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que exista el
(6) La de nición de territorio de (Schejtman & Berdegué, 2004) donde se indica que el territorio corresponde al espacio socialmente construido en el cual sus habitantes se identi can y realizan la mayor parte de su vida social, económica y política. Corresponde, además, a un espacio geográ co, en algunos casos delimitado política y administrativamente, donde con uyen un conjunto de relaciones sociales, una historia común, una identidad y diversidad cultural y étnica, con instituciones y, estructuras ecológicas y productivas determinadas, es a mi juicio una de las mejores aproximaciones a una palabra que indica tantas relaciones detrás.
(5) En relación con lo anterior se establecen dos características intrínsecas para concebir un territorio sus características geográ cas y las relaciones sociopolíticas de sus habitantes, en el libro la venganza de la geografía (Kaplan, 2017). Se presenta que durante los siglos XIX y XX el determinismo geográ co mantenía que las características territoriales, tales como el clima, el relieve, la hidrología, o los recursos naturales, determinan el desarrollo socioeconómico y cultural de sus habitantes, sin embargo tal como se avoca en el libro esta explicación es pobre e inconclusa ya que tal como en el nuestro existen muchos países que presentan todas estas características optimas sin embargo, no su situación socioeconómica y cultural se encuentra en declive, esta explicación asociada netamente a la geografía es una justi cación colonialista, donde la pobreza y el atraso cultural de ciertos pueblos justi caba la intervención de potencias mundiales para su “civilización”. Entonces si bien las características geográ cas son factores determinantes en un territorio las relaciones sociales, políticas, religiosas, culturales y económicas son factores decisivos y no se puede concebir un territorio sin considerar ambas ideas.
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Como Control
David Felipe López Grajales
(1) Cuando se menciona la palabra territorio, instintivamente se suele pensar en unos elementos muy concretos; como una extensión de tierra, un hábitat natural, una nación, unos límites demarcados en un mapa o las relaciones de unos actores dentro de un espacio. Cada de nición tiene algo de verdad porque su signi cado varía dependiendo del contexto en el que se mencione. Sin embargo, varios autores coinciden con que no se puede de nir el concepto de territorio sin relacionarlo directamente con el poder. Por ejemplo, Montañez, et al (1998) mencionan que el concepto se re ere a una extensión terrestre delimitada que incluye una relación de poder o posesión por parte de un individuo o un grupo social. Esto, coincide con Haesbaert (2013) cuando dice que el territorio está vinculado siempre con el poder y con el control de procesos sociales mediante el control del espacio.

(2) Pues bien, lo primero a entender con el término “territorio”, es que es un "espacio social construido", es decir, que es un lugar físico que de nen las personas desde su concepción de vivencias, recuerdos y conocimiento (memoria histórica), en un marco espacio-temporal. (Damonte. 2012). Por lo que el territorio se construye sobre la actividad espacial de los actores que opera sobre éste. Sin embargo, no todo espacio social es un territorio. Según el profesor Damonte, lo que hace que el espacio sea vuelva territorio, es que sobre éste hay un proyecto político, en el sentido de que las personas que habitan también administran, de enden, controlan o le dan un uso a ese espacio, lo que se traduce en una relación de los agentes que habitan el espacio con el poder.
(3) Entonces, la relación de poder se sustenta por medio de una apropiación o una dominación del espacio y los objetos dentro de éste, que luego se recoge y se sustenta en una narrativa y simbología que le da un reconocimiento ante otros agentes de que no tienen un control o su grado de control es menor que la persona o grupo social soberano. Es decir, que hay un conjunto prácticas, elementos, expresiones, que garantizan la apropiación, jerarquía y permanencia de una persona o grupo en ese espacio y que se puede de nir como territorialidad (Montañez, et al 1998).
(4) Teniendo esto en cuenta, se pueden encontrar casos y situaciones muy distintivas, por ejemplo, diversos territorios que se yuxtaponen, debido a diferentes escalas de territoriales, y/o espacios que obedecen, convergentemente, a diferentes lealtades o distintos actores territoriales, por ejemplo, el caso de una propiedad privada dentro de la soberanía de una nación (Montañez, et al 1998) (Rodríguez, et al. 2012). También se pueden encontrar que los territorios se prestan para motivar múltiples con ictos entre personas y comunidades, que buscan dominar sobre otros, ejercer una soberanía sobre una porción del espacio que no tiene unos límites totalmente claros o incluso buscan territorializar con la apropiación de un lugar que, aunque tiene propietario, no ejerce control sobre su territorio.
Como Puesta en Acción
(1) No es tan fácil llegar a un concepto o de nición general de lo que es el territorio ya que cada disciplina que lo estudia lo de ne teniendo en cuenta sus propios intereses, por ejemplo, los que trabajan con la ordenación necesitan hablar del paisaje, el clima, la población, el bosque, los cultivos, la hidrología, entre otros, para poderlo de nir; pero todos estos subtemas pueden no ser relevantes desde el punto de vista de un historiador o de un sociólogo (Corboz, 2004).
(2) Según la RAE, la de nición más básica del territorio es “una porción de la super cie terrestre perteneciente a una nación, provincia o región” (RAE, 2020), pero llevándolo a un nivel más complejo, teniendo en cuenta las interacciones que ocurren en este, también presentan esta de nición “terreno o lugar concreto, como una cueva, un árbol o un hormiguero, donde vive un determinado animal, o un grupo de animales relacionados por vínculos de familia, y que es defendido frente a la invasión de otros congéneres” (RAE, 2020); de nición en la cual el territorio deja de ser una simple porción de tierra y se convierte en un lugar donde conviven e interaccionan las especies, donde se tienen normas.
(3) A partir de las de niciones anteriores, se puede concebir el territorio como un espacio mutable que se construye desde diferentes actores y en el cual conviven dominios, poderes y gestiones con varios niveles jerárquicos; pero, al estar en un espacio determinado, tiene límites de soberanía, propiedad, jurisdicción y apropiación que son igual de mutables y dependen si son vistos desde el punto de vista de un sujeto o de un grupo social (territorio de una propiedad rural, de un Estado o de un grupo étnico) (Montañez & Delgado, 1998). Pero esta con guración espacial, delimitada y concreta que tiene en cuenta el poder y la administración de los bienes y servicios, es propia de los seres humanos, razón por la cual algunos autores de nen el territorio desde el poder ejercido sobre el espacio. (Folch & Bru, 2017).
(4) La territorialidad se de ne como "el grado de control de una determinada porción de espacio geográ co por una persona, un grupo social, una compañía multinacional, un Estado o un bloque de estados" (Montañez & Delgado, 1998), este concepto se asocia directamente con la apropiación y permanencia de un territorio, los cuales se pueden combinar, sobreponer o complementar con otros, generando, por ejemplo, un país tan diverso culturalmente como lo es Colombia, en el cual la percepción y valoración del territorio es diferente en todos sus habitantes. Es fundamental entender los conceptos de territorio y territorialidad para comprender la estructura social de los diferentes países, ya que este se construye a partir de las relaciones y actividades que las personas realicen; en un mismo espacio se pueden sobreponer múltiples territorialidades y, aun así, cada persona tiene sentido de pertenencia e de identidad en ese territorio.
(5) Para Rafael Mata, geógrafo, el concepto de territorio también es fundamental para hablar del paisaje, ya que lo de ne como “cualquier parte del territorio, tal y como es percibida por las poblaciones, cuyo carácter resulta de la acción de los factores naturales y humanos y de sus interrelaciones” (Mata Olmo, 2006), de nición que le da bases concretas y limitadas al paisaje, el cual también se ve afectado por las relaciones sociales, las jerarquías y las diferentes escalas en que las cuales se estudie el territorio.

Como Constructo Simon Gallego Agudelo
Y bastó más que sentarme en esa madera vieja que mi abuelo llamaba butaco. Butaco que siempre estaba en el corredor que le daba la vuelta a la casa. Casa de tapia empañetada, color blanco y de listón rojo. De aleros pronunciados y parales rojizos resquebrajados, toda adornada con telarañas y “reblujo” que algún día ha de servir. Bastó el café extendidos por todo el pedazo de concreto agrietado de lado del aguacate que un arrugado rosto había sembrado cuando la piel era tersa. Bastó una bocanada de aire en la sombra después de subir entre surcos empinados que tejen líneas sinuosas en montañas redondeadas para repetir, una y otra vez, en mi mente exhausta aquella voz abandonada del poeta argentino “Si, son millones de estrellas. Y millones de estrellas son dos ojos que las miran”.
(1) El sujeto abandonado (desterritorializado) no existe, como el territorio sin sujeto. Ojos que miran dan existencia a millones de estrellas, ojos de un sujeto que transforma, produce y reproduce el espacio que habita, y a su vez, es producto de este. Y aunque el territorio puede ser presentado en muchas dimensiones, como la económica, política, física y simbólica explicadas por Haesbaert ., él mismo hace la invitación a superar oposiciones y fragmentaciones para comprender el territorio como una construcción social que se produce mediante de su uso como una óptica económica, de su apropiación como capa física, su signi cación para el entendimiento simbólico, y su control aludido al poder sobre el espacio referido no únicamente construido por el Estado para poner una implicación mutua entre individuo y territorio como punto de partida (Salinas, 2017).
(2) Lo mismo que Pérez Certucha, (2017) reconoce y enfatiza, puesto que rechaza la reducción conceptual del territorio a su característica física de super cie delimitada por líneas inmateriales superpuestas por sujetos que controlan el espacio. Hace más relevante aquel individuo dispuesto a entender, conocer y reproducir el territorio, pero antepone que es capaz de producir el que lee los intersticios entre elementos que componen el espacio. De manera que no sólo son las millones de estrellas, es también el negro absoluto entre ellas y los halos de luz proyectados. No es únicamente las geomorfologías y los usos, no es sólo el símbolo apropiado, es también vivencias inmateriales re ejadas en rostros de sujetos que reproducen el territorio. Unos sujetos expuestos a ser reemplazados como constructores de territorio por el mercado globalizado que asume los individuos como líneas y puntos que ya no debe ser/estar ni contiguo ni continuo, que ignora las características que de nen al territorio como construcción cultural con un eje histórico objeto de representaciones, para ser reemplazado como dato que informa a una red de clientes (Spíndola Zago, 2016). Un mercado cada vez más obediente a un proyecto globalizador neoliberal de un mundo a la búsqueda de poner los muchos mundos (indígenas, afro-descendientes, campesinos) en uno solo, al que sólo se puede oponer los entramados humano-naturales de lugares especí cos que promuevan un mundo donde caben muchos mundos (Escobar, 2018).