Via crucis y Vía lucis (Cruz de Lampedusa)

VÍA CRUCIS Y VÍA LUCIS CON LA CRUZ DE LAMPEDUSA

“UNA CRUZ ABIERTA A LA VIDA” +FRANCISCO CERRO CHAVES Obispo de Coria-Cáceres (LA CRUZ DE LAMPEDUSA VISITA LA DIÓCESIS DE CORIA-CÁCERES)

SEMANA SANTA-TRIDUO PASCUAL PASCUA 2018

INTRODUCCIÓN En la tradición de la Iglesia el Vía Crucis, camino de la cruz, es la devoción que el pueblo creyente ha sentido afectiva y efectiva como el camino de Jesús hacia el Calvario y la Resurrección.

Son muchas las formas de hacer el Vía Crucis desde la de siempre, el tradicional, y que a todos nos suena y resuena en el corazón. El Papa San Juan Pablo II hizo un Vía Crucis totalmente bíblico. Recuerdo que me encontraba aquel Viernes Santo en el Coliseo cuando el Papa lo rezó con miles de hermanos. Más recientemente se ha ido ofreciendo a las comunidades el Vía Lucis que es el camino de la Resurrección. El Vía Lucis es el camino de la luz con el deseo de que se pueda iluminar nuestra vida. La luz que brota de Cristo, muerto y resucitado debe iluminar el sendero de nuestro sufrimiento.

Hemos unido el Vía Crucis y el Vía Lucis porque creemos que es un único misterio de Cristo, con dos caras, una de cruz y dolor (Vía Crucis) y otra de luz y gloria (Vía Lucis) El Papa Francisco en Lampedusa dijo: “Inmigrantes muertos en el mar, por esas barcas que, en lugar de haber sido una vía de esperanza, han sido una vía de muerte. Así decía el titular del periódico.

Desde que, hace algunas semanas, supe esta noticia, desgraciadamente tantas veces repetida, mi pensamiento ha vuelto sobre ella continuamente, como a una espina en el corazón que causa dolor. Y entonces sentí que tenía que venir hoy aquí a rezar, a realizar un gesto de cercanía, pero también a despertar nuestras conciencias para que lo que ha sucedido no se repita. Que no se repita, por favor. Antes que nada quisiera tener una palabra de sincera gratitud y de ánimo para con ustedes, habitantes de Lampedusa y Linosa, para con las asociaciones, los voluntarios y las fuerzas de seguridad, que han prestado y prestan atención a personas en su viaje hacia algo mejor. ¡Ustedes son una pequeña realidad, pero dan un ejemplo de solidaridad! ¡Gracias! …..

Quiero tener un recuerdo para los queridos inmigrantes musulmanes que esta tarde comienzan el ayuno del Ramadán, con el deseo de abundantes frutos espirituales. La Iglesia está a su lado en la búsqueda de una vida más digna para ustedes y para sus familias.

Y el Papa Francisco repetirá una y otra vez: «Sólo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza» «Recemos junto a Dios por los que han perdido la vida, hombres, mujeres, niños, por los familiares y por todos los inmigrantes. Unamos nuestros esfuerzos para que no se repitan tragedias similares. Sólo una decidida colaboración de todos puede ayudar a prevenirlas».

Al contemplar la cruz de Lampedusa que recorre el mundo, enviada por el Papa, como un recuerdo permanente de nuestros hermanos que sufren y mueren en el mar embravecido de la vida buscando una vida mejor y más

justa y huyendo de las guerras, estas reflexiones nos tienen que unir mรกs a Cristo y a todos los sufrientes de la historia.

PRIMERA ESTACIÓN JESÚS ES CONDENADO A MUERTE Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?». Contestaron todos: «Sea crucificado (Mt. 27, 22-23) Desde aquel Pilato que condena a Jesús, a todos los Pilatos de la historia, a todos los que sentencian injustamente a muerte, contra los más pobres de los pobres en la cruz de una patera, de una embarcación que hace aguas por todas partes y que muchas veces no llega a ningún lugar, a ningún sitio, quizás al fondo del mar.

Señor Jesús, alienta en nuestra tierra signos de resurrección y vida, Unir todas nuestras manos en la lucha contra todo tipo de injusticias donde nuestros hermanos son privados de pan y de sentarse en la mesa común, camino de una humanidad nueva y resucitada.

SEGUNDA ESTACIÓN JESÚS CARGA CON LA CRUZ Tomaron a Jesús, 17y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), (Jn. 19, 16-17) La pesada cruz que para Jesús es expresión de su Amor incondicional y Salvador a la humanidad. Se abraza a ella y en ella a todos los que sufren la guerra, a los que vienen huyendo de una falta de paz que se instala en todas las realidades sociales. La cruz es el dolor que se sitúa en cada corazón humano herido de sufrimiento y de muerte.

Señor Jesús, miramos esa cruz y sabemos que ni el dolor, ni el pecado, ni la muerte tienen la última palabra. Sabemos que detrás de todas las oscuridades, de todas las noches en el mar de la existencia viene galopando la resurrección y la vida de la esperanza de una vida feliz.

TERCERA ESTACIÓN JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; | nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; Is, 53, 3-4) Me los encontré en un encuentro con refugiados y descubrí en sus rostros el dolor. Venían de largo viaje, de caídas y de muerte de familiares, hermanos y amigos. No podían más de dolor, les dolía hasta el aliento, como dijo el poeta.

Jesús está siempre al lado de los caídos, de los que muerden el polvo de dolor y de muerte en el camino de la vida.

Padre de Infinita ternura, te pedimos por tus hijos más vulnerables, más pobres y necesitados para que les devuelvas en su profunda tristeza la esperanza de recuperar la dignidad perdida y sus derecho pisoteados. Rezamos un Padre nuestro por los que han caído en el mar.

CUARTA ESTACIÓN JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio. (Jn, 19, 25) Miles de veces hemos contemplado en todas las guerras, en todos los conflictos, en todas las pateras una madre con su hijo en brazos o cuidándolo del frío y del temporal. Ellas también acompañan como María a sus hijos más necesitados, a sus hijos en las calles de todas las amarguras de la historia. Son las madres que siempre alientan la esperanza y que en su ternura y amor los hace fuertes. Creen como María en el Dios de lo imposible.

Jesús, Hijo Amado del Padre, gracias porque tu Madre, que es también la nuestra y de todos los que lo pasan mal nos mira y alienta en el camino hasta la muerte y resurrección.

QUINTA ESTACIÓN EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús (Lc. 23, 26) Siempre en el dolor en las guerras, en los mares duros de la vida existen Cirineos, voluntarios, hombres y mujeres capaces de ayudarnos a llevar la pesada cruz que a veces se convierte nuestra vida. Están siempre ahí. No saldrán en los periódicos. No les darán el Nobel de la Paz y sin embargo son lo mejorcito de la humanidad. Los que vencen el temporal y también se juegan la vida como Cirineos del siglo XXI, que son una luz al fondo del mal y del mar embravecido. Nos alienta a que siempre hay esperanza y que Dios nunca está lejos de los que sufren y nos socorre a través de los Cirineos de la historia.

SEXTA ESTACIÓN. LAS MUJERES ENJUGAN EL ROSTRO DE JESÚS Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. 28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, 29 porque mirad que vienen días en los que dirán: “Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado. (Lc. 23, 27) Allí estaban como siempre, No faltan nunca las mujeres a la cita de los que lloran ante el Hijo de la Vida y ante tantos hijos muertos. No podían faltar a la cita con el dolor humano contra las guerras, en los refugios, en las bombas que caen sobre inocentes, en los hospitales nuestros de cada día, en las pateras tiritando de frío y de dolor.

Sus sufrimientos los hacen suyos Jesús que las anima a seguir alentando la esperanza hasta el final. Son ellas las que con una fidelidad heroica y olvidándose de sí mismas nos dicen que no está lejos la vida nueva de la resurrección.

SÉPTIMA ESTACIÓN JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, (Is, 53,10) He visto tantos niños muertos en la orilla del mar entre escombros en un edificio derrumbado, en hospitales saqueados y sin lo más elemental. Después de muertos te dirán que se equivocaron de objetivo y que no quisieron dar en el blanco donde murieron niños, ancianos y tantas mujeres embarazadas.

Tus caídas, Señor, tu debilidad, tu pobreza es tan inmensa como tu Corazón abierto y cuando no podemos más, cuando nos estrellamos y nuestros gritos no son escuchados, sólo nos quedas Tú, sólo tu Amor y tu Corazón es esperanza cierta de resurrección y vida.

OCTAVA ESTACIÓN LA VERÓNICA LIMPIA (ENJUGA) EL ROSTRO DE JESÚS No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado. (Is. 53, 2-3) He visto miles de Verónicas enjugando y limpiando el rostro de moribundos, encarcelados, de enfermos en hospitales, de personas que llegan en pateras, muertos de frío y hambre. Están donde tienen que estar. Su generosidad contrasta con la indiferencia de los poderosos, de los que se acostumbraron a ver rostros ensangrentados, pueblos en guerra, niños debajo de escombros, mares que se convierten en el mayor cementerio que crece día a día.

Señor Jesús, gracias por tantas Verónicas valientes que nos alientan en el camino de la vida y que son signo de que contigo no está todo perdido.

NOVENA ESTACIÓN JESÚS CAE POR TERCERA VEZ Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino (Lc 22, 28) Volver a intentarlo mil veces y encontrarse con la cruz del dolor y la muerte. Caer y volver a empezar. Ser grano de trigo que enterrado da fruto. Tantos hombres y mujeres que han caído en el intento de una vida nueva y llena de esperanza para su familia y sus hijos. Muchos han quedado atrapados entre las algas de la indiferencia de los que creen que no tienen nada que perder. Otros lo siguen

intentando. Muchos caídos no se levantarán. La mayoría se queda en el intento y no llegan a los paraísos soñados.

Señor Jesús, ayúdanos a vivir la solidaridad, el ser corazones de puertas abiertas, hogar de acogida para los que vienen, y que nuestras vidas sean para ellos hogar de resurrección y de vida.

DÉCIMA ESTACIÓN JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. (Jn. 19, 23) ¿De qué son despojados los refugiados, los que huyen de la guerra, los emigrantes, los desplazados? Despojados de su patria, de su hogar, de su familia, de sus hijos, de sus amigos, de sus campos, de sus paisajes grabados en su corazón.

Jesús es el maestro del despojo, porque Él lo vivió en “carne viva”. Es despojado de todo para vivir en la mayor de las pobrezas delante de todos. Su despojo les hace poseer la mayor riqueza, que es el Amor del Padre.

Señor Jesús, te pedimos por todos los despojados de su dignidad, de su patria, de sus amigos, de sus familias y ayúdanos a vivirlo en clave de vida resucitada. .

UNDÉCIMA ESTACIÓN JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. 34 Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». (Jn. 19, 18)

Esta cruz nos habla de todos los crucificados de la historia y que Jesús poniendo su Corazón abierto nos lanza a la esperanza de que detrás del dolor y la muerte viene la resurrección. De que sus heridas nos han curado. De que la última palabra es Jesús que vive para siempre.

Señor Jesús, en esta cruz junto a Ti contemplamos a tantos hermanos crucificados y machacados por la vida, por tantos sufrimientos, por tanto sin sentido. Ayúdanos a todos a vivir la cruz gloriosa, la que no se queda en el dolor del Viernes Santo sino que llega a la Vigilia Pascual.

DUODÉCIMA ESTACIÓN JESÚS MUERE EN LA CRUZ Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu»*. Y, dicho esto, expiró. (Lc. 23, 46) Desde entonces la cruz está herida de resurrección y vida. Con Cristo ha quedado sepultado nuestro pecado, nuestro dolor, nuestra muerte. Jesús se ha hecho compañero inseparable en todos los lugares del mundo donde se sufre, en todos los mares con pateras, en todos los caminos recorridos por millones de

personas huyendo de guerras, de misiles, de sufrimientos, donde sólo les espera un campo de refugiados hasta otra ocasión.

Señor Jesús, muerto en la cruz, que a través de tu Corazón abierto descubramos que no está lejos la alegría pascual.

DÉCIMOTERCERA ESTACIÓN JESÚS ES PUESTO EN BRAZOS DE SU MADRE Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo. (Mt. 27, 54) Allí acoge el cuerpo sin vida su Madre, la Dolorosa, la Virgen de las Angustias, que nos recuerda a tantas madres que tienen en sus brazos a sus hijos muertos, sin vida en tantos que viven muertos y sin ninguna esperanza. Muertos en pateras, en conflictos armados, en guerras tan injustas como inútiles, en la droga que los deja en una vida en blanco y negro y llenos de amargura.

Madre de todos los dolores y cruces del mundo, ayúdanos en el camino de la vida a tener los ojos abiertos y más el corazón para acoger como tú en tus brazos a todos los heridos por la vida.

DECIMOCUARTA ESTACIÓN JESÚS ES PUESTO EN UN SEPULCRO NUEVO. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús (Jn. 19, 41) Ante la cruz o nos cerramos a la esperanza pensando que no hay nada que hacer, que todo está perdido, que el mundo siempre ha sido así y que otro mundo no es posible o nos refugiamos en la sepultura de la indiferencia, de la tristeza, de la buena vida, de la mediocridad ¡Con la que está cayendo! ¿Se puede hacer algo?

Señor, que descubramos signos de muerte y resurrección en todo lo que vivimos cada día y que acompañemos con nuestra existencia entregada a todas las personas que viven en las cruces del dolor, del sin sentido de las guerras, de los conflictos, de la muerte.

DECIMOQUINTA ESTACIÓN JESÚS HA RESUCITADO El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían

juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos. Los dos Él vive. Las cruces se convierten en luces con el Jesús resucitado de la historia, de la vida, de la esperanza nuestra. La victoria está en Jesús que asume la pobreza, el dolor, la muerte y nos lanza a vivir con Él desde el Amor Vivo y Resucitado en el camino de la vida y que nos abre a la alegría inmensa de la Resurrección. (Jn. 20, 1) Él vive. Las cruces se convierten en luces con el Jesús resucitado de la historia, de la vida de la esperanza nuestra. La victoria está en Jesús que asume la pobreza, el dolor, la muerte y nos lanza a vivir con Él desde el Amor Vivo y Resucitado en el camino de la vida y que nos abre a la alegría inmensa de la Resurrección. ¡Resucitó de veras mi Amor y con Él mi esperanza! Caminamos a una humanidad nueva.

A todos los que vienen a nosotros buscando esperanza, ofrezcamos la acogida como “signo vivo” de Cristo Resucitado.

ORACIÓN FINAL Padre de Ternura Infinita, hemos recorrido el camino de la Cruz con tu Hijo Amado junto a la Madre de todos los dolores, unidos a todos los crucificados, cercanos a todos los que surcan el mar embravecido de la vida.

Alienta nuestra esperanza. Consuela a los tristes, deprimidos y que salgamos de nuestra apatía para ir al encuentro de los que viven sin patria ni hogar.

Amén.