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Argentina
Col. Belgrano: Delhy Pastre. Col. 25 de Mayo: Ruben Bertinat. Cnel. Suárez: Pablo Rafarelli. Gral Roca: Oscar Dalmás. Gral San Martín - LP: Stella Maris Chambón. La Paz - ER: Marisel Garnier. Jacinto Aráuz - LP: Susana Tucat. San Carlos C. - SF: Héctor Cotichini. Villa Iris - BA: Ema Dalmás. Reconquista - SF: Dardo Zanuttini S. Martín - SF: Edith Long. San Gustavo - ER: Orfilia Barolin. El Sombrerito - SF: Aurora Bertinat. IERBA (Buenos Aires): Comunidad de IERBA. Gálvez: Rubén Gardiol. López: Carina Tschopp. Paraná: Equipo de Comunicación. Flores Consistorio: Alberdi 2240 (CABA) San Nicolas: Helvecia Catalín. Laprida: Delta Bertón. Bahía Blanca: Natalia Coria.
Uruguay
Carmelo: Ruth Soulier. Cañada Nieto: Alba Charbonnier. Colonia: Ethel C. Negrin. Col. Miguelete: Ana Félix. Col. A. Negro: Carolina Galván. Col. Valdense: Secretaría IEV Colonia Valdense. Cosmopolita: Milka Charbonnier. Dolores: Nora Gallo. Fray Bentos: Cristina Dalmás. Juan L. Lacaze: Manuel Ávila. Alférez Lascano: Nylia Gonnet. Melo: Glenys Rameau. Montevideo: Mario Pablo Ábalos
O. de Lavalle: Juanita Bonjour. Palmitas: Hilda Geymonat. Paysandú: Ruben Dalmas. Rosario: Andrea Montaña. Mercedes: Natalia Gauthier.Carlos Dodino
Tarariras: Consistorio de Tarariras. Tres Bocas: María Fernández. Young: Esther Malán
Volver a lo simple, volver al sentir
El canto coral es el tema principal de esta edición y lo propuso la comisión en el marco de la celebración de los cien años de la Fiesta de Canto. Para el equipo editor -que está integrado por personas que no estamos muy vinculadas a esa faceta artística y comunitaria- fue un desafío interesante y una oportunidad para redescubrir el significado de estos espacios.
En particular, fue hermoso leer los testimonios de experiencias tan comprometidas y con una conexión que muchas veces no encuentra palabras que la describan con justicia. En eso sí me sentí identificada y me conmovió.
Dice Fabricia Malán Carrera en una de las páginas de esta edición: «(…) creemos que especialmente el canto comunitario y los coros son un desafío de convivencia, de aprendizaje de escuchar las voces tan distintas en armonía, en sentir que nuestro cuerpo vibra con la música». Y en la página que le sigue, Marcelo Gonnet escribe: «(…) los coros son esa expresión de comunidad, de organización sonora, pero humana, que permite elevar lo personal a lo grupal y conectar con lo más divino».
Estas dos citas le aportan claridad a ese sentir instintivo que mencionaba antes, porque es probable que allí radique esa identificación: el coro es una pequeña comunidad. Una comunidad donde se encuentran personas que piensan, sienten y viven diferente, pero que las une un amor y un sentir profundo por la armonía que resulta de ese encuentro. Estoy convencida que, entre otras cosas, la magia de lo comunitario está en sentirnos parte de algo mucho más grande que nuestras individualidades, algo que nos trans-
ciende y que nos sorprende, incluso de maneras distintas cada vez.
La música, y el arte en general, nos desafía a habilitar y transitar nuestras emociones, a predisponernos a sentir con el cuerpo, a habitarnos a nosotrxs mismxs en esa experiencia y habitar el espacio que construimos con otrxs. Quizás por eso sean tan necesarias las manifestaciones artísticas en este tiempo de cambios y efervescencia, de tanto ruido y movimientos. Quizás también nuestras comunidades necesiten que estemos dispuestxs a redescubrir y reconectar con las emociones, con aquello que es inexplicable y nos hace felices, con aquello que es indescriptible y nos conmueve.
En un contexto que nos incita al individualismo se vuelve complejo armonizar, y frente a eso, es indispensable volver a construir sentido desde la certeza de que caminamos con otrxs, desde la fe que nos mueve para hacer de este mundo uno más vivible.
Frente a realidades hostiles, hacer comunidad es un ejercicio esencial, casi de supervivencia, y para eso es necesario reconocernos, que tanto las diferencias como los puntos en común sean parte de la riqueza de esa magia de lo comunitario que nos hace insistir en ese proyecto de vida buena y abundante para toda la creación.
Daiana Genre Bert
Espiritualidad comunitaria y música
Los cien años de música coral en la Iglesia Valdense incluyen a varias generaciones de creyentes, congregaciones, coreutas y directores-as de coros. Hemos pasado por diversos himnarios y cancioneros; cantamos en los cultos y en los coros, en las escuelas bíblicas y en los campamentos; décadas atrás también se cantaba en los sepelios. El canto cristiano es tan antiguo como el cristianismo mismo y hunde sus raíces en el judaísmo, particularmente en el libro de Salmos.
Nuestra identidad cristiana va unida a la música que cantamos o escuchamos, con o sin acompañamiento instrumental. Hemos pasado por etapas del armonio y del órgano clásico en el caso de Colonia Valdense; por órganos electrónicos, guitarras y otros instrumentos. Fuimos testigos de debates sobre qué tipo de instrumentos son apropiados para la música eclesial, así como de los himnos tradicionales y las canciones que se fueron incorporando en el Siglo XX y en el presente siglo.
Cada congregación tiene sus preferencias y también puede contar con discusiones internas que son procesadas de diversas maneras. Quien creció escuchando y cantando himnos tradicionales, es muy comprensible que quiera volver cada tanto a escucharlos y cantarlos. Quien se identificó desde su niñez con el Cancionero Abierto del ISEDET, esa será su experiencia «fundacional» de la música cristiana. Y después vinieron otros aportes y así nuestra espiritualidad comunitaria continúa enriqueciéndose con nuevas músicas y letras.
El acceso a la música en general, y a la música cristiana en particular, está hoy en día multiplicado por internet y las redes. A mí no me asusta la variedad de expresiones, estilos, épocas de composición o de instrumentos; prefiero que las comunidades naveguen en la amplitud, no en la estrechez.
Es cierto que cada letra representa una teología por lo que, si incluimos en una celebración un himno tradicional y una canción de hoy, es probable que tengamos dos expresiones teológicas distintas. Pero, al fin de cuentas, entiendo que esa diversidad es propia de nuestras comunidades, aunque tengamos y defendamos líneas teológicas en común -una misma Confesión de Fe, un Cuerpo Pastoral, formas similares de comprender la Biblia y de interpretar determinadas realidades sociales-.
Podríamos decir que el surgimiento y desarrollo del canto coral en unas cuantas congregaciones de Uruguay y Argentina es una especialización del canto comunitario. Porque un coro es una comunidad que canta de manera más organizada y preparada que una congregación en sus celebraciones. Y los coros fueron y
son un distintivo de la iglesia local, no sólo para la vida congregacional interior sino también para el testimonio público. De alguna manera se presenta una participación con palabras como éstas: «el Coro de la Iglesia Valdense de… participará en la Fiesta de Canto de… o en tal evento de la localidad en ocasión de…» Entonces, es la Iglesia Valdense que, a través de su coro, toma parte activa en una actividad eclesial propia o como invitada en un acto público, ya sea organizado de manera privada como por entidades oficiales. Esta presencia no es para desestimar sino para revalorar y promover. En la Iglesia Valdense no somos muy afectos-as al canto individual, tal vez porque nos parece que promociona el exhibicionismo personal. En aquellas comunidades que no tienen coros tendremos que seguir apostando al canto congregacional de manera muy enfática como un aspecto fundamental de la espiritualidad. Quien canta, y lo hace en compañía, expresa sus convicciones, sentimientos y oraciones de la mano de un texto y una música ya preparados; pero lo hace compartiendo las convicciones, sentimientos y oraciones de las demás personas que participan de la celebración. Entonces no se trata sólo de una «cuestión personal», sino de una cuestión comunitaria, es decir, de participar como miembros de iglesia o simpatizantes en un encuentro que me predispone a mejorar mi espiritualidad individual en el contexto de la espiritualidad compartida.
La música ayuda a la experiencia de la espiritualidad o vida en el Espíritu si preferimos esta expresión. Las letras son para reflexionar, por supuesto, y seguir pensando; y las músicas son para sumergirnos en el movimiento de sensaciones corporales, anímicas y espirituales que nos permiten experimentar con fuerza que formamos parte de la Iglesia de Cristo. Somos, en Cristo, alguien-en-relación-con un-a semejante. Y esto lo vivimos significativamente cuando compartimos aquellas oraciones con música que nos sensibilizan y profundizan nuestra fe.
Esta experiencia la podemos tener tanto cuando cantamos en un coro como cuando lo hacemos en un culto, o inclusive cuando escuchamos -¿pasivamente?- una música que nos ubica en algún pasaje bíblico, o en una experiencia histórica cristiana, o en recuerdo familiar o de la iglesia de nuestra niñez y adolescencia. Precisamente, cuando escuchamos ese himno o esa canción que cantaba mi abuela, o me enseñaron en la Escuela Dominical, o que aprendí en un taller de música, o con el cual despedimos a un ser querido-a…
Álvaro Michelin Salomon
Y seguiremos cantando…
Una de las prácticas que se ha mantenido en el tiempo de existencia del Movimiento Valdense es la del canto comunitario y el canto coral. El primero desde el inicio casi -y digo casi porque no se ha podido comprobar desde cuándo, pero existen algunas crónicas cercanas a la época de la Reforma que dan fe de ello-, y el segundo, incorporado a partir de las armonizaciones de los himnos -1600 en adelante-. El canto ha sido una herramienta de la expresión de la fe y también es considerado testimonio de esa fe hacia el exterior de la comunidad. En la práctica coral se ve reflejada la creencia en la vida comunitaria y la expresión de voces diferentes en un único canto. En las investigaciones para ahondar en estos relatos que forman parte de la narrativa valdense y la identidad del colectivo, nos preguntamos: ¿Cómo es posible que aún cantemos el himno Castillo Fuerte o el Serment de Sibaud? ¿Cuál es el motor que hace que aún sigamos juntándonos a cantar y a más de una voz en un mundo donde el tiempo para reunirse es cada vez más escaso? Indagando acerca de las permanencias y los cambios vamos encontrando respuestas y revelando interesantes historias de toda una vida de canto de las comunidades valdenses y su vinculación con otras comunidades de fe y con el medio circundante. Las fuentes documentales que nos ayudan a descubrir los datos de la historia del canto coral y las fiestas de canto, sostienen el valor patrimonial de esas prácticas.
“Los registros de actas de comisiones de música, de comunidades locales, de Sínodos, los escritos de prensa, los programas de las actuaciones y conciertos, las correspondencias, las fotografías, las grabaciones, los testimonios de la gente son tesoros que juntos nos ayudan a armar y desarmar memorias y entender nuestro presente.
“Los grupos corales en el Río de la Plata prácticamente nacieron con las Fiestas de Canto y este año precisamente estamos conmemorando el centenario. El 13 de noviembre de 1923 tuvo lugar la primera fiesta en Tarariras, Uruguay, organizada por las Uniones Cristianas de Jóvenes. En las Actas del congreso de la Federación de Uniones Cristianas, llevado a cabo entre el 25 y 27 de febrero de 1923, se recomienda a la Comisión Directiva que nombre una comisión para que organice un concurso anual de canto para ese año. El día de la fiesta participaron las Uniones de Cosmopolita, Riachuelo,
Colonia y Tarariras; no pudiendo asistir por mal tiempo los grupos de Valdense, Ombúes de Lavalle y Miguelete. En el correr de estos cien años recibirá nombres tales como: Concurso, Fiesta de Canto, Festival de canto. En 1926, la Asamblea General de la Federación propone incluir a las iglesias en la participación y organización, y a partir de allí se presentarán otros coros aparte de aquellos exclusivamente de las Uniones. En los primeros años se estableció una jornada de sábado donde se llevaba a cabo la Fiesta de Canto propiamente, por la mañana, y por la tarde se organizaba una actividad deportiva, y entre una actividad y otra, la Unión Cristiana local ofrecía un buffet para la concurrencia. Si bien podemos hablar de una Fiesta de Canto que nuclea a las comunidades rioplatenses, en los hechos hubo tres o cuatro únicamente en las cuales se congregaron todos los coros de ambas márgenes del Plata -fines de 1990 y principio de la década del 2000-. Las fiestas concebidas como encuentros corales se desarrollaron en distintos presbiterios de Argentina y de Uruguay, no en todos y en algunos no hubo continuidad, digamos que se realizaron esporádicamente. Y hubo una interrupción de unos años que aún no podemos precisar, pero sabemos que fue en la década de 1990. La primera Fiesta de canto en el sur argentino se llevó a cabo el 1 de diciembre de 1929 en Jacinto Arauz, por iniciativa del pastor Silvio Long. En esa instancia participaron el coro de El Triángulo, el grupo coral de Villa Iris, el coro de Jacinto Arauz y el grupo coral de Villa Alba -Colonia del Trigo-, según las crónicas de Mensajero Valdense. Del norte argentino no contamos con muchos datos; hay un registro en actas de la Comisión Presbiterial de Canto y Música sobre la formación de coros y la realización de la Fiesta de Canto en La Paz y San Gustavo del año 1968, pero desconocemos si anterior a esta fecha hubo algún encuentro. En el caso de Uruguay hay también programas de Fiestas de Canto
Fiesta de Canto 1964, Coro Colonia Miguelete-Dir. Lindolfo Barolin
de las iglesias valdenses de San Salvador, Dolores, Concordia, Nueva Valdense y Cañada Nieto en 1937 y 1939, y en la década de 1950 aparecen algunos programas de Fiesta de Canto en Paysandú, organizada por el Presbiterio Norte Uruguayo. Por otra parte, la participación de las comunidades del Este se constata en los programas de la década de 1960.
En 1929 también comenzaron a realizarse las Fiestas de Canto para las escuelas dominicales en el distrito de Colonia, según el libro de Ernestro Tron y Emilio Ganz. En el caso de estas últimas se encuentran registros escritos hasta la década de 1990. Algunas de ellas se realizaron conjuntamente con las de adultos-as y existen grabaciones sonoras de la década de 1970 en el archivo del Centro Audiovisual Valdense. La Comisión de Canto Sagrado organizaba las actividades relativas a la Música a nivel rioplatense y, por ende, durante muchos años también organizó las Fiestas de Canto, salvo en los primeros que existió la Comisión Pro Canto. Este último grupo tuvo luego otras denominaciones como Comisión de Música y Canto, Comisión de Música y Liturgia. Es interesante observar en la documentación que en todo momento hubo una real preocupación por el nivel musical de las agrupaciones corales, la formación de quienes tenían la dirección a su cargo, la cantidad de coreutas y el interés de que la juventud participara. En algunos artículos del periódico Mensajero Valdense, desde la primera época, se insiste en el aprendizaje de los himnos que se cantarían en conjunto en las fiestas anuales.
El repertorio de los coros fue de naturaleza netamente religiosa, a partir de 1960 empiezan a aparecer algunas melodías tradicionales y luego canciones populares conjuntamente con las piezas religiosas. Desde 1926 se establece el canto conjunto de todos coros que participan en la fiesta –aparte de la intervención de cada uno- y por varios años cantarán al comienzo y al final del evento. Las piezas más cantadas en conjunto en toda la historia de las fiestas son el Serment de Sibaud y la Bendición de Lutkin.
Son muchos años de historias y hay mucho por descubrir, investigar, contar. Hubo algunos momentos que se destacan más que otros y allí es donde podemos nombrar a Eduardo Carámbula, a Pablo Sosa, a Delmo Rostán. Cada uno con sus particularidades han aporta-
do desde sus formaciones como directores: Carámbula, con sus rigurosidades y la visibilidad de los coros valdenses en la sociedad; Delmo, con su minucioso trabajo del cuidado del cuerpo, las posturas, la emisión de la voz, y Pablo en su trabajo comunitario ecuménico y la inclusión de variados instrumentos musicales conjuntamente con las voces. Todos colaboraron en gran medida con nuestro canto coral comunitario. Y particularmente Delmo y Pablo trabajaron incansablemente en la práctica de un repertorio religioso que se adecuaba más a nuestra realidad rioplatense y latinoamericana a través de las canciones del Cancionero Abierto y las actividades llevadas adelante desde la Escuela de Música de ISEDET. En muchos documentos se constata el trabajo a partir de talleres y aprendizaje de este nuevo repertorio y de otros instrumentos para el acompañamiento. Pero también podemos mencionar a Lindolfo Barolín, quien estuvo muy presente en la preparación de los coros en la zona del presbiterio de Colonia; más adelante en el tiempo, Rafael Pons con la creación de los coros juveniles, y se podría nombrar así muchos y muchas que han dirigido por años nuestras agrupaciones y han realizado sus aportes ya sea desde la constancia, la novedad, la preparación de las voces, la minuciosidad, la inclusión, la armonización de algunas melodías para el canto a cuatro voces, la participación en encuentros corales de naturaleza diferente, etc. Cien años no es poca cosa. No podemos decir que simplemente por la tradición hay que seguir, creemos que especialmente el canto comunitario y los coros son un desafío de convivencia, de aprendizaje de escuchar voces tan distintas en armonía, en sentir que nuestro cuerpo vibra con la música. El canto comunitario y coral es un fiel reflejo del sentir del Movimiento Valdense. Sigamos cantando.
Fabricia Malán Carrera Acervo musical del Espacio Cultural Valdense
Fiesta de Canto 2023, Colonia Valdense
Fiesta de Canto Paysandú 2003, 80 años Coros Argentina y Uruguay
del canto colectivo
«Un único sonido afinado, cantado al unísono por un grupo humano, tiene el poder mágico de evocar una fundación cósmica: se insemina colectivamente, en medio de los ruidos del mundo, un principio ordenador. Sobre una frecuencia invisible, se entabla un acuerdo, antes de cualquier acorde, que proyecta no sólo el fundamento de un cosmos sonoro sino también del universo social». Así expresa el poder del canto José Miguel Wisnik en su libro «Sonido y sentido».
Muchas veces me he preguntado: ¿qué es lo que me pasa cuando canto?, ¿por qué son tan fuertes las sensaciones en el momento de cantar comunitariamente con otros y otras?, ¿con qué nos conectamos cuando cantamos?, ¿qué tienen determinadas músicas que cantamos en las celebraciones que nos llegan hasta el alma?
La energía “
Creo que una pista para contestar algunas de estas preguntas tiene que ver con nuestra historia propia y la historia de nuestras comunidades valdenses. Hay algo ancestral en el canto, algo muy básico y profundo que vincula la energía de cada uno-a, con la de los otros y otras.
Al conectarnos de esta manera se tejen otras posibilidades de percepción que dan más sustento y confianza a los involucrados-as, vamos a los cimientos de nuestra humanidad, dónde pasamos a ser iguales en todo sentido.
Sin dudas la iglesia Valdense vive el canto comunitario como algo muy importante, se cumplen en estas fechas cien años de las «Fiestas de canto» y es un momento para reflexionar acerca de ello. Desde mi pequeña experiencia dentro de esos cien años, recuerdo un momento particular en la Unión Cristiana de Jóvenes de Colonia Valdense, en el momento del canto final colectivo: yo no estaba como director en ese momento, recién tenía las primeras pistas en cuanto al estudio
de las armonías, pero recuerdo como el canto entró en todo mi ser y me inundó de sensaciones de expansión, felicidad, totalidad y misterio.
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Ahí me di cuenta que no eran sólo cuestiones armónicas -que sí son importantes-, había algo más, había humanos-as conectados-as con lo más esencial de la existencia brindando un momento único de energía sonora.
Hijos e hijas de la tradición incorporamos estructuras musicales que vienen de Europa, así los coros en las iglesias valdenses siguen siendo una de esas expresiones musicales donde el canto comunitario y polifónico -varias líneas melódicas simultáneas- se representa como un momento de unión muy importante. En ese momento, casi sin saberlo, las personas involucradas pasan a esa dimensión extraña que es el canto. Dejan la voz hablada, con sus inflexiones y formas, para pasar a la dimensión de las alturas del sonido, donde una palabra comienza a viajar por el espacio, se mueve, cambia, se une con otro sonido y se produce el canto. Así los coros son esa expresión de comunidad, de organización sonora pero humana, que permite elevar lo personal a lo grupal y conectar con lo más divino. Pero con el paso del tiempo he notado que no solo los coros brindan ese espacio de cohesión humanitaria.
En varios de los talleres de líderes llevados adelante por el Parque 17 de Febrero existe una necesidad de que la música y primordialmente el canto, esté presente en los diferentes momentos de los campamentos y en la propia formación de las y los futuros líderes. Vuelvo a encontrar un interés particular en querer aprender a tocar un instrumento o mejorar el canto, de alguna manera también nos acercamos a querer brindar estéticamente un momento sonoro mejorado en todo sentido. Aquí me encuentro con otro recuerdo: uno de los primeros campamentos de líderes en los que participé como tallerista, más de 70 personas en el salón del parque, en su mayoría jóvenes de entre 15 y 20 años. Nunca olvidaré la energía de ese momento y la sensación de que esos jóvenes estaban salvando el mundo. Porque aparece la esperanza, la fe más inexplicable en eso tan simple como cantar.
Cantar en las celebraciones, sea cual sea, llamar a nuestra esencialidad. Convertirnos en canales energéticos para sanar a través del canto, porque en el encuentro de las energías del canto ocurre eso: una potencia invisible que sana. Marcelo Gonnet
El Coro Reforma y los Coros Bach… especialización y visibilización
Dos elementos importantes caracterizan a estas agrupaciones corales en diferentes momentos de la historia y la vida de la comunidad valdense: por un lado, la formación, especialización, rigurosidad y estudio sistemático, y por el otro, el reconocimiento institucional a través de diferentes documentos administrativos de la iglesia y en diversos artículos en periódicos nacionales. El Coro Evangélico Juan Sebastián Bach fue convocado por la Confederación de Iglesias Evangélicas del Río de la Plata, primero en Buenos Aires en 1947 y luego en Montevideo en 19501. Estuvieron dirigidos por el maestro Eduardo Carámbula -Uruguay, 1918, Estados Unidos, 1963- y permanecieron en actividad hasta su partida a Estados Unidos en 1962.
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Estos coros, si bien se desenvolvían cada uno en su ambiente, tuvieron instancias de presentaciones juntos, incluso Carámbula formó la Federación de coros valdenses en Uruguay, quienes participaron en ocasiones junto a los Coros Bach. Llegaban a ser alrededor de 150 voces en el escenario.
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Carámbula, con su rigurosidad, trabajó mucho con la técnica, la vocalización y en su forma de dirigir lograba la atención sólo con un leve movimiento o con la mirada. Estos coros cantaban básicamente un repertorio religioso, pero sobre todo Carámbula enseñó piezas de
la polifonía antigua, negro spiritual, obras de compositores nacionales, grandes obras corales y varias piezas de Juan Sebastián Bach. El ámbito de alcance de estos coros fue más allá de las comunidades integrantes de la Confederación de Iglesias Evangélicas del Uruguay. Por otra parte, el Coro Reforma, originado y dirigido por el pastor Delmo Rostán -Uruguay 1903-2022- se conformó en 1967 con el objetivo de estudiar e inter pretar los corales luteranos, himnos relacionados con la Reforma propiamente, obras de Bach y negro spirituals, así como también las canciones del Cancionero Abierto cuando recién comenzaban a difundirse. Por medio de una selección de voces -al igual que los Coros Bach-, esta agrupación se desenvolvió especialmente en el ámbito religioso, participando en diferentes Fiestas de Canto y realizando algunas presentaciones en comunidades de Argentina. Los y las integrantes formaban parte de la Iglesia Valdense en Uruguay, mayoritariamente de la zona de Colonia. Cuando Rostán se traslada a Buenos Aires, el coro se disuelve y luego se retoma la actividad en el año 2000 para el acto de emeritación. La propuesta se mantiene durante dos años más. En actas sinodales se expresa el significado y el valor de esta agrupación para el incentivo de la actividad coral y la proclamación del mensaje del evangelio.
Fabricia D. Malán Carrera
1Hay disparidades en diferentes documentos acerca de las fechas de creación de estos coros, un año más, un año menos.
El canto coral,
un estilo de vida
Desde que tengo uso de razón estoy metida en algún coro. De pequeña participé en los grupos corales de la escuela, año tras año. Muchas horas de ensayo con mis amigas para poder ir a participar de conciertos y competencias, experiencias que enriquecían el trabajo individual, pero sobre todo significaba aprender a trabajar en equipo. El canto coral implica eso: estar continuamente trabajando con otro, con otra; es un permanente hacer con el director o la directora y también con las personas que integran la misma cuerda.
Como adolescente continúe participando del coro de la escuela y secundario, pero también llegó el momento de integrar el coro de la Iglesia Evangélica Valdense de Jacinto Arauz. Llegar a ser parte de ese coro era todo un honor; mi mamá y mi hermana ya formaban parte, pero yo aún era chica para ser miembro de ESE CORO, así con mayúsculas.
En el año 2000, cumplidos mis quince años pude comenzar y ahí empezaron los ensayos de noche, por laaaargas horas. Los desafíos ya eran otros, las canciones más largas, más exigentes. Cada viaje era una experiencia única: los preparativos en casa, que los trajes estén perfectamente listos, ordenar las carpetas, entre otras cosas. Recorrer la provincia, pero también participar de conciertos fuera de ella. Y como olvidar aquellos viajes a Uruguay, para participar de la «Fiesta de Canto». Siendo rigurosa, ya había ido antes pues acompañé a mi mamá y hermana, pero esta vez me tocaba
Como sabrán, un coro es básicamente un grupo de personas que hace música con su voz. Digo «básicamente», pero no porque sea poco o sencillo. No voy a extenderme en tecnicismos de lenguaje musical porque no los sé.
Cantar es más que hacer música, es «decir» música. Pero este decir, en un coro, es ordenado, respeta tiempos -musicales y personales-, sonidos, espacios y esto se debe a que se canta con otro y con otra, se lo incluye, se lo escucha, se lo espera, se lo mira… No es mi voz por sobre las demás, somos todas las voces, una sola voz. Todas las voces diciendo algo, todas las voces diciendo lo mismo. Esto lleva mucho tiempo de trabajo. Hay quien llega, después de haber cantado siempre solo-a, y debe aprender que el coro suena cuando no sobresale ninguna voz. Entonces entiende que, si canta a todo volumen, no puede escuchar a su compañero-a de al lado; comprende que, si no se observan los gestos, las miradas de quien dirige, probablemente se equivoque y confunda al resto o, hasta arruine la melodía. Advierte que allí no prevalecen
ser una protagonista más y cantar con mi coro, con las grandes masas corales, en las caminatas por las calles de la ciudad anfitriona. Experiencias que quedarán por siempre en la retina de mis ojos y en mi corazón. Siempre voy a estar agradecida a Mabel Gonnet, nuestra directora, por tanta dedicación; un gracias inmenso a mi mamá por contagiarnos este amor por el canto y a mi papá y hermanos por aguantar las horas de ensayo y acompañarnos en casi todas las salidas y presentaciones. «Si no hay palabras, que haya canto. Y demos gracias bien de adentro. Atesoremos este encuentro, la bendición que Dios a ha dado. Que nos conceda estar de nuevo a convocar a su pueblo» M. Florencia Clemant
Comunidad de Jacinto Arauz, La Pampa. Colonia Iris
las individualidades, aunque cada uno-a pueda ser quien es, sin ser juzgado-a.
Personalmente, comencé a ser parte de esta experiencia desde mis 13 años y continúo en la actualidad. Puedo cantar sola porque un grupo de voces, primero, me fortaleció para hacerlo, pero en simultáneo, siempre el canto grupal transciende en mí y puedo decir que lo necesito. Cantar de manera colectiva es una elección. A veces porque en grupo me animo y solo-a no; otras porque quiero aportar mi voz a un proyecto y que ese proyecto me atraviese también. Sea por la razón que sea, la premisa siempre es el disfrute de hacerlo. No es simple decir «lo hago meramente porque quiero», pero en el coro es así. En tiempos donde prima lo individual, donde no escuchamos, sino que sólo esperamos el turno para decir bien fuerte lo nuestro; donde prácticamente no existen las «esperas»; donde el tiempo que vale es sólo el nuestro; donde no miramos los ojos, las manos, los rostros… los coros, son la resistencia. Ojalá lo que ocurre dentro de estos espacios musicales pueda multiplicarse hacia nuestra sociedad. Ojalá miremos hacia todos los sentidos, ojalá respetemos nuestras diferencias, ojalá todos-as puedan sentirse parte y sean escuchados-as.
María Laura Zanuttini
Integrante del Ensamble Vocal Mboyeré, Reconquista, Santa Fe.
Música y Liturgia
Cuando recibí la invitación para escribir algo sobre la música y la liturgia, la música y la iglesia, confieso que pensé que no era para mí y, sin embargo, inmediatamente una imagen empezó a dar vueltas en mi cabeza.
Siendo muy chico, mi madre me llevaba con ella al culto. Jamás voy a olvidar el sonido del armonio, por ejemplo, era grandioso y había señas a la distancia entre predicador y organistas para que la música sonara en el momento justo. Esa imagen que contaba es la de un tablero lleno de números, el tablero de los himnos, ese que aún está en el templo de Cosmopolita, pero que ya hace años cayó en desuso.
Una de las cosas que más me gustaba era ver que tuviera muchos números porque significaba que se iba a cantar mucho, pero, además, ni bien terminábamos de cantar una canción, yo ya estaba buscando la próxima, así cuando el pastor la anunciara, mi madre ya la tendría pronta. Pienso con qué orgullo sostenía el himnario y, por supuesto, me iba aprendiendo el soprano a todos los himnos.
Con 14 años recién cumplidos, cumplía también el sueño de cantar en el coro mayor, quedaba atrás el corito de niños. Era increíble la naturalidad con que se cumplían esas etapas. Es más, cuando yo comenzaba a integrar el coro había otras personas que tenían mi edad actual que dejaban de participar y lo podían hacer sin problema, sin que el coro dejara de existir por ello, capaz que ni siquiera se iba a reducir el número de coreutas. Esto doy fe que ya no pasa, hoy miramos atrás y no hay recambio y creo todos-as somos un poco culpables porque dejamos que se perdieran esas etapas naturales de las que hablaba antes. Tampoco puedo decir si pasa lo mismo en todas las comunidades.
Al igual que nuestro coro, las Fiestas de Canto de la Iglesia Valdense acaban de cumplir cien años y siguen tan vigentes como siempre.
De a poco todo fue cambiando y también la música, llegaron los cancioneros. Recuerdo perfectamente la vez que me invitaron a tocar la guitarra en un culto y no me animé. Es que a pesar de que ya se escuchaban quejas, a esos cultos todavía concurría mucha gente y no era fácil acompañar con un instrumento como la guitarra, era muy suave su sonido y capaz que hasta se podía desafinar. Otro recuerdo que me marcó fue en un Sínodo en el Parque XVII de febrero: Beatriz Ferrari hacía los devocionales de la mañana, yo era el guitarrista que llegaba primero, ella me indicaba la canción y me decía: «en cuanto yo terminé de leer el pasaje bíblico, vos tenés que comenzar a tocar», me pareció genial y lo seguí aplicando siempre. Agradezco el haber entendido que, si sabes cantar o tocar algún instrumento, no necesariamente tienes que esperar ser invitado-a a participar de una liturgia, a hacer música en una celebración; más bien debe surgir espontáneamente, en agradecimiento a Dios por haber recibido ese don. Hasta aquí siempre escribí pensando una relación directa entre la música y la liturgia, la música y la iglesia, pero, ¿qué hay cuando se forma un grupo fuera del ámbito de la iglesia? Bueno, para mí, siempre fue difícil separar una cosa de la otra y creo que esto se debe a que, justamente, ese reconocimiento de sentir que todo lo recibimos gratuitamente y, de alguna manera, debemos mostrar nuestro agradecimiento. Así lo hizo Vocal Sur en el pasado, cantando en fiestas, celebraciones, sínodos aquí en Uruguay, en Italia en cultos, en la fiesta del 15 de agosto. De una u otra manera, Viento Sur también está vinculado a la liturgia en particular y a la iglesia, en general. Una muestra de ello es nuestra visita a los valles valdenses, conjuntamente con el coro centenario de la Iglesia de Cosmopolita, en febrero del 2024. Esa es una nueva oportunidad para ser agradecidos-as y participar de la música y la liturgia, de la música y la iglesia.
Carlos Negrín
El Canto y la comunidad
Este relato es un popurrí. Creo que es la manera más sencilla de describirlo. ¿Por qué? Porque se trata de una conjunción de voces, sentires y experiencias de varias personas. De dos personas entrevistadas, de quién entrevistó, y también de una que nos hizo llegar de puño y letra uno de los testimonios y, bueno, de mí, que intento, junto a la mirada atenta de Fabián Artus Bremermann -más conocido como Yogui- armar lo que al principio parecía un rompecabezas.
Al compás de la temática principal de esta edición, este Relato de un Encuentro -que ya anticipé: fueron varios- se trata centralmente de reflejar el significado que tiene el canto coral para muchas personas. Yogui, quien fue además una de las personas impulsoras para que trabajáramos este tema, está muy vinculado a la actividad coral, y cuando le propuse la idea, dejó de lado sus dudas y se puso al hombro el rol de corresponsal.
Estela Talmón, directora del coro de Miguelete, recibió un mensaje de Yogui con la propuesta, y sin mucho preámbulo, después de uno de los ensayos previos a la Fiesta de Canto, se pusieron a charlar. Sin vueltas, nuestro entrevistador le pregunta: «¿Cómo fueron tus comienzos en la música?», y sin titubear, Estela dijo: «Mi relación con la música empezó desde niña, desde muy niña. Tenía una tía que era profesora de piano y con ella aprendí. Siempre me gustó, me encantó». Como de coros se trata este texto, enseguida se dirigen a ese tema y comenta: «A los 14 años empecé a cantar, a formar parte del coro que Lindolfo Barolín dirigía en la Iglesia Valdense de Miguelete; hasta los 26 años que fue cuando me casé y me fui de la localidad». La música siempre estuvo presente en su vida, pero durante los 18 años que vivió fuera de Miguelete solo tocaba el piano en su casa, pero cuando volvió, retomó esa conexión tan especial con la música y con el canto coral. «En el año 1988, cuando con mi familia volvimos a Miguelete, me sentí como en casa porque era mi casa, mi hogar; y comencé a dictar clases de piano, empecé a dar clases en la escuela bíblica -como siempre-, a participar de nuevo en la liga femenina y también a tocar el órgano en el templo», comenta Estela.
En el 2019 se cumplieron 25 años que da clase de piano, así que decir que su vida está conectada a la música suena a poco. En el 2010 la comunidad valdense de Miguelete no tenía coro y ella fue una de las personas que pensaron para que guiara ese camino, «me asustó un poco», confiesa y continúa: «Dije que sí, porque en realidad había hecho algunos cursos con el pastor Delmo Rostán, en Valdense, cuando era jovencita, pero nada más, no tenía otra formación, mucho menos sobre dirección coral. Siempre me gustó arreglar algunos himnos que estaban muy altos, pero nada más».
«En realidad, el coro de la iglesia valdense de acá se dejó cuando se retiró la señora Inés Rostagnol y vino otro señor de Colonia. En ese entonces yo no estaba en Miguelete, fue cuando el coro se hizo más popular», dice y continúa:
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«Así fue que, después de unos años, se vio como una necesidad tener un coro para celebrar casamientos, Navidades y demás, y como a veces el director que venía desde Colonia no podía estar, me pidieron a mí, y bueno… ¡me animé!».
Y así fue que en 2011 fueron a su primera Fiesta de Canto, en Ombúes de Lavalle, y desde esa vez, el coro de Miguelete fue a cada una de las Fiestas hasta el día de hoy.
Como no podía ser de otra manera, al hacer mención de las Fiesta de Canto, Yogui y Estela hablaron un poco sobre la que se aproximaba. «Creo que el grupo es el más chiquito en número de todos los que se presentaron, pero grande es su entrega. Estoy realmente muy satisfecha porque son muy buenos compañeros y cantan con vocación, dando testimonio de nuestra fe», comenta orgullosa.
Cerrando la charla surge la pregunta sobre los-as jóvenes y el canto coral, y Estela dice: «Yo creo que lo importante es que hay que sentirlo, realmente hay que sentirlo de corazón. Todos somos distintos, ¿verdad? todos somos distintos y no podés exigirle a un chico estudiar música, no, hay que realmente desearlo y sentirlo. Eso es lo que yo pienso. Y nunca es tarde para empezar. ¡Eso sí lo aseguro, lo aseguro porque lo viví!», y continúa: «para mí, es una bendición estar dirigiendo este coro porque me siento identificada con él y me siento feliz».
Por si fuera poco, nuestro corresponsal también entrevistó a Claudia Baridón, integrante del coro de la Iglesia Valdense de Miguelete. «No soy la más joven del coro, pero sí una de las que entró último, pero mi recorrido en el canto coral es más largo. Comencé de niña en la escuela dominical, en el paraje Tala de Miguelete que es a siete kilómetros más o menos de Ombúes de Lavalle y, ahí, mi abuelo era el director de la escuela dominical de la zona a la que iban muchos niños y niñas». Así de rápido empezamos a notar que su abuelo fue una persona importante en su vida, y más rápido aún cuenta porque: «Durante muchos años fue también el director del coro de la iglesia de Ombúes, sabía mucho de música porque le encantaba; entonces nos enseñaba y dirigía a los niños».
Hay quienes se vinculan con el canto coral desde niños-as, como Claudia, que inició desde pequeña el desafío de armonizar con otras voces en el coro de la iglesia, y si bien durante la escuela no participo porque iba a una escuela rural que no tenía demasiado recorrido en el canto, sí lo hizo en el coro liceal de Ombúes. Aunque su vínculo con la música comenzó tempranamente, fue algo intermitente. Sigue la charla y llegan al momento en que se muda a Miguelete, primero a la zona rural y en el 2008 al pueblo.
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«En ese entonces era maestra de escuela bíblica y en el 2010, cuando Estela comienza a dirigir el coro de la iglesia, los escuché cantar en la presentación de Navidad… como a mí me gustaba mucho el coro y cantar, manifesté mis deseos de formar parte, entonces cuando comenzaron los ensayos del año siguiente, me avisaron y me integré. Desde entonces, canto de forma ininterrumpida», comenta.
compartir eso que tanto disfrutamos. Por otro lado, también es una forma de expresar la fe que puede llegar de otra manera. Creo que además de la predicación, la música tiene ese condimento especial mediante el cual también se está enseñando». Hace muy poco tiempo, quienes mantienen la charla, participaron de la Fiesta de Canto, y Claudia comenta al respecto: «A mí me gustó mucho. Para mí, todas las Fiestas de Canto son especiales y esta fue aún más porque se hizo en el templo de Valdense, un lugar único desde su estructura e historia, pero sobre todo por el órgano de tubos que sonaba espectacular, muy lindo, tiene muy buena acústica», y continúa: «Los himnos que se cantaron son los más lindos. Me gustó mucho la participación de los coros, no solo sus presentaciones, sino también que una se reencuentra con gente que solo ve una vez al año y es hermoso compartir esa experiencia».
La actividad coral, y las Fiesta de Canto, tuvieron obstáculos en su continuidad durante la pandemia y es por eso que Claudia reflexiona sobre el final de la charla sobre el deseo de seguir en estos espacios y con la actividad coral en general, «La verdad es que extrañé mucho los dos años que no se hizo la Fiesta de Canto, porque tampoco podíamos ensayar. Se extrañó mucho», comenta.
Estos dos testimonios hablan por sí solos: el canto coral es parte de la vida de fe de nuestras iglesias, a veces más y a veces menos. Los ensayos son espacios donde no solo se busca armonizar, sino también donde la magia del encuentro hace comunidad.
«Si no hay palabras, que haya canto y demos gracias bien de adentro, atesoremos de este encuentra la bendición que Dios ha dado. Que nos conceda estar de nuevo al convocar a su pueblo».
Nuestro corresponsal va al hueso y le pregunta: «¿Qué es para vos la actividad coral dentro de la iglesia?», a lo que responde: «Me parece que es importante. En primer lugar, porque me gusta mucho cantar y la música en general, entonces es un lindo espacio para
Daiana Genre Bert
Conexiones
Hoy, otra vez, insistimos en las viejas canciones del rock nacional -o argentino, si naciste del otro lado del charco- que fueron escritas en un tiempo oscuro que parecía no tener final. Pero hubo. La música, el arte en general, tiene el poder de acompañarnos mientras hacemos historia, y frente a la necesidad imperiosa de buscar la esperanza que debe estar agazapada en algún rincón, hoy, volvemos a los viejos himnos que acompasaron la vuelta a la democracia, el despertar de un pueblo que no se rinde… porque a pesar de los tropiezos y los sinsentidos, de las violencias y los discursos tendenciosos, algo fuimos aprendiendo: las calles son nuestras, los derechos se defienden y el pueblo tiene memoria.
«El ser humano está lleno de preconceptos, lleno de prejuicios. Y la falta de libertad no tan solo se siente en la libertad colectiva, si no en la libertad mental de cada persona»
Nace una flor, todos los días sale el sol.
De vez en cuando escuchas aquella voz como de pan, gustosa de cantar, en los aleros de la mente con las chicharras
Pero a la vez existe un transformador que te consume lo mejor que tenés, te tira atrás, te pide más y más, y llega un punto en que no querés.
Mamá, la libertad siempre la llevarás Dentro del corazón
Te pueden corromper, te puedes olvidar Pero ella siempre está
Mama la libertad siempre la llevarás dentro del corazón.
Te pueden corromper, te puedes olvidar, pero ella siempre está.
Ayer soñé con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión. Hoy desperté cantando esta canción que ya fue escrita hace un tiempo atrás. Es necesario cantarla de nuevo, una vez más
Mama goce, mama instante
Mama enséñame a sentirme vulnerable
Que la cárcel de mi mente no me ciegue no me amarre
Que no me olvide de la historia que soy parte
Que el presente represente esa fuente de voces valientes que salieron a las calles a luchar gritar, bailar, cantar, sentir, desear, vivir…
Mama libertad
Hoy tu flor renacerá (Siempre la llevarás)
Siempre llevaré el recuerdo, la canción en la piel
Mi homenaje será
El amor que sembré -siempre la llevaráslibre, libre, libre, vivirá, vivirá…
Mama la libertad siempre la llevarás Dentro del corazón. Es necesario cantarla de nuevo, una vez más.
Hoy desperté cantando esta canción que ya fue escrita hace un tiempo atrás. Es necesario cantarla de nuevo, una vez más. Es necesario cantarla de nuevo, una vez más. Es necesario cantarla de nuevo, una vez más. Una vez más.
CAREF, 50 años
El 8 de octubre de este año, CAREF cumplió 50 años; medio siglo de trabajo con el compromiso diario y la responsabilidad de ser una organización de puertas abiertas. Llegamos a este aniversario celebrando los 40 años de democracia ininterrumpida en Argentina, y habiendo nacido en un contexto donde los países de la región, incluido el nuestro, iban sucumbiendo ante el terror y la violencia estatal.
En este aniversario recordamos a aquel grupo de pastores de iglesias protestantes históricas comprometidas con los Derechos Humanos, que decidieron fundar una comisión para recibir a familias enteras que escapaban de la violencia de los países vecinos. Y, además, celebramos la tarea cotidiana de escuchar y sostener a cada persona que se acerca a nuestra institución.
Si bien, en este medio siglo de existencia, nuestra tarea se fue actualizando al compás de los cambiantes contextos políticos, sociales y económicos, siempre tuvimos como norte la defensa de los derechos humanos de las personas desarraigadas que llegan con casi nada.
Este año tan emocionante para la institución, estuvo repleto de actividades especiales, reconocimientos y festejos. En septiembre inauguramos en la Embajada de Chile en Argentina, la muestra documental «Abrir las puertas», que refleja la asistencia a exiliados chilenos y chilenas en Argentina, entre 1973 y 1989. Armada a partir de fotos, expedientes institucionales, correspondencia de la época y testimonios de personas refugiadas y de ex trabajadores de CAREF. Las fotografías y materiales utilizados constituyen la base del Archivo Histórico Institucional de CAREF, organizado con la colaboración del Archivo Nacional de la Memoria -dependiente de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación-.
Durante ese mismo mes, recibimos el reconocimiento de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, que declaró de interés para la promoción y defensa de los derechos humanos al archivo histórico de CAREF y reconoció la labor de la institución a 50 años de su fundación.
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Otro hecho importante del año fue que CAREF hizo entrega al Estado argentino de un listado de 19 personas exiliadas chilenas que fueron secuestradas de un refugio administrado por la institución y detenidas arbitraria e ilegalmente en Campo de Mayo, en 1976. Este hecho constituyó un aporte para el fortalecimiento de los procesos de memoria, verdad y justicia con los cuales nuestra institución tiene un compromiso vital e ineludible.
En octubre, se realizó una celebración ecuménica en el Palacio San Martín, sede ceremonial de la Cancillería de la República Argentina. El equipo técnico de CAREF, integrantes de organismos y organizaciones de derechos humanos, ex trabajadoras de la institución y referentes del mundo ecuménico participaron de un emotivo acto que contó con la presencia y la palabra del Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y del Embajador Guillermo Oliveri. Además, estuvo presente con su hermosa música la Orquesta ASE -Acción Social Ecuménica- de San Fernando, provincia de Buenos Aires.
En noviembre gozamos con el festival político y cultural «De todos lados», un encuentro donde reunimos a grupos musicales, poetas de toda la región y organizaciones referentes en materia migratoria y de derechos humanos, con el fin de celebrar los 50 años de nuestra institución y el vigésimo aniversario de la Ley Nacional de Migraciones.
«Este año es muy importante para nuestro país: cumplimos cuatro décadas de democracia ininterrumpida y, desde CAREF, creemos que, como todos los derechos conquistados en este período, el derecho a migrar también debe ser defendido y custodiado. En un contexto donde observamos el resurgimiento de discursos de odio y negacionistas, esto nos preocupa especialmente. Por eso, en las celebraciones quisimos reforzar la idea que direcciona nuestra tarea: de todos lados, habitando un mismo suelo, con igualdad de derechos», Gabriela Liguori, directora ejecutiva de CAREF.
Con un perfil cultural, «De todos lados» marcó el cierre de un año de festejos, donde la memoria, los derechos y el valor de lo colectivo fueron protagonistas.
Área de Comunicación CAREF
Celebración ecuménica en el Palacio San Martín
Comunicándonos
Espacio de la Federación Femenina Evangélica Valdense
Queridas hermanas, hemos llegado a un nuevo fin de año de las actividades y estamos transitando el tiempo de Adviento o tiempo de venida, tiempo de renovar la esperanza y la alegría del regalo de Dios a la humanidad en la persona de Jesucristo. Como dice el texto del evangelio de Juan 1: 4 y 5: «En Él estaba la vida, y era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla». En estos tiempos que nos toca vivir de tanta violencia, incomprensión, dolor, que estas palabras del evangelio nos sostengan y nos animen en la certeza de que Dios todo lo ve y nos sostiene con su mano amante. Que cada celebración comunitaria de la Navidad renueve esa esperanza y nos aliente en ese caminar intentando dar el testimonio de su infinito amor hacia la humanidad.
Creo en un Dios que me ama locamente y que en un exceso de amor dibujó mi alma.
¡Qué valentía!
Creo en un Dios capaz de haber pensado un universo para que mis pies y mis manos lo abrazaran.
¡Cuánta osadía!
Creo en un Dios que no tolera ninguna clase de muerte, ni de dolor, ni de partida.
Creo en un Dios papá que en cada día me vuelve a regalar nada más ni nada menos que la vida.
Creo en un Dios siempre presente que lejos de castigarme, siempre está a mi lado para curarme las heridas.
Creo en un Dios de brazos fuertes, capaz de hacerme upa después de todas mis múltiples caídas.
Creo en un Dios maravilloso que me engendró en sus entrañas con el único sueño de que disfrute la vida.
Creo en un Dios que no se deja apresar en nombres, pautas, leyes humanas que sólo lo asfixiarían.
Creo en un Dios que se retuerce de dolor ante una tierra que vuelve a crucificar al amor todos los días.
Creo en un Dios que no acepta la guerra, la mentira, el hambre, la indiferencia ni ninguna cobardía.
Creo en un Dios que se hizo humano para enseñarme desde cerca que vivir amando no es ninguna utopía.
Analía Ghio
La memoriaviva
del pueblo
Leemos Éxodo 3: 1-14
El libro de Éxodo presupone y continúa los relatos del Génesis, pero introduce al mismo tiempo un cambio importante. En la historia patriarcal -Gn 12–50-, lxs protagonistas habían sido siempre figuras individuales; ahora, por el contrario, va a ocupar un lugar destacado un nuevo personaje, no individual sino colectivo: el pueblo. Esta transición se pone de relieve expresamente al comienzo del libro, cuando el texto hace notar que las setenta personas que habían llegado a Egipto con Jacob se multiplicaron de tal manera que llenaban toda la región -Ex 1.5,7-.
Éxodo 3: 14: «Yo soy el que soy», esta frase explica el nombre personal de Dios de Israel, Yahvé, asociándolo al verbo hebrero hayah, que significa ser, existir y, a veces, también acontecer. Según algunxs intérpretes, el mismo verbo, al ser repetido, refuerza su significado y adquiere mayor intensidad, de manera que «Yo soy el que soy» equivale a «Yo soy el que existe realmente y por sí mismo». Otrxs señalan que la frase puede traducirse también por «Yo soy lo que soy». Otrxs, finalmente, hacen notar que el verbo hebrero hayah, a diferencia de nuestro verbo ser, no designa la mera existencia sino una presencia viva y activa, y que, por lo tanto, la frase significa «Yo soy el que siempre estaré con ustedes para salvarlos». -Comentario de la Biblia Dios Habla Hoy con Deuterocanónicos, pg. 70-71, 74-. Es común calificar este relato del libro del Éxodo como de «vocación-misión» de Moisés. Hay rasgos formales que constituyen el género literario indicado: visión o teofanía, encargo de una misión -ir al faraón, hablar a los israelitas, 3,10- objeción del protagonista -3,11-, respuesta y confirmación por parte de Yavé -3,12-. Pero aquellas perícopas cubren otros temas, y al revés, los relatos de «vocación-misión» no se extienden a la totalidad de los pasajes. Están al servicio de otro tema mayor. Pero lo más sintomático en esa manera tradicional de interpretarlos está en el destacar al héroe en sí mismo, como individuo y gran personaje. Importa el individualismo de las figuras humanas, porque tal vez queda marcado también el individualismo del lectorx. La contraparte de esta lectura es considerar en Éxodo 3 la emergencia de un proyecto divino de liberación -y no solo la vocación de un héroe elegido-, y la orientación de los relatos a un pueblo más que a una personalidad.
Lo que señalamos al comienzo sobre Moisés como héroe, como personalidad individual, se repite precisamente en las interpretaciones que traducen «yo soy el que soy», «el Existente», etc. La pregunta existencial del texto -de su autor, de sus destinatarixs- es por la presencia de Dios, por eso Yavé es entendido como «el que está -con-» y no «el que es -en sí-».
Todavía más, fuera del contexto de opresión-liberación -tema fundamental de Éxodo 1-15- están aquellas interpretaciones de 3,13-14 que destacan la inefabilidad y trascendencia de Dios: «yo soy el que soy -y no preguntes más-». Solo quien no sabe qué significa vivir oprimido puede hacer esta burla sobre Dios. Una respuesta así puede caber en otros contextos, pero no en la urgencia de un proceso de liberación. La pregunta «¿cuál es su nombre?» no era filosófica ni mística; tampoco podría serlo la respuesta. -Revista de Interpretación Bíblica Latinoamericana- RIBLA 4, Croatto, J.S, «La relectura del nombre de Yahvé…», pg. 7-.
La memoria del pueblo no es lineal y sin conflictos, la construcción narrativa de su historia se va nutriendo de las experiencias concretas que se van atravesando.
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Mirar el pasado a la luz de lo que sucede hoy implica hacer relecturas y preguntas, nos invita a observar de nuevo aquello que sabemos o que nos contaron. Buscar comprender lo que vivieron otras personas en otras épocas amplía los imaginarios que nos fuimos haciendo y nos invita a ser parte de la historia que se va tejiendo, que siempre está en movimiento.
Además, esta búsqueda colectiva de narrar-nos, sin dudas, nos abre nuevos caminos de comprensión de nuestra experiencia actual y nos desafía a resignificar nuestras vidas de fe.
Yanina Vigna Equipo editor
Coplas del Yaraví
Señor, que nuestra vida sea cual una quena simple y recta, para que Tú puedas llenarla, llenarla con tu música.
Para que Tú puedas llenarla, llenarla con tu música.
Señor, que nuestra vida sea arcilla blanda en tus manos, para que Tú puedas formarla, formarla a tu manera.
Para que Tú puedas formarla, formarla a tu manera.
Señor, que nuestra vida sea, semilla suelta por el aire, para que Tú puedas sembrarla, sembrarla donde quieras.
Para que Tú puedas sembrarla, sembrarla donde quieras.
Señor, que nuestra vida sea, leñita humilde y siempre seca, para que Tú puedas quemarla, quemarla para el pobre.
Para que Tú puedas quemarla quemarla para el pobre