Habitante 7 - Edición 50

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El Volador

Edición

Especial

50

Villas de La Campiña

San Germán

Abril 2014

Pág. 7

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Pág. 13

El Jordán El tradicional café fundado en 1891, es uno de los últimos vestigios de ese Robledo poblado de parcelas y casas campestres. Ahora, en este territorio, se asoman empinados edificios, algunos de ellos desafiando el poder de la naturaleza. En esta edición, recordamos algunas historias de barrios contadas con diferentes matices y voces, como una forma de recordar cómo empezó a habitarse, contarse y sentirse la Comuna 7, como si fuera una colcha de retazos. .

@Habitantesiete

Distribución Gratuita

Periódico Habitante Siete

10.000 Ejemplares

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Editorial

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Dirección Luis Fernando Muñoz Gómez Comité Editorial Colectivo de Comunicaciones Comuna 7 Comunicaciones Natalí Chamorro Galeano Redacción Fernando Muñoz Gómez Natalí Chamorro Galeano Diseño, Diagramación y Pre-prensa Giovany Ramírez Organización Ejecutiva Mundo Urbano Comunicaciones Impresión La Patria. Los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y pueden ser reproducidos citando la fuente. Cll 75 # 69-194 PBX: 441 66 46 periodico@habitante7.com Cel: 314.872.90.87

Pasado y presente

H

ABITANTE SIETE, un medio comunitario que nació hace un poco más de seis años, gracias al sentido de aventura de unos pocos y del apoyo de la comunidad de Robledo, hoy publica su edición 50, una edición que recoge esas historias de un territorio al que llamamos comuna. En estas páginas hacemos alusión a la memoria, al poder de las historias que nos convierten hoy en quienes somos, a esas manos que cavaron la tierra de las parcelas que hoy llamamos Robledo, desde La Campiña hasta López de Mesa y desde Aures hasta El Volador. Desde su inicio, HABITANTE SIETE quiso recoger las historias de cada uno de los barrios de esta zona de la ciudad que está en expansión y que corremos el riesgo de perder, ¿acaso ya echamos al olvido al Olaya Herrera? Lamentamos, de antemano, no poder incluir los más de 21 barrios que rezan en los documentos de Planeación Municipal ni los más de 40 que existen, gracias a las juntas de acción comunal conformadas, que convierten a la Comuna 7 con la comuna con más organizaciones de este tipo, pero el espacio es poco y las palabras, muchas. La selección aquí presentada obedece a diferentes razones, como ubicación, historias, reconocimiento, cercanía del equipo de trabajo, entre otras. No queremos desconocer importantes sectores como Altamira, Santa Margarita, Pilarica o Villa Claret, de corazón, HABITANTE SIETE siempre ha estado con ellos, contando sus problemas, pero, también, resaltando sus personajes. Por último, quisimos presentar estas historias, con diferentes matices, hilos, voces y colores de Robledo, como una forma de recordar cómo empezó a habitarse, contarse y sentirse este territorio, como si fuera una colcha de retazos.

Este producto se produce e imprime en el mes de marzo, para efectos de cumplimiento de obligaciones contractuales.

ISSN 2322-8628

Contenido Los Pomos

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Ciudad Central

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El Diamante

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Córdoba

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La historia de mi barrio Publicado en la edición 10 (octubre 2010)

“A pico y pala

construimos nuestra casa”

Por Fernando Muñoz Gómez

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ádiz queda en la Vía al Mar y por eso es posible llegar en diversas rutas de buses. Nosotros decidimos tomar la 251. Los reporteros de este periódico fuimos invitados por Jairo Álvarez, presidente de la Junta de Acción Comunal, quien quería contarnos la historia de su barrio. Cádiz fue el último barrio que construyó el Padre García Herreros con su fundación Minuto de Dios. Por eso cuando iban a bautizarlo, algunos habitantes propusieron el nombre de la Fundación, pero al final optaron por llamarla Cádiz, como la finca donde se levantó la urbanización. El terreno fue donado a la fundación Minuto de Dios y los materiales los entregó, en convenio, el Instituto de Crédito Territorial. En 1990, 98 familias iniciaron la construcción del barrio. Algunas venían desplazadas de la Nueva Villa de la Iguaná por las inundaciones que en esa época provocó la quebrada. Otras llegaron de las zonas de alto riesgo en el 12 de Octubre y Picacho. También, arribaron diez viudas de policías que ubicó el Gobierno Nacional. En la época que se construyó Cádiz, dicen que Pablo Escobar pagaba un millón de pesos por cada agente de policía asesinado. Medellín era vista por el mundo como la capital de las drogas y la mafia. Se había convertido en un escenario de muerte y dolor, llegando a ser catalogada como la ciudad más peligrosa del mundo. Sin embargo, Cádiz era un barrio tranquilo cuyos habitantes estaban más preocupados por construir una vivienda para sus familias que por las balas y las bombas. La suerte les entregó la llave de su vivienda

“Teníamos que venir todos los días hasta cumplir quinientas horas de trabajo por familia. A pico y pala levantamos lo que hoy es nuestra urbanización, por eso es que la queremos mucho. La fundación le solicitó a los hombres la libreta militar y a las mujeres el pasado judicial porque Cádiz iba a ser vecina de unas fincas de ricos y de la urbanización Villas de la Campiña”, comenta Edilma Grajales, quien junto a su esposo don Fabio Toro, ya fallecido, participó en la construcción de Cádiz. “Sólo a tres familias le brindaron la oportunidad de escoger la vivienda porque la constructora consideró que eran los más comprometidos y juiciosos. Los demás hicimos cola para introducir la mano en una bolsa negra

donde estaba la llave de nuestra vivienda”, cuenta Fabio Saldarriaga, habitante del barrio. En enero de 1991, Cádiz comenzó a ser habitado. En 1993 fue nombrada la primera Junta de Acción Comunal conformada por Octavio Guapacha, Fabio Toro, Alba Mery Castaño, Fidelino Suarez, entre otros. Guapacha, presidente de la junta en ese entonces, dice que “había mucha solidaridad y se realizaron diversas actividades para lograr el desarrollo de Cádiz. La primera sede de la JAC fue una caseta ubicada donde, hoy en día, está el colegio”. Guapacha agrega: “es muy importante destacar personas que han trabajado por la urbanización como Guillermo Rivera, Manuel Noreña, Gilberto Eusse, Florentino Arboleda, Leónidas Mosquera, Iván Figueroa, Alba Mery Castaño, la familia Andrade, la familia Ciro, la familia Toro y los Guapacha”. “Construimos nuestra casa” El colegio del barrio comenzó en una caseta y con pupitres viejos. Fue bautizado Rafael García Herreros, en homenaje al sacerdote que promovió la construcción de Cádiz, Ismael Castaño fue el primer profesor. Hoy la institución cuenta con las profesoras Claudia y Jenny, quienes trabajan hace tiempo en el colegio, que es reconocido por su buen nivel académico. “En Cádiz no hay espacios deportivos” Los deportistas de Cádiz lograron títulos en microfútbol, fútbol y voleibol, aunque la urbanización no cuenta con escenarios para

su práctica. Miguel Tapias, coordinador del Comité de deporte de la Acción Comunal, se convirtió en uno de los mayores impulsores del deporte en Cádiz. Logró clasificar a semifinales el equipo de fútbol sub 18 en los juegos Ciudad de Medellín y es posible que el equipo de microfútbol sub 16 esté clasificado en el mismo torneo. “Hacemos deporte con las uñas ya que el único espacio para realizar estas actividades está convertido en parqueadero, pero llegó la hora de que nuestro territorio cuente con un buen escenario. Se ha logrado en dos ocasiones consecutivas campeonatos de voleibol en las olimpiadas de la Comuna 7. Si eso es sin espacios, ¿cómo sería con ellos?”, dice Tapias. Cádiz un barrio con ritmo Diez de las 98 que fundaron Cádiz han dejado el barrio, pero, han llegado nuevos habitantes, las casas de una sola planta que construyeron los fundadores ahora cuentan con dos y tres. Los apellidos más famosos son Mosquera, Palacios, Arboleda e Ibargüen, pertenecientes a familias afrodecendientes, en su mayoría, provenientes del Chocó. Los fines de semana, ellos instalan en la calle equipos de sonido para escuchar Reggaetón, Vallenato, Champeta y Calipso. “Cádiz es muy tranquilo y cada quien disfruta sus espacios en armonía. Los negros con su alegría, música estridente y costumbres y los paisas trabajando por el barrio”, comenta Edilma Grajales.


La historia de mi barrio

5 Publicado en la edición 9 (Agosto – septiembre de 2010)

La Cascada, más visible

Por Fernando Muñoz Gómez

E

n el año 1952, el señor René Sánchez quien murió a los 103 años de edad, se constituyó como propietario de las tierras donde se encuentra ubicado La Cascada. En este período, el señor Sánchez presentó a Planeación el diseño del plano y allí le fue otorgado el permiso para comenzar a lotear el terreno. En 1964, la señora Camila Muñoz Restrepo, quien vivía en el municipio de Bello, conoció al señor René Sánchez en un cumpleaños de una amiga en el barrio Villa Hermosa, ocasión en la que él le ofreció un de los lotes del barrio. Días después, ella fue a conocer el terreno y quedó interesada. Muñoz Restrepo aceptó el ofrecimiento de don René e hizo negocio con él, comprando el lote por cuatro mil 250 pesos. En esa época, su salario era de $105 pesos semanales, con los que debía sostener tres hijos que le quedaron del matrimonio, ya que enviudó a los 22 años. Ella pudo adquirir el terreno, gracias a que habló en la empresa donde laboraba; Indulanda, en la que le hicieron tres liquidaciones después de presentar documentos que certificara la compra de dicha propiedad. Muñoz fue la primera habitante de La Cascada y la modista profesional que tuvo el barrio durante 40 años, el segundo comprador fue el señor Hernando Álvarez, luego Rodrigo Londoño, después Orlando Arenas y así continuamente fueron llegando otras

personas. Inicialmente, Luis Hernández, presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Las Margaritas, fue quien ejecutó varias obras dentro del barrio, como el alcantarillado que lo hizo de la mano de la comunidad. Una de las personas que también realizó grandes obras en el barrio, fue el señor Rafael Flórez, Presidente de la JAC de la época, quien vivía en el hoy barrio Enrique Olaya Herrera 1. Durante este periodo, se hicieron los rieles y se empedraron las calles. Flórez llamaba todos los fines de semana a sus vecinos desde las 4:30 a.m., para que salieran a trabajar en el levantamiento y construcción del barrio. Al principio no se contaba con el servicio de acueducto en el barrio, por lo tanto para llevar agua al sector, hicieron un pozo en la quebrada La Cascada y compraron mangueras para que cada familia se conectara de allí y así pudieran adquirirla. Como algo curioso, era que en ocasiones de las mangueras con las que se sustraían el agua de la quebrada, salían algunos peces pequeños o se atascaban dentro del conducto. Durante tres años, hubo muchas dificultades para lograr traer el agua potable al barrio y se generaron algunas diferencias porque los habitantes de La Cascada se dirigían al barrio vecino, Las Margaritas, a romper tubos para conectarse y poder llevar el agua para lograr sobrevivir. Para llevar energía, otra fue la odisea,

y aquí sí, el más arriesgado fue el señor Orlando Arenas, quien llevaba la luz del barrio Las Margaritas en alambre dulce. En esa época, el transporte era la famosa escalera de Boquerón, un 60 negro que lo conducía el señor William Cano, a quien todos lo conocían por sus hazañas al conducir. La escalera entraba primero al barrio Las Margaritas y luego recogía más pasajeros en la vía principal. El primer carro que entró al barrio, fue el del señor Orlando Arenas, un Comando Viasa modelo 69 de color blanco, hoy en día transformado. Hoy La Cascada cuenta en la actualidad con 187 casa de familias números y no está considera como un barrio de invasión, ya que el 90% de los habitantes cuentan con su escritura pública y permiso para construir. En los últimos períodos, con la ayuda de la JAC, se ejecutó un alcantarillado nuevo, atendiendo las inquietudes de la comunidad y dándoles el trámite ante las entidades competentes. Por otro lado, se cambió un puente en madera que conecta al barrio con Las Margaritas en la calle 62C. En la historia del barrio La Cascada, se resalta la lucha de sus habitantes, quienes han compartido desde siempre, una innegable fascinación por el progreso del este lugar.


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La historia de mi barrio Publicado en la edición 11 (Noviembre de 2010) )

Un barrio

de constructores

Por Corporación Mundo Urbano

“E

l barrio Los Pomos inició con una sola manzana de 50 casas. Como las entregaron en obra negra, tocó terminarlas. Teníamos que caminar por senderos llenos de pantano hasta al barrio El Mirador para traer los materiales”, cuenta Mario de Jesús Loaiza Pérez, uno de los fundadores del barrio Los Pomos. Como los habitantes de Los Pomos trabajaban en el gremio de la construcción, llamaban a sus amigos los fines de semana para que les ayudaran a revocar y embaldosar las casas. Camacol es un gremio de empresas constructoras, entidades financieras, y fabricantes y distribuidores de insumos para la construcción. En julio de 1984, ésta entidad urbanizó Los Pomos, por medio de la Caja de Compensación Familiar (Comfamiliar). La mayoría de las casas fueron concedidas a empleados de empresas como Fajardo Vélez, Caputi Uribe, Conconcreto, Depósitos Miranda, Ladrillera San Cristóbal y a algunos contratistas.

Arturo, el tendero A Los Pomos se ingresa por el parqueadero. Lo primero que ven los visitantes es la tienda El Divino, propiedad de Arturo Martínez. Desde hace 25 años, él les regala confites a los niños, pero como muchos de esos pequeños ya son padres de familia, les entrega los caramelos a sus hijos. Arturo dice que el nombre de su negocio “nace de la novela de televisión El Divino. Mi cuñado, que fue el fundador, lo bautizó así y a la gente le gustó. Lo curioso es que cuando quise registrar el nombre en la Cámara de Comercio, ya existía otra tienda que se llamaba igual”.

Rosalba, la secretaria Las vías de Los Pomos son sus senderos. En uno de ellos encontramos a Rosalba Duque, otra de las fundadoras de la urbanización. Ella trabajaba en recursos humanos en la Ladrillera San Cristóbal, donde tramitaba los formularios de sus compañeros para que Comfamiliar les adjudicara viviendas. “Cuando pasaba por el sector del Club Telecom, me imaginaba lo rico que sería tener una casa en Robledo. Sin embargo, nunca llené un formulario para mí. Un día tuve uno en la mano, pero preferí arrugarlo y tirarlo al bote de la basura.”

Duque agrega: “Después lo saqué, me lo traje para la casa y lo aplanché. Al día siguiente lo llené y la Caja me adjudicó la vivienda donde he pasado los mejores momentos de mi vida”. Ella venía de Manrique, un barrio que según ella “parecía un pueblo grande, era muy transitado y además había muchos viciosos. En cambio Los Pomos era como una finquita, tenía muchas zonas verdes que todavía conserva”. Cuando llegaron a Los Pomos, los hijos de Rosalba apenas tenían uno y dos años. Las familias fundadoras eran muy jóvenes y por eso se organizaban en torno a actividades para recrear a los niños. “Ahora no somos tan unidos. Los niños crecieron y se apoderaron del barrio, en el buen sentido de la palabra, y ahora hacen las fiestas por su cuenta. Los espacios para los adultos son escasos, apenas está el grupo de la tercera edad”, afirmó.

Jorge, el conductor Hace 13 años, Jorge Enrique Galvis maneja un bus de la ruta Curazao 250, en el que acostumbran viajar los habitantes de Los Pomos. Él dice que “cada casa la construimos con ayuda de los vecinos. Realizamos brigadas todos los fines de semana y todavía lo hacemos. Somos muy unidos. El barrio resultó tan bueno para vivir que hasta mis hijos se quedaron con sus nuevas familias”.

La madre Aura, la educadora Casi todos los niños de Los Pomos estudiaron en la Escuela Fe y Alegría Villa de La Candelaria, que fue una iniciativa de la madre Aura de la Fuente. La institución surgió como respuesta a una gran necesidad educativa en el sector. Con la colaboración de los novicios de la Compañía de Jesús, ella le solicitó ayuda a varias entidades para ubicar a los estudiantes de forma provisional. La Junta de Acción Comunal ofreció su sede en Barrios de Jesús (hoy Villa de la Candelaria) y ella consiguió un sótano de la casa finca de Radio Rumbos. En estos dos lugares, un poco incómodos, se empezó a trabajar con 250 alumnos. A finales de 1982, fueron terminados los salones de la sede actual. La madre Aura vio la necesidad de trasladar un hogar infantil a este sector y trajo de Belén, el Hogar Moninos. Estas instituciones son parte fundamental de la historia de los jóvenes y niños de Los Pomos. La finca donde se levantó esta urbanización contaba con una gran cantidad de árboles de Pomos, de allí su nombre. Los Pomos es un barrio tranquilo, la mayoría de sus habitantes siguen siendo propietarios, lo que les permite conocerse y vivir en armonía.


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La historia de mi barrio

El pasado del barrio

El Volador

Por Johana Rivera Gil

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uz Helena Suárez, una de las habitantes más antiguas del lugar, quien ha ocupado gran parte de su vida como madre comunitaria en su casona, recuerda con emoción cada situación que vivió con su familia en aquella época en la que sólo había eso de diez casas, una casa finca inmensa y guayabales. Las calles no estaban pavimentadas, tierra roja en las montañas y el espacio lo invadían los árboles. Recuerda que los niños y jóvenes no tenían un espacio de recreación, desde entonces la comunidad entera con sus propias manos, sin ayuda de ningún apoyo económico de entidades, hicieron una estructura, una cancha, aunque no tan equipada y utilizando arcos provisionales, les brindó a los habitantes un nuevo espacio de alegría. En momentos de escasez de agua, la quebrada la Malpaso fue el lugar donde muchos de los habitantes satisfacían su necesidad de bañarse, lavar la ropa, hacer de comer y, curiosamente, pescar; en ese tiempo, el agua de la quebrada era potable. “La gente de Córdoba y El Diamante venían a este lugar a pasar un rato agradable bañándose”, afirma con una risa picarona, Linda Danielly Parra, presidenta de la Junta de Acción Comunal. Una de las anécdotas que recuerda Helena Suárez es que en los años 70, tiempo después que el sector estuviera más poblado, llegó un inspector a hacer desalojo: “Es muy curioso porque cuando el señor llega a echarnos a todos, una vecina se lo lleva para una tienda y entre todos lo emborrachamos, la pasamos tan bien que él se arrepintió”. Doña Martha Quintero, otra de las primeras personas en habitar el barrio, se acuerda de aquella época en la que sólo había un baño y una llave de agua para todos: “Nos bañábamos con una caneca o manguera en vestido de baño”. Al tiempo de haberse poblado, en los años 80, llegaron y los sacaron del barrio: “Todavía recuerdo que nos sacó el supuesto dueño que era de Pereira, pero no nos dejamos, sabíamos que al que le habíamos comprado no tenía nada que ver con éste, hasta el periódico El Mundo vino y nos hizo un reportaje, fue una experiencia que no voy a olvidar”, cuenta Doña Martha. Hoy El barrio cuenta con las calles pavimentadas, casas con más de tres pisos, una cancha de fútbol más estructurada, semáforos, alcantarillado, tranquilidad y, sobre todo, gente con ganas de hacer del barrio el mejor.

Publicado en la edición 29 (Abril - mayo de 2012)


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La historia de mi barrio

En la memoria de

Bello Horizonte Por Fernando Muñoz Gómez

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Publicado en la edición 5 (Abril de 2010)

Foto Camilo Quintero

aminando por la Comuna 7 - Robledo, nos encontramos en una de sus esquinas a don Samuel Gómez, adulto mayor, como dicen ahora, bonachón y formal. Lo veníamos buscando con la intención de conocer cómo fue fundado el barrio Bello Horizonte. Nos invitó a su casa y mientras íbamos camino a ella, nos contó que su familia fue la quinta en llegar al barrio, aunque en esa época, más o menos 1969, pertenecía al barrio Robledo – El Diamante. Todo lo comenta con una alegría reflejada en su rostro, que demuestra la felicidad que siente al vivir en Bello Horizonte. La pregunta obligada, y que hasta el cronista más experto habría hecho, llegó tras ingresar a su casa: ¿Por qué se llama Bello Horizonte? Lo Interrogamos. “Porque cerca de la carrera 80 habían unas casas de los ricos que se llamaban así y que cuando nos independizamos de El Diamante tomamos la decisión de llamarnos como ellos, en ese momento el presidente de la Acción Comunal era don Honorio Ruiz”, contó don Samuel. En el transcurso de la conversación, don Samuel nos fue explicando cómo un hombre oriundo del municipio de Santuario, agente de tránsito de profesión, llegó desde el municipio de Sonsón al barrio Buenos Aires, donde se radicó por solo tres meses, pues un amigo suyo le sugirió comprar un lote por 5.500 pesos, para pagar cuotas de dos pesos mensuales. Con esa suma de dinero, estableció su sitio de vivienda hasta hoy, en Bello Horizonte. Nos cuenta que fue presidente de la Acción Comunal por tres períodos y siempre ha estado en algún cargo directivo y que desde allí ha visto el desarrollo del barrio. Como la escuela que comenzó donde era la seda de la Acción Comunal. Hoy cuenta con su propia sede y es un moderno colegio. “Cuando llegue aquí, no existía alcantarillado ni luz, menos teléfono. Nos tocaba robar el agua de la tubería que pasaba por el barrio hacia Robledo – El Diamante. Así pasaron varios años, hasta que aprovechándonos un poco de mi uniforme de policía y como presidente de la Acción Comunal, logramos que se nos colocaran los servicios y que pasara una ruta de buses”, comenta don Samuel con orgullo. Como la de don Samuel y Bello Horizonte, hay muchas historias en Robledo, que se mantienen en la memoria de cada barrio y que HABITANTE SIETE les contará en cada una de sus ediciones.


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La historia de mi barrio Publicado edición 31 (Julio – agosto de 2012)

“Quiero mucho mi barrio” Por Johana Rivera Gil

H

ace 42 años fue fundado el barrio Luis López de Mesa, nombre otorgado en honor al escritor y político colombiano. En ese tiempo, el Instituto de Crédito Territorial entregó unas casas, pero las personas debían llevar un crédito llamado Plan Alcancía y pagar una cuota inicial de doce mil pesos, luego, mensualmente, pagarían 639 pesos durante 15 años. Las casas que entregaron eran embaldosadas, con un lateral listo y pintado; el otro en adobe gris y unifamiliar. Tenían sala comedor, tres habitaciones, un baño y un patio que la gente aprovechó e hizo otras habitaciones. “Yo viví en una casa que tenía seis habitaciones, sala comedor, cocina, baño y pagaba mil pesos”, comenta Luz Marina Flórez, presidenta de la Acción Comunal de López de Mesa. Al principio el barrio no fue tan bonito, pero poco a poco con la ayuda y gestión de las mismas personas lo fueron organizando,

por eso, viendo el progreso, muchas personas decidieron comprar casa en ese sitio, lugar caracterizado por tener un toque campestre, debido a su arborización. Años atrás no existía Acción Comunal, una de las primeras personas que lideró ese proceso fue María Eugenia, que por falta de sede, las reuniones eran realizadas en una casa, como también las misas eran hechas en la Institución Educativa Luis López de Mesa porque no tenían, pero ahora cuenta con una sede social, y con una iglesia llamada Santa María de la Virgen. Flórez ha sido una de las personas que ha velado por el desarrollo y la organización del barrio; por eso, algunas calles destapadas fueron organizadas, por gestión de ella y con ayuda del Presupuesto Participativo. Con el gran progreso que ha tenido el barrio Luis López de Mesa, ahora cuenta con el parque lineal La Quintana, la biblioteca To-

más Carrasquilla, la Institución Educativa Luis López de Mesa, la iglesia Santa María de la Virgen y los jardines que las mismas personas siembran y cuidan, porque en cada esquina de este barrio, no falta el jardín que da un toque muy ambientalista. A Helen Blanco fue una de las cosas que más le gustó, por eso decidió comprar su casa en este barrio: “Pasaba por aquí constantemente y veía las casas, me enamoré de este barrio, limpio y tranquilo”. Cada persona que habita allí es solidaria con sus vecinos, por eso se respira calor humano y calidad. Allí en López de Mesa, las personas tienen un gran sentido de pertenencia, “yo quiero mucho mi barrio”, apunta Luz Marina. Por eso sin duda alguna la palabra para definir al barrio es excelencia. En el barrio todavía habita algunas de las fundadoras que son Gloria Querubín, Teresa Guerra, Martha Álzate, Julia Gómez, Mari Zuluaga.


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Curazao,

La historia de mi barrio Publicado en la edición 7 (Junio de 2010)

mayor de edad

Por Catherine Cataño

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urante los recorridos que iniciamos en HABITANTE SIETE, rescatando las memorias de cada uno de los barrios que conforman la Comuna 7, el sábado 12 de junio, por invitación de Neycer Mejía Bedoya, coordinadora del Comité Ambiental de la Acción Comunal, llegamos a unos de los sectores donde la naturaleza lucha a brazo partido para no permitir que el cemento la desplace y lo único que miremos a nuestro alrededor sea color gris, el barrio Curazao. Con la señora Neycer, iniciamos el recorrido y llegamos a la casa marcada con el número 76 CC Nº 90B – 17, propiedad de la señora Berta Elena Londoño, quien nos recibió con la cordialidad de quienes aman su barrio y quieren contarle a los demás, lo bueno que es vivir allí. Doña Bertha junto con su familia fueron los primeros en habitar el barrio, un 25 marzo de 1992, hace ya 22 años: “Aquí crié a mis hijos y los he visto ser hombres de bien”, afirma. Curazao nació con 292 casas, las cuales fueron construidas por la entidad Óptima y

al sitio don Bernardo y Juan Carlos, vecinos comprometidos con el desarrollo de Curazao. Sus comentarios apuntaban a que la administración no realiza intervención en Curazao, porque tienen las zonas comunes cerradas y eso indica que es una urbanización privada. Con sus propios recursos, los residentes realizan el mantenimiento, la poda e iluminación de las zonas verdes, pero don Bernardo considera que eso es justo, ya que ciertas partes del barrio fueron cerradas, para lograr seguridad ante el fácil acceso para cualquier visitante. Dentro de sus luchas, está también el poder implementar un parque mirador en la zona, ya que en la parte alta del barrio se tiene una panorámica envidiable en el sector. Curazao, siendo una de las urbanizaciones más jóvenes de la Comuna, a su mayoría de edad, aún conserva el ánimo de sus habitantes que Siguiendo con el recorrido, llegamos a la han logrado hacer de este lugar, un buen viunidad deportiva, donde nos encontramos videro, donde se respira aire puro y se vive con la primera tienda que nació en el barrio, la mucha tranquilidad, a pesar de las zozobras a de don Roque. Entre charla informal, llegaron veces normales de la ciudad que vivimos. financiadas por Comfama. Hoy en día tiene más o menos de 350 a 400 casas, ya que las casas de un piso que entregó la constructora, en su mayoría, ya tienen dos o más pisos. Le preguntamos a la señora Bertha por qué el nombre Curazao, a lo que nos contó que el barrio lleva éste nombre, debido a que en el lugar donde se construyó, existían muchos árboles denominados Curazao y de ahí nació la idea de llamarlo así. Las zonas verdes, resaltan la tranquilidad de recorrer este bello sector, senderos donde a un lado están las casas y al otro lado la naturaleza, le dan una vista de sitio campestre. La mayoría de los habitantes de Curazao llevan residiendo en el barrio entre quince y 18 años, lo que ha hecho que entre vecinos se reconozcan, comenta Yaneth Rodríguez, presidenta de la Acción Comunal.

Este medio es apoyado parcialmente con dineros públicos priorizados por habitantes de la Comuna 7 (Robledo) en el Programa de Planeación Local y Presupuesto Participativo de la Alcaldía de Medellín.


La historia de mi barrio

11 Publicado en la edición 21 (Julio de 2011)

Barrio Cementerio

Ciudad Central

Fotos Elvis González

Por Leandro Vásquez

C

iudad Central no es como algunos barrios de la ciudad donde las calles apenas las recorren los gatos y el viento, mientras los habitantes aguardan la noche en las frías tumbas de sus casas. Por el contrario, en este lugar se agita la vida. En las tardes, sus pobladores departen en las fueras de las casas, los

Una voz de ultratumba Eran las tres de la mañana y a Yaneth Rincón Díaz la despertaron los quejidos de una mujer. La voz de ultratumba le puso los vellos de punta, despertó a su esposo para contarle, pero él le pidió que lo dejara dormir. Al día siguiente, Yaneth, antes de acostarse, guardó la biblia bajo la almohada. Un sacerdote le sugirió que encendiera el radio, pero esa noche, su esposo, Pedro, tampoco pudo conciliar el sueño. La voz no paraba de lamentarse, era más potente que las palabras de los locutores, más poderosa que sus oraciones. Lo más extraño es que sólo se escuchaba desde su cuarto. En las habitaciones de sus hijos y en la sala todo era tranquilidad, por eso decidió que un sacerdote bendijera la casa con oraciones y agua. La voz calló y Yaneth duerme tranquila, pero todavía no sabe de dónde provenían aquellos lamentos que los atormentaron durante una semana hace 24 años.

Lomas del terror Los predios donde está el barrio Ciudad Central pertenecían al Cementerio Universal, varios habitantes, cuando reformaron sus casas, descubrieron huesos sepultados. Otros, como Yaneth,

niños juegan en los columpios y los jóvenes practican fútbol en la placa polideportiva. Para ellos, el nombre que figura en el recibo del impuesto predial, Barrio Cementerio Ciudad Central, no es más que un hecho curioso que no los acompleja, aunque está ligado a la historia de su territorio.

juran que convivieron con espíritus y algunos cuentan que tienen fantasma propio y cuando llegan del trabajo lo saluda como a otro integrante de la familia. Luz Elena Londoño Muñoz dice que debido a la cercanía de Ciudad Central con el conjunto residencial Lomas del Pilar, cundió entre los conductores de taxi una expresión que se convirtió en la formula popular para orientar sus carreras: “Señora, ¿va para Lomas del Pilar o para Lomas del Terror?”. “Las personas compraban casa en Ciudad Central porque eran baratas y el barrio estaba ubicado en un lugar estratégico, es vecino del Terminal de Transporte del Norte, de los hospitales y queda cerca del centro de la ciudad, pero cuando se daban cuenta que esto antes era un cementerio, muchas personas se fueron”, comentó Gustavo Osorio Lezcano. Ciudad Central no sólo ocupó los predios que antes eran del cementerio, la inseguridad del sector, que era padecida sobre todo por las mujeres, obligó a los habitantes a crear una trocha a través del Cementerio Universal que desembocaba en la carrara 65. “A pesar del miedo, preferíamos pasar por el cementerio. Yo regresaba del trabajo a las siete de la noche y caminaba en puntillas para no pisar las cucarachas”, afirma Ruth Sánchez.

El impulso de la Comuna 7 En los terrenos de Ciudad Central sí se sepultaron cadáveres, pero cuando se empezó a construir el barrio, habían dejado de ser utilizados como cementerio. La Curia quiso convertirlos en un parque cementerio, pero al parecer las propuestas de los urbanizadores eran más llamativas. “La aparición de Ciudad Central obedeció al impulso que tomó la Comuna 7 en los años 80 con la urbanización con Lomas del Pilar y la Unidad Residencial Altamira. Además había una actividad industrial en el barrio Caribe y hospitalaria con el Pablo Tobón Uribe, la Clínica Cardiovascular y la Clínica Bolivariana”, comenta Luz Elena Londoño. El barrio fue construido por la empresa Carlos Echavarría ltda. y comercializada por Acrecer Vivir. La primera etapa se entregó en octubre de 1986 y la otra un año después, en total fueron 360 viviendas. Ciudad Central linda con los barrios Córdoba, López de Mesa, Alfonso López, Francisco Antonio Zea, la Candelaria y el cementerio Universal, está muy cerca de la Terminal de Transporte del Norte y entidades hospitalarias como el Pablo Tobón Uribe, la Clínica Cardiovascular y la Clínica Bolivariana.


La historia de mi barrio

12

Por Catherine Cataño Penagos

Publicado en la edición 8 (Julio 2010)

Villas de La Campiña,

paraje tropical

Fotos Camilo Quintero

V

illas de La Campiña es un barrio ubicado en el occidente de Medellín. El radio de acción está comprendido entre las calles 64 y 64GG y las carreras 94 y 94 CC. Su nombre proviene del significado de las palabras “Villas” que hacen referencia a una casa de campo y “Campiña” que es un terreno de carácter paisajístico. En pocas palabras, el nombre según sus antecedentes, hace alusión a un terreno que representa un “paraje tropical”. “El nombre de nuestro barrio hace referencia a estar viviendo en medio de La Campiña tropical en el occidente de Medellín. Es un error de los residentes y vecinos denominarla con el nombre singular Campiña, pues el nombre original y verdadero de la Urbanización es ‘Villas de La Campiña’ y es una forma geográfica para distinguirla de otras dos que hay en el vecindario ‘Campiña Diamante’, en el sector del Diamante y ‘Villa Campiña’ ubicada en la parte alta de Tulipanes”, indica Oscar Pérez, Presidente de la JAC. El terreno donde se encuentra ubicado el barrio, era un área de grandes fincas y estancias rodeadas de pinos y pomas que dominaron durante algún tiempo. En los años 80 comenzó el proyecto urbanístico, Ramón H., un señor que sería el propietario de un lote donde estaba ubicada una gran finca llamada Betania, decidió construir sobre ésta. En el año de 1985 fue fundada la Urbanización Villas de La Campiña y en julio del mismo año fue entregada la primera etapa de la urbanización que comprendió entre la carrera 94B con la calle 64, hacia arriba y se extendía hasta la 94B con calle 64GG, que la componían unas pocas cuadras. La mayoría de los residentes que fueron llegando al barrio eran parejas muy jóvenes que tenían entre dos y tres hijos. Al ser tan pocos habitantes, entre vecinos eran muy unidos y tenían la costumbre de reunirse continuamente, para llevar a cabo sus tertulias en la casa de la familia Uribe Buitrago, ubicada en la esquina de la segunda cuadra. En sus inicios, no se contaba con el servicio de telefonía ni de transporte para el lugar. Sus residentes tenían que caminar hasta la Vía al Mar a tomar el bus de San Cristóbal o el de Las Margaritas, e incluso debían llegar hasta el descanso de la loma de Robledo para tomar esa ruta, que llegaba a El Centro. Los taxis que eran muy limitados, pues no subían hasta el parqueadero del barrio. En 1986 fue fundada la Parroquia San Irineo, ésta tuvo su inicio en un garaje de una vivienda ubicada en la entrada del barrio y que pertenecía a la familia Jiménez, sin embargo, con el tiempo la comunidad fue aumentando y era casi imposible celebrar una eucaristía. Los primeros indicios de negocio se dieron cuando algunos residentes vendían a sus vecinos, varios productos de primera necesidad dentro de sus propias casas. Luego el señor Arturo, residente de la época, estableció

la primera tienda y de ahí en adelante poco a poco se fueron acondicionando más casas para abrir distintos locales. El proceso urbanístico de Villas de La Campiña, continuó con la segunda etapa que comprendió entre las carreras 94 a la 94B y entre las calles 64 y 64F. El proyecto inicial estaba conformado por 540 casas unifamiliares, pero hoy en día algunas han sido transformadas de tal manera que han hecho pequeños edificios de dos y hasta cuatro apartamentos individuales, resultando un promedio actual de 900 casas. Con el pasar del tiempo fueron implementando las líneas telefónicas por sectores hasta cubrir definitivamente todas las casas del barrio. Por otro lado, se comenzó con un solo bus de la ruta 250A que salía de la urbanización hasta El Centro a las siete de la mañana y regresaba a las siete de la noche. Al cabo de dos años, Villas de La Campiña fue creciendo en cuanto al número de casas y de habitantes, y así mismo se comenzó a impulsar la primera Junta de Acción Comunal, dirigida por Magola Rendón. Durante este período se crearon parques de diversión, se sembraron algunos árboles en las zonas verdes y se trató de mejorar el transporte. La segunda Junta de Acción Comunal, que estaba dirigida por Jhon Mesa, pensó en aprovechar un gran terreno que estaba ubicado en la parte baja sobre la derecha del acceso al barrio, que estaba desperdiciado con maleza y convertirlo en un centro educativo, pero este proyecto no se llevó y se decidió por una placa polideportiva. En 1991, Coldeportes Antioquia comenzó dicha construcción y en noviembre fue entregada a la comunidad. El barrio sufrió una transformación luego de que en sus alrededores comenzaran hacer construidas una gran cantidad de unidades residenciales. Una vez poblada la urbanización, tomó un impulso comercial muy importante, que a la fecha, se denota ese crecimiento, pues las urbanizaciones vecinas dado la variedad de servicio comercial que se encuentra dentro del sector, se desplazan hasta el barrio hacer su mercado y surtir las alacenas de sus hogares. “Es tanta la población variante en la urbanización, que uno se subía a un bus y saludaba a todo el mundo con nombre propio dado que entre todos nos conocíamos; hoy en día, aborda uno el transporte y es común no conocer a nadie hasta el grado de consultar con el conductor, sí ese pasa por Villas de La Campiña. Esto nos da una idea de cómo ha crecido nuestro entorno residencial”, comenta Oscar Pérez. Son 25 años donde el entorno de la Urbanización Villas de La Campiña ha cambiado su paisaje verdoso por edificios residenciales. Todo el alrededor donde antes eran fincas cafeteras y caballerizas, se han convertido en viviendas de interés social y el trinar de las aves al amanecer, se cambió por el tránsito vehicular y el ruido de los establecimientos comerciales que hoy en día abundan.


La historia de mi barrio

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Por Johana Rivera Gil

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ace aproximadamente 150 años se fundó el barrio San Germán, uno de los primeros sectores campestres habitados en Medellín. Inicialmente, el barrio estaba determinado por montes y trochas. Según don Jairo Mejía, residente hace 79 años en el sector, su nombre hace alusión al Santo Germán de Constantinopla e igualmente al recordado sacerdote Germán Posada, quién fundó la iglesia que lleva el mismo nombre: “Recuerdo que este cura con la ayuda de la comunidad gestionó donaciones de los materiales para edificar la iglesia. Cada familia llevaba un adobe, así se aumentó la cantidad de materia prima y todos fueron construyendo el recinto”. Daniel Franco, uno de los fundadores y dueño de casi todos los terrenos del barrio, fue la persona que donó el espacio para construir la iglesia; ha sido recordado como una persona caritativa y generosa quien obsequió tierras a los más pobres y vendió barato a los otros. Don Jairo recuerda que “don Daniel era un alma especial, un ejemplo del barrio, un patriarca. A mi abuelo Jesús Mejía, le regaló un terreno y hoy estamos muy agradecidos con él”. La juventud en aquella época fue divertida, La Iguaná y la Pala eran los puntos estratégicos de recreación, en los cuales se divertían haciendo huecos gigantes en la arena para formar piscinas. Incluso, cuando llovía fuertemente, observaban la “borrasca” que descendía por la quebrada. Otra de las diversiones era jugar a la “chucha” y al “escondidijo” en las zonas verdes. Los habitantes del barrio han luchado por ver progresar un lugar que ha sido representado por su fauna y flora y por mantener el respeto entre todos; incluso, anteriormente su forma de tratarse era bastante particular, el llamarse por sobrenombres identificaba a cada persona. “Recuerdo que cuando yo era niño me sentaba ansioso con mis amiguitos a esperar a que mi mamá se bajara del tranvía y cuando la veía llegar, mis gritos hacían alusión a su nombre: Mayía Mayía, gritaba yo por decir María, y así me dejaron de sobrenombre. También se me viene a la cabeza apodos como pate ‘coca, chepe, semáforo”, recuerda don Jairo con una gran sonrisa. San Germán ha tenido lugares representativos como El Castillo, una casa con forma de castillo ubicado en el Cerro El Volador donde se hacían tertulias, incluso se prestó para dar posada a los que no tenían donde vivir; la finca la Isabella, ahora Club Social; la quebrada la Iguaná, una zona recreativa en tiempos anteriores; la fundación Bienestar Animal (albergue de caninos) que se ha encargado de proteger los animales, entre otros. Hoy el barrio cuenta con una iglesia moderna, una placa deportiva, Junta de Acción Comunal representada por María Luisa Arredondo, un centro odontológico, instituciones educativas a su alrededor y tradicionalmente la fauna y flora que jamás desapareció.

Publicado en la edición 32 (Agosto - septiembre de 2012)

San German,

un recorrido histórico

Fotos Elvis González


La historia de mi barrio

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Publicado en la edición 33 (Octubre – Noviembre de 2012)

El Diamante,

una promesa comunitaria

Foto Camilo Quintero

Por Corporación Mundo Urbano

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uando los hermanos William y Juan Cock Arango, compraron aquel terreno pedregoso lleno de lodo en época invernal, denominado en aquel tiempo “Quebrada Seca”, sabía que para sus compradores no sería sencillo fundar un barrio, pues ser vecino de los ricos de Medellín, traería consigo varios problemas. Aun así, los señores Cock decidieron financiar terrenos a precios favorables y establecer un asentamiento en las tierras de la familia Zapata, hoy en día ‘Robledo el Diamante”. Cuenta la Señora Mercedes Vasco, la cuarta en comprar un lote en tierras del Señor William Cock, que su terreno fue adquirido en 1964 por $ 6.350, el cual fue pagado en cuotas de $ 250 mensuales y una inicial de $500. Fue nombrado El Diamante, debido al terreno pedregoso que encontraron los Hermanos Cook y quienes compraron los primeros lotes. Muchos de aquellos ricos eran extranjeros y no querían lindar con los nuevos colonizadores, para ellos se clase baja. Cuenta la gente que sus ex vecinos adinerados, eran personas que llegaron después de la segunda guerra mundial. Por tal motivo la desigualdad social y las influencias de la clase pudiente hicieron de las suyas. El levantamiento de las viviendas no fue fácil, porque quienes residían en el lugar, hacían uso de sus influencias con la policía de aquel tiempo y los perseguían constantemente. “Los carabineros nos quitaron las picas y las palas dos veces, siempre nos tocaba correr” comenta la Señora Vasco. Ante la tensa situación, el urbanista William Coock, tras ganar una demanda, le comunicó a los dueños de los lotes: “El primero que levante un ranchito y ponga dos banderas, una de Colombia y otra de Antioquia, ganará el pleito”. Relato la Señora Vasco. Y así fue, en junio de 1964 se izó la primera bandera que daba por terminada la época de zozobra para las familias que no daban por perdido sus lotes, unos de 8 X 25 y otros de 8 X 30. Se iniciaba la época de La de don Noel Saldarriaga. Para quienes lo conocieron, aquel Señor de estatura mediana y serio en sus apariciones, partió la historia del Diamante en dos. Fue considerado por sus amigos y conocidos como un líder sobresaliente convirtió en un ejemplo a seguir.

Don Noel Saldarriaga llegó a El Diamante en 1968, según la memoria de doña Mercedes Vasco, cuando el sendero pedregoso que servía de acceso al barrio, apenas llegaba hasta lo que hoy en día es la carrera 85. Casi de inmediato, notó la necesidad de una vía que comunicara a las viviendas de la parte alta con el resto de la ciudad, ya que era difícil sortear una situación de emergencia. Un día me tocó salir con mi esposo intoxicado, a golpear en las casas de los ricos para que lo llevaran a un centro de salud. Ellos no me hicieron caso, entonces me fui para donde el padre a que me ayudara”. Relató la Señora Vasco. Por situaciones como aquella, el señor Saldarriaga reunió a la comunidad y, haciendo uso de su experiencia como líder comunitario en otros barrios, conformó la segunda junta de acción comunal. Su primera labor fue gestionar el alargue de la vía y, de la mano de la comunidad, se alcanzó el primer gran avance hacia el desarrollo infraestructural del barrio. En 1969, la carrera pavimentada se encontraba a disposición de los habitantes. Pero no sólo se trataba de una vía, porque aquel Diamante seguía en bruto. No había servicios de electricidad y alcantarillado, al menos legalizados. El agua utilizada para el aseo doméstico y personal, era recogida de un nacimiento cercano, por ende no era potable. Para adquirir el líquido consumible, los habitantes hacían filas de toda una madrugada, buscando aprovechar la apertura del tubo entre la 1 y las 5 a.m. La electricidad era de contrabando. Se improvisaron postes de madera sobre los cuales colgaban cables de aluminio que la conducía desde un transformador ubicado donde es ahora la glorieta de la 80. “Esto parecía un cementerio”, cuenta la señora Mercedes Vasco, refiriéndose a las estructuras con forma de crucetas. Las conexiones ilegales dejaron un saldo de cuatro muertos. Ante la situación, el señor Saldarriaga y la Junta de Acción Comunal, tomaron cartas en el asunto. En 1970, luego de una ardua gestión legalizaron los servicios a las cerca de cien casas que había en el sector. Eran buenos tiempos para el barrio, pues no disponían de líneas telefónicas ni un medio de transporte público masivo. Pero la gestión como líderes comunales, per-

mitieron el arribo del primero bus de la empresa Conducciones Palenque Robledal, cuando se iniciaba la década de los 70’s. “El primer microbús llego a las 4 de la mañana. Recuerdo que el conductor se llamaba don Felipe” Cuenta la señora Vasco. Las líneas de telefónicas para toda la comunidad llegaron lentamente como la ruta del bus que pasaba cada hora, pues era privilegio de sólo 5 familias, a quienes se les había asignado números de líneas sobrantes de San German. Pero en 1976, se satisfizo la necesidad, gran número de casas obtuvo su servicio telefónico. La era de don Noel Saldarriaga culminaba con su fallecimiento hace algo más de 10 años, según lo cuenta su amigo y compañero de lucha, don Eliecer Díaz. Quien también califica al señor Saldarriaga como un “líder inmejorable”. EL PRESENTE DEL DIAMANTE. El Barrio el Diamante es el resultado de gestas y peripecias sorteadas para proseguir su camino, aun no concluido, pero cada vez más afirmado. El barrio no escapo de la violencia que vivió Medellín en los 90’s, pero con el tiempo ha sido apaciguada, a través de procesos colectivos de convivencia. Labores conjuntas de la comunidad, que alcanzaron obras civiles y equipamientos colectivos trascendentales para el desarrollo de El Diamante como sociedad. Una de ellas fue la construcción del colegio Alfredo Cook en el año 2000. Otro grado que destacan los líderes y lideresas, es la construcción del centro de salud San Camilo, cuando su administración paso a ser de Metrosalud “El centro hospitalario presta un gran servicio a la comunidad, donde se ha beneficiado al Programa Fami, con capacitaciones en planificación familiar y atención a población vulnerable del barrio” Afirma Claribel Munera, presidenta de la Junta Administradora Local. Son muchos los logros que ha conseguido la unión de los habitantes del Diamante, los cuales demuestran que la unión hace la fuerza. Aunque el terreno anteriormente pedregoso, hoy es el fiel reflejo de la planificación y concertación en comunidad, en procura de un desarrollo pensado entre todos para visibilizar las metas y objetivos propuestos.


La historia de mi barrio

15 Publicado en la edición 33 (Octubre – Noviembre de 2012)

De La Trocha a

Córdoba

Por Por Joana Rivera Gil

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n la calle 80, a un costado del Cementerio Universal, nace el barrio Córdoba, llamado anteriormente La Trocha. Su conformación inicia en el año 1954 gracias a una cooperativa de vivienda económica para trabajadores de las empresas Confecciones Colombia, Primavera y Fieltroza. El nombre del barrio se le otorga al señor Juan Bautista Gil, quien dio la idea de llamarlo José María Córdova por ser un prócer de la patria. El señor Gil fue el primer presidente de la Junta Cívica Progreso y José María Córdova, hoy en día Acción Comunal. A finales de 1954 ocurrió un deslizamiento de tierra en la quebrada Media Luna, situada en Santa Elena, el cual causó muchas víctimas. En 1955 comienzan a construir en los terrenos de La Trocha las viviendas para los afectados de esta tragedia, en total, fueron 55 casas entre la carrera 67, 69 y 70. El 7 de agosto de 1955 se inauguran las casas

de los damnificados y mismo día se le pone el nombre al barrio con la celebración de una misa realizada en la carrera 69, al lado del Cementerio Universal. La casa modelo fue ocupada por la familia del señor José de Jesús Patiño Muñoz quien en ese momento era locutor del noticiero de radio Nutibara. A mediados de ese año, Transporte Castilla empezó a prestar el servicio con carros escalera por la calle 80, los recorridos se realizaban cada hora. En 1956 Confecciones Colombia construyó otro lote de casas con mejor acabado y costos más altos, estas casas están ubicadas en la carrera 73 con calle 81. En 1957 se dio comienzo a la escuela Braulio Henao Mejía en honor al ex gobernador de Antioquia; allí se realizaba la misa dominical. Luego esta escuela se cambia por el Colegio José Manuel Segura hasta que pasó a ser parte del Colegio Femenino San Vicente de Paúl, el cual se convirtió en mixto unos años después.

El 1960 se construye la iglesia y el 27 de septiembre de 1961 fecha conmemorativa de la muerte de San Vicente de Paúl, inaugurada con el mismo nombre, unos meses después es elevada a parroquia. El padre Julio Álvarez fue el primer párroco de la iglesia. El segundo presidente de la Junta Cívica del barrio el Progreso y José María Córdova fue el señor Rafael Uribe y dentro de sus proyectos el más importante fue elevar un monumento a la Santísima Virgen en la plazoleta, con la colaboración especial del señor Alberto Acosta. La imagen fue donada por el doctor Jaime Posada Ángel y la mano de obra y el alumbrado lo donó el señor Luis Fonnegra. Esta obra se inauguró el 8 de diciembre de 1955. Las primeras familias quienes habitaron el barrio fueron los Acosta, los Hermanos Yépez, los celadores del Cementerio Israelita, la familia Bautista Gil. Estas personas vivían en lo que se llamó La Trocha.


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Reverso


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