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DEVOCIONAL “Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta”. 1 Reyes 19:7 Rev. Carlos Guerra

LARGO CAMINO TE RESTA Después del rey Salomón, otros reyes ascendieron al trono, la mayoría de ellos eran malos, impíos, malvados, mundanos, idólatras, flojos, borrachos, humanistas, gnósticos; tanto así que el epitafio de sus lápidas decía: “Hicieron lo malo ante los ojos de Jehová”. Entre ellos estuvo Jeroboam. Y Jeroboam “habiendo tenido consejo, hizo… dos becerros de oro, y dijo al pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te hicieron subir de la tierra de Egipto… Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan. Hizo también casas sobre los lugares altos, e hizo sacerdotes de entre el pueblo, que no eran de los hijos de Leví…” (1 Re. 12:28-33). Estos hechos marcaron el inicio de la apostasía, que comienza con la corrupción del sacerdocio y ministros puestos por el hombre. Habían transcurrido cincuenta y ocho años desde que se dividió el reino, nunca antes Israel había caído en una condición tan paupérrima como en ese momento, era la época más oscura de la historia de Israel. Para ese entonces Dios levantó al profeta Elías en medio de una apostasía terrible. Después de Jeroboam, reinó su hijo Nadab por espacio de dos años; luego apareció Baasa, quien asesinó al rey Nadab y reinó veinticuatro años; posteriormente reinó un borracho llamado Ela, fue asesinado por Zimri, uno de los comandantes de su ejército; luego Zimri, militar conspirador que no duró mucho en el reino, apenas siete días, pues fue sitiado por Omri, general del ejército, y cuando vio que estaba encerrado completamente, se suicidó. Luego reinó Omri y actuó peor de los que habían reinado antes de él. Fíjese, tenemos una lista de mentirosos, suicidas, conspiradores, borrachos y para rematar viene el hijo de Omri: Acab. Acab fue el más pecador de todos: asesino, vil, pagano, malvado, idólatra y embustero; se casó con Jezabel, hija de un rey pagano, y descaradamente comenzó a adorar a Baal. Y la adoración que se hacía a Jehová, desapareció; la adoración santa, reverente y ungida se fue contaminando con el desenfreno, con ritmos sensuales, chabacanos, humanistas. Los sacerdotes de Baal comenzaron a crecer y a formar congregaciones. El baalismo se puso de moda, el adorar a Baal con la nueva doctrina, nueva música, nuevo ritmo, nueva alabanza, nuevos métodos. Pero lo que más indigna es que,

entre las cosas que enseñaban, mencionaban que Jehová había muerto y con Él murieron sus leyes, su música y sus ministros. Pero en medio de esta inmoralidad, apostasía, mundanalidad y herejía; cuando parecía que la puerta de la sana doctrina se había cerrado, la luz se había extinguido, el diablo tenía el control de todo y se había salido con la suya; en medio de todo esto aparece un ungido, desconocido para los hombres, pero conocido en el Cielo, no se sabe el nombre de sus padres, pero era un escogido de Jehová, este era Elías tisbita, que significa: “El Señor es mi Dios”, su nombre nos habla de la profunda convicción que este hombre tenía. Un desconocido, un hombre del que no se sabe dónde estaba su morada, rudo, curtido por la vida, acostumbrado a vivir en soledad; aparece en escena, con un mensaje diferente al de la mayoría, diferente al de Baal; sin mucha retórica, sin elocuencia humana, porque no buscaba caerle bien a nadie, no tenía diploma en teología; un hombre sencillo, con un mensaje que no era muy popular, que iba a incomodar al rey Acab y a la reina Jezabel, que iba a ser que los ministros de Baal crujieran los dientes. Un ministerio poderoso, un ministerio para despertar al pueblo de la mundanalidad, de la idolatría, de la indiferencia, de la apostasía; un ministerio que los hiciera volver al camino de santidad. Dios no levantó a Elías para ser uno más del montón, Dios lo levantó para ser un siervo diferente; se requería valentía, fe, perseverancia, esfuerzo físico y mental, porque el desánimo y la soledad lo iban a visitar; muchas veces el diablo lo iba a seducir. Llegó un momento en que sintió que estaba solo, muchas veces pensó que hasta ahí llegaba, al ver que el pueblo no despertaba; y, en un momento, quiso morir. Tal vez, usted está así, pensando que hasta aquí ha llegado; Elías también pensó lo mismo, pero Dios le dijo que todavía queda largo camino, esto no ha terminado, queda mucho por hacer. Las Sagradas Escrituras nos narran: “Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta… Y le dijo Jehová: Ve, vuélvete por tu camino, por el desierto de Damasco; y llegarás, y ungirás a Hazael por rey de Siria. A Jehú hijo de Nimsi ungirás por rey sobre Israel; y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar…” (1 Re. 19:7-8, 15-18).

julio

2020 / Impacto evangelístico

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