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HILARIO BARRERO

DE LAS RAMBLAS A BROOKLYN (CÓDIGO DESCIFRADO)

CUADERNOS DE HUMO DOCE


CĂ“DIGO

Para ellos, eres el nombre que te dieron dentro de su legalidad: un signo solamente. Tu otro nombre, el elegido en la noche de la boca de lobo, es solo mĂ­o. Un sonido animal. Y asĂ­ te escucho.


HILARIO BARRERO

DE LAS RAMBLAS A BROOKLYN (CÓDIGO DESCIFRADO)

CUADERNOS DE HUMO DOCE


Primera edición, 7 de julio 2016 Diseño, censura y compaginación: Jesús Nariño Dibujos y garante: Hilario Barrero Nihil obstat y ojeador: Luis Pablo Suárez © Editorial Cuadernos de Humo 34 Plaza St. 604. Brooklyn, NY 11238. Ningún derecho reservado. Entre y escoja lo que quiera. Hecho en USA by Quality Imaging Services, INC.


7 de julio, 1971. Había salido el sol. Como la noche anterior me había acostado tarde, me levanté ese día a las diez. Fui al Club Natación Barceloneta del que era socio. Me bañé, anduve por las duchas, entré varias veces a los vestuarios abriendo y cerrando mi taquilla. Buscaba algo pero no sabía lo que era. Volví a casa, donde nadie me esperaba, comí y me fui al trabajo. Enseñaba por las tardes a los que habían suspendido y la última clase era la de latín en la que traducíamos la Guerra de las Galias. A las diez menos cinco acabamos. Al salir a la calle Diputación la noche, que era un jardín de luminarias y miradas, olía a fuego y noté cómo me quemaba. Caminé lento hasta el Paseo de Gracia. Dudé si ir a casa, a un bar de los de abajo o a comprar el número de julio (que podrían secuestrar) de Cuadernos para el diálogo. Crucé la plaza de Cataluña y en el primer quiosco de las Ramblas, cerca de la fuente de Canaletas, de la que había bebido hacía mucho tiempo, compré Cuadernos y me senté, en una de las sillas metálicas, a ver pasar la vida. Cuando menos lo esperaba, ya a punto de irme, pasaste tú. Desde entonces los ablativos absolutos de Julio César, los editoriales relativos de Ruiz Jiménez y las oscuridades absolutas y relativas del Nagasaki Club dejaron de interesarme. Me dediqué a traducir tu cuerpo, a secuestrar tus noches y a encender tu boca. Siempre encuentro una palabra que ignoro, una idea peligrosa que intentan secuestrar y una noche que sigue quemando. Han pasado cuarenta y cinco años y así estamos.


SIETE SONETOS


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Jueves, 5.- Venimos del Ayuntamiento de pedir una licencia de matrimonio. Nos ha atendido una africana-americana, de modales lentos y uñas grises que, entre otras cosas nos ha preguntado si queríamos cambiar el apellido y si casarnos por lo civil y por la iglesia. Como en la religión que fuimos educados no nos quieren casar lo haremos por lo civil. Tenemos que esperar veinticuatro horas, necesitamos un testigo y hoy hay que abonar, con tarjera de crédito o “money order”, $35 dólares y $25 el día de la ceremonia. Salimos como el que sabe que le espera el mar. Martes, 10.- Han pasado cuarenta y dos años, dos meses y tres días y esta mañana, en Brooklyn, teniendo de testigo al amigo Muñoz, en la víspera del once de septiembre, hemos ido a una boda. Una ceremonia donde la rutina ha sido la nota destacada del acto. Rutina en las palabras de la jueza, torpeza ya que ha llamado a uno de los novios con el nombre equivocado, monotonía en sus gestos y asombro cuando le dijeron que no llevaban anillos. “The chapel” tenía una falsa cristalera e imitaba a una pérgola. Hacía frío. Al salir estábamos deseando llegar al restaurante, Junior’s, para desayunar. No ha habido fotografías. Domingo, 17.- No es que la lluvia no moje como cuando eras un niño, o que el amarillo líquido de los ginkgos no lastime tu mirada o que el roce de la persona amada no te frene la respiración o que al pisar las hojas en el parque no sientas cómo cruje el otoño en tu esqueleto. La lluvia humedece los cristales, la rama del árbol se arquea con el peso de tanta luz y te sabes de memoria el cuerpo que amas. En tardes como estas recuerdas que te falta un milímetro para ser el dueño total. Todavía te pierdes en el parque y sientes escalofríos al no encontrar la salida. Es la vida que te roba ángulos, olores, sabores, perfiles, amores, entradas y salidas. Llueve y anochece: qué fácil es decirlo y que difícil es entenderlo. Me traes una taza de té caliente y humeante oliendo a canela, a miel y a otoño y la lluvia arrecia y uno de los viejos cuartetos de Haydn parece que está recién compuesto como lo está la noche. Tienes miedo de ser tan feliz y temes hacer ruido y despertar a la que duerme. Cómo quisiera saber el milímetro que me falta para no temer a nada ni a nadie. Para ser el dueño de tu universo.

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SIETE POSTALES DEL SUR Y UNA POSTDATA

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Julio, 2016

Es mucho más que cabalito, como decimos los toledanos a las personas cabales. Se acuerda del nombre, de los dos apellidos de sus compañeros de colegio, hace la friolera de casi sesenta años, de los apodos y de los gentilicios de los amigos de su familia, de las paradas de los tranvías, del color del cielo cuando amenazaba tornado, del olor de la lluvia, del ruido del mar. Recuerda los ojos azules de uno de los amigos, los labios sensuales de una amiga, la tez clara de la vecina que vivía en una burbuja, 17


rodeada de mecedoras que rechinaban al mecerse, de lámparas cegadas de polvo, de un piano con tos y unas tías que tocaban la mandolina y el violín. Se sabe de memoria Don Juan Tenorio, A buen juez, mejor testigo y lo que le echen. Meticuloso, pragmático, tímido, racional, en apariencia frío y distante siente un navajazo cuando, digamos, Corelli canta una de las canciones napolitanas que también se sabe o cuando Edita Gruberova canta el aria de la Reina de la noche, de La flauta mágica o cuando Tosca asesina a Scarpia y recita o canta o murmura eso de Avanti a lui tremava tutta Roma. De la zarzuela lo sabe todo y dudaría al tener que escoger una de las siete versiones de Winterreise. Cree en Dios y reza, tiene caridades a las que socorre y sabe con certeza que, cuando le toque y me toque, vamos a estar, de nuevo, juntos ya para siempre. Ha comenzado a buscar un columbario para que guarden las cenizas. Tiene unos ojos de terciopelo y una mirada que acaricia, unos labios de mazapán, lengua de canela en rama. Hay duda de si habrá algún milímetro de su cuerpo no explorado. Se sabe las fechas de sus muertos a los que recuerda a menudo, prefiere un vino del montón para poderle añadir hielo y sifón, odia el verano, se siente como pez en el agua en invierno y, a veces, recita en voz alta poemas de Rosalía o de Curros Enríquez en gallego como si hubiera dejado la aldea hace unas horas. Amigo de las tildes a niveles ejemplares, cuando estuvo en la universidad algunos profesores leían sus ensayos como ejemplo de perfección. Fue siempre un alumno de cuadro de honor. Puede moldear el agua entre sus manos, dibujar con los pinceles de sus dedos 18


caminos de agua en una ladera de piel estremecida. Uno de los días más felices de su vida fue cuando lo jubilaron. El otro fue el siete de julio de 1971. Sabe que es querido por los que le conocen, no tiene enemigos y duerme como un niño, a veces hasta altas horas de la mañana. Al levantarse cuenta sueños poderosos, bellísimos, dramáticos, llenos de detalles. Una tía decía que no había visto a nadie que le aprovechara tanto una ducha. Lleva los libros de cheques y las cuentas con una precisión que para sí querría el partido político de turno en el poder. Le gustan las rebajas, se ensimisma hasta con los anuncios de la televisión, cocina como un chef, plancha camisas como nadie y cuando hay invitados que intentan ayudarle en la cocina, los echa con cajas destempladas. Come frugalmente, toma vitaminas de la A a la Zeta mañana, tarde y noche, pasea y ve la mano de Dios en la pujanza de los árboles, en la riqueza del lago, en el brío de la hierba y se para a escuchar el canto de los pájaros que intenta identificar y localizar y no puede. Conoce a los vecinos del edificio por sus perros y se sabe los nombres de éstos, no los de aquellos. A las ancianas del lugar las tiene en el bote: lo adoran sin límites, es el báculo, el paño de lágrimas, el que les cambia las baterías a la alarma o les hace la compra. Media vida se la ha pasado amando, aunque no lo parezca, a la persona que ama, parte de la otra media la emplea en hablar horas y horas con personas, sobre todo amigas desgraciadas, enfermas, melancólicas, enamoradas de imposibles, amigas que hablan de suicidios, de testamentos, que necesitan de su voz y de sus consejos, en leer sobre todo la obra completa de don Benito, como él le llama, de Dickens, de Saki o de Trollope. Se quedó en Wagner, al que admira, y en Machado, mejor en Campoamor, los pintores modernos son 19


unos pintamonas y en cada calle hay emperadores sin ropa que la mayoría ven vestidos con galas riquísimas. (Hasta lo que escribe o pinta la persona que ama no lo toma en cuenta y apenas si le da ninguna importancia. Como no se la dará a este texto). Sabe latín, en el mejor y peor sentido de la palabra y le hubiera gustado saber leer música. Y lo queramos o no este personaje roza la perfección a pesar de que se inventa dolores, se toma la presión cuando nota “un fuego por el rostro”, tiene el azúcar alto, o eso dice, y cada dos días se lo mira clavándose una aguja en uno de los dedos lo que a uno le parece una crueldad. Es perfecto a pesar de que le comparan con don Manuel de Falla en lo de las abluciones matinales, pues se pasa horas en el cuarto de baño como el compositor parece que hacía, no importa que sea zurdo porque es de derechas, irrelevante que no esté inscrito en ningún partido y de que cuando llegan las diez y once minutos de la mañana del sábado apague la radio con un cierto placer para no escuchar el discurso del presidente de los Estados Unidos de América (que en esta ocasión es demócrata). Es perfecto, créanme, a pesar de que ronca, de que canta fatal, de que se hace el dueño de la colcha y de la cama y de que no sabe bailar y encima no se deja llevar. En su epitafio se podría poner: “Amó a la perfección. Y fue amado”. (En piedra y por escrito).

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CÓDIGO DESCIFRADO

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MIRADAS

La niebla empaña mi mirada y al pasar por el lago ve dos cisnes felices que escriben en el agua un mensaje secreto con mala ortografía y tinta seca que yo puedo leer y tú no puedes. Tú crees que son dos patos que volando hacia el Sur hacen tiempo en el lago cebándose de pan que les dan los vecinos. Dentro de poco ya no estarán mis cisnes ni tus patos, yo seguiré nublado con la niebla y tú verás más claro cada día.

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CEMENTERIO EN NEW HAMPSHIRE Los que abonan con su óxido los rojos incendiados de octubre también fueron felices contemplando el otoño en este cementerio de New England, cercano al mar y en fuego. Al gozar de esta luz de vidriera, clausurada de niebla, se sublevó el azogue de sus hermosos cuerpos y se encendió el deseo entre sus ramas que se abrieron de pájaros y hojas. (Dulce como este sol era su amor.) Ahora permanecen debajo de la piedra, que el rayo del olvido partió por la mitad, conquistando de polvo a los castaños, secando con la sangre de su noche al robledal. Barro ciego en sus ojos. Mientras que acorralados por la lluvia, el temblor de tu agua por mi cuerpo, me haces la propuesta que yo espero, siento cómo la tarde traduce su vidriera y recibo señales de óxido y de fuego en el seco azulejo y me pregunto: ¿Cómo guardar la clave de tus ojos en la piedra caliza de mi historia? ¿cómo crear un código ignorado para el vocabulario de la nada? ¿cómo herir a la muerte ilimitada si ha de robar tu nombre y mis preguntas?

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SIGNO

Prolongado en el tiempo tu signo permanece y, aunque esconde la llave de tu gozo, descifra cada noche la vieja adivinanza del silencio. La reina del Destino, descolgada en andamios de alabastro, traduciendo su mito de mármol malogrado, me expulsa enfurecida del Recinto porque sé las respuestas a sus envenenados acertijos. Cerrándome la puerta me enfrenta al enemigo quien altera mi voz que queda presa. Destronada del friso se inmolará desnuda sobre el fuego sellando el pergamino en su reino de cuero, victorioso tu nombre junto al mío.

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PLAGA

Todavía se aman a pesar de la plaga y encuentran en la noche sus torsos alumbrados sabiendo que la muerte les acecha celosa. Tiemblan cuando desnudos se miran al cristal y ven alguna mancha que oscurece su piel. Con precaución celebran sus huesos arropados y con certeza saben que éste es tiempo de guerra. Oficiando sus ojos un memorial de sombras recuerdan tantos nombres que con pasión se amaron, cuerpos llenos de fuego su coraza encendida y que ahora rescatan del campo de batalla.

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GEOGRAFÍA En Barcelona fuimos una hoguera aquel verano del setenta y uno ardiendo sin llegar a ser ceniza. Después vino una lluvia inadvertida e inundó el cobertizo donde estaba la leña. En Nueva York bajamos al abismo y estuvimos a punto de ser carbonizados. Crecieron unas sombras en la alcoba insistiendo en mezclar su sangre con la nuestra, pero nos protegimos con la muerte que era todo lo que aún nos quedaba. Anoche en Alexandria, junto a ti, iluminados por la dudosa satisfacción del que llega a la meta, éramos dos rescoldos caminando despacio hasta el hotel para dormir en camas separadas, sabiendo que al crecer la luz primera vendrías a mi lado a despertarme.

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BIENAVENTURANZAS

Salimos con luz y volvimos de noche. Regresamos con nieve, casi ciegos. Salimos vestidos y volvimos desnudos. Regresamos con marcas y sin tacto. Salimos lavados y volvimos con sangre. Regresamos con la razรณn turbada. Salimos con vida y volvimos sin ella. Regresamos sin tener dรณnde ir.

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FINAL

Carbonizados, algunos morirán consumidos de fuego, cegados por las algas de la noche otros verán en la profundidad del mar, los elegidos, ceniza numerada, arderán para siempre porque el amor borró sus nombres, tú y yo que hemos sido agua, viento y fuego enamorado seremos un olvido. Solo uno.

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De este cuaderno De Las Ramblas a Brooklyn se ha hecho una edición de cuarenta y cinco ejemplares para dejar memoria perecedera de un amor. Los amigos que saben de esta aventura y la celebran recibirán un ejemplar firmado y numerado.

Siete de julio de 2016.

ejemplar número______


TÍTULOS PUBLICADOS 1.- AGUA Y HUMO Siete dibujos de Pelayo Ortega. Poemas de H. B. 2.- TWO HUNDRED DOVES H. B. II.- MES SEMBLABLES, MES FRÈRES Francisco Álvarez Velasco. 3.- MIRADOR Marcos Matacana Martín. 4.- DONDE ESTÁ EL FUEGO SERIE “que ya dan mis ojos agua”, 1. Catorce poetas. 5.- DE PROSPECT PARK A ZOCODOVER H. B. 6.- LA VIDA EN UN INSTANTE Herme G. Donis. Prólogo de José Luis Morante. 7.- ARRAS (Separata –a-) H.B. 8.- VIEJO MANUAL DE UN TUAREG Gonzalo Almenara. Prólogo de Juan Ignacio de Mesa. 9.- CUENTOS DIMINUTOS José Luis Morante. 10. DONDE ESTÁ EL HUMO 2 SERIE “si el humo no da señales” 11. DONDE ESTÁ EL HUMO 3 SERIE “si llego a arder e iluminar con su llama” 12. De Las Ramblas a Brooklyn. (CÓDIGO DESCIFRADO) HB.


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