Todas las personas somos diversas y nuestra forma de vivir la sexualidad y el género también lo son; y al igual que el sexo, la etnia, la identidad de género1 y la orientación sexual2 están ligadas a aspectos fundamentales de la identidad humana. Por ello, todas las personas tienen derechos sexuales, que deben ser respetados y garantizados. Sin embargo, hoy en muchos contextos la diversidad sexual o tener una sexualidad distinta no sólo enfrenta cotidianamente a la violencia física. También se enfrenta a la violencia institucional o jurídica, expresada en forma de criminalización, discriminación o prohibición social que conlleva abusos, rechazo, y frecuentemente vulneración de derechos humanos y, en algún, caso crímenes de odio. Esta violencia también se refleja
en prejuicios sociales: homofobia, transfobia y bifobia, construidos culturalmente e interiorizados a través de un proceso de socialización que inculca y enseña a rechazar la diversidad sexual, la diferencia, a quienes se resisten a las normas del sistema sexo/género, y a quienes no encajan en la clasificación patriarcal de estereotipos “masculinos” o “femeninos” y que tienen una expresión de género no normativa. Ante estas agresiones las defensoras y activistas también defienden y promueven el derecho a la diversidad sexual y por ello son blanco de violencias, discriminación y estigmatización. Por ello reflejamos en este número sus historias de vida y lucha por la igualdad.