Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense - Mayo 2020 - N° 260 - Afiliado a O.P.I. N° 837 Página Valdense «...porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Hechos 4:20 CULMINÓ LA PRIMEA ETAPA DEL PROGRAMA DE FORMACIÓN PARA LAICOS Y LAICAS DE LA IGLESIA VALDENSE Entrevista a Claudia Tron 4 AFRONTAR LOS PROCESOS DE CAMBIO CON OPTIMISMO, ESPERANZA Y FE Marcelo Nicolau 6 EN LA BÚSQUEDA DE UNA DIACONÍA RENOVADA Vivian Gilles y Hugo Malán 9 Periódico de la Iglesia Evangélica Valdense -Febrero Marzo 2023 - N° 286 - Afiliado a O.P.I. N° 837 001/09 - Periódico mensual - Redactor responsable: Rogelio Darío Barolin. Varela 1729. Dolores - Imposición envíos: Dolores - Depósito legal N° 68.638 «Vayan y digan: Él va delante de ustedes a Galilea» Sínodo 2023: Marcos 16:7
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de la Directora
La fe nos mueve, la esperanza nos guía
Un nuevo comienzo de año para Página Valdense que significa un volver al ruedo para quienes gestamos mes a mes cada edición. Quizás pueda ser un año atípico, o quizás no… hay movimientos en cuanto a las comunicaciones en nuestra iglesia, y el Página Valdense no está exento a esos vientos de cambio, aunque no sabemos con certeza cuando o si llegarán, pero esperamos activamente con la esperanza de que sucedan… esperamos activamente preparando el terreno para que crezcan cosas nuevas o, simplemente, diferentes… esperamos activamente porque somos conscientes de que hay cosas que se agotaron y no funcionan como esperamos.
A lo largo de esta edición van a encontrar textos que hablan de los períodos de transición, de procesos de cambios en muchos aspectos de la vida comunitaria. Estos vientos de cambios no son nuevos, no surgen de un día para el otro, no se le ocurren a un par de personas solamente… estos vientos de cambios se vienen dando desde hace mucho tiempo, quizás de manera inconstante y poco fiable, pero de a poquito entendemos que esas transformaciones pueden ser la frescura necesaria para renovar ganas y perspectivas.
¿Cómo transitar los cambios con optimismo si lo que viene nos genera miedo e incertidumbre? ¿Cómo impulsar las transformaciones que creemos necesarias respetando los tiempos del proceso? ¿Acaso podemos limitar temporalmente los procesos de transición y transformación? ¿Cómo afrontamos la angustia de lo que vemos agotarse frente a nuestros ojos? ¿Cómo transitar esos duelos con esperanza?
Son muchas las preguntas y pocas las respuestas certeras. Sin dudas, es un tiempo complejo, pero para mí la clave está en acompañarnos mientras ensayamos, porque no ensayamos nuevas maneras de ha-
cer las cosas porque queramos ver morir las antiguas, sino porque entendemos que hay maneras mejores, más sanas y saludables de hacerlas. Ensayamos porque tenemos esperanza, porque queremos que todo funcione mejor y que nuestra estructura institucional no asfixie los nuevos intentos, aquello que crece sin pedir permiso. Ensayamos porque tenemos la convicción de que nuestra fe nos lleva a movernos con el objetivo de transformar el mundo para hacerlo un lugar más vivible, más armónico, más amoroso, más sensible, más cuidado; y como siempre digo, no para unxs pocxs sino para toda la creación. Entonces, acompañar e impulsar esos cambios a pesar del riesgo a equivocarnos no sólo se vuelve transcendente, sino que también es una manera de vivir nuestra fe. Una fe viva, atenta a las necesidades y dispuesta al movimiento, aunque signifique salirnos de los lugares cómodos y conocidos. Una fe que nos desafía, nos sacude y nos invita a transitar estos tiempos con esperanza.
Si es cierto que el miedo paraliza, quizás sea el momento que la fe nos mueva y la esperanza nos guie. Nos cuesta comprender que hay cosas, situaciones y decisiones que están mucho más allá de nuestro control, de esa necesidad imperiosa de ordenar y estructurar lo que podamos para tener un poco de estabilidad, para sentirnos contenidxs y segurxs; y si bien es cierto que quizás el caos no es un lugar sano para habitar de forma permanente, a veces es lo que nos empuja a pensar creativamente y accionar con valentía.
Que Dios nos acompañe en este caminar lleno de incertidumbres, y que sea quien nos de la fuerza necesaria para movernos, porque como dice Marcelo Nicolau en una de las páginas siguientes: «Todas las cosas que están vivas, cambian».
Daiana Genre Bert
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Apuntes
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Lo más importante del último sínodo
Desde el 4 al 7 de febrero se desarrolló la quincuagésima novena Asamblea Sinodal Rioplatense en las instalaciones del Parque XVII de Febrero, Playa Fomento, Uruguay. En esta página contamos los temas más relevantes de todos los que fueron abordados durante cuatro días de trabajo.
Luego de un tiempo de reencuentros, saludos y acreditaciones, el sábado 4 de febrero comenzó formalmente el Sínodo 2023 con la constitución de la Mesa Sinodal que estuvo conformada por Sergio Bertinat, presidente; Mariano Chialva, vicepresidente; y Oscar Geymonat, Álvaro Michelin Salomón y Roberto Garnier como asesores. En esa misma jornada, la Comisión de Examen y Fiscal compartieron sus respectivos despachos para comenzar a trabajar el día siguiente en las áreas aprobadas: Vida de Fe- Fortalecimiento Comunitario, Desarrollo Institucional, Diaconía y Mayordomía.
Los informes elevados, tanto por la Comisión Fiscal como la de Examen, fueron trabajados en las áreas con un clima de debate franco y cordial.
Fueron días intensos de mucho diálogo, intentando siempre lograr el consenso, lo que hacía evidente la necesidad de abordar los temas más relevantes que hacen a la vida de fe y comunitaria de nuestra iglesia, con plena consciencia de que se está atravesando una etapa de cambios, transformaciones y transiciones.
En este sentido, las temáticas más importantes que identificaron quienes participaron de esta instancia guardan relación con el Movimiento Juvenil Valdense, las comunicaciones, diaconía y las capacitaciones. Respecto a todas estas áreas se aprobaron grandes actos que reflejan, de alguna manera, la necesidad de ir ensayando nuevas dinámicas y prácticas que posibiliten nuevas respuestas.
Por ejemplo, durante el trabajo en áreas y plenarios se pudo identificar la necesidad de acompañar al Movimiento Juvenil Valdense para que pueda volver a tener dinamismo luego de un proceso complejo como lo fue la pandemia. Aquí, las comunidades de fe se vuelven indispensables y hay un llamado concreto a estar atentas y pendientes para apoyar y sostener estas actividades. Con este espíritu se aprobó un acto sinodal. También
pasa algo similar en torno a las comunicaciones, un tema que se debate hace tiempo en nuestra iglesia y que inicia una etapa de transición en la búsqueda de impulsar el trabajo en equipos, de forma organizada y coordinada tanto a nivel local como presbiterial y sinodal. El sínodo entiende que de esta manera se podrá responder a las demandas de este tiempo de forma más ordenada y pudiendo dar testimonio en diversos formatos y medios.
De igual manera sucede con diaconía, luego del trabajo sinodal, se consensuó el inicio de un proceso de cambio de la estructura diacónica que tiene la Iglesia Valdense. Esta nueva instancia pondrá en marcha la búsqueda de una organización institucional hacia la diaconía que pueda dar respuestas a las obras institucionales, como los hogares, y también atender de modo particular a las obras al servicio comunitario que se vienen desarrollando en muchas iglesias y, en muchos casos, son invisibilizadas. Esto es un hito importante en la forma de entender la diaconía, pero también da cuenta de la necesidad de ensayar algunos pasos, aunque sean pequeños, para poder transformarla.
Por otro lado, Sergio Bertinat consideró que la celebración por la culminación de la primera etapa de la capacitación para laicos y laicas de la Iglesia Valdense «Esfuérzate en la Gracia» motivó el buen clima de esta asamblea. «Ese espíritu de alegría y celebración fue un aliciente. Contamos con 62 personas que han decidido dedicar parte de su tiempo para formarse y eso es una muestra de compromiso con la misión de la iglesia. En este sentido, no sólo se celebró, sino que se está pidiendo que la capacitación continúe, de esta o de otra forma», señaló.
Además, se volvió a reafirmar el espíritu ecuménico de la Iglesia Valdense, celebrando y desafiando a continuar las iniciativas que nos permitan caminar de la mano junto a otras iglesias, sobre todo en lo que respecta a la formación teológica siendo parte de la Red Ecuménica de Educación Teológica (REET).
Por último, la asamblea comenzó a planificar la celebración y recordación de los inicios del Movimiento Valdense. En el 2024 se cumplirán 850 años de aquellos comienzos y es un buen momento para hacer memoria y redescubrirse como iglesias llamadas a un testimonio en medio de la sociedad.
Equipo sinodal de Prensa
Verónica Biech y Daiana Genre Bert
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Esfuérzate en la Gracia
Culminó la primera etapa
del programa de formación
para laicos y laicas de la Iglesia Valdense
Conversamos con la pastora Claudia Tron, coordinadora de esta instancia de capacitación, sobre los sentires y balances que dejó el cierre de esta primera etapa y también del encuentro presencial desarrollado el día previo al inicio de la última Asamblea Sinodal.
¿Cómo te sentís respecto al proceso de formación?
La verdad es que viví con mucha alegría la posibilidad de acompañar este camino que duró tanto tiempo; no deja de causarme admiración cómo durante estos años quienes participaron mantuvieron la motivación y el compromiso. Eso me conmovió y me motivó para seguir acompañando. Lo mismo ocurrió con la respuesta de la gente al participar del encuentro presencial en pleno verano y en la previa del sínodo. Sigo admirada por el compromiso de todo el grupo con la propuesta, con el programa, con el proceso; la seriedad con la que lo abordaron y el poder sostenerlo junto a personas que son tan diversas, logrando hacer el recorrido desde el respeto, desde el cuidado. Esto fue realmente importante porque convivieron posturas, lecturas y miradas que son diversas, pero que se volvieron complementarias. Para mí es una clara expresión del actual liderazgo de la iglesia, y creo que el programa pudo posibilitar el diálogo, desde esas diversidades, mediado por el acceso al conocimiento, desde la dinámica de una gran puesta en común de saberes y experiencias.
En esta línea, creo que todos y todas se sintieron cómodas, gracias a la interpretación y la búsqueda que desde este compartir íbamos a poder caminar juntos y juntas. Se ve que dimos en la tecla porque la participación se sostuvo en el tiempo, la gente permaneció en el espacio y se volvió un lugar de contención y cuidado durante la pandemia; con el tiempo los grupos del Esfuérzate fueron también pequeñas comunidades virtuales.
¿Qué crees que es lo más importante de todo este proceso de capacitación frente al tiempo de cambios que vive la Iglesia?
En esta coyuntura donde sabemos que dentro de diez años van a quedar muy pocos pastores, el hecho de haber podido ofrecer esta capacitación fue un gran acierto; sobre todo desde la perspectiva de la situación de los ministerios y liderazgos en la Iglesia Valdense. También fue un gran acierto poder interpretar las búsquedas o necesidades que diferentes personas estaban haciendo y ofrecer un programa que respondiera a las mismas. Creo que la gente que terminó este ciclo tiene conciencia plena del tiempo nuevo que viene para la iglesia en términos de que el laicado tendrá que acompañar, liderar e impulsar ciertos procesos comunitarios. Entonces esta capacitación brindó una base para que todas estas personas tengan herramientas comunes para ubicarse en
ese lugar, desde un marco conceptual de referencia común. Creo que esto es una esperanza, va a ayudar al proceso que vive la iglesia.
¿Cuáles son tus reflexiones sobre el cierre de esta primera etapa? ¿Y cuáles son los desafíos para lo que viene?
En sintonía con lo que salió en las conclusiones del encuentro presencial, creo que como iglesia tendríamos que seguir ofreciendo algunos espacios de formación continua, quizás en la línea de apoyo a las prácticas o en temas particulares de contenido teológico, histórico o lo que vaya surgiendo.
En mi interpretación percibo un gran desafío que tenemos como iglesia es continuar creando espacios para la reflexión crítica sobre nuestras prácticas. Es decir, me parece que el camino no es bajar material teórico sin que tengan un anclaje en necesidades manifiestas de las comunidades, sino más bien hacer el recorrido inverso para brindar formaciones que acompañen procesos comunitarios concretos. Y, por otro lado, que todo este liderazgo de la iglesia que tiene intenciones de continuar formándose pueda contar con una red de contención y sostén, pero también de intercambio de recursos y multiplicación de saberes y experiencias. Un ida y vuelta entre teoría y praxis.
¿Cuál fue el objetivo y qué balance hacés del encuentro presencial del pasado 3 de febrero?
Con el equipo que pensamos y coordinamos el encuentro presencial nos propusimos como objetivo principal facilitar un espacio de abrazos, de conocernos personalmente; y también, claro, poder compartir todo lo que habíamos reflexionado durante el proceso en el marco de la situación actual de nuestra iglesia y en relación al tema de los ministerios. Que todo este intercambio nos permitiera, de alguna manera, identificar necesidades y situaciones urgentes en las que tenemos que imaginarnos y ensayar respuestas. Además de trabajar algunos temas que nos permitan identificar la diversidad de ministerios que tenemos que potenciar dentro de la iglesia.
Haciendo un balance, pudimos ir al encuentro de esos objetivos, y las reflexiones y producciones fueron más que interesantes. El grupo respondió desde una mirada creativa, que va más allá de lo conocido, animándose a la posibilidad de lo nuevo, aún con las inseguridades que todo ello conlleva.
Estoy muy agradecida a Dios por ser parte del equipo que acompañó este proceso, y también por haber desafiado a las personas durante el inicio y recorrido de este camino de capacitación.
Daiana Genre Bert
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infancias
Esfuérzate en la Gracia Testimonios
Soy Gloria Ramírez, de la comunidad de Barrio Nuevo, Reconquista, en la provincia de Santa Fe, Argentina. Me inscribí a la capacitación Esfuérzate en la Gracia porque, para mí, era necesario conocer, saber un poco más de la historia valdense. Creo que lo que me motivó a hacerlo fue estar trabajando dentro de la iglesia, entonces, esta capacitación me permitía adquirir conocimientos para mi vida cristiana y también a nivel personal.
Me sentí bien durante todo el desarrollo porque siempre se respetó el conocimiento y saberes de cada uno-a; además el grupo fue variando de personas por disponibilidad horaria, sobre todo, y eso hizo que pudiéramos compartir distintas realidades.
La verdad es que me gusto el desafío. Empezamos seis personas de acá, y por diferentes motivos fueron dejando hasta que quedamos dos. Llegó la pandemia y para mí fue otro desafío más por la virtualidad, lo que
Cuando conocí y saboreé la lectura feminista de la Biblia, me di cuenta que me faltaban conocimientos del contexto histórico, social y económico de las experiencias humanas, tanto de hombres como mujeres en el texto bíblico. Como valdenses, hacemos una lectura crítica de los textos bíblicos. Pienso que el Mensaje de la Buena Nueva que nos dio Jesucristo es un mensaje de «noticia nueva» de salvación, de inclusión, de amor, de misericordia que no quedó anclado en los tiempos bíblicos, sino que se renueva hoy y cada día en nuestros propios contextos.
Para dar y compartir el mensaje es importante «deglutirlo» y aprenderlo guiados-as de la mano de nuestras pastoras, pastores y estudiosos-as bíblicos, fue enriquecedor y desafiante. ¡Conocer nuestras teologías y nuestra historia nos da seguridad en los momentos que debemos explicar quiénes somos y por qué somos como somos!
Me inscribí motivado por el don de servicio, el saber más de la historia valdense y poder introducirme y aprender algo de teología. En cada puerta y cada ventana estaba más convencido de seguir el programa para que pueda aplicarlo en mi comunidad y en mi vida personal.
Me sentí muy contenido por los guías y por mis compañeros-as, en quienes encontré otras realidades en sus comunidades y me llevé buenas experiencias para poder aplicar en nuestra iglesia.
me hizo aprender bastante. La dinámica de escucharnos, leer las respuestas de los compañeros-as para mí fue algo enriquecedor, aunque todas las comunidades tenemos distintas realidades, distintas visiones, todos trabajamos y caminamos juntos-as hacia Jesús para el bien del prójimo-a.
Fueron muchos momentos donde cada persona compartió experiencias hermosas, ya sean personales o comunitarias, pero también compartimos sueños para el futuro de la iglesia. A veces cuesta mantener las acciones proyectadas por la cantidad de manos que se comprometen a trabajar, pero creo que el Esfuérzate también es un reflejo de que aunque quedamos pocas, seguimos con ganas de mantener la llama encendida. En lo personal, no tenía una formación teológica, y aprendí un montón, me ayudó mucho.
¡Me sentí en comunidad esperando el encuentro virtual para vernos! Además, por la posibilidad de intercambiar reflexiones, charlas y también risas. Leer y compartir pareceres fue fantástico. Me sentí muy motivada. Leer los textos bíblicos con una mirada diferente fue muy desafiante.
Para mí, es un espacio donde aprendes a respetar y compartir nuestras diversidades en libertad. Que nuestra tradición de Fe no es estática y repetitiva, sino que se renueva en nuestro caminar como creyentes y/o comunidades, sintiendo en lo más profundo de nuestra fe aquél caminar en movimiento que nació y perduró a través de Pedro Valdo. Nacimos como movimiento en la fe y es bueno sentirlo aún hoy en libertad.
Sinceramente, fue una hermosa experiencia, dónde el tiempo acotado que teníamos en las reuniones virtuales, lo podíamos extender en el día, como conocer a cada uno de ellos-as, más en profundidad
El desafío es poder transmitir el Evangelio de Cristo a cada persona, con responsabilidad y con humildad. Llevarlo a cada persona con falta de esperanzas, llevar la Palabra y buscar hacer todo esto con el amor que Cristo nos da y sabiendo que todo es para honra y gloria de Dios.
Mauricio Maletti, Montevideo
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María Rosa Vigna, Bahía Blanca
Afrontar los procesos con optimismo, esperanza y fe de cambio
Sin dudas estamos frente a un tiempo de muchos cambios en la Iglesia Valdense. De hecho, si miramos las resoluciones del último sínodo quedan pocas áreas de la iglesia que estén estables o sin atravesar un proceso de transformación. Si miramos, por ejemplo, la vida de fe indudablemente está en un proceso de cambio porque la forma en que tradicionalmente se ha organizado entorno a la figura pastoral va a cambiar por razones que conocemos; así como también el rol de las y los laicos que van tomando mayor trascendencia de la que, al menos en algunas comunidades, tuvieron. Si miramos las comunicaciones pasa similar, se acaba de aprobar un acto muy grande, muy conceptuoso que da cuenta de diversas búsquedas de optimizar las comunicaciones dentro de la iglesia, de hacerlas más efectivas y coordinadas; además de tener una visión de conjunto que, de alguna manera, aún no se tiene porque cada comunidad hace su propio recorrido. Si miramos la diaconía podríamos decir lo mismo, se viene dando un proceso de transformación, por un lado, en la búsqueda de herramientas de gestión que nos permitan trabajar la diaconía de un modo ordenado, más controlado y seguro de lo que tenemos actualmente; y, por otro lado, una manera de organización que visibilice y potencie la diaconía comunitaria, justamente en el entendido que esta diaconía es parte fundamental del ser iglesia. Como decimos en el documento que se aprobó en general en el sínodo, la diaconía no es un apéndice o un agregado, sino que es parte de la vida de la iglesia. Si miramos el área de las y los jóvenes, nos encontramos con lo mismo. Siempre hubo ciclos en lo que respecta al movimiento juvenil, hay momentos de mayor efervescencia y otros de menor, pero es sólo cuestión de tiempo, de espacio y paciencia. En este sentido, hoy pareciera que estamos en un momento de menor participación y por eso estamos buscando herramientas para ayudar a que el Movimiento Juvenil Valdense encuentre el dinamismo que tuvo algunos años atrás.
Si bien es natural que estos cambios nos generan cierto nivel de angustia y temor, que aparezca la incertidumbre de no saber cómo transitar un camino desconocido, tenemos que aferrarnos a la fe, que es lo que nos permite afrontar los cambios con optimismo, sabiendo que no estamos solas y solos porque siempre hay alguien que camina a nuestro lado y nos ayuda a recomponer. La propia Palabra nos enseña esto.
Siempre que hay cambios aparecen reacciones o dificultades. Somos una iglesia con una mochila muy grande desde el punto de vista de la cultura y las tra-
diciones; y necesitamos que esa herencia no se transforme en un obstáculo hacia lo nuevo. Allí es donde el espíritu de Dios hace su trabajo, y nuestra tarea principal es ser humildes y dejar que todo suceda en el tiempo oportuno, que de repente no es el nuestro. Todas y todos tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos sabiendo que no todo está en nuestras manos.
En este sentido, creo que hay algunas cosas que son claves para reflexionar, por ejemplo, el concepto de transición. Los cambios importantes como los que estamos viviendo no suelen realizarse de un día para el otro, sino que son consecuencia de un proceso de maduración, de reflexión, y también de aceptación, en el sentido de reconocer que estos cambios son necesarios y se producen porque son inevitables. Todas las cosas que están vivas, cambian; de modo que hay que perder el miedo al cambio y animarnos a impulsar esos procesos de transformación. Por otro lado, tenemos que comprender que los cambios tienen que ser impulsados, no se dan solos, sino que tiene que haber fuerzas que los empujen. Cuando más fuerzas confluyen, más rápido y de una mejor manera se va a dar; y lo mismo pasa si hay más fuerzas que obstaculizan el cambio, por una cuestión lógica, no se dará.
Tenemos que ser conscientes y trabajar mucho en todos los estamentos de la iglesia, es decir, en las comunidades locales, en los presbiterios y a nivel sinodal. Tenemos que trabajar en la consciencia de la necesidad de los cambios en la búsqueda no de otra cosa, sino de ser fieles al Evangelio, al llamado del Reino de Dios. En definitiva, no cambiamos porque tenemos ganas de cambiar o porque la sociedad cambia y nos tenemos que adaptar, cambiamos en la búsqueda de la eficacia del Reino, cambiamos por los desafíos que nos trae la palabra de Dios. Eso es lo que tenemos que tener siempre en claro. No cambiamos por cambiar sino por hacer mejor nuestro trabajo para cumplir mejor la misión que Dios nos encomienda.
Todo esto lleva tiempo, e indudablemente algunas tensiones, pero no tenemos que afligirnos por eso, sino que tenemos que comprenderlo, gestionarlo y acompañarnos como comunidades para que podamos transitar este proceso en armonía y no que lo sintamos como imposiciones. Los cambios que se dan de la mejor manera son los que se realizan desde el consenso, habiendo diferencias, pero poniéndonos de acuerdo en los puntos centrales y caminando hacia adelante.
Marcelo Nicolau
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En la búsqueda de una Diaconía renovada
En la vida de la Iglesia Valdense, la Diaconía ha sido un componente de mucha relevancia en el testimonio y vivencia de la fe como creyentes. Desde los inicios del Movimiento Valdense, predicación y diaconía son como la esencia misma de la Iglesia. Teniendo como base esa afirmación, en diferentes espacios de la vida comunitaria se fueron generando reflexiones que mostraban la necesidad de cambios. El Sínodo 2022 tomó la decisión de revisar, actualizar y dinamizar la tarea diacónica en nuestra iglesia en el Río de La Plata.
La Mesa Valdense y la Comisión Sinodal de Diaconía fueron mandatadas por el Sínodo para iniciar un proceso que incluyera orientaciones y fundamentos en la diaconía institucional y comunitaria como así también la revisión de la institucionalidad que se había instrumentado hasta el presente. En este sentido, en el documento denominado «Bases para la gestión del cambio en relación a las funciones, organización-estructura y proceso de trabajo de la diaconía», presentado a la Asamblea Sinodal de febrero 2023, por el grupo de trabajo conformado a esos efectos -denominado grupo ad-hoc integrado por Hugo Malán, Marcelo Nicolau, Beatriz Pons, Yanina Vigna y Vivian Gilles-, se repasa y presenta en síntesis una propuesta que parte de lo conceptual, aborda lo diagnóstico y se sintetiza en la intención expresa de proponer un modelo de gestión del cambio para la diaconía valdense.
En otras palabras, este grupo de trabajo ad-hoc entendió que no era posible proponer algo diferente sin antes plantear un conjunto de elementos comunes desde el punto de vista conceptual, como así también conocer las distintas miradas sobre los problemas concretos a los cuales se enfrentan hoy las obras de servicio diacónicas y por último, que era necesario establecer un nuevo ‘contrato’ que estuviera orientado a superar lo diagnóstico. Para recién allí pasar a un modelo de gestión del cambio, que fuera participativo, colaborativo, planificado y evaluado.
Gestionar el cambio implica en lo central, constituir objetivos comunes y procurar desarrollar planes de trabajo que fomenten el involucramiento de las personas, optimicen recursos, mitiguen riesgos, se retroalimenten las partes, se identifiquen nudos críticos, se estimule la innovación y el voluntariado. Todo ello a través de procesos de planificación situacionales, es decir que cada parte del sistema sin perder su particularidad, encuentre en el todo las respuestas concretas a los
problemas y desafíos que enfrenta. Para que haya planificación debe haber voluntad, pero la voluntad como bandera no garantiza ni la seriedad ni la profundidad que la diaconía valdense precisa y desde la cual se representa, es necesario una hoja de ruta que permita el tránsito ordenado, que permita poder dar marcha atrás cuando lo que se ha hecho no es adecuado y que posibilite un espacio de oportunidad para todas las personas que integren el sistema. Por tanto, es necesario pensar una estructura liviana pero amplia, que facilite respuestas diversas a problemas complejos.
Este grupo ad-hoc trabajó desde una concepción dialógica y conceptual, la diaconía para la IEV la entendimos como un servicio, un instrumento y un sistema. Es un servicio que se plantea hacia los y las demás, pero con una cualidad importante: es con ellos y ellas. Por tanto, es un servicio dual, que se entiende como multidireccional y colectivo. La diaconía no se plantea solamente brindar acciones que permitan paliar o nivelar inequidades a las cuales diversos grupos de población se enfrentan; tampoco se plantea per se, mejorar la calidad de las personas a partir de un diagnóstico exógeno, es decir que no tenga en cuenta las voces de las propias personas que sufren esas inequidades. La diaconía de la IEV descarta la filantropía y la caridad, entiende al desarrollo humano como un aspecto central del desafío diacónico, desde una perspectiva de derechos sociales, económicos, políticos y culturales. En este punto, la diaconía es un servicio en donde el foco está puesto en las personas y su contexto, y donde la transformación o el cambio son ejes centrales.
Es un concepto contracultural, porque parte de entender los cambios no como la suma de las individualidades sino, por sobre todo y en su esencia, como el resultado de un proceso complejo, generalista y transversal, que por tanto nos atraviesa a todos y todas cuando nos planteamos hacer diaconía.
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Es un instrumento porque permite, desde un marco común del pensamiento valdense, poner en diálogo dos movimientos simultáneos. Por un lado, la acción y la reflexión sobre la vida de las personas en relación a sus condiciones social, económica, cultural y política y, por otro, la comunidad de fe con las sociedades. Esto implica ocupar espacios de incidencia en las organizaciones de la sociedad, como forma de dar testimonio de que es posible colaborar con otros y otras en sus definiciones de transformación social. Es, por tanto, un canal y un motivo de encuentro con el otro y la otra; pero a la vez, es un canal y un motivo de encuentro con uno-a mismo-a, con la propia fe en comunidad.
Por último, la diaconía es un sistema. En términos generales un sistema es un conjunto de partes y elementos que se relacionan entre sí, con al menos un objetivo común. Se entiende también al sistema como las distintas partes o componentes del todo que al relacionarse se expresan sin perder su esencia ni sus particularidades, pero a la vez se relacionan porque de ese modo logran un cierto equilibrio. Para que esto pueda ser posible, deben existir principios, normas, procedimientos comunes, generales y particulares, de distinta naturaleza que permita que las distintas partes se relacionen y se expresen. Esto supone entonces, que debe existir una estructura que sea capaz de contener la diversidad, la complejidad y las particularidades de las
partes del sistema y que a la vez permita la unicidad en los principios que lo rigen. La teoría sistémica, entiende que todos los componentes o partes de un sistema, son a su vez parte de otros sistemas. Esto es verdaderamente relevante a los efectos de dar testimonio como colectivo, como Iglesia.
Entonces, bajo estos lineamientos, seguramente habrá continuidad de lo iniciado y será un tiempo fermental si seguimos en una línea de escucha y acción. Todo esto depende del grupo de trabajo que se nombre a partir de las decisiones Sinodales.
Entendemos que no hay que hacer todo de nuevo, hay muchos hermanos y hermanas que están trabajando y el proceso debe contribuir a respaldar, orientar y articular la tarea en la perspectiva del desafío que tenemos en nuestro tiempo.
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Vivian Gilles y Hugo Malán
Josué Charbonnier fue convocado para integrar el equipo que, durante el 2022, reformuló los documentos de la Política Comunicacional (PC) y el Proyecto de Secretaría de Comunicaciones de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata. Esta entrevista da cuenta de los objetivos de ambos documentos aprobados en la última Asamblea Sinodal.
¿Cuál es la importancia de contar con una Política Comunicacional?
Una política comunicacional busca organizar los flujos de comunicación, definir los y las agentes que participan y sus cometidos, como así también de las áreas especializadas. La Iglesia Valdense es una organización muy amplia en el territorio, con realidades muy distintas y que se nuclea alrededor de una misión y visión; y en este sentido, definir una PC es una manera de ordenar y optimizar los recursos que dedica para el
pienso de las comunicaciones, para la creación y generación de contenidos. Además, por supuesto, de lograr eficiencia en el intercambio de información entre las distintas partes que conforman la iglesia.
¿Cuáles son los objetivos y los ejes principales?
La propuesta tiene relación con lo anterior y enfatiza, claro, las particularidades de la iglesia. Por ejemplo, busca pautar las acciones que inciden en la imagen pública de la organización, entendiendo su identidad como iglesia cristiana, reformada, ecuménica y rioplatense; comprendiendo también la estructura sinodal y presbiterial en consonancia con la visión, misión y valores de la Iglesia Valdense.
Entonces, los cometidos principales apuntan a definir cuáles son las estrategias pertinentes para las comunicaciones hacia un público más general, para la incidencia pública. Además de iniciar un proceso de
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Las comunicaciones en la Iglesia Valdense “
organización que establezca ciertos criterios para las comunicaciones internas. Esto de ninguna manera es un intento de homogeneización sino más bien poder acordar pautas comunes para el intercambio de información al interno del organigrama de la iglesia.
Justamente, el organigrama es una parte importante de la Política de Comunicaciones, porque identifica los diferentes niveles que existen dentro de la organización para, de esta manera, organizar las diversas acciones comunicacionales que se realicen en cada ámbito. Claro que la autonomía de cada comunidad está muy presente, pero la propuesta es que se establezcan pautas comunes para que se logre cierta coherencia respecto de las comunicaciones que realice cada comunidad, presbiterio y también la iglesia a nivel sinodal.
Por otro lado, creo que otra cuestión relevante guarda relación con los recursos y su socialización. De alguna manera, la PC intenta organizar de tal forma las comunicaciones para que sean capital de toda la iglesia, con un marcado carácter rioplatense; es decir, que las producciones teológicas, educativas, históricas, entre otras, que permitan una recuperación y resignificación de nuestra identidad puedan estar disponibles para toda la iglesia.
También se aprobó el nuevo proyecto que crea la Secretaría de Comunicaciones, ¿en qué consiste?
La Secretaría de Comunicaciones se piensa como un agente estructurante, como parte de una estrategia para la implementación y desarrollo de la Política de Comunicaciones. Es un intento de pensar las comunicaciones de manera colectiva, colaborativa; y también que haya personas que estén abocadas a crear las estrategias necesarias para comunicar la buena noticia y transmitir el Evangelio. En este sentido, se piensa a la comunicación como un ministerio más dentro de la iglesia y, poder adscribir a las personas que la integren a lo que los Reglamentos Orgánicos denominan como Ministerios Particulares, tiene que ver con esto.
Entonces, la Secretaría de Comunicaciones (SdC) estará conformada por tres personas que trabajen de forma coordinada. Una con un perfil organizacional, dedicada a la promoción de la PC, a la articulación de las comunicaciones en los diferentes niveles que establece el organigrama de la iglesia y a facilitar que los flujos de comunicación entre estos niveles se sostengan y fortalezcan. Por otro lado, una persona abocada a la generación de contenido editorial, es decir, que produzca o gestione notas periodísticas, informativas, reflexivas, de algún posicionamiento sobre temas de interés público o social. Y, por último, una persona que trabaje con redes digitales, que adapte el contenido editorial a las narrativas transmedias de los medios digitales donde tenga presencia la iglesia; y también que se encargue de las producciones audiovisuales que acompañen todo el contenido planificado; además de administrar y gestionar las redes sociales.
A su vez, esta Secretaría de Comunicaciones se piensa dentro de la estructura de la iglesia y por eso se crea la Comisión Sinodal de Comunicaciones, como un espacio articulador y de convergencia de todas áreas que tengan que ver con las comunicaciones.
Entendiendo que todas estas decisiones son parte de un proceso, y que también se aprobó un acto sobre lo que será un período de transición, ¿cómo te imaginas este tiempo? ¿Cuáles consideras que serán cuestiones esenciales para que sea ordenada y que toda la iglesia pueda apropiarse de estos documentos?
Estamos frente al tiempo donde estas propuestas se tendrán que ir adaptando a las realidades. Sabemos que todos los movimientos, los cambios, cuestan y por eso es necesario evitar malentendidos o incomprensiones que muchas veces son la causa de que estos procesos se saturen, se frustren o cansen a las personas involucradas. Entiendo que una de las primeras cosas que se debe hacer es poner al tanto a las partes involucradas, tanto las personas que actualmente están trabajando en comunicaciones como a las Comisiones Sinodales.
Un espacio de transición tiene que ser articulador de todas estas instancias, así como también animarse a pensar cómo siguen estando las acciones comunicacionales que se realizan actualmente dentro de esta nueva lógica de funcionamiento, cómo se ven, cómo se proyectan o transforman.
Es un proceso que va a llevar tiempo, y es momento de sumar gente comprometida con las comunicaciones en las comunidades porque es lo que va a ayudar a que todo este movimiento tenga capilaridad. Como dije antes, sabemos que los cambios tienen ciertas resistencias, pero creo que es tiempo de comprender que esto es un ensayo, no es salir de un corsé a otro, sino un intento de generar movimientos y tenemos el desafío de ser permeables; monitoreando y evaluando el proceso por lo vertebral que son las comunicaciones para cualquier organización, más aún para una iglesia.
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Andar porcaminos nuevos dar pasos con confianza
Para mí, los relatos de estas páginas son únicos. Quien escribe tiene la compleja tarea de propiciar la charla, de saber qué preguntar, cuándo y cómo; y también el objetivo de poner en palabras toda una historia de vida, los sentipensares que percibió y vivenció durante el encuentro. Quien es protagonista, desde el vamos es una persona generosa, dispuesta a compartir parte de su intimidad y de animarse a repasar su vida, recordando olores, sabores, sonidos, personas, alegrías y dolores. Entonces, creo que estas páginas son únicas porque se gestan desde una dinámica que implica cuidarnos, ser amables, empatizar. Las personas que protagonizan estas columnas nos comparten quienes son -o van siendo-, quienes escribimos intentamos conocerlas más y compartirles a quienes leen no sólo una historia de vida sino también las emociones que despertó ese encuentro con la ilusión de que esas palabras, ese recorrido, esa intimidad compartida, ese ejercicio cuidado… lxs conmueva.
Esta vez, fue un encuentro virtual con quien conocí en mi primera reunión como directora de Página Valdense, con la Comisión Sinodal, allá por el 2014, en Colonia del Sacramento. Con el correr de los años fui confirmando aquellas primeras percepciones: es una persona a la que no le asustan los desafíos, que siempre va para adelante intentando contagiarte de su optimismo y las ganas de hacer. Además, durante nuestra última charla descubrí que no sólo es amable con lxs demás, también con ella misma; algo que, al menos a mí, me cuesta un poco más. Quizás por eso me parece admirable.
Es de Ombúes de Lavalle, aunque ahora, por cuestiones laborales decidió vivir en Colonia Valdense. Es madre, es docente, es directora de un Hogar. Claro está: entre muchísimas otras cosas.
Empezamos la charla hablando del vínculo con la iglesia en su niñez y me dice: «Creo que fue un recorrido bastante tradicional. Mis padres nos bautizaron y cuando tuvimos la edad, hablo en plural porque lo nuestro siempre fue en dupla con mi hermana, empezamos la escuela dominical y posterior a eso el catecismo. Mis padres nos llevaban a los cultos cada vez que iban, tengo la imagen de nosotros tres, con mi hermana y mi hermano, sentaditos, bien quietitos». Ahí surge una anécdota a raíz del primer ejercicio que hicimos en
la capacitación para laicos y laicas de la iglesia -«Esfuérzate en la Gracia»-, que era presentarnos contando nuestra historia de vida y de fe. Recordando esos cultos de su infancia, compartió con el resto que tenía un truco para poder concentrarse en aquellas oraciones que parecían interminables: juntar las manos y apretarlas bien fuerte. «Era un intento de acompasarnos al resto», concluye.
Si hablamos de niñez y recorrido tradicional en nuestra iglesia, la pregunta casi obligada es si participó de algún campamento. Y reforzando esa tradicionalidad me dice que sí, aunque no muchos porque eran muy tímidas. Sin pensar demasiado parece recordar aquellos momentos y me cuenta que para aquella época ya habían arrancado los campamentos en Puerto Conchillas, «mi madre iba a cocinar y nosotras íbamos en el grupo de acampantes. Cuando nos pasamos de edad, fuimos un par de veces como ayudantes de cocina también», me dice.
Si hablamos de campamentos y ya no ser acampantes, de manera casi inmediata pensamos en talleres de liderazgo. También participó. «Creo que ser parte de esas instancias de formación y ser de apoyo en la escuela bíblica se dio casi en paralelo», me dice y agrega: «Cuando participaba en esas instancias, lo hacía con la idea de volcar lo aprendido en mi comunidad de origen, y fue algo que me animó a seguir conociendo y participando en otros espacios». Siento que esto lo dice remarcando la importancia de conocer otras realidades para ampliar la perspectiva personal, no sólo del trabajo sino también de vivir la fe.
Seguimos charlando, pasando de tema en tema, de recuerdo en recuerdo y me dice: «otra etapa que marcó mi vida fue empezar la carrera docente. Siento que la carrera que elegí me brindó muchas herramientas como para desarrollarme en muchos ámbitos. De alguna forma, se amalgama muy bien con las actividades que tenía en la comunidad». Estudio magisterio en Carmelo, el Instituto de Formación Docente más cercano del departamento. De lunes a viernes vivía allí, en una pensión, estudiando y haciendo prácticas, los fines de semana volvía a su querido Ombués. «Durante esa época nunca dejamos de participar en la escuela dominical, ni de los campamentos», agregó mientras noto mucha emoción al recodar cómo pudo sostener dos actividades que le gustaban.
Relato de un encuentro PÁGINA VALDENSE I 10
Recordé la época en que me fui a estudiar. Pensé en las diversas experiencias respecto a ese salir de un lugar conocido para vivir una nueva etapa sin la familia cerca. Le pregunté cómo lo había vivido ella y me comentó: «Claro que se extraña, pero la verdad, no fue tan duro porque fuimos seis estudiantes de Ombués que estábamos cursando juntos. Dentro de todo, nos sentíamos acompañados. Tengo muy lindos recuerdos de esa época». Sólo dos años estuvo ejerciendo en otros lugares hasta elegir la efectividad en la única escuela de Ombués, que claro, fue en la que ella hizo todo su recorrido escolar. «Fue muy emocionante entrar a la escuela donde yo había recibido mi formación ahora desde otro rol. Al principio me dio miedo el vínculo con la comunidad, porque al no tener tanta experiencia docente y con una gente conocida es como que me sentía insegura; después claro que todo fue mejorando y durante todo ese tiempo me sentí muy acompañada. Con los años la comunidad te va conociendo y reconoce tu recorrido como docente, eso es muy lindo, es un mimo al alma», me cuenta y siento cómo en su voz se condensan las emociones de tantos recuerdos juntos.
Vamos y venimos en los temas de conversación, pero ahora a la iglesia por un rato. «Desde joven participé en los sínodos. Un año fui como delegada juvenil del presbiterio, otro como diputada por Ombúes siendo bastante joven, y también como integrante de la Comisión Sinodal del Parque XVII de Febrero -primera comisión en la que participé-». Recuerda que recibió el llamado de Rolando Janavel porque había renunciado alguien de esa comisión y ella estaba como suplente, así que desde ahí empezó a viajar una vez al mes hacia Playa Fomento para las reuniones. «Fue una muy linda experiencia porque esa comisión estaba integrada de lugares bastante dispersos. Me acuerdo que era la única mujer también, pero me sentí súper cómoda». Tuvo numerosas experiencias en comisiones sinodales, integró varios años la de Educación Cristiana, la de Nombramientos, y también la de Página Valdense.
Aquí surgen con más profundidad algunas reflexiones sobre la maternidad. «Cuando nació Emma, mi primera hija, decidí participar sólo en la Comisión de Página porque no insumía demasiado tiempo más que un par de reuniones al año y estar pendiente de los mails, porque todavía no había WhatsApp. En esa etapa disminuí mi participación en las demás actividades de la iglesia». Ahí conversamos largo rato sobre el vínculo entre maternidad, comunidad y participación, porque claro, es cierto que a veces damos prioridad a diferentes aspectos en nuestra vida. «Sinceramente, fue un tiempo difícil porque sufrí la absorción de energía y tiempo de la maternidad. Por supuesto disfruté de criar a mis hijos, pero sentía que me faltaba algo». Acá me pareció interesante como, con su experiencia -que seguro no es la única- se vuelve necesario sacarle un poco de romanticismo al hecho de ser madres y más bien pensarlo desde un lugar más cotidiano, donde se vuelve indispensable una red de apoyo, poder compar-
tir las tareas de cuidado para tener tiempo para hacer actividades que permitan el desarrollo personal. «La maternidad es maravillosa, es hermosa, pero de romántica no tiene nada», me dice y reímos juntas.
Le pregunté si Emma y Joel también participaron desde chiquitxs en la comunidad y como no podía ser de otra manera, me dijo que sí. «Como a mí me gusta mucho estar en diferentes actividades de la iglesia, en la medida de lo posible, siempre los llevaba conmigo, como en aquella reunión de Página Valdense en la que Emma era bebé y nos fuimos a Colonia del Sacramento para comenzar la transición en la dirección. Se acostumbraron a integrarse en diversas reuniones y actividades», contaba y cuando me decía eso, enseguida pensé en que no sólo significaba algo importante para ella, sino que seguramente tenga un impacto positivo en la vida de Emma y Joel, y me dice: «Creo que sí, que se naturalizan esas dinámicas desde pequeños.
Creo que es uno de los mejores ejemplos que puedo darles: que ellos no son un obstáculo para mi desarrollo personal y profesional, que ellos sientan que no postergo algo por ejercer la maternidad, por ellos». En este momento, ella se emociona y me hace emocionar. Seguimos hablando de maternidad, pero ahora vinculado específicamente al desarrollo profesional. Cristina Gay Félix, la protagonista de este relato, es la directora del Hogar para Ancianos y Ancianas de Colonia Valdense. Hace poco más de un año que está en ese cargo y, aunque no fue algo planeado, ejerce la maternidad a distancia, tal como lo describió ella. «Siento que es sólo es una forma diferente a la tradicional, que es donde la mujer se tiene que quedar con los niños, y muy posiblemente postergar un desafío personal y laboral. La docencia llenó de sentido mi vida durante muchos años, pero sentí que había llegado el momento de experimentar esta nueva oportunidad porque significaba, de alguna manera, desarrollarme personal, profesional y vincularmente. Además, significa para mi devolver a la iglesia toda la formación y experiencias que me había dado hasta ese entonces. Me animé a desafiarme y estoy feliz con ello».
No me imagino mejor frase que esa para terminar esta página que esa, porque definitivamente la describe como quien es: una persona que asume riesgos y desafíos, que intenta dar pasos por caminos nuevos siempre con esperanza y buscando su plenitud. Gracias a Dios por este testimonio y ojalá lxs conmueva como a mí.
Daiana Genre Bert
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Además, algo que me parece súper importante es que no dejo de participar en algo que me gusta, y siento que ellos perciben que yo me siento bien, plena, mientras vivo mi fe de esa manera.
Mil plumas de colores
Bajo una parra con uvas verdes, compartimos la primera merienda de lo que será una semana en compañía de hermanas y hermanos muy queridos. La XXXVII Asamblea Juvenil Rioplatense inicia el jueves 5 de enero, con la llegada de las/os que vienen de más lejos, cargadas/os con equipaje y regalos para repartir entre quienes mucho se extrañaron. El medio de transporte, una traffic prestada con promesa de ser aprovechada a más no poder y devuelta, por supuesto, en las mismas condiciones.
El sol nos acompañó toditos los días de campamento y el calor se hizo notar en Colonia Belgrano. Por suerte, la pileta del club nos abrió las puertas para refrescarnos en el agua y hacer uso de la -no tremenda, tremendísima- cancha de voley de playa.
El tan esperado encuentro; entre noches para mirar las estrellas y días de tirar mantas buscando alguna sombra protectora.
Hubo muchos momentos de disfrute y tranquilidad necesarios después de un tiempo sin vernos. Pintamos, cantamos, gozamos y nos acompañamos. El silencio se hizo un lugarcito en muchos momentos de introspección; dejamos que las ideas se encuentren en nuestros espacios personales y compartimos sentipensares a través de gestos, movimientos y palabras. Reflexionamos mucho sobre la fe, las comunidades y la Iglesia. Nos sentimos parte de algo y lo expresamos.
Dentro de los temas que estaban previstos -de manera muy flexible-, lo principal fue conversar sobre el movimiento juvenil y pensar acciones para mantenernos a flote. Discutimos nuevamente sobre la función
que cada una y uno tiene en este engranaje e intentamos dilucidar las necesidades. El asunto de la juventud en la Iglesia es recurrente en las comunidades y, como no podía ser de otra forma, lo pusimos en la mesa para que seamos nosotras y nosotros mismos quienes lo analicemos. Conversamos sobre cómo podemos ser agentes de cambio en nuestras comunidades, entendiendo y eligiendo mantenernos fuertes y unidos/as, apoyándonos siempre.
Planteamos objetivos para el año y nos volvimos a empapar de la emoción que dan los campamentos, fuente primordial para nosotras y nosotros.
Este encuentro no solo nos brindó la oportunidad de volver a vernos y compartir, sino también de profundizar nuestra relación con Dios. La fe, presentada en cada una y uno de nosotros de manera diversa, nos da la fuerza para seguir adelante y nos permite tener la certeza de que todo lo que hacemos tiene un propósito mayor.
En los momentos más emocionantes, recordamos la alegría de la amistad y la gran importancia que tiene el encuentro en nuestras vidas. Nos dimos cuenta de que estos espacios de bienestar deben ser protegidos y valorados para que puedan seguir siendo una fuente de felicidad y fortaleza en el futuro.
Ahora nos extrañamos y esperamos que el efecto de haber vuelto a vernos nos siga acompañando a lo largo del año.
Irmina Rivoira
Una vez más, ¡arriba el campamento y arriba el Movimiento Juvenil Valdense!
Florencia Arias y Sheila Rodríguez
PÁGINA VALDENSE I 12 Conexiones Espacio del Movimiento Juvenil Valdense | Año XXII |Febrero- Marzo 2023| conexionesvaldense@gmail.com
como herramienta
Instancias de formación para potenciar el servicio comunitario
Para dar cuenta del recorrido que venimos haciendo desde la Red Ecuménica de Educación Teológica (REET), quizás sea útil comenzar recordando el mandato que recibimos cuando diversas iglesias tuvieron la necesidad de repensar cómo se plantearía la tarea de la formación para los diversos ministerios luego del cierre del ISEDET, que fue por décadas el espacio de capacitación para los ministerios ordenados, consagrados y también no consagrados del protestantismo histórico ecuménico rioplatense y latinoamericano. En ese proceso de reflexión, hubo una serie de iglesias que mantuvieron la postura de valorar, sostener y proponerse rearticular un espacio colaborativo de carácter ecuménico para responder de manera mancomunada y renovada a los desafíos de la capacitación, reivindicando una serie de principios que definieron el caminar histórico conjunto de estas iglesias en el terreno de la educación teológica.
La «Declaración de Compromiso» firmada en el marco de la presentación pública de REET, allá por octubre de 2017, enuncia como sus principios rectores «el servicio a la misión de Dios en el mundo, la edificación de comunidades de fe y la concreción de su testimonio público en nuestras sociedades; así como también la herencia teológica y espiritual de la reforma evangélica -abordada en perspectiva ecuménica-, el pensamiento crítico incluyendo la perspectiva de género y el paradigma inclusivo, la orientación a la realidad y cultura de nuestras comunidades y pueblos latinoamericanos en un contexto global; y, finalmente, un claro compromiso con la defensa de los derechos humanos, la promoción de la justicia, la paz y la integridad de la creación».
El documento definía además dos grandes objetivos, los cuales son «responder a las necesidades actuales de capacitación teológica-ministerial de las iglesias de la ecúmene rioplatense, tanto en función de sus ministerios ordenados o consagrados como sus ministerios laicos; y responder a las necesidades de contar con un ámbito de estudio e investigación en teología, religión y sociedad abierto al público de lengua castellana interesado en formación académica y práctica de calidad en diálogo con las ciencias y otros saberes».
Desde este trasfondo y encuadre quizá se pueda comprender mejor el caminar de la Red y, sobre todo, desde qué lugar se propone el nuevo proyecto que de a poco se viene amasando: la creación de la «Escuela de Ministerios Comunitarios» en el seno de REET. Pues, luego de haber concretado la puesta en marcha de una carrera en teología de carácter académico, orientada a la capacitación de los ministerios ordenados y consagrados, creemos que llegó el tiempo de organizar una propuesta formativa para los ministerios no ordenados o no consagrados, de tipo ‘comunitario’.
Esta convicción fue madurando a partir de haber profundizado el diálogo con el liderazgo de las iglesias, de procurar atender las necesidades y desafíos concretos de las iglesias en las comunidades, muchas de las que son sostenidas y desarrolladas por el servicio del laicado. A partir del mandato recibido con la crea-
ción del espacio, hemos asumido el compromiso de brindarles una capacitación en un formato adecuado y accesible, que vaya al encuentro de las posibilidades e intereses de formación de personas que no aspiran primeramente a realizar una carrera académica de nivel superior, pero sí desean una buena y sólida formación.
Entonces, el proyecto de la «Escuela de Ministerios Comunitarios» surge gracias al proceso de ida y vuelta continuo con los liderazgos de las iglesias y también de la búsqueda de estrechar el contacto y el diálogo con las bases. En este sentido, un momento clave fue el encuentro con el moderador valdense y los pastores presidentes de la IERP y de la Iglesia Discípulos de Cristo el año pasado, porque nos permitió iniciar una especie de diagnóstico sobre los principales desafíos y necesidades en el terreno de la misión, la edificación de las comunidades de fe y los ministerios.
Dentro de la hoja de ruta que nos dimos para definir este proyecto hicimos una consulta de opinión dirigida principalmente al liderazgo laico. A partir de su evaluación elaboramos un primer proyecto que pusimos a consideración de las iglesias. En ese mismo proceso de reflexión, planteamos para mayo de este año un encuentro entre el liderazgo comunitario de las iglesias y los equipos docentes de la REET en pos de reflexionar sobre este eje temático en común. Ello apunta, por un lado, a hacer un ejercicio de reflexión crítica que nos ayude a identificar las características de una práctica eclesial pertinente y renovada en torno a los tres ejes mencionados; y, por otro, generar y aportar insumos a partir de la sistematización de lo que allí surja, que luego orienten la proyección de los programas de la Red en general y el diseño y la organización del programa de la Escuela de Ministerios Comunitarios en particular.
En definitiva, los objetivos de esta nueva instancia formativa se orientan a brindar formación de calidad en un formato acorde, que se ajuste a las posibilidades, necesidades e intereses de nuestras membresías con el fin de potenciar su capacidad de intervención en diferentes espacios y servicios eclesiales. El programa tendrá una duración acotada, en principio de tres cuatrimestres, donde los dos primeros, partiendo de un reconocimiento y valoración crítica de las experiencias previas de las personas, aporte ciertos elementos de discernimiento bíblico-teológico en cada uno los ejes «misión - edificación de comunidades de fe – ministerios». El cierre del programa propondrá un trayecto de formación con cuatro orientaciones optativas: mayordomía, evangelización, diaconía y liturgia. Los cursos serían fundamentalmente sincrónicos con un apoyo complementario y auxiliar en el aula virtual.
Con la ayuda y compañía de Dios, esperamos poder darnos un tiempo para integrar los insumos resultantes de la consulta-taller al diseño del programa con el objetivo de poder realizar la presentación pública de la Escuela de Ministerios Comunitarios a finales de este año, y ponerla en marcha a inicios del 2024.
Daniel Beros Coordinador REET
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omunicándonos C
Espacio de la Federación Femenina Evangélica Valdense
Jesús y la Samaritana
Reflexión preparada para la primera reunión de la Comisión Directiva de la Federación de Ligas Valdenses. En el Evangelio de Juan, capítulo cuatro, versículos del cinco al 10, podemos leer: «… y fue así que llegó a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca de la tierra que Jacob dio a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob, Jesús cansado por la caminata se sentó al borde del pozo. Era cerca del mediodía, fue entonces cuando una mujer samaritana llegó para sacar agua. Jesús le dijo: “Dame de esa agua” (tengo sed, necesito tomar agua). Los discípulos habían ido a la ciudad para comprar algo para comer. La samaritana le preguntó: “¿Cómo tú que eres judío me pides, agua para beber, a mi que soy mujer samaritana? ”. (Se sabe que los judíos no se trataban con los samaritanos).
Y Jesús le respondió: “si conocieras el don de Dios, si tú supieras quien es el que te pide agua para beber, tú le rogarías que te diera el Agua Viva que Él tiene para darte. Pues el agua que te estoy ofreciendo se te convertirá en un manantial que fluirá, que te llevará hacia la Vida Eterna, y quien beba de esa agua no tendrá sed jamás, pero quien beba del agua que tú ofreces… volverá a tener sed”».
En el versículo 19 del mismo capítulo, la mujer le dice a Jesús: «Señor me parece que tú eres Profeta». Y en los versículos 25 y 26, la mujer continúa: «Yo sé que el Mesías llamado Cristo ha de venir y cuando llegue nos explicará todas las cosas». Y Jesús le contestó: «Ese soy yo que estoy hablando contigo». Hasta aquí el relato bíblico.
El 8 de marzo se celebró el Día Internacional de la Mujer en memoria de las trabajadoras que se sacrificaron por defender sus derechos.
Elegí este pasaje bíblico porque nos presenta el encuentro de Jesús con una mujer que se sacrificaba, como tantas otras de su época, transportando cántaros para luego, al llegar al manantial, llenarlos de agua y, con ellos sobre sus hombros, regresar para abastecer su casa. Y así continuar sin descanso con todas las tareas domésticas y, muchas veces del campo, sin posibilidades de otros horizontes.
Este relato bíblico es uno de los más conocidos del Nuevo Testamento y lo encontramos únicamente en el Evangelio de Juan; es el más extenso de los diálogos de Jesús. Aunque escogimos para esta reflexión sólo una parte del pasaje.
Vino una mujer a sacar agua del pozo. Jesús se quedó para tener un tiempo de descanso mientras sus discípulos compraban comida. Se sabía que, a esa hora, iba por agua alguna mujer y que esa mujer iría en ese momento del mediodía porque no querría compañía.
Y se produce el encuentro. Jesús se presenta y le habla, porque no creo que ella haya tomado la iniciativa. Jesús le pide un favor «Dame agua». Jesús le habla con humildad, nunca mostrando su grandeza; Él encubría su gloria bajo una débil apariencia humana para poder acercarse a las personas. La mujer en su respuesta denota desconfianza. Jesús le habló sin tener en cuenta que es mujer y samaritana.
Aquí tenemos esa expresión de Jesús: «¡Si tú conocieras!... ¡Si tú supieras!» Hay cierto misterio en esas palabras de Jesús que causan extrañeza, zozobra, temor, inquietud. Cuando alguien nos dice en un condicional: ¡Si tú supieras!, nos produce curiosidad y también anhelo que con prontitud se devele el misterio.
Jesús le dice a la Samaritana: «Si tu conocieras… y también si tu supieras». Aquí hay dos verbos: conocer y saber. El significado de conocer es estar enterado-a, distinguir, vislumbrar. El significado de saber es advertir, comprender, descubrir.
Volviendo al texto, entonces, al decir «si tú conocieras el don de Dios» es como decir si tu vislumbraras, si tú descubrieras el don de Dios, y el don de Dios es recibir el Espíritu Santo, es oración, paz interior, paz en el corazón. El amor y la misericordia que Dios desea derramar sobre nuestro mundo. Quien conoce el don de Dios conoce todo. La existencia cristiana consiste en recibir mediante la fe, la gracia, el amor y la misericordia todo lo que nuestro amado Dios nos ofrece.
Y luego dice: «Si tu supieras quien es el que te pide agua» Es decir, si tu sospecharas, si tuvieras una idea, si tu descubrieras quién es el que te pide agua para beber… tú le rogarías que te diera del Agua Viva que tiene para ofrecerte, pues quien la beba no tendrá sed jamás. El agua viva significa cuando vemos correr el agua fresca por los ríos. Simboliza el Espíritu Santo de Dios que está presente en nuestras vidas, nunca nos abandona y en cualquier momento podemos recurrir a Él. Nos dará consuelo, nos sostendrá en todas nuestras luchas humanas. No tendremos sed jamás.
En un momento, la samaritana se da cuenta que la persona que está frente a ella es alguien diferente a quienes está acostumbrada a frecuentar, y ahí es cuando le dice: «Me parece que eres un profeta» Esto le hace recordar que ella tenía conocimiento que estaba anunciado el Mesías, el Ungido, el Cristo que aclararía todas sus dudas.
Aquí es la única vez que Jesús se presenta: «Ese soy yo», y hace una clara manifestación de su naturaleza y misión mesiánica. A ella y a nadie más. A una mujer samaritana. Igual que el cuerpo necesita el agua… el alma necesita saciar su sed espiritual.
Jesús dice: «Jamás tendrá sed», hace aquí una promesa universal. Solo Él puede darnos la felicidad plena y duradera cuando entregamos nuestro corazón y nuestras vidas a Dios.
Queridas hermanas-os, Jesús, como a la Samaritana, se nos presenta y con su dulce voz nos dice: Si tú conocieras, si tú supieras que estoy aquí para escucharte, acompañarte, para que tengas una vida feliz con la unción del Espíritu Santo. Y ahora, ¡ya comienza a disfrutar de la dicha de pertenecer al Reino de Dios… y así nunca tendrás sed jamás!
Amén
Carolina Malán
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Y ellas fueron y les dijeron: «Él va delante de nosotrxs»
Esa mañana se prepararon con sus perfumes y aceites para ir a la tumba a donde habían puesto el cuerpo sin vida de Jesús. María Magdalena, Salomé y María la madre de Santiago salieron temprano y aunque tenían dudas sobre cómo harían para correr la piedra que tapaba la entrada, fueron de todos modos.
Ellas, que habían estado junto a otras mujeres al lado de Jesús en muchas ocasiones, también estuvieron con él en el último momento de su vida, cuando públicamente lo humillaron y crucificaron. Estas tres mujeres, como parte de ese grupo de discípulas y amigas de Jesús, decidieron ir a su encuentro para despedir y perfumar su cuerpo, para estar cerca por última vez.
Al llegar se encontraron con una situación que no era la que esperaban, primero vieron la piedra corrida y luego a un hombre con vestimenta blanca sentado a la derecha de la entrada del sepulcro. Entre el asombro y el temor por lo que podría haber pasado allí, se animaron a mirar y escucharon lo que el joven les anunció.
Empezó diciéndoles que no tuvieran miedo, que sabía que buscaban a Jesús de Nazaret, pero que vieran que él ya no estaba allí porque había resucitado. Y les encomienda que vayan y les digan a lxs demás discípulxs, y a Pedro: «él va delante de ustedes a Galilea, allí
lo verán, como les dijo». Luego, ellas se fueron temblando y asustadas, sin decirle nada a nadie.
Las mujeres protagonistas del relato del Evangelio de Marcos 16: 1-8, aquellas últimas ahora eran las primeras en recibir el anuncio de la resurrección de Jesús en medio de aquel contexto doloroso. Ellas no solamente habían visto cómo acusaron y ejecutaron a su maestro, sino que también supieron de la negación de Pedro y vieron como algunos discípulos, ante el miedo de ser acusados también, se fueron a esconder. A todo este panorama lleno de frustración y tristeza, ahora se le sumaba el anuncio de la resurrección y el pedido de ir a Galilea. El temor y el temblor ante la incertidumbre de lo que estaban viviendo no podía ser menor, nadie lograba comprender en su totalidad lo que pasaba. Pero a pesar de la realidad abrumadora, María Magdalena, Salomé y María la madre de Santiago transmitieron lo que habían visto y oído, lo sabemos porque llegó hasta nuestros días, así que efectivamente las tres discípulas lo contaron y fueron las primeras en anunciar la resurrección.
Esta respuesta desde la fe y el compromiso ante lo que sucedía es un mensaje lleno de esperanza. Aquellxs primerxs discípulxs y luego las primeras comunidades cristianas creyeron y dieron testimonio de su fe, asumieron la responsabilidad de organizarse para seguir anunciando el proyecto de Dios y proclamando la vida plena para toda la Creación.
La fe y la organización comunitaria fue el horizonte para resistir de manera pacífica ante las adversidades y hostilidades que se presentaban en cada tiempo histórico. Y sigue siendo un desafío que se nos presenta a nosotrxs también, a todas las comunidades que intentamos vivir en comunión y practicar la solidaridad, reflexionar y actuar en consecuencia, asumir que el miedo y la incertidumbre son parte del camino, alimentar los lazos genuinos, ampliar las mesas que nos reúnen y renovar el compromiso con la vida plena, la búsqueda de justicia y la construcción de otro mundo posible.
Que la potencia y valentía que movió los corazones de aquellas mujeres que creyeron y anunciaron la vida nueva, primero, y de todas las personas que creímos después, nos guíe e ilumine en el camino que vamos andando. Que frente a los desafíos actuales podamos recuperar el testimonio de fe que nos legaron para mirar con esperanza el presente y que nos anime a asumir el compromiso de construir junto a otrxs. Que nosotrxs también podamos vivir en plenitud el anuncio de vida nueva.
Yanina Vigna Equipo editor
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Ilustración Goli Mahallati
¿Qué faceta humana nos destruye?
El conformismo, la aceptación de la realidad como un destino y no como un desafío que nos invita al cambio, a resistir, a rebelarnos, a imaginar en lugar de vivir el futuro como una penitencia inevitable.
Eduardo Galeano