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Fe, solidaridad y compromiso con la promoción de la justicia

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Como antigua alumna del colegio Sant Ignasi-Sarrià de Barcelona, y madre de futuros alumnos del colegio -mi hijo mayor empezará P3 el próximo curso- , recientemente me ha surgido en distintos foros la siguiente pregunta: ¿por qué el colegio Sant Ignasi?

Y la respuesta siempre gira en torno a una premisa: la educación jesuítica. Desde la humildad de alguien que siente profundo agradecimiento por la educación recibida, lo que más ilusión puede hacerme ahora es dar a mis hijos la posibilidad de recibir esa educación, y empaparse de los valores y la fe que forman los cimientos de la educación jesuítica. Creo que es un regalo, un don que conlleva cierta responsabilidad, pero también libertad. Y quiero que mis hijos sean personas libres, es decir, personas con criterio y con herramientas para saber vivir libremente con responsabilidad.

Si tuviera que explicar, desde mi modesta vivencia, qué pilares de la educación jesuítica marcan la diferencia y entrañan un elemento común entre distintas instituciones educativas de los jesuitas, resaltaría tres.

En primer lugar, la vocación de formar a hombres y mujeres para los demás. La enseñanza, a través del ejemplo y de testimonios, de que el foco no está en uno mismo, si no en el otro. La educación desde la humildad, huyendo de la soberbia y la falsa autoridad. El centro está en Dios, en Jesús, y por tanto, en los más desfavorecidos. En la educación siempre está presente la fe, la solidaridad y el compromiso con la promoción de la justicia.

En segundo lugar, creo que es muy importante la voluntad firme de formar a personas capaces de pensar, de razonar y de discernir desde la fe. Creo que esta enseñanza es fundamental para formar a personas capaces de responder a las necesidades reales de su tiempo. Con información, con tolerancia, y desde la libertad.

Y en tercer lugar, el trabajo para la excelencia. Desde la humildad, y con el centro fuera de uno mismo, la educación jesuítica invita a huir de la mediocridad para ser hombres y mujeres para y con los demás. Es una llamada a dar lo mejor de cada uno, en el marco de sus posibilidades, en un contexto de respeto y exigencia.

Creo que buena parte del agradecimiento y apego que siento con la Compañía de Jesús y por la educación jesuítica –como tantos otros– se lo debo al legado del Padre Pedro Arrupe SJ, a quien me permito citar con una frase que creo que es ilustrativa de cómo vivió él su vocación. Dice así: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.

Y hoy miro el presente y al futuro, y sigo agradecida e ilusionada, gracias a la labor de muchos Jesuitas, inumerables docentes y personas que trabajan cada día para acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador, tal como señaló el Padre Arturo Sosa SJ en las Preferencias Apostólicas, y tal como nos recordó el mismo Padre General reuniéndose personalmente con los jóvenes asistentes al X Congreso de la WUJA, que tuvo lugar en Barcelona el pasado mes de julio de 2022.

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