellas también parte de la normalidad perdida. En contextos tan confusos e imprevisibles, la dimensión más afectada es la de la privacidad, entendida no sólo como la privacidad individual sino la del núcleo familiar. La falta de una casa representa esta pérdida de la privacidad, de lo que es más nuestro, más relacionado con las reglas de vida y de conducta que hemos escogido y que habitualmente llevamos adelante en nuestra vida cotidiana. La casa es la representación de lo más íntimo que podemos tener, de aquello cuanto más particular sentimos como nuestro, más cercano a nuestra identidad personal. La destrucción de la casa es la destrucción de ese núcleo simbólico de sí, es desnudarse frente los demás, develar la propia intimidad frente a personas diferentes y extrañas. Un pequeño módulo de 18 metros cuadrados no puede satisfacer ese pedido de privacidad pero sí puede permitir reconquistar una primera independencia desde las miradas de la calle, un mínimo de intimidad donde cuidarse y cuidar la familia, un lugar relativamente aislado del ruido de un “afuera” lleno de colas para víveres, camiones y taxis, polvo y ruinas en cada esquina. Desde niños aprendemos, en un proceso largo y continuo, a diferenciar entre nosotros y los otros, aprendemos a reconocer el otro (eso es lo que siempre señalan los manuales) pero sobretodo aprendemos a reconocer nuestros limites, inicialmente físicos, para construir nuestra identidad física y psicológica. En estas situaciones precarias parece que estos confines se pierden nuevamente y todo se confunde entre lo que es interior y lo que es exterior al sujeto. Subjetividad y mundo externo se compenetran de una manera que puede afectar seriamente el sentido de identidad de las personas. En la medida que el problema principal de una situación de crisis es cómo retornar a la normalidad previa al evento, la distribución de víveres, artículos para protegerse de la intemperie, refugios temporales y letrinas, son recursos que nos ayudan a intentar lograr esa situación de normalidad perdida. Más allá de su consistencia concreta y su funcionalidad efectiva, estos objetos responden a necesidades fisiológicas que repercuten sobre la psique humana y sobre su capacidad de relacionarse con el otro. No poder garantizar este nivel de partida comprometería toda la siguiente intervención la cual, finalmente, mira a mantener el camino siguiendo el norte de la ruta hacia la normalidad, empezada con la distribución de bienes. Sin embargo, como hemos visto, el valor simbólico de la entrega es otro asunto que no se puede dejar de lado. Cada bien entregado no es solo un objeto que satisface una necesidad, sino que se valora el gesto mismo de la entrega de algo que adquiere un significado simbólico de cariño y

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cuidado y que sirve para crear una relación de confianza, pues responde a una necesidad humana, la de sentirse acogido y cuidado23. Tal relación que se construye día tras día con la gente, a través de la entrega de material, se ha puesto en relación con el otro eje de intervención, promovido en el marco del proyecto. Nos referimos a la promoción del desarrollo comunitario, que se complementa perfectamente con el enfoque humanitario en la medida que retroalimenta ese intercambio, enriqueciendo la subjetividad del individuo de nuevos significados simbólicos. El eje de desarrollo se ha sustentado involucrando elementos de la comunidad24 en las actividades para la repartición de los bienes. Estas personas han participado vivamente en las actividades desarrolladas, desde la convocatoria de sus conciudadanos para conversar con los promotores locales en torno a la mejor distribución de los módulos de vivienda hasta la participación en la entrega efectiva de los alimentos en los comités de Vaso de Leche o incluso el cuestionamiento sobre las modalidades de entrega de otro tipo de bienes. El trabajo del equipo tuvo siempre como horizonte el involucramiento de agentes de la comunidad (dirigentes locales, mamás de los comedores, señoras del vaso de leche, directores y profesores de los colegios, personalidades de la municipalidad, gerentes de la posta médica, simples ciudadanos que tenían la disponibilidad y necesidad de ayudar) para construir una labor compartida. Muchas investigaciones y material bibliográfico han resaltado cuán importante es la posibilidad de intervenir activamente en una situación, participar, según límites y competencias adquiridas en el tiempo, a la resolución de un determinado problema. Hemos visto que una de las dificultades que se encuentran en la población afectada es este sentido de vacío que se debe colmar en alguna manera. Lo importante es pautar, ordenadamente, esta predisposición a llenar el vacío y permitir a la persona interesada ser realmente útil a su comunidad. Aunque haciendo pequeñas25 cosas, la persona que colabora en unas actividades se percibe haciendo algo útil y tiene una actitud positiva hacia su gente. Por supuesto, sobre todo en situaciones trágicas como éstas en las cuales el miedo más grande es no recibir ayuda y cuidado por parte de nadie. 24 Sin considerar que el proyecto consta de 10 promotores locales (es decir, del mismo Tambo de Mora) que se han empoderado, en el transcurso, adquiriendo las competencias necesarias para enfrentar, en futuro, situaciones de este tipo. 25 En una experiencia tenida meses antes con los mismos niños de Tambo de Mora, días después del terremoto, fue muy importante para ellos y ellas participar, cada mañana a las 9, de la limpieza del local donde se distribuían víveres. Era una manera de sentirse útiles a su comunidad. 23


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Poder participar de manera continua o intermitente en experiencias de este tipo (en la medida que no estamos en presencia del riesgo que tal comportamiento sea causado por intereses secundarios) permite a la persona no sólo sentirse importante para su comunidad, en un momento en el cual es necesaria la ayuda solidaria, sino también le permite tener un orden en su vida diaria, una referencia fija, que ha venido a suplantar otras rutinas ya desaparecidas después del terremoto. De hecho, el nodo más importante en un desastre es el cambio de la rutina cotidiana por algo diferente que todavía no se conoce, por algo que todavía no se ha encontrado, por algo que todavía falta. La participación en actividades del proyecto, como promotores o como simples beneficiarios, ha permitido restablecer un orden en la vida cotidiana, retomar unos tiempos, unos ritmos justificados por un fin, un objetivo común. Todo el pueblo, tanto los que han participado de manera más presente como los que se han interesado por ratos, ha podido presenciar las actividades del proyecto particularmente dirigidas a la mejora de su condición de vida. Todo el pueblo ha tenido un norte y un objetivo común alrededor del cual reconstruir su sentido de vida, reasignar unas normas compartidas, dar vida a estas normas, defenderlas y hasta luchar por ellas. La participación de la colectividad ha asegurado el regreso de un orden, una base de principios sobre los cuales construir nuevas reglas de respeto y convivencia. A su vez, este respeto de las reglas, que ha garantizado la convivencia de grupos diferentes en un momento tan crítico, se ha retroalimentado de los efectos psicológicos de esta participación activa. Estos efectos se evidencian a través de un real empoderamiento del individuo, un aumento de sus competencias personales en cuestiones relativas al desarrollo de las actividades en particular y del manejo crítico y respetuoso de la relación con el otro, en general. El individuo aumenta así su sentido de auto-eficacia, es decir se descubre más competente y con más recursos frente situaciones de peligro de los que inicialmente pensaba. Aumenta su autoestima en la medida que recibe el reconocimiento a su ayuda por parte de sus amigos y pobladores. Se siente más sereno y de un estado de ánimo más fuerte para enfrentar el día a día que se volvió más difícil también para él. Finalmente, siente que pertenece a una colectividad que reconoce su compromiso y su labor. Promover la participación activa de la población en la elección de las estrategias de intervención y en las actividades restablece, entonces, aquel sentido de pertenencia a la comunidad, cuya pérdida, justamente, es una

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de las consecuencias26 más devastadoras y terribles que pueda tener un evento catastrófico en un grupo. La intervención que acabamos de describir se enfocó sobre todo en la re-organización de la gente alrededor de una norma que de un orden y en la revaloración de la comunidad como conjunto de seres humanos con sus características y peculiaridades. Otra dimensión, siempre complementaria a la intervención psicosocial, pero con un corte más psicológico, fue la labor directamente desarrollada con niños, niñas y adultos de la comunidad. El objetivo de esta labor era, como siempre en la óptica de un desarrollo comunitario, brindar a los participantes las herramientas necesarias para enfrentar situaciones de crisis y seguir adelante en su cotidianidad. La labor se concentró principalmente en los niños y niñas de la zona y abarcó la relación con los adultos como consecuencia de una visión sistémica. Sabemos que es importante, en el trabajo con niños y niñas, cubrir todos los espacios significativos de su vivencia cotidiana y determinar cambios positivos en su actitud es también función de cuántos cambios se pueden determinar en la actitud de sus padres. Por ese motivo se implementaron espacios de contención para niños y niñas, pero también para sus padres. En estos espacios los niños y las niñas se ocupaban de jugar o participaban en talleres de manualidades en el caso de los más pequeños27, mientras que los más grandes participaban en talleres diseñados ad hoc por un grupo de psicólogos para el desarrollo de competencias particulares que ayudaran a promover respuestas resilientes frente una situación adversa. No debemos olvidar que otra conducta típica de una comunidad afectada por un desastre es quedarse a esperar las ayudas hasta a sentirse totalmente en derecho, meses después de la tragedia, a seguir recibiendo todavía. En situaciones muy extremas o de fuerte polarización económica eso puede generar, pasando los meses, un contexto difícil en la medida que una parte de la población ha retomado su ritmo de vida (trabajo y vida familiar) pues consigue, también económicamente, seguir adelante; mientras que otra parte de la población, generalmente la más pobre, sigue esperando las ayudas. Tal situación exacerba unos lugares comunes, “topos”, sobre la población más pobre, que se identifica socio-económicamente y étnicamente. Es decir, la división se hace mayor y se cultivan otros prejuicios que pueden explotar en conductas abiertamente racistas.

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En los espacios para los niños y niñas pequeños participaban niños y niñas de 2 hasta 6 años. En los espacios para niños y niñas más grandes participaban los que tenían entre 7 y 13 años. Cabe señalar también que, mas allá de su importancia para la expresión emocional, participar en talleres estructurados por el juego permite a los niños desarrollar todas las habilidades móviles, físicas, psicológicas, sociales, necesarias para su normal crecimiento.

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Se les ofrecía un espacio de contención emocional a través de los talleres, pero sobretodo, a través de las horas pasadas en situación de juego casi estructurado. En estas horas los niños jugaban con las promotoras y tenían la posibilidad de expresar todas las emociones que traían. Compartían, entonces, un espacio donde recibían una buena acogida, personas que le daban cuidado y atención, operadores que los escuchaban y daban contención a sus relatos, sus emociones, sus sentimientos. Se estaba promoviendo, entonces, un espacio de escucha cálido e importante, un espacio físico y psicológico que los niños aprovechaban y reconocían como totalmente suyo. El uso del juguete, del juego de mesa, o en la calle, compartido con los demás no tenía un rol secundario. Constituía la posibilidad de jugar tranquilamente en un ambiente protegido y recibiendo todo el cuidado de los adultos, permite a los niños y las niñas, sobre todo aquellos muy pequeños que todavía no consiguen verbalizar sus sentimientos, expresar su rabia, su hostilidad o la tensión general que están viviendo en familia. Los niños aprenden que ese lugar es para ellos y allí pueden expresar sus sentimientos tranquilamente pues encontrarán una contención emocional y la posibilidad de procesarlos poco a poco, lo que es muy importante, sobre todo considerando que muchas veces el miedo encapsulado en los corazones de los padres no permite conversar en familia de asuntos poco manejables emocionalmente como el del terremoto. Paralelamente, la promoción de espacios de juego libre y compartido entre adultos y sus hijos desarrollaba una función todavía más importante: devolver un espacio más a la relación entre padres e hijos. También esta actividad es un intento de reconstruir una relación de amor, respeto, hermandad, que el evento ha cambiado, por lo menos temporalmente. Estamos siempre en la línea de aquella búsqueda de normalidad necesaria para reorganizar la propia vida (personal y familiar) y reconquistar un poco de tranquilidad. En este proceso de fortalecimiento de las relaciones entre adultos y niños y de capacidad personal para el afrontamiento de situaciones de riesgo se inscribe también el desarrollo de los talleres para niños y niñas más grandes que tenían como objetivo permitir la expresión y contención emocional en un primer momento (como en el caso de los niños mas pequeños) y aumentar la autoestima y el sentido de auto-eficacia. Todo esto en la óptica de una mejora de la capacidad de resiliencia de los participantes.

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Consideramos la resiliencia como la capacidad interior en transformar eventuales sucesos negativos, que generalmente deberían llevar a consecuencias negativas, en experiencias positivas y constructivas. Tal capacidad es importante para enfrentar no solo esta situación negativa sino todas las dificultades que, en otros momentos, la vida puede presentarnos. En el cuadro general no podía faltar la presencia de un espacio de contención también para los padres de los niños y niñas que participaban de los talleres. Estos espacios, llamados GAM28, fueron dirigidos por psicólogos especializados (sin embargo en un segundo momento, pasada la emergencia, individuos que participaron en el GAM pudieron sustituir a los psicólogos) y permiten dar a los adultos, en ese caso, una contención emocional. Los adultos aprenden a reconocer estos espacios como importantes para conjurar las preocupaciones y las cargas afectivas que éstas llevan consigo. Saben que pueden expresarlos en un lugar que los acoge. Aprenden así a reconocer la universalidad de algunos problemas, a escuchar varias propuestas de solución, a no avergonzarse por lo que sienten29 y perciben, que pertenecen a un nuevo grupo en un momento en el cual la furia del desplazamiento (recordamos casos de antiguos vecinos de casa o de calle que se han reubicado en zonas diferentes, es decir han perdido en un solo instante al vecino que habían conocido desde pequeño) ha determinado divisiones y separaciones. Finalmente, los dos espacios eran igualmente empleados en el procesamiento de los fantasmas emocionales y del imaginario individual de niños, niñas y adultos, los cuales, a menudo, se retroalimentaba en la misma familia, en el mismo hogar, sin tener la posibilidad de salir a través de las palabras o de gestos entendidos y contenidos por los demás. Los GAM son Grupos de Ayuda Mutua conformados por 8 hasta 12 participantes y son dirigidos por un/a psicólogo/a. En estos grupos se enfrentan temas relacionados a eventos que han generado preocupación y miedo en la gente; es un espacio en el cual la gente reconoce un problema común, puede conversarlo y eventualmente encontrar una solución. Estos grupos promueven, de hecho, el procesamiento de emociones muy fuertes. 29 La posibilidad de participar a los GAM llevaba a los padres a entender más la utilidad de un espacio de contención emocional para sus niños, el cual de hecho era el espacio de juego libre. Esta coyuntura mejoraba la participación y la disponibilidad de los adultos a brindar todas las condiciones para que los espacios siguieran adelante con sus actividades. 28


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Como una conclusión Hemos venido caminando hacia este punto, resaltando el doble aspecto de una intervención que se ha alimentado a través de su espíritu humanitario y de la mirada de desarrollo comunitario, en la convicción que el primer deber de un proyecto es dejar personas empoderadas y capacitadas para desarrollar en futuro roles iguales o parecidos. Por un lado, se ha intervenido en la creación de una organización comunitaria distribuyendo roles y responsabilidades a todos los pobladores comprometidos en la recuperación de su comunidad. Por el otro, junto a la adquisición de recursos y competencias personales, se le ha brindado a la población la posibilidad de procesar sus fantasmas, sus recuerdos, sus miedos, sus sentimientos de culpa y sus pequeños momentos de felicidad y satisfacción. En pocas palabras, el proyecto ha intervenido en lo que podríamos llamar la reestructuración externa (como construcción de normas que regulan las actividades diarias y las conductas respetuosas del otro) e interna (en el sentido de brindar un espacio para la elaboración de los propios procesos internos, anímicos, espirituales). Es decir ha abarcado las dimensiones más importantes del ser humano promoviendo un proceso de retroalimentación entre el afuera y el adentro que ha dado continuidad y significado a la existencia de los individuos. Esto ha contribuido a asegurar cierta estabilidad para poder reconstruir la comunidad, recogiendo los pedazos de identidad que el sismo había lanzado de un lado al otro, y empezando a juntarlos nuevamente en su historia y vivencia personal. Comienza por estas placas donde figuran el domicilio y el nombre de la familia que se encontraban en las casas ya hundidas o derrumbadas, y que los habitantes han pegado en las puertas de los refugios temporales, recuperándolas del barro y de la tierra baldía. Una manera de decir quiénes somos. Punto de partida para volver a describirnos desde un punto firme para seguir adelante en el camino, esperando un nuevo reencuentro.

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 Gonzalo Falla / José Luis Cabrera

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l proyecto fue posible no sólo gracias al aporte económico de la Junta de Andalucía y la esforzada labor de los equipos de las instituciones que se unieron por Tambo de Mora, sino también al imprescindible compromiso y solidaridad que diversos actores de la comunidad pusieron en juego desde un inicio para devolver la esperanza a esta castigada localidad de la costa sur del Perú. Desde los primeros días posteriores al terremoto, se involucraron con las labores de rescate y apoyo a sus vecinos, así como en la identificación y evaluación inicial de necesidades. En ese sentido, es conveniente concebir el proyecto como una oportunidad de aprendizaje y de desarrollo de capacidades para los agentes de la comunidad y agentes externos que participaron en el proyecto. A continuación, presentamos las lecciones aprendidas por cada uno de los actores que dedicaron y dedican sus esfuerzos a la reconstrucción de Tambo de Mora. 4.1

Familias

El proyecto ha sido una valiosa oportunidad de aprendizaje de nuevas formas de relacionarse para las familias participantes. La metodología de los talleres que consideró los principios y técnicas de la educación participativa – implementados por las promotoras y activistas del proyecto fomentaron los valores del buen trato y el respeto a los derechos de las personas. Estos aprendizajes colisionaron al principio con algunas prácticas tradicionales de crianza, como la punición y el castigo, pero luego dieron paso al diálogo, la comprensión y la comunicación asertiva. Luego del sismo, las interrelaciones quedaron resquebrajadas por el temor y el pánico que desestabilizaba a las personas e influían negativamente en sus relaciones cotidianas. En estos escenarios era fácil que se exacerben las emociones y se instale una dinámica familiar perversa que afloraba en forma de violencia, que muchas veces afectaba a los más pequeños. Los niños y niñas participantes de los talleres, fueron contenidos emocionalmente y aprendieron a expresar y manejar sus emociones en el contexto de sus grupos de trabajo. Esto hizo que vayan perdiendo el mie-


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do y empezaran a expresar sus afectos de manera más adecuada, lo cual fue reconocido por sus familiares que con alegría veían cómo, sus hijos, empezaban a esbozar sonrisas y a perder el temor sembrado luego del sismo. Este ingrediente fue clave para instalar en las familias una nueva dinámica emocional que hizo dejar atrás el mal recuerdo y el temor de un nuevo sismo y a su vez, permitió abandonar la violencia en las relaciones cotidianas. Muchos niños y niñas se encontraban habituados a las relaciones de poder institucionalizadas en el mundo de la escuela, marcadas por la jerarquización, el castigo al débil, la permisividad frente al abuso y la esperada pasividad del alumno. Estos niños y niñas encontraron en los espacios generados por el proyecto, la oportunidad de relacionarse con otros niños y adultos de manera democrática y respetuosa de su individualidad. En ese sentido, el proyecto ha sido una gran lección de democracia e igualdad de derechos. El dar lugar a este espacio distinto apunta a cortar el círculo de la violencia, el cual usualmente pervive en la dialéctica entre represión –rebeldía; más represión– más rebeldía. Precisamente el espacio de las carpas de juego, donde las normas de convivencia se construían por consenso y con el ejercicio de un “liderazgo cariñoso” por parte de las promotoras, le da la oportunidad a los niños y niñas para que aprendan conductas y formas de resolver conflictos alternativos a la agresión. Muchos de los padres y madres de los niños participantes refirieron que sus hijos e hijas habían mejorado notablemente en sus relaciones con sus hermanos y contemporáneos, logrando expresar sus sentimientos respetando los derechos de sus amigos y hermanos y conduciéndose de maneras más asertivas. 4.2

Promotoras

Por parte de las promotoras que participaron en el proyecto, cabe mencionar que sus aprendizajes tuvieron lugar principalmente en los aspectos relacionados con el vínculo entre ellas y los niños y sus formas de corregir las conductas problemáticas. En ese sentido, según las mismas promotoras, desarrollaron capacidades metodológicas necesarias para la conducción de grupos de niños y niñas, como son: estrategias para que los niños aprendan a respetar las normas de convivencia del espacio de juego; fomentar la participación de los niños mediante lluvia de ideas, haciendo preguntas a todos y dando oportunidad para que expresen sus opiniones libremente; promover que


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los niños expongan sus trabajos delante de sus compañeros; y, elaborar guías semiestructuradas de las sesiones. Por otra parte, también se refieren a los aprendizajes que tuvieron a partir de experiencias que, según ellas, no debieron ocurrir debido a sus efectos negativos. En este punto se encuentran los aspectos relacionados con el vínculo entre las promotoras y los niños y las maneras de corregir las conductas problemáticas. Reconocieron que no se debería reprender con dureza a un niño ni expulsarlo del módulo. Asimismo, reconocieron la necesidad de aprender a controlar la expresión de sus emociones, en tanto podría llegar a ser un obstáculo para el normal desarrollo de las sesiones. 4.3

Organizaciones y comunidad

Desde el punto de vista institucional, el proyecto ha brindado la oportunidad para la conformación de un consorcio que supuso la sinergia y el intercambio de saberes y prácticas: por un lado, la Asociación Solidaridad Países Emergentes − ASPEm, con una larga experiencia de trabajo enfocada en la promoción del desarrollo comunitario; por el otro lado, APY – Solidaridad en Acción, animados por su compromiso y su labor por brindar alivio y ayuda humanitaria a los que más sufren. Esta complementariedad de enfoques y estrategias se puso al servicio de la gestión del proyecto, la cual se concibió como un espacio de responsabilidad compartida entre las ONGs y la comunidad. Otro acierto del proyecto fue que supo identificar líderes de la comunidad y pudo canalizar su fuerza, dándoles la oportunidad de tener un rol protagónico frente a la gente. Esto propició un clima de confianza y redujo la imagen de las instituciones como “extranjeros” o “limeños”. Asimismo, el proyecto no sólo aprovechó sino que también fortaleció las redes sociales preexistentes al sismo y a la ayuda. Esto cobra una importancia capital, en tanto una de las víctimas de toda catástrofe es la red social y se hace imprescindible propiciar su recomposición, que es tan importante como la reconstrucción física. Felizmente, hay insumos para esta tarea: una tradición de solidaridad y capacidad de organizarse para unir esfuerzos tras un objetivo en común, además de un fresco y muy peruano sentido del humor que sazona el día a día y que inyecta esperanzas y fe en que el futuro será mejor gracias al esfuerzo propio y la solidaridad.

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Dibujos de los niños (luego del sismo)

Luego del sismo, se suspendieron las clases escolares en Tambo de Mora y otras localidades afectadas. Pasado un tiempo y de regreso a clases, los profesores encontraron niños temerosos e inseguros. Algunos docentes, echando mano de su propio ingenio, desarrollaron actividades que buscaron afrontar la problemática emocional de sus alumnos, como es el caso de una maestra del colegio parroquial de Cruz Verde. Ella motivó a sus niños a expresar en dibujos lo que no querían decir con palabras. A continuación presentamos una pequeña muestra de esos dibujos.





Referencias bibliográficas Benyakar, M. (2004). Lo disruptivo. Buenos Aires: Editorial Biblos Cánepa, L. (2002). Historia Ilustrada de la Provincia de Chincha. Chincha: J&C Impresores. Cyrulnik, B. (2007). La maravilla del dolor. Barcelona: Granica. Instituto Nacional de Defensa Civil (2007). Movimiento sísmico afecta severamente departamentos de Ica y sur de Lima. Informe de Emergencia Nº 286. Lima: INDECI Klauer, A. (2005). Los abismos del cóndor. Disponible en: www.eumed.net/libros/2005/ak1/ Manciaux, M. (Comp.) (2003). La resiliencia: resistir y rehacerse. Barcelona: Gedisa. Pachas Lévano, Carlos (2006). Apuntes históricos de Chincha 1870 – 1950. Chincha: J&C Impresores. Pachas Torres, Clorinda (1998). Folklore de Chincha. Chincha: Editorial JCF Tavera, H., Bernal, I. y Salas, H. (2007). El Terremoto de Pisco del 15 de Agosto de 2007: Aspectos Sismológicos. El Terremoto de Pisco del 15 de Agosto de 2007 Volumen Especial – IGP (Versión Preliminar) [en línea] Lima: Instituto Geofísico del Perú. Disponible en: http://www.igp.gob.pe [2007, 12 de diciembre]



Reseñas personales Responsables de la sistematización José Luis Cabrera Chacón. Psicólogo social, egresado de la Maestría en Sociología (Universidad de San Marcos) y del Programa de especialización en Salud Mental en Poblaciones (Universidad Cayetano Heredia). Consultor en desarrollo social y relaciones comunitarias. Socio fundador e investigador del Instituto de Psicología y Desarrollo - IPSIDE. Docente de Ciencias Sociales de la Universidad Científica del Sur y de Psicología Social de la Universidad Ricardo Palma. Gonzalo Falla Carrillo. Psicólogo social, socio fundador e investigador del Instituto de Psicología y Desarrollo - IPSIDE. Maestría en Estudios Políticos por la Universidad de San Marcos, Lima. Consultor de diversas organizaciones no gubernamentales, gobiernos locales e instituciones públicas para temas de promoción de la salud y desarrollo social.



Equipo del Proyecto Daniele Ingratoci Scorciapino. Coordinador local del proyecto. Licenciado en psicología con especialización en patologías mentales de la niñez y adolescencia. Responsable de la intervención psico-social de la ONG ASPEm en las zonas afectadas por el terremoto del 15 de agosto. Lilibeth Pinchi Guerrero. Coordinadora general del proyecto. Responsable por la fundación APY-Solidaridad en Acción. Licenciada en psicología, con estudios de especialización en cooperación internacional. Jose Antonio Mancera Rivera. Coordinador Área Acción Humanitaria de la Fundación APY Solidaridad en Acción. Responsable de la Valoración Inicial de Necesidades y formulación del proyecto de referencia. Enlace de coordinación y gestión con la entidad financiadora y los diferentes actores en el terreno. María Esther Zevallos León. Directora en el Perú de la Asociación Solidaridad Países Emergentes – ASPEm, institución responsable de la ejecución del proyecto de referencia. Con amplia experiencia en el diseño e implementación de proyectos de desarrollo. De formación en derecho y ciencias políticas, cuenta con diplomados en Género y en Sociología, así como con diversos estudios en gestión de proyectos, tanto en el Perú como en el extranjero.


Una mención especial a los miembros del equipo del Proyecto Gina Aburto Peña. Psicóloga. Jessica Vargas Farfán. Psicóloga. Rosa Moreyra Hernández. Educadora. Trilsen Adita Cabrera Torres. Educadora. Rodolfo Víctor Palma. Ingeniero civil. Melchorita Ormeño Pachas. Promotora de la línea 2. Ana Melva Ramírez. Promotora de la línea 2. Liliana Santamaría Antezana. Promotora línea 2. Maria López del Rosario. Promotora de la línea 2. Nelly Huasasquiche Valerio. Promotora de la línea 2. Isela Felipa Prado Camacho. Promotora de la línea 2. Judith Rocío Ortiz Palomino. Promotora de la línea 2. Azucena Pérez Lévano. Promotora de la línea 2. Yohn Nájar Moreyra. Promotor de la línea 1. Yossimar Villamares Lete. Promotor de la línea 1. Carlos Zevallos León. Chofer.



La respuesta solidaria en el Sur Se terminó de imprimir en junio de 2008 en los talleres gráficos de SINCO editores Jr. Huaraz 449 - Breña • Teléfono 433-5974 • sincoeditores@yahoo.com


Con el financiamiento de:


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urante las semanas posteriores al sismo del 15 de agosto del 2007 que afectó al sur del país, se comenzó a ejecutar el proyecto “Intervención de Emergencia en Tambo de Mora 2007”, impulsado por el consorcio conformado por la Asociación Solidaridad Países Emergentes - ASPEm y la Fundación para la Cooperación APY Solidaridad en Acción, con el financiamiento de la Junta de Andalucía. Este documento recoge las vivencias de los habitantes de Tambo de Mora a partir del sismo que afectó al sur del país, así como las experiencias del equipo ejecutor del Proyecto. Merece una mención especial la respuesta solidaria de esta comunidad que apuesta por su futuro y se esfuerza día a día por recuperarse y tener un vida digna. En primer lugar, se ubica la situación de Tambo de Mora, en sus aspectos geográficos, históricos, económicos, sociales y culturales. Seguidamente, se describe lo que fue el sismo, así como lo que esa catástrofe significó subjetivamente para las personas de Tambo de Mora. Desde la perspectiva de los protagonistas, también se relatan los primeros esfuerzos y las primeras respuestas para afrontar los efectos devastadores del terremoto, así como la ejecución del proyecto propiamente dicho. Finalmente, se señalan los aprendizajes conseguidos por los diversos actores involucrados en este proceso de solidaridad y de esperanza.


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