Go Mag 135 October 2012

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discos

Nathan Fake
 “Steam days”
 Border Community

IDM. Parte de la ‘culpa’ del ‘catastrófico’ torbellino que causó el puntero sello Border Community allá por la mitad de la primera década del nuevo milenarismo se debe al chico prodigio de Norfolk que nos ocupa. Durante la temporada 2005/06, hablar del sello del molino en el prado era algo así como hablar del nuevo ‘next big thing’; lo más cool del momento. Las sesiones de James Holden se vendían a peso y las producciones de Nathan Fake eran trufas codiciadas: un primer largo (“Drowning in a sea of love”, 06) que aglutinaba todas las bondades del sonido Border Community —esto es, texturas techno dóciles empalmadas entre sí en diversas capas sonoras que permanecen en un punto medio entre el ambient y la melancolía, gracias a unas melodías afiladas que daban una forma irresistible al sonido—. Pero sobre todo, un maxi (Fake siempre ha sido más de singles que de álbums): “The sky was pink”, un himno incuestionable que vale su peso en oro, aunque paradójicamente al final se alzara victorioso el remix a cargo de su capo, James Holden. Tras un extraño regreso al formato largo en 2009 con “Hard islands” (un disco que no era malo pero sí dejaba descolocados esos patrones rítmicos revoltosos y indómitos, aunque por otra parte resultara muy loable el intento de escapismo hacía otros terrenos sonoros), el británico vuelve a los terrenos de juego con ganas de contar muchas

gado reposo en cama durante meses cerró (por ahora) la vía de la reunificación pero abrió, involuntariamente, la oportunidad de otro regreso: la del propio cantatutor. “Don’t be a stranger” se riega de aquellas demos grabadas durante las sesiones que quedaron interrumpidas y palpita unas composiciones que transportan a lo largo de sus once cortes la elegancia y el exquisito buen gusto al que nos tiene acostumbrados el californiano. Canciones de marcado corte intimista y ambiental, donde el pop acústico de espíritu noctámbulo es irrigado en sus matices por una sutil dosis jazzy. Pero, aunque de manera puntual la atmósfera se refresca con tímidos acercamientos al folk (en “I know the bill is due” recuerda a Nick Drake), la sensación global es de una alarmante linealidad. David Giménez

Martha Wainwright “Come home to mama” V2 / Coop

cosas. El problema, por llamarlo de algún modo, es que ya sabemos que nos va a contar, o bien ya nos lo están contando de excelente manera —vía Luke Abbott, el nuevo mago de Border Community—. “Steam days” trae de nuevo bajo el brazo el añejo aroma de aquellos tiempos de idm de principios de los noventa y la nostalgia melódica de la ya citada época del auge del minimal techno de mitad de la pasada década. Y para muestra, el botón que supone el mejor tema del álbum y que, paradójicamente, aglutina en cinco minutos todos los ‘pecados’ que comete el inglés: “Iceni strings”, un valioso tema que huele a himno pero que se sustenta en la clásica progresión de acordes hasta el infinito cósmico. El viejo truco del trilero, vaya. Pero ojo, no todo son trampas en el tercer disco de Fake. Si bien en “Hard islands” encontrábamos temas que parecían una huida del frondoso bosque IDM, existen composiciones nuevas que parecen querer mostrar el boceto de nuevas vías a seguir, como las de temas tan bailables y redondos como “Neketona”. Pero el regusto general que a uno se le queda no es otro que la exhumación de sonidos ya explorados, la de un disco que huele a punto y final y —esperemos— el inicio de otra época. Sirva “Steam days”, entonces, como ejemplo del error en el que tropezamos a menudo: niño prodigio bedroom producer publica prodigioso debut, con un aumento lógico de la exigencia de un público fiel y posterior y a veces inevitable estancamiento (quedas avisado, Nicolas Jaar). Podemos perder el factor sorpresa, pero al menos seguiremos disfrutando de la calidad de las producciones de Nathan Fake. Personalmente, prefiero quedarme con esto último. Beto Vidal

de Yuka Honda (Cibo Matto) y colaboraciones como la de Nels Cline y Jim White, los resultados resultan irregulares: “I am sorry” pavonea de espíritu rock y producción difusa y gruesa, sin embargo “Can you believe it” es un delicioso tema de folk-pop que cuenta con el fantástico protagonismo de los saxos, que elevan quilates los resultados de esta canción; “Radio star” tiene un riff pesado y una línea vocal bizarra, mientras que “Proserpina” parece un cuento oscuro, líricamente exquisito y de ascendencia épica, escrita por su difunta madre, Kate McGarrigle; “Leave behind” vuelve al folk-pop con extraños arreglos de sintetizador y una fantástica linea vocal; “Four black sheep” parece que va a lanzarse a los territorios de la Madonna de “Frozen” pero sin tanto éxito; “Some people” recuerda a una Emiliana Torrini desatada vocalmente, pero con pizpireta y divertida actitud; “I wanna make an arrest” es un intento disco-pop divertido aunque alejado del espíritu del disco, más cerca de la estética del pop barroco; “All your clothes” le ha quedado íntima pero insulsa, mientras que “Everything wrong” sí que da espacio a que los instrumentistas en nómina den muestra del nivel disponible. Inconsistente, pero desde luego, no deja indiferente. Jesús Sáez Menomena “Moms” Barsuk / ¡Pop Stock!

Pop. Menudo refrito estilístico que se ha marcado la hermana mayor de Rufus Wainwright en su primer disco después de cuatro años de parón. Y no me entiendan mal, yo veo dicha ensalada estilística como una demostración de versatilidad e inquietud. El problema en este caso es que no siempre funciona. A pesar de la producción

tos de vista muy diferentes —Justin Harris fue criado por su madre ante las ausencias de su padre, atormentado veterano de Vietnam; mientras que Danny Seim perdió a su madre en la niñez— ambos se vuelcan en un ejercicio de dolorosa sinceridad familiar que compensa el autismo profundo que retrasó una y otra vez la conclusión de “Mines” y corona su habitual acumulación de pistas de guitarra, saxo, bajo, teclado y batería. Curiosamente, pese a algunos momentos de crudeza instrumental (solos de guitarra, el inicio headbanger de “Capsule”) hay aquí más espacio para la voz, lo que deja al descubierto una desconcertante similitud con Damon Albarn (y hasta con Jack Johnson en la erróneamente épica “Pique”). Afortunadamente, la contundencia de “Baton” y la solidez de “Giftshoppe”, “Skintercourse” y la creciente “Tantalus” nos devuelven a la acostumbrada eficacia, esta vez más reposada, de nuestros Menomena de siempre, pese a la extensa (y dispersa, cercana al dramatismo impostado de The Antlers) “One horse” final. Half Nelson

Micachu & The Shapes “Never”

unos cuantos discos dando a las cuerdas un papel (cada vez más) protagonista, y uno se pregunta si el objetivo no será cambiar algo para que todo siga igual. Es decir, dar a sus temas un aspecto más grandioso y serio, más cercano a la neoclásica, para así poder manipular con mayor delicadeza los mismos vaivenes climáticos de los que han estado abusando durante toda su carrera, y que conforman el sello particular del género (y también su talón de Aquiles, ya que cualquier advenedizo recién llegado es capaz de copiar tan sencilla fórmula a la perfección). Conscientes de que la diferencia reside, entonces, en la capacidad para emocionar, los componentes de Mono han decidido dejar de lado el guitarrazo a lo Black Sabbath (al menos en parte) y ahora se dedican a fundir sus instrumentos con las cuerdas en un magma dominado por los efectos y los ecos, hasta el punto de que en muchos momentos resulta difícil discernir qué es lo que está sonando. Eso sí, más allá de esa (innegable) habilidad para cocinar una bonita sopa ambiental, más allá de algunos arreglos con regusto a Nyman, los juegos de intensidad, los baños de distorsión, los ritmos crudos y las habituales escaladas climáticas siguen ahí, y están ejecutados con la habitual maestría. Lo que significa que el aficionado al género encontrará motivos sobrados para adoptar este “For my parents” y llevárselo a casa. Los demás, miren ustedes, se pueden ahorrar el viaje. Vidal Romero

Rough Trade / ¡Pop Stock!

Pop. Pese a su colaboración del año pasado con la London Sinfonietta “Chopped and screwed” (Remote Control, 11), vamos a considerar “Never” como el segundo trabajo de Mica Levi y su banda tras el brillante “Jewellery” (Accidental, 09). En estos tres años, apenas ha cambiado nada: se mantiene la construcción de los temas a base de ostinatos —“Easy” empieza “Never” casi como “Vulture” daba inicio a “Jewellery”— y un muy esquizoide sentido de lo que, para ellos, debe de ser el pop. No hay aquí hits como los de “Golden phone”, “Worst bastard” o “Wrong” sino ganchos sonoros (el ¿teclado? de “Holiday” que acuchilla el sorprendente aire sixties de la canción; el recitado circular de “Slick”) y otros muchos ruidos que apuntalan nuestra atención y nuestra memoria a la hora de reconocer y distinguir las canciones. Se diría que Levi, como un Jackson Pollock musical, sólo pretende dibujar chorrazos expresionistas, explosiones de ritmo con formas intercambiables (tan solo las fantasmales “Top floor”, “Fall” y “Nothing” reducen el tempo, mientras que la final “Nowhere” roza la punkarrada hardcore) y así crear un pop que nunca será popular. Half Nelson

Mumford & Sons “Babel” Island / Coop

Bluegrass tope épico. ¿Hay vida en “Babel” más allá del maravilloso single “I will wait”? Sólo en parte. Cualquiera que haya seguido de cerca al combo londinense a lo largo de los tres últimos años habrá escuchado algunas de las nuevas composiciones con las que han ido salpicando sus directos. Unas canciones que han dibujado muecas de desaprobación y han alimentado el temor de que “Sigh no more” (09) se acabara convirtiendo en un pesado yugo del que no fueran capaces de deshacerse. Así ha sido. Si bien el sonido característico del grupo —con su lírica de influencia religiosa— se confirma de manera sólida, no es menos cierto que el disco transcurre como un ejercicio de estilo desprovisto de alma. Un buen ejemplo es el tema que da título al álbum, intenso y emotivo, pero carente de los matices necesarios para convertirla en una pieza irresistible. Con todo, las notables “Holland Road”, “Lover’s eyes” o “Hopeless wonderer” elevan el listón lo suficiente como para mantener ciertas (frágiles) esperanzas en ellos. David Giménez Murmer “What are the roots that clutch”

Mono “For my parents”

THE HELEN SCARSDALE AGENCY

TEMPORARY RESIDENCE / ¡POP STOCK!

Rock. Después de que en “Mines” (Barsuk, 10) los de Portland coquetearan con el concepto de la posesión, el ahora dúo (tras la salida de Brent Knopf hacia Ramona Falls) presenta este “Moms” centrado en, lo han adivinado, las madres. Partiendo de dos pun-

Post-rock orquestal. Decididos a consolidarse como la cabeza del león dentro de un género tan acotado y predecible como es el post-rock, los japoneses Mono llevan ya

Soundscape. Más que como un músico o un productor, lo apropiado sería considerar al estadounidense Patrick McGinley como un organizador: un señor que recorre el mundo grabando todo tipo de sonidos cotidianos (ya sea el vuelo de un abejorro, el


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