Go Mag #114 Septiembre 2010

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Blacanova MONSTRUOS CON CARA DE NIÑOS De todas las bandas de nuestro país que en los últimos años han intentado conjurar las atmósferas del shoegaze, Blacanova es tal vez la que mayor personalidad demuestra. Y no sólo porque su acercamiento al ruido no se limita a un simple gesto decorativo, en el que los efectos sirven para camuflar una falta de ideas, sino también porque detrás de ese entramado de electricidad estática bullen unas letras inteligentes y perversas. Una combinación que, tras varios EPs autoeditados, acaba de dar su primer fruto en formato largo. Un fruto carnoso y agridulce, repleto de matices y personajes de vida torcida, que llega envuelto con el mismo nombre que la banda, “Blacanova”.

Texto Foto

Vidal Romero Raúl Doblado

“E

n realidad, Blacanova comenzó como una broma”, explica José Perepi, para justificar por qué una banda que lleva varios años funcionando ha tardado tanto en publicar su primer disco. “Todos llevamos mucho tiempo haciendo música”, prosigue, “y hemos pasado por varias bandas, incluso hemos coincidido en alguna de ellas. Pero nunca nos habíamos tomado la música en serio, siempre era un divertimento, una excusa para quedar con los amigos y hacer algo juntos”. Un relajo que en muchos momentos ha lastrado las posibilidades de crecimiento de Blacanova pero que, al eliminar de su agenda las prisas y las ambiciones comerciales, también ha permitido a la banda trazar con calma un universo particular, en el que los primeros sorprendidos parecen ser los músicos. “Un día te atreves a dar un concierto, al siguiente estás grabando una maqueta, alguien te dice que le gustan tus canciones y de repente te ves con un disco en la calle. Es una locura”, concluye Perepi, en referencia a su estupendo debut, el homónimo “Blacanova” (Foehn, 10). Formada en Sevilla en 2005, la banda siempre ha forjado su personalidad a partir de dos elementos básicos: unas letras que juegan con imágenes de perversión y escenarios grotescos, y una música atmosférica y oscura, que maneja influencias del shoegaze, el rock gótico de los ochenta y el primer indie pop. Influencias que, como señala Perepi, no tienen que ver con modas, sino con los discos que él y sus compañeros escuchaban

durante la adolescencia. “En realidad, no me gusta que nos etiqueten como shoegaze”, prosigue, “porque en nuestra música se mezclan muchas más cosas. Pero tampoco te voy a negar que nos ha venido bien la explosión que vive el género y el éxito de bandas como The Pains Of Being Pure At Heart, que manejan todas esas reminiscencias a Jesus & Mary Chain o My Bloody Valentine, o juegan con el ruido. Si hiciéramos grunge, seguro que no nos harían tanto caso”. Eso sí, a diferencia de la actitud de muchas de estas bandas, que no dejan de ser grupos de pop clásico que camuflan su sonido detrás de un muro de delays y distorsión, en Blacanova se miman las atmósferas hasta el punto de que las canciones se transforman por completo cuando se desenchufan los instrumentos. “A veces tocamos en plan acústico y el resultado es sorprendente”, añade Armando Jiménez, cantante de la banda, “las canciones adquieren un tono mucho más dulce, posiblemente porque sale a la luz el corazón pop que hay detrás de toda la parafernalia y los efectos”. El resto del tiempo, la telaraña de electricidad que arman Perepi, Paco Arenas, Pepe Fernández y Manuel Begines funciona como un hipnótico agujero negro, pura fuerza centrífuga. Jiménez es, junto a la otra vocalista, Inés Olalla, responsable de la segunda gran baza de Blacanova: unas letras complejas y muy bien escritas, en las que se dan la mano costumbrismo, surrealismo y un curioso gusto por lo deforme. “En realidad, nos inspiramos mucho en el pasado, en cosas que hemos vivido o que han

sucedido en nuestro entorno”, explica. Episodios que les sirven para atacar después sus grandes temas, “la pérdida de la inocencia, los miedos, el dolor en todas sus dimensiones. Temas que después revestimos con imágenes retorcidas”, y en las que no es raro utilizar técnicas como la escritura automática. “Me encanta amontonar recuerdos en un papel sin pausa y luego construir las letras a partir de ese material”, añade. “Eso le da a todo un aire onírico y surrealista”. Un aire que casa a la perfección con la música, pero también con la cuidada estética de la banda, obra también de Jiménez. “Se trata de reflejar el universo particular que construyen las letras”, explica. Por eso, el diseño del disco y de su libreto “está lleno de imágenes grotescas y monstruosas, montajes en los que se mezclan niños pequeños con alas de insectos, fetos y trozos del cuerpo, como manos o pies, desgajados de su dueño”. Un universo deforme, en el que se nota la poderosa influencia que la Serie B y artistas gráficos con gusto para el mal gusto tienen sobre la banda. Como muestra, el propio nombre de la banda, el perro de porcelana que acompaña a los músicos cuando tocan en directo, Malaquías, o la cita que aparece en las notas interiores: “si ofendes a uno, ofendes a todos”, un fragmento de diálogo extraído de “Freaks”, la mítica película de Todd Browning, y que está ahí “por si a alguien no le habían quedado claras cuáles son las preferencias de Blacanova”, concluye Jiménez entre risas. www.myspace.com/blacanova


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