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Cristo de las Misericordias

Se ha callado su voz, no se oye nada. Tallo de lirio ajado, sus rodillas, desprendido clavel ensangrentado, paradigma de muerte y noche fría.

La tierra cubren sombras tenebrosas resaltando su faz de marfil lívida. Es el último ocaso que despide a un sol divino en nubes de sangría.

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Convertirá la cruz el carpintero en tálamo fecundo que dé vida, pero hoy, subido al árbol de la muerte, cuatro clavos sus miembros enclavijan.

Por debajo del puente, el agua verde se ha convertido en blanca nieve, fría; y la tarde se muere tras el monte, Gólgota de mi Cuenca dolorida.

Desprendido clavel ensangrentado, como lirio tronchado sus rodillas.

José Luis Serrano López

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