La congregación de los Muertos o el enigma de Emerenciano Guzmán

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simpatía por Alemania y por el fascismo. Pero era algo que no me sorprendía, en la ciudad de México ocurría algo parecido y probablemente en todo el país. Alemania inspiraba la idea de orden, progreso y fuerza -conceptos que los mexicanos hemos admirado, sotto voce, quizás porque no los poseemos-. Además, peleaba contra Estados Unidos, lo que hacía -sin saberse nada de los campos de exterminio- que muchos mexicanos simpatizaran con aquella nación. Lo que es comprensible. Cambió de asunto y comentó que en Salvatierra habían sido sinarquistas y también cristeros. Recordé que éstos fueron movimientos sociales que me habían intrigado tanto, por espontáneos -coincidía con mi comentario anterior-, dirigidos más por la fe que por la razón, pero que, también, defendían un derecho individual y colectivo a practicar la religión católica que había sido de tanta presencia en nuestros pueblo desde su origen como nación, en 1521, independientemente del conflicto del Estado con la Iglesia como entidad política y económica. Había que recordar, tan sólo, que Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, caudillos de la Independencia, y Emiliano Zapata, de la Revolución, enarbolaron el estandarte de la Virgen de Guadalupe. Muchos de entre las huestes independentistas y zapatistas llevaban prendida una imagen de esa virgen en el sombrero a manera de escudo contra las balas enemigas. Pero aquello que comentaba el cronista tampoco me extrañaba, ya que se sabía que todo el Bajío fue cristero si no también sinarquista. Y esto no lo convertía en enemigo de México; hay que analizar los motivos. Por cierto que los carrancistas fusilaron a Isaac Calderón, autor de un corrido villista, popular por aquellos años, llamado “Las tres pelonas”, dijo el cronista. Hablando de los villistas. Un ex general de Villa, que después se convirtió en un peligroso bandolero, el terror del Bajío, incendiario, raptor de jóvenes mujeres, secuestrador, cobraba fuertes cantidades de dinero a cambio de la vida de sus víctimas, ése fue Inés Chávez. Yo sabía de él. Mi madre recordaba a este malandrín, decía que nomás se oía, ¡ahí viene Inés Chávez!, y todo el pueblo de Morelia desaparecía de las calles -a las mujeres jóvenes y sus pertenencias más

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