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DEVOCIONAL
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones… y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles... Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”. Hechos 2:42-47
Rev. José Soto
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PRINCIPIOS QUE PERDURAN Y TRASCIENDEN (III)
Después de tres siglos de persecuciones, el diablo le dijo a la iglesia que ella había sido llamada a gobernar el mundo. Ahí es donde hay una bifurcación entre el verdadero cristianismo que se redujo en número, pero que permaneció a través de la historia, Dios nunca ha quedado sin pueblo fiel; pero el otro brazo se convirtió en una iglesia tradicional, llena de ritualismo, de doctrinas humanas, de dogmas inventados por el hombre que permanece hasta el día de hoy. ¿Por qué se desvió? Porque no entendió el mensaje ni la comisión que Dios le dio, creyó que Dios les había llamado a gobernar el mundo, a ser cabeza de naciones y de imperios, y fue entonces cuando un pastor era una persona políticamente influyente, y una iglesia grande en número era un impacto en el área social y política, tenía poder material, todo esto hablando en términos mundanos.
Y la iglesia se sentó en un trono, pero no en el trono que el Señor nos ha prometido sino en un trono humano; y el principal dirigente de aquella iglesia llegó a ser más importante políticamente que los emperadores de aquel tiempo, y cualquier fuerza humana que se enfrentara a ellos los desmenuzaban, era grande el poderío que tenían, no importa que fueran duques, o archiduques, o príncipes, o reyes, no importa quien fuera. Pasaron más de mil años, y ellos no entendieron qué clase de gobierno es el que Dios le ha prometido a la iglesia.
La Biblia es clarísima en eso, no es un reino aquí en este mundo, como le dijo el Señor a Pilato, porque Pilato estaba interesado en el aspecto político. El Señor le dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Jn. 18:36). No lo busquemos acá en los tronos humanos, el reino de Dios trasciende esta Tierra contaminada de pecado y de inmundicia, el reino de Dios viene de arriba. Lo nuestro es predicar a Jesucristo, como el Rey de reyes y Señor de señores, que quiere establecer un trono en el corazón de cada hombre. ¡Ese es el reino de Dios en la vida del ser humano!
El Señor habló de doce discípulos, doce apóstoles (Mt. 10:1-4; Mr. 3:13-16; Lc. 6:13-16). El número de los doce era importante para el Señor, y ahora Judas no estaba, quedaron once, los apóstoles se preocuparon por completar el número, fue el número que escogió el Señor, y escogieron a Matías (Hch. 1:21-26), algunos dicen que echaron a perder a Matías porque nunca se oyó de él –eso es según como lo veamos, hay otros apóstoles que tampoco se mencionan, ese no puede ser el criterio para descalificar a Matías–; el libro de los Hechos varias veces habla de los doce, lo que hicieron o decidieron, así que en forma indirecta se está incluyendo a
Matías, aunque no se le mencione por nombre.
El Señor habló de doce tronos (Mt. 19:28), habló de los fundamentos de la ciudad que tienen los nombres de los apóstoles (Ap. 21:14); ese número de doce apóstoles es importante, en términos del propósito divino. Los doce empezaron a predicar y dirigir al principio la iglesia en Jerusalén.
Se convierten como tres mil en Pentecostés (Hch. 2:41); se siguen salvando vidas y obrando milagros, siempre teniendo en cuenta el aspecto esencial de la oración (Hch. 2:42-47); otros miles se añaden por el milagro del cojo (Hch. 4:4); luego designan a los diáconos y los establecen como tales (Hch. 6:17). ¡Hay una explosión espiritual en la iglesia!
La iglesia decide quedarse en Jerusalén –como a veces nos gusta a nosotros quedarnos los más quietos posibles, no arriesgar mucho, de esa manera la fe no se abre, la visión no se desarrolla–, entonces interviene Dios, permitiendo una persecución. Las persecuciones impulsadas por Saulo hacen que la iglesia se disperse por todas partes. “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio” (Hch. 8:4).
Se predica en Samaria, donde Felipe trajo un avivamiento tremendo (Hch. 8:512); ese mismo Felipe fue enviado a Judea, la Biblia dice que se fue al sur de Jerusalén, a Gaza, y le predicó a un etíope, se lo ganó para Cristo (Hch. 8:26-39). ¡El poder del Evangelio es abrumador! Ese fue un agente multiplicador en África, acuérdense de esos detalles, un solo hombre convertido, un agente multiplicador, es la forma cómo Dios imprimió la estrategia a aquella iglesia primitiva.
La prueba que esparció la iglesia hizo que empezaran a predicar por todas partes: Jerusalén, Judea, Samaria, todo Israel. Y empezaron a añadirse los que habían de ser salvos, y la iglesia crecía; esto no fue una estrategia humana, esa estrategia la imprimió el Espíritu Santo de Dios. ¡Gloria a Dios!
