De la búsqueda de la tierra prometida al compromiso social.

Page 1


DE LA BÚSQUEDA DE LA TIERRA PROMETIDA

AL COMPROMISO

SOCIAL

Una introducción a la historia valdense rioplatense.

Orígenes y primeras colonias (1857-1875)

Desde el punto de vista social y demográfico, el valdismo alpino vivió algunas de las ventajas y desventajas de la revolución industrial. A pesar de que la industria en los valles era escasa, se produjo un aumento en la natalidad y una disminución de la mortalidad, como en buena parte de Europa. La estrechez geográfica y la baja productividad de los valles, sumadas a malas cosechas, expulsaron a sus habitantes a partir de la emancipación ocurrida en 1848. Los primeros emigrados fueron en general jóvenes solteros buscando mejores oportunidades en el norte de Italia y el sur de Francia. La nueva diáspora individual era considerada una amenaza para la iglesia, ante el potencial relajamiento de las costumbres y de la vida religiosa. Ante tal riesgo, surgieron dos tendencias: una conservadora, que buscaba evitar la emigración u organizarla en las cercanías, y otra que proponía una emigración organizada a América del Sur. En reuniones a tales efectos realizadas en 1856, se propusieron como destinos principales Cerdeña y Argentina, pero no prosperaron.

La decisión provino de un impulso individual. Dos jóvenes aventureros que habían recalado en Montevideo mandaron noticias alentadoras que promovieron la llegada de un pequeño grupo de once personas en enero de 1857 que, después de un corto tiempo en Montevideo, pasaron a cultivar chacras en Florida. El Uruguay al que llegaban era un país convulsionado por las guerras civiles y cuyo agro estaba poco explotado y atrasado tecnológicamente, con la venta de cuero vacuno como

principal rubro. Sin embargo, entre fines de esa década y la siguiente se produjo la primera gran ola inmigratoria en el país, radicada tanto en las ciudades como en el medio rural, lo que significó un cambio productivo y demográfico importante. En el departamento de Colonia, para 1860 más de una cuarta parte de la población era extranjera, y esa proporción aumentó seguramente en la década siguiente con el aluvión de valdenses y suizos.

En setiembre de 1857 llegó un segundo contingente de 72 personas, motivado por las cartas positivas, que se dirigió casi directamente a Florida porque Montevideo estaba convulsionada por la epidemia de fiebre amarilla. En ese momento se empezó a destacar el acompañamiento del Capellán de la Legación británica, Frederick Snow Pendleton. En Florida se radicaron 45 familias, pero una larga sequía, más la hostilidad de la población católica acicateada por el cura local, determinaron la búsqueda de un nuevo destino. Con este fin, Pendleton se contactó con la Sociedad Agrícola del Rosario Oriental, presidida por el ministro Doroteo García y formada por capitales nacionales. Estas sociedades, aunque en sus estatutos propendían al desarrollo del medio rural a través de la introducción de colonos laboriosos, constituían un negocio lucrativo cuando prosperaban. Mientras que a los colonos propietarios de Florida se les canjeaban chacras de similar tamaño, ya rotuladas y con construcciones, por otras que no las tenían (aunque les proveía de transporte y materiales de construcción), a los no propietarios se les cobraba con un tercio de las cosechas durante cuatro años, por lo que se calcula que al final pagaban entre cuatro o cinco veces el valor de la chacra.

En julio de 1858 se realiza la toma de posesión de las chacras, en setiembre llegan las primeras familias, y en marzo siguiente llegan las últimas. Para 1860, a la llegada del pastor Miguel Morel, la colonia contaba con 185 personas, 240 el año siguiente y 809 al final de la década, que fue la de mayor impulso migratorio. García nombra a la colonia como “La Paz”, signo de nuevos tiem-

Esta prosperidad general no estuvo exenta de importantes desavenencias internas. En el plano religioso, las diferencias se manifestaban entre los valdenses “tradicionales o institucionalizados”, seguidores del pastor Morel, y los “disidentes o darvistas”, no seguidores de una estructura institucionalizada y partidarios de un reavivamiento religioso personal y comunitario. Estas diferencias se acentuaron cuando en 1865 se debió decidir la ubicación del templo; para los primeros primó la ubicación en La Paz, de acuerdo a compromisos adquiridos con la sociedad colonizadora, mientras que otros, apoyados por Pendleton, preferían ubicarlo en un lugar más céntrico. El choque se daba además entre dos personalidades: Morel, que propendía hacia una cohesión religiosa fuerte que evitara la disgregación (a través de un reglamento que instauraba una especie de teocracia), y Pendleton, que hasta sugería ubicar a la colonia bajo protectorado británico, y que realizaba manejos poco claros de los fondos recaudados en los valles.

Luego de la destitución de Morel, se produjo la breve visita del moderador Lantaret en 1869, y el conflictivo pastorado de Juan P. Michelin Salomon (1870-1875) que ahondó las discrepancias y terminó en su salida hacia Estados Unidos junto a algunos colonos. La situación comenzó a estabilizarse con la llegada del pastor Daniel Armand Ugon dos años después. Para ese momento, las condiciones materiales de la colonia habían mejorado notablemente, habiéndose fraccionado otras 4000 hectáreas linderas, y la población crecido hasta unas 1500 personas, acompañadas por el aumento de la producción; sin embargo, la inestabilidad política y económica del país, así como la limitación en el tamaño de la colonia determinó que se empezara un proceso de diseminación.

Organización y consolidación de la diáspora (1875-1930)

El Uruguay del último cuarto del siglo XIX sufrió en algunas zonas grandes cambios en el medio rural, algunos ya comenzados un poco antes: mestizaje y mejoramiento del ganado lanar primero, y vacuno después, y el alambramiento de los cam-

pos. Estos cambios, más la progresiva imposición de un ejército nacional y de un estado más centralizado, por un lado, no cambiaron la estructura territorial latifundista y reproductora del pobrerío rural, pero el “orden” de los gobiernos autoritarios significaron un apoyo importante para el proceso de expansión colonizadora de los valdenses, que seguían viendo a los avatares políticos como externos a su comunidad. Leyes como las del registro civil o la del matrimonio civil fueron bienvenidas.

Sin duda este período estuvo marcado por la personalidad del pastor Daniel Armand Ugon. Llegó al Uruguay a fines de 1877, con 26 años, recién ordenado pastor. Con clara inteligencia y gran capacidad de trabajo, fue consciente tanto de que el pastor debe erigirse en el líder de la comunidad, como también de que no debe inmiscuirse en las desavenencias del pasado, ni tolerar que sociedades o iglesias extranjeras se inmiscuyan en asuntos de la colonia. Logró, al acercar a los grupos enfrentados y al fundar escuelas y un liceo, ubicar a la iglesia en el centro de la vida social y religiosa de los colonos: la Iglesia era la institución que les permitía enfrentar unidos los procesos de expansión y asimilación. Queda entonces afirmada la constitución de los valdenses como pueblo-iglesia en el ámbito rioplatense, concepción que se mantendrá por muchas décadas.

La expansión comenzó ante la explosión demográfica de la colonia y la escasez de tierras disponibles, por un lado, y el riesgo de que la diseminación rompiera con la cohesión interna de los colonos. Para 1881, de las poco más de 300 familias valdenses, unas 80 ya se encontraban fuera de la colonia. Por esos años se realizaban unos 100 bautismos anuales, y llegaban unas 50 personas por año de Italia, en promedio. En 1882, a partir de las relaciones de Armand Ugon con el gobierno de Santos, en particular con el ministro masón Carlos de Castro, surgió la segunda colonia, Cosmopolita. Habiendo ya familias establecidas, se constituyó a partir de campos comprados y loteados por el gobierno, bajo un reglamento interno (que entre otras medidas prohibía los bailes, entre otras di-

versiones, por diez años) y teniendo al pastor como delegado del gobierno. Cosmopolita se transformó en la colonia más extensa, con casi 800 personas a fines de siglo, y la “madre” de nuevas colonias a partir del trabajo itinerante de su nuevo pastor, Pedro Bounous. Pronto la colonia se expandió hacia Artilleros, Riachuelo, Tarariras y San Pedro. Estas dos visiones, una organizadora (Armand Ugon) y otra evangelizadora (Bounous) constituyeron lo que Marcelo Dalmas tituló como “las dos ramas de un mismo río”¹.

En 1890 comienzan los procesos de formación de las colonias de Ombúes de Lavalle y sobre el río San Salvador, en Soriano. En medio de una gran crisis económica, la colonia de Ombúes no recibió el apoyo suficiente del gobierno (incluso con reticencias en el parlamento y la prensa a continuar financiando colonias de credo protestante). Las colonias que formaron la iglesia de San Salvador, más dispersas, se debieron más a impulsos momentáneos que a una planificación racional. Para fines de siglo, ambas colonias superaban las 500 personas.

En aquellos momentos, las colonias valdenses eran consideradas un modelo a nivel nacional: con unos 3800 colonos, dos grandes templos (La Paz inaugurado en 1893 y Valdense en 1898), varios templos más, una docena de escuelas y un liceo, la colonización valdense fue mirada por los sectores dirigentes como un modelo nacional. Esa consideración se establecía no por su valor religioso, sino por su valor educativo, social, y por sobre todo el productivo, tanto en superficie plantada (principalmente de trigo y maíz), como por los rendimientos obtenidos y los adelantos tecnológicos, que incluían la invención de una segadora-atadora por parte de un colono, y el funcionamiento de dos molinos a vapor, que exportaban parte de su producción hacia afuera de las colonias. Sin embargo, esta etapa no estuvo exenta de algunos fracasos, como la frustrada colonia de Santa Teresa, en el departamento de Rocha.

Para completar el panorama migratorio del período, es importante resaltar las características de

la migración valdense a Argentina. Este proceso se diferencia del uruguayo en varias características, de las que dos son fundamentales: es tardío, porque se intensifica cuando el anterior muestra signos de agotamiento. La segunda diferencia fue en el aspecto geográfico: al ser un país mucho más grande, significó mayores dificultades de consolidación, determinado porque en varias de esas colonias el aporte valdense no fuera el predominante; además, el riesgo de la diseminación era mucho mayor. Las colonias de este período, centradas en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos, contaron además con integrantes de otras procedencias, como eslavos o suizos, y carecieron de la planificación jerárquica propia de las colonias uruguayas, además de la carencia de pastores estables, recién suplida en parte por la llegada de Enrique Beux en 1895. La más antigua fue San Carlos, en 1860, iniciada por inmigrantes que previamente habían recalado en Uruguay, pero luego se desarrolla en un extenso territorio. De ella derivarían más tarde las de Belgrano, López y San Martín; a pesar de las dificultades y dispersión entre todas ellas a fines de siglo totalizaban 531 personas. Antes de fin de siglo comienza el establecimiento de otras colonias más alejadas: El Sombrerito (1870), RosarioTala (1876), y San Gustavo (1891). A esto hay que sumar el fracaso de la Colonia Alejandra por varios factores (mala gestión de los organizadores, mala calidad de la tierra, incursiones de los indígenas), comenzada en 1870 sin apoyo institucional de la iglesia, y de la que saldrán parte de las familias que formarán las colonias anteriormente mencionadas. Muchas de estas colonias nombran ancianos y diáconos, y fundan escuelas de manera autónoma respecto a los consistorios de las iglesias madre. A fines de siglo, el conjunto de colonos valdenses de la región superaba las 600 personas.

En el plano institucional, en 1878 la iglesia de Colonia Valdense se constituye en parroquia y es reconocida por el Sínodo. La preocupación por la educación la acerca a la obra misionera de la Iglesia

1987.

1- Dalmas, M. Historia de los valdenses en el Río de la Plata. La Aurora,

Metodista, con cuyo impulso se funda en 1888 el “Liceo Evangélico” de Colonia Valdense, bajo la iniciativa de Armand Ugon y del pastor metodista T. Wood; de carácter mixto, brindó las primeras mujeres profesionales uruguayas, y pasó a la órbita del estado en 1926. La preocupación en el ámbito juvenil por el avivamiento religioso y por la cohesión interna, lleva a la fundación de las “Uniones Cristianas” en 1891, con fuerte impulso en la difusión de ideas y en el deporte, aunque con participación exclusivamente masculina.

Etapa de consolidación (1900-1930)

A principios del siglo XX, a través de varios relevamientos (al ya citado del vicemoderador Tron de 1898, se agrega el de N. Tourn de 1906, más otros datos locales), se puede concluir que el crecimiento demográfico de las colonias es notorio, pasando de unas 5400 personas según el primero (3800 en Uruguay y 1600 en Argentina) a unas 7000 según el segundo. Para entonces, el aporte inmigratorio italiano se había reducido notablemente (en la zona de Colonia Valdense, sólo el 13% de la población era italiana). Sin embargo, el crecimiento vegetativo compensa con creces el descenso migratorio: en la zona de La Paz, por esos años se daba un promedio de 120 nacimientos y 30 defunciones anuales, y el promedio de integrantes por familia era de 6,0 en las colonias uruguayas (hoy apenas alcanza a 2,5), con más del 10% de las familias con más de diez integrantes, de acuerdo a relevamientos de Roger Geymonat². En el aspecto económico, el trabajo colectivo y la apertura hacia nuevas tecnologías llevó a la formación en las colonias valdenses de una clase media rural, poco frecuente en el medio uruguayo. A medida que prosperaban, los primitivos arrendatarios iban adquiriendo sus predios, a un promedio de 80 hectáreas cada uno. En 1906 había 19 trilladoras en las colonias uruguayas y, además del trigo, también se plantaba maíz y cebada; en este período comenzó a incentivarse el cultivo de la vid y, a partir de 1920, de otros frutales y hortalizas. Esta diversificación, sumada a la producción lechera (junto a productores suizos se fue desarrollando el queso Colonia) dio la impronta “granjera” típica de los predios valdenses.

Desde el punto de vista religioso, la escasez de pastores (sólo 11 habían actuado hasta 1908, de los que seis trabajaban todavía en ese momento) marcó, por un lado, la multiplicidad de tareas que ellos debían encarar (además de las religiosas, la representatividad de los colonos y la actividad educativa), y por otro, el poder y capacitación de los Consistorios, marcados por una serie de requisitos tanto para integrarlo, como para ser miembro de iglesia. No obstante, en 1909 en Uruguay había 1717 miembros para una población de unas 4000 personas. Los siglos de encierro y persecuciones habían marcado la identidad valdense como pueblo-iglesia, que después de alcanzada la libertad, continuaba ubicando a la iglesia no sólo como el centro religioso, sino también en el centro social de la comunidad, que abarcaba multiplicidad de áreas, como las Uniones Cristianas juveniles, las Ligas Femeninas, los torneos deportivos, actividades culturales, educativas y fiestas. En 1903 se funda el primer periódico, “La Unión Valdense”, y dos años después, las parroquias sudamericanas se constituyen en el octavo distrito de la Iglesia Valdense.

Sin embargo, aunque la vida religiosa impregnaba y desdramatizaba cada momento de la vida (y de la muerte), el valdense no era un asiduo y fervoroso militante religioso. Esa militancia religiosa pasiva (como la bautizó R. Geymonat) chocó contra la formación pietista de muchos pastores llegados de Italia en este período, que propugnaban por un miembro mucho más activo, que se aislara de las “tentaciones del mundo” como el tabaquismo, el alcoholismo o los bailes. Esta postura fue vista como excesiva en una población guiada por una disciplinada organización patriarcal, y en donde una participación religiosa poco activa no estaba necesariamente relacionada con un “relajamiento de las costumbres”. Es en esta época que, bajo la influencia del pastor Ernesto Tron, resurgen las Uniones Cristianas después de cierto decaimiento, más integradas a las comunidades; como motores de reavivamiento religioso, sin buscar la transfor-

2- Geymonat. R. El templo y la escuela. Los valdenses en el Río de la Plata. Planeta, 2008.

mación social sino del hombre, proponen ejercer el ministerio de ayuda a los necesitados, bajo un estilo pietista. Este nuevo impulso no acepta el estilo de iglesia adenominacional misionera de la época (que excluía el rótulo “valdense” de los templos), y pronto recuperará su nombre de valdense, ante varios fracasos en la integración con otras corrientes migratorias.

El impulso educativo también fue una característica típica de las colonias valdenses. Mientras que en todo el departamento de Colonia había sólo cinco escuelas (diferenciadas por sexos) en 1858, a finales de la siguiente década los valdenses tenían cuatro escuelas mixtas, y en 1880, bajo el auspicio de Daniel Armand Ugon, sumaban ya ocho. El pertenecer a una iglesia reformada, guiada por la libre lectura de la Biblia, requería de una población alfabetizada. Este impulso no estaba exento de dificultades, como las económicas, que no permitían que la mayoría de los niños pudieran concurrir. La reforma vareliana llevó también a algunos conflictos: aunque establecía la educación gratuita y obligatoria (a pesar del escaso aporte del estado para su mantención), reafirmaba la educación religiosa católica, que se resolvió en las escuelas valdenses por la negativa de forma fáctica. Cuando en 1909 se suprimió la educación religiosa, la iglesia solicitó la oficialización de sus escuelas, subvencionando una hora de francés fuera de horario.

El desarrollo cultural y material alcanzado durante este período probablemente fue el origen de cierto sentimiento de superioridad frente al resto de la sociedad (“Con esa unión y solidaridad no sufrirán la influencia deletérea del elemento indígena, sino que ejercerán ellos mismos una influencia siempre mayor y benéfica”³), que no se evidencia en actitudes de desprecio, sino en signos de aislamiento, como la endogamia y la conservación, cada vez menor, del francés y del patois (no así del italiano, poco utilizado por los inmigrantes) como lenguas de comunicación interna. La endogamia rondaba a principios de siglo un 75% de los matrimonios, porcentaje que descendía en las colonias nuevas. El francés y el patois, sin embargo, se fueron

perdiendo paulatinamente; el primero, a pesar de intentar ser conservado por las autoridades eclesiásticas (“un carácter nacional muy marcado, se asimilaron facilidad, y adoptan la lengua y las costumbres del país donde viven”⁴), va desapareciendo en las celebraciones en la década de 1930; el patois, de uso hogareño y social, también se pierde en la misma época. En esta época de comienzan a celebrar las fiestas de la cosecha (1927) y de canto (1923).

Esa progresiva integración también se manifestó a nivel político, rompiendo la indiferencia propia de las primeras décadas. A pesar de la posición neutral oficial de la iglesia, el apoyo de la dirigencia valdense al batllismo fue notorio (incluyendo varios diputados valdenses), en particular por sus políticas anticlericales, el impulso al desarrollo educativo y a la integración y justicia social. Sin embargo, a medida que el batllismo fue tomando posiciones radicales, hacia el final del período se fueron dando fuertes críticas al modelo, cuando el anticlericalismo inicial se fue transformando en cierta anti-religiosidad, y ante la falta de respuestas ante los problemas de desarrollo agrícola. Refrendando una progresiva “neutralidad” política, la iglesia se fue alejando de la realidad social.

El final del período marcó el origen de las últimas colonias agrícolas, cada vez más alejadas del centro geográfico, algunas de gran envergadura como Colonia Iris, en La Pampa, formada a partir de colonos uruguayos a partir de 1901, que creció hasta superar el millar de integrantes en menos de una década, a pesar de los inconvenientes climáticos sufridos. Hacia el final del período se formaron las últimas colonias organizadas, mucho más modestas, en el norte uruguayo: Arroyo Negro, Nueva Valdense (Bellaco) y ya fuera del período, Chapicuy, además de Alférez, en Rocha. Un censo realizado en 1924, evidencia un aumento del casi 40% de la población valdense respecto a principios de siglo; sin embargo, también muestra una

3- N. Tourn, “El Porvenir” La Unión Valdense, nª72, noviembre de 1908. Citado por R. Geymonat, 2008. // 4- L. Jourdan. Compendio de Historia de los Valdenses, 1901, p.226.

menor cantidad de extranjeros y de integrantes por familia. Desde el punto de vista religioso, estos cambios trajeron los peligros de la diseminación, en particular en la Argentina, y mostraron la escasa capacidad de evangelización valdense en el medio (menos de 1% de miembros “extra-étnicos”).

Asimilación y crisis. Reorganización (19301960).

Este período comienza profundizando los procesos de organización interna y de inserción en el medio. En 1935, las “Ligas del Hogar” femeninas, dan lugar a la fundación de una Federación. En el ámbito periodístico, Mensajero Valdense, fundado en 1919 a partir de la fusión de publicaciones anteriores, pasa a ser órgano oficioso de la Iglesia, aunque desprovisto progresivamente de opiniones políticas; esta temática pasará a ser cubierta a partir de 1932 por Renacimiento, periódico de las Uniones Cristianas⁵. La acción diacónica tiene se consolida con la fundación del Hogar de Ancianos de Colonia Valdense en 1935.

Sin embargo, el modelo expansivo comenzado con las primeras colonias y continuado por el Comité de Evangelización, entra en crisis durante este período. A pesar de la creación de una Comisión de Pre-Colonización en 1935, y de algunas iniciativas con cierto éxito, el modelo se agota, en parte por la crisis mundial de 1929, pero sobre todo por la escasa disponibilidad de tierras, cada vez más alejadas de las colonias madre, y por la diseminación estimulada por el escaso interés en la migración organizada. Este problema es considerado de vital importancia: “Su solución no sólo puede ser más o menos conveniente para el desarrollo material y temporal de los valdenses, sino que lleva en sí una trascendental influencia para la vida espiritual y hasta para la existencia del pueblo valdense como pueblo eminentemente religioso”⁶. Sin embargo, la iglesia no encuentra más que las viejas soluciones para este nuevo problema, al que se suma la incipiente urbanización, que empieza a cuestionar el modelo rural predominante.

Bajo el temor por ser asimilados al medio, se

produjo en primera instancia un movimiento de resistencia en la dirigencia, manifestado en la insistencia en mantener la cohesión interna de las colonias, y de la exaltación del “ser valdense”. En parte influidos por la llegada de pastores italianos formados en un país con un gobierno fascista, pero también por pastores liberales antifascistas, como Ernesto Tron. Un síntoma de estos esfuerzos fue la fundación de la Sociedad Sudamericana de Historia Valdense en 1926, y de su boletín diez años después, con un estilo de crónica biográfica de contenido claramente apologético; esta sociedad fue criticada por ser un freno al ecumenismo y a la inserción social. Esta tendencia tiene su punto culminante en la publicación del libro Historia de las colonias valdenses sudamericanas (1958), de E. Tron y Emilio Ganz, que, aunque tiene un tono neutro y poco analítico, le enajenan al primero de sus autores el ascendiente sobre la juventud que detentaba hasta ese momento.

En esta línea, el periodismo de la época careció de toda referencia política, al extremo de que casi no haya referencias a la Segunda Guerra Mundial en Mensajero Valdense; tampoco se encuentran constancia ni condena a los golpes de estado ocurridos en ambos países del Plata en las décadas del 30 y 40. La tendencia en la dirigencia valdense era anular cualquier participación de la iglesia en política. Este esfuerzo de aislar a la población del medio, cuando ya había logrado una integración que la volvía cada vez más politizada, no producía más que el efecto contrario, aislando progresivamente a la Iglesia del medio que la sustentaba.

El análisis de este período se enmarca desde el punto de vista teórico en las que se han llamado iglesias étnicas o de inmigración. Incluye a un conjunto de iglesias protestantes que tienen en común con las iglesias evangelizadoras el organizarse democráticamente, realizar una interpretación

5- Para profundizar en la acción periodística en la Iglesia, ver Geymonat, O. Pensar con los dedos. Periodismo escrito en la Iglesia Valdense en Uruguay y Argentina en el siglo XX. 2024. En esta colección. // 6- Mensajero Valdense, n°353, enero de 1934

democrática de la Biblia y tener un pastorado de elevado nivel académico. Sin embargo, se diferencian por aportar un apoyo ideológico a una etnia o grupo de inmigrantes, amortiguando el trauma del desarraigo y la adaptación a un nuevo medio; de esta manera se va generando una relación muy estrecha entre la institución religiosa y grupo étnico (lo que se ha llamado Pueblo-Iglesia), al extremo que pertenecer a uno, en la práctica equivale a pertenecer al otro.

Este modelo entra en crisis en esta época debido a diversos factores, analizados por R. Geymonat⁷. Uno es el ya referido freno al proceso colonizador agrícola. Aunque hasta ahora hemos mencionado las posibles causas internas del proceso, también deberíamos buscarlas en los procesos sociales, políticos y económicos de la región, que frenan el impulso agrícola en general, que buscaron establecer un modelo de desarrollo a partir de la industrialización.

Otro factor a considerar es la progresiva diseminación y urbanización. Aunque el problema ya fue diagnosticado en la década del 20, no es hasta los 50 que se logra dimensionar; en 1953, E. Tron afirma: “Un ochenta por ciento de los miembros de nuestras iglesias que viven en Montevideo viven al margen de toda vida eclesiástica. Muchos se han alejado completamente de la Iglesia y, al parecer, han caído o van cayendo en la indiferencia. Este hecho, muy lamentable y grave, se observa en forma particular entre la gente estudiosa y los profesionales”⁸ Cabe aclarar que el modelo de migración campociudad no se limitó a las capitales nacionales, sino que también a ciudades de mediano tamaño, y a los procesos urbanizadores desarrollados a partir o en la cercanía de las antiguas colonias.

El tercer factor, muy relacionado con el anterior, y que no ha dejado de tener vigencia, es el de la secularización, proceso mundial relacionado con el aumento de las comunicaciones y con una visión mucho más crítica del orden social, donde la decisión de creer o no, no está dada por ninguna autoridad, sino por una convicción íntima. La temprana

separación entre la Iglesia y el Estado en Uruguay aceleró este proceso; el efecto sobre la comunidad valdense fue que la Iglesia fue perdiendo la centralidad social, cultural y hasta política que detentaba hasta el momento. A medida que la Iglesia perdía su posición central en la comunidad, ésta aumentaba su integración social; la respuesta de la institución en este período no fue aislarse, pero tampoco integrarse; vivir con la sociedad, pero no en la sociedad. Este modelo, que podía funcionar durante un tiempo como paliativo, se rompe definitivamente a medida que la crisis económica evidenciaba las profundas desigualdades sociales en los países del Plata, generando conflictos explosivos que causarán dolorosas rupturas durante el período siguiente.

Profundización de la crisis y rupturas. Compromiso social y político (1960-1985)

La renovación provino no sólo del incremento de la integración social promovidas por la secularización y la urbanización, sino que también por el impulso fundamental de las nuevas corrientes teológicas surgidas en la nueva Facultad de Teología de Buenos Aires (1949). La teología de Karl Barth, introducida en la facultad, y de gran influencia en los teólogos latinoamericanos posteriores, promovió la revisión del protestantismo. Partía de la interpretación de que Cristo vino al mundo, no a transformar a su grupo sino a todos9. La Iglesia debe comprometerse en el mundo y en su historia. Por lo tanto, debe apartarse de la postura de tolerancia distante hacia él, asumiendo un compromiso con el medio, y manifestándose proactiva frente a la realidad social del medio en el que habita. Este proceso de renovación promovió el ecumenismo, como lo marcó la confluencia de nueve iglesias en la fundación del ISEDET en 1969 y en la reunión de la III Conferencia Ecuménica Latinoamericana (CELA) el mismo año, que promovió en el protestantismo no sólo una nueva visión de sí mismo, sino también de la realidad latinoamericana y del catolicismo.

7- Geymonat, R. op. cit. // 8- Mensajero Valdense, n°811, febrero de 1953. // 9- R. Geymonat. Iglesia, Estado y Sociedad (2021).

En el interior de la comunidad valdense, esta nueva corriente generó muchas adhesiones, sobre todo en la población más joven y urbana, pero también muchas resistencias, de un sector que se podría considerar como “conservador”10

Desde el Mensajero Valdense, un nuevo equipo de redacción cambió radicalmente la postura de abstención o indiferencia social y política de las décadas anteriores, por la de atención a los problemas económicos, sociales y políticos, como el estancamiento del agro, el racismo, los movimientos estudiantiles del ’68, la invasión soviética a Checoslovaquia, o la revolución cubana. Un fragmento de un artículo de esta publicación evidencia esta nueva postura: “…la mera conservación de las normas y los modos religiosos…no permitirá dar a la iglesia algo que dar al mundo que la rodea. No le permitirá siquiera “mantenerse”, porque el aluvión del cambio arrastrará todo lo que sea mera nostalgia del pasado”¹¹.

Esta postura fue mayoritariamente adoptada por la jerarquía eclesiástica; sin embargo, los sínodos fueron más cautos, navegando entre los sectores renovadores y conservadores de la iglesia, como lo muestra la declaración emitida durante el I Sínodo Rioplatense (y la conferencia previa) (1964): “La Conferencia recibe con profundidad e1 desafío de1 informe de la Comisión Ejecutiva a evitar e1 desinterés y ausentismo, el replegamiento y e1 mutismo en medio del proceso de descomposición de nuestra sociedad, y se compromete en la proclamación evangé1ica acompañada con todas sus implicaciones”¹² .

Las diferencias pasaron pronto a la confrontación entre el sector renovador y un fuerte sector conservador. Éste último posicionó al cambio como una “infiltración” de izquierda en las comunidades valdenses, discurso permeable en las antiguas colonias valdenses, en general acomodadas económicamente, y que veían a cualquier cambio como un riesgo de pérdida del “orden” social. Los sectores renovadores muchas veces se desorientaron, al pretender a hacer el cambio desdeñando a

la antigua tradición valdense, vista como una rémora que impedía el avance; ese extremismo privó de mayores apoyos en las comunidades, y llevó el enfrentamiento a una virulencia difícil de imaginar una década atrás. Mensajero Valdense fue calificado de socialista y de infiltración comunista en la Iglesia, mientras que los sectores renovadores fueron acusados de instructores comunistas incluso por sectores conservadores de la política uruguaya.

Aunque es relativamente sencillo identificar las posiciones dentro de la dirigencia de la Iglesia, más difícil es conocer cuál era la situación dentro de las comunidades. Mientras que es probable que muchos apoyaran a los sectores conservadores, otros permanecieron equidistantes, posición que aceleró el proceso de secularización y el distanciamiento entre el ser valdense-pueblo y el ser valdense-iglesia.

A partir de los golpes de Estado en Uruguay (1973) y Argentina (1976), la represión estatal tuvo bajo la lupa a las iglesias protestantes. Esta vigilancia culminó en la clausura “definitiva” de Mensajero Valdense, el 8/12/1974, primer medio de prensa religiosa en ser censurada; frente al sínodo siguiente, las autoridades del departamento de Colonia condicionaron su autorización a la inhabilitación de seis pastores, coacción que fue enérgicamente rechazada por la asamblea. Sucesivos sínodos volvieron a reclamar por la reapertura de Mensajero Valdense, y manifestaron su preocupación ante algunas situaciones sociales y políticas, la alegría por la reapertura democrática y la solidaridad con las víctimas de la represión.

Sin embargo, el sínodo de 1985, en una declaración final confiesa “que como comunidades y creyentes hemos dado un pobre testimonio durante

10- Para mayores referencias acerca de este período, ver Pioli, J. Muchos han nacido viejos. Discusiones sobre la identidad valdense en el Uruguay de los sesenta. 2024. En esta colección. // 11- Mensajero Valdense, n°1155, febrero de 1968. R. Ribeiro. // 12- Actas del I Sínodo Rioplatense y 61° Conferencia de Distrito. 1964.

estos años pasados, dejándonos mover por temores y una pasividad cómplice” y que “hemos de estar alertas para no permitir que la injusticia y la marginación hagan de nuestros estados democráticos simples caricaturas de la verdadera paz y la Justicia a la que nos llama el testimonio bíblico”¹³. Esta declaración parece mostrar un aprendizaje hacia el interior de la iglesia y un compromiso con la comunidad que marcarán las próximas décadas. Y aunque el antagonismo entre los sectores renovador y conservador no volverá a ser tan violento como antes de las dictaduras, emergerán puntualmente, muchas veces amortiguados por un creciente sector “indiferente”.

Vida institucional y de fe

En 1965 el Distrito Rioplatense pasa a constituirse en Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, sesionando el primer sínodo, y dividiéndose en seis presbiterios. Hasta 1970 sigue sesionando la conferencia de distrito los días previos al sínodo y en ese año se equilibra el número de pastores y laicos. Ocuparon la moderatura durante el período los pastores Wilfrido Artús, Delmo Rostan, Mario Bertinat y Ricardo Ribeiro.

En cuanto a los pastores, aunque no siempre están discriminados en las estadísticas entre activos y eméritos, se observa un progresivo aumento, de 12 al comienzo hasta 20 al final del período. En un cuerpo pastoral altamente masculinizado, las mujeres al comienzo se encuentran limitadas a la función de asistentes de iglesia (generalmente tres en el período) hasta que en 1979 se consagra la primera pastora, Gladys Bertinat (la única mujer durante el período). Mayor es la proporción de mujeres entre los diputados de iglesia, no descendiendo de un tercio del total, y acercándose a la paridad al final del período.

La participación femenina tuvo su centro principal en las ligas femeninas, que continuaron siendo centros de diversas actividades en las comunidades, siendo su obra más visible en el período probablemente la creación del Fondo Luisa Rostan para enfermos de cáncer, en 1978.

En cuanto a la diaconía, la progresiva integración social se evidencia con la fundación de dos centros de servicio dedicados a niños y adolescentes: el Hogar Nimmo (1963, Colonia) y El Pastoreo (1963, Rosario). La preocupación por el ecumenismo, el desarrollo agrario y el cuidado ambiental se concreta con el Centro Emmanuel (1966). A fines de la década de 1970 se inaugura el Hogar de Ancianos de Jacinto Arauz y al año siguiente el El SarandíHogar Valdense para la atención de discapacitados intelectuales y físicos.

El cambio en la concepción de la misión de la iglesia se reflejó no sólo en los hogares de atención a la minoridad en vulnerabilidad social antes mencionados, sino en la obra en El SombreritoReconquista y otras a cargo de las iglesias locales. Respecto a los pueblos originarios, la iglesia a partir de 1977 se fue integrando progresivamente a la obra ecuménica Junta Unida de Misiones, apoyando a la reivindicación de derechos de los pueblos aborígenes del Chaco argentino.

La preocupación por la actividad juvenil y por su integración en la vida de la iglesia fue una constante. Las nuevas formas de participación juvenil se evidenciaron en el cierre de las Uniones Cristianas y el aumento en la importancia de la Coordinadora de la Actividad Juvenil (CAJ). La progresiva migración de los jóvenes a las ciudades con motivo de estudios propició la fundación de los Hogares Estudiantiles de Montevideo (1972) y Buenos Aires (1983). Los campamentos y los torneos deportivos también atrajeron a muchos jóvenes. En el aspecto periodístico, durante el período destaca Renacimiento, muy participativo en apoyo de la corriente renovadora durante parte de la década de los 60.

Otros dos temas de preocupación relacionados entre sí, fueron el de los diseminados y el de promoción agraria. El problema de la diseminación, relacionado en un comienzo con la búsqueda de nuevas tierras, en el período tiene como causa principal la migración del medio rural a distintas

13- Actas de la XXI Asamblea Sinodal Rioplatense, p.21. 1985

ciudades, varias de las cuales no contaban con una iglesia valdense, así como también la migración regional dentro de los países. La crisis agropecuaria y la escasez de tierras disponibles culminaron en los últimos intentos de formar nuevas colonias a partir de la creación de la comisión de Promoción Agraria en 1974, sin resultados concretos.

En cuanto a las publicaciones en el periodo se destaca Mensajero Valdense; después de su clausura, la iglesia no cuenta con un periódico rioplatense salvo la breve experiencia de Reencuentro, hasta la rehabilitación del primero en 1985. Entre otras publicaciones, destaca la colaboración con la editorial La Aurora, y el comienzo de la publicación de los Cuadernos Valdenses, a partir de 1980. El interés por la historia valdense no decayó a pesar de los cambios religiosos y sociales de las comunidades. Signos de estos cambios fueron la disolución de la Sociedad Sudamericana de Historia Valdense en 1969; a partir de ese momento comenzó a funcionar una comisión sinodal. La necesidad de cambiar la visión apologética tradicional de la historia valdense por otra más crítica, propició la estimulación por parte del sínodo de 1983 a la investigación histórica del profesor Marcelo Dalmas, que culminó con la publicación en 1987 de la “Historia de los valdenses en el Río de la Plata”.

Entre otros aspectos más estrictamente religiosos, las preocupaciones de la iglesia pasaron por los ministerios laicos, la insistencia en complementar la vida de fe personal con la comunitaria, la educación cristiana, la importancia del compromiso familiar para el bautismo y confirmación, el canto (principalmente la fiesta de canto y la publicación del Cancionero Abierto) y la visitación, entre los más mencionados en los actos sinodales. La mayordomía también fue un tema de preocupación constante, ante los procesos de crisis económica de las comunidades; durante el período destaca el comienzo en el funcionamiento de la Caja Central, definitivo a partir de 1974.

La iglesia en las últimas décadas. Incremento del compromiso social y resistencias (1985- )

Teniendo en cuenta los riesgos que se corren al acercarse al tiempo presente, en cuanto se pierde parte de la mirada retrospectiva y se mencionan hechos que todavía pueden generar controversias, haremos un esbozo de recuento y análisis de la historia de la iglesia en los últimos cuarenta años.

La salida del período dictatorial marcó una revitalización de la vida de las iglesias, pudiendo liberarse del silencio de los años de restricciones y censuras, durante los cuales su actividad principal se volcó en las obras asistenciales. Un síntoma de este nuevo empuje lo marcó el aumento del número de pastores en actividad, llegando los sínodos de 1995 y 1998 al máximo histórico de 25, así como el importante volumen de participación en algunas celebraciones, como los 150 del Edicto de Emancipación (1998).

También se produce en los primeros años un reavivamiento del movimiento juvenil, manifestado en algunos campamentos de participación masiva, como los del Presbiterio Norte Uruguayo, o las fiestas del deporte en el Presbiterio Norte Argentino. Sin embargo, también se manifiesta la preocupación por el alejamiento de los jóvenes de las actividades regulares de la iglesia, en particular de los cultos, síntoma que se transformará en un grave problema en las décadas siguientes. La actitud que los jóvenes consideran pasiva de la iglesia frente a diversos problemas sociales (Declaración del Movimiento Juvenil, 1994) se encuentran entre las probables causas de este alejamiento. La iglesia toma algunas iniciativas, como el interés por mantener contacto con los estudiantes universitarios (1990), la preocupación e iniciativas respecto al catecismo (1997) y la asignación de animadores juveniles (1999). Durante el siglo XXI, el movimiento juvenil se ha visto debilitado, y como toda la iglesia, sufrió particularmente el aislamiento social ocasionado de la pandemia. Recientemente (2023), la iglesia decide la creación del equipo animador Renacimiento (rebautizado Requinto).

En cuanto a la relación de la iglesia con la sociedad, a pesar de las críticas juveniles, se manifiesta

progresivamente una mayor sensibilidad y apertura. La tensión el sector de mayor sensibilidad social y el conservador, aunque no ha tenido la virulencia del período anterior, ha manifestado picos, sobre todo relacionados con algunos momentos de la política nacional. Cabe destacar que la iglesia no tomó posición, o dio libertad de acción en algunos de ellos. Sin embargo, la actividad militante de algunos líderes, en especial pastores, aunque realizadas a título personal, produjo importantes rupturas dentro de las comunidades. Cabe mencionar como ejemplos los referéndums contra la ley de Caducidad (1989) o la ley de Urgente Consideración (LUC, 2022) en Uruguay. En algunos casos, ha sido la mayoría de la comunidad que corta la relación con su pastor. En otros casos, los sectores conservadores se alejaron de la iglesia, y en general se congregaron en iglesias donde se apela más a la religiosidad introspectiva, a los valores tradicionales, la visitación y al acompañamiento. De organización congregacionalista, asumen una postura conservadora en lo político y social, y un mensaje personalista mucho más confrontativo. En algunos aspectos son parecidas a lo que era la Iglesia Valdense a mediados del siglo pasado. En este marco, cabe señalar la separación más grande y dolorosa de la iglesia de Tarariras en 1999; cuyo argumento más visible fue la crítica al modelo solidario de sostén de las iglesias.

La iglesia se ha hecho eco y preocupado acerca de la agenda de derechos de diversos tipos, como los ambientales, a través de declaraciones e iniciativas respecto a la bioética (2003), así como en el conflicto binacional y las discusiones generadas a partir de la instalación de las plantas de celulosa en Uruguay (2007). También en el apoyo explícito a iniciativas respecto a los derechos humanos, como al derecho de los familiares de detenidos desaparecidos durante las últimas dictaduras a conocer el destino de los mismos (1999), a la nueva legislación en salud reproductiva (2013) y a la violencia de género (2018), así como el rechazo a otras iniciativas en la materia, como a la baja en la edad de imputabilidad (2014). Muchas de estas declaraciones fueron realizadas después de fuertes

discusiones internas, que determinaron el alejamiento de algunos sectores conservadores en discrepancia con alguna o varias de ellas. En el medio nacional y ecuménico, la iglesia adquirió una reputación de avanzada en este sentido, aunque también marcó el distanciamiento con otras iglesias, como el alejamiento de la Iglesia Menonita de la FIEU.

Durante este período, las obras de diaconía adquieren cada vez mayor desarrollo y diversidad a medida que la integración de las comunidades en la sociedad se va haciendo más estrecha, y las comunidades urbanas abren mayores posibilidades al trabajo social. En este sentido, las obras que no requieren tantos trabajadores empleados fueron pasando, a partir de una decisión sinodal de 2005, de la órbita sinodal a la presbiterial o al de cada iglesia.

En cuanto al periodismo escrito, se produjo la desprocripción de Mensajero Valdense en 1985, editándose hasta 1991, cuando es sustituido por la experiencia ecuménica de Diálogo, publicación que no logro ser atractiva para las comunidades. Fue parcial y luego totalmente sustituida por Página Valdense, que se mantuvo con diferentes estilos hasta la actualidad. En el terreno de la investigación histórica, destaca la nueva edición ampliada en 2008 de El templo y la escuela, de Roger Geymonat, y la publicación de la revista Singular, que alternó artículos de perfil más analítico con otros más vivenciales, a cargo de la Comisión Sinodal de Historia Valdense.

No es un secreto que la Iglesia Valdense se encuentra en crisis; una crisis iniciada hace varias décadas, pero que se ha profundizado al considerar el volumen de su feligresía en los últimos años. El recambio generacional no se ha producido en el sentido tradicional relacionado con el crecimiento vegetativo de las comunidades, como había ocurrido en los dos siglos anteriores, fenómeno típico de las iglesias de migración. Síntomas de ese proceso son la reducción del cuerpo pastoral a nueve miembros en 2024, y el cierre de ISEDET en 2016 (aunque se abre la Red Ecuménica de Educación Teológica -REET- posteriormente). El proceso de

secularización de la sociedad de larga data en la región, a partir de un ideal “hiperintegrador”, y de la mano del laicismo (de más de un siglo de historia en Uruguay), determinó la democratización de la vida religiosa, el aumento de la religiosidad a la carta¹⁴, y la decadencia de las iglesias tradicionales.

Por un lado, los herederos de la tendencia renovadora, inmersos en un medio secularizado, no siempre han seguido el camino de compromiso social evangélico propuesto por la iglesia, que hace décadas había perdido la centralidad social, sobre todo en las comunidades urbanas. Por otro lado, los sectores conservadores se han identificado y adherido a iglesias más emocionales que socialmente comprometidas, algunas de origen pentecostal (aunque no parecen mostrar interés en las variantes neopentecostales, más carismáticas), que devuelven el lugar central a la familia tradicional, y seguidoras de la teología de la prosperidad. Sin embargo, este fenómeno se parece más a un repliegue defensivo individual que a nuevas formas de vivir la religiosidad.

Perspectivas actuales.

En la actualidad la Iglesia Valdense constituye una pequeña minoría en el terreno religioso uruguayo, y más pequeña aún en el argentino. La religiosidad tradicional ha ido perdiendo adhesiones en las últimas décadas, incluyendo a las religiosidades pasivas (en Uruguay, la población no religiosa subió de un 9,4% en 1995 a 47,2% en 2023, en Argentina la situación es un poco diferente con un 16,8% en la actualidad)¹⁵. La religiosidad afro y el neopentecostalismo son los únicos cultos que parecen prosperar, aunque incluso éstos quizás también se estén estancando en la última década. En tiempos rápidamente cambiantes, a veces se busca en la iglesia un refugio de estabilidad. Sin embargo, la iglesia ha luchado por mantenerse como una “minoría significativa”¹⁶, no anquilosada en el tiempo, que diera respuesta a los cambios sociales y culturales.

Durante estos más de siglo y medio de historia valdense rioplatense, las comunidades pasaron de

estar integradas por pequeños productores rurales, a incluir a empleados, estudiantes, obreros y trabajadores por cuenta propia del medio urbano. En este sentido, desde 2016 se comenzó a trabajar en encuentros de la Pastoral Urbana, buscando cuáles son las motivaciones que llevan a reunirse en este medio, propiciar una mayor comunicación entre jóvenes y adultos, muchas veces en casas de familia cuando los templos son lejanos, y pensar para quién somos iglesia, sobre todo en ciudades de mediano o gran tamaño¹⁷

Los cambios demográficos en la sociedad también han modificado a las comunidades: ha disminuido notoriamente la natalidad, además del tamaño y constitución de los núcleos familiares: de hogares mayoritariamente biparentales con seis integrantes como promedio a principio del siglo XX, a muchos monoparentales (predominantemente monomaternales) con menos de tres integrantes en la actualidad en la generalidad de la sociedad rioplatense. La endogamia, mayoritaria y considerada un pilar de la identidad cultural valdense hace un siglo, hoy casi ha desaparecido, sobre todo en el medio urbano, tendencia que genera desafíos interdenominacionales. La participación de las mujeres también ha aumentado significativamente en la dirigencia, hasta ser mayoritaria actualmente en algunos consistorios. En 2016 se eligió a la primera moderadora, la pastora Carola Tron. En 2013 había ocupado el cargo el primer laico, Óscar Oudrí.

En el imaginario colectivo, O. Geymonat observa la caída de los mitos de “La Suiza de América”, del “granero del mundo”, o de las impresiones ingenuas de los primeros colonos “no se conoce otra enfermedad que la de la muerte”¹⁸. Respecto

14- Arlettaz, Fernando, Iglesias protestantes y democratización en América Latina. Breves Reflexiones. www.seipaz. org/ documentos/2011ARLETTAZ_iglesias.pdf // 15- Latinobarómetro, según La Diaria, 29/03/2024.// 16- Geymonat, Oscar. “Los cambios hacia el futuro. Los desafíos de ser una minoría significativa”. Paysandú, 2006. Inédito. // 17- Berretta y Janavel. Cuestión de fe. N° 169. Julio 2023.

a la pobreza, ya no es considerada responsabilidad del pobre, sino que es una imposición y un desafío colectivo.

En este sentido, esta “minoría significativa” tiene como aportes fundamentales la defensa de la libertad de pensamiento y de la lectura bíblica personal, pilares de la identidad valdense durante sus 850 años de historia, que hoy tienen la importancia de propiciar el diálogo en la diversidad cultural presente en nuestras sociedades, con el objetivo de superar prejuicios y posturas dogmáticas que lleven a la descalificación del distinto. La defensa de la libertad incluye al pensamiento crítico, manifestado en el análisis y toma de postura frente a desafíos sociales y políticos actuales, que han incluido el debate con autoridades nacionales respecto a temas como la salud reproductiva, o la violencia de género. No implican unanimidades, sino libertades responsables. Podemos hoy afirmar que la iglesia tiene el rol de ser testigo del Evangelio, dando testimonio de manera activa y comprometida, sin exclusiones¹⁹

18- Carta de Juan Pedro Baridón (1857). Citado por Roger Geymonat en “El templo y la escuela. Los valdenses en el Río de la Plata”. Planeta. Montevideo, 2008. // 19 - De formación biológica, tanto universitaria como docente, su afición a la historia y la comunicación lo llevó a integrar en el pasado los equipos de redacción de las publicaciones Singular y Página Valdense, y, en la actualidad, la Comisión asesora de la Mesa Valdense para los 850 años del movimiento valdense.

Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.
De la búsqueda de la tierra prometida al compromiso social. by Iglesia Valdense - Issuu