Farmacia, Medicina e Historia - 2020

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FARMACIA, MEDICINA & HISTORIA

2020 SEXTA ÉPOCA

Revista de estudios históricos de las ciencias de la salud Antigua revista Medicina e Historia (Fundada en 1964)

Nuevas aportaciones sobre la vida del médico judeoconverso valenciano Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506) Frederic Aparisi Romero Ganador L Premio Fundación Uriach de “Historia de la Medicina”

El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización Laura Guinot Ferri Accésit L Premio Fundación Uriach de “Historia de la Medicina”

www.fu1838.org



FARMACIA, MEDICINA & HISTORIA

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2020 – SEXTA ÉPOCA Revista de estudios históricos de las ciencias de la salud Fundada en 1964 Publicación anual Fundación Uriach 1838 Centro de Documentación de Historia de las Ciencias de la Salud Polígono Industrial Riera de Caldes Avda. Camí Reial 51-57 08184 Palau-Solità i Plegamans (Barcelona-España) www.fu1838.org fundacion-historia@uriach.com Director de la publicación:

Javier Uriach Torelló

4 Nuevas aportaciones sobre la vida del médico judeoconverso valenciano Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506) Frederic Aparisi Romero

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Estudi Quim Duran Soporte válido con la ref. SVR nº 479 Dep. Legal B-27541-1963 ISSN 2604-6466 © de la edición: Fundación Uriach 1838 Reservados todos los derechos El contenido de la presente publicación no puede ser reproducido, ni transmitido por ningún procedimiento electrónico o mecánico, grabación magnética, ni registrado por ningún sistema de recuperación de información, en ninguna forma, ni por algún medio, sin la previa autorización por escrito del titular de los derechos de explotación de la misma. Prohibida su venta.

22 El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización Laura Guinot Ferri

Portada: portada de la obra Regiment preservatiu e curatiu de la pestilència de Lluís Alcanyís, extraida del libro La Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia..., 1914. Fondo Biblioteca FU1838.

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Nuevas aportaciones sobre la vida del médico judeoconverso valenciano Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506) Frederic Aparisi Romero*

Resumen: A grandes rasgos, la vida de Lluís Alcanyís ya se concocían, en buena medida gracias a las fuentes inquisitoriales. A partir del trabajo con protocolos notariales de la segunda mitad del siglo XV de Xàtiva y de Valencia hemos podido trazar mejor su singladura vital. También se han examinado fuentes municipales de la ciudad de Valencia. Este artículo realiza significativas aportaciones en la vertiente profesional, tanto sobre su clientela como sobre su papel como docente y formador de futuros médicos y cirujanos. Igualmente se ha podido con-

cretar diversos aspectos de su vida personal así como de sus actividades económicas al margen de la medicina. Ha sido posible también localizar un codicilo al testamento de este médico valenciano de origen converso. Como es sabido ni su posición económica ni tampoco su extensa red de contactos le sirvieron para escapar de las garras de la Inquisición y fue condenado a morir en la hoguera en 1506. Con todo hay que señalar que esta es una investigación en curso.

New contributions on the life of the Valencian Jewish-convert physician Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506) Abstract:

In broad strokes the life of Lluis Alcanyis was already known, largely thanks to Inquisitorial sources. From works with evident protocols in the second half of the 15th century in Xàtiva and Valencia we have been able to better trace his life’s course. We also examined municipal sources from Valencia city. This article makes a significant contribution about his professional side, both about his clients as well as his role as a teacher and trainer of future physicians and surgeons. Equally we

* Universitat de Lleida-Universitat de València. Grup Harca

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have been able to specify diverse aspects of his personal life as well as his economic activities aside from medicine. It was also possible to find a codicil to the will of this converted Valencian physician. As is common knowledge neither his economic position nor his wide net of contacts served him to escape from the claws of the Inquisition and he was condemned to burn at the stake in 1506. Despite all of this, it should be noted that this research is ongoing.


Nuevas aportaciones sobre la vida del médico judeoconverso valenciano Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506)

Xilografia de 1482 extreta de José María López Piñero i María Luz Terrada, 2007. El libro médico y biológico valenciano (siglos xv–xix). Generalitat Valenciana. València.

Introducción1

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ebió nacer a inicios de los años 40 del siglo XV en Xàtiva en el seno de una familia de judeoconversos vinculados al comercio y la notaría. Tras estudiar medicina, regresó a su ciudad natal, aunque hacia mediados de los años 60 se trasladó a Valencia. Se casó en dos ocasiones y tuvo un total de siete hijos. Ostentó varios cargos de responsabilidad entre los que destaca el nombramiento como médico personal de Fernando el Católico y primer titular de la cátedra primera de medicina o cadira de principis de la Universitat de Valencia. Entre sus

clientes se contaban las principales personalidades políticas del momento, como el Racional del Consell de Valencia, Guillem Saera. Publicó un tratado médico sobre la peste que se mantuvo vigente durante décadas. Pero, a pesar de todo esto, fue procesado y murió condenado por la Inquisición en 1506. He aquí, a grandes rasgos, la biografía de Lluís Alcanyís. Posiblemente, Alcanyís sea el médico valenciano que más ha atraído la atención de los investigadores a lo largo del tiempo. El erudito Martí Grajales hizo una primera síntesis de su singladura vital2. Después se han hecho diversas aportaciones desde la perspectiva de la historia de la medicina3,

Lluís Alcanyís ha llamado la atención sobretodo de historiadores de la medicina pero también de investigadores de la Inquisición y de historiadores de la lengua

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pero también se han interesado por él historiadores de la lengua4, y estudiosos de la Inquisición5. En 2008, la publicación de una nueva edición crítica del Regiment preservatiu e curatiu de la pestilència, el único texto médico conocido de Alcanyís, ofreció la oportunidad a Jon Arrizabalaga y, en clave más divulgativa a Carmel Ferragud, de condensar los datos biográficos del galeno que se conocían hasta entonces6. El presente artículo presenta nuevos datos biográficos de Lluís Alcanyís y su entorno familiar a partir del trabajo con documentación municipal del AMV y, sobre todo, con protocolos notariales. Hay que decir, con todo, que ésta es una investigación en curso todavía. Sirva, por tanto, como avance de los primeros resultados obtenidos. Como es sabido, buena parte de las informaciones que conozcamos sobre el médico de Xàtiva proceden del proceso que la Inquisición incoó contra Elionor Esparça, su segunda mujer, y de la documentación municipal generada por el Consell de Valencia. Sólo de forma muy esporádica se habían encontrado referencias en los registros de Cancelleria de la ACA, del ARV y en protocolos notariales de Valencia. Ahora, en este trabajo, se ha realizado un vaciado sistemático de un conjunto de notarios de Valencia y Xàtiva que mantuvieron relación con Lluís Alcanyís y su parentela. Concretamente, se han vaciado los registros de Jaume Salvador, Guillem Eixernit, Joan Costa, Manuel Esparça, Vicent Ambrós y Joan Alcanyís, todos ellos notarios de la capital del reino, y, de Xàtiva, Ramon Pellisser, Francesc Saranyana y su hijo Lluís7.

Las fuentes: procesos inquisitoriales y protocolos notariales La nómina de notarios antes mencionados no responde a una selección previa, sino que es el resultado del cruce de referencias y menciones en los registros de unos y otros. De hecho, Alcanyís no es el único cliente en común que tienen todos los notarios antes mencionados. Así, por ejemplo, el noble Joan de Cardona aparece en los registros de Salvador, de Esparça y

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también el de Eixernit. Además, estos notarios eran clientes los unos de los otros. Este vínculo profesional se veía reforzado por un lazo socioétnico puesto que todos los notarios mencionados, a excepción de Eixernit y probablemente también Ambrós y Pellisser, pertenecían a familias judeoconversas de Xàtiva y de Valencia. Por lo que respecta a Lluís Alcanyís, su relación con cada uno de estos notarios fue diversa, sin que se pueda identificar ninguno de ellos como el principal con el que el médico de Xàtiva trabajó.

Lluís Alcanyís, Regiment preservatiu i curatiu de la pestilència (València, Nicolau Spindeler, c. 1490, f. a2r).

La documentación notarial había sido escasamente explorada hasta el momento en los estudios biográficos sobre el médico de origen converso

Jaume Salvador fue uno de los principales notarios que trabajaron con los judeoconversos de la ciudad de Valencia en el último tercio del siglo XV. Sus registros notariales, conservados en el ARV, abarcan de 1472 a 1508. Los propios parientes de Alcanyís y sobretodo, los de su segunda mujer, los Esparça, eran clientes habituales de la oficina de Salvador8. Lluís Alcanyís, por el contrario, solamente aparece de forma puntual en 1484. Concretamente, el 8 de enero Jaume Salvador realizó el inventario de distintos bienes de Lluís hasta un valor de 14.458 s. con los que el médico pretendía satisfacer parte de la deuda de 19.500 s. que mantenía con su mujer. Esta cantidad respondía a la dote que ella aportó al matrimonio y al correspondiente augment que él debía entregarle, respectivamente, 13.000 y 6.500 s.9 Por lo que respecta a los Saranyana, hay que señalar sus paralelismos con los Alcanyís. Como estos, eran una familia de conversos, con un pie en el notariado y otro en la medicina. Tanto Francesc como su hijo Lluís Saranyana fueron notarios frecuentados por los judeoconversos, en este caso de Xàtiva, la segunda ciudad del reino. Si bien parece que el padre murió de forma natural, Lluís fue condenado por la Inquisición a morir en la hoguera, pena que se ejecutó en la plaza de la Seu de Valencia el 21 de enero de 148910. Además de esto sabemos que el menor de los hijos de Francesc, Joan, fue médico, sin que podamos apuntar más datos al respecto11. Por lo que respecta a los registros notariales, de Francesc Saranyana, conservamos una quincena de registros notariales que cubren el período comprendido entre 1429 y 1462 custodiados en la ACCV12. Dada la extensa cronología que abarcan, es obvio que tuvo que registrar más protocolos de los conservados. En cuanto a los registros de su hijo Lluís, estos cubren el período comprendido entre el 1464 y en 1487 pero igualmente los trece protocolos conservados son una mínima parte de su labor notarial. La presencia de Alcanyís y su parentela tanto en unos registros como en los otros es puramente testimonial13. Sin embargo, resulta obvio que ambas familias se conocían ya que Francesc


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figura entre los testigos del establecimiento de la dote de Iolant Alcanyís, hermana de Lluís. Además de eso, Jaume Alcanyís, el padre del médico, esta presente en varios actos registrados por Francesc. Guillem Eixernit y Vicent Ambrós son los únicos que, en el estado actual de las investigaciones, no parece que tuvieran una relación directa y habitual con el colectivo de conversos de la ciudad de Valencia. Es posibles que fuera por esto que Lluís Alcanyís escogió Eixernit para registrar dos actos jurídicos importantes como su testamento el 12 de marzo de 1490, cuando la Inquisición ya lo tenía en el punto de mira, y el posterior codicilo redactado bastantes años después, en 1501. Precisamente el volumen correspondiente al año 1490 es el único que falta en los registros notariales de Guillem Eixernit, los cuales se conservan en el fondo de protocolos del ACCV. Ahora bien, sí que se ha conservado el baldufario que recoge los clientes que pasaron por la oficina de Eixernit a lo largo de los años que estuvo activo. Este documento no menciona en más ocasiones de las ya citadas a Lluís Alcanyís, ni tampoco a ningún miembro de su parentela. Igual de puntual fue el paso de Alcanyís por la oficina notarial de Vicent Ambrós, con el que únicamente consignó un par de documentos. Por otro lado, Joan Costa comenzó su trayectoria profesional en Xàtiva, de donde era natural, pero parece que pronto se trasladó a la capital del reino. Inicialmente trabajó en las poblaciones de la huerta y en la zona de extramuros de la ciudad, pero en 1458 aprobó el examen para convertirse en notario de la ciudad de Valencia que autorizaba al ejercicio de la profesión en el interior de las murallas14. La relación entre el notario y el médico se inició en Xàtiva, donde los Costa y los Alcanyís mantenían vínculos profesionales y, sobretodo, personales muy estrechos. De hecho, Joan todavía registró algunos actos jurídicos protagonizados por el padre de Lluís y trabajó también para su hermano Bernat. Además, aunque no podemos precisar en qué grado, es bien probable que dicho Joan Costa fuera pariente del apotecario Lluís Costa, casado con la her-

El 12 de marzo de 1490 Alcanyís redactó su testamento ante el notario Guillem Eixernit

Lluís Alcanyís, Regiment preservatiu i curatiu de la pestilència (València, Nicolau Spindeler, c. 1490, f. a2r).

mana de Lluís, Iolant. Los registros de Joan Costa abarcan desde 1453 hasta 1476, pero solamente en los últimos dieciséis años los protocolos se conservan de forma continuada15. Por lo que respecta a Manuel Esparça, sus registros abarcan de 1452 a 148316. Pese a la continuidad y la conservación de prácticamente todos sus registros, Lluís Alcanyís solamente aparece de forma

muy marginal, como testimonio de alguna transacción aislada, y ello pese a que Esparça era tío de Elionor, segunda esposa de Alcanyís. Por lo que se refiere a Joan Alcanyís, sobrino del propio Lluís, solamente conservamos seis registros notariales que abarcan los primeros años del siglo XVI, de 1502 a 150817. En este tiempo, Joan solamente registro algunas cesiones de deuda a favor de Elionor y el contrato de alquiler de una casa a favor del primo de ella, Francesc Esparça. Así pues, al menos en esta etapa final de la vida de Alcanyís, la relación profesional entre la familia del médico y su sobrino fue más bien escasa. Hay que tener en cuenta que no será hasta el 22 de febrero de 1504 cuando Lluís y su mujer serán detenidos por la Inquisición, por bien que la presión sobre ellos debió ser cada vez más asfixiante desde la misma llegada del tribunal inquisitorial a Valencia en 1482. Finalmente, y para acabar esta nómina de notarios, hay que hacer mención de Ramon Pellisser. De este notario de Xàtiva únicamente nos ha llegado un protocolo que corresponde al año 1467. Contiene diversos documentos protagonizados por la familia Alcanyís relacionados con la venta de su patrimonio en Xàtiva18. Así pues, examinados todos los notarios mencionados, resulta difícil aceptar que alguno de ellos fuera el notario principal de Lluís Alcanyís, como ya he adelantado. Es cierto que hay individuos principales como Ausias Costa, Joan Costa o Joan Alcanyís, de los que no nos ha llegado ningún registro notarial o muy pocos volúmenes y que debieron tener un mayor peso en la grabación de actividades del médico de Xàtiva. Sin embargo, pienso que Lluís no se limitó a trabajar con un único notario, sino que más bien optó por registrar los actos jurídicos que protagonizaba en su vida diaria con varios notarios de forma indistinta. Lo que sí está claro es que todo este grupo de individuos formaban parte del círculo de familias judeoconversas que mantenían vínculos entre sí. A pesar de que el grueso de esta investigación descansa en los registros notariales, también he utilizado documentos del AMV y del fondo de la Inquisición

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del AHN. En cuanto a la documentación municipal, básicamente he tratado de constatar la llegada de Alcanyís y los motivos que justificaron su instalación en Valencia. Por eso que he consultado la serie de Cartes missives y la de Lletres missives de la década de los años 60, que fue cuando el médico de Xàtiva se trasladó a la capital del reino.

Los orígenes familiares Lluís Alcanyís nació en Xàtiva en el seno de una familia de conversos posiblemente a inicios de los años 40 del siglo XV. Su abuelo, Jaume Alcanyís, era mercader, si bien entre la parentela también había tenderos y sastres19. El padre de Lluís, también llamado Jaume, no siguió ninguno de estos pasos y se convirtió en notario. Esta movilidad entre el artesanado y el notariado tampoco resultaban nada extraña en el reino de Valencia del Cuatrocientos20. Aunque no nos han llegado sus registros notariales, sabemos que Jaume Alcanyís ejerció su oficio en la ciudad de Xàtiva. Como suele ser habitual en estos casos, además de despachar clientes en la misma casa donde vivía, en la planta baja siguiendo el esquema típico de la casa-taller de los artesanos, conviene no descartar la posibilidad de que, en días concretos, dispusiera alguna mesa en las proximidades de la plaza Mayor o en la del Mercado21. El grueso de su clientela, como en el caso de su colega Saranyana, debía proceder de la misma ciudad de Xàtiva, sobre todo de la parroquia de Santa Tecla, donde tenía la residencia familiar. Además de su trabajo como notario, Jaume Alcanyís desarrolló otras tareas relacionadas con el oficio, entre las que destaca la de procurador. Así, pues, el 19 de agosto de 1430 Jaume Alcanyís era nombrado procurador por la viuda del sedero Joan Carbonell a fin de recaudar diversas cantidades debido a su marido. El 19 de febrero de 1439 era el sastre de Valencia Salvador Domínguez lo que requería sus servicios como procurador suyo en Xàtiva. También representó alguna vez a clientes musulmanes. Concretamente, el 8 de marzo de 1442 Ali Ga-

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leli, de la morería de Xàtiva, lo nombraba procurador suyo22. Ahora bien, sus fuentes de ingresos no se limitaban únicamente a las que se derivaban del oficio notarial. Como era habitual entre el colectivo de notarios, y en general en la sociedad valenciana del momento, también Jaume Alcanyís debía contar con inversiones censalistas, aunque en su caso sólo he podido constatar una única operación23. El 8 de agosto de 1444 el agricultor de Vallada Joan d’Aranda, junto con el mercader Joan Comes, le vendieron 20 s. censales por 240 s. de capital24. Y también tuvo que cargar: el 9 de ju-

Lluís Alcanyís debió nacer en torno a 1440 en Xàtiva, la segunda ciudad del reino de Valencia

nio de 1447, a fin de cancelar el censal de 1.200 s. de capital y 100 de pensión que satisfacían a Joan d’Estanya, un doncel de Xàtiva, cargaron otro en caballero Francesc Sanç por valor de 1.100 s. y 91 s. 8 d. de pensión25. En 1430 consta ya como notario, lo que implica que para entonces debía contar con más de 25 años y que muy probablemente estaba ya casado. De su mujer, sólo sabemos que le llamaban Aldonça. Es lógico pensar que, como él, procediera de los círculos judeoconversos de la misma ciudad de Xàtiva. Jaume y Aldonça tuvieran tres hijos, Lluís, Bernat y Iolant, que probablemente, era la mayor de todos ellos. El hecho de que Lluís aparezca como heredero universal de su padre en varios documentos sugiere que Bernat habría recibido la pertinente parte de la herencia con motivo de un matrimonio previo al documentado, y que Lluís sería el más pequeño de los

tres hermanos. Por otra parte, he podido constatar que Jaume Alcanyís, a pesar registrar varios actos con Francesc Saranyana y, después, también con Joan Costa antes de que éste marchara en la capital del reino, no dictó sus últimas voluntades a ninguno de ellos. Éstas fueron registradas el 18 de agosto de 1459 por otro notario de Xàtiva, Bernat de Gallac, que vivía justo enfrente de su casa26. Jaume no sobrevivió mucho tiempo después de haber dictado las últimas voluntades ya que en un documento de finales de 1460 ya aparece con el preceptivo quondam que avala la defunción. Sin embargo, la casa principal no fue vendida hasta el 1467, con lo cual podemos aventurar que Aldonça la sobrevivió, si bien no hasta el momento de la venta, sí al menos algunos años más. Resulta difícil precisar el contexto socioeconómico de los Alcanyís en Xàtiva ante la falta de documentación local. Sin embargo, todo parece indicar que Jaume Alcanyís debía situarse entre los sectores intermedios del notariado setabense. Así lo sugiere la dote con el que casa su hija Iolant. En efecto, el 25 de marzo de 1457 Jaume Alcanyís otorgó a su hija una dote de 3.500 s. para su matrimonio con el apotecario Lluís Costa27. De estos, 2.500 los entregaba en moneda y el resto en ropas y joyas. Por su parte, Costa aportaba el augment correspondiente que establecían los fueros de Valencia, en este caso, 1.750 s., que en conjunto constituían una dote de 5.250 s. A diferencia de sus hermanos, Iolant y su marido mantuvieron su residencia en Xàtiva, concretamente en la calle de la Corretgeria28. Pese a esto, la relación y el contacto entre los tres fue constante, gracias al trabajo de los procuradores, que a menudo eran los mismos notarios de la parentela. A mediados de junio de 1467 Iolant daba su visto bueno a la venta de la casa paterna29. La relación, sin embargo, no se limitaba a los asuntos familiares. El 22 de septiembre de 1474, en Xàtiva, Lluís Costa nombraba procuradores su cuñado Lluís Alcanyís y también a su hermano Ausias, notario, y al colchonero Francesc Molina, todos ellos entonces ciudadanos de Valencia, para


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que vendieran una esclava suya de 24 años llamada Magdalena30. Por lo que respecta a Bernat, siguió los pasos de su abuelo y se dedicó al comercio. La mayor parte de las referencias que tenemos son posteriores a su traslado a Valencia, que, contrariamente a lo que se pensaba, se produjo poco antes del mes de abril de 1467. Precisamente el segundo día de este mes, Bernat y su hermano Lluís, ya como habitatores de Valencia, se trasladaron a Xàtiva para vender al notario Pere Soler la casa paterna ubicada en la parroquia de Santa Tecla. La compraventa se hacía ad opus solvendi quoddam legatum factum per dictum patrem nostrum et per honorabilem quondam Aldonçam Alcanyiz, matrem nostram, uxoreque dicti quondam patris nostri, michi, dicto Bernardo Alcanyiz. El precio de la transacción era de 2.050 s. que Soler tuvo que satisfacer entregando en mano 650 s. a Bernat y el resto cancelando un censal de 1.500 s. que pesaba sobre el inmueble31. Pero el mismo 2 de abril Bernat se trasladó de Xátiva a Valencia para firmar sus cartas nupciales. En la oficina notarial de Joan Costa, el pañero Francesc Torí otorgaba a su hija Elionor 6.000 s. como dote per a su matrimonio con Bernat, a los cuales el añadía el preceptivo augment, la mitad de la aportación de la novia32. Si bien la relación entre esta dote y la de su hermana no es directa, la mejora económica y social de los Alcanyís en el plazo de diez años parece evidente. Bernat y Elionor se instalaron en la ciudad de Valencia, concretamente en la calle de la Taverna del Gall, situada en la parroquia de Sant Martí, donde vivían los Torí y los Vives. Bernat asumió un protagonismo significativo en el seno del colectivo judeoconverso de la capital del reino, y además de ser un mercader cuyos tentáculos comerciales iban más allá de Xàtiva y Valencia, algo que hemos podido detectar muy someramente. Así, el 23 de abril de 1467, justo cuando se acababa de instalar en la capital del reino, su hermano Lluís lo nombraba procurador para que recaudara los 800 s. que faltaban por pagar de los 2.040 s. por los que había vendido unos inmuebles

en Xàtiva33. Años después el botiguer de Cocentaina Nicolau Borràs lo nombraba procurador para que gestionara la compraventa de unas mercaderías34. Pero sobretodo su protagonismo dentro el colectivo judeoconverso queda bien explícito en el hecho que el fue el responsable de la recaudación de

"Auto de fe", pintado por Pedro Berruguete.

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Cuadro Virgen de los Reyes Católicos en el que aparece arrodillado detrás del rey Fernando el Católico, el inquisidor general Tomás de Torquemada, y arrodillado detrás de la reina el inquisidor de Aragón Pedro de Arbués.

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la composición de 400.000 s. que el rey impuso a los conversos de Valencia para que la Corona no les confiscara los bienes heredados de personas ya difuntas pero condenadas por la Inquisición35. Bernat y Elionor tuvieron tres hijos y una hija. El mayor, Jaume, consiguió escapar de la Inquisición, pero Joan, que como he dicho trabajó de notario, fue condenado por el San-

to Oficio. Finalmente, al menor de los tres, Perot, y a Ángela, que es como se llamaba la hija, los perdemos la pista a inicios del siglo XVI, como a la misma Leonor. De Bernat sabemos que murió en Sicilia antes de conocer el trágico final de toda su parentela36. Finalmente, el otro hijo de Jaume Alcanyís y Aldonça, Lluís, se dedicó a la medicina. Tampoco era el primero


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de los Alcanyís vinculado al mundo de la salud. Probablemente el médico Pere Alcanyís, también de Xàtiva, debía formar parte de la parentela próxima de Lluís37. Por otra parte, el 1 de octubre de 1434, Francesc Saranyana registra la procuraduría de Bartomeu Alcanyís, apotecario y ciudadano de Xàtiva, a favor del notario Bernat d’Antist. A finales de ese mismo mes, cierto Guillem Marí de Biar reconocía deberle al mencionado apotecario 27 s. y III varcellas triciti (48 l.)38. En mayo de 1448, los tutores de los herederos del campesino Bartomeu Miquel le reconocían haber pagado 120 s. por ciertas medicinas. Y un mes después el notario Joan Avellà, procurador de su hija, viuda del mencionado Bartomeu Miquel, nombraba a este Bartomeu Alcanyís procurador para recaudar ciertas cantidades que le eran debidas39. Además, también he podido documentar cierto Bernat Alcanyís que ejercía de apotecario en Xàtiva durante la primera mitad del siglo XV, aunque no sabemos el grado de parentesco entre los dos40.

De Xàtiva a Valencia Lluís Alcanyís debió nacer, como he avanzado, entorno a los años 40 del siglo XV en Xàtiva. Además de los precedentes familiares vinculados a la familia, hay que tener en cuenta que Xàtiva era una ciudad con una importante tradición médica anterior a la conquista cristiana y que continuó aún después41. Lluís Alcanyís, como otros médicos originarios de la misma ciudad –Pere Pintor y Ferrer Torrella, entre otros– eran herederos de esa tradición. Por lo que respecta a Alcanyís, no sabemos con exactitud en que universidad realizó sus estudios como galeno. Jon Arrizabalaga, que ha estudiado la vida y obra del médico setabense con detalle, opina que nuestro protagonista obtuvo el grado de magister in artibus et in medicina en una universidad italiana de la zona de la Toscana, del norte de Italia o de Nápoles. Y ello porque percibe ciertas influencias italianizantes en su obra. Además, hay que tener presente que no fueron pocos los conversos valen-

cianos que se formaron en las universidades italianas42. Pese a todo, deberíamos considerar la posibilidad de que hubiera realizado su formación en una universidad más cercana como la de Lleida. Y ello porque el 14 de diciembre de 1498 nombraba procurador al fraile agustino de esta ciudad Miquel Ramada, mestre en teología43. Es cierto que entre la finalización de sus estudios y el nombramiento de procurador transcurren poco más de 40 años, pero también es cierto que esta es, hoy por hoy, la única procuraduría emitida por Alcanyís a favor de un individuo que no pertenecía a su círculo de colaboradores más inmediato. Además, sabemos que otro médico valenciano exitoso, también de origen converso, Pere Pintor, sí que estudió medicina en el mencionado centro44. Con todo, soy consciente de la fragilidad de la hipótesis basada únicamente en estas evidencias45. Con independencia de en qué universidad realizó sus estudios de medicina, lo que ahora sabemos es que a finales del año 1460 Lluís ya había finalizado su formación universitaria y que había regresado a Xàtiva, después de haber visitado la corte papal y de haber estado en Barcelona. En un reconocimiento de deuda fechado el 27 de octubre de 1460 Lluís Alcanyís aparece como magister in artibus et in medicina de Xàtiva. Pero este documento no solamente resulta trascendental porque nos informa de una fecha ante quam obtuvo su graduación como médico. En efecto, el 27 de octubre de 1460 Alcanyís reconocía deberle al mercader de Gandia –también de origen judeoconverso– Joan Saragossà diversas cantidades46. Por un lado, 320 s. que correspondían a una mula que había tomado prestada del mercader “ad opus [eundi] ad Romanam Curiam”. Después de su estancia en la corte papal, Alcanyís vendió la mencionada mula en Barcelona y, ya en la ciudad de Valencia, gastó 180 s. “in duobus voluminibus medicine que ego emi” y otros 190 que en nombre de Saragossà pagó al mercader pisano residente en Valencia Nicolau Torrizani47. Por el momento, no podemos precisar en qué momento se produjo el

viaje a la curia romana, ni si para entonces había obtenido ya su título universitario, pero este documento evidencia que, para finales de 1460, con alrededor de 25 años, Alcanyís había finalizado sus estudios, había visitado Roma, había estado en Barcelona y, aunque ya frecuentaba Valencia, se había instalado nuevamente en su ciudad natal. Precisamente en Xàtiva lo documentamos un mes después gracias al documento de cancelación de un violario que hizo el calcetero Esteve Pardo a Lluís el 20 de noviembre de 146048. Según este documento datado en Xàtiva, el violario, de 20 s. de pensión y 120 de capital, había sido revendido a Jaume Alcanyís por los parien-

A finales de1460 Lluís Alcanyís, con poco más de 25 años, había visitado Roma y Barcelona y frecuentaba ya Valencia

tes de Pardo tiempo atrás. Ahora, el mismo Pardo cancelaba el violario pagando los 120 s. del capital y la última de las pensiones a Lluís como heredero universal de su padre. Este mismo día, en Xàtiva, Lluís, magister in artibus et in medicina, nombraba en nombre propio et ut heres universalis bonorum et iurium honorable Iacobi Alcanyís, patris mei, procurador Ausias Costa, que en ese momento no tenia todavía el título de notario y era un simple escribiente, para recaudar deudas y reclamar derechos49. Dado que Lluís fue nombrado heredero universal por su padre, resulta lógico pensar que era el menor de todos los hermanos y que, más importante que esto, en

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1459 -cuando Jaume Alcanyís redactó su testamento- no había contraído aún matrimonio. En cualquier caso, lo que sí podemos extraer de esta procuraduría es que ya entonces Lluís debía ser un individuo con una intensa movilidad y con varios frentes que atender, por lo que convenía delegar algunas tareas en personas de confianza. En este sentido, es muy probable que, tal como ha sugerido recientemente Carmel Ferragud, pese a residir en Xàtiva, los viajes a Valencia fueran cada vez más frecuentes50. Esto justificaría la necesidad de nombrar procuradores, como he avanzado ya. Pero sobretodo ayudaría a entender la rápida inserción de Alcanyís en los círculos acomodados de la capital del reino y su proximidad a la familia real. Un compromiso firmado por Alcanyís en 1464 apoya esta idea por dos razones. El 2 de febrero 1464, estando en Valencia, el peletero Tomás Colom y el mismo Alcanyís, habitatorem civitatis Xative, acordaron someterse a una arbitración para resolver la controversia que les enfrentaba. La causa de la disputa era cierta deuda que Alcanyís reclamaba a Colom. Al final los árbitros escogidos, Pere Nàqueres, un médico barcelonés residente en Valencia, y el tendero de Valencia Pere Pelegrí condenaron Colom a satisfacer las cantidades que debía a Alcanyís51. Por un lado, la arbitración era el resultado de una polémica que tenía su origen en una acción anterior, es decir, que Colom y Alcanyís ya se habían conocido con anterioridad al 2 de febrero y, en buena lógica, en Valencia. Por otro lado, el hecho de que Alcanyís nombrase Nàqueres como su arbitrador implica que entre ambos debía existir una relación previa y, además, bien estrecha. Posiblemente la conexión entre ambos tendría su origen en la estancia de Alcanyís en Barcelona algunos años antes. En cualquier caso, resulta bastante obvio que, como he avanzado, antes de 1464 Lluís Alcanyís visitaba la capital del reino con cierta asiduidad. Cuando volvemos a tener noticias de Lluís Alcanyís, en febrero de 1467, ya reside en València. Precisamente lo documentamos desprendiéndose de su patrimonio en Xàtiva. Concre-

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tamente el 9 de febrero de aquel año, Alcanyís vendió a su cuñado Lluís Costa una casa en la calle Blanch de Xàtiva y una parcela de tierra de secano52. Unos meses después, nombraba procurador su hermano Bernat para que gestionara sus asuntos en Xàtiva53. Resulta bastante difícil discernir cuando Alcanyís se trasladó definitivamente a Valencia54. Lo más factible es que este desplazamiento tuviera lugar justo después del matrimonio con su primera mujer, a quien por fin hemos podido identificar. ¿Cuándo se produjo este matrimonio? En una fecha comprendida entre 1460 y 1465. Y ello porque el 3 de noviembre de 1467, Iolant -que es como llamaban a la pri-

A mediados de los años 60 del siglo XV era un médico ya conocido en Valencia entre los sectores acomodados de la capital del reino

mera mujer de Alcanyís- firmaba a favor de Leonor, viuda de su padre, un recibo de 5 s. quos michi legavit dictus pater meus cum suo ultimo testamento55. El acto tenía lugar en Valencia, en la oficina del notario Joan Costa y en presencia de la misma Leonor. Un día después era la hermana de Iolant, Aldonça, la que reconocía recibir los 5 s. entregados por el padre en concepto de legítima, según el testamento de este registrado en 1465 por el notario Ausias Alpicat àlies Costa56. Esto implica, por tanto, que en 1465 tanto una como la otra hermana habían recibido ya la pertinente parte de la herencia mediante las respectivas dotes y que en el testamento el padre sólo les dejaba la legítima prevista por los

fueros de Valencia. Fue así como Lluís emparentó con una familia del círculo de judeoconversos originarios de su misma ciudad vinculados al comercio. Gracias a las ápocas antes mencionadas sabemos que el suegro de Alcanyís era un mercader de Xàtiva llamado Gabriel de Pròixida. Iolant y Lluís tuvieran dos hijos, Lluïsot y Jaume, según las fuentes inquisitoriales, si bien no sabemos nada a propósito de ellos. Por tanto, todo parece indicar que Lluís Alcanyís se estableció en la ciudad de Valencia acompañado de su familia en una fecha comprendida entre febrero de 1464, tras el incidente con Tomás Colom, y el 1467, antes de la venta los inmuebles a su cuñado Lluís Costa, si bien los motivos precisos y las circunstancias del traslado se nos escapan. En cualquier caso, en el momento de instalarse en Valencia, Lluís Alcanyís ya era un médico reputado como evidencia el hecho de que ese mismo año formara parte del tribunal examinador de futuros médicos en Valencia57. En 1468 Lluís Alcanyís, y también su hermano Bernat, ya figuran como ciudadanos de Valencia, como constatan los registros del notario Joan Costa. Lluís residía con su familia a una casa situada en la plaza d’en Novals, en la parroquia de Sant Martí. A inicios de 1468 realizó diferentes trabajos de reforma y mejora del interior del inmueble. Tenemos constancia de ello porque al final surgieron serias discrepancias entre Lluís y los que trabajaron en su casa que acabaron resolviéndose ante la corte del justicia civil de la ciudad. No sabemos muy bien la razón de la disputa, pero parece ser que Alcanyís se negaba a satisfacer ciertas cantidades por la adquisición de los materiales. Finalmente, el 9 de junio, el justicia civil condenó Lluís Alcanyís a pagar a Sancho Sanxes, productor de cal de Torrent, 66 s. de precio de 13 cargas (casi 1.000 kilos) de cal que le había vendido ad opus operandum quodam vestrum hospicium. Unos días más tarde, el 20 de ese mes, pagó, previa sentencia condenatoria, 104 s. al yesero de Valencia Joan Martínez. Finalmente, tres días después era nuevamente condenado a pagar, en este caso, 95 s. al pin-


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experimentado Lluís Alcanyís 62. De este matrimonio nacieron cuatro hijas -Àngela, Aldonça, Violant y Jerònimay un hijo, Francesc, que, como el padre, estudió medicina. Además de ser criados con nodrizas, una práctica que denotaba una distinción social, todos ellos debieron recibir una educación esmerada ya que de la documentación inquisitorial se desprende la presencia en casa de hasta tres preceptores en diversos momentos63. A lo largo de los años 70 y 80 las

Alcanyís se casó en dos ocasiones. Su primer matrimonio fue con Iolant de Xàtiva, su segunda mujer, Elionor era de la ciudad de Valencia y las dos pertenecían a familias judeoconversas

Fernando el Católico

tor Joan Guillem los que le debía pro pingendo studium et alias cohopertas cuiusdam vestri hospicii58. A pesar de estos problemas con la justicia, su promoción social resultaba imparable. En 1469 fue nombrado médico del futuro Fernando el Católico. Este año también recibió otro nombramiento, el de lector de la escuela de cirugía. En clave doméstica he podido constatar que vendió a la viuda del mercader converso Gabriel de Benviure un esclavo negro de 10 años llamado Joan por 680 s.59 Alrededor de 1472, después de ha-

ber enviudado, Alcanyís concertó un nuevo enlace con la hija de un mercader acomodado, Francesc Esparça. La escogida, Leonor Esparça, procedía nuevamente de la comunidad judeoconversa, en este caso de la ciudad de Valencia. En efecto, los Esparça eran una de las sagas más destacadas de la comunidad de conversos de la capital del reino60. En realidad, el mencionado Francesc, a pesar de que en los registros notariales figura como mercader, actuaba en la práctica como acreedor censalista y administrador de varios pequeños nobles valencianos como el caballero Joan de Cardona61. Los 13.000 s. de dote ponen de manifiesto la promoción social que había

referencias sobre la vida privada de Lluís son bastante escasas. Fruto de su integración en la vida social y cultural de la capital del reino, Lluís participó en el certamen poético en honor de la Virgen celebrado el 11 de febrero de 147464. En este encuentro literario también participaron otros médicos, concretamente Jaume Roig y ya mencionado Pere Alcanyís65. Un año y medio después lo documentamos como testigo de la cesión de cierta deuda hecha por su suegro Francesc Esparça al notario Bernat Sanç66. No es un hecho puramente anecdótico, ya que este documento pone de manifiesto la presencia de Alcanyís en unos momentos bastante críticos para la capital del rei-

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Entre 1489 y 1490 Valencia fue asolada por la peste. En este contexto publicó su 'Regiment preservatiu e curatiu de la pestilència', su único tratado médico conocido

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no. Desde mediados de 1475 se había extendido por la ciudad un nuevo episodio de peste, que se alargaría hasta bien entrado el 147767. Lluís Alcanyís permaneció en la ciudad, pero su mujer “estava fugida a Manizes” y probablemente con ella todos sus hijos. Por esta razón, fray Sebastià Anguera, preceptor de los hijos de Alcanyís, “estava en València servint a mestre Alcanys, e anava e venya a Manizes. E passades les morts, com la dita muller de mestre Alcanys fonch tornada a València (...)”68. Después de estos hechos ya no volvemos a saber del médico de Xàtiva, si no es por los asuntos relacionados con la Inquisición, hasta 1490. El 12 de marzo de ese año Lluís Alcanyís acudió a la oficina del notario Guillem

Condenados por la Inquisición, de Eugenio Lucas.

Eixernit para redactar su testamento. No parece arriesgado pensar que Alcanyís tomara esta decisión consciente del peligro al que se exponía, ante las dimensiones que ya había tomado el brote de peste que se produjo ese año en la ciudad de Valencia69. Las primeras muertes empezaron a producirse a finales de octubre de 1489 y continuaron a lo largo de todo el año posterior. Precisamente el único texto médico de Alcanyís que sabemos que confeccionó, el Regiment, está íntimamente ligado a este episodio de peste. Resulta lógico pensar que su redacción respondió a la necesidad de disponer


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de un manual breve -14 folios- de medidas para evitar el contagio. El libro debió ser impreso en Valencia por Nicolau Spindeler ese mismo año gracias a la financiación del mercader germánico establecido en Valencia Hans Rix de Chur. Sea como fuere, en octubre de 1490 el libro ya circulaba, ya que en casa de Chur inventariaron casi 350 ejemplares70.

«Metge meu»: Los clientes particulares de Alcanyís La principal fuente de ingresos de un médico a la edad media solia ser su propia actividad profesional atendiendo clientes particulares, aunque obviamente esto no impedía la inversión en otras actividades económicas. El pago de estos servicios privados, como tantas otras actividades de la esfera privada de los valencianos de la Edad Media, debías consignarse ante notario mediante la pertinente ápoca, pero son poquísimos los ejemplos al respecto71. No era raro tampoco que entre el paciente y su médico surgieran algún tipo de lazos de amistad sincera que se veían reflejados en donaciones testamentarias en moneda o en especie, normalmente de un valor nada despreciable. En el caso de Alcanyís, tenemos documentados un par de ejemplos que nos iluminan sobre el grueso de su clientela, los patricios de la ciudad de Valencia y la nobleza del reino. Hoy por hoy, parece ser que el primer paciente de Alcanyís documentado fue el hijo del peletero de Valencia antes mencionado, Tomàs Colom, en 1464. Según se desprende del documento anotado por José Rodrigo Pertegàs que no se ha conservado, Colom se comprometía a no mover contra Alcanyís ratione filii mei defuncti aliqua questio, pensio vel demanda72. Parece lógico pensar que Alcanyís exigirá el pago de sus honorarios para atender al hijo de Colom y que, al morir éste, la familia se negara a pagarle. Esto explicaría por qué, además del conocimiento mutuo, entre los árbitros de la disputa se encontraba el médico Nàqueres. De quien no hay duda de que sí fue cliente de Alcanyís es el doctor en leyes Pere Belluga, que vivía en Valen-

cia. Belluga se convirtió en una figura de prestigio dentro de los círculos culturales y políticos de la capital y el reino después de la publicación de su obra Speculum principis. Además de jurista y abogado, Belluga también fue juez de apelaciones, tarea que le reportaba jugosos beneficios. Muestra de la presencia del individuo es el hecho de que, junto con otros, en 1459 redactó el informe sobre el asalto a la morería que se había producido unos meses antes. En definitiva, Pere Belluga no sólo era un personaje influyente sino también adinerado73. Así las cosas, no extraña que Belluga pudiera pagar de forma regular los servi-

Entre los clientes de Alcanyís se encontraban personajes de relevancia social como el mestre racional Guillem Saera

cios de los profesionales de la medicina. Todo parece indicar que el médico que lo trató a lo largo de su vida fue Joan Vallseguer74. Por eso es el único que aparece en el testamento del jurista a quien hace donación de 200 s. 75 Sin embargo, cuando su estado de salud empeoró, Belluga reclamó la presencia de otros médicos, más jóvenes que Vallseguer, Lluís Alcanyís y Jaume Sanç76. Quizás porque el conocimiento era más reciente, el jurista redactó un codicilo testamentario donde les hacía donación, a cada uno de ellos, de 100 s. “per los treballs per aquells en mi sostenguts e sostenidors en la present malaltia e enfirmitat” 77. Sin duda, que una figura de la trascendencia política y social de Pere Belluga confiara en Lluís Alcanyís de-

bió facilitar el nombramiento de éste como médico del heredero del trono de la Corona de Aragón en 146978. Convertirse en el médico del rey, el infante Fernando era ya entonces rey de Sicilia, suponía uno de los reconocimientos máximos a las que podía aspirar cualquier galeno de la edad media. Parece ser que Alcanyís prestó sus servicios médicos a la corte real en varias ocasiones por lo menos hasta julio de 1498, cuando atendió a la reina Isabel por unas fiebres, según informa una carta del batlle general del reino al rey fechada el 15 de dicho mes: “Agora en esta hora he recebido una carta de vuestra alteza de XIII del present con otra para maestre Alcanyiz, phísico, por la qual m·es mandado que con toda diligencia trabajasse en que el dicho maestro Alcanyís parta y vaya a vuestra alteza para entender en la salud de la sereníssima reyna, y aunque los desseos del dicho maestro Alcanyís son tales que por servicio de sus altezas no ha menester más que saberlo, pero visto que no tenía concertado todo el aparejo de cavalcaduras y otras cosas para·l camino, porque luego sin detenerse un punto partiesse, lo he socorrido de cinquenta libras, y así luego es partido. Y, si ser puduiesse, también embiara mi salud y vida, si con aquella su alteza tuviera entero remedio de las calenturas. Plegue a nuestro Senyor por su piedad que lo dé como vuestro real coraçón desea, y así spero su clemencia lo hará, adonde aquí y en otras partes son tantos los devotos rueguos y oraciones y de tan religiosas personas y nuestro Senyor (…)”79.

En buena lógica, el nombramiento como médico del rey debió proporcionar a Alcanyís la oportunidad de ampliar el espectro de su clientela, pero no es hasta el 1477 cuando sabemos de otro de sus pacientes. Se trata del mestre racional de Valencia Guillem Saera, a quien asistió en sus instantes finales. Saera sufrió un ataque de apoplejía la mañana del 30 de mayo de 1477 mientras presenciaba el juego de la barra en Valencia. Rápidamente fue trasladado a su casa, donde lo asistió Lluís Alcanyís. A los pocos días parecía que se había recuperado del ataque y, de hecho, según el dietario del capellán de Alfons el Magnànim, el mismo Alcanyís le dijo: “Mossén: vós sou garit” al ver que su paciente tenía

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de nuevo apetito. Esa misma noche, sin embargo, Saera murió, parece ser, debido a un nuevo ataque: “en un moment la boca li vench a la horela, reganya los hulls, e pagua lo deute de natura”80. Además de estos casos, ahora sabemos que Lluís Alcanyís también halló su clientela entre la nobleza. Y no sólo entre la alta nobleza sino también entre nobles titulares de señoríos más bien modestos. Como había hecho Pere Belluga, también Joan Tolsà de Ripoll, señor de Beniarjó -señorío que antes había sido del noble y poeta Ausias Marc, situado en la huerta de Gandía-, se acordó de su médico particular en sus últimas voluntades. Así, en su testamento, Tolsà de Ripoll estableció que: “Als magnífichs micer Miquel Albert e micer Baltazar de Gallach, doctors en leix, advocats meus, e al magnífich mestre Loys Alcanyiz, mestre en medicina, metge meu, a cascú de aquells, [els siga donada] huna gramalla e capiró de drap negre de dol perqué porten dol per la mia mort”81.

La equivalencia monetaria de estas prendas estaba en función de la calidad del paño con el que deberían confeccionarse, pero no parece arriesgado suponer que su precio superara con facilidad los 50 s. Se trataba, por tanto, de una donación nada despreciable, pero, más allá de su valor económico, pone de manifiesto los vínculos que podían llegar a surgir entre los profesionales y sus clientes, en este caso, entre el médico y su paciente. Tampoco parece arriesgado pensar que Alcanyís fue el médico de otro noble con dominios en la huerta de Gandía, el caballero Joan de Cardona. Entre Cardona y Alcanyís existió una relación bastante estrecha ya que, además de ser ambos clientes del notario Guillem Eixernit, el médico y su mujer prestaron dinero al caballero en más de una ocasión, como veremos. Aunque no disponemos de cifras absolutas al respecto, en buena lógica, era esta clientela acomodada la que proporcionaba el grueso de sus ingresos. Otras ocupaciones buscaban beneficios más de carácter simbólico ya que la retribución económica de estos

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trabajos era bastante modesta en relación con las obligaciones que conllevaba. Es el caso del cargo de médico de hospital, un nombramiento que contaba con un salario exiguo que reportaba a quien la ejercía el reconocimiento

Lluís Alcanyís también fue el médico personal de diversos nobles valencianos como Joan Tolsà de Ripoll, señor de Beniarjó

de los contemporáneos. En este sentido, Lluís Alcanyís fue el médico responsable de los enfermos del hospital dels Innocents durante un período de seis meses a lo largo de 1491. Si bien es cierto que el tiempo que estuvo al frente fue breve, el salario que recibió para visitar a los pobres fue, sin lugar a duda, muy modesto. Según los libros de cuentas, su retribución fue de 50 s. para visitar a los enfermos durante este medio año. Más interesante sería preguntarse por qué su tiempo de servicio fue tan breve, más aún si lo comparamos con el servicio de otros médicos como Bartomeu Martí, que sirvió veinticinco años, o el sucesor de éste, Jaume Roig, durante diecisiete82. Es posible que entre Alcanyís y los administradores del centro surgieran algunas desavenencias que llevaran al médico a finalizar su relación con la institución. Pero el dels Innocents no fue el único hospital cuyos enfermos asistió Alcanyís. Ahora sabemos que, al menos en 1494 figuraba como médico del hospital de Sant Miquel, de Menaguera o, como era más conocido, d’en Conill. Por lo tanto, Alcanyís sería uno de los últimos médicos, ya que el hospi-

tal, como el resto de los que había en la ciudad de Valencia, fue clausurado alrededor de 1502 a raíz de la concentración de todas las instituciones sanitarias de la ciudad en un único hospital general. El salario que recibía en el hospital d’en Conill era bastante más elevado que el dels Innocents. En efecto, Alcanyís recibía 180 s. anuales de “salario visitationis pauperum et infirmorum in domo et habitatione dicti hospitalis”83. Además de las tareas sanitarias, Alcanyís se vinculó con la gestión del hospital indirectamente. A finales de noviembre de 1494, Francesc Jordi de Menaguera, como administrador del hospital, le devolvía los 91 s. que Alcanyís había avanzado “ad oppus emendi frumentum pro sustentatione pauperum dicti hospitalis”84. Y es que la falta de recursos, a menudo los más básicos, a las instituciones sanitarias era un problema estructural, y la razón última de la fusión de los diversos centros que pudiera haber en la población. Otra vertiente de su proyección profesional fue el ejercicio de diversos cargos relacionados con la formación y el examen a futuros médicos y cirujanos. Así pues, a finales de 1467 fue elegido miembro del tribunal examinador de médicos de Valencia por el Consell municipal de Valencia. Cabe decir que, a diferencia de otros colectivos profesionales, la licencia que otorgaba este tribunal abarcaba no sólo la ciudad de Valencia sino todo el reino. El tribunal estaba formado por dos médicos universitarios, que eran los responsables de examinar los candidatos a ejercer la medicina en el reino, pero también a cirujanos y barberos. Si a estos últimos les era suficiente con demostrar su experiencia, los que querían ejercer la medicina necesitaban haber obtenido el título universitario previamente. Así pues, Alcanyís fue nombrado examinador durante los años 1467, 1471, 1476, 1480, 1487, 1492, 1494, 1498, 1499 y 1503 y como miembro suplente en 1485 y aún en 150485. Con menos frecuencia, pero también en reiteradas ocasiones, Alcanyís fue nombrado lector de la escuela de cirugía. El primer nombramiento se produjo en 1469 y lo ejerció nuevamente en 1472 y 1487. Esta es-


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cuela de cirugía dependía del gremio o col·legi de cirujanos de la ciudad de Valencia, que la financiaban. Más que una importante retribución económica -que ni en este caso ni tampoco en la anterior sabemos de cuánto eraeste tipo de nombramientos proporcionaban al titular prestigio y eran a la vez una forma de reconocimiento por parte de la sociedad contemporánea. Otro cargo que ostentó Alcanyís es el de dessospitador de heridas de la ciudad de Valencia y su término. Fernando el Católico le otorgó el nombramiento en julio de 1490 de forma vitalicia y, en efecto, Alcanyís ostentó el cargo hasta la condena inquisitorial definitiva de 1506. Este cargo consistía en ofrecer asesoramiento médico y peritaje a los tribunales en los procesos judiciales que lo reclamaran86. Era, por tanto, una vía para poder examinar cuerpos y heridas de forma práctica. Pero el nombramiento más prominente y que reportó mayores ganancias económicas y de reconocimiento social es, sin duda, el de primer titular de la cadira de medicina e cirurgia de l’Estudi General de Valencia creada el 1499. Por su labor docente, Alcanyís recibiría una retribución anual de 300 s. El año posterior la cátedra fue dividida en otras dos. La cátedra primera de medicina o cadira de principis fue otorgada a Alcanyís con una retribución de 700 s. anuales, mientras que Salvador Abril fue nombrado responsable de la cátedra segunda. Alcanyís fue titular de la cadira de principis desde 1500 hasta bien avanzado en 1504, aunque en febrero de este año él y su mujer fueron detenidos. En mayo de ese año, Francesc Alcanyís -médico como su padre- fue nombrado sustituto de Lluís por el Consell de Valencia, aunque a finales de 1504, Salvador Abril pasó a ostentar la cátedra primera y Francesc la segunda.

Otras fuentes de ingresos Más allá de la medicina, Lluís Alcanyís contaba con fuentes de ingresos vinculadas a otras actividades económicas al margen de su profesión. De hecho, la mayor parte de referencias documentales sobre los médicos en la

edad media, al menos para el ámbito de la Corona de Aragón, proceden, más que del ejercicio de su profesión, del quehacer diario de compraventas de inmuebles, operaciones de crédito y procuradurías87. En el caso de Lluís Alcanyís, sin embargo, sólo he podido

Edición del Regiment de la editorial Barcino

documentar algunas inversiones en el mercado del crédito, aunque no debemos descartar que contara con alguna parcela de tierra que le proveyera de los productos básicos o un huerto donde cultivar sus propias hierbas medicinales. Así, pues, el mercader de Valencia Joan Nadal le cargó en julio

Además de la medicina y la docencia, las actividades creditícias eran otra fuente de ingresos para Alcanyís

de 1468 un censal de 150 s. por un capital de 2.000, lo que nos da una clara imagen de la liquidez y, en definitiva, la capacidad económica que ya entonces -tampoco hacía demasiado tiempo que se había trasladado a la capital del reino- atesoraba Alcanyís88. Además, también tuvo relación con algunos mercaderes internacionales. Fruto de estos negocios, en 1483 actuó como fianza y caplleuta de Joan Pelegrí -posiblemente pariente del tendero Pere Pelegrí con quien ya había hecho negocios antes- entonces encarcelado a instancias del mercader florentino Pietro Spannochi89. Parece lógico pensar que este encarcelamiento debía responder a alguna deuda de Pelegrí con Spannochi. Alcanyís protestó por la sentencia dada por el justicia civil y apeló a la Real Audiencia, aprovechando su proximidad con la corte real. Y, efectivamente, Fernando el Católico ordenó una revisión de la sentencia90. En el caso de Elionor sabemos que en los últimos años de su vida, entre 1502 y 1503, tuvo que reclamar el pago de diversas cantidades que le eran debidas. Parece lógico pensar que todo pueda estar relacionado con la creciente presión que sobre los Alcanyís y el resto de la comunidad conversa ejerció la Inquisición a partir de 1500. Así, pues, entre noviembre de 1502 y mayo de 1503, Joan Alcanyís registró o hizo mención de un total de 9 cesiones de deuda en favor de Elionor. El 2 de noviembre de 1502 el veguer dels jurats de Valencia, Antoni Escala, y tres días después el clérigo Lluís Climent, le hicieron cesión de 160 y 103 s. 4 d. respectivamente91. Unos días más tarde, el ciudadano de Xàtiva Jaume Garcia le hacía cesión de 716 s. 8 d. y la viuda de Joan d’Íxer le cedía 400 s. 92 En conjunto, en el mes de noviembre Elionor, uxor reverendi Ludocivi Alcanyís, in artibus et medicina magistri, percibió 1.380 s. que le eran debidos. A finales de febrero de 1503 era Joan de Sant Ramon, comendador de la orden de Santa Maria de Montesa, el que le cedía 250 s. Y a inicios de marzo era el ciudadano de Valencia Joan Foscor quien le hacía cesión de otros 150 s. 93 Las otras tres cesiones aparecen

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mencionadas en un documento en el que la cesionaria es ella misma en favor del mercader Martí de Santàngel en el que le hace cesión de sus derechos, aunque no especifica las cantidades, contra el tendero de lienzo Lluís Nadal94, el giponer Cristòfol Ricart y la hija del noble Hug de Cardona, Maria de Cardona. Además de esto, le cede los 400 s. de pensión correspondiente a 1501 que le debía el noble Alfons de Cardona -hijo del Joan de Cardona, anteriormente ya mencionado95. Todo ello suma una deuda de 2.179 s., una cifra que sólo permite vislumbrar la participación de los Alcanyís en el mercado del crédito. En cualquier caso, por las confiscaciones hechas por la Inquisición después de la muerte de Lluís Alcanyís podemos saber cuál era su patrimonio al final de su singladura vital. En conjunto, el valor patrimonial de los bienes inmuebles, muebles y censales de la familia era de casi 30.000 s. 96 La cifra los situaba entre las familias más acomodadas del colectivo converso que fueron víctimas de la Inquisición entre 1478 y 153097.

El codicilo El 23 de marzo de 1501 Lluís Alcanyís se presentaba en la oficina del notario Guillem Eixernit para introducir una única modificación en su testamento. La relación entre ambos se retrotraía, a 1490, cuando Eixernit registró el testamento del galeno. De hecho, el propio notario dirá del médico al final del codicilo “lo conech molt”. No parece arriesgado pensar que Eixernit, además del notario de Alcanyís, fuera también su paciente. Sea como fuere, la modificación del codicilo once años después tiene que ver con el lugar de enterramiento escogido por el médico. Si inicialmente había señalado la capilla de Santa Maria de la Neu del convento de Sant Francesc de Valencia para su descanso eterno, ahora pedía ser enterrado en la iglesia del convento de la Trinitat, concretamente en una fosa que él mismo mandaba hacer en la capilla situada en el lado izquierdo de la puerta de acceso a la iglesia, bajo el coro. La capilla estaba decorada con ta-

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blas dedicadas a los santos médicos, Cosme y Damián, a un lado, en el centro, la Piedad, y en la otra parte, San Juan Bautista y San Juan Evangelista. Según se desprende del documento, estas pinturas ya estaban en la capilla cuando Alcanyís decidió enterrarse allí. Sin embargo, no está de más señalar la adecuación de los temas a su trayectoria personal ya que los santos Cosme y Damián eran una advocación muy extendida entre los profesionales de la medicina, mientras que la Piedad contó con numerosos adeptos entre los conversos. Este cambio fue posible gracias a la concesión que le había hecho la abadesa del convento, posible-

El 23 de marzo de 1501 Lluís Alcanyís modificó su testamento mediante la redacción de un codicilo ante el notario Guillem Eixernit

mente la misma que había sido editora del Vita Christi de sor Isabel de Villena, sor Aldonça de Montsoriu. Podemos aventurar que ésta había sido una gracia de la abadesa con quien era, probablemente, el médico que atendía a las monjas del convento o, al menos, de la superior de la institución. En cuanto a los testigos del codicilo, el escribano Joan Savall y el tornero Joan Monlluna, resulta difícil precisar su relación con Alcanyís, más allá del requisito legal del conocimiento mutuo. Por lo que se refiere al tercero de los testigos, Joan Gamisa, aunque sus registros no han dado ninguna información respecto al médico de Xàtiva, ambos coincidieron en el certamen literario de 1474. De Monlluna he podi-

do constatar que “tota sa vida ha portat la caixeta dels siris de la Sala a la Seu per a les professons e los banchs e cadires per a junctes, canyes e boves eo qualsevol altres festes tota ora que·s mester, del qual ofici té cent sous reals de Valencia de renda de salari de sa vida cascun any” y además “tot lo dret de fosser de les parròquies de Sancta Catarina e de Sanct Berthomeu e de Sanct Joan del Spital e de la Mercé” 98. Obviamente, el espacio que Eixernit había dejado para el acta de publicación del codicilo, como era preceptivo en este tipo de documentos, quedó para siempre en blanco, ya que nunca llegó a hacerse público. Como es sabido, Alcanyís fue quemado vivo un 25 de noviembre de 1506. No sabemos si Eixernit estaba presente en el ajusticiamiento, pero lo cierto es que ni ese día, ni tampoco a lo largo de la semana posterior a la ejecución del galeno, el notario registró acto alguno en sus protocolos.

A modo de conclusión: el final de Lluís Alcanyís Como ya he dicho, hasta el momento no se ha localizado el proceso inquisitorial que conllevó la ejecución de Lluís Alcanyís. Más aún, de su existencia no tendríamos constancia de no ser por las referencias a él que hay en el proceso de su mujer Elionor99. Los problemas de Lluís Alcanyís con la Inquisición comenzaron muy poco después de la llegada del tribunal a Valencia, en 1482. Como es sabido, el 7 de abril de 1483 Elionor Esparça se presentó ante los inquisidores, acogiéndose a un edicto de gracia otorgado por el Santo Oficio, por confesar voluntariamente sus prácticas judías100. Dos meses después de su declaración, el 12 de junio, el justícia civil de Valencia condenaba a Lluís Alcanyís a restituirle parcialmente la dote y el aumento que aún no había satisfecho. Es lógico pensar que ambos hechos estaban relacionados y que esta restitución dotal era una estrategia para evitar posibles actuaciones inquisitoriales contra el conjunto del patrimonio familiar101. Así pues, el 8 de enero de 1484, Jaume Salvador hizo inventario


Nuevas aportaciones sobre la vida del médico judeoconverso valenciano Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506)

de diferentes bienes de Lluís Alcanyís102. La confesión de Elionor sirvió para calmar los recelos de los inquisidores, pero sólo de forma temporal. Por lo menos, en 1489 y nuevamente en 1491, Elionor fue nuevamente requerida para concretar detalles de su confesión previa. En 1500 fue descubierta en casa de los Vives una sinagoga secreta que originó una nueva ola de represión sobre los conversos. Las detenciones llevaron a nuevas imputaciones y acusaciones. Probablemente es esta presión creciente sobre la familia lo que hizo que el hijo de Alcanyís, Francesc, volviera de Castilla, donde entonces estaba. Ahora sabemos que el retorno se produjo en el verano de 1503. Y eso porque el 3 de agosto de aquel año reverendo magistro Francisco d’Alcanyiç, in artibus et medecina magistro, alquilaba por un año una casa del mercader Gil Ruiz a Valencia. La casa se encontraba en la parroquia de Sant

El 25 de noviembre de 1506 Lluís Alcanyís fue quemado vivo en la plaza dels Apòstols de Valencia repleta de gente

Martí, es decir, en la misma que sus padres, concretamente “in vivo vulgo dicto de la Travessa del Gall”. 103 Finalmente, el 19 de septiembre de 1505, la Inquisición condenó a Lluís Alcanyís y a su mujer a morir en la hoguera por pertinaces y negativos. Elionor, condenada también por relapso, fue probablemente ajusticiada ese mismo día104. En el caso de Lluís,

la condena no fue ejecutada hasta un año después, tiempo que permaneció en las cárceles del Santo Oficio. La condena por pertinaz y negativo implicaba, pues, que Alcanyís había mantenido prácticas propias del judaísmo tales como celebrar el Sabbat, rechazar la carne de cerdo o negar el culto a los santos y a la Virgen. Pero en ningún momento se cuestionaba su labor como médico, todo lo contrario que los médicos moriscos, a los quienes el Santo Oficio cuestionaba la sinceridad de su cristianismo pero también sus hábitos profesionales105. Y ello porque Alcanyís se había formado en una universidad, donde había podido aprender los principios básicos del galenismo neoescolástico y, en definitiva, el sistema médico cristiano propio del mundo occidental106. Finalmente, el 25 de noviembre de 1506, con la plaza “Sedis Valentie dels Apòstols” repleta de gente, Lluís Alcanyís fue ejecutado en la hoguera. s

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Notas 1) Abreviaturas:

(1440-X-6).

ACA = Archivo de la Corona d’Aragó

20) Cruselles 1998, pp. 273-284.

ACCV = Archivo de Protocolos Notariales del Colegio del Corpus Christi de Valencia

21) Así lo ha sugerido José María Cruselles para Francesc Saranyana, que fue, al menos durante un tiempo, contemporáneo de Jaume Alcanyís. Cruselles en prensa.

ADV= Archivo Diocesano de València AHN = Archivo Histórico Nacional

22) Respectivamente, ACCV, núm. 26.551, 26.554 i 26.556.

AMV = Archivo Municipal de València

23) Ferragud 2005, pp. 100-148.

ARV = Archivo del Reino de València

24) ACCV, núm. 26.557.

d. = dineros

25) ACCV, núm. 26.560.

leg. = legajo número

26) La entrega del testamento aparece referida en la compraventa de la casa años después. ACCV, núm. 23.350 (1467-IV-2). Los registros de Gallac no se han conservado. La casa de este notario aparece mencionada en las afrontaciones de la residencia de los Alcanyís cuando cargaron el censal a Francesc Sanç en 1447.

s. = sueldos Debo agradecer las conversaciones mantenidas con Carmel Ferragud, Jon Arrizabalaga, Àlvar Martínez-Vidal y Ferran Garcia-Oliver que han contribuido a mejorar este trabajo. 2) Martí 1927, pp. 35-36. 3) Arrizabalaga 1983b. 4) Ferrando 1999, pp. 43-111. 5) Ventura 1973, pp. 69-105; Garcia Càrcel 1976; Ventura 1979. 6) Arrizabalaga 2008; Ferragud 2009. 7) Además de estos notarios, también se han vaciado los registros notariales de Joan Gamisa, que aparece como testigo del codicilo de Alcanyís que aquí presentamos. Sus registros abarcan el período comprendido entre 1474 y 1491 y se conservan en el ACCV. Se trata de un notario que trabajó básicamente en la huerta de Valencia más que en la capital del reino. 8) Además, aparece reiteradamente cierto mercader llamado Bernat Alcanyís, pero nunca aparece vinculado a Lluís. Por este motivo no lo identifico como hermano suyo, -de nombre homónimo-, a pesar de que no lo podemos descartar definitivamente. ARV, Protocols, núm. 1.994-2.025. 9) Hay que apuntar, por otro lado, que no se conocen más operaciones económicas a fin de completar la restitución íntegra de la dote por parte de Lluís. Arrizabalaga 2008, p. 107-119.

27) ACCV, núm. 24.038. En cuanto a los Costa, gracias a los procesos inquisitoriales conservados en el Arxiu de la Universitat de València, sabemos que el especiero Lluís y el notario Ausias eran hermanos. Y aún había un tercero llamado Francesc. Por otra parte, hay que señalar es probable que Alpicat fuera el apellido original de los Costa antes de su conversión. Y esto porque en un documento, como veremos, se menciona al notario como Ausias Alpicat, alias Costa. Ausias estaba casado, como su hermano Lluís, con una Alcanyís, en su caso, con Isabel, hija de cierto Joan Alcanyís, la cual había muerto ya el 1489. Isabel dio a luz a una criatura entre 1466 y 1470. El nacimiento fue celebrado siguiendo los preceptos judíos, fiesta en que recibía el nombre entre los conversos valencianos de la vijola, comiendo manzanas con miel y bailando hasta bien entrada la noche. Isabel, como su hermana, murió a inicios de los 70 con sólo dos días de diferencia. Parece ser que ambas fueron amortajadas siguiendo también el ritual como denunciaba una de las criadas que había trabajado para el padre de ellas, Joan Alcanyís. Barrio 2013, p. 79, 87 i 90. 28) Barrio 2013, p. 72. 29) ACCV, núm. 23.250 (1467-VI-13). 30) ACCV, núm. 25.583. 31) ACCV, núm. 23.250 (1467-IV-2). 32) ACCV, núm. 24.043. 33) Ventura 1973, p. 71.

10) Rubio 1988, p. 99, p. 102 i documento 23.

34) ACCV, núm. 23.806 (1481-IX-14).

11) Cruselles en prensa. Agradezco al profesor Cruselles haberme facilitado la lectura de este trabajo inédito. También hay constancia de un Pere Saranyana, apotecario, ciudadano de Xàtiva. Éste, el 3 de octubre de 1430, firmó un recibo de 250 s. a la viuda de Guillem Cairat por cierta cantidad de cuero. ACCV, núm. 26.551.

35) Narbona 2009, pp. 128-129. 36) Ventura 1978, pp. 73-74. 37) Ferragud 2009, pp. 22-30. 38) ACCV, núm. 26.553.

12) ACCV, núm. 26.616 i 26.551-26.565.

39) ACCV, núm. 21.173 (respectivamente, 1448-V-22 i VI-4).

13) ACCV, núm. 25.579-25.591.

40) ACCV, núm. 13.987 (1424, IX, 15).

14) Concretamente el 13 de mayo de ese año. ACCV, núm. 24.038.

41) Ferragud 2019, pp. 35-48.

15) ACCV, núm. 24.009, 24.011, 24.040-24.045.

42) Arrizabalaga et al. 1989; Arrizabalaga 2008, p. 42.

16) ACCV, núm. 10.238, 11.562, 11.361-11.370.

43) ACCV, núm. 20.077.

17) ACCV, núm. 26.360-26.365.

44) Ferragud 2018

18) De hecho, registra otro individuo de la parentela, Guillem Alcanyís, botiguer. ACCV, núm. 23.350 (1467-I-29).

45) Aunque no figura en lista ofrecida por Gaya 1950.

19) Joan Alcanyís, sastre y vecino de Xàtiva, hijo de cierto Jaume Alcanyís, se casó con Leonor, hija del corredor Jaume Pintor el 1440. ACCV, núm. 26.555

47) AHN, Nobleza, Osuna, leg. 1.310/1

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46) Garcia-Oliver 1993.


Nuevas aportaciones sobre la vida del médico judeoconverso valenciano Lluís Alcanyís (ca. 1440-1506)

48) ACCV, núm. 24.039.

76) Ferragud 2019, pp. 127-136.

49) Idem

77) Ferragud 2009, p. 27

50) Ferragud, 2019.

78) Arrizabalaga 2008, p. 46.

51) ADV, protocolo de Pere Alfonso (1464-II-2). Esta documentación fue destruida durante la Guerra Civil pero hemos podido saber de ella gracias a las notas del erudito Jose Rodrigo Pertegás. Fresquet et al. 2002.

79) Documento procedente del ARV y reproducido por Jose Rodrigo Pertegás con una signatura antigua, Cartas reales, llibre, 1 f. 244, por lo que no ha sido posible localizar el original. Fresquet et al. 2002.

52) ACCV, núm. 25.580 (1467-II-2).

80) Rodrigo 2011, pp. 457-458.

53) Arrizabalaga 2008, p. 38.

81) ACCV, núm. 23.010 (1489-III-13). No era ésta una práctica nada extraña, Arrizabalaga 2007, p. 317.

54) Su apellido no figura entre la nómina de personas que se registran como vecinos de la ciudad ante el justícia en el periodo comprendido entre 1446 y 1468. Por lo tanto, por razones que desconocemos, parece que Alcanyís no siguió el procedimiento habitual para obtener la condición de vecino de la ciudad de València -con los privilegios que de ello se derivaban. Igualmente, no he podido documentar ninguna referencia a su persona entre las sesiones del Consell correspondientes a los años inmediatamente anteriores a su llegada como tampoco en las letras misivas enviadas por los consellers de València. AMV, Aveïnaments, b3-5 i 6; Manuals de Consell, A-38; i Lletres missives, g3-26. Piles 1978. 55) ACCV, núm. 24.043 (1467-XI-3). 56) Ídem. El marido de Aldonça era el botiguer Gabriel Pelegrí. Este matrimonio originario de Xàtiva también se había establecido en Valencia. 57) Arrizabalaga 2008, p. 44. 58) ACCV, núm. 24.009. 59) ACCV, núm. 24.041 (1469-II-11). 60) Ventura 1978, p. 76. 61) Este noble poseía dominios en la huerta de Gandía y en las Montañas de Dénia. ACCV, núm. 11.381 (1478-V-18). 62) Arrizabalaga 2008, p. 107. 63) Arrizabalaga 2008, p. 39. 64) Ferrando 1982. 65) Parece ser que Pere Alcanyís murió a los pocos años de celebrarse el certamen poético. El 30 de septiembre de 1479 el labrador Antoni Garcia de Canals cancelaba un censal de 2.000 s. de capital a la viuda del dicho Pere. ACCV, núm. 23.804. 66) ACCV, núm. 11.379 (1475-VIII-7). 67) Rubio 1994-1995, pp. 1.211-1.213. 68) Ventura 1973, p. 91. 69) Rubio 1994-1995, pp. 1.216-1.217. 70) Arrizabalaga 2008, p. 50. 71) Ferragud 2005, pp. 100-148. 72) Fresquet et al 2002. 73) Graullera 2009, pp. 7, 14 y 27; Febrer 2017, pp. 105-106. 74) Ferragud 2015, p. 189.

82) Alcanyís 2008, p. 48. 83) Para el pago, Alcanyís tenía asignado un censal que pagaba la villa de Castelló de la Plana a dicho hospital. ACCV, núm. 26.400 (1494-V-25). 84) Idem. 85) Todos estos datos y los que siguen proceden de Arrizabalaga 2008, p. 44-48. 86) Ferragud 2016. 87) Ferragud 2005, pp. 100-148. 88) Con todo, el censal fue cancelado a finales de ese mismo año. ACCV, núm. 24.009 (1468, VII, 21 y XII, 15). 89) Cruselles-Igual 2003, pp. 31-38. 90) Ferragud 2019, p. 133. 91) ACCV, núm. 26.360. 92) ACCV, núm. 26.360 (1502-XI-16 i 19). 93) ACCV, núm. 26.361 (1503-II-27 i III-9). 94) Lluís Nadal casaría su hija Joana con el médico Francesc Fabra, hijo del notario de Joan Fabra. La dote de la joven fue de 10.000 s., la misma cantidad que recibió Francesc de su padre mediante una donatio inter vivos. ACCV, núm. 26.360 (1502-IX-17). Este Joan Fabra era cuñado de Bernat Alcanyís, ya que las mujeres de ambos eran hermanas. Ventura, 1978, p. 74. 95) ACCV, núm. 26.361 (1503-V-10). 96) García Cárcel 1976, p. 154; Ventura 1973, pp. 85-86, pp. 102-104. 97) García Cárcel 1976, p. 173. 98) ACCV, núm. 23.027 (1505-XI-25). 99) Ventura 1973, p. 93. 100) Ventura 1978, pp. 76-81. 101) Arrizabalaga 2008, pp. 39-40. 102) ARV, Protocols, núm. 2.003, f. 22v.-25v. Arrizabalaga 2008, pp. 107-119. 103) ACCV, núm. 26.361. 104) García Cárcel 1976, p. 184, p. 191; Ventura 1973, p. 84; 1978, p. 85. 105) Garcia Ballester 1984. 106) Ferragud 2009, p. 30.

75) Ferragud 2009, p. 27.

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El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización Laura Guinot Ferri*

Resumen: El fenómeno del pluralismo médico o asistencial era una realidad a lo largo de los siglos XVII y XVIII, así como en periodos anteriores y posteriores. La combinación de remedios terapéuticos de fundamentación diversa se ha planteado como una práctica cotidiana frecuente entre aquellas personas que debían hacer frente a la enfermedad, una dinámica ya estudiada por la historiografía a través de fuentes muy variadas. No obstante, los procesos de canonización han sido menos utilizados y trabajados para analizar esa diversificación

de recursos asistenciales, por lo que en este trabajo buscamos poner en valor dicha documentación a partir de un caso de estudio concreto: el de la religiosa valenciana Sor Josefa María de Santa Inés, mejor conocida como Beata Inés de Benigànim. Durante su vida a lo largo del siglo XVII y tras su muerte fue protagonista de numerosas intervenciones curativas interpretadas como prodigiosas, una faceta en la que también observamos la participación de médicos, cirujanos y otros recursos de carácter creencial.

Medical pluralism in the 17th and 18th centuries from the canonisation processes Abstract: The phenomenon of medical or healthcare pluralism was a fact throughout the 17th and 18th centuries, as well as previous and posterior periods. The combination of therapeutic remedies of diverse basis was taken as daily practice among the people who had to face the disease, a dynamic already studied through historiography from various sources. However, the canonisation processes have been less used and studied to analyse this diversification in healthcare resources, thus in

* Universitat de València.

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this work we are looking to evaluate said documentation from a specific case study: that of the Valencian nun Sister Josefa Maria de Santa Inés, better known as Beatus Inés de Benigànim. During her life in the 17th century, and after her death, she was the protagonist of numerous healing procedures interpreted as prodigious, a facet in which the participation of physicians, surgeons and other belief-related resources can be observed.


El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización

Las prácticas asistenciales y los discursos sobre la salud y la enfermedad

E

n este trabajo abordaremos el análisis del fenómeno conocido como pluralismo asistencial a través de una fuente relativamente poco habitual en este tipo de estudios: los procesos de canonización. Para ello utilizaremos el proceso que se desarrolló en torno a la santidad de una religiosa valenciana del siglo XVII: Sor Josefa de Santa Inés (mejor conocida como Inés de Benigànim o Madre Inés), cuya causa de beatificación se inició en 1729

Para una persona el alivio podía provenir de una sanación extraordinaria, pero igualmente de la garantía de que su alma podría salvarse

y concluyó en 1886 con su proclamación como Beata. Se trata de una santa de carácter local que formó parte de la comunidad religiosa de agustinas descalzas de la localidad valenciana de Benigànim hasta 1696, cuando falleció, y cuyo caso nos permite aproximarnos a las diferentes formas de afrontar la enfermedad en los siglos XVII y XVIII. En los siglos en los que transcurre la trayectoria de la monja el término salud no solamente hacía referencia al bienestar corporal, sino también al espiritual. Para una persona el alivio podía provenir de una sanación extraordinaria, pero igualmente de la garantía de que su alma podría salvarse una vez su cuerpo hubiera fallecido. En todas estas situaciones podemos ver la utilización de remedios terapéuticos y el recurso a las diferentes personas que, en este contexto de pluralismo asistencial, se dedicaban a la salud, y en el que se incluían médicos, cirujanos, boticarios, curanderos, matronas y charlatanes, pero también sacerdotes, santos y otras figuras dedicadas de alguna forma a la asistencia curativa. A través del estudio de casos particulares, incluidos en el proceso de beatificación, pretendemos reconstruir el itinerario terapéutico que recorría una persona, cómo describía sus síntomas y sus emociones (si es que

disponemos de su testimonio), y cómo en el desarrollo de esa dinámica se recurría a diferentes expertos en función de las necesidades, las motivaciones y otros factores. A partir de estos relatos estudiaremos el lenguaje utilizado y los discursos de los que formaba parte, y por este motivo consideramos necesario introducir algunas nociones sobre las interpretaciones que en los siglos XVII y XVIII se tenían sobre el cuerpo y sus funciones, así como sobre la salud y la enfermedad. Desde un punto de vista científico-académico la teoría que predominó en la medicina y la fisiología durante siglos fue el sistema humoral, cuyo origen se encontraba en las ideas de Galeno e Hipócrates. Los conceptos que caracterizaban dicho sistema, no obstante, estaban bastante extendidos y no eran solo propios de médicos doctos1. De acuerdo con esta teoría el cuerpo estaba compuesto por cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla (o cólera) y bilis negra (o melancolía). Estas cuatro sustancias debían estar en equilibrio para garantizar la salud, pero podían alterarse o corromperse por múltiples motivos, dando lugar a una determinada enfermedad. Cada humor se caracterizaba por unas cualidades, y variaba en función del sexo, la edad y las particularidades de cada persona.

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Laura Guinot Ferri

Según la teoría humoral la enfermedad sería una indisposición preternatural del cuerpo, por obra de la cual se alteran las funciones vitales normales2. Además, la dolencia se interpretaba bajo una perspectiva holística, es decir, se consideraba que la enfermedad existía en un organismo específico como resultado de una disfunción debida a los hábitos de la persona o a la influencia de agentes externos. No se percibía, al menos hasta el siglo XIX, como una entidad independiente3. Las causas que llevaban a dicho padecimiento podían ser múltiples, y podían deberse a la constitución de la propia persona (fuerte, débil, robusta o delicada), o también a lo que se llamaban las seis “cosas no naturales”: aire y ambiente, comida y bebida, movimiento y descanso, sueño y vigilia, excreciones y secreciones, y afectos del ánimo4. Todos estos elementos debían ser tenidos en cuenta a la hora de analizar una determinada enfermedad puesto que el tratamiento adecuado variaba en función de las características de la propia persona y de la naturaleza del proceso morboso. Por este motivo era importante conocer el historial del paciente antes de administrar cualquier remedio. La terminología para designar la enfermedad podía variar en función de la persona que la calificara puesto que el lenguaje empleado por médicos y por pacientes no siempre era el mismo. Asimismo, debemos tener en cuenta que la dolencia que en un determinado momento se calificaba con un nombre podría no representar el mismo tipo de afección clasificada como tal en el presente. Por este motivo resulta, en ocasiones, complicado analizar ciertas enfermedades. Por ello debemos situar cada proceso morboso en su contexto, y valorar qué síntomas y qué tratamientos se utilizaban para afrontarlo, así como las explicaciones aportadas sobre su posible origen tanto por parte del médico, o del sanador, como del paciente5. Dentro del galenismo y de lo que se denominaba metodus medendi la aplicación de remedios solía seguir unos pasos. El primer paso del tratamiento se centraba en la dieta. A continuación, si el paciente no mejoraba, el médico podía recetar medicamentos. Y, por último, si no había

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otra solución, se recurría a la intervención quirúrgica, llevada a cabo por los cirujanos y/o los barberos. (Imagen 1) Además, dada la interpretación dualista del ser humano en cuerpo y alma, la sanación no solamente se interpretaba como una curación física sino también espiritual. Por ello era tan importante, en el contexto católico, la asistencia de confesores y otros agentes que ayudaran a conseguir

La dolencia que en un determinado momento se calificaba con un nombre podría no representar el mismo tipo de afección clasificada como tal en el presente

la salvación del alma después de la muerte. Otra de las facetas en las que se manifestaba dicha interrelación es la capacidad que tenían las emociones de afectar a la salud alterando los humores y provocando determinadas afecciones, aunque el término habitual en la época moderna no era el de emociones sino el de pasiones, afectos o accidentes del alma6. Existen numerosas intervenciones de Sor Josefa, en las que sanó tumores, parálisis, gangrenas, calenturas, cegueras y muchas otras enfermedades, en ocasiones, no bien definidas. Asimismo, participó para evitar atragantamientos, pequeños accidentes domésticos o incidentes más graves como caídas, atropellos o tiroteos. Es especialmente destacable también su labor con muchas mujeres preocupadas por sus embarazos, abortos y par-

tos. De todas estas actuaciones hemos seleccionado algunas especialmente significativas que nos permiten analizar la combinación de remedios terapéuticos y las diversas explicaciones sobre la salud y la enfermedad. La dinámica de su intervención milagrosa se manifestaba a través de diversas formas bien definidas, y que se repetían de manera muy similar en prácticamente todos los casos. De este modo el milagro adquiría una determinada estructura narrativa, en la que frecuentemente aparecía una enfermedad o un accidente que alteraba la vida cotidiana de la persona, lo que le llevaba a buscar una cura o el alivio de la tensión provocada a través de la mediación espiritual7. A partir de este momento se establecía una relación especial entre Sor Josefa y la persona afectada, vínculo consolidado mediante una devoción que podía provenir del enfermo o de alguien próximo a él. No siempre era la persona afligida quien tomaba la iniciativa puesto que sus familiares o conocidos podían adquirir un importante rol protagonista demandando ellos mismos la intercesión divina o estimulando al moribundo a que tuviera presente a la religiosa en sus oraciones. En cualquier caso la relación establecida solía estar guiada por el principio de la reciprocidad puesto que se planteaba como un intercambio en el que la persona afectada, o alguien de su círculo, prometía un exvoto, una limosna o el cumplimiento de alguna promesa a cambio de la intervención del santo8. No obstante, es cierto que esta no era una relación simétrica dado que existía una desproporción entre lo que se obtenía, la recuperación de la salud, y lo que se ofrecía, algún tipo de regalo9. La deuda adquirida obligaba a la persona milagrosamente curada a cumplir lo prometido, y de hecho si no lo hacía podía sufrir algún tipo de castigo10. Debemos advertir que no siempre se llevaban a cabo prodigios definidos teológicamente como tales. En las hagiografías de santos y en los procesos existen diferencias entre las denominadas gracias y los milagros, que ayudaban a determinar el tipo de intervención del santo o la santa. A lo largo del siglo XVII se llevó a cabo en


El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización

Imagen 1: Figuras anatómicas (parte superior), un médico toma el pulso de un hombre enfermo (parte inferior izquierda) y dos cirujanos llevan a cabo dos intervenciones en un niño y una mujer (parte inferior derecha). Grabado de D. Berger, 1774, a partir de D. Chodowiecki (Wellcome Library Collection).

Roma una regulación de los procesos de canonización que conllevó un análisis mucho más exhaustivo de todas las facetas de la vida de los candidatos a santidad, lo que incluía un estudio pormenorizado de los casos en los que, aparentemente, se había producido un milagro. En este sentido Paolo Zacchia, médico papal del siglo XVII, se convirtió en la autoridad que más argumentos aportó para la deliberación sobre los prodigios. Para que una curación fuera milagrosa debía cumplir varios requisitos: la enfermedad tenía

que ser incurable (o haber alcanzado un estado crítico sin posible solución), y la recuperación, completa e instantánea11. Podía tener lugar una sanación excepcional, pero como resultado de una actuación extraordinaria de la propia naturaleza manifestada en forma de crisis, concepto de origen antiguo. Una crisis supone un cambio repentino en el estado de un paciente, de tal forma que su enfermedad puede agravarse y llevarle a la muerte o mejorar sin intervención terapéutica por procesos naturales extraordinarios12. La definición de Zacchia seguía esta línea: la crisis supondría un esfuerzo por parte de la naturaleza para expulsar la materia mórbida a través de alguna descarga en función del esquema hipocrático-galénico, que de hecho usaban los médicos principalmente durante los siglos XVII y XVIII para analizar el desarrollo de una curación,

aunque no era su labor determinar si el resultado era un milagro. Esta era una materia de la que se ocupaban los teólogos13. Las motivaciones que podían llevar a una persona a solicitar ayuda divina podían ser muy variadas, y dependían, entre otras cosas, de la concepción que se tenía de la enfermedad y de la salud. La historiografía médica ha desarrollado diversas metodologías para comprender la existencia de diferentes agentes sanitarios y sus formas de tratamiento. José María López Piñero, por ejemplo, hablaba de sistemas médicos que podemos clasificar a partir de unos determinados criterios, como pueden ser los fundamentos en que se basan: creencias mágicas, empirismo o algún tipo de conocimiento científico14. La combinación e interrelación de todos ellos es lo que da lugar a lo que se conoce como pluralis-

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Imagen 2. Marguerite Françoise du Chêne milagrosamente curada de diversas enfermedades (hidropesía, hemorragias, dolores y una enfermedad del pulmón). En la tumba de F. de París. Grabado, siglo XVIII (Wellcome Library Collection).

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mo médico o asistencial. Sin embargo, más recientemente otros historiadores han desarrollado nuevos esquemas para comprender la existencia tanto de estos diferentes profesionales dedicados a la sanación, como de las distintas explicaciones sobre la enfermedad y su tratamiento en el contexto del pluralismo asistencial. Laurence Brockliss y Colin Jones, al analizar el ámbito francés, hablan de la existencia de una comunidad médica corporativa, por un lado, y de una penumbra médica, por otro15. Las ideas desarrolladas por David Gentilcore, no obstante, nos parecen algo más próximas a la realidad de aquellos tiempos16. Según él habría tres esferas definidas en función del tipo de práctica médica aplicada y de la etiología de la enfermedad: la médica, la popular y la eclesiástica. El autor incide mucho en las interrelaciones entre ellas, lo que quizás hace de su aproximación una de las más acertadas a la hora de abordar la realidad médica existente durante los siglos modernos. El ámbito médico incluye la denominada medicina académica, es decir, la practicada por los profesionales autorizados y enseñada en espacios oficiales como la universidad. Desde aquí emanan las diversas teorías “científicas” que a lo largo de los siglos han pretendido analizar la fisiología corporal, el origen de la enfermedad y las formas de tratamiento. En segundo lugar, la esfera popular incluía todas aquellas prácticas y remedios cuya fundamentación se basaba en algún tipo de conocimiento empírico o también creencial. Y, en tercer lugar, la esfera eclesiástica recogía la labor asistencial desarrollada por las instituciones religiosas, así como la intervención de sus miembros en casos de exorcismos o de mediación con la divinidad. Este es el esquema que han seguido algunos de los que han analizado el ámbito mediterráneo español17. En nuestra opinión, sin embargo, la popular y la eclesiástica aparecen mezcladas con frecuencia, y no siempre es fácil determinar los límites entre ambas. Por ello, aunque este esquema resulte útil, en ocasiones es difícil aplicarlo a la realidad. Estos ámbitos se interrelacionaban continuamente, lo que daba lu-

gar, por un lado, a numerosos intercambios en las explicaciones sobre la enfermedad, y por otro a una gran complementariedad de remedios a disposición de los enfermos. Junto a las explicaciones de carácter “científico” coexistían otras formas de diagnóstico y tratamiento basadas en otro tipo de fundamentaciones, dando lugar al denominado pluralismo médico. Por este motivo, por ejemplo, las causas que llevaban a un determinado desajuste humoral se podían encontrar en los seres espirituales de carácter sobrenatural que se consideraba que impregnaban la realidad cotidiana. De este modo una enfermedad po-

Junto a las explicaciones de carácter “científico” coexistían otras formas de diagnóstico y tratamiento, dando lugar al denominado pluralismo médico

día ser el resultado de un castigo divino o de una posesión demoniaca. Todos estos elementos sobrenaturales no solamente afectaban a las causas de la dolencia sino que también tenían como resultado diferentes formas de tratamiento. Es por ello que la realidad de la asistencia sanitaria en el periodo moderno estaba compuesta por numerosos agentes cuyos remedios se basaban en tratamientos empíricos, sobrenaturales o religiosos, o también de carácter científico. Esto daba lugar a la existencia de charlatanes, sacamuelas, curanderos, saludadores, sanadoras, matronas, sacerdotes, santos y santas, boticarios, cirujanos o médicos, entre muchos otros posibles

garantes de la salud. La combinación de recursos era la práctica habitual, lo que podía depender de la naturaleza que se atribuía a la enfermedad.

(Imagen 2) Tradicionalmente se ha considerado que el recurso a curanderos y otros sanadores populares se debía a una deficitaria red de profesionales sanitarios, especialmente frágil en el ámbito rural. No podemos negar que el número de médicos, cirujanos y otros profesionales resultaba insuficiente para atender a todos los potenciales pacientes, pero no por ello debemos deducir que la única motivación para acudir a otros recursos fuera la escasez de medios. De hecho, la utilización de diferentes remedios y prácticos sanitarios es una cuestión cultural muy compleja. En ocasiones, las intervenciones terapéuticas por parte de profesionales eran traumáticas y especialmente dolorosas, lo que podía llevar al paciente a complementar la curación con otros posibles remedios menos agresivos. Asimismo, el itinerario terapéutico desarrollado para la curación de un enfermo solía comenzar en el ámbito doméstico, donde las redes de parentesco y los lazos comunitarios eran especialmente intensos18. Esto llevaba a los familiares, amigos y vecinos a intervenir y aportar consejos unos a otros, recomendando todo tipo de opciones terapéuticas. Debemos igualmente valorar la iniciativa tomada por el propio paciente, una figura en ocasiones infravalorada por la historiografía médica tradicional. La demanda de un sanador u otro, así como de los remedios disponibles, podía depender de las preferencias del enfermo en función de la concepción que tenía sobre su propia enfermedad, lo que no siempre respondía al mismo discurso elaborado desde el ámbito académico. Existía frecuentemente una reelaboración del conocimiento médico disponible y un activo rol epistemológico del paciente en la formulación de su propia dolencia y las causas que habían llevado a ella19. Por este motivo era necesario, en la mentalidad del enfermo o de su familia, aplicar el remedio que mejor se adecuara a su propia interpretación de su afección. No siempre

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el profesional y el doliente hablaban el mismo lenguaje, y en la relación médico-paciente, como en la del santo-afligido, debía existir un vínculo basado en la confianza y la creencia por parte del enfermo de que la persona que le asistía podía proporcionarle la curación que necesitaba. De este modo podía adquirir un rol más activo en su propia curación. Es posible, de hecho, que, entre otras cosas, esta fuera una de las causas que llevaran a una persona a solicitar la intercesión divina. No solamente se debería a una devoción personal o a la desesperación frente a una situación extrema sino también a un deseo de tener un control más activo sobre el propio cuerpo y el alma, lo que no siempre sucedía si entraba en escena el profesional sanitario, quien se hacía cargo de la situación. No obs-

Era necesario, en la mentalidad del enfermo o de su familia, aplicar el remedio que mejor se adecuara a su propia interpretación de su afección

tante, debemos reconocer que precisamente en los relatos de milagros en los que se recurre a diversos prácticos y remedios existe una complementariedad y respeto entre unos y otros. El médico, el cirujano, el sacerdote y el santo se ocupan de esferas solapadas pero diferentes, y responden a las necesidades que requiere cada etapa de la curación. Por último, queremos señalar el importante rol adquirido por numerosas mujeres en el ámbito de la curación precisamente por haber adquiri-

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do fama de santidad. En este sentido nos parece especialmente interesante la idea defendida por Gianna Pomata sobre los contrastes entre las sanadoras terrenales y las sanadoras celestiales. Según ella, el hecho de haber adquirido una determinada fama de santidad permitía a las mujeres, una vez comprobada la autenticidad de sus dones, tener un activo y reconocido papel como sanadoras en la comunidad, frente a las complicaciones que experimentaban otras mujeres que querían ejercer de forma pública su papel20. Por este motivo buscamos analizar las similitudes y las diferencias entre la intervención de Sor Josefa cuando todavía vivía y después de su muerte. Con ello pretendemos argumentar que los santos no eran únicamente recursos terapéuticos de los que los enfermos disponían a través de oraciones, reliquias, estampas y otros objetos, sino también sanadores que, en nombre de Dios, realizaban curaciones en primera persona a través de gestos cargados de un fuerte simbolismo, lo que en el caso de las mujeres, además, las dotaba de una reputada fama como sanadoras en su comunidad. En estas situaciones encontraremos a Sor Josefa siendo consciente de sus habilidades, y reivindicando sutilmente su posición como intermediaria con la divinidad para solventar todo tipo de dolencias.

La coexistencia de lo divino, lo médico y lo popular: algunos ejemplos El primer caso que nos interesa describir es el de Isabel Cebriá, que declaró en 1729 en el marco de la conocida como fase informativa, la primera etapa del proceso de beatificación. La testigo declaró que en junio de 1693 salió de Xàtiva, donde vivía, a Benigànim en compañía de su marido Juan Ortiz y de su hija de año y medio Restituta. Según su testimonio el objetivo del viaje era visitar en el convento de la localidad a la religiosa Teresa María de la Concepción, que era pariente suya, y hablar con Sor Josefa, entre otras cosas porque estaba embarazada en ese momento y deseaba solicitarle que rogara por ella para garantizarle un buen

parto. Sin embargo, por la fatiga y el calor del camino su hija sufrió una grave fluxión en los ojos, definida en la edición de 1732 del Diccionario de Autoridades como un flujo de humor que corre a alguna parte del cuerpo dañándola y enfermándola. La situación les hizo sentir un gran desconsuelo e inquietud puesto que la pequeña no dejaba de llorar, y ambos temían que sufriera, en sus propias palabras, algún trabajo o desgracia. Llegaron a la reja del convento, y cuando la Madre Inés vio a Restituta padeciendo se acercó, sacó la mano y le hizo la señal de la cruz sobre los ojos. Al mismo tiempo dijo las palabras: “a mí sí, y a tu no”. Después se quitó una toca blanca que llevaba debajo del velo, y se la entregó a Doña Isabel diciéndole que se la pusiera a la niña en la cabeza. Enseguida pudieron ver el resultado puesto que su dolencia desapareció, de tal forma que no le quedó ninguna secuela de la inflamación que había padecido. La testigo añadía que al poco tiempo tuvo noticia de que a Sor Josefa le sobrevino la misma fluxión en los ojos, lo que le duró unos 14 ó 15 días21.

(Imagen 3) A través de este proceso de curación podemos destacar diversas cuestiones. En primer lugar, este es un ejemplo de la práctica habitual de las mujeres embarazadas de solicitar a la Madre Inés que intercediera por ellas para garantizarles un buen parto. Probablemente la testigo la conocía gracias a Sor Teresa, quien, como ella misma decía, era su pariente, y a quien debía acudir a ver con cierta frecuencia. En segundo lugar, la curación aparentemente milagrosa combinaba en este caso varios elementos: la señal de la cruz sobre la parte afectada, la colocación de un objeto perteneciente a la Madre Inés (que ella misma ofreció porque estaba convencida de que garantizaría la salud de la enferma) y la desaparición de la inflamación por su traslado a otra persona. Con esta última práctica apreciamos la consideración que se tenía de la enfermedad en la tradición popular como una fuerza activa capaz de moverse de un cuerpo a otro22. Además, parece ser que Sor Josefa empleaba una fórmula especí-


El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización

del convento, y que de hecho aparecen algo entremezclados en algunas declaraciones: Sor María de San Pablo y Sor Úrsula de San José. Sor María padecía desde hacía algunos años en las manos un fuego que le provocaba mucho dolor, y un día estando en el refectorio Sor Josefa se levantó durante la comida, cogió un pedazo de relleno y le restregó las manos con él. La religiosa, extrañada, le preguntó: “Qué es esto que haze Madre Inés?”, ante lo que ella respondió: “Calla, que nuestro Señor quiere que te cure con esto; e inmediatamente curó”26. Catalina María de San Agustín añadía en su declaración que el relleno estaba formado por pan rallado, tocino picado y especies. Asimismo, Ana María de San Agustín detallaba que este fuego provenía del hígado, mezclan-

Imagen 3: Reliquias de la Beata Inés de Benigànim. Casa de Recuerdos de la Beata Inés, Benigànim, Valencia. Fotografía propia.

fica, “a mí sí, a tú no”, para “ordenar” a la dolencia que se trasladara del cuerpo del enfermo al suyo propio. Esto lo corroboraba Pedro Vicente Pastor en su testimonio, quien decía que con estas palabras expresaba la compasión que tenía hacia el prójimo “y en muchas ocasiones curaba el Señor a aquellos afligidos pasando el accidente, enfermedad o aflicción a la Venerable Madre”23. La enfermedad era interpretada, además, como una forma de padecimiento, y por ello se convertía en una forma de mortificación personal. Para conseguir la curación de la pequeña a través de este desplazamiento la religiosa reforzó el gesto de la señal de la cruz con la utilización de una pieza de su ropa. Según el testimonio de Doña Isabel fue la propia Sor Josefa quien le indicó lo que debía hacer con dicha tela, lo que quizás había aprendido de Sor Catalina María de San Agustín, otra religiosa del convento. Esta testigo declaraba que en una ocasión le había pedido a la Madre Inés el capillito de lienzo que llevaban las religiosas bajo la toca para dárselo a un enfermo, a lo que la re-

ligiosa le contestó: “Perque no dones lo teu?”24. Sor Catalina le explicó que para ese accidente precisamente se necesitaba que la tela estuviera usada, justificación que según ella dio porque no quería que Sor Josefa supiera que era por la devoción que le profesaban. Ante la explicación la religiosa quedó convencida, y contestó: “Pues si ha de ser per a medicina prenlo”25. Podemos interpretar, como hemos indicado, que después de conocer los posibles usos de la toca blanca la Madre Inés siguió la misma dinámica para la curación de la pequeña, pero quizás este testimonio es también un ejemplo de los contrastes en torno a la figura de Sor Josefa. Su aparente desconocimiento e inocencia en la declaración de Sor Catalina difieren de la seguridad que mostró frente a Doña Isabel, una confianza que reafirmaron igualmente otros testigos a los que asistió. Hasta ahora hemos descrito algunas de las formas que adquirió el don de curación de Sor Josefa: la señal de la cruz, la utilización de objetos, la oración o el traslado de la enfermedad. A continuación, veremos cómo la religiosa, aparentemente, era capaz de sanar utilizando objetos que naturalmente era imposible que produjeran ese resultado. Concretamente nos centraremos en dos casos muy similares que experimentaron dos religiosas

Cuando la Madre Inés vio a Restituta padeciendo se acercó, sacó la mano y le hizo la señal de la cruz sobre los ojos

do detalles del otro caso que mencionaremos a continuación. Y lo mismo le sucedía a Ana María de San Roque. Años después Pedro Vicente Benavent y Cucarella en su declaración de la conocida como fase apostólica de 1766, la segunda etapa de un proceso de canonización, mencionaría brevemente el caso de una religiosa a la que Sor Josefa curó un dolor y fuego en sus manos utilizando un pedazo de relleno, aunque no especificaba a cuál de las dos se refería porque desconocía su nombre. Uno de los elementos más interesantes de este testimonio es que Benavent valoraba que la religiosa “hizo curaciones repentinas aplicando a la parte enfer-

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ma algunas cosas que naturalmente no podían dar la salud”27. La dolencia de Úrsula de San José y la dinámica de la curación parecen ser las mismas, pero aparecen descritas por los testigos de la fase informativa de forma más detallada. Esta era una religiosa que padeció un ardor del hígado tan vehemente que se le llenaron las manos de llagas, lo que le impedía realizar sus tareas. No había, además, ninguna medicina que la aliviara. Por este motivo acudió a la Madre Inés y le comentó: “Madre Inés, por qué no me cura este mal?”, ante lo que ella respondió “Mare, ara mateix la curaré”28. Acudió a la cocina, sacó de la olla un relleno de pan y tocino, partió una parte con un cuchillo y se la colocó caliente en las manos, que envolvió con unos lienzos. Así permaneció hasta el día siguiente, cuando Sor Josefa le dijo: “Mare, ya está bona”29. Le quitó los paños y tenía las manos completamente curadas30. Pedro Vicente Pastor estuvo presente, y en su declaración aportaba algunos datos más sobre lo sucedido. Sabía que había tenido lugar en 1695, y que Sor Úrsula se había aplicado varias medicinas por orden del médico y del cirujano, pero no solo no la habían aliviado sino que habían incrementado el fuego que padecía. Por ello, testificaba, la religiosa temía que se le gangrenasen las manos o le sobreviniese algún otro mal interior grave. Corroboraba que le había aplicado un pedazo de relleno hirviendo, y añadía al final de su declaración que por este motivo la curación fue tan extraordinaria: “la que curó aquel accidente con aquel relleno, que según dictamen de médicos, por la causa de que provenía aquel mal, era contrario el dicho remedio para la curación, y antes bien por lo natural aumentaría y agravaría el accidente. Y aunque fuese muy eficaz para quitarle, no podría ser en tan breve tiempo, y menos podría dejar las manos sin señal alguna de las llagas que en él había tenido”31.

Una de las reglas terapéuticas del sistema hipocrático-galénico era la del tratamiento por contrarios: una dolencia de naturaleza caliente requería un remedio de naturaleza contraria, es decir, frío. Por ello el prodigio no estuvo solamente en la curación mediante

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comida sino también en la utilización de algo caliente para tratar unas llagas provocadas por un fuego proveniente del hígado. Además, la fisiología galénica consideraba también que el hígado era, junto al corazón y el cerebro, uno de los tres órganos principales del cuerpo, y controlaba toda una serie de funciones. Concretamente el hígado se ocupaba, entre otras cosas, de la nutrición, y formaba parte del conjunto de vasos sanguíneos que llevaban la sangre con los nutrientes a todo el cuerpo32. Era, asimismo, el órgano responsable de uno de los cuatro humores: la bilis amarilla, definida como caliente y seca. Por ello tiene sentido que el accidente provocado lo identificaran todos como un fuego en las manos, que lógicamente (de acuerdo con el esquema

Los límites entre la magia, o la superstición, y la religión no siempre aparecen bien definidos

galénico) provenía precisamente del hígado. Luis Pastor, en su declaración, corroboraba que la religiosa había padecido “en sus manos el accidente que llaman fuego del hígado, y cargó tanto aquel humor mordaz, que se le llenaron de llagas ambas manos”33. Queremos matizar en este momento un concepto que aparece frecuentemente en estos relatos: el de accidente. Este formaba parte de la terminología galénica, y se utilizaba, por un lado, para designar los síntomas, y, por otro, para hacer referencia a cualquier elemento que alterara el curso natural de la enfermedad. A través de los síntomas se manifiesta la esencia de la enfermedad, por ello, empleando la dicotomía aristotélica, el síntoma sería el acci-

dente, mientras que la dolencia sería la sustancia34. Por este motivo era tan frecuente describir una determinada manifestación de la enfermedad como un accidente. En muchas ocasiones, además, no encontramos en la descripción que hace el propio paciente una separación clara entre el síntoma y la enfermedad en sí, y como sucede en este caso el tratamiento que aplicó Sor Josefa fue sobre el síntoma con el que se había manifestado el achaque, sin que la enfermedad como tal realmente importara en la dinámica de curación. Además de por este motivo, Pedro Vicente Pastor consideraba que había sido un milagro por la rapidez con la que había sucedido y por no haber dejado secuelas. Y la misma valoración la encontramos en el testimonio de Ana María de San Roque. Como vemos, por lo tanto, los propios testigos, aunque reconocían que debían ser los expertos los que determinaran la validez del prodigio, aportaban sus opiniones fundamentadas sobre por qué consideran que había tenido lugar un hecho milagroso, con lo que demostraban conocer los criterios que guiaban este tipo de manifestaciones divinas. Después de su muerte, otro de los elementos susceptibles de adquirir cualidades curativas y asistenciales eran los polvos de su sepulcro, algo que encontramos también en otros casos de santos. En lo relativo a la Madre Inés la beneficiaria fue la hija de Senencia Villagut, casada con Juan Grau, ambos de Cullera. Esta mujer ya conocía a Sor Josefa, y confiaba en sus capacidades porque anteriormente la había asistido. Estando embarazada acudió con su marido a visitar a la religiosa, probablemente para que rezara por ella durante su gestación, y en ese momento la agustina le dijo “al chich que parirás ly posarás per nom Thomás”35. Parece ser que la profecía se cumplió puesto que la pareja tuvo un niño, y por indicación de la Madre Inés lo llamó Tomás36. Años después, sabiendo de la habilidad de la Madre Inés, volvió a recurrir a ella frente a la enfermedad que padeció su hija. La pequeña tenía tabardillo37, y de tan mala calidad que, según Tosca, autor de la primera hagiografía de la religio-


El pluralismo médico en los siglos XVII y XVIII a partir de los procesos de canonización

Imagen 4: Wellcome Collection. Relicario de madera tallado y con incrustaciones que contiene diversas reliquias de santos. Español (quizás). Siglo XVIII (Wellcome Library Collection).

sa, ya se habían muerto tres personas más en la casa. La situación llegó a tal extremo que el médico determinó que había que darle la Extremaunción, pero la madre no se rindió y decidió invocar a la Madre Inés. Para reforzar la rogativa decidió colocar unos polvos del sepulcro de la religiosa en una bebida que le había mandado el médico, la muchacha se lo bebió, se durmió y despertó al poco tiempo muy mejorada38. En esta ocasión la forma de curación pasaba de nuevo por el sueño terapéutico, inducido precisamente por algo de tierra del sepulcro de Sor Josefa, que probablemente debía circular o se debía solicitar a aquellas personas que tuvieran acceso a la clausura. Se trataba de un objeto que, como otras

reliquias, adquiría su valor por estar en contacto con el cuerpo de Sor Josefa. Además, consideramos que la práctica efectuada es muy similar a uno de los ejemplos de magia simpática que describe el inglés James Frazer. El autor señala que hay una rama de esta forma de magia que se opera a través de los muertos basándose en las características del difunto: no puede ver, oír ni hablar, y utilizando la tierra de su tumba se puede conseguir dejar a una persona dormida profundamente mientras se quieren llevar a cabo robos, galanteos u otras actividades39. La tierra adquiere las cualidades del difunto, y por ello puede dejar a la persona tan dormida como si estuviera muerta. En el caso de la hija de Senencia el resultado fue muy similar puesto que aunque el objetivo de la utilización de estos polvos era su valor como reliquia la consecuencia inicial fue la misma: propiciar el sueño, lo que en este caso facilitó la intervención milagrosa. Los límites entre la magia, o la supers-

tición, y la religión no siempre aparecen bien definidos y este podría ser un buen ejemplo de ello. (Imagen 4) La sanación adquiría formas muy similares en prácticamente todos los casos, y si la curación mediante objetos y reliquias era una de las más habituales, la utilización de estampas, retratos u otras representaciones de la religiosa adquiría el mismo valor. La efigie de Sor Josefa fue utilizada, por ejemplo, en la curación que experimentó el labrador de Vallada Vicente Barberá, tal y como él mismo testificaba en la fase informativa. En 1720 “le embistió al declarante una ardentísima calentura con dolor de costado”. Su estado empeoró mucho a los pocos días, y por orden del médico, que recordaba que había sido el titular de Vallada Roque Carbonell, le administraron la Extremaunción. Durante siete días estuvo agonizando, y los tres últimos: “estuvo el testigo sin poder proferir una palabra por hallarse ya muy extenuado,

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y faltarle totalmente las fuerzas, a causa de no poder retener en su cuerpo el alimento que le administraban, porque desde el principio de dicha enfermedad hasta lo último de ella padeció el declarante continuados cursos y vómito. Y viéndole una noche el referido médico tan decahecido ya, y débil de pulso y aliento, dijo a su mujer y familia, que no se acostasen, que aquella misma noche moriría sin remedio porque naturalmente no podía llegar hasta el día siguiente (según así después el mismo médico y los asistentes se lo refirieron al declarante) quien exhortado de María Ballester, su consorte, a que invocase a la Venerable Madre Inés de Benigànim, cuya efigie tenía allí muy cerca de sí el testigo, la invocó este interiormente con gran fervor y confianza, manifestándolo como pudo en lo exterior, ofreciendo si lograba la salud, ir a la Villa de Benigànim y hacer celebrar una misa en la Iglesia del convento de Religiosas de dicha villa por las benditas almas del Purgatorio a devoción de dicha Venerable Madre Inés. E instantáneamente acabada de hacer dicha deprecación y promesa sin haber mediado medicamento ni remedio alguno (pues de muchos días antes no se le administraba ya al testigo otra cosa alguna más que algo de alimento líquido, y aun este con gran trabajo, por la suma debilidad y vómito que padecía el declarante) se sintió este tan recobrado que manifestándolo a los asistentes y admirados estos fueron a buscar al médico […], y pasando a casa del declarante, al punto que le vio y tomó el pulso, dijo, lleno de admiración: este hombre ya está bueno. Y preguntando cómo había sucedido aquella mejoría tan inopinada y opuesta al pronóstico, que pocas horas antes había él hecho de la disolución del declarante, se le hizo relación de todo el suceso, lo que atribuyó dicho médico a evidente e indubitable milagro de Dios Nuestro Señor por la intercesión de la Venerable Madre Inés”40.

La descripción que realizó este testigo de su propia enfermedad resulta especialmente interesante. En primer lugar, calificaba a la enfermedad como algo que le había embestido, como si fuera un animal o una bestia descontrolada, lo que nos da una idea de la concepción que se tenía de este tipo de males. Afectaban a la vida cotidiana de la persona, y ponían en riesgo su vida, lo que generaba temor e indefensión. En segundo lugar, explicaba cómo se había sentido tras experimentar los primeros accidentes:

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se hallaba muy extenuado y le faltaban las fuerzas. Además, añadía que había sido incapaz de retener nada en el estómago, y la imposibilidad de alimentarse debilitaba todavía más su estado. El médico, cuyo nombre aportaba el testigo para dar más credibilidad a lo sucedido, corroboró lo que el paciente ya sentía, pero recurriendo al examen de su pulso y su aliento, dos formas de diagnóstico habituales en estos siglos. En este caso vemos cómo era el propio paciente el que explicaba sus síntomas, y no incluía el dictamen que probablemente debió hacer el médico sobre la dolencia del enfermo. El papel del profesional en este relato aparece únicamente para corroborar la imposibilidad de una curación natural, lo que le llevó a solicitar que le administraran la Extremaunción y a pedir a la familia que se prepararan para su

Vemos el importante rol que adquieren los familiares en las recomendaciones terapéuticas, especialmente las mujeres

muerte. En este momento entró en escena, y tomó la iniciativa, una persona diferente: la esposa del enfermo, María Ballester, que es quien motivó a Vicente Barberá a rezar a Sor Josefa. Con ello vemos el importante rol que adquieren los familiares en las recomendaciones terapéuticas, especialmente las mujeres41. Junto al testigo, para fortalecer la invocación, se encontraba una efigie de la religiosa, y el enfermo le rogó con confianza y de forma vehemente que le otorgara la salud. Además, intentó manifestarlo externamente en la medida de lo posible, lo que probablemente declaraba Vicente

para manifestar frente al tribunal que los presentes fueron testigos de una invocación dirigida exclusivamente a la Madre Inés, y no a cualquier otro santo. Para garantizar su curación estableció, igual que en otros casos, una relación contractual con la agustina, y le prometió a cambio una misa por las almas del Purgatorio. A continuación sintió un inmediato alivio, y aclaraba que no había podido ser por ningún otro medicamento puesto que su cuerpo ya apenas toleraba nada. El médico de nuevo le tomó el pulso, y declaró que estaba curado, lo que por su experiencia como profesional no podía haber ocurrido de forma natural. La declaración de Vicente Barberá, por lo tanto, muestra que el labrador era muy consciente de cómo se juzgaban los milagros curativos, y por ello su relato sigue un orden muy específico: el estado incurable decretado por el médico, la invocación externa para que no haya confusión, la curación repentina y sin la utilización de ningún otro remedio, y la declaración final del médico sobre lo sucedido. (Imagen 5)

Un caso claro de pluralismo médico: Juan Bautista García Entre las personas beneficiadas por la religiosa encontramos también algunos casos de profesionales dedicados a la salud, un tipo de devotos especialmente interesantes puesto que combinaban en sus explicaciones nociones espirituales y médicas. Esto nos muestra que la utilización de recursos terapéuticos diferentes al mismo tiempo era una práctica habitual de toda la población. Un ejemplo muy significativo es el del médico Juan Bautista García, casado con Inés Mollá, una joven que también había experimentado los beneficios de la supuesta acción milagrosa de Sor Josefa. Su testimonio supone, además, una fuente extremadamente valiosa para comprender el pluralismo asistencial, y por ello lo analizaremos a continuación con detalle. En 1729 el médico Juan Bautista García, de 51 años, enfermó de unas calenturas malignas tan graves que llevaron a los profesionales que


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cuando Martínez comenzó con su trabajo, el testigo experimentó un fuerte dolor, pero al instante se adormiló, aunque seguía oyendo lo que sucedía a su alrededor. Lo importante es que “no sentía ni sintió jamás el dolor vehemente cual correspondía a las demás operaciones que se practicaron en dicha curación”. El cirujano, temiendo que el silencio del testigo significara su muerte, lo llamó, y García respondió con sosiego, dejando admirados a todos los presentes: “y más viendo que el declarante en medio de hallarse tan ajado de las calenturas y con debilísimas fuerzas, había tolerado una operación tan larga, y penosa como lo fue (que pudo decirse cruel) sin haber sentido sus dolorosos efectos, explicándole el cirujano al testigo que todos sus dedos había metido por las sajaduras o heridas que le había

La utilización de recursos terapéuticos diferentes al mismo tiempo era una práctica habitual de toda la población

Imagen 5: Verdadera Efigie de Sor Josefa de Santa Inés. Juan Bta. Bru de Ramón, 171542

le atendían a ordenar sacramentarle, según la declaración del propio testigo, que era médico y paciente al mismo tiempo. Ante su muerte inminente, y el desconsuelo que iba a dejar a su mujer e hijos, cogió una estampa de papel de Sor Josefa y se la arrimó al pecho con grande afecto. Imploró su intercesión, y le rogó que pidiera a Dios por su salud. Sin embargo, no se produjo por el momento ninguna mejoría, y de hecho pocos días después

se le desarrolló una gangrena en el muslo “resultada de la malignidad de las calenturas que padecía”. Sabiendo cuál era el siguiente paso, sajar la parte afectada, y el dolor que conllevaba, rogó con muchas lágrimas a la Virgen de los Dolores y a Sor Josefa para que le dieran fortaleza para sobrellevar dicha operación. Siendo médico conocía el tipo de intervención que debían realizarle, y precisamente por ello tenía miedo frente al dolor que sabía que iba a experimentar. Se abrazó a la estampa de la Madre Inés y se dejó hacer por parte del cirujano, Luis Martínez, que era quien debía encargarse de la operación. En un primer momento,

hecho para sacar la sangre corrompida, y demás materias que redundaban en aquella parte y causaban la gangrena”.

Todos atribuyeron lo sucedido a la capacidad intercesora de la Madre Inés, que en este caso había consistido en ayudarle a sobrellevar una intervención quirúrgica muy dolorosa. De hecho, aunque se recuperó y curó de la gangrena en pocos días, el paciente siguió enfermo durante un largo tiempo43. Su esposa Inés Mollá estuvo presente en todo momento, y así lo declaraba en su testimonio. Sabía que había padecido unas calenturas malignas, y que estuvo a punto de morir, tal y como expresaron los médicos que

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le atendieron: Vicente Fuertes y Jaime Polop, quienes declararían después. Por ello, ante la gravedad de su estado, su esposo utilizó una estampa de Sor Josefa, aunque añadía que se la había dado una vecina. Con ello vemos cómo el papel de la comunidad era fundamental en el itinerario terapéutico al proporcionar posibles remedios y soluciones ante la adversidad. Después de esta primera invocación a Sor Josefa el estado del médico empeoró, y las palabras utilizadas por su esposa eran las mismas: se le produjo una gangrena como consecuencia de la malignidad de las calenturas. Con ello podemos pensar en la influencia que pudo tener la formación académica de Juan Bautista García en su esposa, quien además podía tener ciertos conocimientos farmacéuticos por la profesión de su padre y su hermano (aunque también es cierto que podían haberse preparado la declaración conjuntamente). A continuación, Mollá describía con detalle la intervención quirúrgica: “se le hubo de abrir por tres partes dicho muslo con tan dilatadas y penetrantes heridas que el cirujano […] metía la mano por cada una de ellas y sacaba la sangre, que en aquella parte se había coagulado, y corrompido. Y teniendo la mano metida por una de dichas heridas, sacaba los dedos por la otra para purificar y limpiar bien la parte de todas las superfluidades que en ella redundaban […]. Se quejó algo el paciente por algún dolor que sintió, pero en todas las demás operaciones que practicó el cirujano en aquella curación, ni se quejó el enfermo ni hizo este el más mínimo movimiento de cuerpo, por lo que dudando el cirujano si se habría muerto por la vehemencia del dolor (pues le había cortado más de dos dedos en grueso de carne viva para llegar a descubrir el centro donde estaban las materias corrompidas, que causaban aquel daño) […] le llamó dicho cirujano y al instante le respondió el paciente con gran serenidad”44.

La operación, como vemos, era especialmente sangrienta y dolorosa, e incluso Juan Bautista García la había calificado de cruel. Su esposa se había mantenido a su lado, pero Urbana y Josefa Mollá, cuñadas del afectado, declararon que habían sido incapaces de estar presentes y se habían tenido

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que salir de la habitación. La aportación del hermano de la esposa, José Mollá, que tampoco pudo estar presente porque se encontraba indispuesto en la cama, se limitaba a una exposición de su opinión profesional como boticario, que manifestaba claramente los pasos habituales del tratamiento (la dieta, la materia médica a través de medicamentos y la cirugía cuando ya no quedaba más remedio): la gangrena le vino tan de golpe que no dio tiempo a usar medicamentos suaves sino que hubo que recurrir al cirujano radicalmente45. Con ello podemos apreciar un deseo por parte del testigo de representarse a sí mismo utilizando su profesión, y demostrando con ello sus conocimientos. Por último, el tribunal recopiló también los testimonios de los profe-

El papel de la comunidad era fundamental en el itinerario terapéutico al proporcionar posibles remedios y soluciones ante la adversidad

sionales que atendieron al doctor García: el cirujano Luis Martínez y los médicos Jaime Polop y Vicente Fuertes. Sus declaraciones resultan muy valiosas puesto que no solamente son representativas del conocimiento médico de principios del siglo XVIII sino también de las funciones de cada experto. La tarea del médico era el diagnóstico y la consecuente recomendación terapéutica, que como hemos mencionado se basaba primero en la dieta y después en la administración de medicamentos. A continuación, si

no había otra opción, se procedía a la dolorosa intervención quirúrgica, que estaba en manos de los cirujanos, cuyo oficio era mucho más empírico. El pronóstico era un eje central del galenismo, y de gran importancia para esta cuestión puesto que la opinión del médico sobre la enfermedad incurable de un paciente acentuaba el carácter milagroso de la sanación en los relatos de milagros. Luis Martínez, de 58 años y oriundo de Xàtiva, declaró que fue llamado para acudir a casa de Juan Bautista García en Villanueva de Castellón. Allí encontró al médico muy enfermo de calentura y sacramentado, y con un grave accidente de gangrena. Inicialmente, dijo, le aplicó algunos medicamentos, pero con el dictamen de los médicos presentes decidió abrírsela: “ sajó por tres distintos luga-

res, cortándole más de dos dedos en grueso de carne viva, por estar la gangrena muy profunda, pues metiendo el declarante los dedos por las sajas para sacar las materias coaguladas y demás superfluidades que redundaban en aquella parte, llegó el testigo a hacer concepto que la mortificación se extendía interiormente por todo el muslo hasta casi el lomo. Por lo que viendo que el accidente había tomado ya tanto cuerpo, obraba el testigo sin piedad alguna, y sin atender al doloroso sentimiento que podría causar al enfermo, solo con el fin de ver si podía atajar su malicia. Y sin embargo de toda esta operación y de haberle el testigo metido por las sajas más de treinta clavos de estopa muy recios y hecho otras diligencias, que pedía el caso muy sensibles y dolorosas solo se quejó el paciente al tiempo de sajarle la parte, y no se le oyó más palabra ni hizo movimiento alguno de su cuerpo en toda la restante operación”. El cirujano quedó admirado de que el enfermo se curara, y estaba firmemente convencido de que había sido por intercesión de Sor Josefa, a quien el paciente había invocado numerosas veces y de quien tenía una estampa que aferraba fuertemente en su pecho. “Según su ciencia y larga experiencia que tiene en su facultad hizo juicio, que naturalmente no podía cu-


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rar dicho Doctor García de aquella enfermedad, ni que podía dejar de sentir las dolorosas operaciones”46. Uno de los primeros elementos que nos llaman la atención de esta testificación son las palabras con las que el cirujano describió la intervención, muchas de las cuales coincidían exactamente con la declaración de Inés Mollá. Ello nos hace pensar en la circulación de la información y la preparación que pudieron llevar a cabo los testigos antes de declarar, lo que hace que sus testimonios resulten muy similares en numerosas ocasiones. En segundo lugar, podemos comprobar cómo la intervención del cirujano se basaba en un saber empírico que debía desempeñar después del diagnóstico de los médicos puesto que la decisión de cortar la parte gangrenada provenía de los segundos, aunque también tenían en consideración la opinión del propio Luis Martínez. La parte más técnica de este oficio la encontramos en las palabras de Martínez, quien declaraba que había actuado sin piedad y sin tener en cuenta el dolor que podía causar al enfermo puesto que su objetivo era cortar la parte del muslo corrompida. Imaginamos que con ello pretendía incidir en la dureza de la intervención y, por eso, en la milagrosa capacidad del doctor de aguantar el dolor, asimismo representaba la percepción que él tenía de su oficio, en el que no importaba tanto el paciente como realizar la operación correctamente, deshumanizando en cierta manera la relación entre uno y otro. Por último, de nuevo encontramos una reivindicación de su conocimiento a la hora de valorar el supuesto prodigio, con lo que apreciamos una determinada forma de autorrepresentación orientada a legitimarse a sí mismo en su testimonio a través de su profesión, que definía su identidad y lo autorizaba como experto en esta materia. A diferencia de este testimonio, los de los doctores Jaime Polop y Vicente Fuertes resultan mucho más exhaustivos en la explicación de la dolencia del enfermo. La interpretación de los hechos por parte del doctor Polop difería bastante de la que habían presentado otros testigos, apuntando detalles que hasta este momento des-

conocíamos47. En primer lugar, debemos destacar la terminología que recorre todo el relato, fundamentada en el galenismo humoralista, como el mismo médico cita en su propio testimonio para legitimar todavía más sus palabras. La enfermedad es diagnosticada como calentura terciana doble continua, de género maligno por su esencia, causas y accidentes, conceptos propios del galenismo. Sin embargo, para realizar un diagnóstico en condiciones debe examinar no únicamente la dolencia en sí sino el historial del paciente y también su complexión natural, elementos que influyen inevitablemente en la valoración del médico a la hora de proporcionar un diagnóstico, que debe ser personalizado en función de la idea que se tiene de la enfermedad como algo propio de cada paciente, y no como un ente indepen-

El cirujano quedó admirado de que el enfermo se curara, y estaba firmemente convencido de que había sido por intercesión de Sor Josefa

diente48. Una vez definido el problema el médico debía recetar un tratamiento determinado, que en este caso debía iniciarse con una evacuación, algo propio de la terapéutica galénica para equilibrar los humores. Por ello, lo primero que ordenó fueron varias sangrías. A continuación, se le suministraron varios medicamentos, algo en lo que Polop no actuó solo sino que buscó el consenso con otros profesionales. Estos fármacos debían ayudar al paciente a reequilibrar los humores en su interior evacuando aquellos

que se hubieran corrompido. Sin embargo, nada de esto funcionó, y dado el desarrollo de la enfermedad el médico consideró que había llegado a un estado crítico y mortal. Además, uno de los accidentes producidos como consecuencia de este mal fue una especie de tumor en el muslo, que todos los expertos determinaron que desembocaría en una necrosis y gangrena de esta zona de la pierna. La intervención de este grave síntoma debía llevarla a cabo el cirujano Luis Martínez, a quien de hecho Polop ensalzaba en su declaración valorando su habilidad. A pesar de ello no parecía muy convencido de la conveniencia de la cirugía puesto que consideraba que el paciente estaba demasiado débil. Aun así, decidieron llevarla a cabo. Sin embargo, en la operación los médicos no estuvieron presentes, dejando actuar al profesional en la materia y marcando muy bien la separación entre ambas facetas de la asistencia sanitaria. En los siguientes días Jaime Polop volvió a ver al paciente, y en esta segunda visita es donde podemos comprobar la combinación de remedios terapéuticos por parte no solamente del médico-paciente afectado, Bautista García, sino también del doctor que le atendía. Polop había pedido a las religiosas del convento que rezaran a la Madre Inés para que esta otorgara la salud al enfermo, pero además había decidido utilizar en el tratamiento los polvos del sepulcro. Fue el propio doctor, por lo tanto, quien disolvió en una taza de caldo tierra de la tumba de la religiosa con un objetivo protector, un elemento del prodigio que ningún otro testigo había relatado. Sin embargo, no incluyó al final esta reliquia como uno de los factores que favorecieron la curación sino que esta se debió a la devoción del paciente, a sus invocaciones y a la estampa de papel. (Imagen 6) A pesar de haber sobrevivido a la operación el paciente no estaba curado del todo, y de hecho en los días siguientes parecieron aumentar los accidentes y la calentura del enfermo, una circunstancia, el empeoramiento, habitual en los relatos de milagros49. Sin embargo, finalmente el paciente tuvo una diarrea, es decir, una evacuación, lo que le libró de la enfermedad. La va-

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Imagen 6: Retrato de Sor Josefa de Santa Inés difunta. Anónimo. Museo de Bellas Artes de Xàtiva, ca. 1700.

loración del doctor Polop era que, según su experiencia, el éxito de la curación se había producido de forma milagrosa puesto que de forma natural el paciente debía haber muerto, y dicha expulsión extraordinaria le había salvado la vida. Por lo tanto, la crisis que Juan Bautista García experimentó se resolvió favorablemente gracias a una necesaria evacuación, que según

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Jaime Polop no habría podido producirse naturalmente. El testimonio de Vicente Fuertes, médico de Llanera de 29 años, fue mucho más breve, pero muy similar al del doctor Polop. Según su opinión la enfermedad que padeció era una terciana doble continua coliquante, complicada con dolor pleurítico. De acuerdo con el dictamen al que llegó tras diversas conversaciones con otros profesionales la dolencia era naturalmente incurable, y más aún por “recaer en sujeto sexagenario, y hecho un teatro de accidentes”. La sucesión de los hechos, aunque más corta, era la misma,

hasta que finalmente el paciente tuvo una diarrea, lo que curó al doctor García frente a la admiración del testigo, los médicos, el cirujano y las demás personas presentes50. Las circunstancias que rodean el caso de Juan Bautista García son, como hemos podido comprobar, especialmente representativas de un pluralismo asistencial habitual en el siglo XVIII. Las distintas esferas se solapaban continuamente, y muestran que no solamente existía una combinación de remedios sino que además toda la sociedad, incluidos los médicos y los cirujanos, formaba parte de una cultura compartida. El recurso a un remedio determinado, además, podía venir motivado por muchos factores, pero en este caso ninguno de ellos parece ser la escasez de medios. La elección, en algunas ocasiones, dependía de la etiología de la enfermedad, y si esta cambiaba era necesario aplicar una solución diferente. Sin embargo, también se utilizaban remedios complementarios al mismo tiempo, acompañando la terapia dictada por el médico de invocaciones, reliquias y estampas. Estos episodios suponen, además, el mejor ejemplo de la necesidad de la puesta en valor de los procesos de beatificación y canonización para comprender la práctica sanitaria, la diversificación de recursos terapéuticos y el conocimiento médico predominante en un determinado periodo histórico. s


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Notas 1) Lindemann, Mary: Medicina y sociedad en la Europa moderna. 1500-1800, Siglo Veintiuno de España, Madrid, 2001, p. 71.

lous evidence in seventeenth-century Italy”, Renaissance Studies, Vol. 21, Nº 4, 2007, p. 576.

2) Sobre esta cuestión se puede consultar: López Piñero, José María: Breve historia de la medicina, Alianza Editorial, Valencia, 2000.

13) Los médicos analizaban científicamente los hechos y aportaban sus conocimientos para examinar con detalle el transcurso de una enfermedad, y si este había seguido el orden de la naturaleza. Pero no se les pedía que certificaran el milagro. Duffin, Jacalyn: op cit. p. 140.

3) Lindemann, Mary: op. cit., p. 2. 4) Schmitz, Carolin: Los enfermos en la España barroca (1600-1740) y el pluralismo médico: espacios, estrategias y actitudes, Tesis doctoral inédita, Universitat de València, Valencia, 2016, p. 54. 5) Arrizabalaga, Jon: “Nuevas tendencias en la historia de la enfermedad: a propósito del constructivismo social”, Arbor: Ciencia, pensamiento y cultura, Nº 558-560, 1992, p. 152. A pesar de estas dificultades una obra que podemos consultar para comprender el vocabulario médico empleado en el periodo moderno es: Carmona, Juan Ignacio: Enfermedad y sociedad en los primeros tiempos modernos, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, Sevilla, 2005. 6) Tausiet, María y Amelang, James: Accidentes del alma. Las emociones en la Edad Moderna, Abada, Madrid, 2009, p. 8. 7) Gentilcore, David: “Contesting Illness in Early Modern Naples: Miracolati, Physicians and the Congregation of Rites”, Past & Present, Nº 148, Agosto 1995, pp. 122 y 123. 8) Martí i Pérez, Josep: “Medicina popular religiosa a través dels goigs”, Arxiu d’etnografia de Catalunya: revista d’antropologia social, Nº 7, 1989, p. 181. 9) Fiume, Giovanna: La cacciata dei moriscos e la beatificazione di Juan de Ribera, Morcelliana, Brescia, 2014, p. 176. 10) Rodríguez González, Alfredo: “Prácticas religiosas y ciclo reproductivo en la España del antiguo régimen a través de los relatos de milagros de la Virgen”, en Vizuete Mendoza, J. Carlos y Martínez-Burgos García, Palma (coords.), Religiosidad popular y modelos de identidad en España y América, Estudios: Universidad de Castilla la Mancha, Cuenca, 2000, p. 170.

14) López Piñero, José María: op. cit., p. 48. 15) Brockliss, Laurence y Jones, Colin: The Medical World of Early Modern France, Clarendon Press, Oxford, 1997. 16) Gentilcore, David: Healers and healing in Early Modern Italy, Manchester University Press, Manchester, 1998. 17) Zarzoso, Alfons: “El pluralismo médico a través de la correspondencia privada en la Cataluña del siglo XVIII”, Dynamis, Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illustrandam, Nº 21, 2001, p. 418; Perdiguero Gil, Enrique: “«Con medios humanos y divinos»: la lucha contra la enfermedad y la muerte en Alicante en el siglo XVIII”, Dynamis, Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illustrandam, Nº 22, 2002, p. 128. 18) Sobre esta cuestión: Schmitz, Carolin: op. cit., p. 15. 19) Pardo Tomás, José y Martínez Vidal, Álvar: “Stories of Disease Written by Patients and Lay Mediators in the Spanish Republic of Letters (1680-1720)”, Journal of Medieval and Early Modern Studies, Vol. 38, Nº 3, 2008, p. 474. Véase igualmente: Stolberg, Michael: Experiencing Illness and the Sick Body in Early Modern Europe, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2011; y: “Learning from the Common Folks. Academic Physicians and Medical Lay Culture in the Sixteenth Century”, Social History of Medicine, Vol. 27, Nº 4, 2014, pp. 649-667. 20) Pomata, Gianna: “Practicing between Earth and Heaven: Women Healers in Seventeenth-Century Bologna”, Dynamis, Acta hispanica ad medicinae scientiarumque historiam illustrandam, Nº 19, 1999, pp. 119-143.

11) Duffin, Jacalyn: Medical miracles. Doctors, saints and healing in the modern world, Oxford University Press, Nueva York, 2009, p. 24.

21) Archivio Apostolico Vaticano (AAV), Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 1136v-1137v.

12) Pomata, Gianna: “Malpighi and the holy body: medical experts and miracu-

22) Gentilcore, David: “Contesting illness..”op. cit., p. 125.

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23) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, f. 403v. 24) “¿Por qué no das el tuyo?”. 25) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, f. 242r. “Pues si ha de ser para medicina, cógelo”. 26) Tosca, Tomás Vicente: Vida y virtudes de la Venerable Madre Sor Josepha María de Santa Inés (en el siglo Josepha Albiñana) Religiosa Descalça de el exemplarísimo Convento de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, de la villa de Benigánim. Imprenta de Antonio Bordázar, Valencia, 1715, pp. 392 y 393. 27) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3653, f. 617v. 28) “Madre, ahora mismo la curaré”. 29) “Madre, ya está buena”. 30) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 310r-311r. Testimonio de Catalina María de San Agustín. 31) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 417r-418v. 32) Lindemann, Mary: op. cit., pp. 72 y 73. 33) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, f. 801v. 34) Laín Entralgo, Pedro (dir.): Historia universal de la medicina. Tomo 2, Salvat editores, Barcelona, 1980. p. 250. 35) “Al chico que parirás le pondrás por nombre Tomás”. 36) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, f. 503r. Testimonio de Sor Ana María de San Agustín. 37) El tabardillo era una “enfermedad peligrosa, que consiste en una fiebre maligna, que arroja al exterior unas manchas pequeñas como picaduras de pulga, y a veces granillos de diferentes colores”. Tomo VI del Diccionario de Autoridades (1739), http://web.frl.es/DA.html Consultada el 12 de noviembre de 2018. 38) Tosca, Tomás Vicente: op. cit., p. 411. 39) Frazer, James: La Rama Dorada, México, Fondo de Cultura Económica, Edición de 1944, pp. 54 y 55. 40) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 1166r-1167v. 41) Recientemente Carolin Schmitz, en su tesis doctoral sobre los enfermos en la Monarquía Hispánica, llegaba a la misma conclusión utilizando fuentes diferentes (correspondencia, documentos inquisitoriales…): el activo papel de la familia en la toma de decisiones terapéuticas para la curación de los enfermos. En su caso planteaba el potente rol desarrollado tanto por hombres como por mujeres dentro del ámbito doméstico, y aunque en base a nuestras fuentes podemos ver igualmente una preocupación masculina, la participación femenina se presenta como especialmente notoria. 42) Ferri Chulió, Andrés: Iconografía de la Beata Inés de Benigánim (16961896), Monasterio de la Purísima Concepción y la Beata Inés, Benigánim, 2004, p. 37. 43) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 1108r-1109v. 44) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 1101v-1103r. 45) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, f. 1127r. 46) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 1146v-1148r. 47) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, ff. 1152r-1154r. 48) Lindemann, Mary: op. cit., p. 2. 49) Duffin, Jacalyn: op. cit., p. 169 50) AAP, Cause dei Santi, Processus, Vol. 3654, f. 1158r

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