Cruz y luz cuaresma 2016

CARTA PASTORAL + FRANCISCO CERRO CHAVES Obispo de Coria-Cรกceres

CRUZ Y LUZ, CAMINOS DE MISERICORDIA

Cuaresma, Semana Santa y Pascua 2016

CRUZ Y LUZ, CAMINOS DE MISERICORDIA Cuaresma, Semana Santa y Pascua

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CRUZ Y LUZ, CAMINOS DE MISERICORDIA Cuaresma, Semana Santa y Pascua

Desde que iniciáramos nuestro XIV Sínodo Diocesano, no hemos dejado de repetir la invitación a caminar y a hacerlo, no en solitario, sino como comunidad, como Iglesia peregrina, con Cristo a la cabeza.

Comenzábamos nuestro curso pastoral caminando juntos con Cristo, dejándonos trans-formar por su Palabra. Ahora, insertos ya en el Jubileo extraordinario convocado por el Papa Francisco, la invitación nos lleva a dejarnos trans-formar también por la ternura y la misericordia de un Dios que conoce la realidad del ser humano y lo ama por encima de todo y hasta el extremo.

Iniciamos la Cuaresma, tiempo propicio para descubrir “la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno”1. No podemos perdernos la oportunidad de ser encontrados por el Señor, de ser levantados de nuestra realidad de pobreza y de pecado, de experimentar el calor de su Corazón cuando nos estrecha entre sus brazos y nos lleva sobre sus hombros, haciéndonos menos difícil el camino de regreso a Casa… a Dios.

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Palabras del Papa Francisco en la homilía pronunciada el 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción y Apertura de la Puerta Santa de la Basílica Vaticana para el inicio del Jubileo de la Misericordia.

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La posibilidad de celebrar los sacramentos, especialmente el del Perdón y la Eucaristía, de intensificar nuestros “tiempos” de encuentro personal con el Señor en la oración y en la adoración al Santísimo Sacramento, de meditar su Palabra, de profundizar en los misterios de su vida, pasión, muerte y resurrección a través del Via Crucis y del Via Lucis… nos ayudan a hacer un alto en el camino para renovar y fortalecer nuestra fe, para alentar nuestra esperanza y encender nuestro amor a Dios y a los hermanos.

Dejarnos encontrar por Dios Misericordia nos hace ser misericordia para los demás. “La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia […], impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales.

Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu.”2 Os invito a recorrer juntos este camino, descubriendo, en la CRUZ y en la LUZ de la Resurrección, al Dios Misericordia que sale a nuestro encuentro. Que la contemplación de las estaciones de este Via Crucis y de este Via Lucis nos ayuden, a la luz de las obras de misericordia, a “despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y a entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”3.

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Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2016.

Misericordiae vultus, 15.

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VIA CRUCIS DE LA MISERICORDIA Pรกgina 5

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¿Quién es ese tal Jesús que dice el Evangelio “que nos amó hasta el extremo”? ¿Cómo conocer al que tiene siempre abierto el Corazón y nos invita a vivir “con sus mismos sentimientos”?

Vamos a caminar juntos con Cristo en este Via Crucis, en este camino de la Cruz, dejando que Él nos desvele y nos muestre sus “entrañas de Misericordia” y dejándonos conducir hasta la plenitud de su Amor. ¿Te animas a caminar con nosotros, sabiendo que Aquel que muere en la Cruz es el Camino y el Destino, la Resurrección y la Vida?

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PRIMERA ESTACIÓN JESÚS ES CONDENADO A MUERTE Dar de comer al hambriento

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: “¿qué hago con el que llamáis rey de los judíos?”. Ellos gritaron de nuevo: “¡Crucifícalo!”. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

(Mc 15, 12-13.15) Te he contemplado, Jesús, condenado a muerte. Me impresiona ver tu actitud: callas, miras, te dejas hacer… “como cordero llevado al matadero”… y en tu mirada descubro hambre de pan, de cariño, de justicia, de paz…

Te contemplo condenado a muerte y en Ti veo a todas aquellas personas que viven inmersas en tantas situaciones de pobreza como hay en nuestro mundo. Es un escándalo que no seamos capaces de erradicar el hambre de aquellos que viven en nuestros barrios, en nuestros pueblos y ciudades, en nuestro país, en nuestro mundo, en nuestro planeta.

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¿Eres capaz, sin dejar de contemplar a Jesús, de mirar a las personas hambrientas con las que te cruzas cada día?

Manos Unidas, la Asociación de la Iglesia Católica en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo, presente en nuestra Diócesis de Coria-Cáceres, sí se atreve. Con ellos y con todos los que trabajan para erradicar el hambre en el mundo, te pido tu compromiso y coherencia cristianos.

SEGUNDA ESTACIÓN JESÚS CARGA CON LA CRUZ Dar de beber al sediento

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Él llevó nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia.

Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas.

(1 Pe 2, 24-25) Cargar con la cruz exige mucho amor al Padre y mucho amor a cada uno de nosotros. Nuestros nombres están grabados con el fuego del Amor en su Corazón.

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Nadie, mejor que Él, conoce nuestras carencias y necesidades.

Nosotros también, como hiciera en su momento la mujer samaritana, acudimos a la fuente para saciar nuestra sed. El cántaro agrietado de nuestra vida se seca fácilmente y solo Jesús puede llenarlo de nuevo y para siempre.

A nuestro alrededor existen muchas personas sedientas, que viven sin ningún consuelo, sin que nadie se pare en su dolor; muchos samaritanos que le piden a Jesús que sacie su sed. ¡Cuántos viven en el mundo sin tener acceso aún al agua potable y a todo lo que dignifica la vida del ser humano! Precisamente a esto, a dignificar la vida de los hermanos más pobres y necesitados, consagran su vida las Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre y todos los voluntarios y colaboradores que hacen posible que niños y adultos con enfermedades incurables, discapacitados y personas abandonadas, sientan aliviado su sufrimiento.

Jesús carga y abraza la cruz, como Redentor, por nuestros pecados. ¿Qué haces tú?

TERCERA ESTACIÓN JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ Vestir al desnudo

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

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Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él.

(Is 53, 4-5) Es propio del Amor abajarse y hacerse uno con la persona amada. Jesús fue pobre con los pobres, débil con los débiles, necesitado con los necesitados.

Caer por primera vez, supone identificarse con todas aquellas personas desnudas de dignidad, con todos aquellos a los que nadie cuida, a los que nadie cubre su desnudez, a los que nadie alberga en su corazón.

Jesús cae con los que caen y viven en la intemperie, azotados por el temporal de las pobrezas y necesidades que se acumulan sobre ellos y a los que nadie viste con la dignidad que merece cada ser humano.

Jesús cae también por aquellos que desnudan a otros al someterlos al maltrato, a la falta de respeto… y les devuelve su “ser persona”, amada y querida. Así lo hacen, entre otros muchos, todos aquellos que, en nuestra Diócesis, a través de Cáritas, hacen posible que el Centro de Acogida Temporal “Centro Vida”, abra cada día sus puertas a los que viven sin techo, sin hogar y sin familia. Te invito a conocerlo de cerca y a interesarte por los muchos proyectos que Cáritas desarrolla en nuestra Diócesis.

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CUARTA ESTACIÓN JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE Dar posada al peregrino y acoger al forastero

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: “mira, este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.

(Lc 2, 34-35) María y Jesús, Madre e Hijo se encuentran, se miran… ¡se dice tanto con el silencio!, ¡se consuelan tanto en su dolor!

A la vuelta de cualquier esquina de la vida, nos esperan el dolor y el sufrimiento y, en ellos, nos encontramos también con María, con una Madre que, como a Jesús, nos acoge en todos los momentos de oscuridad y amargura por los que pasamos.

Madre, ¿es alguna persona forastera para ti? ¿te sientes lejana de cualquier hijo tuyo , aunque el camino recorrido haya sido largo y venga roto por las experiencias vividas? ¡¡No!! ¡¡nunca!! porque en Jesús, herido y destrozado por el peso de la cruz, María acoge y abraza a todos y cada uno de sus hijos, los de aquí

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y los de allá, los forasteros, los refugiados, los inmigrantes… con la ternura propia del corazón de una Madre.

Así se viven y se sienten todos aquellos que diariamente son atendidos en el Comedor Social de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, ¿lo conoces?

QUINTA ESTACIÓN EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ Visitar a los enfermos

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

A uno que pasaba de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz.

(Mc 15, 21) ¿Cuántos cirineos ha puesto el Señor en tu camino para ayudarte a llevar la pesada cruz con la que has cargado o cargas a lo largo de tu vida? Tus padres, tus hermanos, tus amigos… tantas personas, tal vez anónimas, que te hicieron bien y luego desaparecieron de tu vida.

En otros ámbitos también pero en el sanitario, ¡cuántos enfermos te dicen que han recibido ayuda de un buen médico, Página 12

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de una buena enfermera, de un voluntario, de un compañero de habitación…! Hombres y mujeres que son “cirineos” con los enfermos, con los más pobres de los pobres, con todos aquellos que, por no tener, no tienen ni salud.

Y, en este arranque de generosidad, el que más da, más recibe. El cirineo, porque ayuda, es el más ayudado. Es la experiencia que viven también todas aquellas personas que trabajan en la Delegación de Pastoral de la Salud de nuestra Diócesis. ¿Has oído hablar de ella?

SEXTA ESTACIÓN VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS Visitar a los encarcelados

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Oigo en mi corazón: “buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que Tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

(Salmo 26, 8-9) Las mujeres valientes siempre han acompañado a Jesús y a su Iglesia en el camino de la cruz. No han tenido miedo de saltar los

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obstáculos y acercarse a limpiar el rostro de Jesús y de todos aquellos que, con o sin razón, viven presos, sin libertad, descartados socialmente, sin que se les ofrezca muchas veces la oportunidad de salir de la situación límite en la que viven.

Aquella mujer, contempló a Jesús y salió a socorrerle. El Señor, a cambio, le dio el consuelo de ver plasmado en el paño su rostro dolorido.

Como ella, también nosotros tenemos la oportunidad de contemplar a Jesús cada día, presente en la Eucaristía, y recibir esa misma fuerza y valentía para acercarnos y socorrer a todos los que viven presos, sin libertad y sin esperanza en la vida.

Nuestros voluntarios de la Pastoral Penitenciaria así lo viven.

Quieren ser buena noticia para todos aquellos que se encuentran privados de libertad, acercándose a cada uno para enjugarles, con el paño de la misericordia y la esperanza, el rostro sufriente y el corazón herido por las distintas situaciones por las que han tenido que pasar.

SÉPTIMA ESTACIÓN JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ Enterrar a los muertos

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

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Me rodeaban cerrando el cerco… Me rodeaban como avispas, ardiendo como el fuego en las zarzas; en el nombre del Señor los rechacé. Empujaban y empujaban para derribarme, pero el Señor me ayudó…

(Salmo 117, 11.12-13) La debilidad y el peso de la cruz hacen que Jesús vuelva a tocar el suelo. Cae por segunda vez por cada ser humano que necesita ser levantado y reconocido como persona, como hijo de Dios, desde que es engendrado a la vida, hasta el momento de su muerte natural, para ser sepultado con dignidad.

Enterrar a los muertos es una obra de misericordia que aún no se vive en muchos lugares donde no son enterrados con el respeto que merecen. Hay muchos familiares que no saben dónde reposan los restos de sus seres queridos, y no tienen la posibilidad ni el consuelo de ir a rezar ante sus tumbas.

Son situaciones que requieren mucha capacidad de acogida y escucha, como la que brindan todas aquellas personas que trabajan como voluntarios en el Centro de Escucha San Camilo, ayudando a vivir el tiempo de duelo y a afrontar, desde la fe, el paso a la Vida de nuestros seres queridos.

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OCTAVA ESTACIÓN JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN Dar consejo al que lo necesita

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por Él.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos.”

(Lc 23, 27-28) Aquellas mujeres se duelen en su dolor. Miran a Jesús y quieren consolarlo, pero al final, como siempre, son ellas las que se sienten consoladas por Él.

Cuando lo pasamos mal, si perseveramos hasta el final, siempre recibimos el consuelo del Señor. Algunos, por no saber esperar, se marchan antes y, cuando el Señor llega, ya no están para poder ser consolados. El Señor llega, pero ellos ya se han ido, ya están lejos de su Corazón.

Jesús consuela y, al mismo tiempo, aconseja a todo aquel que lo necesita y se acerca a Él. Su consejo parte del Amor incondicional y nos lleva a la coherencia de vida.

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Como las mujeres de Jerusalén, hoy también hay muchas que se sienten consoladas por el Señor a través de personas como las que hacen posible en nuestra Diócesis la Asociación Católica Internacional de la Juventud Femenina (ACISJF), atendiendo, acogiendo, orientando y ayudando a mujeres sin recursos, especialmente jóvenes desfavorecidas, necesitadas de ayuda y fuera de su ambiente familiar.

NOVENA ESTACIÓN JESÚS CAE POR TERCERA VEZ Enseñar al que no sabe

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?, ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución? ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?...

Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a Aquel que nos ha amado.

(Rm 8, 35.37) ¿Cuál es la sabiduría del Evangelio? ¿cuál es la sabiduría de los pobres? Aceptar la pequeñez, la pobreza, viviendo todo con la paz del que sabe de Quién se ha fiado.

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Jesús, al caer por tercera vez bajo el peso de la cruz, nos enseña el camino seguro que nos lleva a la santidad, el camino que pasa necesariamente por la humildad y por la sencillez de aceptar nuestras propias limitaciones, caídas y pobrezas.

Al caer de nuevo, el Señor nos invita a descubrir que la caída que provoca nuestra pobreza y debilidad no es obstáculo para la santidad, si lo vivimos desde la profunda humildad de quien confía en Él, de quien vive con los ojos fijos en su Corazón Abierto. ¡Buena lección, Señor! ¡Gracias por enseñarme el camino! Y gracias por todas esas personas que son indicadores en nuestras comunidades parroquiales, a través de su trabajo silencioso y callado. ¿Eres consciente de la entrega de las personas que en tu parroquia dedican su tiempo a enseñar a aquellos que no saben desde la catequesis, los grupos de formación, apoyos escolares para aquellos que no tienen recursos…?

DÉCIMA ESTACIÓN JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS Corregir al que se equivoca

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

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Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron: “no la rasguemos, sino echémosla a suerte, a ver a quién le toca”. Así se cumplió la Escritura: “se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica”. Esto hicieron los soldados.

(Jn 19, 23-24) Jesús es despojado de todo, de sus vestiduras, de su Madre, de sus amigos, del cariño de los suyos… Contemplar a Jesús así nos hace ver en Él a tantas personas que han sido despojadas de su tierra, de su familia, que son perseguidas por su fe, que son privadas de la parte que les corresponde en la mesa común de la humanidad…

La misericordia nos ayuda a darnos cuenta de estas realidades, a corregir nuestros errores y ayudar a que los otros se den cuenta y puedan corregir también los suyos.

Señor, que sepa despojarme del “qué dirán”, de los respetos humanos… y que a la hora de corregir, lo haga habiéndome despojado previamente de mi amor propio y herido, conduciendo a los demás al gozo de la reconciliación.

Son muchas las residencias de ancianos que en nuestra Diócesis acogen a todos aquellos que, por unas razones u otras, se encuentran despojados de las condiciones necesarias para vivir como necesitan: “Nuestra Señora del Rosario” en Cáceres,

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“Nuestro Hogar” en Brozas, “San Nicolás de Bari” y “La Inmaculada” en Coria, “Santa Isabel” en Torrejoncillo, “San Rafael” en Membrío, y “Fundación Masides” en Aldeanueva del Camino ¿las conoces?

UNDÉCIMA ESTACIÓN JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ Consolar al triste

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: “El rey de los judíos”. Crucificaron con Él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: “lo consideraron como un malhechor”.

(Mc 15, 25-28) Clavado en la cruz, como un malhechor, es capaz de robar el corazón al ladrón que, con su arrepentimiento, ha conseguido primero robar el suyo: “¡hoy estarás conmigo en el paraíso!”

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Por contemplar a Jesús crucificado, el buen ladrón es consolado.

Se siente conmovido por su Corazón abierto y en el suyo brota la conversión.

Solo la contemplación del Crucificado, del mismo Cristo vivo en la Eucaristía, nos hace recuperar la alegría y la esperanza. Jesús en la Cruz es la mayor declaración de Amor de Dios a los hombres y únicamente los contemplativos, los que de verdad crean, serán capaces de devolver el consuelo a los tristes y a los que viven sin ninguna esperanza. ¡Contempla a Cristo, no muerto, sino vivo en la Eucaristía!

Nuestra Diócesis tiene la suerte de contar con una Capilla de Adoración Perpetua donde, día y noche, siempre hay personas adorando al Señor, constatando en sus vidas que Él es el verdadero consuelo que nos llena de gozo y esperanza.

DUODÉCIMA ESTACIÓN JESÚS MUERE EN LA CRUZ Perdonar al que nos ofende

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: “tengo sed”. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, Página 21

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sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: “Está cumplido”. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

(Jn 19, 28-30) ¿De qué muere Jesús en la cruz? Muere de un amor que perdona siempre y hasta el fin. No existe ningún pecado que limite la Misericordia de Dios. Jesús muere perdonando. Dios no sería Amor si no fuese siempre incondicionalmente perdón.

Jesús muere con los ojos cerrados para no ver nuestra maldad; muere con los brazos abiertos para abrazarnos siempre; muere con la cabeza hacia adelante para escucharnos en todos los momentos y situaciones de nuestra vida; muere con los pies clavados para esperarnos siempre y, sobre todo, muere con el Corazón abierto, derramando misericordia para todos los que andan cansados y agobiados por la vida.

Mira a Jesús misericordioso, muerto en la cruz y… guarda silencio.

En nuestra Diócesis, tenemos la suerte con contar con un gran número de personas consagradas que entregan su vida por amor al Señor, siendo misericordia para los hermanos, a través de los distintos carismas que el Espíritu Santo ha ido suscitando en la Iglesia a lo largo de los siglos. ¿Qué conoces de cada una de ellas?

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DECIMOTERCERA ESTACIÓN JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN BRAZOS DE MARÍA Sufrir con paciencia los males y defectos del prójimo

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran.

(Mt 27, 57-58) María contempla a su Hijo muerto en sus brazos. En Ella descubrimos a todas esas madres desoladas que contemplan a sus hijos muertos por la droga, por el alcohol, el terrorismo, la violencia… “¡Oh vosotros, que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al mío!” (Lam 1, 12) ¿Y qué hace María? Lo mismo que hizo en Belén. Allí, cuando tuvo en sus brazos a Jesús, lo colocó en un pesebre y lo ofreció a cuantos quisieron acercarse y adorarle. Hoy, en el Calvario, nos lo ofrece como Eucaristía que nos alimenta en el camino de la vida.

María llora en silencio y contempla a su Hijo y en Él, a todos los hijos que, junto a la cruz, acoge en su seno virginal.

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Al igual que María, asociaciones como Proyecto Hombre, también presente en nuestra Diócesis, siguen acogiendo a personas rotas y necesitadas de apoyo para ayudarles a salir de las situaciones de muerte donde están metidas.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN JESÚS ES PUESTO EN UN SEPULCRO NUEVO Rogar a Dios por los vivos y por los difuntos

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía… Allí pusieron a Jesús.

(Jn 19, 41-42) Jesús pasa por la pobreza y la humillación de la muerte. Es sepultado… Sin embargo, Jesús le da a la muerte un sentido totalmente nuevo. Ya no es un “hasta nunca” sino un “hasta luego” porque, estamos convencidos, por su muerte y resurrección, que “la vida de los que creemos no termina, sino que se transforma, y adquirimos una mansión nueva en el cielo”, como nos recuerda uno de los prefacios de la Misa de Difuntos.

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La misericordia del Señor nos impulsa a vivir de esta certeza y a orar unos por otros, haciendo posible esa comunión de vida entre vivos y difuntos, entre los que aún peregrinamos y los que ya gozan junto a Dios.

Por todos, por los vivos y por los difuntos, oran en los Monasterios de Vida Contemplativa que hay en nuestra Diócesis. ¿Los conoces?

DECIMOQUINTA ESTACIÓN JESÚS HA RESUCITADO

V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R/. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo.

No está aquí. Ha resucitado.

(Lc 24, 6) El encuentro con Cristo vivo y resucitado nos impulsa a vivir una y otra vez la caridad con los hermanos. Las obras de misericordia, materiales y espirituales, son expresión de la caridad de la Trinidad, si tienen su centro y su corazón en Jesús, que nos lleva a dar la vida por amor.

Nuestra Iglesia de Coria-Cáceres, inserta en el XIV Sínodo Diocesano, llamada a buscar, renovar y fortalecer la fe, quiere

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caminar impulsada por la misericordia, respondiendo así a la invitación que nos hace el Papa Francisco en este año.

Vivamos a Cristo resucitado, seamos testigos gozosos de su Evangelio, conscientes de que a través de la misericordia y solo desde ella, encontraremos la fuerza y la ayuda necesaria para que nuestra Iglesia diocesana se renueve y se lance a una nueva etapa evangelizadora, impulsada por el Corazón vivo de Cristo que nos mueve a servir a los demás, especialmente a los más necesitados, a los que más sufren.

ORACIÓN FINAL Padre de Misericordia, gracias por darnos a tu Hijo, tu rostro más humano y más cercano.

Haznos dóciles al Espíritu Santo en esta Iglesia de Coria-Cáceres que, a través del XIV Sínodo Diocesano, se siente impulsada a evangelizar a los que sufren y a ser Buena Noticia para los pobres.

No nos dejes caer en la tentación de la queja y la mediocridad.

Con María, Madre de Argeme, y con San Pedro de Alcántara, ponemos nuestras vidas en tus manos para que Tú llenes nuestras alforjas vacías de la alegría de tu Amor. Amén.

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VIA LUCIS DE LA ESPERANZA Pรกgina 27

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Desde el momento de la Resurrección hasta el día de Pentecostés, los apóstoles viven momentos inolvidables que transforman por completo su corazón. La tristeza se convierte en gozo y la incertidumbre en certeza… ¡¡Es el Señor!! ¡¡Ha resucitado tal como lo había anunciado!!

Es verdad, como dicen muchos santos, que no hay gloria sin calvario pero, no es menos cierto que no hay cruz llevada con Jesús, que no nos ensanche el corazón y nos lo llene de esperanza.

Te invito a recorrer con Cristo resucitado este camino de la luz, contemplando cada una de sus estaciones. Que la alegría de saber que Él vive para siempre, nos convierta en verdaderos testigos de esperanza.

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PRIMERA ESTACIÓN ¡CRISTO VIVE! ¡HA RESUCITADO! Y ESTAMOS LLAMADOS A CONTÁRSELO A TODOS. Enseñar al que no sabe

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro. De repente sobrevino un fuerte temblor y un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve. Los de la guardia se echaron a temblar de miedo y quedaron como muertos. El ángel dijo a las mujeres: “vosotras no temáis. Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí. Ha resucitado como había dicho. Acercaos a ver el lugar donde yacía. Después id corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea; allí lo veréis.

(Mt 28, 1-7) El centro de nuestra fe es la Buena Noticia que recibimos en la mañana de la Resurrección: ¡Cristo vive! ¡ha resucitado! Este es el verdadero final de la historia, de nuestra propia historia.

Sabemos que detrás de todas nuestras muertes y oscuridades, Página 29

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Cristo vive y es Él el centro de nuestra fe, vivo y presente en la Eucaristía, con su Corazón abierto y rebosante de misericordia.

La primera obra de misericordia espiritual nos invita a enseñar al que no sabe, no solo en el trabajo manual e intelectual, también en todo lo que afecta y tiene que ver con la vida espiritual de cada persona. ¡Qué importante es tomarnos en serio esta misión! ¡qué necesario es orar aquello que vamos a enseñar y compartir con los hermanos! No podemos dar lo que no tenemos, no podemos contagiar el gozo de la resurrección si no es desde el encuentro personal con Cristo resucitado, por eso es importante que nos tomemos en serio el poder orar y preparar bien nuestras homilías, catequesis, clases de religión… El hermano que escucha merece lo mejor…

Estamos llamados a enseñar a orar y a llevar al encuentro con Cristo vivo, a perdonar, a compartir… a hacer vida la Buena Noticia que constantemente se nos repite en el Evangelio: ¡¡Cristo vive!! Su Amor es más fuerte que la muerte.

SEGUNDA ESTACIÓN EL ENCUENTRO CON MARÍA MAGDALENA Dar buen consejo a quien lo necesita

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

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María estaba frente al sepulcro, afuera, llorando. Se inclinó hacia el sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cadáver de Jesús. Le dicen: “mujer, ¿por qué lloras?” Ella respondió: “porque se han llevado a mi señor y no sé dónde lo han puesto”.

Al decir esto, se dio media vuelta y ve a Jesús de pie; pero no lo reconoció. Jesús le dice: “mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?” Ella, tomándolo por el hortelano, le dice: “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.” Jesús le dice: “¡María!” Ella se vuelve y le dice en hebreo: “¡Rabbuni!” –que significa “maestro” –. Le dice Jesús: “suéltame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios”. María fue a anunciar a los discípulos: “¡he visto al Señor y me ha dicho esto!”.

(Jn 20, 11-18) A la persona que ama, le crecen las alas para buscar al Amado, aunque sea de noche. Desde su poca fe, María se volvió por el amor, intrépida en la esperanza, y se encontró con Jesús vivo de madrugada. Su gozo fue tal que no pudo callarlo y corrió a contar a todos la buena noticia.

La segunda obra de misericordia espiritual nos anima a dar buen consejo a quien lo necesita, sabiendo situarnos en el lugar del otro. A veces, ese consejo, sencillamente, es una palabra, una

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invitación a no quedarnos aletargados contemplando un sepulcro vacío o llorando a su lado, como María Magdalena en el huerto. Basta una palabra, basta ser capaces de escuchar nuestro nombre pronunciado por la boca de Jesús, para que nuestra vida se transforme en anuncio: ¡María!... ¡ve y di a mis hermanos que vayan a Galilea!...

Señor, me has mirado a los ojos y, sonriendo, has dicho mi nombre… Hoy sigues llamando y lo haces a través de cada uno de nosotros, especialmente de todos aquellos que trabajan en el campo de la Pastoral Vocacional de nuestra Diócesis, facilitando que muchos sigan preguntándose cada día: Señor, ¿qué quieres de mí? ¿dónde y cómo quieres que entregue mi vida? El matrimonio, el sacerdocio, la vida consagrada en todas sus formas… siguen siendo hoy opciones de vida válidas, reales y posibles que nos convierten en testigos, como María Magdalena, del único Amor de nuestra vida.

TERCERA ESTACIÓN JESÚS SE APARECE A LAS MUJERES Y CORRIGE SU CORAZÓN EQUIVOCADO Corregir al que se equivoca

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

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Se alejaron aprisa del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. Jesús les salió al encuentro y les dijo: ¡Salve! Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante Él. Jesús les dijo: “no temáis; id a avisar a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán” (Mt 28, 8-10) De mañana, cabizbajas, en silencio, tristes y vacías… caminaban hacia el sepulcro. ¡Qué equivocado estaba su corazón! y la equivocación se les hace pesada e imposible: ¿cómo mover la piedra? ¿qué hacer para burlar la vigilancia de los soldados?...

Encontrarse con Jesús disipa todas su dudas y pesares.

Una vez más, el Señor nos hace caer en la cuenta de que solamente seremos felices cuando vivamos agradecidos y abiertos a la esperanza, sin quedarnos anclados en la queja cuando aparezcan las dificultades.

Jesús siempre es la solución. Cada vez es más frecuente encontrarnos con familias rotas a nuestro alrededor, abuelos, padres, hijos… incapaces de mover la losa que muchas veces aplasta sus vidas, cuando se rompen las estructuras que forjan la confianza, la sinceridad, la entrega, el servicio, la gratuidad, el respeto… el amor y el perdón sobre el que se asienta la vida familiar. A vivir construyendo relaciones desde Cristo, abiertos a su propuesta de vida, mirando hacia delante con esperanza, ayuda el Centro de Orientación Familiar (COF) de nuestra Diócesis. ¿Lo conoces?

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CUARTA ESTACIÓN LOS SOLDADOS CUSTODIAN EL SEPULCRO DE CRISTO. ¿PERDONADOS U OFENDIDOS? Perdonar al que nos ofende

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Mientras ellas caminaban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Éstos se reunieron a deliberar con los senadores y ofrecieron a los soldados una buena suma, encargándoles: “decid que esta noche, mientras vosotros dormíais, llegaron los discípulos y robaron el cadáver. Si llega la noticia a oídos del gobernador, nosotros lo tranquilizaremos para que no os castigue.

Ellos aceptaron el dinero y siguieron las instrucciones recibidas. Así se difundió ese cuento entre los judíos hasta hoy.

(Mt 28, 11-15) ¿Tiene sentido custodiar un sepulcro vacío? Posiblemente la mayor ofensa para estos soldados es descubrir que sus esfuerzos de vela no han sido eficaces, y se sienten burlados y ofendidos al pensar que habían dejado que robaran el cuerpo de Jesús.

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El miedo les hace sentirse culpables y, esto mismo, les lleva a dejarse comprar para que no se sepa la verdad de lo ocurrido.

La realidad se nos tergiversa cuando miramos solamente con los ojos de la carne. ¿Cuántas veces cedemos al chantaje?, ¿cuántas otras nos resulta más fácil mirar para otro lado y no enfrentarnos a aquellos que parecen tener el control de nuestras vidas?

Mirar con los ojos del corazón nos ayuda a descubrir las razones del Amor, ese Amor que nos libera, que nos perdona, que apuesta por nosotros, que es tan fuerte que llega incluso a vencera la muerte.

Allí donde está nuestro Tesoro, está también nuestro corazón.

No está encerrado en un sepulcro vacío, sino vivo y presente en el sagrario, en la Eucaristía, en los pobres, en los que sufren, en los necesitados…

Cuando miramos y somos capaces de descubrir ahí a Cristo, amanece también en nuestro corazón, las tinieblas se disipan, los miedos desaparecen, la vida cobra un nuevo sentido y nos llena la certeza de saber que Él ¡vive para siempre!

Esta certeza, el amor a Cristo Eucaristía, a la Iglesia, a María, a los pobres, a través de la práctica de las obras de misericordia en los ambientes rurales, acogiendo a niños necesitados, a personas enfermas, deficientes y ancianos… es lo que hace posible la labor que los Esclavos de María y de los Pobres, junto a los trabajadores y voluntarios que colaboran, llevan a cabo en la Casa de la Misericordia de Alcuescar y Pinofranqueado. ¿Conoces alguna de estas Casas de la Misericordia?

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QUINTA ESTACIÓN PEDRO Y JUAN CONTEMPLAN EL SEPULCRO VACÍO Y SON CONSOLADOS Consolar al triste

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro.

Inclinándose vio los lienzos en el suelo, pero no entró.

Después llegó Simón Pedro, detrás de Él y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza, no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte. Los discípulos volvieron a casa.

(Jn 20, 3-10) Corren Pedro y Juan. Llega primero Juan, el místico, el hombre de mirada contemplativa… y después Pedro, la autoridad, el que tiene como misión confirmar a los hermanos en la fe.

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Juan creyó. Pedro ve y se pregunta extrañado. Después, no solo creerá, sino que dará su vida por Cristo.

Es necesario correr con fatiga y saber esperarlo todo del Amor del Señor, porque no hay mayor consuelo, para ellos y para nosotros, que descubrir que Aquel al que creían muerto, vive y está con ellos para siempre. ¡Descubrir a Cristo! ¡qué importante es sabernos y sentirnos bien acompañados en ese camino! No es suficiente correr, es importante saber en qué dirección lo hacemos y con qué objetivo.

El camino nos fatiga y necesitamos momentos de sosiego que faciliten el encuentro con nuestra propia realidad y con el Corazón de Cristo. Solamente desde ahí, desde ese encuentro real con el Señor resucitado, seremos anuncio de Buena Noticia para todos aquellos que vivan a nuestro lado.

En nuestra Diócesis, contamos con varios Centros y Casas de Espiritualidad que nos ofrecen esta posibilidad: Centro de Espiritualidad “Virgen de la Montaña” en Cáceres, “Virgen de Argeme” en Coria, “Virgen de Guadalupe” en Navas del Madroño y el Convento de El Palancar de los Hermanos Franciscanos, en Pedroso de Acim. ¿Has vivido la experiencia de pasar unos días de retiro o de Ejercicios Espirituales en alguno de estos centros?

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SEXTA ESTACIÓN JESÚS, EN EL CENÁCULO, MUESTRA SUS LLAGAS A LOS APÓSTOLES. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Estaban hablando de esto, cuando se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “la paz esté con vosotros”.

Espantados y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma. Pero Él les dijo: “¿por qué estáis turbados? ¿por qué se os ocurren tantas dudas? Mirad mis manos y mis pies, que soy el mismo. Tocad y ved, que un fantasma no tiene carne y hueso, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Era tal el gozo y el asombro que no acababan de creer. Entonces les dijo: “¿Tenéis aquí algo de comer?”

Le ofrecieron un trozo de pescado asado.

(Lc 24, 36-42) Los defectos, los propios y los ajenos, pueden provocar llagas en nuestro corazón si no somos capaces de vivirlos con paciencia y como oportunidad de amar más, de fortalecer nuestra fe y de madurar en nuestro camino de seguimiento de Jesús.

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Él nos muestra siempre su Corazón abierto y rebosante de misericordia. Se revela a los que no exigen pruebas, a los que le buscan en medio de las dudas e incertidumbres.

Los pobres siempre han sido los preferidos del Señor. Descubrir en ellos a Cristo vivo es lo que lleva a todos aquellos que forman parte de la Sociedad de San Vicente de Paúl a vivir su fe a través de la ayuda a los demás, desde el servicio a las personas que más lo necesitan. ¿Has oído hablar de las Conferencias de San Vicente de Paúl?

Ellos, como los discípulos en el cenáculo, nos muestran a un Cristo que vive en la realidad concreta de los hombres y mujeres de este mundo, con las manos y los pies taladrados y el corazón abierto, invitándonos a la adoración, al encuentro personal con Él, a descubrirle en nosotros y entre nosotros y a proclamar ante todos nuestra fe: “¡Señor mío y Dios mío!”

SÉPTIMA ESTACIÓN EN EL CAMINO DE EMAÚS… Rogar a Dios por los vivos y por los difuntos

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Aquel mismo día, dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, distante a unas dos leguas de Página 39

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Jerusalén. Iban comentando todo lo sucedido.

Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo […]

Jesús les dijo: “¡qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No tenía que padecer el Mesías para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a Él. Se acercaban a la aldea a donde se dirigían, y Él fingió seguir adelante.

Pero ellos le insistieron: “quédate con nosotros, que se hace tarde y el día va de caída”. Entró para quedarse con ellos y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció de su vista. Se dijeron uno al otro: “¿no se abrasaba nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?”

(Lc 24, 13-32) Los dos discípulos avanzan pesarosos por el camino, alejándose de Jerusalén, abatidos por la tristeza.

Señor, que aprendamos a reconocerte cuando salgas a nuestro paso, cuando te experimentemos cercano y nos expliques nuestra vida a la luz de tu Palabra, cuando partas con nosotros tu Pan. Solo la certeza de la Resurrección llena nuestro corazón de esperanza y nos hace dar gracias por la vida de todos aquellos

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que caminan con nosotros y también de tantos como nos han precedido en el camino.

Tal vez es buen momento para hacer silencio y traer a nuestra mente y a nuestro corazón a todas aquellas personas que, a lo largo de nuestra vida, nos han ayudado a encontrarnos con Cristo… ¡Gracias, Señor, por ponerlos en mi camino!

OCTAVA ESTACIÓN JESÚS DA A LOS APÓSTOLES EL PODER DE PERDONAR PECADOS Y SANAR LOS CORAZONES ENFERMOS Visitar a los enfermos

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Llegó Jesús, se colocó en medio y les dice: “paz con vosotros”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al ver al Señor. Jesús repitió: “paz con vosotros. Como el Padre me envió, así yo os envío a vosotros”. Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió: “recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados les quedan

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perdonados, a quienes se los retengáis les quedan retenidos.

(Jn 20, 19-23) La mayor experiencia del Amor de Dios es su perdón. Dios no sería Amor si su perdón no fuese siempre incondicional para todo corazón humano.

Creernos esto es clave para vivir buscando constantemente el abrazo de un Dios que no se cansa de repetirnos cuánto nos quiere. Por el contrario, no ser conscientes de nuestra debilidad y pecado nos convierte en eternos enfermos.

La obra de misericordia que contemplamos junto a esta octava estación, nos invita a visitar y cuidar enfermos; no se refiere solo de los enfermos físicos… nos habla también de tantas personas enfermas de espíritu, heridas en el corazón, que necesitan ser sanadas…

Nos habla de ti y de mí que, con frecuencia necesitamos acercarnos al Sacramento del perdón para que el Señor nos perdone, nos abrace, nos renueve con su Gracia y nos levante de nuevo para seguir caminando.

Gracias, Señor, por tus obispos y sacerdotes, por darles el poder de perdonar siempre. Hazlos sensibles a tu ternura y a tu misericordia para que hagan, del Sacramento del perdón, “lugar” de encuentro con el Corazón del Padre, que abraza a los hijos pródigos que vuelven a casa, cansados del camino y arrastrando la vida.

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NOVENA ESTACIÓN JESÚS FORTALECE LA FE DE TOMÁS DÁNDOLE EL PAN QUE SACIA SU HAMBRE Dar de comer al hambriento

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

A los ocho días estaban de nuevo dentro los discípulos y Tomás con ellos. Vino Jesús estando las puertas cerradas y se colocó en medio y les dijo: “paz con vosotros”. Después le dice a Tomás: “mete aquí el dedo y mira mis manos; trae la mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente”. Tomás le contestó: “Señor mío y Dios mío”. Le dice Jesús: “porque me has visto, has creído; dichosos los que crean sin haber visto”.

(Jn 20, 26-29) Nuestro cuerpo necesita recobrar fuerzas y también nuestro espíritu. Cuando nuestra fe flojea, solo el encuentro personal con Cristo resucitado, de Corazón a corazón… tocando sus llagas… la alimenta y fortalece, como le ocurrió a Tomás.

Entonces es fácil caer de rodillas y proclamar, en un acto de adoración, que Él y solo Él es el único Dios y Señor de nuestra vida. Es ahí, donde recibimos el abrazo que nos hace salir de

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nuestras mediocridades, devolviendo a nuestro corazón la paz que tanto necesita. Y es entonces, cuando cada uno de nosotros, nos convertimos en portadores de esa misma paz, para todos aquellos que viven a nuestro lado.

La misma experiencia de Tomás, caer de rodillas tras tocar las llagas en el cuerpo de Jesús, la viven todos aquellos voluntarios que, junto a los Hermanos Franciscanos de la Cruz Blanca, asisten a los enfermos incurables y a los más necesitados: disminuidos físicos y psíquicos, enfermos terminales, inmigrantes, ancianos, enfermos de SIDA, alcohólicos, transeúntes…

Hacer presente a Dios, descubrirlo en la realidad de los enfermos a los que dedican su tiempo y su vida, regalar ternura y cariño a manos llenas… son actitudes indispensables para todo aquel que quiera abrazar a Cristo sirviendo a los que nadie quiere. ¿Te atreves?

DÉCIMA ESTACIÓN JESÚS RESUCITADO EN EL LAGO DE GALILEA, SACIA LA SED DEL CORAZÓN DE LOS HOMBRES Dar de beber al sediento

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

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Después Jesús se apareció de nuevo a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se apareció así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos. Les dice Simón Pedro: “voy a pescar”. Le respondieron: “vamos contigo”. Salieron, pues, y montaron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada. Ya de mañana, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron a Jesús. Él les dijo: “muchachos, ¿tenéis algo de comer?” Ellos contestaron: “no”. Él les dijo: “echad la red a la derecha de la barca y encontraréis”. La echaron y no podían arrastrarla por la abundancia de peces.

(Jn 21, 1-6) Cuando perdemos el norte, cuando Jesús desaparece de nuestro horizonte, nuestra fe se seca y nuestra vida se convierte en tierra árida donde, poco a poco, van desapareciendo las posibilidades de ser fecundos…

Jesús es el Agua viva que sacia la sed de Dios que experimenta el corazón del ser humano.

Jesús aparece en Galilea, en el lago, en la realidad concreta de las personas, en medio de las dificultades e incertidumbres del día a día, porque también ahí estamos llamados a ser testigos de esperanza.

Las personas que trabajan en la Delegación de Pastoral Obrera y Social de nuestra Diócesis lo saben muy bien. ¡Qué importante es hacer llegar la realidad del mundo obrero y hacer resonar su voz

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en el seno de la Iglesia! ¡qué necesario es contar con personas comprometidas que promocionen este campo!

Al amanecer, cuando la noche ha pasado, cuando volvemos a tierra cansados y sin haber pescado nada, en la orilla está siempre Jesús, alentando la esperanza, iluminando todos los amaneceres para convertir la noche de espesor y fracasos en un sol radiante de primavera que ilumina y llena de luz y sentido todo lo vivido.

UNDÉCIMA ESTACIÓN JESÚS CONFIRMA A PEDRO EN EL AMOR Y PEDRO SE CONVIERTE EN “POSADA” QUE ACOGE A CRISTO Dar posada al peregrino

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Cuando terminaron de comer, dice Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres más que éstos? Le responde: “sí, Señor, tú sabes que te quiero”.

Jesús le dice: “apacienta mis corderos”. Le pregunta por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”

Le responde: “sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “apacienta mis ovejas”. Por tercera vez le pregunta: “Simón hijo de Juan, ¿me quieres?” Pedro se

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entristeció de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”. Jesús le dice: “apacienta mis ovejas. Te lo aseguro, cuando eras mozo, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”.

Lo decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después de hablar así, añadió: “sígueme”.

(Jn 21, 15-19) ¿Me amas? Esta es la pregunta que cambió la vida de Pedro y cambia también la nuestra. Solo cuando somos capaces de decir, desde nuestra pobreza, “Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero”, devolvemos a nuestro corazón y a nuestra tierra la esperanza de que Él siempre está vivo en nuestras oscuridades.

Ser confirmados en el Amor, es ser hogar, ser casa abierta donde Dios habita y donde es posible encontrarse con Jesucristo. Pedro negó a Jesús, cerró para Él las puertas de su vida… ahora, junto al lago, arrepentido, reconoce a Jesús como el Señor de su Vida… y le abre de par en par su corazón. ¡Entra, Señor, en mi casa y hazme hogar habitable, lugar de tu descanso y descanso para todo aquel con el que me encuentre cada día!

Casa abierta y lugar de descanso es la Residencia para Mayores “Mi casa”, que tienen en nuestra Diócesis las Hermanitas de los Pobres. ¿Has tenido la oportunidad de visitar alguna vez a quienes viven en ella?

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DUODÉCIMA ESTACIÓN JESÚS ENCARGA SU MISIÓN A LOS APÓSTOLES: VESTID AL QUE ESTÁ DESNUDO Vestir al desnudo

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Jesús. Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron. Jesús se acercó y les habló: “me han concedido plena autoridad en el cielo y tierra. Por tanto, id y haced discípulos entre todos los pueblos, bautizadlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y enseñadles cuanto os he mandado. Yo estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo.”

(Mt 28, 16-20) Desde la Resurrección, Jesús nos llama a ser testigos. ¡Siempre, Señor, contigo y como Tú!

Cristo resucitado va a la cabeza, alentando nuestra esperanza y restaurando nuestra vida, animándonos a ser testigos, hombres y mujeres convencidos del Amor que nos llena, capaces de vestir el corazón desnudo del ser humano, ¿desnudo de qué?.. desnudo de cariño, de atención, de que alguien les escuche…

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Somos enviados a vestir con ternura y misericordia a todos los hermanos que nos encontramos en el camino.

Pedimos y agradecemos la vida, entrega y generosidad de todos aquellos que han sido llamados en nuestra Diócesis al Diaconado Permanente. ¡Que sean testigos creíbles de Cristo vivo y hagan de su vida un servicio incondicional y una entrega generosa!

DECIMOTERCERA ESTACIÓN JESÚS ASCIENDE AL CIELO. ROMPE LAS CADENAS QUE NOS MANTIENEN PRESOS Y FALTOS DE LIBERTAD Visitar a los encarcelados

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

Dicho esto, en su presencia se elevó y una nube se lo quitó de la vista. Seguían con los ojos fijos en el cielo mientras Él se marchaba, cuando dos personajes vestidos de blanco se les presentaron y les dijeron: “hombres de Galilea, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?

Este Jesús, que os ha sido arrebatado al cielo, vendrá como lo habéis visto marchar”.

(Hch 1, 9-11)

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Ascender con Cristo que nos repite una y otra vez: “no, yo no dejo la tierra; no, yo no olvido a los hombres. Aquí yo he dejado la guerra. Arriba están vuestros nombres”.

Ascender con Él, porque el Amor verdadero no es el que nos mantiene “atados” a una realidad terrenal sino el que nos ayuda a descubrir que el corazón humano está hecho para cosas más grandes, porque es un corazón capaz de Dios…

Es necesario “recorrer” el camino de la Ascensión para poder ser, con Cristo, testigos de su presencia hasta los últimos confines de la tierra Testigos de Cristo en la realidad concreta que nos toca vivir a cada uno de nosotros, testigos en medio de una sociedad que cada vez deja menos sitio a Dios. Pedimos en estos momentos de manera especial por todos los laicos que viven su compromiso de fe tomando parte activa en la vida pública, como profetas que anuncian la esperanza y denuncian la injusticia.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO EN PENTECOSTÉS, NOS LANZA A LA VIDA Enterrar a los difuntos

V/. Verdaderamente ha resucitado el Señor, ¡aleluya!

R/. Como lo anunciaron las Escrituras, ¡aleluya!

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El día de Pentecostés, estaban todos reunidos. De repente vino del cielo un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban.

Aparecieron lenguas como de fuego, repartidas y posadas sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse.

(Hch 2, 1-4) Pentecostés es la fiesta del Espíritu, del Amor desbordante y fecundo de Dios que da vida a la Iglesia. La última obra de misericordia nos invita a enterrar a los muertos, a enterrar todo aquello que está muerto en nuestra vida y que, de una u otra forma, nos mantiene “enganchados” y nos impide desplegar las alas del servicio, de la disponibilidad, del amor incondicional, de la entrega generosa…

Enterremos el pesimismo que a veces pesa en nuestras comunidades parroquiales. No nos dejemos llevar por el desaliento de buscar éxitos en el número de personas que responden a nuestras iniciativas. Vivamos convencidos de que la semilla que de verdad germina y da fruto, es la que el Señor siembra sin cesar, día tras día, en el corazón de cada persona.

Pentecostés, es la fiesta de la alegría, es la fuerza que nos lanza al mundo a predicar con la vida, que Cristo vive. Los momentos que estamos viviendo actualmente, nos dan la oportunidad de hacernos presente en las periferias del sufrimiento, la injusticia, la necesidad, la pobreza… donde muchos hermanos necesitan escuchar un mensaje de esperanza. ¡¡Cristo vive!! ¿Te animas a contárselo a todo el mundo?

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PREGÓN PASCUAL Anunciad a toda la creación que Cristo vive, decídselo a los que viven en tinieblas de muerte.

Nos os calléis el nombre de Jesús, resucitado de entre los muertos.

A los que yacían en sombra de muerte, a los que no conocían la alegría, a los que vivían en todas las oscuridades de la vida.

Pregonadlo en las azoteas, a los niños y a los jóvenes, a los que están rotos y a los que viven en las periferias.

Decid a los que dudan que la muerte ha sido vencida, ¡resucitando de veras mi amor y mi esperanza!

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TEMPLOS JUBILARES EN NUESTRA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES

I.

CATEDRAL DE CORIA

Desde donde se ejercitan las obras de misericordia que brotan de la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada.

II.

SANTUARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA (Centro pastoral de Jesucristo Resucitado)

El único Santuario de la Divina Misericordia de la provincia eclesiástica de Mérida-Badajoz y desde donde se ejercita la misericordia

PUERTAS DE LA MISERICORDIA EN NUESTRA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES

EL CENTRO VIDA DE CÁRITAS Lugar donde se acoge a personas sin techo, sin hogar… y donde podemos peregrinar para encontrarnos con el dolor y descubrir las obras de misericordia a través de las propuestas concretas que desarrolla Cáritas Diocesana.

A lo largo de este Año Jubilar, en nuestra Diócesis de CoriaCáceres, iremos abriendo nuevas “puertas de misericordia”, que nos ayuden a ser testigos de esperanza entre los hermanos que lo necesitan.

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MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2016 “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9, 13) Las obras de misericordia en el camino jubilar

1. María, icono de una Iglesia que evangeliza porque es evangelizada En la bula de convocación del Jubileo invité a que “la cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios” 4. Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a participar en la iniciativa “24 horas para el Señor”, quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de Dios.

María, después de haber acogido la Buena Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, canta proféticamente en el Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret, prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo, que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología, la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas maternas 4

Misericordiae vultus, 17.

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(rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.

2. La alianza de Dios con los hombres: una historia de misericordia El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel. Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral, especialmente en los momentos dramáticos, cuando la infidelidad rompe el vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes familiares –como en el caso de Oseas5 –las que expresan hasta qué punto Dios desea unirse a su pueblo.

Este drama de amor alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre.

En Él, Dios derrama su ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de Él la “Misericordia encarnada”6. En efecto, como hombre, Jesús de Nazaret es hijo de Israel a todos los efectos. Y lo es hasta tal punto que encarna la escucha perfecta de Dios que el Shemà requiere a todo judío, y que todavía hoy es el corazón de la alianza de Dios con Israel: “Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”7. El Hijo de Dios es el Esposo que hace cualquier cosa por ganarse el amor de su

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cf. Os 1-2.

Misericordiae vultus, 8.

7 Dt 6, 4-5.

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Esposa, con quien está unido con un amor incondicional, que se hace visible en las nupcias eternas con ella.

Es éste el corazón del Kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y fundamental. Es “la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado”8, el primer anuncio que “siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis” 9. La Misericordia entonces “expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer”10, restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así, finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.

3. Las obras de misericordia La misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo. Por eso, expresé mi deseo de que “el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de 8

Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 36.

Ib, 164.

10 Misericordiae vultus, 21.

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misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina”11. En el pobre, en efecto, la carne de Cristo “se hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido, en fuga… para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con cuidado” 12. Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como Moisés, solo podemos quitarnos las sandalias13; más aún cuando el pobre es el hermano o la hermana en Cristo que sufren a causa de su fe.

Ante este amor fuerte como la muerte14, el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino para sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa15, y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual 11

Ib, 15.

Ib, 15.

13 Cf. Ex 3, 5.

14 Cf. Ct 8, 6.

15 Cf. Lc 16, 20-21.

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resuena siniestramente el demoníaco “seréis como Dios”16 que es la raíz de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas, como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose incluso a mirarlos.

La Cuaresma de este Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los “soberbios”, los “poderosos” y los “ricos”, de los que habla el Magníficat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Solo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre –engañándose –cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse 16

Gn 3, 5.

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cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, lo soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: “Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen”17. Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida.

No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María, que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez18, reconociéndose como la humilde esclava del Señor19.

Vaticano, 4 de octubre de 2015 Fiesta de San Francisco de Assis

17

Lc 16, 29.

Cf. Lc 1, 48.

19 Cf. Lc 1, 38.

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ORACIÓN POR EL XIV SÍNODO DIOCESANO Dios Padre, que nos amas intensamente y quieres que todos te conozcan, para que sientan que también les amas.

Nuestra antigua Diócesis de Coria-Cáceres, después de tantos años trabajando en tu mies y experimentando con gozo tu divina presencia, grita entusiasmada: ¡¡Señor, queremos seguir caminando contigo!!... para buscar, renovar y fortalecer la fe, para hacer crecer el Reino en esta “nueva etapa evangelizadora”, siguiendo las huellas de tu Hijo Jesucristo.

Por eso nos reunimos en Sínodo, para saber cuál es nuestro camino, qué nos pides, qué necesitas hoy de nosotros, de esta pobre y sencilla Iglesia tuya.

Espíritu Santo, nos ponemos a tu disposición para participar como un solo cuerpo en la misión de anunciar el Evangelio al hombre de este mundo.

Y para ello necesitamos, Señor, tu ayuda.

Te necesitamos a Ti, Padre Celestial.

Te necesitamos a Ti, Jesucristo Resucitado.

Te necesitamos a Ti, Santo Espíritu de Amor.

María, Madre de Argeme, bendito Pedro de Alcántara, interceded por nosotros.

Por Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, Corazón de Buen Pastor que camina delante de nosotros. Amén.

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ÍNDICE Via Crucis de la Misericordia Via Lucis de la Esperanza

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Anexos Templos Jubilares en nuestra Diócesis Puertas de la Misericordia en nuestra Diócesis Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del año 2016 Oración por el XIV Sínodo Diocesano

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