Visual: Manifiesto funcionalista. Laura Escobar

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MARIANO DEL AGUILA

t IGNACIO COLÓ

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V VISUAL— MANIFIESTO FUNCIONALISTA I am your balde sería una línea fundamental en un universo Star Waters, hoy que el horizonte se aleja y se esfuerza en enfocar la realidad aumentada o la Internet de las cosas, en el aquí y ahora, el diseño urgente espabila a los objetos cotidianos para que se unan en una lucha sin sentido. ¿O con doble sentido?

Mientras el futuro viaja hacia la Internet de las cosas, en la que estaremos ligados a nuestros electrodomésticos casi telepáticamente, en el pasado reciente la relación con los objetos cotidianos era en términos, digamos, hasta fraternales. En este episodio del Manifiesto Funcionalista, observaremos fijamente, hasta situarlo en varios universos paralelos, al balde. Diez litros de capacidad, aguileño pico vertedor, una manija o grip en semicírculo, rebatible como puente. Sus capacidades camaleónicas para el diseño urgente que impone en la vida, como se ve en este ensayo, le asignan incontables personalidades y aplicaciones. Sin embar-

go, es probable que cada hogar albergue un solo balde. Y, al contrario de la tecnología, el balde resiste y se reprograma contra la obsolencia programada. En la vasta e inabarcable cultura pop estadounidense, se señala al hombre sureño, rural y pobre, como redneck (el cuello rojo por trabajar bajo el sol): memes y virales traen a nosotros sus piezas de diseño, tan desdeñado como apreciado: en la exigente vida del campo o en los bordes del territorio de una sociedad que exuda plástico, los objetos no sólo se resignifican: directamente parecen reencarnar. En ese contexto, el balde puede ser algo así como un cuerno de la abundancia en sí mismo. Cuando pienso en el futuro (apocalíptico, claro) pienso en esto: la naturaleza se impone por goleada en la batalla final y avanza sobre las ciudades. Las avenidas, las autopistas, los shoppings, los patios, las terrazas, las porterías se cubren de vegetación. En una fuente, un oso polar se refresca y lleva como si fuera un casco, el mismo balde verde con el que antes le daban de comer. Compañero de todos, el balde no se apega a un solo oficio. En la urgencia, el balde se empodera como una navaja suiza. A los pies del pescador, porta todo lo que servirá para engatuzar y engarzar con un anzuelo al pez, que será transportado en ese mismo balde. En la pelea del título mundial, en el minuto de descanso, el técnico salta al ring con un balde en el que lleva la botella de agua, la cuchara de acero para achicar los chichones, el hielo, las sales para espabilar al peleador, que escupirá un poco de su alma en el mismo balde.

Laura Escobar es diseñadora gráfica con un posgrado en Gestión y Política en Cultura y Comunicación (FLACSO). Se especializa en branding cultural y diseño editorial, trabaja para museos, artistas e instituciones de arte de Argentina y de Estados Unidos. Imagen de tapa: Ordinario II, Star Waters (2016), fotografía de un balde, naranjas, revistas IF.

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El pavimento inconcluso, la noche llegó. A un obrero se le encendió la lamparita. Y la metió en un balde.


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Efecto “lavaplatos” con un rápido giro de muñecas.


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Esto es algo que una canasta de picnic no podría hacer jamás.


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El futuro serรก parecido a esto: la naturaleza copando todo otra vez.


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Kit de supervivencia.


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Un programa de televisión podría empezar así: aquí un jacuzzi para los amigos.


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El momento de dejar la casa, todo salió embalado. ¿Con qué pintar para recuperar el depósito?


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Para hacer trámites y colas. ¿Cómo no se nos ocurrió?


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Sólo falta un poco de hielo y unos litros de Campari. Beber con moderación.


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