Ramon de la Sagra

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Herencia18-2

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HISTORIA

Marcos Antonio Ramos

A Ramón de la Sagra y Peris.

Domingo del Monte

Felipe Poey

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pesar de que gradualmente ha ido aumentando el reconocimiento a uno de los personajes que más contribuciones hiciera a los estudios sobre el país cubano, la ciencia y la cultura en general en nuestro siglo XIX, el esfuerzo por hacer resaltar su persona y su obra debe aumentar según nos dedicamos a tributar un reconocimiento mayor. Como tantos otros españoles que se radicaron en la entonces española Isla de Cuba, don Ramón de la Sagra procedía de Galicia, más específicamente de La Coruña, y logró concluir satisfactoriamente sus estudios científicos en la Universidad de Madrid. Había ido a la mayor de las Antillas con sólo 23 años de edad a ocupar una plaza administrativa en la industria tabacalera, pero fue eventualmente designado para dirigir el Jardín Botánico de La Habana y ocupar la cátedra de Botánica del mismo. No sólo se desempeñó como científico y educador, sino como escritor y diputado en Cortes. Tres veces estuvo en Cuba, la primera vez por cinco meses (1821), la segunda con una estancia mucho mayor (1823-1835) y la tercera por diez meses (1859-1860). Como señaló sabiamente Paul Estrade, don Ramón “no traficó, no se enriqueció, tampoco se acriolló. Sin embargo, Cuba se le pegó a la mente”. Era un español de cuerpo entero, pero Cuba pasó a ser parte integral de su vida. No se puede exigir a un español de su procedencia, formación e intereses, una posición política y social exactamente igual a la de muchos de sus amigos y adversarios cubanos. Fueron muchos los que no le comprendieron, entre ellos algunos personajes ilustres de nuestra historia que sin embargo le elogiaron, como Domingo del Monte, Felipe Poey y otros. Se conoce en buena parte su polémica con José Antonio Saco sobre la esclavitud y la economía insular. Algunos le llamaron “humillador de Cuba” (Fernando Ortiz, por ejemplo). Aurelio Mitjans, estudioso de nuestras instituciones educativas, fue aún más fuerte. Podemos leer en colecciones de revistas de la época y de períodos posteriores algunas críticas muy severas. Hasta fue considerado como ignorante y simulador, opiniones vertidas por un eximio historiador tan reconocido como Emilio Roig de Leuchsenring. Opiniones más objetivas procedieron en algún Fernando Ortiz momento de Antonio Bachiller y Morales y hasta del mismo Fernando Ortiz, sin olvidar a Carlos de la Torre y a del Monte. Pero no se alejaron de la crítica, ni modificaron todas las objeciones que se le hicieron. Sin embargo, su rehabilitación se ha ido produciendo sin olvidar los aspectos políticos y personales de las controversias, así como los errores de La Sagra, pues nadie es perfecto. Un estudio más completo nos ayudaría a comprender mejor las dificultades. Por ejemplo, su relación con Saco se entiende mejor cuando se tiene en cuenta que éste sostuvo con La Sagra una polémica sobre José María Heredia, no muy diferente a las opiniones finales de Domingo del Monte con el eximio poeta que había sido su gran amigo y al que llegó a llamar “el ángel caído”. No puede olvidarse que algunos llamaron a don Ramón “negrero, farsante, plagiario, anticubano…”. Más allá de entrar a profundidad en tales cuestiones,

H E R E N C I A C U LT U R A L C U B A N A

/ VOL. XVIII • No.2 • 08-12


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