Los anticuerpos católicos contra el virus que ataca el alma
por Luisa Zwick¿Cómo podremos continuar haciendo las “Obras de Misericordia” durante la mia? ¿Cómo podremos mantener la Fe y la Esperanza vivas mientras la gente esta tan preocupada y ansiosa, enferma y algunos en su desesperación tienen rabia e incluso buscan a un chivo expiatorio?
Frecuentemente oímos de la importancia de desarrollar anticuerpos que nos protejan contra el nuevo Coronavirus. El Padre Antonio Spadaro, jesuita, editor de La Civilta Católica en Roma nos habla de como reaccionar cuando él se refiere a los Anticuerpos Católicos que podrían erradicar el virus del temor que abruma a muchos — no sólo el miedo a la muerte por el Coronavirus sino el miedo al futuro, el miedo a los extraños, a la gente de diferentes culturas, el miedo al contacto con otros. El se refiere a otro tipo de contagio, “lo diferente” es el riesgo al contagio a algo distinto al Coronavirus. Spadaro llama este el temor al futuro y al otro el virus del alma. El Padre Spadaro presenta la idea de que los anticuerpos católicos pueden ser activados para atacar el virus de la Pandemia de el temor, la ansiedad y el odio presentes en nuestra vida política y social. El invoca las palabras del Papa Pio XI durante la subida del poder Nazi en 1938. El Papa habló claramente en ese entonces sobre cómo el catolicismo posee los anticuerpos para erradicar el virus del nacionalismo que se ha levantado nuevamente (diferenciando entre el nacionalismo y el amor positivo hacia el país).

El Papa Pio XI dijo: ‘el ser Católico significa Universal, sin racismo, sin nacionalismo o separatismo. Tales ideologías no son cristianas e incluso terminan no siendo humanas’.
Spadaro lo describe “La vision católica es universal ubicando a la persona y a la gente en el centro del grupo, reconoce como hermano o hermana a aquel otro, al que no pertenece a este grupo, a aquel que es diferente. Esto en contraste con la globalización impuesta por los mercados”.
Con los anticuerpos católicos podremos enfrentar los virus que nos rodean, no solo el COVID-19 sino también los virus que atacan el alma. Los anticuerpos católicos nos ayudaran a enfrentar injusticias que han existido calladamente por mucho tiempo y que están brotando ahora a la luz del día debido al Coronavirus.
El Papa Francisco y los anticuerpos católicos
En los últimos tiempos el Papa Francisco también ha usado en varias ocasiones el término anticuerpos católicos.
Lo mencionó por primera vez en su reciente mensaje Urbi et Orbi en esta época de la crisis del Coronavirus. Habló sobre estos anticuerpos especiales en el contexto de la situación en que los discípulos estaban atemorizados al navegar durante una tormenta. El Señor les dijo a sus discípulos asustados, ‘Por qué temen? No tienen Fé?’ El Papa Francisco aplica la experiencia de los discípulos durante la tormenta a nuestras vidas de hoy: “La tempestad



desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad.
La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad”.
Los anticuerpos de la solidaridad
Los anticuerpos católicos nos pueden ayudar a ir mas allá de nuestros propios miedos al preocuparnos por otros en las crisis del
mundo y nos ayudarán a la pelea en los meses que vienen.
El Papa Francisco en la publicación del sitio del Web del periódico Vida Nueva citó un artículo, “La pandemia y fraternidad universal.Nota sobre la emergencia Covid-19 30 de marzo de 2020, ”publicado por la Academia Pontífica para la Vida donde enfatizó que esta Pandemia tiene que ser tratada con los ‘anticuerpos de la solidaridad’. El expresó su esperanza en que la sociedad tal vez encuentre ‘los anticuerpos necesarios de justicia, caridad y solidaridad’ para trabajar juntos y combatir no solo esta epidemia sino también las epidemias de hambre, guerra, pobreza, devastación ambiental e indiferencia al sufrimiento. Ademas mencionó que la reconstrucción que debe suceder después del Coronavirus no podrá ser exitosa si los países se dedican a la venta de armas y guerra en vez de justicia, caridad y solidaridad. (continúa página 6)
Padre Rutilio Grande, SJ, y sus compañeros reconocidos como mártires

Imagen oficial de la Causa de Beatificación para Rutilio
El sábado 22 de febrero, en la Catedral Metropolitana de San Salvador, se celebró la Santa Misa de Acción de Gracias por la promulgación del decreto del martirio del sacerdote Jesuits Rutilio Grande y sus dos compañeros, Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus.
El padre Rutilio Grande fue asesinado, junto con los dos laicos mencionados arriba, lo que hizo dar un cambio grande en la vida de San Oscar Romero. Monseñor escribió después de velar al padre Rutilio: “Esa noche sentí una inspiración divina para ser valiente y tener una aptitud de fortaleza, mientras que en el país, flagelado por la injusticia social, aumentaba la violencia: violencia de la oligarquía contra los campesinos, violencia de los militares contra la Iglesia que defendía a los pobres, violencia de la guerrilla revolucionaria”. Marcos Zwick, fundador de Casa Juan Diego, asistió a la última Misa celebrada por Rutilio Grande cuando la familia Zwick vivía en El Salvador en 1977.
El ritmo de la época de la coronavirus en Casa Juan Diego
por Margarita SpesiaEn los tiempos del coronavirus, las cosas en Casa Juan Diego, no han cambiado tanto, como se han aclarado. Seguimos siendo u a casa de hospitalidad. Continuamos distribuyendo alimentos, medicinas y otras necesidades. Seguimos comenzando nuestro día orando. Los días, sin embargo, están teñidos de una urgencia particular, y de una intensidad, no aparente en los meses previos, y me han ayudado a ver, más claramente, la forma de operar del Trabajador Católico de Houston.
El sentimiento de miedo a la escasez que invade al mundo, se ha hecho presente, lo mismo en el timbre de la puerta, como en mi propio corazón. De la misma manera en que el desempleo aumenta, aumentan las llamadas del timbre de la puerta de entrada, con la repetición del mantra, “¿Todavía dan comida?” En respuesta, estamos aprendiendo un nuevo ritmo que nos mantiene de punta, y eternamente confiadas en la gracia de Dios. Entregamos lo que tenemos, y después nos preocupamos de tener lo suficiente, oramos, y después, alguien llega a la puerta con su auto repleto de alimentos. Este ciclo se repite diariamente.
Se me recuerda de usar mis pulmones, haciendo inhalaciones y exhalaciones a un ritmo intelectualmente exhaustivo, pero que, a la misma vez, es la única forma de sobrevivencia. Y, asi como el aire que respiramos es un don, y, el hecho de respirar un milagro, este ritmo diario de nuestra casa, está saturado de don, misterio, y misericordia de Dios. En un tiempo de aislamiento y temor, la Casa Juan Diego ha sido amada y apoyada por tanta gente. Que honor se parte de una comunidad con vínculos que no se rompen por seis pies de distanciamiento social.
La vida en Casa Juan Diego durante el COVID-19 por Evan Bednarz
Si la ilusión de la juventud es la invencibilidad, entonces, tal vez, la ilusión de la vida adulta es la seguridad. Cuando nuestras preocupaciones pasan de un mundo juvenil de necesidades y deseos propios, a nuestros seres queridos, se vuelve natural el querer asegurar el futuro de ellos. Nos preparamos para el día en que nuestros hijos se marchan a la universidad, o cuando nuestros padres necesitan vivir en una casa de asistencia, el día en que, finalmente escalaremos el Monte Kilimanjaro, o recorremos el Amazonas en canoa, todas esas cosas que llevan años de planeación y de dinero, todo aquello que nos proyecta al futuro. Nuestros pensamientos pasan del momento presente a ese futuro en potencia, tan naturalmente como un ave vuela sobre un rio.
Lo que la crisis del COVID me ha iluminado más claramente, es cuan rápidamente esas alas de la imaginación se pueden ver cortadas, dejándonos mirando a unas aguas caóticas, infinitas de lo desconocido; este futuro que habíamos asumido no está en lo absoluto, garantizado en este momento de encierro y de apartarnos dos metros de distancia. De esa manera, aquí estamos, en la Casa Juan Diego, rodeado de bares cubiertos con tablas, Houston extrañamente sin tráfico, luchando por concebir la vida post-COVID Supuestamente, yo debía partir de Casa Juan Diego a fines de marzo, para un extendido retiro en un monasterio, antes de volver a Chicago para una boda. El retiro, no se llevó a cabo, y, aun no está claro si la boda de mi amigo tendrá lugar como habían planeado – planteándonos a todos la pregunta – ¿Que si continuará como estaba planeado, después de esto? ¿Es esto, solamente una pausa desafortunada en nuestras vidas, o, una interrupción más profunda de un mundo que presumíamos continuaría indefinidamente? Creo que fue Dietrich Bonhoeffer el que dijo que creer en el Evangelio es vivir una fe de interrupciones. Y, ¿qué es el COVID, si no la
mayor interrupción existencial que la mayoría de nosotros jamás experimentará?
En el plano mayor de las cosas, la disrupción de mis planes es de menores consecuencias, cuando realmente son los pobres los que más fuertemente han sido golpeados por la crisis. Llámese guerra, crisis económica, o pandemia, siempre serán los pobres, especialmente los migrantes y extranjeros, los que son golpeados más duramente. Corto de dinero incluso en el mejor de los tiempos, he visto la prueba en el considerable aumento en el flujo de personas que han venido a Casa Juan Diego para la distribución de comida los últimos martes por la mañana, algunos arribando a las cinco a.m., o más temprano para recibir una bolsa de arroz o frijoles y verduras y frutas frescas. Este mundo de necesidad y solidaridad nunca ha estado más claro para mí, lo que lo convierte mi servicio aquí en un privilegio aún más consciente de lo que es la humildad. ¿Qué beneficio tiene la juventud, si no estás dispuesto a usar la energía y salud en servir a Dios y al prójimo? Yo me siento honrado de trabajar al lado de un grupo de personas tan dedicadas, que responde al Evangelio a través del lente único de sus personalidades, así como el círculo más amplio de personas que donan su tiempo y recursos para asegurar que Casa Juan Diego tenga algo que dar al pobre Cristo que toca a la puerta.
En su Carta a los Romanos, San Pablo habla de la esperanza que no se ve – “¿pues, quien espera por lo que puede ver?” (8:24). Esto captura este momento a la perfección: Estamos a un lado de la orilla, parados y mirando las aguas turbulentas, preguntándonos como le haremos para llegar al otro lado de la orilla. Es la esperanza la que nos ayuda a recordar la promesa del otro lado, pero ahora somos capaces de reconocer – a veces con dolor- que no podemos volar por nuestro propio poder hacia el futuro; es el Espíritu de Dios que debe llevarnos a esta nueva vida.

Casa Juan Diego fue fundada en 1980, según el modelo de Dorothy Day y Peter Maurin, para servir a inmigrantes y refugiados y los pobres. De una pequeña casa ha crecido a diez casas. Casa Juan Diego publica un periódico, El Trabajador Católico de Houston, seis veces al año para compartir los valores del movimiento Trabajador Católico y las historias de los inmigrantes y refugiados arrancados de sus paises por las realidades de la economía global.
• Oficina central de donaciones de comida: 4818 Rose, Houston, TX 77007
Para mandar una carta o un cheque: P.O. Box 70113, Houston, TX 77270
• Centro de distribución de comida: 4818 Rose, Houston, TX 77007
• Centro para mujeres: Hospitalidad y servicio para mujeres inmigrantes con sus hijos.
• Asistencia a personas paralizadas o gravemente enfermos en la comunidad.
• Casa Don Marcos para hombres: Hospitalidad para hombres que son nuevos inmigrantes.
• Casa Don Bosco: Para hombres enfermos o heridos.
• Casa Maria: Centro de servicios sociales y clinica medica 6101 Edgemoor, Houston, TX 77081
• Clinica Médica Casa Juan Diego 4810 Rose, Houston, TX 77007
• Liturgia: en español los miércoles a las 7:00 p.m. (temporalmente suspendido)
EDITORIAL Luisa Zwick & Susan Gallagher
TRADUCCIÓN Blanca Flores, Sofía Rubio Damaris Cortez, Carmen Troya
TRABAJADORES CATÓLICOS
Maria del Pilar Hoenack-Cadavid
Dawn McCarty, Maire Abernethy
Meg Spesia, Molly Clark, Colleen Teresa Irwin
Evan Bednarz, Will Kershner, Sam Tomaso
DIRECTOR DE TECNOLOGÍA Joaquin Zwick
DISEÑO Beatrice Garcia Castillo
CIRCULACIÓN Stephen Lucas
EQUIPO DE AYUDANTES Julián Juárez, Manuel Rangel
Manuel Sierra, Yohismy Perez, Selvin Herrera, Roberto Narvaes Ramiro Rescalvo, Victor Díaz, Reynaldo Landaverde Felipe Servellón, Pedro Chun, Jonathan Orellana, Gerson Fajardo
Marcos Lona, Carlos Hernandez, Antonio Cortez
GRUPO DE APOYO PERMANENTE Luisa Zwick, Stephen Lucas
Lillian Lucas, Andy Durham, Betsy Escobar, Dawn McCarty Kent Keith, Pam Janks, Julia Gallagher, Monica Hatcher Alvaro & Jane Montealegre, Joaquín Zwick
MÉDICOS VOLUNTARIOS Drs. John Butler, Daniel Corredor Naggeb Abdalla, Magdy Tadros, SR., Wm. Lindsey, Laura Porterfield
Joann Schulte, Jorge Guerrero, Sr. Roseanne Popp, CCVI
Enrique Batres, Darió Zuñiga, Cecilia Lowder, Jaime Chavarria
Amelia Averyt, Deepa Iyengar, Justo Montalvo, Mohammed Zare
Joan Killen, Gary Brewton, Serena Shen-Lin
DENTISTAS Drs. Peter Gambertoglio, Michael Morris
CASA MARIA
Mercedes Berger, Jose Lopez, Justin Seaman
Maged Shokralla, Florence Zare
Juliana Zapata and Manuel Soto


Casa Juan Diego responde a COVID-19

Semanas antes de que se dieran las órdenes formales de quedarse en casa, estábamos planeando lo mejor que podíamos para cuidar de nuestros huéspedes y los muchos miembros de la comunidad que servimos. Durante el día Casa Juan Diego es literalmente una colmena de actividad, con constante interacción entre el personal y ambos los huéspedes y la comunidad. En cualquier noche dada hay cerca de 100 personas viviendo en nuestras casas de hospitalidad, y personas de toda la región vienen diariamente para comida y apoyo de todo tipo. Mientras que es relativamente fácil proteger a los huéspedes en nuestras casas contra infección por medio de la distancia, proteger a nuestras voluntarias y personal de tiempo completo es otra historia. Si nada hubiese cambiado, ellas continuarían a interactuar constantemente con la comunidad que no vive en la casa, ya sea respondiendo a individuos que llegan a nuestra puerta buscando ayuda, o repartiendo sandwiches y agua a los jornaleros y hombre y mujeres son hogar, o en la distribución de comida, provisiones, medicina, y más, cientos de personas a la semana.
En las primeras semanas mientas estábamos trabajando en cómo mantener los seis pies de distancia mi ansiedad creció de manera exponencial con cada respuesta inquietante a “dos metros entre cada persona!” La distancia espacial cambia muchísimo entre culturas. Pelié duramente contra mi instinto de cerrar todos nuestros servicios para proteger a nuestro personal y voluntarias. La mayoría de personal de tiempo completo son personas jóvenes que acaban de salir de la universidad, quienes han sido encomendadas a nuestro cuidado durante 1 a 2 a dos años de servicio, y tuve miedo. Pero me recordé que ninguno de ellos ha venido a Casa Juan Diego para estar cómodos, ni tan sólo uno. Muchos de ellos están dejando atrás privilegio y padres cariñosos para estar en solidaridad, para servir, para querer a esos que están en los márgenes. Quererlos no sólo en teoría y oraciones, pero también en acción.
Dorothy Day, co-fundadora del Movimiento Trabajador Católico muchas veces citaba a Dostoevsky para recodar a los Trabajadores Católicos que “Amor en accion es una cosa severa y espantosa, comparado al amor en los sueños” un conocimiento que nunca ha sido más pertinente.
Compartiendo voluntariamente en la vulnerabilidad de los pobres, y en este caso, la verdadera exposición a enfermedad, transforma a una persona por siempre. Pueda que el personal esté cansado, pero están firmes y resueltos. Están haciendo un trabajo excepcional protegiéndose a ellos mismos y a las personas que llegan para ayuda y comida.
En términos sencillos, nos hemos adaptado. Implementando y siguiendo todas las nuevas líneas de guías resultó en la reducción de servicios auxiliares, pero nuestros servicios principales continúan, aunque los números de personas en necesidad duplicaron y duplicaron otras vez. Durante estas semanas llenas de ansiedad y pesar, mi corazón ha sido consolado e inspirado por el poder de nuestra pequeña comunidad en Casa Juan Diego. Ver en acción que el amor a un extraño es más fuerte que el temor, aun más en el centro de una pandémia global, es un milagro que yo atribuyo a la intersesión de Dorothy Day, Sierva de Dios.
Casa Juan Diego tiene una larga historia de adaptación al cambiante contexto global. Fundado por Marcos y Luisa Zwick para atender a refugiados desesperados huyendo la guerra civil en Centro América, el trabajo pronto cambió para atender el número creciente de mujeres maltratadas y sus hijos. Mientras pasaban las décadas, el número siempre creciente de personas catastróficamente enfermos, lastimados, o envejeciendo en un ambiente severo se hicieron cada vez más nuestro enfoque. Últimamente, el trabajo de Casa Juan Diego se ha expandido una vez más a personas encarceladas mientras esperan su día en la corte de Inmigración. Dependiendo en las siempre cambiantes políticas del gobierno, algunas de estas familias son liberadas con una fianza si tienen un lugar donde quedarse. Así que cuando las autoridades de Inmigración nos llaman para preguntar si podemos recibir a una persona o familia para que puedan ser liberadas, siempre decimos que sí. Enviamos una carta al oficial de inmigración que lee como un poema. Contando la historia de Casa Juan Diego en un párrafo, y últimamente ofreciendo lo que yo he llegado a conocer como cinco palabras mágicas, palabras que han de ser la respuesta a millones de oraciones: “Nosotros estamos dispuestos a recibir…”
Mientras que el tiempo del coronovirus puede ser oscuro y desestabilizante, puede ser un tiempo de gran percepción. En tiempos “normales” naturalmente entramos en patrones habituales de pensamiento y comportamiento. Los cambios drásticos a nuestras vidas requeridos por el coronavirus traen como consuelo que nos ha alentado a ver cosas mas claramente. Aquí en Casa Juan Diego llevamos mucho tiempo acostumbrados a ver los terribles efectos de la pobreza sobre los seres humanos – el sufrimiento, el acortamiento de vidas, la pérdida de esperanza. Tenemos muchas oportunidades para observar las asquerosas injusticias de un sistema económico amañado para enriquecer los pocos al costo de los muchos. Pero hoy es cada vez más obvio a todos que el virus no es un asesino de oportunidades iguales, que se aprovecha desproporcionadamente a esos en los márgines de la sociedad. Más y más personas se están dando cuenta del sufrimiento, las muertes prematuras e innecesarias, no solo de los indocumentados, pero la clase trabajadora en general, significa que regresar a como las cosas eran antes no será suficiente.
Para mí, el entendimiento mayor de las tradiciones católicas es que todos estamos juntos en esto, que privar una parte daño a la comunidad entera. Dolemos y nos recuperamos como un sólo cuerpo, un hecho que nuestro sistema económico hiper-competitivo quiere esconder de nosotros. Si nuestra vecindad tiene una enfermedad mortal y contagiosa, no sólo es ella, somos todos los que estamos en problema. Cuando vemos eso, es más fácil ver que nuestra interdependencia es parte de nuestra naturaleza. No sólo una reacción a un virus. Esta literalmente en nuestra ADN. La revelación de que nunca estamos verdaderamente desconectados, por ninguna frontera, y que nos necesitamos el uno al otro se hace más claro cada día de distancia social por día de distancia social. Lo que puedo decir con confianza, en un tiempo de gran incertidumbre, es que cuando este asilamiento termine, lo vamos a necesitar a usted, el lector. Habrá una estimación de nuestro sistema económico y necesidad para manos que sirvan y mentes que discernan. Este es un tiempo de claridad sin precedentes y oportunidad. Acompáñenos mientras trabajamos para imaginar y construir un mundo nuevo de las cenizas viejas.
Las realidades para migrantes esperando en México
por Colleen SheehyCuando concluyó mi tiempo como Trabajadora Católica en Casa Juan Diego, me dirigí al Valle del Río Grande, en el sur de Texas, para pasar tres semanas visitando y siendo voluntaria.
He estado siguiendo la cobertura del llamado “Protocolo de Protección al Migrante” (MPP) en el transcurso del año pasado, desde su implementación a fines de enero de 2019.
Docenas de residentes compasivos del Valle han sido testigos y nos han transmitido los horrores del MPP con sus voces, escritos y acciones mucho antes de que alguien más llegara a la escena.
Con estos pensamientos en mente, reflexiono sobre dos de las familias que conocí mientras visitaba la frontera. Luciana y Samuel (a quienes me refiero con alias para proteger sus identidades) son una pareja hondureña con una hija y un hijo, de siete y cinco años. Tuve la oportunidad de hablar un poco con ellos, y me ayudaron a comprender el funcionamiento interno - o la falta de él - del campamento de tiendas de campaña donde se hospedan en Matamoros, muy cerca de algunos miles de personas.
El énfasis en caos no puede ser exagerado, según Samuel. Cuando una familia llega al campamento por primera vez, es su responsabilidad averiguar cómo proceder, a menudo bajo la dirección de quienes llegaron al campamento antes que ellos. Deben informar al puente internacional para expresar su necesidad de solicitar asilo, en ese momento se les asigna un número que les ofrece aproximadamente una indicación de cuándo deben regresar para tener su primera evaluación con un agente de Aduanas y Patrulla Fronteriza. Estos agentes no están capacitados para realizar entrevistas para recibir de asilo, pero se les ha asignado esta tarea en lugar de a los oficiales de asilo calificados. Sin embargo, antes de que esto ocurra, una familia tiene que vigilar y escuchar atentamente, diariamente, dentro del campamento, para no perder su lugar en “La Lista”. Esto es difícil, ya que a los migrantes no se les proporciona ninguna fecha u hora en la que deben regresar. Simplemente debe realizar un seguimiento del progreso de “La Lista” manteniendo la comunicación
con sus vecinos. Y el progreso es impredecible: algunos días se procesan varios puñados de personas, y otros días se les dice a los migrantes que se vayan e intenten nuevamente al día siguiente. Si pierde su lugar en la fila porque no estaba presente cuando se llamó su número al espacio limitado al lado del puente, es muy difícil volver a agregarlo a “La Lista”.
Incluso llegar con éxito al puente cuando llaman su número es tremendamente complicado, debido a que esperar este día requiere más de cinco meses de vivir en condiciones miserables. El acceso a los sanitarios es escaso, los padres cocinan para sus hijos en tanques de propano vacíos, se bañan y lavan la ropa en el río cercano, que está sucio, y todos duermen en el la tierra llena de baches, en una carpa si hay una disponible, y si no la hay, totalmente a la intemperie.
Luciana y Samuel ahora enfrentan un desafío mas, al igual que muchos otros padres: eligieron, bajo las circunstancias más desesperadas y draconianas, crear una separación familiar al enviar a sus dos hijos a través del puente internacional solos. Los inmigrantes menores de 18 años que se presentan en la frontera sin compañía, sin sus padres, debían ser admitidos en los EE.UU., de acuerdo con la ley de los EE.UU. Los dos hijos de esta pareja se encuentran ahora en Michigan, viven en hogares de acogida y esperan ser colocados con familiares en un estado diferente. Su hija también tiene una orden de deportación que se interpone en su camino, el resultado de perder su primera aparición esperada en la frontera mientras ella y su padre asistían a su madre y hermano durante su último tramo del viaje. La familia había sido separada en el centro de México. Aún en Matamoros, Luciana y Samuel regularmente fluctúan entre gratitud y angustia. Están agradecidos por la seguridad de sus hijos, porque están bien alimentados y ya no viven al aire libre. Los extrañan terriblemente y realmente no saben si los volverán a ver. Es posible que las autoridades de inmigración tomen represalias contra familias fracturadas como estas cuando los padres finalmente

asistan a sus audiencias la corte del MPP sin sus hijos, quienes originalmente se registraron con ellos meses antes. Con incertidumbres en su contra, Luciana y Samuel, sin embargo, buscan la esperanza con persistencia. Encuentran razones para esperar a través de la amabilidad de sus compañeros migrantes, y sobre todo, en sus llamadas telefónicas semanales con sus hijos. La conexión telefónica es precaria y el tiempo pasa demasiado rápido, pero las voces de sus hijos les recuerdan su intención de seguir adelante.
También conocí a Gabriela (alias) y sus dos hijas. Gabriela es una sobreviviente de relaciones marcadas por la violencia doméstica, el abuso de sustancias y la inestabilidad económica. Sus padres son guatemaltecos, y toda la vida que recuerda la vivió en las tierras altas rurales del país, pero nació en la década de 1980 en el sur de México durante la Guerra Civil guatemalteca. Gabriela esperó durante meses en Matamoros, en una carpa justo al lado de la valla de alambre donde equipos voluntarios de Caridades Católicas del Valle del Río Grande colocaron mesas de suministros. Ser un migrante en el campamento es hacer cola incesantemente para obtener alimentos, agua potable, pañales, barras de jabón y cualquier otra cosa que los grupos puedan traer. La hija mayor de Gabriela, de alrededor de 11 años, era la mejor ayudante y defensora de su madre, y tan pronto como nos escuchó acercarnos, corrió alrededor de la valla, descalza y vestida con ropas salpicadas de mugre de días de uso, con el objetivo de ser la primera en la fila. Ella anhelaba la oportunidad de asistir a la escuela y aprender inglés, pero en ausencia de muchos medios educativos allí, pateaba latas, jugaba a aplaudir y tiernamente ayudaba a su madre con su hermana menor, que tiene casi dos años. Gabriela permitió a su hija mayor deambular y forjar nuevas amistades, pero muy mínimamente. Estaba aterrorizada de que su hija fuera sometida
misma violencia que ella misma había conocido, mientras escuchaba las historias de violación, secuestro y asesinato que se desarrollaban en y cerca del campamento. Probablemente debido a su ciudadanía mexicana, Gabriela fue admitida en los Estados Unidos, menos de una semana después de nuestra última conversación en Matamoros. Ella me llamó a través de WhatsApp para informarme que ella y sus hijos vivían cerca de Houston. La carpa de Gabriela se quedó atrás la mañana en que se levantó temprano para dirigirse valientemente al puente con las chicas, pero sin duda otra familia ya la está utilizando como su nuevo hogar. A pesar de las batallas que le esperan a Gabriela, su narrativa es –de alguna manera – una victoria. Ella y sus hijas han encontrado una relativa seguridad en los EE.UU. Su hija puede estudiar, al menos hasta su audiencia en la corte, cuando muy bien pueden recibir una orden de deportación.
Miles, al otro lado de la frontera sur, se quedaron atrás el día de enero que Gabriela se fue a los Estados Unidos.
Nota de las Editoras: Informes de prensa recientes revelaron que entre aquellos que realmente llegan a su cita en la corte para una solicitud de asilo en el área de Houston, al 95% se les niega el asilo y son deportados a situaciones violentas.
Además, ya cerraron la frontera entre E.E.U.U. y México para inmigrantes. La situación es peor.
Encontrando a Dios en el territorio inexplorado de COVID-19
Estamos viviendo en tiempos de ansiedad. Incluso antes del inicio del COVID-19, muchos sintieron una profunda pre-ocupación ante la creciente polarización y fragmentación de nuestras comunidades. Ahora, con la necesidad de distanciamiento social y auto cuarentena, es casi como si esta fragmentación hubiera tomado una forma literal y física. En estos días, buscando un marco para comprender los signos de los tiempos, me siento cada vez más atraída por las representaciones bíblicas del pueblo de Dios en el desierto.
De hecho, actualmente estoy en cuarentena en las tierras de nuestra familia en el campo, a varias millas del vecino más cercano, a 45 minutos de la tienda de abarrotes. Es tierra pobre, árida y rocosa. La solitud puede ser tranquila y buena para la reflexión, y a mi esposo le encanta. Pero a menudo para alguien como yo (nacida y criada en la ciudad) el aislamiento se siente como un desierto. Sin embargo, estaré aquí por un tiempo.
Cuando todos nos dimos cuenta de la propagación del nuevo coronavirus, nuestros hijos nos pidieron a mi esposo y a mí que nos quedáramos aquí, en lugar de regresar a Houston. Ambos hijos son trabajadores de cuidados de salud de primera línea que ya han tenido encuentros con pacientes que se presumen positivos de la enfermedad. Me recuerdan que, debido a mi edad y antecedentes de salud, tengo un mayor riesgo que otros. Me dicen que las próximas semanas y meses serán de más exigencia y les ayudará si no tienen que preocuparse de que estemos expuestos.
Nuestro hijo llegó desde Houston con una carga de suministros, pero no me dejó tocarlo, abrazarlo ni acercarme a él. Limpió todas las super-ficies con desinfectante antes de irse. Me dice que no me preocupe: “Todo estará bien, mamá. Estaré bien”. Nuestra hija nos llama todos los días desde fuera del estado. Ella dice que está trabajando como puede de forma remota, pero continúa manejando muchos casos en persona. Ella dice: “Tengo que hacerlo. Este es el trabajo que estoy llamada a hacer”. No dicen que tienen miedo. Ellos y todos sus compañeros de trabajo se encuentran en un territorio desconocido, adaptándose a nuevos procedimientos y equipos, encontrando impedi-mentos inesperados y desafíos inimaginables a diario y a veces cada hora. Debe sentirse como si estuvieran vagando por el desierto. Y mientras estoy aquí en reclusión, el trabajo de Casa Juan Diego continúa. Las necesidades de aquellos a quienes sirve son más urgentes que nunca. Sospecho que todos los Trabajadores Católicos a tiempo completo y voluntarios a tiempo parcial (algunos de los cuales también son especialmente vulnerables debido a problemas de edad y salud) estarán trabajando hasta el agotamiento. Luisa ha consultado con uno de nuestros médicos voluntarios, que es especialista en enfermedades infecciosas, y hemos adaptado nuestros procedimientos para proteger la salud de
por Susan Gallagherlos Trabajadores Católicos y de aquellos a quienes sirven. Porque, con o sin virus, los heridos y los enfermos crónicos que dependen de Casa Juan Diego aún deben recibir ayuda; sus recetas deben ser surtidas. Y con toda la interrupción económica relacionada con el cierre de empresas y el distanciamiento social, más que nunca nuestros vecinos vendrán a recibir cualquier alimento que podamos proporcionar. Nuestros pensamientos están con las personas detenidas en centros de detención de inmigrantes en condiciones de hacinamiento que no permiten suficiente lavado de manos o distanciamiento social. Y, por supuesto, estamos profundamente preocupados por los cambios en la política de inmigración que dejan a los refugiados y migrantes y a los que esperan en México varados indefinidamente. Casa Juan Diego ha enfrentado crises antes, pero la situación actual presenta desafíos nuevos. Nos enfrentamos a territorios inexplorados, como los que deambulan por el desierto.
“... El desierto es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios, particularmente en crisis ... “ (195-6).
Estos días se sienten como una crisis y es difícil ver el camino ante nosotros. Pienso en la famosa oración de Thomas Merton de Pensamientos en Solitud: “Dios mío, no tengo idea de a dónde voy. No veo el camino delante de mí. No puedo saber con certeza dónde terminará.” Merton continúa, diciendo que no puede estar seguro de que sus elecciones sean las correctas, pero que está convencido de que, si realmente desea complacer a Dios, Dios lo guiará. Se dirige a Dios diciendo: “... me guiarás por el camino correcto, aunque no sé nada al respecto”.
¿Qué más podemos hacer sino andar con fe y tratar de seguir el camino correcto a través de este desierto? Para algunos, el camino conducirá a la reclusión, para otros al compromiso activo y exponerse al riesgo. Para todos nosotros con corazones dispuestos, el camino nos llevará al encuentro con Dios.

Foto: Susan Gallagher
Me GUIARÁS por el camino CORRECTO aunque no SEPA nada al respecto.
Durante nuestro tiempo en el desierto, cuando se anula la normalidad y nada es como lo habíamos planeado, no está claro cómo se desarrollarán las cosas. Esta necesidad de entregar viejas rutinas y no estar seguro de lo que sucederá después es incómoda. Para las personas que han perdido ingresos y no saben cómo alimentarán y albergarán a sus familias y para los trabajadores esenciales y los proveedores de atención médica que corren el riesgo de exponerse al virus, este tiempo de incertidumbre puede ser una crisis.
Aquí en el campo estoy tratando de rezar, especialmente la Oración de Jesús, aunque a menudo me preocupo. Estoy dando muchos paseos sinuosos, deambulando por la propiedad. En este, el 40avo año de la publicación de nuestro periódico, estoy pensando en los 40 años de los Israelitas en el desierto, y en los 40 días de Jesús en el desierto. Estos períodos en el desierto fueron tiempos de prueba, pero también de encuentro. De vuelta en la casa con el tiempo libre, saqué el Diccionario de la Biblia de McKenzie de mi estante y busqué “Desierto”. En la entrada sobre el Desierto, leí: “Israel se encontró por primera vez con [Dios] en el desierto y la historia de vagar por el desierto sigue siendo el tipo de encuentro entre el hombre y Dios.
Quizás, en este tiempo de sufrimiento y pérdida, redescubriremos nuestra mutua necesidad y la importancia de apoyar a la comunidad amada. Nuestro camino no es claro, pero sabemos que debemos estar presentes el uno para el otro en nuestro dolor, alentarnos en nuestro miedo y apoyarnos mutuamente en la esperanza hasta que pasen estas tribulaciones. A medida que caminamos juntos a través de este territorio inexplorado que se siente como un desierto, debemos aferrarnos a la certeza de que donde sea que vayamos, Dios nos encontrará allí.
Como Merton escribió: “Por lo tanto, confiaré en Ti siempre, aunque parezca que estoy perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, porque siempre estás conmigo, y nunca me dejarás enfrentar mis peligros solo”.

Artista: Angel Valdez
Anticuerpos católicos continúa de la página 1
Católicos encarando la crisis
La crisis presente y los indocumentados
Ahora que todo el mundo está enfocado en el Coronavirus, el pensar en los indocumentados o aquellos que sufren debido a nuestras políticas económicas o de migración pasa a un segundo o vigésimo planos. Pero su situación es realmente infortunada.
Todos los días vemos informes en que los trabajadores pobres y la gente de color están sufriendo más que los otros por la crisis causada por el Coronavirus. Aquellos que no han tenido acceso adecuado al cuidado de la salud en el pasado tienen un riesgo aún mayor ahora.
Hay una necesidad muy grande de una infusión de solidaridad Católica en todo el mundo a medida que se ve que el Coronavirus empieza a devastar a los pobres en muchos países.
Aquí en Casa Juan Diego estamos muy familiarizados con la realidad de plano en Houston en términos de la vulnerabilidad y la situación tan precaria de los indocumentados.
Por su conocimiento y entendimiento de la inigualdad institucionalizada y al hablar con la gente a diario, Casa Juan Diego está en una posición única. La dificultad económica que afecta a los trabajadores indocumentados hoy estaba presente incluso antes de la llegada del desastre. Nosotros vemos la parte de la economía que otros no ven. A veces las necesidades son incluso abrumadoras para nosotros mismos.
Los indocumentados son parte del corazón de la economía de Houston. Ellos están especialmente afectados en este momento debido a sus sitios de trabajo y a que además no tienen ahorros. Ellos no tienen redes de apoyo para seguridades básicas. Muchos trabajan en restaurantes a lo ancho de la ciudad, limpian casas y cuidan niños mientras otros trabajan en limpieza de hoteles – muchos de esos trabajos ya no existen.
Los trabajadores jornaleros que ocupan muchos trabajos temporales están en condiciones muy precarias en este momento. Muchos de los indocumentados trabajan en construcción donde ha habido una disminución grande de trabajos; aquellos que aún trabajan en construcción y que lo continuan haciendo no pueden practicar el distanciamiento social por lo tanto están exponiéndose a ser contagiados.
Los trabajadores esenciales
Es irónico que los trabajadores del campo o campesinos quienes han sido abandonados por tantos años y quienes siempre han trabajado bajo condiciones tan difíciles, ahora sean llamados o considerados trabajadores esenciales pues la economía ha tenido que cerrar muchos sitios de trabajo debido a los riesgos para la salud. La Conferencia Episcopal de los Estados Unidos por mucho tiempo ha sido partidario y ha defendido la mejoría de las condiciones de trabajo para los jornaleros del campo. Dorothy Day apoyó a César Chávez en su movimiento para organizar a los trabajadores cam-pesinos por la lucha por una mejor paga y mejores condiciones de trabajo.
Súbitamente esta primavera los trabajadores del campo se han convertido en esenciales para suplir la cadena de alimentos y se les ha pedido que sigan trabajando. Un gran porcentaje de los trabajadores del campo son indocumentados.
Es todavía más irónico o mejor expresado, muy triste, que durante esta crisis los grandes negocios del sector agrícola quienes están recibiendo billones de dólares del gobierno Federal esten pidiendo que se le bajen los salarios a los trabajadores del campo. Estos salarios deberían ser aumentados en vez de disminuidos pues las personas que trabajan en ese sector lo hacen en sitios de mucha concentración humana lo que no les permite el distanciamiento social para protegerse del riesgo de enfermarse.
Lo mismo sucede en las plantas de empaque de carnes a lo ancho del país donde se han documentado grandes brotes de infección por Coronavirus. A los trabajadores dedicados a des-cuartizar cerdos y pollos se les pide que sigan trabajando en espacios muy pequeños, hombro a hombro, y usando muy poca protección personal. Oficiales y directores de las plantas hablan de la importancia de la industria y manifiestan un pequeño esbozo de que nosotros tendremos que escoger entre el bienestar del trabajador y el continuar proveyendo una cantidad abundante de carne.

¿Por qué el ataque con la deportación en estos momentos?
Poco antes de que hubiera noticias disponibles sobre el nuevo virus, Casa Juan Diego le dio la bienvenida a una niña recién nacida. La joven madre estaba feliz pero muy cansada. Los miembros del personal empezaron a ayudar inmediatamente a la joven con la alimentación de la bebe, el cambio de pañales y ayudaron así a que la madre pudiera descansar. La felicidad del nacimiento de esta niña invadió toda nuestra casa de hospitalidad. El padre de la niña ha estado buscando todas las formas posibles para ser liberado del campo de detención de Inmigración para poder unirse a su familia (situación muy difícil).
Otra mujer, huésped de Casa Juan Diego, lleva muchos meses a la espera de la liberación de su esposo. Escribimos cartas para su apoyo en espera de que él pudiera ser liberado dede su detención y viniera a Casa Juan Diego. Sylvia (el nombre ha sido cambiado por su protección) ya vivía en la casa con un niño y mientras esperaba tuvo la bebé. Día tras día Sylvia ha esperado por la liberación de su esposo. Ella recibió la devastadora noticia de que en vez de continuar con la esperanza de su liberación él fue deportado a mediados de Abril en vez de ser liberado. ¿Por qué? ¿Por qué ahora?
Enfermedad y muerte
en las prisiones de inmigración
Los grupos que abogan por los inmigrantes en detención suplicaron por la liberación de los migrantes en prisiones privadas cuando todavía había tiempo antes de que se esparciera la infección viral dentro de los centros de detención. ¿Fue la infección del virus del alma la que causó que las personas que tienen las decisiones en sus manos no actuaran sino que más bien diseminaran el rumor de que las poblaciones migrantes que estaban en las fronteras eran causa de peligro del esparcimiento de la infección del Coronavirus dentro de los Estados Unidos?
Y ¿por qué había miles de migrantes detenidos cuando hay tantas otras formas de monitorizarlos sin necesidad de detenerlos? La realidad excesivamente dolorosa del valor lucrativo en la bolsa de valores de la industria de prisiones privadas y de los lobbyists de las corporaciones de prisiones parecería todavía más injusto ahora. Esto debe cambiar, los Estados Unidos no pueden permitir ganancias económicas basadas en el sufrimiento humano.
Los grupos de promoción y apoyo de los migrantes detenidos han descrito y propagado información sobre las condiciones en los centros de detención desde que se empezó a ser conscientes del riesgo de contagio de Coronavirus en dichos centros. Mucha gente está junta en un mismo sitio. Ellos no tienen la oportunidad de lavarse las manos y mucho menos de distanciarse fisicamente el uno del otro.
El país de Guatemala ha informado que la mitad de los deportados de los Estados Unidos son positivos para el Coronavirus. (Los Angeles Times).
¿A que se debe ese deseo de encarcelar y deportar a la gente, de deshacerse de la gente pobre, del desconocido - de los trabajadores que construyen nuestras casas, podan nuestros arboles, nos cuidan el césped y a nuestros hijos, cosechan y preparan nuestra comida? Y más aún que sus contribuciones a nuestra sociedad, los migrantes son seres humanos con todo la solemnidad que eso implica.
¿Qué signnifica la frase los pobres siempre estarán con ustedes?
Hay muchos reportes sobre cómo los pobres en todo mundo y en Estados Unidos, están sufriendo más que otros por la crisis causada por el Coronavirus. Algunos están tomando ventaja de esta terrible situación para silenciosamente implementar políticas que favorecerán al 1% y lastimarán a los pobres, a los trabajadores de la salud y de los supermercados en la línea de fuego, a los que cosechan y empacan la comida que necesitamos para sobrevivir. Y pensamos en los inmigrantes detenidos y encarcelados en prisiones donde el Coronavirus se está propagando. A la luz de estas realidades, buscamos perspectiva en las palabras proféticas del Papa Francisco en su homilía de la misa en Santa Marta del 6 de abril. El Papa Francisco pidió ese día para que todos rezáramos por el serio problema de las prisiones saturadas. En su homilía, reflexionó sobre el Evangelio de ese día (Juan 12: 1-11) en el que María – la hermana de Lázaro y Martha – ungió los pies de Jesús con un aceite caro y perfumado. El evento provocó la respuesta enfurecida de Judas a lo que Jesús respondió, “Los pobres siempre estarán con ustedes.”
El Santo Padre dijo que Judas parecía estar pensando en los pobres, pero no porque se preocupara por ellos, sino porque era un ladrón y, como guardaba la caja de dinero, cogía lo que ponían en ella. -Mateo 25 En su comentario el Papa Francisco comentó que muchos pobres son víctimas de injusticias estructurales en la economía global actual, de los sistemas económicos y financieros.
Nos recordó que la pregunta de Jesús para cada uno de nosotros en el día del Juicio será:”¿Cómo te va con los pobres? ¿Los has alimentado? Cuando estaban en prisión, ¿los has visitado? En el hospital, ¿los viste? ¿Ayudaste a la viuda, al huérfano? Porque yo estaba allí”.
El Papa dijo que seremos juzgados de acuerdo a nuestra relación con los pobres. “Si yo, hoy, ignoro a los pobres, los dejo de lado, creo que no están ahí, el Señor me ignorará el día del Juicio. Cuando Jesús dice: `Tienen a los pobres siempre con ustedes’, quiere decir: ‘Siempre estaré contigo en los pobres. Estaré presente allí’. Y esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio: seremos juzgados por esto”. Oremos para que nuestros anticuerpos católicos nos ayuden a responderle a Jesús en los pobres y a crear una civilización de amor – mas allá de las Pandemias

Tráfico y la línea mágica del agua
por Joaquín ZwickA Marcos Zwick le gustaba decir: “La parte más peligrosa de trabajar en Casa Juan Diego es cruzar la Avenida Durham”. Lo hacía muchas veces al día, yendo entre los diversos edificios que conforman la Casa Juan Diego. Nuestros edificios están unidos por las calles de Shepherd y Durham: cuatro carriles (que pronto serán 5 en el lado de Shepherd) en cada dirección. Un río de tráfico que fluye siempre de Norte-Sur en el gran mar que es Houston, una ciudad en crecimiento de conductores. Estas dos arterias masivas nos traen donaciones de alimentos y ropa, pacientes para la clínica, voluntarios para las casas y la huerta, entregas, ambulancias, autobuses escolares y los muchos pobres que necesitan nuestra ayuda. Por las mañanas, Shepherd está atascada por media milla. Por las tardes, Durham está igual. A veces, estas vías públicas son útiles, ya que las señales de tráfico cercanas disminuyen la velocidad del tráfico a nuestras puertas cuando distribuimos alimentos
CON FRECUENCIA NOS TRAEN SORPRESAS. Un sábado por la noche en febrero, tuve dos llamadas perdidas en mi teléfono, pero contesté la tercera. Era Luisa Zwick, llamando para asegurarse de que me habían notificado que no uno, sino dos vehículos habían entrado en uno de nuestros edificios en la esquina de Rose y Shepherd. Me dirigí hacia allá. Una deslumbrante variedad de luces azules, blancas y rojas cubrían la intersección. Un camión se había estrellado contra un árbol en la esquina, y un pequeño SUV había atravesado la cerca de alambre, «rebotó» en nuestra rampa para sillas de ruedas, el edificio, y a través de
una cerca grande de madera hasta nuestra huerta. ¡Afortunadamente nadie resultó herido!
EL ÁRBOL TAMBIÉN ESTABA BIEN.
Los oficiales de policía, los conductores de grúas y los bomberos hicieron su trabajo normal. Se revisó a las personas, se recogieron declaraciones y se extrajeron los vehículos, no sin agregar al desorden. Nadie fue arrestado. Gran parte del desorden se debió al daño de una línea de agua al edificio cuando el SUV lo impactó (frente a la válvula de corte). El jefe del grupo de bomberos nos ayudó a buscar el medidor de agua durante al menos 15 minutos sin suerte y luego tuvieron que irse.
SACAMOS LAS PALAS.
Y cavamos. Primero, limpiando el lodo extendido en la base del géiser/ pipa para saber la dirección de la corriente, luego en la calle para encontrar el medidor. Nada. Luego, una serie de hoyos de 3 pies cada varios pies siguiendo la línea de la casa a la calle. La rastreamos hasta la orilla de la acera, después de lo cual desapareció. Pagamos la factura del agua, ¡tiene que haber un medidor! Hicimos que alguien fuera con Luisa para poder ver la encuesta de hace 20 años. Nulo. Abrimos la cubierta de la alcantarilla. Fuimos a los medidores de agua en nuestros edificios cercanos y los apagamos. Nada. Cavamos una zanja donde debería haber estado el medidor, según la tubería. Nada. Reiniciamos el proceso que el capitán del camión de bomberos, con su sabiduría y experiencia, nos había mostrado: golpear el césped con una palanca en lugares probables con la esperanza de encontrarlo. Imagina el sonido: un ruido sordo cada pocos

segundos. Quizás con un soplo de esperanza entre golpes sordos. Nada. Llamamos a la ciudad de Houston para pedir ayuda. Dijeron que enviaan a alguien.
EL AGUA CONTINUÓ FLUYENDO.
Las grúas finalmente sacaron el SUV, ya que tenían el camión. La policía nos dio una copia del reporte del accidente y se fue. Las luces se habían ido, el tráfico pasaba normalmente. Envié a toda nuestra gente a casa y me senté en el porche con uno de nuestros varios hombres llamado Manuel, especulando sobre cómo los autos habían terminado aquí, la naturaleza de la línea mágica del agua y si golpear el césped con una palanca podría convertirse en un deporte competitivo.
Después de un rato, le pedí a uno de nuestros huéspedes que regresara y pudimos pensarlo juntos, con su conocimiento de construcción. Comenzamos desde arriba, revisando dos medidores de agua adyacentes,
cavando otro agujero y caminando por el perímetro del edificio. Mientras caminábamos, trabajó en su técnica de golpear el césped. Imaginen nuestro sorprendente deleite cuando, en lugar del sonido de la palanca en el césped, escuchamos metal sobre plástico, a solo unos metros de donde terminaba nuestra zanja. Eureka!
La tubería de agua, mágicamente, zigzagueó debajo de la acera durante unos 2 metros antes de emerger. La cubierta del medidor de agua tenía encima al menos una pulgada de hierba.
Llamamos a la Ciudad para cancelar la visita del técnico 30 minutos después. Dijeron que sí, pero aun así su técnico llegó alrededor de las 9 a.m. la mañana siguiente. Solo pudieron admirar nuestro trabajo de excavación antes de ir a su próxima llamada dominical. Nuestro plomero llegó poco después y colocó una nueva tubería y válvula en la casa. Las cercas tardaron un poco más.