Frente 114

Page 10

www.frente.com.mx | crónica |

C

10 | FRENTE del 5 al 11 de septiembre de 2013

El miedo del bolichista al pino diez

c rónica

Por Pablo Duarte

Pablo Duarte (México DF, 1980) es ensayista. Editor de la página de internet de Letras Libres, y colaborador en la revista de box Esquina. Pueden seguirlo en @elotroduarte y leer sus mediocridades iridiscentes en elotroduarte.wordpress.com.

Larga es la tradición del boliche: pinos han caído desde el antiguo Egipto hasta el Eje 5 contemporáneo. También larga es la afición del escritor Pablo Duarte por esta actividad. Por eso la practica y, después de meses de no hacerlo, se presenta a un torneo de jueves por la noche para retomar su relación con los bolos y la duela.

Para el Billy y Miguel: geómetras de la duela supe después, que las bolas de boliche profesionales están hechas de polímeros y resinas cuyas fórmulas se resguarFuck it, Dude. Let’s go bowling dan con recelo– y hacerla evitar el canal con una parábola Walter Sobchak en The Big Lebowski enfática. La primera vez que fui al boliche habrá sido en alguna fiesta infantil allá en Querétaro. La primera vez que En el boliche de Eje 5 me saludan los meseros. Da algo fui al boliche porque quería aprender a tirar con curva, tomé de orgullo, de soltura, saberse reconocido en su cantina de una bola de plástico verde, de doce libras, y, si no recuerconfianza. Ésta no es una cantina; es un boliche con un arco do mal, no avanzó mucho sobre la mesa, cayó con mucho de neón verde en la fachada. En ningún otro lugar me saludan escándalo al canal y rodó muy lento, como para que no quelos meseros o las cajeras salvo en el boliche de Eje 5. No me dara duda de mi falla, hasta desaparecer a un lado de los palmean la espalda; me saludan y ya, con familiaridad más pinos intactos. Esas primeras incursiones en la afición jocosamente ñoña bien sosegada: no están contentos de verme, y no tienen que fingir que lo están. Y que no finjan y solamente saluden sin las hicimos un par de amigos y yo –el Billy y Miguel. Éramos exagerar, da algo de soltura, de orgullo. Después de seis me- malos y tenaces, y como premio a nuestra constancia o porses de ausencia, vuelvo al torneo de los jueves por la noche en que nos veían cada martes lanzar pedradas que se llevaban nomás tres o cuatro pinos, nos invitaron a ser parte de un torel boliche con fachada de neón verde sobre Eje 5. –Subiste de peso–, me dijo una rubia amable y exube- neo. Carne de cañón, relleno aislante para que los verdaderos rante, madre de uno de los señores contra los que me enfrento jugadores se llevaran más dinero. Aceptamos. Ellos escaparon esta noche. a tiempo. Al final me quedé yo, aferrado a esa necedad de querer tirar con curva, como un profesional. Sigo sin saber bien por qué tanta compulsión por aprender a fondo esta actividad que no entrega réditos sociales ni económicos para el caso. Tan Fui al boliche porque quería aprender a tirar con curva. ridícula como si me encaprichara con volverme un profesional Quería imitar la gracia ridícula de los jugadores profesio- del juego de las sillas. El punto es que hace unos años decidí nales que al soltar la bola terminan con una pierna en el que si todo lo demás se iba al diablo, por lo menos podría vivir aire. Quería ser capaz de lanzar esa esfera de resina –eso lo de jugar boliche.

1.

2.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.