Orfeo Negro
Girando una cerca de la otra haciendo un círculo jubiloso. Koumba se aproximó y acompañó Con su golpeteo de manos el ritmo ensordecedor del tam-tam Y el torbellino frenético de las bailarinas se iba revelando.
Una, dos, tres… diez habían girado, Girado, haciendo volar los bous-bous y los pañuelos… Entonces Koumba dijo a su vecina de la izquierda Dándole la espalda: -Ten, tómame al niño, este es mi turno. La hijo-genio ya no la podía alcanzar, La señal final del tam-tam llegaba, Los genios partían hacia sus dominios, Justo hasta el próximo viernes de plenilunio. Koumba ya no tenía más su joroba. Sus cabellos finamente trenzados caían por su largo cuelo, Tan delgado como el de una gacela. Moumar la vio saliendo en la mañana de la choza de su primera esposa, Creyó soñar; y se frotó varias veces los ojos. Koumba le relató lo que había sucedido. La saliva de Khary fue hiel en su boca, Tan luego como vio a Koumba sacar agua del pozo; Sus ojos se inyectaron de sangre, abrió la boca seca, Como una bola de barro que espera las primeras lluvias Y amarga como una raíz de sidián; Pero no Salió ningún sonido y cayó desvanecida. Moumar y Koumba la levantaron y llevaron a su choza. Koumba la cuidó, le dio de beber, la meció con dulces palabras. Cuando Khary se repuso del ataque de celos Que fue del vientre a la garganta, Koumba siempre buena compañera le contó cómo había perdido su joroba Y le indicó que ella también podía hacerlo para deshacerse de la suya.
149