

julio-sept. 2019 Vol. XXXIX, No. 3
julio-sept. 2019 Vol. XXXIX, No. 3
Este extracto es el principio del libro Misericordia sin fronteras por Mark y Louise Zwick, publicado en español por Paulist Press en 2019. Cuenta de la experiencia de los Zwicks en 1977 en El Salvador y los siguientes pasos en fundar Casa Juan Diego y contiene muchas historias de los inmigrantes y refugiados que han pasado por la Casa.
Desde El Salvador a El Trabajador Católico
Mientras Marcos conducía por las calles de San Salvador hacia el Hotel El Camino Real a comprar un periódico en inglés que le permitiera ponerse al día en las noti-
cias, las armas – aunque ciertamente no eran la última cosa en su mente en ese agitado lugar, tampoco estaban dentro de sus pensamientos más importantes. En el camino fue detenido por dos miembros de La Guardia Nacional, la omnipresente policía especial quienes cargaban armas gigantescas. Le pidieron los documentos de su vehículo. Después de mucho hablar, determinaron que sus documentos no estaban en orden y que él tendría que ir a la cárcel. Le ordenaron que los siguiera en su auto. Uno de los soldados se subió con su
arma al coche con Marcos, para evitar un escape. El arma era tan grande que el soldado difícilmente cabía en el auto.
El guardia, con Marcos siguiéndolo, avanzó por varias calles hasta llegar a un área deshabitada donde se detuvieron y bruscamente le ordenó bajarse nuevamente del auto. Marcos se bajó y se paró entre los dos soldados con las armas listas a disparar. Los pensamientos se atropellaron en su cabeza y el principal de ellos era ¡que no había testigos! Recordó al padre Rutilio Grande, quien acababa de ser asesinado y a
Continúa en la página 5 Extractos de una homilía de Monseñor Óscar Romero
El Arzobispo Oscar Romero dio esta homilía el primero de diciembre de 1977, cuando escuadrones de la muerte rondaban las calles, torturando y matando a cualquiera involucrado en grupos de reflexión del Evangelio y de cómo éste se aplica a la vida diaria, especialmente en los pobres. Muchos desaparecieron durante esa época, nunca se les volvió a ver.
Las palabras de San Oscar Romero dedicadas aquí a las madres que habían perdido a sus hijos nos llevaron una vez más a las reflexiones acerca de las madres (y padres) separados actualmente de sus hijos por las crueles políticas de inmigración. ¿Cómo podrán ser encontrados hoy en día algunos de los niños “desaparecidos”?
Familiares de los desaparecidos
Queridos hermanos sacerdotes que concelebran esta Eucaristía para implorar la misericordia de Dios y el consuelo de tantos corazones, queridos fieles que en esta ocasión se solidarizan con las angustias de estas familias y con el misterio de la iniquidad que hace desaparecer gente de la
sociedad:
La madre de los Macabeos
Las tres lecturas que se han hecho, han sido escogidas para esta circunstancia. La primera es el ejemplo heroico de aquella madre de 7 hijos, que en tiempo de los Macabeos fue llevada con sus 7 retoños para ofrecerlos en holocausto ante un tirano que pedía adoración, como si fuera un ídolo, pero que la madre y los valientes hijos, hasta el más chiquito, se enfrentaron para defender el derecho de Dios y decirle al autor de aquel crimen que ellos entregaban con gusto la vida, ante el Dios que les había dado la existencia, con la seguridad de que ese Dios, les devolvería la vida a todos aquellos que la entregan sin miedo en defensa de sus divinos derechos. Y asi murieron los 7, confesando la primacía de Dios, la rebeldía ante los hombres, cuando quieren atropellar los derechos de Dios y de las imágenes de Dios que son los hombres.
Nuestra debilidad y nuestra fuerza
La segunda lectura es del apóstol San Pablo, ese cristiano valiente que siente, como hombre, la debilidad
humana, pero que siente por dentro, la fuerza de la fe, de la esperanza que Dios dá a quien confía en él. El espíritu nos anima nuestra debilidad. Y dice esta hermosa frase que yo quisiera que las madres de familia de estos seres por quienes estamos orando hoy, la grabaran como un lema de su vida:
Nadie ha sufrido como ella Y la tercera lectura que nos presenta a la que yo quisiera que fuera el modelo de estas madres afligidas: María, con su hijo presentándolo en el templo y oyendo de un profeta el destino sangriento de aquel hijo. Yo siento que estas madres son madres dolorosas con el corazón traspasado. Pero aqui hemos querido tener también en esta ceremonia a la Virgen María, precisamente en el misterio de la Presentación.
Ninguna de ustedes, madres, ha oído en los albores de la vida de sus niños, a un profeta que les anunciaba el fin desgraciado, sangriento de sus hijos, porque si una madre como María oye en la infancia de su niño que va a morir trágicamente y que por él su
Economía del buen común Vocación
por Justin Golbabai
Hace algunos años, Justin fue un Trabajador Católico en Casa Juan Diego En 2008, estuve un par de años fuera de la universidad y buscando respuestas. Hasta ese momento, había sabido lo que era tener éxito: estudias mucho, obtienes buenas calificaciones, obtienes premios y honores, y sigues avanzando y avanzando, de la escuela secundaria a la universidad, de la universidad a la escuela de posgrado. Después de haber completado mi educación y haber tenido un comienzo en la parte inferior de la escala corporativa, luché con evaluar mi autoestima y medir mi éxito o la falta de ello. El dinero, una novia, la influencia, el prestigio, con cualquiera de estos como punto de referencia, objetivamente no podría considerarme exitoso. Pero también tuve el sentido profoundo de que estos no
eran los puntos de referencia correctos. Sabía que el éxito debía basarse en algo más grande y, por lo tanto, se necesitaban diferentes medidas de éxito.
En el corazón de la teoría económica clásica está la idea de que el éxito es una empresa interesada en sí misma, donde la búsqueda racional del interés propio conduce a una mayor felicidad. Sobre la base de la filosofía utilitaria, el interés económico se define a menudo como los intentos de maximizar el placer y minimizar el dolor en un mundo de recursos escasos. Siguiendo esta teoría, en cualquier transacción dada en un mundo de oferta y demanda, un comprador buscará el mejor valor y el precio más bajo, mientras que el vendedor busca el precio más alto que puede demandar por lo que está ofreciendo. Al final de estas transacciones Continúa en la página 3
Enrique es el artista que hizo esta obra de arte de don Marcos Zwick
por Enrique Lugo
Les voy a contar una parte de mi vida y decirles como fue que llegué a Casa Juan Diego y la forma en que conocí a don Marcos.
Puedo decir que a partir de ese día algo o todo empezó a cambiar para mi bien.
Yo tenía muy pocas esperanzas de la vida, ya que había perdido todos mis bienes familiares, y por si fuera poco hasta a mi familia, ya que al verme con esta enfermedad me olvidaron y me hicieron a un lado.
En ese tiempo para mi la vida ya no tenía nunguna aliciente para seguir viviendo.
Pero en el hospital me
por Claudia
Soy una cubana de 20 años de edad. Yo y mi esposo decidimos abandonar nuestro país en busca de un mejor futuro para nuestra familia y en busca de la libertad. Yo salí de Cuba con un mes de embarazo. Salimos en vuelo con destino a Guyana, luego a Brasil, hasta llegar a Perú. Al mes y medio, decidimos continuar hacia Ecuador y luego Colombia (dónde comienza mi peor pesadilla). Partimos con un grupo de cubanos y haitianos a atravesar por el centro de la selva: “El Darien.”
Sabíamos que nos lanzábamos al peligro, pero aun así decidimos avanzar.
Caminamos días tras días desde que amanecía a las 5:00 AM hasta la noche 8:00 PM. Nos alimentabamos con lo poco que llevábamos de comida (galletas, latas de sardinas, y bebíamos agua de río). Así pasaban los días y las agrumadoras noches. Cruzábamos ríos peligrosos y subimos montañas extremadamente altas y peligrosas, tardábamos en subir 6 horas y 6 horas en bajar.
Al quinto día mis pies estaban ensangrentados
y llenos de ampollas, ya yo no podía caminar. Mi esposo me daba ánimo para poder seguir pero eso no me ayudaba (ya yo no podía caminar). Para colmo, sólo nos quedaba de comer azúcar, ya yo no quería continuar la travesía, solo pensaba en morir.
Al sexto día mis pies empeoraron y el hambre era aún más grande, solo comíamos azúcar y bebíamos agua del río para tener un poco de fuerzas. En esa noche mientras intentábamos descansar en medio de tanto peligro y rugidos de animales, yo solo le pedía a Dios que me diera las fuerzas que ya no tenía para continuar adelante. Mi esposo, muy angustiado por todo lo que estábamos pasando, solo me decía: “Vamos a salir de esta, te lo prometo.” Yo intentaba ser fuerte aunque ya no podía, solo podía ser un milagro de Dios (ya no podía caminar).
Al día siguiente, me levanté con unas fuerzas y un deseo de seguir adelante enorme (era algo de Dios, no era yo misma). Con facilidad, logré caminar todo el día aunque mis pies seguían empeorando. Continuamos
hablaron de Casa Juan Dieo, y como pude llegué. Y estando afuera llegó una persona y me preguntó que si necestaba ayuda. Yo sin saber quien era le conté mi problema el cual era que no tenía yo donde vivir. No sabía que era don Marcos. Me djio, vamos a buscar un lugar donde puedas vivir. Y en ese momento me llevó a Casa Juan Diego, dando instrucción de que en ese mismo momento me dieran
de comer, y un techo donde dormir. Yo estaba tan asombrado porque nunca en mi vida y menos en esos tiempos absolutamente nadie hizo algo por mí.
Ahora se que los Angeles existen, y que Dios nunca me abandonó aunque antes no era capaz de comprender eso, ya que siempre estuve alejado de él y ahora como la oveja perdida vuelvo al redil, todo gracias a ese gran señor y benefactor “Don Marcos”.
subiendo lomas y cruzando ríos. La falta de aire era mi próximo enemigo, pensé que perdería a mi bebé.
Al día siguiente, continuamos el duro y peligroso viaje. Yo, en varias ocasiones, entré en ataques depresivos, yo estaba muy mal emocional y físicamente (le pedía a mi esposo que continuará, solo que yo no iba a conseguir salir con vida de la selva).
Al noveno día logramos ver que por donde caminábamos. Ya no era selva, comenzamos a ver árboles con frutas y el río se veía más seco, era increíble, ya casi lo lográbamos. Mi esposo y yo decidimos entregarnos a polícia panamericana, los cuales nos trataron terriblemente. En Panamá estuvimos un mes y medio y luego seguimos nuestro viaje a Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, y México. En Tapachula estuvimos un mes esperando un documento que nos permitiera transitar todo México hasta llegar a la frontera. Cuando tuvimos el documento, seguimos el viaje hasta la frontera de Matamoros, donde nos tocó
dormir a la intemperie. Allí me di cuenta que siempre existen personas a las que Dios pone en el camino. Todos los días un grupo de americanos nos llevaban alimentos, aguas, y aseos, hasta medicamentos nos ofrecían. Estuve durmiendo allí una semana. A la semana pasamos el puente y nos enfrentamos al maltrato de las oficiales de migración. Al día siguiente, me llevaron a una terminal y allí me dejaron sin darme explicación alguna. Tras horas de llanto, por allí pasaron las personas que nos ayudaban en el otro lado del
puente y me hicieron llegar a Casa Juan Diego, donde con muchas humanidad, amor, y hospitalidad me abrieron sus puertas. Me costaba trabajo creer que aquí me brindaron tanta atención sin nada a cambio, pero así es. Aquí tuve a mi hija y me recupero de todo el viaje. Me encuentro con personas maravillosas que todavía me cuesta creer que existen. Me brindan mucha atención y amor y sobretodo un interés inmenso en que salga adelante. “Creo que personas como esta necesita el mundo para ser mejor.”
de interés propio, aquellos con mayor poder de compra tienen una mayor capacidad para expandir su utilidad o felicidad. El proceso colectivo de cada individuo buscando su propio interés a través del poder de compra es lo que comúnmente se conoce como “la mano invisible del mercado”. En el clásico económico de Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, él sostiene que las virtudes de tal sistema permite una mejor sociedad: “Al perseguir sus propios intereses [el hombre] con frecuencia promueve el de la sociedad de manera más efectiva que cuando realmente tiene la intención de promoverlo”.
Con el concepto utilitario del mercado como una serie de transacciones con interés propio, naturalmente se deduce que nuestro éxito económico o nuestro fracaso se miden de manera materialista. A nivel macro, generalmente el éxito económico se define por medidas de resultados y producción, como el Producto Interno Bruto, la tasa de desempleo y la confianza del consumidor. De manera similar, para el éxito económico del individuo, la posición social y el valor a menudo están ligados a su capacidad o capacidad futura para producir o gastar. Esto a menudo toma la forma del potencial de movilidad ascendente, la posición de influencia que se tiene en el trabajo, lo que está en su cuenta bancaria o las apariencias externas como casas, automóviles, ropa o vacaciones.
Sin embargo, la filosofía utilitaria que subyace a la teoría económica no deja de tener sus críticos. En el libro de Karol Wojtyla, Amor y Responsabilidad, Wojtyla critica la teoría utilitarista por asumir que todas las acciones se realizan de manera egoísta y, por lo tanto, niega las ideas mismas de desinterés y altruismo. Además, el utilitarismo es una filosofía que valora a los demás en función de su utilidad, y de esta manera trata a la persona humana como una mera herramienta. Lo que se pasa
por alto en esta ecuación es que los seres humanos tienen una dignidad en sí mismos. De hecho, mejor aún sería una economía donde las personas se vean a sí mismas y a otras, no por su utilidad sino por su propio bien en un espíritu de amor y caridad. Como lo expresa Wotyla, “la capacidad del Hombre para amar depende de su voluntad consciente de buscar un bien junto con los demás, y de subordinarse a ese bien por el bien de los demás, o a los demás por el bien mismo.”
Ejemplos de esta economía basada en el bien común y el amor se pueden encontrar en los santos. Ya sea Dorothy Day, la Madre Teresa o Juan Bosco ayudando a los pobres; o Tomás de Aquino y a Agustín a escribir la filosofía, o la historia de mártires perseguidos y muriendo por su fe: estos eran modelos que simplemente no podían clasificarse como motivados por “egoismo”. Más bien, la motivación subyacente para la acción se centra en discernir, actuar y encontrar alegría al responder a un llamado personal de Dios. Tanto que esta motivación económica se clasifica mejor como vocación: “la vocación o el destino que tenemos en esta vida y en el futuro” (Catecismo de la Iglesia Católica).
La vocación es quizás lo opuesto al interés propio. Por su naturaleza, no se ocupa principalmente de sí misma y de las propias necesidades y deseos de uno mismo. Más bien, se trata de vaciarse uno mismo y permitir que la voluntad de Dios trascienda la propia. Es paradójico “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa, la encontrará” (Mateo 16:25). La vocación va en contra del objetivo utilitario del interés propio, ya que tal trabajo no consiste en maximizar el placer propio y minimizar el dolor propio. Por el contrario, al hacer tal trabajo puede terminar llevando a uno a sufrir y, finalmente, morir como una muerte dolorosa e inoportuna. Sin embargo, paradójicamente, si uno sigue a los santos al discernir y seguir fielmente un llamado
de Dios con perfecta confianza, sin importar a dónde lo lleve, viene una paz y gozo en esta vida, y las promesas de un gozo aún mayor con Dios en la otra vida.
Una búsqueda de la economía como vocación en lugar de interés propio también cambia la relación entre los seres humanos de una de competencia por recursos escasos a otra de colaboración en un plan más grande. En un mundo motivado por el materialismo y el interés propio, los objetivos de ser rico, ser poderoso y ser famoso, simplemente por definición, requieren que uno tenga más dinero, más influencia y más atención que el hombre común y, por lo tanto, una competencia por estas cosas ponen hombre contra hombre.
La naturaleza competitiva de trabajar hacia objetivos con fines de interés propio hace que tal trabajo sea un esfuerzo arriesgado y frágil. Uno podría trabajar todos los días durante años con el objetivo de llegar a la cima de una jerarquía corporativa o ganar una medalla de oro olímpica, solo para no ser elegido por el comité de selección o para desgarrar un músculo el día antes de la carrera. En comparación, si el objetivo se basa en el amor y la alegría de seguir el llamado de cada día, no impide que uno llegue a la cima o gane una medalla de oro olímpica, pero tampoco depende de ello. La búsqueda de la vocación requiere estar dispuesto a sacrificarse por los demás y por Dios para descubrir nuestra parte en el plan más grande. Dichas auto negaciones y la disposición a poner a los demás por delante de nosotros mismos constituyen la base para una economía cooperativa de personas que se ayudan mutuamente en sus respectivos caminos, llamadas y destinos.
Con eso, no puedo evitar preguntarme cómo se ve el éxito económico basado en la búsqueda de la vocación en lugar de la búsqueda de empleos o la producción económica. Esto seguramente requeriría diferentes formas
de medir la economía, quizás reemplazando las medidas actuales de éxito económico (Producto Interno Bruto, gasto y confianza del consumidor, el mercado de valores y la tasa de desempleo, etc.) con una medida similar a la forma en que el país de Bután desarrolló un Índice de Felicidad Interna Bruta. Quizás esté creando una herramienta de medición de si las personas sienten que sus acciones económicas están de acuerdo con el llamado de Dios en su vida.
Aquí, creo que San Juan Pablo II pinta bellamente esta visión de esta economía basada en la fe en su Exhortación Apostólica Christifidelis laici: “Ante la mirada iluminada por la fe se descubre un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos —a menudo inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los grandes de la tierra, pero mirados con amor por el Padre—, hombres y mujeres que, precisamente en la vida y
actividades de cada jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes artífices —por la potencia de la gracia de Dios, ciertamente— del crecimiento del Reino de Dios en la historia”.
¿Qué es el éxito para nuestra economía y cuál debe ser nuestra motivación para tomar decisiones? Si bien muchos asumen que el interés propio y la búsqueda de movilidad ascendente en dinero, poder y fama es la única manera de tener éxito en esta economía, es importante señalar que existen alternativas económicas. El discernimiento de una vocación para usar los dones, talentos y tesoros de uno para hacer la voluntad de Dios no se puede descartar simplemente como “interés propio”, sino que es una economía de un tipo diferente, y quizás, una que mejor puede proporcionar un sentido de alegría. para el alma inquieta.
Viene de la página 1 corazón de madre será traspasado por una espada, hermanos, toda la vida de esa madre es calvario y es sufrimiento.
María. Pues, es el modelo de las madres que sufren porque ninguna madre ha llevado durante toda su vida la espada de la incertidumbre, esperando la hora en que la tragedia se hizo tan dura realidad en el Calvario. En este caso la Misa es el dolor de Cristo, en el calvario, junto con María su madre bendita, que se hace signo, redención, para el dolor de estas madres y estas familias.
Presencia-Denuncia
Yo quiero ser en la presencia de estas familias que sufren, estos tres gestos de las tres lecturas. El primero es el heroísmo de aquella madre del tiempo de los Macabeos. Una denuncia valiente, la presencia de aquella mujer frente al tirano, era una denuncia. Su misma presencia de madre exhortando a sus hijos a morir antes que traicionar su devoción a Dios, es una presencia que está clamando contra todos aquellos que quieren arrebatar los derechos de Dios y constituirse dioses de la tierra, señores de la vida de los hombres. Nadie como una madre puede comprender lo que vale un hombre, cuando ese hombre, sobre todo, es su propio hijo» ¿por qué me lo torturas? ¿por qué me lo desaparecen?» Y la presencia
Poncio Pilatos que le ha matado injustamente a su hijo, es el grito de la justicia, del amor, de la paz, de lo que Dios quiere, frente a lo que Dios no quiere, frente al atropello, frente a lo que no debe ser.
Esto es lo que significa esta presencia, hermanos, y esto no es política, esto es la voz de la justicia, esto es la voz del amor, esto es el grito que la Iglesia recoge de tantas esposas, madres, hogares,
Todos esos campos pagados y esas calumnias y esas voces de radio gritando contra el obispo revolucionario, son calumnias porque mi voz no se ha manchado nunca con un grito de resentimiento ni de rencor. – San Oscar Romero
voz de la violencia. No odien. Oigan a San Pablo y a Dios que les dice en esta mañana, que si hay amor a Dios en el corazón, todas esas injusticias se convertirán en bien para ustedes. Como luchar contra el terror En ésta hora, hermanos, en que la liberación es tomada por muchas voces de hombres, la Iglesia también grita liberación pero no en el tono de odio ni de venganza ni de lucha de clases, porque eso no construye. Estamos de acuerdo en que debe de haber una lucha contra el terror, no debe de implantarse el terror en nuestra patria. Pero un terror no se quita con otro terror. Una mala voluntad no se mata con otra mala voluntad. El odio no siembra nada bueno. Por eso, la Iglesia está de acuerdo en las campañas contra el terror, con tal que se siembre esa campaña con amor, que busque la conversión de los malos.
Iglesia. Este ofertorio que va a seguir ahora, en que el pan y el vino representan la prisión, la angustia, el dolor de tantos meses sin saber de sus hijos, se va a convertir en el dolor de Cristo en el calvario, en nuestro altar. Y yo les aseguro que este día, ese dolor santo de tantos hogares que sufren orfandad injusta, es también dolor que alimenta, que inyecta de vida, de amor de Dios, a esta Iglesia que está predicando esperanza, que está predicando que no nos desesperemos, que tendrán que venir los días de la justicia, los días en que Dios triunfa sobre la iniquidad humana, la iniquidad infernal de los hombres.
Como María al pie de la cruz, toda madre que sufre el atropello de su hijo, es una denuncia. María, madre dolorosa, frente al poder de
desamparados, para decir: Es el grito contra el pecado. Y ésto es lo que está haciendo la Iglesia, gritando contra el pecado que se entroniza en la historia, que no reine el odio, que no reine la violencia, el temor terror; que reine el amor, que reine la paz de los hogares, que vuelva a la tranquilidad lo que ha sido causa de intranquilidad.
Y en segundo lugar, queridos hermanos, la segunda lectura de San Pablo a los Romanos, les decía a estas madres queridas que sufren, sea el lema de su vida y yo quisiera, hermanos, porque cuando la Iglesia toma ese tono de denuncia, no es con resentimiento sino desde el Evangelio clama para que se conviertan los pecadores. Yo tengo la conciencia muy tranquila de que jamás he incitado a la violencia. Todos esos campos pagados y esas calumnias y esas voces de radio gritando contra el obispo revolucionario, son calumnias porque mi voz no se ha manchado nunca con un grito de resentimiento ni de rencor. Grito fuerte contra la injusticia pero para decirle a los injustos: CONVIERTANSE. Grito en nombre del dolor, pero que sufren la injusticia, pero para decirle a los criminales: CONVIERTANSE, no sean malos.
No, al odio y la violencia Es ésta la voz de San Pablo también hoy, para el que busca a Dios, para el que ama a Dios, todas las cosas cooperan para el bien. Queridas madres, no se vayan a dejar seducir ustedes por la de una madre que llora a un desaparecido, es una presencia-denuncia; es una presencia que clama al cielo; es una presencia que reclama a gritos la presencia de su hijo desaparecido.
los desaparecidos, a los muertos criminalmente, a las madres que sufren, a los hogares, a los marginados, a los que sufren injusticia, a todos ellos les dice estas palabras: Amen a Dios. Amen a Dios que al que ama a Dios hasta esas opresiones se convierten en bien. Miren a Cristo crucificado, la figura del oprimido más grande, la del hombre que sufre la injusticia más criminal de la tierra, la del inocente que muere en una cruz y mira a su propia madre hundida en el dolor de una injusticia y desde allí clama. Y desde su dolor, injustamente sufrido, se convierte en el Redentor de los hombres. El dolor en la vida de la Iglesia Hermanos, en esta hora Cristo Redentor necesita dolor humano, necesita el dolor de esas santas madres que sufren, necesita la angustia de esas prisiones donde hay torturas. Dichosos los escogidos para continuar en la tierra la gran injusticia de Cristo que sigue salvando al mundo. Convirtámosla en redención. Esta hora, para mí, hermanos, es una hora bendita, porque yo estoy como inyectando, el dolor de esas madres a la vida de la
María, símbolo del pueblo que sufre Y por eso, hermanos, la tercera lectura, y donde el profeta le dice a María: “Vas a ser víctima de una injusticia, vas a sufrir mucho, pero este niño será la salvación del mundo». Aquí está el secreto, hermanos, el dolor es inútil cuando se sufre sin Cristo pero cuando el dolor humano continúa el dolor de Cristo, es dolor que sigue salvando al mundo, es dolor como el de María: sereno, lleno de esperanza, aún cuando todos desesperaban en la hora en que Cristo moría en la cruz, María serena, espera la hora de la Resurrección. María, hermanos, es el símbolo del pueblo que sufre opresión, injusticia, porque es el dolor sereno que espera la hora de la Resurrección, es el dolor cristiano, el de la Iglesia que no está de acuerdo con las injusticias actuales, pero sin resentimientos esperando la hora en que el Resucitado volverá para darnos la redención que esperamos. Dolor y Resurrección Hermanos, la Iglesia no es ilusa, la Iglesia espera con seguridad la hora de la redención. Esos desaparecidos, aparecerán. Ese dolor de estas madres se convertirá en Pascua. La angustia de este pueblo que no sabe para donde va, en medio de tanta angustia, será pascua de resurrección si nos unimos a Cristo y esperamos de él. Los hombres no podemos construir la Continúa en la página 5
Viene de la página 4
liberación de nuestra tierra. Bendita sea esta hora en que junto a las madres afligidas, la Madre Iglesia quiere sembrar en el corazón de sus hijos, la esperanza, la tranquilidad, la serenidad. Esta es la voz de la Iglesia, hermanos. Yo no soy pesimista y le pido a todos los hijos de la Iglesia que no sean pesimistas, que sean optimistas pero que pongan ese optimismo en Cristo, el único que nos puede salvar, en Nuestro Divino Salvador y en su madre bendita que junto con él, son los protagonistas de la redención del mundo y serán sin duda, la redención, la alegría que
retorna a los hogares y a los corazones afligidos.
Optimismo y fe
Vamos a celebrar, pues, esta Misa con este tono de optimismo, de serenidad, de fe. Nada de resentimientos ni de rencores, amar a Dios con todo el corazón, aún cuando nos esté sucediendo lo peor de la historia, amarlo, porque los que aman a Dios, todas las cosas cooperan en bien. Y Cristo, el amor que se hace víctima en el altar, va a darnos una vez más en esta mañana, en esta Misa de la Divina Providencia, ofrecida por intenciones tan santas como son las de las madres cariñosas que lloran a sus
Misericordia Sin Fronteras
Viene de la página 1
cuyo funeral habíamos intentado asistir, y al padre Bernardo Survil, quien acababa de ser deportado. ¿Qué pasaría con Luisa y los niños?
Aquí estaba él, a punto de ser asesinado por ser comunista, cuando él ni conocía ni jamás había estado relacionado con comunistas.
Las armas que estaban a punto de terminar con su vida podrían ser las armas compradas para liberar a El
hijos desaparecidos, la de los hogares huérfanos, de tantas víctimas de la injusticia actual. Y junto con esas víctimas santas, también, porque el dolor santifica, aunque sea un criminal, no es derecho darle tortura. Santifica el dolor, acerca a Dios, acerquémonos hermanos, por más pecadores que nos sintamos a la víctima divina del Calvario que se hace presente en nuestro altar, para pedirle que su sangre caiga como lluvia de bendición y de consuelo sobre tantas necesidades. Te rogamos Señor, óyenos. De romeroes.com
viviendo con su familia en un país extranjero, y en posesión de un bolsillo lleno de tarjetas de crédito muy respetables. Sin embargo, estaba asociado con el padre Survil quien había sido deportado y con el movimiento de los derechos humanos de El Salvador. Los soldados continuaban mencionando los documentos del auto y comparecer ante un juez. Temiendo que no le quedaba mucho tiempo, Marcos recuperó su
Teníamos electricidad y agua corriente.
La mayoría de nuestros vecinos tenían electricidad, pero tenían que cargar el agua desde cierta distancia. Otros tenían que conformarse con casas de cartón y cocinar en hogueras al aire libre.
Salvador del comunismo con el dinero que él había pagado en impuestos. Pero dondequiera que los comunistas estuvieran a comienzos del año 1977, las armas compradas con sus impuestos no estaban siendo utilizadas para matar comunistas. Parecía que estas armas sólo eran usadas contra maestros, líderes sindicales, catequistas y sacerdotes. Las balas rara vez alcanzaban su objetivo, los comunistas.
Muy pronto los guardias se dieron cuenta que Marcos no era comunista. Obviamente, él era un capitalista, conduciendo su propio auto,
compostura lo suficiente para dejar escapar las palabras “...para evitar la cárcel ”. La desesperación con la que él hizo la pregunta, “¿Cómo evito ir a la cárcel?” llamó la atención de estos matones fuertemente armados y sus actitudes cambiaron. Astutamente sugirieron que ellos podrían facilitar el pago directamente al juez. Marcos pagó el dinero y quedó libre para regresar a su casa. Después de esta horrible experiencia, Marcos ganó una renovada apreciación de la vida y de su familia. Luisa y los niños recibían abrazos especiales cuando él
regresaba a su pequeño lugar entre los pobres en El Salvador.
En enero de 1977, nos trasladamos a El Salvador con nuestros dos hijos, Jennifer y Joaquín, para aprender español y conocer la cultura y el trabajo de la Iglesia Católica con los pobres en comunidades de base. El padre Ralph Friedrich, un amigo que llevaba varios años en El Salvador, nos sugirió ir a El Salvador donde el padre Bernardo Survil de la comunidad Maryknoll estaría contento de tenernos en su parroquia. Desde luego, nosotros cubriríamos los costos de nuestro viaje… El padre Survil nos envió una lista de libros para estudiar antes de nuestra llegada, de modo que nos pudiéramos preparer para nuestra estadía y trabajo. También nos inscribimos en clases de español simultáneamente en nivel de principiante, intermedio y avanzado en la universidad de la comunidad local. Bastante risible, pero aprendimos lo que pudimos. Nuestro conocimiento de idiomas (Luisa del francés y Marcos del latín e italiano) hizo nuestra supervivencia con el español posible, aunque con la edad algunas
de esas células del lenguaje en el cerebro se secan.
También, comenzamos a comprar libros de segunda mano para niños y algunos nuevos para llevar en nuestro viaje, sabiendo que la vida en otro país sería difícil para Jennifer y Joaquín, quienes estaban en tercer y primer grado de la primaria. Ellos se habían convertido en buenos lectores y por lo menos tendrían libros para leer en su propio idioma mientras comenzaban a aprender el español. Vendimos nuestro piano. Una gran venta de garaje se encargó de todo lo demás. Tuvimos que dormir en el piso hasta que nos fuimos. Luisa continuaría con ensayos de violín de los niños.
Teníamos sentimientos encontrados acerca del viaje –la emoción de viajar a otro país, pero también miedo de todo lo que pudiera salir mal. Nuestras familias y amigos estaban preocupados de que algo nos pudiera pasar en El Salvador, aunque ellos ignoraban tanto como nosotros, el levantamiento y la violencia que ocurriría allí después de nuestra llegada. Fue extraño partir en nuestro Chevrolet Biscayne 1965, teniendo como nuestras únicas pertenencias, el auto, la ropa de cama y los platos, nuestra ropa, doscientos libros para niños y dos violines pequeños. Todavía
teníamos una cuenta bancaria.
Manejamos desde California, donde vivíamos, a través de México y Guatemala hasta llegar a El Salvador.
Cuando llegamos a la frontera con El Salvador, después de cruzar Guatemala, los funcionarios de la aduana nos hicieron sacar todo de nuestro auto. Esto hubiera sido fácil si hubiéramos llevado maletas, pero para ahorrar espacio nos abstuvimos de usarlas. Nos enfrentamos a la desalentadora tarea de sacar toda nuestra ropa, sábanas, platos, ollas, sartenes y libros que estaban sueltos en el maletero y en el auto. Los soldados salvadoreños examinaron este gigantesco montón de cosas. Varios de los libros religiosos para niños, especialmente la Biblia Ilustrada de Taizé, los desconcertaron. Obviamente, sospechosos de todo lo cristiano y católico, los soldados con sus uniformes inmaculados y almidonados, tuvieron una conversación larga en un español rápido mientras nosotros esperábamos un poco nerviosos.
Finalmente, como dos horas después, nos dejaron el auto y seguir nuestro camino, incluso nos permitieron quedarnos con los libros.
Continúa en la página
El padre Survil nos dió la bienvenida en la capital, San Salvador. Nos había arrendado la mitad de una casa por $50 al mes, en un vecindario pobre. Con este precio tan bajo, hubiéramos podido quedarnos por años.
Teníamos electricidad y agua corriente. La mayoría de nuestros vecinos tenían electricidad, pero tenían que cargar el agua desde cierta distancia. Otros tenían que conformarse con casas de cartón y cocinar en hogueras al aire libre.
La pobreza era aterradora. El desempleo era del 50 por ciento. Muchas personas caminaban por las calles con pequeños artículos para vender, tratando de ganarse la vida. Algunos hombres perdían la esperanza y respondían a la pobreza bebiendo alcohol puro y derrumbándose en la calle. Nuestros corazones se identificaban con los pobres con los cuales vivíamos en la ciudad. En el campo, los campesinos, los trabajadores agrícolas, vivían bajo un sistema más cruel que cualquier servidumbre, que escasamente mantenía a las familias al borde de la supervivencia. Escogimos vivir con los pobres. Las calles no estaban pavimentadas y había alcantarillas abiertas. Con los huecos de las calles nos era imposible conducir nuestro auto hasta la casa, entonces
arrendamos un espacio para éste en terreno alto. El peligro de parásitos era tan grande que nos recomendaron no usar sandalias. Sin embargo, a pesar de muchas precauciones, muy pronto comenzamos a enfrentar enfermedades intestinales.
nos molestaba más era el polvo de la calle que entraba en nuestra casa. En ese clima cálido, no había vidrios en las ventanas de la casa, y las paredes no sellaban completamente. Siendo padres sobreprotectores, monitoreábamos muy de cerca las actividades de nuestros hijos, llevándolos al colegio temprano todas las mañanas y recogiéndolos al medio día, cuando el colegio terminaba. Al comienzo, ellos eran la curiosidad del vecindario como extranjeros, pero gradualmente los niños de ambas culturas se acostumbraron unos a otros. Nuestros hijos añoraban su casa en los Estados Unidos. Cuando llegaron no sabían español, pero en el colegio estaban inmersos en él. Jennifer asistía al colegio de Las Hermanas de la Asunción, quienes trabajaban con nosotros en las comunidades de base. Ella era muy tímida y lloraba con frecuencia, hasta que a las hermanas se les ocurrió la gran idea de ponerla en un nivel más bajo y asignarle una niña compañerita extrovertida. Joaquín asistía a un colegio pequeño protestante frente a nuestra casa. Él todavía cuenta la historia de cómo esperó con ansias que su papá lo recogiera del colegio el primer día. Cuando Marcos apareció, Joaquín rápidamente le preguntó cómo se decía baño en español y salió corriendo a buscarlo en el colegio. Poco a poco, los niños se adaptaron, hicieron amigos y aprendieron español. Por la dificultad del lenguaje, no aprendieron mucho más en el colegio, pero aprender español fue un gran regalo. Luisa racionaba los libros para niños que ellos leían en las tardes después del colegio para que les duraran. Todos les interesaban, desde la colección de cuentos de hadas hasta la serie entera de la Enciclopedia Dorada Ilustrada, que habíamos encontrado en una tienda de segunda mano antes de irnos a El Salvador. A Jennifer especialmente le encantaba leer sobre los diferentes
estados de los Estados Unidos, cada uno de los cuales tenía una sección separada en la enciclopedia. No nos dimos cuenta lo efectivo que todos estos libros resultaron hasta más tarde, cuando notamos que la capacidad de lectura de los niños, buena para comenzar, había mejorado notablemente. No tuvieron dificultad en adaptarse a sus niveles escolares cuando regresamos a los Estados Unidos. No perdieron ni un sólo año.
Luisa también trabajaba todos los días con los niños en los ensayos del violín para no perder terreno y para que no olvidaran lo que habían aprendido en los Estados Unidos. Había también tiempo para cosas especiales, para una película ocasional, o una salida a comer helado. Recordamos haber visto La Cenicienta y El Pájaro Azul en español, así como Lo Que El Viento Se Llevó y Todos los Hombres del Presidente, con subtítulos en español. Adaptarse a un vecindario polvoriento y pobre no fue fácil para los niños. También les fue muy difícil adaptarse al agua y a la comida, y estuvieron muy enfermos. Nosotros los adultos tampoco éramos inmunes a la enfermedad. Nos hicimos amigos de las Hermanas de la
embargo, los camiones no se aventuraban en los vecindarios pobres, probablemente porque nadie más allí podía permitirse el lujo de recibir agua a domicilio. Tuvimos que conducir para comprar nuestra agua, transportarla en nuestro auto y cargarla del auto a la casa. Cuando Marcos llevó sus zapatos a remontar en El Salvador, las suelas eran más gruesas que en los Estados Unidos. Debido a esto, se tropezó entrando un garrafón grande de vidrio a la casa, y el garrafón se le rompió sobre el brazo. La herida en su antebrazo izquierdo tenía una pulgada de profundidad. Estábamos conmocionados. ¿Qué hacer? No había 911. Los vecinos gritaban, “¡La Cruz Roja!” “¡La Cruz Roja!”
Cuando esto sucedió, ya nos habíamos mudado a un apartamento donde podíamos estacionar nuestro auto cerca. Marcos envolvió una toalla alrededor de su herida y todos nos apresuramos al auto con Marcos conduciendo con su mano derecha únicamente. Por fortuna, tan pronto como salimos a la calle nos encontramos con una de las Hermanas caminando en el andén. Ella subió al auto y nos dirigió a la oficina de un
Aquí estaba él, a punto de ser asesinado por ser comunista, cuando él ni conocía ni jamás había estado relacionado con comunistas.
Asunción quienes tenían un consultorio clínico y una escuela en nuestro vecindario, y Luisa trabajaba muy de cerca con una de las hermanas, quien era enfermera, cuando los niños se enfermaban. Una vez, Joaquín, de seis años, sorprendió a una de las hermanas, una española, con su seria insubordinación: al oír que le iban a poner una inyección, se encerró en su alcoba y no quería salir. Lo persuadimos para que saliera y le pusieron la inyección. Una vez que descubrimos que el agua no era potable, tratamos de que nos enviaran garrafones grandes de vidrio con agua a nuestra casa. Sin
médico que ella conocía. Esperamos dos horas en la oficina del doctor, no porque hubiera una fila larga de espera, sino porque en esa parte del mundo el agua es escasa y en ese momento no la había para limpiar la herida. Gracias a Dios, los vidrios rotos no le perforaron una arteria.
Pensamos que todo estaba bien después de que el doctor le cosió la herida, pero entonces Marcos perdió el conocimiento. Pudo haber sido una reacción a la anestesia. Cuando el doctor no pudo encontrar el pulso, nos preocupamos de sobremanera. ¡Qué alivio
Habíamos anticipado cambios en nuestro estilo de vida, pero como norteamericanos acostumbrados a la vida de clase media, no pudimos anticiparlos todos. Pensamos que por lo menos habría una lavandería con máquinas de monedas en San Salvador donde pudiéramos lavar nuestra ropa. Pues bien, sí había una “lavandería” – un centro comunitario para lavar la ropa a mano, muy concurrida por quienes carecían de agua corriente en sus casas. La casa que arrendamos tenía un lavadero, un sitio para lavar ropa a mano, y entonces nos acostumbramos a lavar todas las mañanas con el jabón especial comúnmente usado para lavar ropa allá. Jennifer, nuestra hija de ocho años, también nos ayudaba a lavar. Diferencias pequeñas hicieron que la adaptación fuera un reto para los niños. Ellos estaban acostumbrados a usar una bañera, pero no había bañera en la casa. Al principio, Jennifer gritaba cuando le lavábamos el pelo con una manguera. Lo que Continúa en la página 7
Viene de la página 6 sentimos cuando recobró el conocimiento!. Después de toda la conmoción, mientras Marcos todavía se sentía aturdido, la monja preguntó, “¿Luisa, usted sabe conducir?”. Luisa respondió, “Sí, pero no aquí”. San Salvador estaba lleno de
un movimiento que desafiaba al gobierno represivo. Su objetivo era apoyar los intereses sociales y elegir a alguien que representara al pueblo – y no sólo a los ricos. Para el pueblo era difícil esperar una transformación social a través del proceso electoral, pero querían
Habíamos entrado a El Salvador inconscientes de la violencia inminente.
peatones y de automóviles, y el tráfico era tan rápido que la sola idea de conducir allá la intimidaba. Ella no había planeado conducir en El Salvador y no había registrado su licencia con el gobierno. Sin embargo, parecía que era la única manera de regresar a casa, y todos llegamos sin novedad. En los días siguientes el brazo de Marcos se infectó y tuvo que ir por antibióticos todos los días por varias semanas a la clínica de las Hermanas en el vecindario. Estábamos rodeados de pobreza, familias que luchaban diariamente por sobrevivir y por mantener una existencia humana y cristiana. Estábamos impresionados con la gente. Vivían en pobreza y en gran opresión, pero con la ayuda de la Iglesia, y con la formación espiritual y de conciencia de las comunidades de base, la gente encontraba esperanza.
Habíamos entrado a El Salvador inconscientes de la violencia inminente. En el momento en que llegamos no había conflictos serios en el país, así que pensamos que todo sería relativamente seguro. No habíamos tenido en cuenta las elecciones, que se llevan a cabo cada seis años y ocurrirían poco después de nuestra llegada. Cuando llegamos, los salvadoreños del vecindario nos dijeron con cierta preocupación, “¡Ustedes han llegado a tiempo para las elecciones”!. Poco sabíamos lo explosivas que podrían ser las elecciones en Centroamérica.
Rápidamente empezamos a verlo. Si hubiéramos sabido lo que vendría, no hubiéramos viajado, pero en realidad ya estaba hecho. La gente nos dijo que había
intentarlo. La mayoría de El Salvador era propiedad de, y estaba controlado por, catorce familias adineradas, mientras que la mayoría de la gente vivía en una pobreza desesperante. Los miembros de la comunidad nos relataron la historia de los años 30s, cuando miembros de la población indígena intentaron desafiar la injusticia del “statu quo” y fueron masacrados.
Fuimos testigos de primera mano de la violencia y de la represión del gobierno de El Salvador, y de la exclusión de los pobres de cualquier oportunidad de una vida mejor. El pueblo estaba aterrorizado por las palabras “escuadrones de la muerte”; éstas eran patrullas de muerte patrocinadas por el gobierno, que colaboraban con el gobierno asesinando civiles considerados enemigos de los poderosos.
Encontramos que la Iglesia era la única fuerza que quedaba en El Salvador para contrarrestar la opresión y la violencia del gobierno – un gobierno que, tristemente, era financiado por los Estados Unidos con el fin de detener al comunismo. Los líderes de los Estados Unidos estaban todavía preocupados con la teoría del dominó que postulaba la idea de que las naciones caerían en el comunismo, una tras otra, si los movimientos de justicia social no eran suprimidos. Así comenzó la deportación por parte del gobierno de sacerdotes extranjeros que trabajaban con los pobres y con los movimientos sociales en El Salvador. Cuando el padre Mario Bernal fue deportado a Colombia, presuntamente por su popular y contencioso programa de radio, el padre jesuita Rutilio Grande celebró una Misa al
aire libre en protesta por su deportación. El padre Rutilio, un amigo cercano del Arzobispo Oscar Romero, había dejado su puesto en la universidad para trasladarse a vivir en pueblos pequeños y en el campo, donde organizaba cooperativas y pequeñas comunidades de base para los campesinos. Públicamente criticó la injusticia de aquellos que eran dueños de inmensas porciones de tierras y que no pagaban lo suficiente para que sus trabajadores pudieran alimentar a sus hijos. Los terratenientes poderosos del área veían al padre Rutilio como una amenaza; todos los líderes sindicales en El Salvador eran vistos como una amenaza a la seguridad de la abundancia de mano de obra barata, y por lo tanto se convirtieron en el objetivo de la violencia. El padre Survil – quien aún no había sido deportado –invitó a Marcos a tomar fotografías de lo que vino a ser la última Misa del padre Rutilio. Cuando Marcos estacionó el auto, notó que el auto a su lado era nuevo y brillante, y que había una pistola en el asiento. La suposición fue que el coche nuevo y el arma pertenecían a
participantes lo hubieran notado aún más.
El padre Rutilio estaba sonriendo, pero visiblemente agitado. En esa última Misa el 13 de febrero, él desafió al gobierno, y Marcos lo escuchó decir las palabras que lo llevaron a su martirio: “Si Jesús viniera hoy a El Salvador, sería arrestado como subversivo – y la Biblia sería considerada un document subversivo”.
Probablemente no nos consideraban espectadores inocentes. Era obvio que estábamos conectados con el padre Survil, quien permanecía inquietando a las autoridades, distribuyendo folletos en nuestro vecindario con material de paz y justicia. Él caminaba por el vecindario, hablando con la gente y repartiendo Justicia y Paz, una publicación moderada de la Arquidiócesis de San Salvador que era considerada subversiva por defender a los pobres. También escribió cartas a los periódicos de los Estados Unidos sobre las injusticias en El Salvador. Casi de inmediato fue detenido y encarcelado. Las autoridades lo despojaron de su ropa, le vendaron los ojos y lo colgaron de manera que
un agente del gobierno. Marcos pensó que fue afortunado al haber olvidado la cámara en casa. Él ya sobresalía en la Misa como norteamericano. Si hubiera estado tomando fotos activamente, los matones que mantenían un registro de los
La familia Zwick en El Salvador sus pies no tocaran el suelo mientras era interrogado. Pasó la noche desnudo, con las manos atadas. Tan pronto como fue liberado, después de recibir una severa amonestación, prendió su mimeógrafo para hacer copias de una carta que
describía su calvario, y las envió por correo a muchos diarios en los Estados Unidos. Él vino a nuestra casa a relatarnos lo sucedido y a discutir los planes para nuestra estadía en El Salvador. No fue sino hasta muchos años más tarde que nos contó que, a pesar de la intensa presión psicológica, él no había delatado a Marcos cuando le preguntaron una y otra vez durante el interrogatorio: “¿Quién estaba allá? ¿Quién era el gringo en la Misa de protesta en Apopa?” Lo que sí nos dijo en ese momento, y lo mencionó de nuevo años más tarde, fue que él había oído en el fondo la voz de un norteamericano guiando a los interrogadores salvadoreños. Naturalmente, el gobierno militar leyó las cartas que él había tratado de enviar y agentes en ropa de civíl lo detuvieron por segunda vez justo después de salir de nuestra casa. Esta vez lo deportaron directamente. Fue el de 18 febrero de 1977. Tuvo la suerte de que no asesinaban sacerdotes extranjeros en esa época. Los líderes de nuestra comunidad de base del Barrio Lourdes en San Salvador pensaron que era importante que miembros de la comunidad fueran donde el Arzobispo Luis Chávez y González a reportar que el padre Survil había sido detenido, psicológicamente torturado y luego deportado. Le pidieron a Marcos que los acompañara y él lo hizo….