UNA MIRADA CRISTIANA A LA REALIDAD ACTUAL
BOLETÍN
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Año IV Nº 78 DICIEMBRE 2015 Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando
Viene, viene, vendrá
Pocos podrían cantar estos versos con mayor autoridad que la utopía. La han matado enemigos y defensores, los que le firmaron el destierro y los que la metieron en camisas de once varas para achicarla a su imagen y semejanza. Cuando por fin en 1989 se tiró abajo el muro de Berlín unos lloraron que se moría la utopía del mundo más justo que crecía del lado de allá y otros festej aron que sólo quedaba la realidad del lado de acá. Y se oyó hablar del fin de la historia porque ya habíamos llegado a lo que teníamos que llegar. A la utopía la mataron quienes la desterraron por inservible y quienes dijeron: “aquí está, ésta es”. Heredamos del griego esta palabrita armada sobre el prefijo “u” Porque he aquí que que significa “no” y yo crearé nuevos el sustantivo cielos yu nueva “topos” tierra. De lo pasado que significa no habrá memoria ni lugar. Si aquí está, eso no es la vendrá al utopía. pensamiento. Joan Manuel Serrat Edificarán casas y dice que “sin viivrán en ellas utopías la vida plantarán viñas y sería un ensayo comerán su fruto para la muerte”. Y simpatizo con la idea. El asunto no trabajarán en es cómo se arma vano esa utopía en ni tendrán hijos nuestra cabeza y para maldición a qué nos mueve. ¿Es la proyección de Isaías 65 mis deseos o la certeza del reino
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algunos humanos aquí en la tierra como si vinieran del cielo. Sin embargo defiendo la utopía.
que no voy a construir sino pedir que venga? El novelista inglés Ian Mc Ewan decía la semana pasada que “una de las nociones más destructivas en la historia del pensamiento humano es la utopía”. Para él es proyección humana. “La idea de que se puede formar una sociedad perfecta, ya sea en esta vida o en otra posterior, es muy destructiva. Porque la consecuencia es que no importa si has matado a un millón de personas por el camino: el objetivo es la perfección y eso disculpa cualquier crimen.” Y explicaba con esta noción de la utopía por qué hay niñas londinenses que escapan de sus familias para unirse a la yihad. “La idea de la redención”, dice, “una idea milenaria, siempre requiere enemigos”. Esta misma utopía, necesariamente autogenerada según Mc Ewan, es la que ha dado lugar en la historia a tanta autoproclamada tiranía en nombre del bien común y del beneficio de todos sobre el cual casi nadie puede opinar. Según él ha estado y está en la base de las teocracias que imponen en nombre de Dios las voluntades de
Pesaría como una carga la vida si no tuviéramos la certeza de que hay un mundo sin j óvenes que encuentran sentido a la suya acribillando a otros y volando en pedazos, sin fanáticos de cara tapada y navaja en mano que dicen servir a Dios, sin empresarios de manos limpias que se enriquecen vendiéndoles armas y después las noticias sobre sus atrocidades, comprándoles petróleo y alimentando el odio que dicen combatir, sin jefes de estado de impecable presencia y de impresentable. Resucitará la utopía y se mantendrá de nosotros a una sana distancia. Porque existe por sí, más allá de defensores y enemigos. Porque la utopía, como el Reino de Dios, no es de este mundo, “el cielo nuevo y la tierra nueva” con la que se cierra el Apocalipsis, viene a nosotros. Lo nuestro es no dispararle. “La fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”, dice la carta a los Hebreos. Esa fe nos mueve con confianza y sin pretensiones de autorías que no nos corresponden.