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Soledad del Puente, Puente de Soledad...

Cruza el Puente, sin desmedido lujo, mirada en silencio, Soledad de Soledades, hermandad que luce ronco gemido. Sus hermanos, tímidos barredores de lluvia, humildes, serenos los mismos que admiten la certeza del dolor, en su quebrada.

Su alma, busca la llegada de una Virgen que a lágrima viva, se retuerce entre el negro tafetán de su manto purpúreo. Letras en oro le marcan, sayón blanco cubre la piel bendita la que sangrase de dolor ante su Hijo, la misma Dolorosa.

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Abajo, en San Roque, luego ermita dolida que cubre tiempo, Sangre de Cristo entre guirnaldas que cubrieron sus andas, Cabildo ausente, sin el silencio compungido de su recuerdo y ahora, cruza entre Santo Domingo, torre de queda, su hogar solemne.

Por qué no vienes ante mí, con sonriente rostro a ser fiel prenda, por qué no quieres dejar sentir sosiego ante el Hijo que morirá sin más remedio que el Alma de cada Nazareno en tu costal. Por eso eres Soledad de Soledades, por eso te quiero y tú me mandas.

Madre de la noche, sublime paso; madre de las madres, señora ausente. Sin palabras, tal cual borlones cuelgan del palio bendito, en su escenario, pasando el Puente, volviendo a casa, soñando siempre. Soledad de Soledades, Soledad del Puente y a puente quieres y así lo crees.

Miguel Romero Saiz

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