

Dinero y misión en la conversión de Valdo
Por Darío Barolin
“No estoy loco, como piensan, sino que me he vengado de mis enemigos que me hicieron su esclavo, de modo que siempre estuve más preocupado por el dinero que por Dios, y serví a la criatura más que al Creador”. Crónica de Laón (1220 ca)
La Crónica de Laón pone en boca de Valdo estas palabras como parte de su predicación. La opción de Valdo de hacerse pobre pareciera que ha quedado como un dato anecdótico de su historia de conversión. En el mejor de los casos se la suele ver como una decisión que le dio credibilidad a su predicación. Creemos, sin embargo, que esta decisión no sólo fue fundamental en la historia personal de Valdo sino que es un elemento teológico fundamental para nuestro presente.
Hoy se puede ver con mayor nitidez cómo nuestras sociedades están marcadas por una vida más preocupada por el dinero que por Dios, una verdadera idolatría del dinero. Entendemos, en tal sentido, que es importante revisitar la dimensión económica en la conversión de Valdo y su primer grupo de seguidores/as.
Para ello, en la primera parte trabajaremos sobre las fuentes primarias y cómo relatan la conversión de Valdo y sus consecuencias. Aquí nos aventuramos a sugerir que hubo en Valdo un inseparable vínculo entre el hacerse pobre y su predicación. En un segundo momento, describiremos brevemente tres dimensiones de nuestro tiempo que constituyen una “trinidad de muerte” (el consumismo excesivo, la inequidad económica y la destrucción de la creación de Dios) tratando de presentar algunas conexiones con la teología y particularmente con la opción de Valdo de hacerse pobre. Finalmente,
esbozamos algunos aspectos que nos ayuden a pensar el lugar del dinero en nuestras vidas.
I. La conversión de Valdo I.1 Valdesius, Valdés, Valdo Es bueno recordar que el único texto adjudicado a Valdo que ha llegado a nuestros días es su confesión de fe. Cuánto refleja ésta de la verdadera experiencia de fe de Valdo y cuánto fue moldeada según el relato de otras experiencias de fe y el formato teológico de sus inquisidores, es un asunto muy discutible. Esta confesión, como las otras fuentes históricas, deben ser analizadas crítica y cautelosamente.
Poco conocemos de Valdo. Es claro que “Pedro” es un añadido posterior tratando de hacer una conexión con el apóstol homónimo. La mayoría de las fuentes en latín se refieren a Valdo como Valdesius. Sin embargo, que “Valdo” haya sido la pronunciación conocida en lenguaje vernáculo parece poco factible. Lo más probable es que su nombre debe haber sonado algo así como “Valdés”.
No obstante, tanto en italiano como en español se ha utilizado la denominación de “Valdo” para nuestro personaje y, de paso, se ha evitado cualquier confusión con el reformador español del siglo XVI, Juan de Valdés. En tal sentido aquí mantenemos el nombre utilizado tradicionalmente.
I.2 La conversión de Valdo Tampoco conocemos con certeza cuál/es fueron las experiencias que despertaron su conversión. Hay al menos tres versiones que han llegado hasta nuestros días provenientes de tres textos diferentes:
La crónica universal anónima de Laón del primer cuarto del siglo XIII (Papini, 71) escrito por un dominicano de origen inglés, vincula la conversión de Valdo con la leyenda de San Alejo. Así dice el texto:
“… Valdo, ciudadano de Lyon que se había enriquecido gracias a la usura, escucha un domingo cómo un malabarista narra la famosí-
sísima leyenda de San Alejo: el noble romano que, tras abandonar a su esposa en su primera noche de bodas, se entregó a una existencia de ascetismo y mendicidad. Valdo, conmovido, invitó al malabarista a su casa para escuchar de nuevo la historia. A la mañana siguiente, se apresuró a ir a la facultad de teología para preguntar a un magister cuál de los caminos de la salvación era el más perfecto y seguro. La respuesta fue el famoso logion evangélico: “Anda, vende todas tus posesiones, etc.” De vuelta a casa, Valdo dio a su mujer la opción de elegir entre los bienes muebles e inmuebles. Aunque muy apenada, su esposa optó por los inmuebles, que incluía tierras y aguas, bosques y prados, molinos y hornos”. (Chronicon Universale, 21-22)
Unos treinta años después, hacia los años 12491250 encontramos un tratado de Esteban de Borbón sobre los siete dones del Espíritu Santo (Papini, 77). Aquí se describe un interés de Valdo por conocer más en profundidad el texto del evangelio escuchado en la misa, y para ello solicita una traducción para poder tener un acceso directo al texto bíblico. Según esta versión, Valdo contrata un traductor y un escriba para la tarea. Se traducirán luego para Valdo “…varios libros de la Biblia y fragmentos de los Padres de la Iglesia reunidos bajo el título de Sentencias. Leyéndolas y releyéndolas, Valdo terminó por aprenderlas de memoria” (Molnar, 13). Según esta versión, no fue la leyenda de San Alejo lo que movió a Valdo a la conversión sino la lectura y el estudio de la Biblia.
La tercera versión nos viene del Anónimo de Passau que fue escrito aproximadamente en 1270. De este texto proviene la versión que se hiciera popular entre nosotros/as a través de la película filmada por la rama italiana en la década de 1930. Según esta fuente, un amigo cercano a Valdo, igualmente rico como él, muere inesperadamente. Este hecho lo lleva a una crisis existencial y a una búsqueda de vivir en “imitación de Cristo y los apóstoles”.
Los tres relatos brindan causas distintas de la
de la conversión de Valdo. El primero enfatiza que fue la leyenda de Alejo, el segundo más bien detalla que la lectura y estudio de la Biblia es lo que lo mueve a Valdo a su conversión, y el último habla más bien de una crisis existencial ante la muerte de un amigo.
Ciertamente ellos tienen diversos aspectos pintorescos y hasta andan por “lugares comunes” de los relatos de conversión. No obstante, esto último no implica necesariamente que todo pertenece a la imaginación y al formato literario de los relatos de conversión. Más bien, es posible que haya algunos elementos históricos a partir de los cuales luego se construyeron relatos más “legendarios”.
De hecho, podría aventurar que mucho de lo contenido en estos relatos está basado en lo que fue posteriormente la vida de Valdo, y desde allí se inspiraron para imaginar y/o ilustrar sus causas. Por ejemplo, si lo que nuestro personaje hace es vender todo lo que tiene para alimentar a la multitud hambrienta de la ciudad y vivir luego él mismo de la caridad, qué mejor que vincularlo con el relato de San Alejo. O si su vida después de la conversión estuvo marcada por el estudio de la Biblia, bien se pudo haber pensado esto como un elemento previo que lo condujo a ella.
I.3 Pobreza y predicación
Si en la parte precedente nos preguntábamos por las motivaciones que llevaron a Valdo a su conversión, ahora nos detendremos sobre cómo se manifestó su conversión, qué significó para su vida.
Las discrepancias entre las fuentes son evidentes a la hora de señalar los motivos que llevaron a Valdo a su conversión. Sin embargo, cuando nos movemos a las acciones de Valdo después de su conversión, estas mismas fuentes parecen mostrar más coincidencias. Básicamente hay dos aspectos señalados en las fuentes: a) Valdo vende todo lo que tiene y buena parte de ello lo entrega a quienes vivían en la hambruna y la pobreza, él mismo se hace pobre y vive como pobre; b) lleva una vida consagrada al estudio de la Biblia y a la predicación.
Veamos con más detalles qué nos dicen cada una de ellas:
Nuevamente La crónica universal anónima de Laón es la que más se extiende en la descripción de las acciones de Valdo. Ésta nos dice que Valdo “restituyó los bienes muebles a aquellos de quienes los había obtenido injustamente” y, después de donar una gran suma de dinero para que sus hijas estuvieran en un convento, usó la mayor parte para alimentar a los pobres y finalmente vivir en la pobreza. Concretamente dice:
“Entonces una gran hambruna asoló toda la Galia y Alemania. Pero el citado ciudadano Valdesius, durante tres días a la semana, desde Pentecostés hasta la fiesta de San Pedro encadenado, daba pan y sopa con carne a todos los que acudían a él. En la Asunción de la Santísima Virgen María, estaba esparciendo por las calles entre los pobres una cierta suma de dinero, diciendo: ‘Nadie puede servir a dos señores, Dios y Mamón’ [Mat. 6:24]. Entonces los ciudadanos vinieron corriendo y pensaron que había perdido el sentido; y subiendo a un lugar más elevado, dijo: ‘¡Oh ciudadanos y amigos míos! No estoy loco, como piensan, sino que me he vengado de mis enemigos que me hicieron su esclavo, de modo que siempre estuve más preocupado por el dinero que por Dios, y serví a la criatura más que al Creador. Esto lo hice en parte, para que aprendan a poner la esperanza en Dios y no en las riquezas. Sé que muchos me criticarán por haber hecho esto abiertamente; pero lo hice por mí y por ustedes: por mí, para que los que me vean teniendo dinero de aquí en adelante puedan decir que estoy loco; pero lo hice en parte por ustedes, para que aprendan a poner la esperanza en Dios y no en las riquezas”.
El texto de El anónimo de Passau también nos relata la conversión de Valdo uniendo la pobreza voluntaria con la predicación:
“… tuvo tanto miedo que inmediatamente dis-
tribuyó un gran tesoro entre los pobres. Y de allí acudió a él una gran multitud de pobres, a quienes enseñó a tener consigo la pobreza voluntaria y a ser imitadores de Cristo y de los apóstoles. Porque cuanto ya sabía leer y escribir, les enseñó el texto del Nuevo Testamento en el idioma común…”
En el texto de Esteban de Borbón leemos:
“…Cuando dicho ciudadano leyó y aprendió de memoria [los textos bíblicos y ‘sentencias’ que les fueron traducidos] se propuso conservar la perfección evangélica como la habían conservado los apóstoles; y vendió todos sus bienes y despreciando el mundo dio todo su dinero a los pobres y usurpó el oficio apostólico, predicando los evangelios y lo que había retenido de memoria por las calles, en las aldeas y lugares públicos; incitando a muchos hombres y mujeres a hacer lo mismo…”
Finalmente, en la Confesión de Valdo se dice lo siguiente:
“Ya que la fe, según el apóstol Santiago [2,26], sin las obras está muerta, hemos renunciado al mundo y a lo que teníamos, como ha sido recomendado por el Señor, lo hemos distribuido a los pobres y hemos decidido hacernos pobres para no preocuparnos por el mañana.”
Ahora bien, ¿cómo leer estos datos? Grado Merlo hace referencia a dos de los trabajos fundamentales sobre el inicio del movimiento valdense, me refiero a los trabajos de Kurt-Victor Selge y Christine Thouzellier. En relación a ellos señala que “los dos autores interpretaron el material diferentemente, con el primero insistiendo (correctamente) sobre la importancia fundamental de la predicación apostólica y la última (parcialmente) sobre la importancia fundamental de la vocación evangélica de hacerse pobre en la experiencia religiosa de Valdo” (Merlo, 2022, 12).
Papini evalúa las propuestas de estos autores y
busca resolver las diferencias proponiendo dos momentos distintos: “A riesgo de trivializar el problema, podemos decir, en principio, que Thousellier tiene razón para los primeros años 117376, mientras que Selge tiene razón al insistir en la predicación del Evangelio (como dice Esteban de Borbón), al menos a partir de 1177.” (Papini, 106)
Esta discusión en términos históricos es apasionante pero no podemos abordarla porque no es el objetivo de este trabajo y porque además no tenemos acceso a las investigaciones de Selge y Thousellier. La evaluación de Papini, sin embargo, parece que nos sitúa en terreno más o menos firmes en relación a la conversión de Valdo, que es lo que nos interesa aquí.
No obstante, hay una observación importante que podemos hacer en esta discusión. No se pueden separar dos aspectos que parecen estar estrechamente relacionados y hasta dándose sentido uno a otro. De hecho, la predicación apostólica de Valdo está fuertemente centrada en un rechazo a las riquezas y en un abrazo de la pobreza como manera de “imitar a Cristo y los apóstoles”.
Veamos más de cerca a los tres testigos antiguos mencionados anteriormente. Con todas las diferencias existentes entre ellos, sí parecen coincidir que Valdo no sólo se hizo pobre sino que predicaba contra las riquezas e invitaba a seguir el mismo camino que él había hecho, es decir el de hacerse pobre.
La decisión de Valdo no fue solamente una opción personal, sino que era tema principal en su prédica. Una “… predicación dirigida principalmente a los ricos, pero también a los pobres, que deben llegar a serlo ‘en espíritu’. El movimiento valdense nace como movimiento pauperístico radical que atribuye un valor absoluto a la pobreza”. (Papini 103-4)
En sintonía con esta afirmación podemos sumar la de Euan Cameron que, refiriéndose al anónimo de Laón, dice:
“En otras palabras, [Valdesius] supuestamen-
te consideraba que su misión no era sólo ser pobre por su propia alma, sino también animar a otros a hacer lo mismo. Por muy precisos que sean los detalles, todas las autoridades coinciden en que Valdesius muy pronto comenzó a predicar en público su misión de pobreza apostólica y a atraer un grupo de seguidores, hombres y mujeres por igual”. (Cameron, 2000, 15)
La historiadora Francesca Tasca en la misma línea argumenta:
“La historia religiosa de Valdo di Lyon ciertamente no puede limitarse a la relación con el dinero, pero tampoco puede separarse de ella. Incluso el componente escritural y la urgencia de la libre predicación son sin duda partes constitutivas y esenciales de su propuesta religiosa. Sin embargo, su actitud hacia el dinero y su uso fueron razones innegablemente decisivas y determinantes…” (Tasca, 2019, 6)
Entonces, no creo que podamos separar tan fácilmente el hacerse pobre de Valdo con su predicación. Es más, creo que el hacerse pobre se vuelve en una clave hermenéutica a partir de la cual orbita su interpretación bíblica, su predicación y su forma de pensar. Así lo muestra el hecho que, como la atestiguan múltiples fuentes, la manera en cómo el movimiento valdense decidió llamarse a sí mismo fue “pobres en el espíritu” en una clara alusión a Mateo 5:3. Esta autodenominación señala cómo el movimiento se percibía a sí mismo, su énfasis y centralidad.
Ciertamente es la predicación y sobre todo cuando fue hecha sin la autorización obispal la que termina haciendo que el movimiento valdense haya sido declarado una herejía. Ahora bien, ¿podemos pensar que cualquier predicación hubiese tenido el mismo efecto?.
La diferencia sustancial entre lo que predicaba la
iglesia oficial y la predicación de Valdo era la pobreza. Pero, sobre todo, el contraste profundo estaba marcado por la forma de vida de quienes la predicaban.
Además, que esta opción radical de Valdo haya sido uno de los aspectos cruciales de su teología lo muestra el hecho que aparece como uno de los elementos de disputas en el “concilio” en Verona (1218) entre los “pobres de Lyon” y los “pobres de Lombardía”. Mientras que los “pobres de Lombardía” incluían el trabajo manual como parte de su espiritualidad religiosa, para Valdo esto era inaceptable. “La absoluta pobreza de los predicadores (‘hermanos y hermanas’) era para Valdo una condición esencial para asegurarse su libertad de los ‘negocios terrenos’ y de la avidez de los bienes mundanos…” (Papini, 235, éste también presenta una selección de párrafo sobre la temática del trabajo en el texto de Durando de Huesca)
II. La actualidad de la decisión pauperística de Valdo
En las páginas previas hemos hecho un esfuerzo por dejar claro el lugar central que la opción voluntaria de hacerse pobre tenía en Valdo y primeros/as seguidores/as. También hemos insistido en la inseparable y mutuamente enriquecedora relación de ésta como contenido de la predicación.
Ciertamente, la pobreza voluntaria no era una novedad. En la edad media hubo una gran variedad de movimientos cristianos que apostaron por la pobreza voluntaria como manera de vivir auténticamente la fe cristiana.
Lo que es una novedad es que Valdo y sus seguidoras/es se hayan atrevido a desafiar a la iglesia oficial predicando sin su autorización, que lo hayan hecho en el lenguaje común y no en latín, que lo hayan hecho tanto hombres como mujeres, que quienes escuchaban se podían transformar ellas/ os mismas/os en sus predicadores. Esto es lo que llevó, a declarar al movimiento de los “pobres de espíritu” como una herejía en 1184.
Ahora bien, esta novedad no debería hacernos perder de vista que lo “pauperísitico” era un aspecto esencial en la conversión de Valdo y su predicación. No era original por la sencilla razón que el uso de los bienes, la crítica y la advertencia contra las riquezas (especialmente mal habidas, pero no únicamente) y la mirada privilegiada de Dios para las/os pobres son aspectos centrales en la Biblia. Y a lo largo de la historia, una y otra vez, han surgido movimientos de renovación que de diversas formas vuelven a marcar esta centralidad en el mensaje cristiano.
Entonces, es vital recuperar la relevancia de esto en el mensaje evangélico. Creemos que la opción de Valdo en relación a sus bienes es tratada hoy como algo anecdótico. En el mejor de los casos como una prueba de su fe, pero siempre como lejano y no como un aspecto central en su conversión y predicación. Esta decisión crucial en su vida, entendemos que puede decirnos mucho ante nuestra realidad presente.
Tal vez nos sentimos menos cómodos con este tema que con los otros aspectos como la libre predicación, que tanto mujeres como hombres hayan sido predicadores/as, que se haya utilizado el idioma vulgar y no el latín, que se haya acercado los textos bíblicos al pueblo en general. Estos aspectos son hoy parte en la Iglesia Evangélica Valdense, son asuntos teológicamente saldados desde hace tiempo. En la práctica mucho hay que avanzar en cuestiones de género, mucho más en un acercamiento real al pueblo. Pero son temas que han encontrado un lugar en la teología valdense. No es así con la decisión de Valdo de hacerse pobre.
Todos estos son temas importantes y necesariamente deberían estar presentes en un movimiento que reclama cierta continuidad con el llamado inicial de Valdo. Pero su pobreza voluntaria y el uso de sus bienes no pueden ser olvidados con el sólo pretexto de que eran comunes en los movimientos de renovación religiosa de la edad media o que estuvo presente sólo en el momento inicial.
No estoy pensando en que la decisión de Valdo necesariamente deba ser imitada. De hecho, los “pobres de Lombardía”, otra vertiente crucial en el movimiento valdense, optaron por el trabajo manual. Además, con la declaración de herejía, el movimiento valdense y su persecución, la vida mendicante dejó de ser posible. Paradójicamente serán el trabajo ambulante y el comercio los que sirvieron de camuflaje perfecto para continuar con la predicación del Evangelio.
Entonces, no se trata de repetir la decisión de Valdo pero sí dejarnos inquietar por ella. Deberíamos reflexionar y comprender la importancia radical de esta decisión en su vida, por qué eligió ese camino y qué elementos hay allí que puedan ser significativos para la fe cristiana hoy.
II.1 Teología y economía
El tema del uso que Valdo hizo de sus bienes, además de ser pertinente como lo hemos señalado, es hoy relevante como testimonio cristiano en un mundo “escandalosamente” dominado por el dinero.
El primer aspecto a resaltar es la conexión de lo teológico y lo económico. Jung Mo Sung ha profundizado en hacer evidente esta articulación. Toda organización económica de una sociedad tiene una espiritualidad que la apoya, la valora y le da legitimidad. Al mismo tiempo, toda organización económica necesariamente aporta y alimenta una comprensión espiritual, teológica del ser humano, de su lugar en el mundo, de su relación con Dios y quienes le rodean.
Por cierto, lo opuesto también es cierto. Una determinada teología también ofrece una manera de cómo el ser humano debería vincularse en el mundo económico. La religión y la economía son aspectos entrelazados de la producción y reproducción de la vida.
Esto también es válido para la organización económica a pequeña escala, ya sea familiar y/o individual. Una determinada manera de producir los bienes y de usarlos expresa una determinada ma-
nera de comprendernos a nosotros/as mismos/ as, el sentido de nuestra vida, el lugar de Dios, de otros seres humanos, del resto de la creación.
Entonces, ¿es descabellado pensar que Valdo al haberse desprendido de sus riquezas, aquello que fue un aspecto central en su vida previa, obtiene una nueva comprensión de sí mismo y de su relación con Dios? Y si tomáramos el camino inverso, ¿no fue el desprenderse de sus riquezas una respuesta plausible de un nuevo encuentro y de sentirse totalmente dependiente de Dios?
También debemos señalar que los modelos económicos tienen su impacto en la subjetividad humana. Un sistema de organización social que tiene como elemento central la maximización de las ganancias económicas potencia relaciones interpersonales y con el resto de la creación igualmente basadas en una “operación económica”. Lo que se busca en ellas es una ganancia. Entonces, se internaliza en nuestra subjetividad el uso de las otras personas y del resto de la creación, viéndolos como objetos a ser utilizados en la mera búsqueda del beneficio y placer personal y a ser desechados luego de obtener de ellos/as lo que se desea.
Si la economía está relacionada con valores y expectativas que dan sustento y también generan una cierta espiritualidad, nosotros/as, como seguidores/as de Jesús de Nazaret, necesitamos comprometernos seriamente en esta interacción entre teología y economía. Creo que Valdo nos invita a revisar nuestra relación entre economía y teología. Al fin y al cabo, su conversión impactó inmediatamente en su economía, cambió su relación con el dinero.
II.1.1 Sociedad de Consumo
Hay tres aspectos que global y mayoritariamente guían la economía mundial. Por un lado, la denominada sociedad de consumo, por otro la tremenda inequidad en el mundo y finalmente la destrucción de la creación de Dios.
Sobre la sociedad de consumo, ésta
“… ha desplegado entre los individuos mecanismos ideológicos que multiplican los deseos y desatan la emulación de ciertos patrones de vida representativos de status, transmutando las limitaciones tradicionalmente asumidas en necesidades sentidas y sufridas por la mayoría de la población en términos de carencias y aceptadas sin discusión por los Estados y los técnicos como requisitos sistémicos a resolver en nombre del bienestar y del progreso.[…] Cabe concluir que el afán de emulación desatado conduce a un estado de insatisfacción crónica, en el que la meta de las necesidades se desplaza más rápidamente que los medios de que dispone la mayoría de la población para alcanzarla, cosa que ocurre desde los EE.UU hasta los más paupérrimos países africanos.” (Naredo 122)
El consumo es así el motor de la economía y además la capacidad de consumo es dadora de status y marca el propósito de la vida misma. Todo es consumible, desde la geografía (cuando salimos de vacaciones o los suelos, agua o aire que explotamos”), hasta los seres humanos (cuando nos vinculamos en términos de consumo y no de amor y cuidado), y los sueños (ser es consumir).
Por eso la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo para la Misión Mundial en 2012 elaboraron un documento de estudio: “La Declaración de Sao Paulo: Transformación Financiera Internacional para la Economía de la Vida”. Aquí leemos:
“Rechazamos la economía del consumo excesivo y la ambición, reconociendo cómo el capitalismo neoliberal nos condiciona psicológicamente a querer más y más, y en su lugar reafirmamos los conceptos cristianos y budistas de una economía de suficiencia que promueve la moderación (Lc 12: 13-21), enfatizando por ejemplo, la economía sabática del descanso para las personas y la creación, así como la economía del Jubileo de la redistribución de la riqueza.
Rechazamos la abstracción económica del Homo Oeconomicus, que construye al ser humano como un ser esencialmente insaciable y egoísta, y afirmamos que la percepción cristiana del ser humano está arraigada en las relaciones comunitarias de Ubuntu, Sansaeng, Sumak Kawsay la cordialidad, y la mutualidad. En oposición a la lógica neoliberal, como creyentes estamos llamados a pensar no sólo en nuestro interés sino también en el interés de los demás. (Filipenses 2:4)” (4)
II.1.2 Economía e inequidad
El segundo aspecto está marcado por la tremenda inequidad existente en el mundo. El “Informe sobre inequidad mundial 2022” expresa con claridad meridiana que:
“La riqueza mundial parece estar aún más desigualmente distribuida que la renta mundial. La mitad más pobre de la población mundial posee sólo el 2% de la riqueza neta total, mientras que la mitad más rica posee el 98% de toda la riqueza del planeta […]. Entre la mitad más rica de la población mundial, el 40% medio posee sólo el 22% de la riqueza total y el 10% más rico posee el 76%.” (World Inequiality Report 27)
Esos datos son aún más dramáticos si miramos la relación en América Latina: “El 10% más rico de América Latina acapara el 77% de la riqueza total de los hogares, frente al 1% que capta el 50% más pobre”. (World Inequiality Report 39)
Ahora bien, la desigualdad no es sólo el resultado de factores estrictamente económicos, sino que también está estrechamente interrelacionada con los valores y la espiritualidad, como señala Piketty:
«La historia de la desigualdad está moldeada por la forma en que los actores económicos, sociales y políticos ven lo que es justo y lo que no lo es, así como por el poder relativo de esos actores y las elecciones colectivas resultantes.» (Piketty 15)
Ahora bien, este mundo descripto como “desigual” es eso, una descripción de la realidad. Son datos incontrastables. Sin embargo, para el evangelio de Jesucristo esa descripción se queda corta. El mundo no es sólo desigual, sino que es injusto y no ver esa injusticia pone en riesgo nuestra fe.
Retomando la propuesta de Jung Mo Sung ¿qué tipo de valores alimentan un sistema económico arraigado en semejante desigualdad e injusticia? ¿Qué tipo de espiritualidad, teología o religión apoya la exclusión y la muerte de millones para favorecer a unos pocos? ¿Qué tipo de espiritualidad no ve como problemática la destrucción de la creación de Dios y nuestro propio hábitat de vida? Y desde el otro lado, ¿qué tipo de espiritualidad da forma a este «escandaloso mundo» si lo permitimos en nuestra fe?
Sobre este punto la “Confesión de Accra” en 2004 advertía “…la integridad de nuestra fe corre peligro si guardamos silencio o nos negamos a actuar frente al sistema actual de globalización económica neoliberal…” (#16)
Más adelante en su párrafo 19 dice:
“En consecuencia, rechazamos el orden económico mundial actual impuesto por el capitalismo neoliberal global y todo sistema económico, con inclusión de las economías planificadas absolutas que cuestionen el pacto de Dios y excluyan de la plenitud de vida a los pobres, los vulnerables y toda la creación. Rechazamos toda pretensión de imperio económico, político y militar que subvierta la soberanía divina sobre la vida y atente contra el justo reinado de Dios.” (# 19)
II.1.3 La destrucción de la creación de Dios
El tercer aspecto es la destrucción de la creación de Dios. Desde 2009 Johan Rockström, del Centro de Resiliencia de Estocolmo y Will Steffen, de la Universidad Nacional de Australia han venido trabajando con un grupo de colaboradores/as para medir el impacto de la humanidad sobre la natura-
leza. Se miden nueve procesos: cambio climático, integridad de la biósfera (funcional y genética), cambios a los sistemas de las tierras, liberación de químicos nuevos, flujos biogeoquímicos (nitrógeno y fósforo), acidificación de los océanos, contaminación atmosférica por aerosoles, reducción del ozono estratosférico y cambios al agua dulce.
Esta investigación estudia estos procesos y mide cómo se encuentran en relación a la capacidad de autorregulación del planeta. El último análisis (2023) muestra que seis de los nueve ya han sido atravesados, es decir, el planeta por sí mismo no puede autorregularse y su habitabilidad para el ser humano y muchas especies se ven comprometidas (Centro de Resiliencia de Estocolmo, 2023)
Hay investigadores/as que denominan a este período como “capitaloceno”. Es decir, al sistema de producción, consumo y valores que se fomenta y aplica en esta fase de la humanidad. La combinación de modelos de producción extractivistas basados exclusivamente en la ganancia, el consumo ilimitado como indicador de bienestar y la comprensión del resto de la creación de Dios como algo supeditado al interés humano son la tríada que impulsan la destrucción de la creación de Dios, una verdadera Trinidad de muerte.
A simple vista podemos observar cómo estos tres aspectos acuciantes de la humanidad están estrechamente relacionados unos con otros, se potencian, se retroalimentan y conducen a la humanidad y buena parte de la creación de Dios hacia un abismo existencial.
El sinsentido en el que nos encontramos es captado por el filósofo coreano Buyn-Chul Han:
“Lo que hoy llamamos crecimiento es en realidad una proliferación carcinomatosa y carente de un objetivo fijo. Actualmente estamos asistiendo a un paroxismo de producción y de crecimiento que recuerda a un paroxismo de muerte. Finge una vitalidad que oculta que se está avecinando una catástrofe mortal. La
producción cada vez se parece más a una destrucción. (Han 11)
III. Valdo hoy
Redescubrir la opción de Valdo en medio de este mundo marcado por el dominio idolátrico del dinero me parece que es relevante para nuestra misión.
La Crónica anónima de Laón pone en boca de Valdo como parte de su predicación lo siguiente:
“‘Nadie puede servir a dos señores, Dios y Mamón’ [Mat. 6:24]. Entonces los ciudadanos vinieron corriendo y pensaron que había perdido el sentido; y subiendo a un lugar más elevado, dijo: ‘¡Oh ciudadanos y amigos míos! No estoy loco, como piensan, sino que me he vengado de mis enemigos que me hicieron su esclavo, de modo que siempre estuve más preocupado por el dinero que por Dios, y serví a la criatura más que al Creador. Esto lo hice en parte, para que aprendan a poner la esperanza en Dios y no en las riquezas.’”
Aquí las riquezas o el dinero no sólo son un obstáculo (como lo es en el relato del “joven rico” en Mateo 19:16-22 mencionado como parte de la conversión de Valdo). El dinero o las riquezas (“Mamón”) se convierten en la oposición última a Dios. En la narrativa mateana, esta afirmación, aparece luego de haber subrayado en los vs. 21 y 23 que “… el ser humano en su relación con las riquezas pone en juego su propio ser” (Luz, 507-508)
Esto es lo que hace que el dinero o las riquezas en varios textos bíblicos sean considerados opuestos a Dios y ocupen su lugar haciéndose así una idolatría (Colosenses 3:5; 1 Timoteo 6:9-10; Lucas12:15; Mateo 6.19-20)
Lo más tremendo de esto, es cómo está arraigado en nosotros/as mismos/as, “En el nivel de la psicología profunda perdura la fe arcaica en que la acumulación de capacidad de matar, el aumento de riqueza en forma de capital, protege de morir”. (Han, 19)
Según la crónica de Laón, Valdo advierte cuál ha sido su “preocupación última” (Paul Tillich). Ésta era la riqueza, la obtención de ella, allí estaba su preocupación última, aquello que dominaba su pensamiento, sus intereses, sus acciones, su vida. Allí estaba su confianza, su corazón.
¿Es muy distinto de nuestra situación actual? ¿No es acaso esa idolatría de ansias de poseer para acumular o consumir que no deja espacio para la solidaridad, para la ofrenda y nos llena de ansiedad e insatisfacción? ¿No es la interminable búsqueda de poseer más y más que lleva a la insoportable inequidad que crucifica a la gran mayoría de la humanidad al hambre y la muerte? ¿No es también ese afán sin límite que conduce inexorablemente a la destrucción de la creación de Dios, nuestro único espacio de vida? Finalmente, ¿no sigue acaso el dinero siendo él “la preocupación última” de nuestra vida?
La opción de Valdo se nos vuelve relevante porque nos invita a repensar cómo nos relacionamos con el dinero, qué lugar ocupa en nuestras vidas, qué hacemos con él. Nos anima a desterrarlo de ese lugar idolátrico, de ser el elemento central y “preocupación última” de nuestras vidas. En su acto de darlo para otras/os y para la traducción de textos bíblicos, Valdo le dio al dinero su mero lugar instrumental, lo utilizó solidariamente para gloria de Dios.
13- Actas de la XXI Asamblea Sinodal Rioplatense, p.21. 1985
Bibliografía
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