Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837 Página Valdense «...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20 EDUCAR, EVANGELIZAR Y CELEBRAR María Victoria Baridon Charbonnier 3 ACAMPANTES EN LA COCINA Daiana Genre Bert 7 LOS SEMINARIOS TEOLÓGICOS COLECTIVOS, ESPACIO DE CONVIVENCIA Y EJERCICIO POLÍTICO Sergio Bertinat 9 Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense -Noviembre 2022- N° 284 - Afiliado a O.P.I. 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638 Campamentos: celebraciones en comunidad
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Apuntes de la Directora
Campa-comunidad
En mis años en la dirección de Página Valdense, nunca se trabajó sobre los campamentos como temática principal. Suena raro, ¿no? Al menos a mí me parece extraño no haberlo tratado antes siendo una parte tan marcada de nuestra identidad. De hecho, quizás si no tenemos o nos tomamos un momento para reflexionar sobre la práctica campamentil, no nos damos cuenta de cuán fuerte es su huella en nosotrxs, o quizás sí. Ojalá que sí. Me pregunto dónde radica la magia, y digo magia porque no encuentro, no se me ocurre, una palabra que describa los recuerdos, momentos y vivencias de un campamento. Desde niña participé en la comunidad de San Gustavo- La Paz, debo reconocer que antes de que se vaya mi mamá le decía que me dolía la panza, claro que era mentira porque era una combinación singular de miedo, timidez, inseguridad y vaya a saber qué más; lo cierto es que siempre me quedaba, aunque mis primeras comidas no eran los típicos tallarines con salsa sino tallarines con queso, pues supuestamente estaba mal de la panza. Bastaba sólo con empezar a integrarme para que eso desaparezca y todo sea fiesta, hasta el próximo primer día de campamento al menos.
Fui creciendo y dejando ese dolor de panza en el pasado. No veía la hora de que llegue enero para disfrutar de los campamentos presbiteriales, las asambleas rioplatenses. Con ese mismo paso del tiempo empecé a entender que un campamento es mucho más que unos pocos días compartidos. Para mí, los campamentos siempre fueron música, colores, olores y juegos; fueron abrazos, reencuentros y despedidas; fueron aprender a escuchar, debatir y consensuar; entre tantas, tantas otras cosas.
El sentido común aún nos dice que evitemos hablar de religión y política para no generar conflictos, pero en nuestra iglesia experimentamos todo lo contrario desde muy
chicxs. Ya en los campamentos de niñxs, muchos trabajos apuntan a alimentar nuestra curiosidad, el espíritu reflexivo y el ejercicio crítico. De a poquito, nos van inculcando a pensar guiadxs por nuestra fe, nuestros conocimientos y convicciones; nos alientan a descubrir qué es lo mejor para nosotrxs y cómo podemos construir una sociedad más justa. Incluso, siendo adolescentes-jóvenes, cuando llegamos a la edad de los rioplatenses, echamos a rodar la libertad y la autonomía organizando y gestionando una semana de convivencia. Los campamentos más significativos para mí fueron los rioplatenses, porque conjugan aquello que más nos gusta de los campamentos infantiles y se le suma la enorme responsabilidad de decidir el rumbo del Movimiento Juvenil Valdense. En esos espacios se aprende a debatir, escuchar y reflexionar; pero también aprendemos a gestionar una asamblea, redactar actas, elegir a representantes mediante el voto, aprendemos lo que significa la construcción colectiva organizada en asamblea, como lo es toda nuestra iglesia y cada una de nuestras comunidades. En estos espacios, somos y hacemos política porque nos mueve la fe, porque nos impulsa el desafío de construir un mundo más empático y justo para todxs.
Aun nos falta, es cierto. Tenemos el desafío de tensionar continuamente nuestras prácticas a la luz de los cambios que fueron transformando nuestra sociedad en la búsqueda de más derechos, más goce, más libertad. Tenemos el desafío de construir espacios seguros para que más niñxs y adolescentes puedan experimentar y disfrutar de aquello que tanto añoramos. Tenemos el desafío de construir otros espacios que multipliquen esa magia campamentil en todas las generaciones e intergeneracionalmente, porque si hay una palabra que quizás pueda expresar ese sentipensar, al menos a mí, es comunidad.
Daiana Genre Bert
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Educar,evangelizar y celebrar
Estos son, ni más ni menos, los tres objetivos de los Campamentos en el Parque XVII de Febrero. Como la mayoría de las cosas en este lugar de campamentos, los fuimos construyendo poco a poco. Procesos que llevan meses -y también años-, que requieren de un compromiso muy fuerte con el espacio, con los talleres de formación de líderes y con los campamentos, y que nos conducen a generar acuerdos que enmarcan nuestra forma de trabajar. En el caso de estos tres objetivos, el desafío fue poner en papel eso que, todxs quienes hacemos campamentos, sentimos cuando los hacemos, porque el poner en palabras, el poner en común, el poner en papel, marca un mojón en el camino y nos ayuda a seguir adelante. Educamos, hacemos educación. Los campamentos son oportunidades únicas para esto, para hacer educación popular. Intentamos educar desde el ejemplo, desde el compartir con lxs acampantes, desde el corazón. Y aprendemos, probablemente mucho más de lo que podemos enseñar.
Evangelizamos porque conscientemente vivenciamos y compartimos el Proyecto de vida buena y abundante para todxs. Utilizamos la Biblia como guía, la intervenimos y la adaptamos a las necesidades de cada campamento, nos acompaña siempre. Celebramos el encuentro. Celebramos anunciando y vivenciando la noticia del Proyecto de vida buena y abundante para todxs. Celebramos porque, en comunidad, celebrar nos acerca en afecto.
Los campamentos son un fenómeno único. Ocupan el tiempo presente, pero también el pasado y el futuro. Un campamento no es únicamente los días de su duración, es un año entero de capacitaciones grupales, tres días de planificaciones específicas, dos a seis días de convivencia en el Parque, y unas cuantas instancias de evaluación de todo lo anterior. Si a esto le sumamos el viaje en el tiempo que hacemos cada vez que lo recordamos, un campamento es, al final, una experiencia infinita.
Como líderes, asumimos el compromiso de llevar adelante campamentos. Muchxs de nosotrxs hemos sido acampantes, pero otrxs no. Las experiencias al momento de sentarse a planificar son de lo más variadas. Son entonces, los talleres de líderes, instancias indispensables para formarnos como equipo de trabajo. Esto es lo que hace al proceso de formación de líderes en el Parque algo tan especial. Nunca dejamos de compartir, es necesaria la comunicación y el encuentro continuo. Evaluamos nuestras prácticas con la convicción de que esa es la manera de mantenernos haciendo campamentos de forma consciente. Esta dinámica de trabajo lleva a que constantemente estemos revisando aquellas discusiones que temporadas pasadas parecían haber quedado saldadas. Es un proceso que no termina, pero que en el camino va dejando mojones que nos construyen como familia de líderes. Desde la seguridad de queremos ir hacia un Proyecto de vida buena y abundante para todxs, ese que construimos, desarmamos y volvemos a armar. Sin miedo, porque confiamos en nuestro proceso.
Los campamentos en el Parque son oportunidades únicas. Tenemos la posibilidad de compartir un mensaje que, para nosotrxs, es el centro de los campamentos. Si pensamos que estos pocos días, en realidad son una oportunidad para explícitamente compartir que creemos en un proyecto que nos incluye a todxs, en el que podemos vivir bien, en abundancia, compartiendo y cuidando de la creación, entonces capaz esos «pocos días» no son tan poco.
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Nos vamos preparando Precisamente, este año, elegimos como tema bíblico central para los talleres y campamentos el Buen Vivir. Lo vamos a abordar desde el Génesis 1, así que durante este tiempo fuimos reconociendo en el texto aquellas ideas que nos van mostrando que el Proyecto de Dios es, desde su concepción, buena vida. Nos dejamos atravesar por el texto, lo traemos a la actualidad y lo intervenimos, jugamos con él y nos metemos en el relato.
Pero entonces, ¿qué es el Buen Vivir según el relato del Génesis 1?
Buen Vivir es ser parte de la creación. Buen vivir es disfrutar de la creación. Buen Vivir es diversidad. Buen vivir es buen comer. Buen vivir es buen descanso. Buen vivir es crear artístico. Buen vivir es pensar en el futuro.
Probablemente Buen Vivir sea eso y mucho más, pero con estos siete puntos es que nos encaminamos hacia los campamentos. Ese es nuestro punto de partida este año para continuar trabajando.
Nos apoyamos siempre en personas que con mucho amor dedican su tiempo y sus saberes a una parte de la formación de esta familia de líderes. En temas bíblico teológicos este año nos acompañó Pablo Ferrer.
Pero entendimos que, también, el Buen Vivir debe ser compartido en comunidad, entonces invitamos a María Laura Tolú, para comenzar a hablar de educación popular y para entender, una vez más, que en los campamentos hacemos educación. Es desde este lugar y con estas intenciones que, nuevamente, nos preparamos para una temporada de campamentos. Con amor, fe y esperanza, deseamos que sea un verano lleno de alegrías y de Buen Vivir para todxs.
María Victoria Baridon Charbonnier
Aprender aprendiendo
junto a la comunidad Qom’
Los vínculos. Las diferencias. Lo común. El reflejo, nuestro reflejo. El otro, la otra, lx otrx. Conexiones que entretejen y marcan nuestra presencia en el aquí y ahora, por eso los testimonios como este se vuelven indispensables para seguir pensando las maneras en que nos relacionamos. Amaray Collet vivió su infancia y juventud en Chaco, nos comparte sus experiencias, porque de esa forma, se multiplican.
Mi vínculo con la comunidad Qom’ tiene que ver con mi crianza, porque el trabajo de mi padre y de mi madre nos llevaron a esas tierras en Juan José Castelli Chaco. Además, nací en la clínica de la Junta Unida de Misiones (JUM). También tiene que ver con jugar con los niños y niñas, conocer a los y las adultas que iban
a trabajar a casa, al patio de la JUM; que mi casa esté ahí. Ver a la abuela Tomasa pasar con su leña al hombro; que Alpio nos pasee a caballo y que José Maidana nos cante hermosas canciones en Qom’ -por cierto, con José seguimos teniendo una amistad en Buenos Aires, donde creamos una obra juntos-. Mi vínculo está íntimamente relacionado a todas las veces que escuché a Hugo Díaz dando consejos a la tardecita y reflexionar sobre la vida; con las ocasiones donde me sumé a escuchar atentamente al filósofo Qom’, Orlando Sánchez, cuando iba a hablar con mis viejo-a; a Urbana y las mujeres que tejían canastos y enseñaban costura a otras mujeres del campo. Se remonta a mis amigos de la adolescencia: Jorge Sánchez, José Orquera y Omar Gonzales.
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Si tuviera que contarles una experiencia con la comunidad no podría, porque son parte de mi crianza, de mí vida. A la comunidad Qom’ la siento familia… hermanos y hermanas, así como me dice Jorge Sánchez: «mi hermanita».
En el año 1998, a mis 18 años, me fui a vivir a la provincia de Entre Ríos dónde estudié danza y teatro. En el año 2004 me mudé a donde vivo actualmente, a Buenos Aires, para profundizar y desarrollar mí carrera artística. En el 2011 presentamos un proyecto de «Educación por el Arte» al Ministerio de Educación de Chaco para dar talleres mensuales -viajando una vez por mes de Bs. As. a Chaco, y viceversa- en el CEREC -Centro Educativo Rural el Colchón-, secundaria bilingüe e intercultural de la comunidad Qom’. El Centro Educativo está en el corazón de El Impenetrable. El proyecto «Educación por el Arte» duró seis años, y durante ese tiempo viajé junto a dos profesoras artistas: Laura Sosa y Francisca Caballero. Fue una oportunidad para encontrarme con muchos amigos y amigas de la comunidad, esta vez como colegas. Los talleres generaron una experiencia de creación artística en un proceso intercultural con jóvenes de la secundaria Qom’. Recuerdo con mucho amor que realizamos, comunitariamente desde el diálogo constante, tres obras de danza- teatro- plástica; Este trabajo nos amplió la percepción del arte, con una mirada intercultural, desde la escucha y el respeto. El contenido de las obras hace referencia a relatos Qom’. Llevamos estas obras por la provincia de Chaco y Entre Ríos. Sin dudas, el hecho de crear con jóvenes Qom’ nos generó, como docentes y artistas, un crecimiento y aprendizaje único, con una vivencia y concepción diferente que fue crear desde y con otra concepción del arte, otra cultura.
Para mí, uno de los modos en los que siento esa conexión, ese encuentro con la comunidad, es el “silencio”, el hablar lo justo y necesario. El silencio en la escucha es un aprendizaje de esa crianza. Me acuerdo cuando en la secundaria una maestra trató de burlarse de una compañera indígena porque no hablaba y ella le respondió: «yo no hablo porque la estoy escuchando».
Durante mi infancia y adolescencia en Castelli, sufrí mucho porque discriminaban a mis amigos y amigas, sobre todo en la escuela y en el centro del pueblo. La falta de reconocimiento de sus derechos, su cultura y territorios fue y es doloroso. En este sentido, recuerdo las palabras de José Celin: «algunos dicen que nosotros somos pobres, pero nosotros no somos pobres. Tenemos muchas riquezas en nuestra cultura y sabiduría. Que nos hayan robado nuestros derechos y nuestros territorios no significa que seamos pobres».
Les comparto algunas verdades que soy porque aprendí de los y las Qom’:
- Somos naturaleza y sin el monte no estamos vivos y vivas, no somos.
- Contemplar, estar conectados-as.
- Entender que otra cultura es otra forma de concebir el mundo y la existencia… quizás nunca terminemos de conocernos porque somos otredad, pero hay mucho por descubrir en las diferencias.
- A observar y preguntar todo el tiempo: «¿Quién soy yo?», para poder dialogar con otros-as. Esto me lo enseñó mi abuelo postizo Jean Charpentier, pedagogo que acompañó a crear el CEREC. Él decía: «para saber quién es el otro, primero tengo que saber quién soy yo, luego preguntar quién sos. Sólo sabiendo quién soy no dejo el diálogo frustrado, sólo sabiendo quién soy, no idealizo, ni discrimino al otro». ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Preguntas intelectuales que debo hacerme constantemente en la vida cotidiana; por ejemplo, frente a alguna situación ¿por qué reacciono así y no de otra forma?
Aprendí que el escuchar, el estar abiertos-as al misterio de lo diferente y a ese «aprender aprendiendo» en un diálogo constante; el contemplar y conectar con las diferencias y no creernos los dueños-as de la verdad; a no apresurarnos a entender y dar respuestas… Quizás así, en este modo de estar, descubramos más preguntas para seguir caminando.
No puedo terminar este relato sin decir que una de las tantas deudas que tenemos como sociedad, al menos en este país, es reconocernos como un Estado pluricultural, plurinacional. Amaray
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El fuego une y hace comunidad que nos convoca,
Los campamentos tienen ese algo que nadie puede explicar, es a donde todos y todas queremos ir después de año nuevo. Lo esperamos todo el año para que vuelva a suceder.
Vamos a aprender y enseñar, a compartir y conocer tanto a personas nuevas como también historias que nos llenan de fe. Nos preparamos con tiempo y las suficientes herramientas para darles lo mejor de nosotros y nosotras a personas que quieren seguir nuestros pasos. La comunidad ayuda, ya sea con donaciones o en los juegos, siempre son partícipes de esto tan lindo que generamos cada verano.
Los campamentos para mí son muchas cosas, son recuerdos de mi niñez, de conocer amigos y amigas que son casi hermanos y hermanas que conservo con el tiempo y aprendí a querer como familia; de juegos en los que ponés a andar la confianza y te embarrás si llueve, de la pileta si hace calor, de los fideos con tuco, el helado y el asado del último día, del fogón de
Se viene el verano y se vienen los campamentos. Muchos y muchas nos están preguntando cómo y cuándo serán. Y es que los campamentos se esperan con muchas ganas durante todo un año. Queremos reencontrarnos, invitar a alguien que nunca ha ido, visitar un nuevo predio… ¡ser acampantes otra vez! ¿Y por qué? Porque es una experiencia única. Son días de vida plena, de acercamiento a Dios, de conocer más sobre Él, los/las demás y nosotros/as mismos/as, También de una mesa llena de amistades y alimentos, gracias a Dios por eso. De noches de caminata, juegos nocturnos o un fogón.
la última noche donde ponemos en práctica nuestros dones y mostramos todo lo que aprendimos y creamos los días anteriores, las canciones que nos gusta cantar y mucho más.
El fogón representa todo lo que somos y queremos ser, de la forma de como vemos las cosas e interpretamos lo que sentimos. Es mostrarnos de una forma poco habitual con nuestra familia y la comunidad, es sacar todo lo lindo que llevamos dentro. Planificar un fogón es tener en cuenta lo que queremos transmitir, la esencia de los campamentos, lo que nos hace ser quienes somos como comunidad y personas de fe. Ver ese fuego arder es unión, es amistad, es familia, es música, es amor, es fe, es algo inexplicable. No puedo definir al momento de fogón porque, para mí, es algo que nunca supe, ni sé, cómo explicarlo.
Particularmente la última noche, la del último fogón, tiene que ser especial. Ahí sí que intervienen todos: ¿qué comemos? Algo sin platos ni cubiertos. ¿Qué cantamos? Seguro: arde el fuego. ¿A qué jugamos? ¿Qué scketch vamos a hacer? ¿Quién arma el fuego? Y la lista sigue… Acomodar los bancos, traer la leña y que no llueva. Ahora, por más que organicemos, la magia del fogón hará aparecer grandes actores y cómicos, canciones y versos improvisados, momentos de espiritualidad en un canto o cuento. Acá por Palmares de la Coronilla, esa noche, la bomba deja de girar -la del agua-, se oye el susurro del mar y el grillar de los grillos. La madera que ayer fue árbol hoy es calor. Así lo escribe Nacho, en su canción «El último fogón». Y después a dormir, o no hay después por qué casi que se sigue de largo. Es especial y no se desaprovecha nunca. Ni se olvida.
Los campamentos se piensan, se trabajan, se quieren, se extrañan… En eso estamos, ya pensando para este enero que se acerca, en esa oportunidad de llevar a niños, niñas, adolescentes y jóvenes a lugares y momentos de comunidad.
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Jazmín Rodríguez Comunidad San Gustavo – La Paz
Analía Catalín y Gabriel Gonnet Comunidad Alférez-Lascano
Acampantes en la cocina
ayudantes, Mónica y Laura se quedan durante los cinco días, aun existiendo la posibilidad de organizarse por día, sin quedarse a dormir. Quizás antes era necesario, hoy es una decisión. «El Triángulo para mí, son tres olores: eucaliptus, cebolla y humo de leña. Algo que tiene mucho sabor a infancia, que deseo hacer y seguir haciéndolo mientras pueda», dice emocionada Moni y ahora entendemos más su decisión, ¿no?
Detrás de un campamento hay un sinfín de redes de trabajo, y esta página es una suerte de reconocimiento para quienes realizan esas tareas, hoy nos centramos en las cocineras, compartiendo algunas experiencias y reflexiones sobre su trabajo y dedicación.
Un mensaje, una llamada y un encuentro virtual. Elda, la cocinera histórica de las comunidades pampeanas de nuestra iglesia, su hija, Mónica, que sigue sus pasos junto a su coequiper Laura Negrín, y yo reunidas frente a dos pantallas. Sin anticipar demasiado, voy avisando que aparecen al menos dos cosas que permanecen en el tiempo, de generación en generación.
Mientras que Elda trabajó en 35 campamentos, que según alguna cuenta hecha por chicos y chicas son más de 600 días campamentiles; Mónica suma año a año más experiencias. Apenas empieza la charla Elda me dice que ella no era valdense, pero se confirmó después de casada, y al poquito tiempo las señoras de El Triángulo -el parque, sede de campamentos- le insistieron que se sumara al trabajo en la cocina. «La primera vez que fui a cocinar tenía una hija de ocho años, después trabajé todos los años con mis tres hijos que participaban, seguí con la generación de los nietos y cuando la bisnieta hizo el mini -campamento de los y las más pequeñas-, me jubilé», me cuenta orgullosa. En cambio, Mónica fue acampante desde el mini en adelante, fue líder y con el trascurrir del tiempo, ayudante de cocina de su madre un par de veces, hasta que se volvió cocinera titular junto a su coequiper.
Las diferencias de época se empiezan a notar rápido. Sobre todo, las condiciones de acceso al agua, los primeros años de trabajo de Elda fueron con agua de molino, así que si no había viento por un buen rato tenían que recurrir al vecino de enfrente que proveía; las condiciones de seguridad, por los alacranes que vivían en el piso de madera donde dormían, y el traslado tanto de acampantes como de suministros. Mientras Elda me cuenta que se organizaban para hacer todo casero, incluso trabajaban los días previos, Mónica, riendo, dice: «ni soñando hacemos las cosas que hacía mi mamá como el dulce y pan casero». Es cierto, hay muchas diferencias, pero también surgió una coincidencia importante: ambas participaban-participan de todos los días del campamento; mientras que Elda estaba toda la semana y cambiaban sus
Más arriba hablaba de dos cosas que permanecen en el tiempo, la primera es lo que ambas definen como una característica bien piamontesa, bien valdense: la atención a los costos. Las donaciones se exprimen al máximo transformándose en una amplia variedad de sabores, olores y texturas; incluso las sobras de las comidas anteriores se transforman en las clásicas torrejas. En este sentido, tras esa característica que puede malinterpretarse a veces, en este caso, se oculta un gesto amoroso: cuidar cada detalle para que los chicos y chicas puedan alimentarse bien y rico, valorando y cuidando cada uno de los alimentos, apreciando las donaciones también. Yendo al hueso, como se dice, empezamos a hablar del rol que tenían y tienen las cocineras, y encontramos otras de esas cosas: las cocineras hacen mucho más que cocinar. «Somos las viejas», dicen ambas, pero yo creo que son las voces experimentadas.
Ambas coinciden que desde la cocina se perciben cosas que muchas veces pasan inadvertidas en la cotidianeidad, pero las cocineras se vuelven oído y presencia dispuesta, incluso, y, sobre todo, en situaciones complejas y dolorosas, en emergencias; acompañando sin invadir en las situaciones que ameritan respaldo y mayor experiencia.
«Nuestra actividad no se limita a la cocina, cuando las papas queman estamos ahí, además nos volvemos las confidentes y cuando eso pasa, te tenés que hacer cargo, no podés desoírla o mirar para otro lado. No le podés sacar el cuerpo»
Entonces, las cocineras pueden definirse como las acampantes en la cocina, las viejas -y no tanto- que pican con dedicación para que los y las delicadas no noten alguna verdura, que condimentan cada comida y cada acción con amor y dulzura. Las cocineras que perciben hasta lo que parece imposible, las del oído atento y la palabra justa. Básicamente todas ellas que mientras alimentan, acompañan y cuidan.
Daiana Genre Bert
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Mónica, Elda y Daiana
Después de unas cuantas horas de viaje con todo tipo de paisajes recorridos, una llega a un lugar que quizás a primera vista no se siente como casa, pero con el correr de los días se empieza a convertir en eso. O viniendo de muy cerquita, con la ansiedad a flor de piel, nos vamos preparando para el encuentro, para el riopla. Esperando la llegada de gente que viene desde lejos para compartir, celebrar y reunirse.
Personalmente he vivido solo dos experiencias participando en los rioplatenses, pero desde mi perspectiva contaré un poco de cómo lo viví y cómo lo sentí.
Empecemos de a poco con una breve introducción: el rioplatense es un encuentro entre jóvenes argentinos/ as y uruguayos/as que se realiza en el mes de enero desde hace muchos años. Este encuentro sucede un año en Argentina y un año en Uruguay. Es de destacar que este campamento no es un encuentro sin más, trae consigo la responsabilidad de afrontar puntos importantes a través de asambleas que son el eje central, y las que dan lugar al nombre: Asamblea Juvenil Rioplatense.
Las asambleas son instancias de debate en las que se toman decisiones sobre el Movimiento Juvenil Valdense. Se asignan nuevos roles dentro de la CAJ -Coordinadora de Actividad Juvenil- mediante la votación de todos y todas las presentes. Además, se piensa y repiensa el funcionamiento de este grupo coordinador; se designa la nueva fecha y tema para el próximo campamento, se ponen en común las finanzas y proyectos para el año que vendrá. Otro punto importante es que se vuelve a conformar el grupo que se encargará, a lo largo del año venidero, de escribir la columna Conexiones de la publicación Página Valdense.
Para dar comienzo al tiempo asambleario, se eligen las personas que la presiden, además de redactores/as de informes, comisión de nombramiento y cualquier otro rol necesario para su desarrollo. Lo bueno de participar en este tipo de campamento-asamblea es que te acerca a un lugar donde tu pensamiento, voz y sentir importa, porque sos parte y eso está muy demás. También está bueno por el lado político, una allí vota, decide y determina varias cuestiones. Todas las voces son escuchadas y todas las ideas son válidas.
Aparte de la asamblea, generalmente dedicamos algunas jornadas a trabajar y reflexionar sobre algún tema en particular, la mayoría de las veces con gran compromiso e impacto social. Algunos de los temas trabajados durante estos últimos años fueron, por ejemplo, discapacidad, diversidad sexual, baja de la edad de imputabilidad, interrupción voluntaria del embarazo, etc. Son temas que están en boca de esta sociedad y como jóvenes tenemos la oportunidad de repensarlos
juntas y juntos, ver diferentes puntos de vista y con base en ello generar un espacio de debate y aprendizaje colectivo.
Como decía antes, hay detalles de la convivencia que nos van haciendo sentir en casa: la comida rica, los mates rondando entre manos y manos mientras se desarrollan actividades que son de importancia para la juventud valdense, y tantos otros. Nunca faltan, como en todo campamento, los momentos de recreación, juegos y cantos.
Recuerdo que en el riopla de La Pampa nos distribuimos las tareas por grupos, cada día teníamos diferentes tareas. A un grupo le tocaba limpiar los baños, a otro fregar, a otro poner, servir y juntar la mesa, etc. Este tipo de trabajo colectivo es importante porque nos ayuda a generar vínculos mediante tareas cotidianas, simples, pero necesarias para el desarrollo del campamento.
¡Cómo olvidarme de las tardecitas! Ya sea acá, en Uruguay, o en Argentina, este momento del día es clave para afianzar la unión de todo el grupo, para conocernos. Igual que pasa con el momento de almuerzo o cena, donde nos sentamos y, comida rica mediante, las charlas fluyen.
Todas las actividades que se desarrollan en esta semana están conformadas por diferentes bloques que, a su vez, están compuestos por grupos que se encargan de llevarlos a cabo. Esta división de tareas es muy importante a la hora de evitar que un solo grupo quede a cargo de llevar adelante la campaña, pudiendo desgastarse. En el 2020, fui parte del grupo de logística junto a otros dos integrantes, nos ocupamos de llevar a cabo ciertas tareas relacionadas a las comidas, el lugar, alojamiento y administración.
Creo que toda esa semana de convivencia, de debate y juegos, nos permite generar fuertes vínculos y un sinfín de sentimientos. Es una oportunidad para encontrarnos con viejos y viejas amigas, y para conocer gente linda que se convierte en parte de esta gran familia rioplatense. Los rioplatenses son experiencias hermosas, bailamos, cantamos y aprendemos juntos y juntas.
Días de encuentro, de compartir y celebrar “
Leticia Bonjour Verde
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Los seminarios teológicos colectivos, y ejercicio político
Estos encuentros han formado parte de los espacios que he habitado en la iglesia. Si me pregunto los porqués de ser parte de la iglesia, pienso en los encuentros, en las causas comunes construidas de una demanda interna y externa que necesita de la escucha atenta y de la palabra para que se construya, desde el acuerdo, y con el anuncio de que algo bueno es posible. Denunciar lo injusto, que es difícil de ver a veces cuando no hay un otrx que nos acompañe y que nos sostenga en resistencia.
A veces lo injusto se vuelve un ejercicio sutil que se teje y crece en cualquier lugar, incluso en las paredes de nuestra casa común o abajo de las alfombras, dónde se guardan de forma silenciosa, y acá, develar conjuntamente lo que per se está oculto se vuelve mandatario y muchas veces difícil. Nuestro ejercicio político puede ser visto como la oposición que ejercemos desde un punto, entre tantos del entramado social. El ejercicio político que elegimos fue gestar espacios de resistencia, espacios de compañía, de acuerdos, encuentros, intercambio, de silencios; espacios y momentos para estar en casa, cultivar el cuidado, tejer redes, celebrar, pensar, abrazarnos o simplemente mirarnos. Nuestro ejercicio político está en desplazar de nuestros territorios, de nuestros cuerpos, lo que no conviene, lo que no es fértil para la construcción de un suelo donde todxs vivamos bien.
espacio de convivencia “
Este espacio, las casi seiscientas palabras, no me alcanza para definir la democracia, ni el ejercicio político. Aunque en realidad, tampoco sé grandes definiciones. Este es, simplemente, el intento de resumir una vivencia, una idea o varias, un camino que es colectivo, un ejercicio deliberado de acuerdos y desacuerdos que enredan nudos que nos constituyen como comunidad.
Nuestro ejercicio político es hacer comunidad y tensar la red de lo neoliberal, lo fundamentalista, lo injusto. Nuestro ejercicio político es estirar y desarmar la red de un proyecto desesperanzado, que nos permita colaborar en la reparación y en resarcimiento de una tierra que está sufriendo. Nos pensamos y nos educamos en cómo hacer para que esta tierra vuelva a dar fruto.
El poder siempre está, por más que no queramos. A veces hay mucho poder en juego y otras poco, pero cuando nos juntamos es para darle un sentido. Lo pensamos en común y lo ponemos al servicio del otrx y de nosotrxs mismxs como comunidad.
Gestar espacios donde plasmar nuestros ideales máximos, reivindicativos y de vida buena es, primero que nada, una respuesta política. Gestar espacios en defensa de los consensos mínimos compartidos, que como sociedad toda hemos establecido es, también, una respuesta política. Nuestros máximos como Iglesia Valdense, como comunidad de fe, se tejen y transforman conjuntamente en los espacios de encuentro, en las voces plurales dentro de una misma comunidad, voces que tienen cosas para denunciar y anunciar, donde todxs seamos bienvenidxs.
Nos juntamos a pensar en los ideales que nos mueven, condimentar y compartir las resistencias, repensarnos y pensarnos como sujetos en una sociedad que pretende alcanzar una democracia, la democracia que podremos ejercer cuando tenemos algo que decir, que aportar.
No hay democracia sin escuchar al otrx. No hay democracia si no tengo algo que anunciar con la palabra o con el cuerpo. No hay democracia mientras nuestros cuerpos tengan hambre de pan o de afecto, o de un abrazo. No hay democracia sin ejercicio político consciente. No hay democracia en soledad y no hay democracia sin gente que siente y piensa. Por eso nos juntamos.
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Damián Ramirez
Obra de Maurits Cornelis Escher
perlas y puntos en común
Parece que en estos tiempos las maneras de encontrarnos se diversificaron. Tenemos los celulares que no sólo nos permiten escucharnos, sino que también nos vemos en forma simultánea, ya no nos ponemos tan nerviosxs cuando tenemos una cámara enfrente.
Parece que vamos naturalizando cada vez más algunas experiencias. Lo cierto es que, aunque identifiquemos varios cambios de algunas décadas hacia acá, la pandemia nos permitió reafirmar que no hay nada más lindo que un encuentro presencial, cuerpo a cuerpo, cara a cara… en vivo y en directo.
Esta página, que siempre es un lindo viaje que nos transporta a diferentes momentos y sentires, a otros encuentros; hoy relata uno que implica hacer memoria. Hoy, me encuentro con Chiqui, una institución dentro del Hogar para Ancianos y Ancianas de Colonia Valdense, y desde el año pasado, podría decirse que convivimos porque nos vemos prácticamente todos los días.
Le dije: «¿Te parece que nos encontremos después de la siesta y conversamos un rato?». Su respuesta fue afirmativa, así que luego de la merienda, tal como lo habíamos acordado, nos acomodamos en el Salón de los botones. Ella tenía un cuaderno que parecía tener varios abriles y la revista SAM, y yo me senté con la computadora y el celular para tomar apuntes de lo que vendría. No hacía falta romper el hielo, pero como puntapié le hice un comentario con la intención de que lo validemos juntas. «Nosotras tenemos varias cosas en común…» Enseguidita me responde: «Sí, somos maestras, docentes de Educación Primaria». Ajá, le digo, y sin dejar pasar tiempo le pregunto si se le ocurre algo más, pero en realidad, ahora que me doy cuenta, si siquiera la dejé pensar tanto porque le dije: «los campamentos». Entonces, le comparto brevemente mi relación con esta actividad, y así, ya al comienzo de nuestra charla, quedan sobre la mesa dos coincidencias, dos puntos en común.
«Bueno, si querés grabá entonces», me dice y la interpreto como una forma diplomática de decirme: bueno, dale, empezá. Esa es también una conducta naturalizada de alguien que durante su vida, de cien menos tres años, estuvo desempeñando roles directivos. De repente, el tono se vuelve más solemne: «Yo fui acampante». Esa frase marca el inicio formal del intercambio, y continúa: «En los campamentos del Parque 17 de Febrero, lo único que no fui es administradora; de hecho, fui al primer campamento de niños». Ahí hacemos memoria, recorremos juntas ese ejercicio que puede traer sentimientos de los más variados. Chiqui recuerda que la iniciativa estuvo a cargo de, como se decía o dice todavía, la señora del pastor, Ana Armand Ugon. No recuerda si su familia pagó por ese campamento, pero sí recuerda muy nítidamente que llevó algún alimento para colaborar. Aceleramos un poco el relato: pasó por experiencias de acampante en su niñez, adolescencia, juventud y adultez… y «ahora no hace tantos años participé del campamento de adultos mayores». En su legajo se pueden contabilizar dos años como ayudante de cocina y seis como jefa de ese sector, sucediendo a su hermana y confesando que fue una decisión audaz ya que no eran tantos sus conocimientos técnicos. Así es que, superando a mi libreto previo, surge el tercer punto en común. Volviendo a su experiencia, todo se organizaba desde la comunidad local de Colonia Valdense, lo que significó su primera experiencia laboral: «en verano trabajaba y en invierno estudiaba, así me ganaba unos pesitos».
Como decía antes, recordar puede remover muchas cosas; y de repente, un recuerdo le saca a Chiqui una risita que, para mí, es una mezcla de orgullo y complicidad.
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Relato de un encuentro PÁGINA VALDENSE I 10
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No quiero decir mucho, pero puede que haya surgido de un campamento de jóvenes varones y, según ella, esa teoría tiene más probabilidades de ser acercarse a la realidad. Resulta que en esa época los muchachos tenían su campamento y las señoritas otro, y apareció un nombre curioso del que se desconoce con certeza su origen: «La Ostra».
Al parecer, ese valioso nombre había sido asignado al rancho, o sea al dormitorio del grupo femenino que, siendo parte integrada del campamento, se encargaba de la necesaria tarea de cocinar. Imagino que quienes están leyendo esto, igual que me pasa a mí, se preguntarán por qué ese nombre… ¡Porque adentro dormían las perlas: las cocineras y la administradora! «En ese entonces, nosotras que éramos parte del campamento… Si se hacía un paseo íbamos también. Nosotras llevábamos y servíamos la merienda, pero íbamos como uno más del campamento, nos consideraban así. Además, en los fogones, siempre estaba el grupo de la cocina haciendo algo. Muchas veces venía a la cocina el director o directora del campamento a pedirnos información a nosotras para hacer algo en los fogones. Esos son recuerdos muy lindos».
Chiqui desempeñó también el rol de líder y de directora de campamento. Mientras me va contando, se le escapa un suspiro bien profundo que concluye en un: «¡Qué recuerdos!» Claro que entre tantas anécdotas que me compartió también me habló de cosas fuertes, de situaciones complicadas, pero como haciendo un balance de sus experiencias campamentiles me dice: «A mí me gustó siempre trabajar con los chiquilines y con los adolescentes».
Mientras va recordando, me cuenta algunos detalles, como por ejemplo que el programa de cada campamento contemplaba, todos los días, el «momento para la enseñanza religiosa, para la edad que correspondía». Además, en temporada de verano el culto se desarrollaba como una actividad más, pero abierto a la comunidad de las playas. Se van mechando anécdotas en este compartir, porque me dice que esa celebración solía ser interrumpida por el proveedor de hielo, don Moreira; quien, siguiendo con la costumbre diaria de saludar a viva voz, le daba el toque descontracturado al acto litúrgico. Sospecha que probablemente alguno de los concurrentes se ponía nervioso, cosa que, a Moreira, con la barra de hielo sobre su hombro, no le sucedía.
Pasamos por varios temas, y llegamos a uno especial que conjuga esos recuerdos y el presente: la música. «El canto “Sagrado es el amor” que cantamos acá -haciendo referencia al Hogar- lo aprendí en el campamento. Lo oía a través de la ventana de la cocina. Yo cocinaba, y el señor Tron lo enseñaba allá en un lugar que se llamaba la pineta, porque era un monte de pinos. ¡Precioso! Así que imagínate, hace varios años lo conozco, lo canto de memoria».
Aparece el fogón, algo tan identitario de nuestros campamentos… «primero, casi siempre se hacía alguna cosita religiosa… unoshimnos y algún mensaje. Después sí, La vaca lechera, Los tres alpinos… todo eso, el diario del campamento y cachadas también». Según recuerda Chiqui, las puestas de sol también eran un momento importante del campamento.
Se nos fue pasando el tiempo, se acerca la noche así que como quien no quiere la cosa, intento pasar al último momento de la conversación. Acá ya no hay más preámbulos, así que le pregunto directamente: «Chiqui, ¿vos pensás que tu participación en los campamentos influyeron en vos como persona? ¿o en tu vida de fe?». La respuesta fue inmediata y categórica: «Sí, sí. Felizmente tuve una infancia normal, sin lujos, sin exageración… nuestros padres nos brindaron lo que necesitábamos siempre. Fuimos una familia grande, éramos ocho hijos. Siempre los consejos justos. Eso me ayudó y me ayuda todavía», reconoce con orgullo y agrega en relación a los campamentos: «Aprendí mucho, tanto en lo cultural y social como en el trabajo. Tratar con mucha gente, de tantas edades y siempre en un ambiente agradable, de alegría, de optimismo. Yo soy por la alegría, me considero optimista. Siempre digo rían, disfruten sanamente, pero disfruten la vida. Yo la disfruté en los campamentos».
Su respuesta me impulso a más, así que me animé a una última pregunta: «¿Te parece que haber participado en campamentos te ayudó o ayuda en la convivencia en el Hogar?». Esta vez, su respuesta tampoco se hizo esperar: «Y sí, porque es una cosa que llevo adentro, que me brota», y ríe, una vez más, tan naturalmente que me emociona, como lo hizo muchas veces durante la charla.
Las memorias, lo intergeneracional y los aprendizajes. Decir, compartir y multiplicar quienes somos, lo que llevamos adentro, lo que nos brota… encontrar los puntos en común. Todo eso es ser y hacer comunidad.
Cristina Gay Félix
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Chiqui
Días de acampe
El primer texto que escribí para esta columna fue en marzo de 2020 sobre la asamblea rioplatense de la que recientemente había participado. Una asamblea muy movilizante para cada uno de los y las asistentes. Un campamento hermoso que nos marcó y significó mucho a nivel sentimental, donde conocimos personas increíbles y vivimos momentos invaluables.
En marzo de 2020, con mi amiga Nadia narramos lo que se vivió en ese campamento:
(...) Porque en realidad, si hay algo que sabemos ocupar, es justo ese costado donde necesitamos fe en la resistencia o empezar de nuevo. Destruirlo todo para rehacerlo, y empezar otra vez. Y así, otra vez y otra.
Ninguna cosa en nuestras manos va a quedar obsoleta mientras los principios sean compartidos y la intención la misma: la única manera de perpetuar una idea o una Iglesia es en el encuentro. Este que nacimos. Este que, a razón de escuchar gente que ya hace mucho es parte, fue como bañarlo en otros colores. Ni más lindo ni más feo, ni más ni menos que otro. Como haber parido una paleta de colores sólo para mirarnos las caras y traspasarnos la piel. (...)
Ahora que vuelven los días de calor y la pandemia nos dio un respiro, quienes crecimos yendo a campamentos no podemos pensar en otra cosa que no sea ¡se viene la temporada! A muchos y muchas de nosotras, los campamentos nos acompañan desde la infancia y son los protagonistas de nuestros veranos. Pecando de fundamentalista de los campamentos, me animo a decir que estos encuentros son la garantía absoluta de vivir un verano «como Dios manda».
Hay una mística alrededor del acampe que no sabemos explicar muy bien, pero que nos hace sentir que ese lugar en el que estamos es el más hermoso del mundo. Todo aquel que alguna vez haya ido a un campamento, fielmente puede afirmar que es una vivencia preciosa. Y creo que es justamente porque no nos mueve nada más que el gozo. Existe una pureza irrepetible en las actividades de este tipo, las que realizamos nada más que por placer.
Es en lo colectivo donde sucede la magia, y es también ahí donde nos damos cuenta de que ese es el camino que queremos transitar. Los campamentos, además de existir en sí mismos, son la puerta de entrada a la fe para muchas personas. Es el primer acercamiento que muchos y muchas tienen con Dios, con la comunidad, con vivir experiencias de intercambio con otros y otras. Y es esta primera experiencia, varias veces, la causante de que muchas personas elijan permanecer.
En los campamentos se respira un aire de bienestar que claramente no es casual y se viven muchísimas emociones. Cada experiencia es única y cada sentimiento, válido.
Además de lo ya nombrado, los campamentos funcionan muy bien como refugio. Los veranos pueden ser, a la vez de una estación de descanso, muy crueles para las mentes débiles que divagan sin un sitio en el que posarse. Los campamentos son un lugar seguro donde depositar nuestro tiempo libre, donde mantenernos en acción.
Apostamos por la existencia de estos espacios felices donde regodearnos con la dulzura y habitar nuestros cuerpos en el sentido más genuino que conocemos.
¡Arriba el acampe!
Florencia Arias
PÁGINA VALDENSE I 12 Conexiones Espacio del Movimiento Juvenil Valdense | Año XXII |Noviembre 2022| conexionesvaldense@gmail.com
Mucho más que un templo: una comunidad
San Carlos es una pequeña localidad santafesina que se divide según su ubicación en norte, centro y sud. En la parte sureña, hay huellas protestantes y una comunidad valdense que se remonta hacia finales del 1800 y continúa celebrando la fe actualmente, además de emocionarse en cada encuentro, sobre todo con hermanos y hermanas de otros lugares, y se alegra de compartir una noticia, noticia que no sólo tiene que ver con lo edilicio, sino con la práctica diacónica del día a día.
Los orígenes
El antiguo templo protestante que hoy es la Iglesia Evangélica Valdense de San Carlos, en el litoral argentino, se comenzó a construir en el 1867 y se culminó en el 1870 por los y las primeras inmigrantes venidas de Europa, pertenecientes a varias denominaciones religiosas entre las que había un grupo de valdenses. Por este mismo motivo, durante sus primeros años, resolvieron denominarlo como templo protestante para ser inclusivos e inclusivas.
Este templo protestante fue sede de diversas actividades, algunas educativas y otras religiosas, además, funcionó durante un tiempo como Registro Civil.
En el año 1890 se produce una interrupción en la actividad religiosa que fue retomada gracias al pastor Enrique Beux, venido desde Colonia Belgrano, a unos pocos kilómetros de distancia, en el año 1906. A partir de allí, los pastores valdenses fueron quienes visitaban a los y las protestantes de la Colonia en forma ininterrumpida, realizando actividades en el Instituto Pastalozzi -ubicado en San Carlos Centro por el pastor metodista Roberto Wehimuller-. Las actividades presenciales en el templo protagonista de este pequeño texto se retomarán en el año 1943.
Casi una década más tarde, en el 1952, se conformó el primer consistorio, y una de las primeras tareas encomendadas por la asamblea local fue obtener el título de propiedad del edificio; además de la correspondiente tramitación de personería jurídica, cosa que recién fue lograda once años después, en 1963.
Actualidad
Desde hace varios años, la comunidad valdense de San Carlos viene realizando trámites para lograr que el edificio sea nombrado monumento histórico, como un acto de reconocer no sólo el valor edilicio de un templo protestante que tiene más de un siglo y medio de antigüedad, sino también la relevancia social de las comunidades protestantes que habitaron la zona.
La documentación exigida para este cometido se presentó en el año 2020, con la excusa motivacional de
cumplirse los 150 años de vida del edificio. Habiendo realizado cada uno de los pasos burocráticos necesarios, y presentada la documentación correspondiente por el senador del Departamento Las Colonias, Rubén Pirola, en octubre de este año tuvimos la grata noticia de que mediante la Ley provincial N° 14.150, el antiguo templo protestante, hoy Iglesia Evangélica Valdense de San Carlos, fue declarado monumento histórico provincial.
Quizás quienes leyeron hasta aquí se pregunten cuál es la relevancia de este hecho, y lo cierto es que permite la apertura de varias puertas… especialmente para el mantenimiento del edificio, no sólo a nivel provincial sino también nacional.
Habiendo pasado más de 152 años desde su construcción, hoy la comunidad valdense de San Carlos agradece a Dios por esto, porque garantiza el mantenimiento edilicio que, a su vez, permitirá que continuemos desarrollando las actividades programas o por programar a nivel local, presbiterial y por qué no, sinodal. Este hecho, a su vez, nos alienta a mirar el pasado y conmemorar nuestra historia, y es por eso que celebramos comunitariamente un culto de acción de gracias en el aniversario número setenta de la creación del primer consistorio y también de los setenta años de la Liga Femenina local. Una vez más, mirar hacia el pasado nos puede ayudar a trazar las tareas que vendrán, en pos de continuar sembrando la esperanza y la fe en un Proyecto de Vida Buena y Abundante para toda la Creación.
Vínculo comunitario
El pasado 31 de octubre, la Iglesia Valdense fue reconocida públicamente como la comunidad que mantuvo viva la tarea de evangelizar en esta amplia zona de Colonia San Carlos. Por primera vez los y las valdenses participamos de una caravana que partió desde el templo para llegar a la plazoleta de los primeros colonizadores. Allí participamos en el acto de conmemoración por los 503 años de la Reforma Protestante y celebramos el día de las Iglesias Evangélicas en la provincia de Santa Fe. Sin dudas, esta nueva experiencia fue fruto de un trabajo conjunto, algo que siempre cuesta un poco, pero que terminamos celebrando.
Con esta página queremos compartir la inmensa alegría de todos estos hechos que dan cuenta del compromiso y presencia de nuestra iglesia en San Carlos. Cada día damos gracias a Dios porque sabemos que nos acompaña, y pedimos al Espíritu Santo que nos guíe.
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Héctor «Lali» Cotichini
omunicándonos C
Espacio de la Federación Femenina Evangélica Valdense
Receta:
Podría ser el inicio desestructurado que convocara a la reunión de las señoras de la Liga Femenina.
En Dolores no nos quedó el primer Libro de Actas de la Liga Femenina, llevado por el viento. Pero una secretaria diligente nos acercó sus cuadernos de apuntes, de varios años, y de esta manera podemos explicar detalladamente los inicios, hace noventa años, de esta Liga Femenina. Narran lo siguiente: «La Liga Femenina de Dolores fue fundada a iniciativa de la Sra. Miriam Griffiths de Breeze, el 31 de marzo de 1932. Fundamentaban sus acciones, principios religiosos, morales, filantrópicos y sociales. En un inicio se llamó Liga del Hogar, tomando el nombre actual a partir del 4 de junio de 1941. Fue fundada con 27 socias».
Este año nos encontró con dieciocho socias, siendo dos de ellas honorarias. A inicios del Ejercicio fue llamada por nuestro Señor, la compañera Blanca Rostán. Blanca era socia honoraria, honor con el cual deseamos homenajearla luego de décadas siendo socia ininterrumpida de esta Liga. Le gustaba realizar visitación, y la tuvimos como cocinera en algunos campamentos de Iglesia, cuando se efectuaban en el balneario La Concordia. Fue la Tesorera durante años, y llevaba la batuta en la realización de busecas, hasta hace unos años, cuando su salud no se lo permitió. Otras tomamos ese lugar después, pero no dejaba de recordarnos que ella usaba menos aceite y no hacía esta comida con ingredientes costosos. Acostumbraba llevar para adornar la mesa de reunión, sus hermosas rosas. ¡Damos gracias a Dios por su vida y obra!
¡Cuántas personas nos precedieron, marcando una senda! ¡Cuántas la transitamos, convencidas de que mantenemos un lugar para las que nos seguirán después! La obra diacónica que se efectúa desde las Ligas
Femeninas es de gran valor… Este año tejimos prendas y armamos ajuares para los bebes de la maternidad del Hospital; nos encargamos de comprar los artículos de limpieza, elaboramos la buseca de la Fiesta de Gratitud, preparamos los alimentos en la reunión del Cuerpo Pastoral en Dolores y recaudamos dinero para el Fondo Luisa Rostán, de ayuda al enfermo y enferma de cáncer. También ordenamos luego que entraran a destrozar y robar este año -es el segundo robo en dos años-, con faltante de tazas y pocillos de los inicios de la Liga Femenina, entre muchas otras cosas… Algunas socias reconoceríamos esta vajilla sin dudar, pues la vemos desde la infancia, cuando nuestras madres nos llevaban a las reuniones. Ésa era la época en la cual las socias eran jóvenes amas de casa, con hijos pequeños. El trabajo de la mujer fuera del hogar, cambió la franja etaria de las socias: ¡ahora van ingresando a la Liga luego de jubilarse!
Con alegría y fe, con constancia y compañerismo, con acompañamiento y trabajo, con té y repostería; la receta sigue dando buenos resultados: «Unidas para amar y servir». En esta unión, continuamos celebrando, recordando y divulgando que:
«El pueblo que andaba en la oscuridad vio una gran luz; una luz ha brillado para los que vivían en tinieblas. Señor, has traído una gran alegría; muy grande es el gozo. Todos se alegran delante de ti como en tiempo de cosecha, como se alegran los que se reparten grandes riquezas (…) Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y le darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de Paz». Isaías 9: 2-3; 6
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«Un pocillo de té, con té, acompañado de repostería casera. Agréguese la compañía de amigas y el disfrute de compartir la Palabra».
Liga Femenina de Dolores
El camino
como lugar de encuentro y comunión
leyendo, admite tanto al extranjero como al eunuco en la comunidad y en Mateo 19:12 también aparece una visión positiva sobre los eunucos.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles (8:26-40) se relata el encuentro de Felipe y el eunuco etíope guiados por el Espíritu Santo.
Felipe, un gentil convertido al cristianismo, había sido designado para el ministerio de servir las mesas, pero luego lo nombran al servicio de la palabra. En el texto que mencionamos al inicio se relata que es enviado por el Espíritu a misionar en lugares distantes a Jerusalén, lo envía hacia el sur camino a Gaza. Además de hacernos notar el cumplimiento del pedido de Jesús de que se proclamara la Palabra en Jerusalén, en toda Judea, Samaria y hasta los confines del mundo, también evidencia las diásporas y los exilios del pueblo judío y de lxs primerxs cristianxs.
En este contexto de una diversidad de intercambios culturales, económicos y religiosos, se da el encuentro de Felipe y el eunuco etíope. Este funcionario, sin nombre propio en el relato, venía de adorar a Dios en Jerusalén, posiblemente era un simpatizante del judaísmo que cumplía con los rituales religiosos. También se nos cuenta que es eunuco, palabra que se utilizaba para nombrar a quienes habían nacido en esa condición, que habían sido castradas, célibes o que no se sentían atraídos por las mujeres.
Felipe iba por el camino y ve al eunuco etíope que iba en su carro leyendo al profeta Isaías, el Espíritu le indica que se acerque y allí comienzan su diálogo. El eunuco invita a Felipe a subirse a su carro para que le explicara lo que estaba leyendo, aunque el relato no describe la conversación que tuvieron. Aquí es importante mencionar que hay textos como el de Deuteronomio 23:1-2 que directamente excluyen a los eunucos de la comunidad, pero Isaías, justo el profeta que venía
El carácter de eunuco es el más importante para el narrador ya que es la manera en la que designa repetidamente a este personaje (vs 27, 34, 36, 39). Aunque en la mayoría de las Biblias en español se hace un denodado esfuerzo por traducir «funcionario etíope» o «el etíope» en lugar de eunuco, invisibilizando así la discriminación que sufrían estas personas en el ámbito religioso. El relato en Hechos de los Apóstoles nos dice que en el camino el eunuco no es excluido. Después de todo, él va en un carro y Felipe de a pie. Felipe llegó hasta ahí conducido por el Espíritu de Dios, y aunque el eunuco no sabe por qué está ahí, lo invita a sentarse al lado suyo. Felipe había iniciado el diálogo y el eunuco, rompiendo la distancia entre los dos, inicia una cierta comunión. Felipe usa como punto de partida el texto de Isaías que venía leyendo el eunuco y le anuncia la buena noticia de Jesús. Luego, al pasar por un lugar donde había agua, el eunuco le pregunta a Felipe si había algo que impidiera que él sea bautizado y, mandando a parar el carro, bajaron al agua y Felipe lo bautizó. Después de esto, el eunuco siguió contento su camino y no volvió a ver a Felipe, quién fue llevado a otros lugares para seguir con su ministerio.
Felipe, desafiado por el Espíritu va anunciar el Evangelio de Jesús a lugares lejanos y desconocidos, así es que se encuentra con el eunuco. Su actitud es de humildad, yendo de a pie y escuchando primero, tomando lo que su interlocutor ya venía leyendo, pensando y sintiendo. La dinámica de este encuentro tiene como clave el diálogo, la cercanía y el aprendizaje mutuo, la comunión en el Espíritu de Dios.
Que ese Espíritu nos mueva también a nosotrxs para tener esa apertura al encontrarnos con otras personas, que nos provoque a reflexionar sobre nuestras propias dinámicas personales y comunitarias para transformarnos, para construir espacios que sean abiertos, de relaciones interpersonales cercanas, respetuosas y de compromiso.
Yanina Vigna Equipo editor
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Alrededor del fuego la noche los fue a encontrar, queriendo cambiar el mundo que no se puede cambiar Armaban barriletes de aeroplanos con restos de un naufragio en la ciudad, para escaparse de esta calesita que gira contra el viento universal Con la razón al borde del abismo siguieron empeñados en soñar
Alrededor del fuego una comunidad Alrededor del fuego una comunidad
Agarrate Catalina