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la ruta hacia el presente

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Don Helmut solía llegar tarde a las reuniones por hacer una parada de último minuto para conversar o pasar a ver una máquina. Pero nadie podía negar que tenía una visión empresarial innata, habilidad con los números y la tenacidad para sacar adelante cualquier proyecto que se propusiera.

Los Inicios

Fabricar moldes es un proceso complejo, preciso y costoso. En esos primeros años, a veces las piezas de plástico no salían perfectas y presentaban rebarba (restos de plástico remanente) que había que eliminar manualmente. Pero don Helmut rara vez se contrariaba y, al revés, disfrutaba sacar adelante su empresa logrando implicar a su familia. Risueño, llegaba de vuelta a la casa y se bajaba de la camioneta con varios sacos de piezas plásticas, para luego anunciarles a sus hijos: “¡Miren lo que les traje para que se entretengan!”.

Isabel, Verónica, Ilse y Gerardo pasaban tardes enteras rebarbando piezas plásticas con una pequeña herramienta, mientras miraban televisión. Ese fue el primer trabajo para la empresa, que desde su origen don Helmut había proyectado como un emprendimiento familiar. Su sueño era consolidar a Hoffens y que quedara como un legado para sus descendientes. Por esta razón, durante las vacaciones de verano muchas veces se hacía acompañar por sus hijas, ya adolescentes, para que ayudaran a separar piezas y atender pedidos telefónicos.

Cada vez más interiorizado en el rubro, don Helmut seguía atento a las nuevas tendencias de uso del plástico en Chile y el extranjero. Al percatarse de que la importación crecía y muchos productos de este material –más liviano y menos costoso que el metal– encontraban mayor aceptación, decidió que Hoffens se pondría a la delantera de esta incipiente industria local.

En el Chile de mediados de los años 70, aún no había un desarrollo importante de producción en serie hecha del liviano, resistente y económico plástico. Aún no asomaban los des- agües, sifones, fittings y tuberías plásticas que le darían su primera reputación a la empresa. La grifería en ese tiempo todavía era de cobre y la más antigua, incluso, de plomo.

En 1975, don Helmut Hoffens tuvo la idea visionaria de fabricar un sifón hecho de polipropileno. Tal vez fue una inspiración propia, o quizás encontró algún producto similar, importado, que decidió mejorar: lo cierto es que en su planta de calle Santa Elena diseñó y fabricó el primer sifón hecho de polipropileno que se instaló en los lavaplatos de Chile.

Posteriormente desarrolló los desagües de lavatorio, cuyos primeros 100 prototipos vendió a una ferretería. Después de despacharlos y sin haber recibido noticias, un mes más tarde el cliente comenzó a llamarlo insistentemente intentando hablar con él, pero don Helmut evitaba responderle creyendo que le iban a reclamar porque el desagüe filtraba o presentaba algún problema. Finalmente, al tomar el teléfono, el ferretero le dijo lo siguiente: "¿Dónde estaba? Oiga, ¡su desagüe es una maravilla! Quiero encargar mil más”.

Don Helmut quedó sorprendido. Mil unidades de cualquier cosa era un número inédito para su pequeño taller, así es que se encerró con sus operarios y los incentivó para sacar la producción a tiempo. El éxito y la gran demanda de estos innovadores artefactos pronto amplió su mercado al de los lavaplatos y lavamanos, convirtiendo a los sifones Loa y Regio y a los desagües Hoffens en un hito de la industria, que hasta hoy es considerado como un punto de inflexión en la historia de la empresa. •

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