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objetoshistóricos
from Hoffens 50 años
by Hoffens
Antigua balanza usada para pesar las materias primas.
Don Helmut llegó al rubro del plástico de manera impulsiva, sin saber nada de esta industria. Su primera máquina inyectora la adquirió ignorando para qué servía, ni cómo se usaba: su única motivación había sido descubrir, por casualidad, que un exsocio –de quien se había distanciado- quería adquirir una máquina inyectora. Investigó al respecto y decidió comprar la misma máquina, a través de un préstamo ya que no disponía de capital.
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A continuación, arrendó un pequeño taller en la calle Santa Elena, en la actual comuna santiaguina de San Joaquín. El barrio formaba parte del cordón industrial Vicuña Mackenna y estaba cerca de varias otras fábricas precursoras de la industria del plástico en el país. Por entonces, el taller solo contaba con la máquina inyectora, marca Schwartz, que aún no sabía cómo hacer funcionar.
Para poder iniciar la producción, don Helmut contrató a Antonio, quien fue su primer operador con alguna experiencia en ese tipo de máquinas. Después de varios intentos fallidos, la inyectora quedó montada y funcionando, para lo cual se compró un saco de 25 kg de material destinado a esas primeras pruebas. Los primeros clientes, don Helmut los consiguió recorriendo fábricas y talleres del mismo barrio, donde ofrecía servicios de maquila de su máquina. Así fue como llegó a producir las primeras piezas plásticas en serie.
Junto a cada encargo, la empresa cliente le entregaba el molde correspondiente a lo que le encomendaba producir: tapas para frascos de perfume o de remedios, tuercas, pernos, piezas plásticas usadas en la fabricación de televisores o lavadoras y escobillas plásticas para el lavado de ropa.
Don Helmut Hoffens visualizaba su proyecto como una empresa de ingeniería. En el ambiente manufacturero del país, la metalurgia era la protagonista y pese a que desde los años 40 existían industrias del rubro, se sabía poco del proceso del plástico. Sin embargo, la ingeniería es una sola y en los moldes estaba la esencia del proceso de inyección industrial, que el fundador de la empresa iría aprendiendo a paso lento, pero seguro. Eran tan imprescindibles los moldes, que don Helmut se instalaba a esperar matriceros a la salida de las fábricas del entorno, hasta encontrar alguno disponible para llevarlo al taller a que le ayudara a reparar los moldes.
La inyectora de don Helmut empezó a funcionar en forma continua y muy pronto, junto a su creciente equipo de matriceros, se abocó a desarrollar moldes propios y con ello, a diseñar sus primeras líneas propias de productos plásticos innovadores. A medida que los encargos crecían, don Helmut fue contratando más operarios. Incluso, para reforzar periodos de mayor demanda, reclutaba alumnos del Liceo Industrial Chileno-Alemán para que hicieran su práctica de verano como técnicos industriales. •