Quien usó de misericordia

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QUIEN USÓ

DE MISERICORDIA

La diaconía y la Iglesia Valdense en el Río de la Plata.

Hablar de la diaconía en estos 850 años del movimiento valdense es pensar en muchos testimonios de vida. Muchas personas que pusieron en práctica aquello que creían porque se sintieron llamadas a involucrarse con las necesidades de otras y salir a su encuentro.

Las raíces son profundas

Podemos decir que entendemos la diaconía como la otra cara de una misma moneda, la proclamación del Evangelio que tiene su contraparte en el servicio. No podemos proclamar lo que creemos sin llevar a la práctica el amor que decimos y que es fruto de lo que recibimos como regalo de Dios. Una iglesia que sirve es la que desarrolla la práctica de la solidaridad a través del servicio a los demás como vocación y siguiendo el ejemplo de Jesús, porque por ese servicio alimenta su fe.

Desde el Antiguo Testamento, la legislación israelita enfatiza la asistencia solidaria a la viuda, al extranjero y al huérfano. Dios tiene una relación de especial cuidado y defensa hacia ellos-as porque una vez Israel fue esclavo en Egipto y esa experiencia presente en la memoria del pueblo se vuelca en la capacidad de buscar la justicia y el bien con los desposeídos. En los Evangelios, los relatos contenidos en las parábolas hablan de ser “movidos en misericordia” como en el ejemplo del buen samaritano (Lucas 10: 25-37) y encuadra el servicio no en el sacrificio sino en la bondad, como lo plantea Jesús en Mateo 6:8. En el texto clásico del lavado de los pies que nos relata el Evangelio de Juan 13:15 los discípulos aprenden que Jesús se coloca como siervo y entiende el significado de su existencia en el servicio a los demás. En el Evangelio según San Marcos el mandato es claro: “Quien quiera ser grande entre ustedes debe servir a los demás” (Marcos 10:43). Pablo explica a los Corin-

tios que en la diversidad de dones se manifiesta el mismo espíritu. El mismo apostolado de Pablo es diacónico, (2 Corintios 3:3-6:9 y Romanos 11:13). El propio Valdo apela al texto del apóstol Santiago en el capítulo 2:16 cuando habla de la fe y las obras y nos dice que “una fe sin obras es una fe muerta”. El diaconado universal se expresa en el ministerio de la iglesia. Esto es lo que le da sentido y valor a la comunidad de fe. Lo explican los reformadores: “nadie vive para sí mismo”. Una iglesia que no viva la diaconía ya no es iglesia. Calvino abrió Ginebra a la atención a pobres y enfermos, pero la extendió a los prófugos obligados a dejar sus tierras y a los emigrados por la fe evangélica.

Sin embargo, este servicio ha sido considerado muchas veces como un aspecto menos importante entre las iglesias. El envío de Jesús a hacer discípulos y discípulas es una preocupación que ocupa el lugar preponderante a la hora de pensar la iglesia. El servicio ha ocupado un lugar menor porque se ha asociado al asistencialismo, dar lo que me sobra, en una suerte de actividad benefactora acrítica. Sin embargo, el servicio implica cuestionar la realidad que nos rodea, analizarla y con valentía dar una respuesta comunitaria a un problema social. Podemos decir entonces que esta respuesta a los problemas, implica la organización y el compromiso de una iglesia, o grupo de creyentes que busca incidir en la realidad siguiendo el llamado y la vocación que surge de la fe en Jesucristo.

Hay historia de servicio en la Iglesia Valdense

El servicio en la Iglesia Valdense en el Río de la Plata tiene una historia larga y rica. Desde sus inicios, la inmigración valdense buscó organizarse comunitariamente para dar respuestas a diferentes necesidades, la educación de los niños y niñas, la construcción de casas y templos, la producción de la tierra. Todos estos aspectos se fueron resolviendo, por necesidad, a partir del trabajo comunitario. Es por esto que cuando surgen, también por necesidad, la atención de los ancianos-as, de las personas con discapacidad, de la niñez con distintas vulneraciones, grupos de personas en situación de pobreza, pero también la posibilidad

de brindar espacios para campamentos, apoyar a estudiantes universitarios, o a personas con requerimientos especiales de salud, la respuesta también surge de forma comunitaria, con una organización que permite ser más eficientes y efectivos al buscar alternativas y construir oportunidades.

Las respuestas comunitarias también fueron influidas por las prácticas sociales de la época en la que surgieron. Muchas de las instituciones surgen en su momento con la idea de institucionalizar a las personas en organizaciones que ordenaban y estandarizaban la respuesta a una misma problemática. Luego hay toda una línea de pensamiento en la cual las instituciones son mal vistas, la sociedad entera debe dar respuestas a esas problemáticas porque las personas pierden más de lo que ganan en las instituciones. La propuesta des-institucionalizadora hizo cuestionar el trabajo que se hacía, pero nunca logró generar una propuesta viable y exitosa. Hoy hablamos de prácticas de cuidado que buscan garantizar los derechos de las personas, así como de propuestas que promuevan los Derechos Humanos, preservar prácticas ancestrales, o el trabajo cooperativo, incluso de espacios de disfrute, aprendizaje y acogida. Y la respuesta institucional permanece porque logra una continuidad, tiene un prestigio generado en el tiempo y es desafiada a proclamar en los hechos el Evangelio que la fundamenta. El riesgo está muchas veces en desprenderse de la motivación que le dio origen y convertirse en una práctica vacía de contenido en la cual el llamado vocacional del Evangelio queda dormido y la dimensión del servicio se pierde en una burocracia que se alimenta a sí misma. Entonces allí estamos llamados-as a mantener viva la llama de la fe y generar un camino de ida y vuelta permanente entre las comunidades y las obras de servicio, un camino en el que ambas se vayan interpelando vayan construyendo un espacio de diálogo permanente.

Una de las prácticas que estuvo presente desde los orígenes es el voluntariado. La oportunidad de desempeñar el trabajo con la libertad que genera no percibir salario y no depender de una estruc-

tura jerárquica sino de la propia conciencia de responder al llamado de la fe por medio de una ética construida en base a ella, es una forma en la que la iglesia ha basado la organización de sus autoridades en las diferentes comisiones directivas para materializar las estructuras necesarias donde brindar ese servicio. Podemos decir que también el voluntariado ha colaborado de múltiples formas, y lo sigue haciendo, sosteniendo una gran parte de la estructura en la que la iglesia se hace presente en la sociedad con su aporte. También el voluntariado tiene sus limitaciones. Muchas veces sufrimos al no encontrar gente dispuesta a ocupar las comisiones directivas, o al encontrar que la complejidad de la tarea y el desgaste de muchas personas hace decaer el trabajo. Es el camino de ida y vuelta con las comunidades lo que debe fortalecerse para revitalizar la fe que moviliza a contribuir en el servicio. Por eso, más allá de que la organización de una obra de servicio implique tener cargos rentados, que las autoridades de estos centros sean voluntarias ha sido una de las formas en las que las estructuras han tenido la libertad de actuar sin condicionamientos.

Las obras de servicio surgen en el contexto de la sociedad y en este sentido toman una dimensión que busca revelar y señalar situaciones de desigualdad asumiendo una actitud profética en la que la iglesia no se queda esperando las soluciones, sino que busca y colabora con sus posibilidades realizando el servicio y de alguna manera anunciando que ese trabajo puede ser realizado con la vocación que nace desde la fe. La iglesia entra en vínculo con el Estado, que es quien debería garantizar la atención de las personas y sus necesidades. Este vínculo, que muchas veces es complejo, tiene una dimensión profética, es decir de denuncia de una responsabilidad, y un llamado a asumirla. La dimensión profética revela y no encubre las causas de las desigualdades. Señala la responsabilidad y es crítica, pero también busca las posibles soluciones rescatando la presencia de Dios en el anuncio de un nuevo mundo posible. La iglesia por medio de la diaconía traspasa las fronteras de su organización actuando en espacios que

en principio corresponden al Estado y no le pide al Estado ningún privilegio, pero no admite del Estado ninguna restricción. Sobre esos principios es que se ha buscado construir el vínculo. No siempre este relacionamiento es tan sencillo, requiere la reflexión permanente sobre todo cuando se trata de manejar los recursos económicos que hacen posible el trabajo cotidiano. Sostener vínculos con el Estado, en el caso de la Iglesia Valdense del Río de la Plata con dos Estados con políticas muy diferentes, complejiza aún más la tarea.

Señales de esa historia

Si repasamos la historia en el Río de la Plata podemos descubrir una secuencia muy interesante que nos habla de construcciones realizadas a partir de liderazgos que, en su momento, fueron claves pero que nos desafían también hoy a buscar espacios que nos permitan mantener viva la llama de la fe en su dimensión diacónica.

En 1933 abre sus puertas el Hogar para Ancianos de Colonia Valdense con 19 huéspedes en un edificio construido para ese fin dentro del predio que pertenecía a la Iglesia de Colonia Valdense. La idea surge a partir del liderazgo del pastor Daniel Armand Ugon y se concreta con el aporte de su yerno, el pastor Ernesto Tron, para responder al desafío del cuidado de las personas mayores en su etapa de mayor dependencia. Hoy es un centro que atiende a alrededor de 100 ancianos y ancianas, que se ha especializado en este tipo de trabajo y busca desarrollar su tarea con cada vez mayor profesionalismo respondiendo a las exigencias del Estado y manteniendo un vínculo con la comunidad en su entorno.

El Hogar Nimmo es la primera experiencia en común que realizan las Iglesias Valdense y Metodista en el Uruguay para atender niños y niñas sin familia o en situaciones de abandono. Esta idea se concretó cuando los hermanos Nimmo donaron una propiedad rural en el paraje denominado El General a 4 kilómetros de la ciudad de Colonia. El Hogar Nimmo comenzó a funcionar el 10 de mayo de 1963 con 6 integrantes. Actualmente la Iglesia Valdense tiene un convenio con el Instituto del

Niño y el Adolescente del Uruguay (INAU) por medio del cual se tiene un trabajo de atención a la infancia, adolescencia y familias en diferentes modalidades. La comunidad de Colonia del Sacramento se ha visto desafiada siempre y ha acompañado de diferentes maneras esta obra con sus complejidades y en sus diferentes etapas.

El Centro de Servicio Social El Pastoreo surge como obra de servicio en 1971 pero el trabajo en el barrio a 3 km del centro de la ciudad de Rosario comienza en 1960. Este centro busca brindar servicios de atención a la niñez, a la adolescencia, a las mujeres, a la salud, cuenta con biblioteca y apoyo escolar, huerta comunitaria, propuestas que han ido variando con el correr del tiempo adaptándose a las necesidades de la población que las rodea. Ofreciendo también la posibilidad de realizar educación cristiana y grupos de reflexión bíblica. Hoy en día ofrece varios servicios entre los que se destaca el Centro de Atención a la Infancia y la familia (CAIF) en convenio con el Estado a través de INAU.

El Sarandí Hogar Valdense surge como propuesta de atención a las personas con discapacidad que necesitaban cuidados de diferente tipo, a partir del liderazgo del pastor Wilfrido Artús. Recibió los primeros huéspedes el 5 de noviembre de 1971. Actualmente residen 37 internos-as y concurren 11 personas en un régimen diurno que propone actividades de diferente tipo: talleres de música, arte, multisensorial, de cocina, huerta, computación, acompañamiento pedagógico, musicoterapia, fisioterapia, hidroterapia y equinoterapia. Se especializa en la atención a las discapacidades más severas que necesitan cuidado permanente y busca la sensibilización y la integración de estas personas en la sociedad.

El 5 de mayo de 1978 comienza a funcionar el Hogar para Ancianos de Jacinto Arauz en una casa totalmente refaccionada y con una capacidad para atender a 15 ancianos-as. Muchas personas colaboraron para que esta obra pudiera concretarse. Las Ligas Femeninas fueron fundamentales para poner en marcha todo lo necesario. También se

contó con la ayuda de la clínica médico quirúrgica de Jacinto Arauz. Hoy la propuesta de cuidado incluye muchas actividades y el compromiso de una comunidad presente en su gestión.

En 1972 comienza a funcionar el primer Hogar Estudiantil de la Iglesia Valdense en Montevideo. Lo hace en una casona antigua cercana al templo sobre la calle 8 de Octubre. Cuando se demuele esa casa para dar lugar al edificio Torre Valdo, se incluye en sus instalaciones la posibilidad de contar con ese servicio tan necesario para jóvenes que se trasladan del interior del país a estudiar en Montevideo. Cuenta con 20 cupos y brinda un acompañamiento a estudiantes que migran a seguir sus estudios universitarios.

Una experiencia que se repite en Buenos Aires es la de contar con un espacio para estudiantes que vienen desde las provincias a estudiar en la capital. La experiencia del Hogar Estudiantil en Buenos Aires fue ecuménica desde sus inicios porque ha participado también la Iglesia Reformada en su gestión. El Hogar ha sido espacio de trabajo y contención pastoral de estudiantes de Teología de ambas orillas, así como de desarrollo de pastorales para jóvenes. Una preocupación común de estos hogares es la participación de estos-as jóvenes en la vida de la iglesia, ya que al producirse un desarraigo muchas veces se genera también el alejamiento de las congregaciones y tampoco las comunidades logran contener esta sangría de miembros jóvenes y preparados-as.

La necesidad de contar con un espacio para atender la problemática de personas que debían trasladarse a Montevideo para el cuidado de la salud por tratamientos prolongados o para acompañar a aquellos que debían permanecer internados generó la idea de contar con un Hogar de Paso que permitiera brindar una solución económica y de contención espiritual a quienes lo necesitaran. Comenzó su función en una casa cercana a la iglesia y luego se trasladó al edificio de la Torre Valdo al lado del templo Valdense. Este espacio comenzó a funcionar en 1979 y continúa hasta hoy.

En los años 1999 y 2000 se concretó la iniciativa de contar con un Hogar para Ancianos en Colonia Belgrano (Santa Fe). Este centro, “El Parque”, funciona en la órbita presbiterial y atiende a ancianos y ancianas con un contacto permanente con la comunidad de fe que lo rodea.

Durante los años de la crisis económica de 2001 y 2002, tanto en Argentina como en Uruguay, surgieron obras de servicio que buscaron brindar una respuesta comunitaria a tantas situaciones de dificultad económica y carencia alimentaria por las que atravesaba la población lo que dio origen a varios emprendimientos. En El Sombrerito, Reconquista, provincia de Santa Fe, estos proyectos han continuado, variando en sus emprendimientos, siempre buscando dignificar la vida de las personas que participan. Es importante decir que en este lugar surgen varias iniciativas que buscan apoyar a mujeres como motores de la economía local. Siempre ha sido importante el rol de acompañamiento de miembros de la iglesia quienes desde el apoyo escolar y la formación en educación cristiana han buscado hacer de puentes entre las comunidades de fe y los emprendimientos barriales.

También en las comunidades locales

Varios de los emprendimientos, tanto en Argentina como en Uruguay, que surgieron en el contexto de la crisis y que tuvieron su rol fundamental apoyando a familias, principalmente a mujeres e infancias en sus estrategias de sobrevivencia, fueron respuestas necesarias para esos momentos y luego fueron cambiando sus objetivos. Otros finalizaron su trabajo en diferentes contextos. Podemos nombrar varios de ellos: el proyecto San Carlos que funcionó durante varios años, el proyecto Mujeres Campesinas que funcionó en la zona rural de la ciudad de La Paz, Entre Ríos. El proyecto de cunicultura en Jacinto Arauz en la provincia de La Pampa. La experiencia de apoyo a familias en Laprida, Artalejos, en la provincia de Buenos Aires, el apoyo escolar y merendero de Lascano en Rocha, El Ranchito de Juan Lacaze. Es importante decir que estas experiencias han dejado su sedimento en las comunidades y también nos animan a pen-

sar en cuántos desafíos hemos podido enfrentar y cuántos más tendremos por delante.

Consideramos también obras diacónicas a los espacios de campamentos. Si bien se desarrollan dentro del ámbito de la educación cristiana, son lugares de encuentro y trabajo con la diversidad. Tanto el Parque XVII de Febrero que fue el primero, como los que vinieron después: Conchillas referido a la comunidad de Ombúes de Lavalle, en El Triángulo, donde trabajan las comunidades de Colonia Iris en las provincias de La Pampa y Buenos Aires. El parque de campamentos Bellaco en la órbita del Norte Uruguayo, Palmares de la Coronilla en Rocha, donde se han desarrollado estas experiencias de educación cristiana junto al ofrecimiento de un espacio en el que la naturaleza, la convivencia con otros y otras colabora en generar la vivencia de la fe como una experiencia que posibilita la reflexión y la conversión, es decir la posibilidad de descubrir a Dios y el deseo de seguir los pasos de Jesús.

Acompañar a los centros y obras de servicio fue un desafío que estuvo siempre presente. La profesionalización del trabajo, el acompañamiento a las comisiones directivas, el nombramiento de las direcciones, la siempre presente problemática económica fueron temas para los que se buscó también dar una respuesta colectiva. La Comisión Central de Institutos y Obras de Servicio (CCIOS) creada por el acto sinodal de 1969 trabajó en este sentido, al principio acompañando pastoralmente a través de las Asistentes de iglesia, nombre que se les dio a personas que tenían una formación teológica y social como Berta Barolin y Violeta Geymonat de Lauri. Su acompañamiento fue muy importante en esos tiempos cuando muchos de los proyectos enfrentaban desafíos imprevistos y debían desarrollarse en medios rurales donde no era fácil conseguir personal preparado, dar respuestas a familias con grandes dificultades y gestionar económicamente los recursos disponibles.

Durante varios años se realizó lo que se llamó la Colecta Unificada, una estrategia de recolección de

fondos que buscaba apoyar desde el punto de vista económico a los centros y obras y se hacía una vez al año. Se recorría casa por casa solicitando ofrendas para las obras y centros de servicio y se entregaba un almanaque con información sobre ellos. Las ofrendas se volcaban de acuerdo al volumen de cada centro proporcionalmente. Esa decisión se tomaba en colectivo en la asamblea que se realizaba todos los años. Con el tiempo, la oportunidad de contar con fondos de “OTTO PER MILLE” dieron un respiro a situaciones de gran precariedad que presentaban las familias que requerían el servicio de los centros pero que por sus situaciones económicas no podían acceder a ellos. El fundamento en este caso era el de no convertir los centros y obras en lugares solo para personas que pudieran pagar por ellos, manteniendo vivo un fundamento solidario de apoyar a familias con necesidad.

La vieja CCIOS pasó a ser Comisión Sinodal de Diaconía (CSD) buscando profesionalizar el trabajo y generar una organización que pudiera aportar a las iglesias y sobre todo a los miembros la posibilidad de pensar, crear, tener oportunidades de proclamación, servicio e incidencia en la comunidad haciendo presente a una iglesia viva.

La pandemia y sus consecuencias incidieron para que el espacio de trabajo de la CSD tuviera que repensarse. Desde hace un tiempo se han buscado caminos que permitan por un lado acompañar de un modo más eficiente la gestión de los centros y obras, por otro buscar nuevas formas de gestionar los recursos, dar formación a personas para las tareas necesarias, acercar a las comunidades, en fin, retomar huellas y trazar nuevos senderos en este trabajo que implica sostener y renovar una iglesia movimiento que tiene 850 años.

Bibliografía

GAEDE NETTO, R. (2001). La diaconía de Jesús. Aporte para la fundamentación teológica de la diaconía en América Latina. Ed. Sinodal San Leopoldo, Brasil. Traducción y publicación en Bs. As. por la Oficina Conjunta de Proyectos IELU-IERP, 2005.

GENRE, E. (2017) Diaconía y solidaridad. Claudiana, Torino.

COMISIÓN DE HISTORIA VALDENSE Y MUSEO VALDENSE. (1979). La Iglesia Valdense Ayer y Hoy: cuaderno valdenses N° 9.

GONNET, H. (2005). La diaconía en la Iglesia Valdense del Río de la Plata.

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