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historia

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MIRAR EL FUTURO sin perder de vista los aprendizajes. Recordar el pasado para iluminar el presente. La huella de don Helmut Hoffens sigue inspirando el día a día de la empresa.

La historia de Hoffens está indisolublemente unida a la de su fundador, don Helmut Hoffens, el hombre que hace 50 años tuvo la visión de crear una empresa desde cero y transformarla en pionera de su rubro, gracias a su gran capacidad de trabajo y una obsesiva búsqueda de la innovación.

Los Or Genes

Olga Ganora fue la mujer con quien don Helmut formó una familia y quien lo acompañó en la aventura de Hoffens. Incluso determinó la salida de don Helmut de la Fuerza Aérea, que marcaría el curso de su vida y lo llevaría a formar la empresa.

Empeñoso y atrevido, don Helmut no ocultaba su admiración por la cultura de sus antepasados alemanes, por lo que la ingeniería, la excelencia y el orden eran principios fundamentales en su vida y en la fábrica. Sin embargo, quienes lo conocieron de cerca coinciden en que también tenía algunos rasgos típicamente chilenos, que resultaron ser muy útiles para sacar una empresa adelante en años de escasez e incertidumbre económica, como ponerle ñeque al trabajo y atreverse a improvisar ante contingencias.

Era un empresario instintivo y si a la primera algo no funcionaba bien, probaba y probaba hasta dar con la solución. Esta inusual mezcla de voluntad alemana e inventiva chilena lo impulsó a levantar una empresa en un momento turbulento para el país y la industria nacional.

Hijo de una dueña de casa y un supervisor de la fábrica Yarur, don Helmut creció en un hogar de clase media a pocas cuadras de la gran empresa textil, en la comuna de Macul. Muy joven ingresó a la Fuerza Aérea de Chile, donde estudió mecánica de aviones y alcanzó el grado de sargento. Durante ese periodo de su juventud, adquirió los conocimientos sobre máquinas y motores que, algunos años más tarde, lo llevarían a crear su propia planta.

A doña Olga Ganora, su compañera de toda la vida y madre de sus cuatro hijos, don Helmut la conoció a principios de los años 50, cuando ella buscaba un lugar donde instalar su consulta de dentista recién recibida.

Don Helmut Hoffens se familiarizó con las máquinas y su mecánica al ingresar a la Fuerza Aérea de Chile. Luego estudiaría para ser contador auditor, carrera que ejerció durante varios años antes de fundar su empresa.

Aunque a él le encantaba la mecánica y los fierros, la sensatez de doña Olga le permitió ver que don Helmut había tocado techo en la Fuerza Aérea, por lo que la única condición que le puso para casarse fue que renunciara y estudiara una carrera profesional.

Enamorado, don Helmut entró a estudiar Contabilidad y tiempo después se casaron. En la época, los contadores se encargaban de la administración de finanzas de las empresas. Don Helmut progresó rápidamente en compañías como Indus Lever y Famasol. Y quizás habría seguido dedicado a los libros contables, si la crisis económica de principios de la década del 70, no hubiera marcado el fin de Famasol, la empresa de artículos de línea blanca en la que trabajaba.

A sus 42 años don Helmut se vio desempleado, con cuatro hijos, por lo que se abrió a explorar posibilidades más allá de su profesión, ya que por esos años muchas compañías en Chile estaban quebrando o en difícil situación. Su experien- cia administrando las finanzas de diversas empresas, sumada a su pasión por las máquinas, lo motivaron a idear un emprendimiento en 1972.

En esta etapa inicial y durante varios años, contó con el apoyo crucial de doña Olga, cuyo ejercicio profesional como odontóloga, le permitió a don Helmut resistir los embates propios de todo nuevo emprendimiento y dedicarse con energía a su proyecto industrial.

Don Helmut Hoffens fue un hombre sencillo y austero. Toda su vida se mantuvo bien físicamente. Le gustaba viajar y escalar cerros, pero definitivamente, lo que más disfrutaba era haber llegado a ser empresario. La comida y los restaurantes no lo impresionaban, él era feliz almorzando en el casino de la planta. Caminaba mucho y no fumaba, algo que le permitió seguir subiendo cerros hasta los 84 años. Y siempre se mantuvo exactamente igual: erguido, delgado y sonriente, con su pelo canoso. •

Antiguo molde de inyección usado en las instalaciones de la calle María Auxiliadora.

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