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MÉXICO Y EL “NEARSHORING”, CUATRO CONSIDERACIONES

México compite en el Mundo. Uno de los ámbitos en que lo hace es como atractor de inversión de tipo directo. Es decir, nuestro país compite por recursos que suelen tener un horizonte de inversión de mediano y largo plazos. En este contexto, en los últimos meses el nearshoring se ha ubicado como la principal promesa de inversión directa y potencial palanca de desarrollo industrial en México. En su narrativa, el óptimo es palpable y su narrativa cada vez más exuberante. Me gustaría hacer un ejercicio de reflexión sobre el tema y me centro en cuatro aristas que considero relevantes.

Primero, es importante subrayar que el nearshoring ha logrado cautivar y emocionar tanto entre locales como extranjeros. Tal atributo no suele ser muy común. De hecho, lo usual es encontrarnos con un sesgo más negativo o al menos no tan optimista entre los locales respecto a los extranjeros. Desde mi experiencia, existen raras excepciones, y las potenciales implicaciones del nearshoring en México parecen ser una de ellas.

Segundo, en meses recientes el tema del nearshoring y sus promesas ha hecho eco tanto en los participantes de los mercados financieros como entre los principales grupos empresariales; es decir, el nearshoring ha sido un elemento narrativo tanto en la evaluación del atractivo de inversión directa como en portafolio. De hecho, me atrevería a suponer que tal elemento ha jugado también un papel en la fortaleza cambiaria observada en los meses anteriores. Sin embargo, no es clara la existencia de recursos adicionales entrando vía flujos de capital o productivos hacia México.

Tercero, observo que hay cierto sesgo en subrayar la existencia de algunos beneficios inmediatos del nearshoring en México. Encuestas, evidencia anecdótica o referencias al espacio industrial demandado se han convertido en sostén de afirmaciones respecto de que el nearshoring ya es una realidad que se reflejada en hechos. Tal conclusión pareciera un poco contraintuitiva, dada la gradualidad y horizonte de inversión que suelen tener los proyectos sectoriales en general e industriales en particular. No obstante, lo anterior podría ya tener efectos contemporáneos vía la confianza de los productores locales o la percepción del clima de inversión local, lo que a su vez podría tener efectos constructivos en la economía en el mediano plazo.

Cuarto, predomina un concepto algo radical respecto del fenómeno del nearshoring, no solo respecto a la velocidad en lo que podría convertirse en realidad sino a su magnitud. Este punto se centra en su concepción de fenómeno de sustitución y no de complementariedad. En específico, la narrativa predominante parece ubicar al nearshoring hacia México como un mecanismo de sustitución o migración de la capacidad productiva de ciertas empresas o sectores de una latitud lejana hacia nuestro país. Lo anterior parecería pasar por alto una lógica de costos y de diversificación del riesgo.

Actualmente, las motivaciones del fenómeno del nearshoring o friendshoring se encuentran íntimamente relacionadas a los deseos de minimizar futuras disrupciones en las cadenas productivas y logísticas (magnificadas por su lejanía), y/o a la conveniencia de distanciarse de ciertas latitudes fuera del ámbito hegemónico estadounidense o europeo. No obstante, aún en esta lógica, resulta algo desconcertante el pensar que los grandes jugadores manufactureros estarían dispuestos a incurrir en una desinversión regional total, renunciando a las ventajas relativas que atrajeron dichas inversiones en primer lugar. Todo lo anterior para después enfrentar nuevos costos de fijos y variables, presumiblemente en condiciones menos competitivas en otras latitudes mas cercanas.

El concepto de nearhoring parecería hacer más sentido en una lógica de diversificación de riesgo y no tanto de desplazamiento tajante de inversión. La anterior no parece ser parte de la narrativa predominante y si una opción que valdría la pena considerar a la hora de pensar en la naturaleza y magnitud de los beneficios esperados para México.