PASIÓN POR LA CATEQUESIS EN NUESTRO TIEMPO (La transmisión de la fe)

PASIÓN POR LA CATEQUESIS EN NUESTRO TIEMPO (La transmisión de la fe)

Carta Pastoral nº 10 (Adviento-Navidad-Epifanía)

+ Francisco Cerro Chaves Obispo de Coria-Cáceres

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Carta pastoral

INDICE SIGLAS Y ABREVIATURAS ...................................................................... 5 I.

INTRODUCCIÓN ..............................................................................6

II.

DIOS HABLA AL HOMBRE EN LENGUAJE HUMANO (La revelación divina) ...............................................9

1. ¿En qué consiste la revelación divina?...........................................9 2. Dios nos ha hablado por medio de Jesús, su Hijo ......................10 3. La revelación divina ha de ser acogida en la fe ...........................10 III.

LOS APÓSTOLES DE JESÚS (La tradición apostólica) .................................................................12

1. El mandato misionero de Jesucristo ................................................12 2. La transmisión de la revelación divina ...........................................13 IV.

SAN PABLO Y SUS COLABORADORES (La tradición postapostólica) .......................................................16 1. San Pablo y sus inmediatos colaboradores ..................................16 2. Los Obispos, sucesores de los Apóstoles ......................................16

V.

LA TRANSMISIÓN DEL EVANGELIO EN NUESTRA TIERRA ..................................................................................................17

1. ¿En qué consiste la transmisión del Evangelio? .........................18 2. Los elementos de la transmisión del Evangelio .........................19 2.1. Los transmisores del Evangelio ............................................19 a. b. c. d. e. f.

La Iglesia .......................................................................20 Los sacerdotes ...............................................................21 Los laicos cristianos ....................................................22 Los catequistas ..............................................................28 El catecismo...................................................................59 La catequesis .................................................................64

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

2.2. Los destinatarios del Evangelio ...........................................75 a. La entera humanidad ..................................................75 b. El catequizando ............................................................79 2.3. El Mensaje: ¿Qué debemos transmitir? ...........................82 a. La Fe cristiana: el Credo ..........................................83 b. La celebración del Misterio cristiano....................89 c. La Vida nueva en Cristo y en el Espíritu ............................................................................95 d. La Oración cristiana ....................................................99 2.4. ¿Cómo debemos anunciar a Cristo? ..................................103 a. Con el fervor de los santos .......................................103 b. Sólo una persona evangelizada evangeliza ........105 c. Con la fuerza convincente del testigo ...................106 d. Ofreciendo un testimonio de vida Creyente .........................................................................107 e. Anuncio explícito e inequívoco de Jesucristo ........................................................................108 f. Con el aliento del Espíritu Santo ............................108 g. En comunión eclesial y fraterna ............................109 h. Con signos que acrediten la palabra anunciada. .....................................................111 i. Con amor a quienes ofrece el Evangelio .............112 j. Con humildad y sencillez ..........................................113 k. Con espíritu profético y dialogante .......................113 l. Con alegría .....................................................................114 m. A imitación de la Virgen María ..............................114

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Carta pastoral

2.5. El contexto de la transmisión del Evangelio hoy ..........115 En nuestra tierra y con nuestra gente, en un mundo global a. ¿En qué consiste este contexto? ...........................115 b. Dificultades en la transmisión del Evangelio hoy. .............................................................118 c. Consecuencias de esta crisis en algunos ..............119 d. ¿Qué podemos hacer ante esta situación? ..........121 EPÍLOGO ................................................................................................................123

Pasi贸n por la Catequesis en nuestro tiempo

SIGLAS Y ABREVIATURAS DV

Dei Verbum

GS

Gaudium et Spes

EN

Evangelii Nuntiandi

RM

Redemptoris Missio

AG

Ad Gentes

LG

Lumen Pentium

PO

Presbyterorum Ordinis

AA

Apostolicam Actuositatem

NMI

Novo Milenio Ineunte

CT

Catechesi Tradendae

TMA

Tertio Milenio Adveniente

ChFL

Christifideles Laici

DGC

Directorio General del Catequista

PP

Populorum Progressio

LE

Laborem exercens

SRS

Sollicitudo rei socialis

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Carta pastoral

I.

INTRODUCCIÓN

Queridos presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas, miembros de Institutos Seculares, laicos y laicas de la Diócesis de CoriaCáceres.

A todos “la gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo” (2 Cor 13, 13).

Como sabéis, estoy realizando, ayudado y sostenido por la gracia de Dios, mi Primera Visita Pastoral a todas las parroquias y comunidades cristianas de nuestra Diócesis.

Siento por todas partes vuestra cercanía y amor, vuestra oración y colaboración, que os agradezco de todo corazón.

Percibo vuestra fe y vuestra vida cristiana, que es signo de vitalidad hoy y garantía de esperanza para el futuro.

Experimento una gran alegría al estar y dialogar con los miembros de los Consejos Pastorales -parroquial, arciprestal y diocesano-, con los catequistas, con los lectores de la Palabra de Dios, con los miembros de Caritas y de otras Asociaciones de caridad, con los miembros de la Junta Económica, con los Sacristanes, con los miembros de Vida Ascendente, con las Asociaciones y Movimientos apostólicos, con la Cofradías…

Estoy presentando en todos los lugares de la Diócesis el Plan Pastoral Diocesano recientemente aprobado, poniendo de relieve los objetivos generales del mismo y las acciones para llevarlos a cabo, y exhortándoos a conocerlo, asumirlo y realizarlo en comunión y corresponsabilidad eclesial.

Un problema que nos preocupa a todos y, de manera muy especial, a mí, como Obispo de esta Diócesis, es la transmisión hoy del Evangelio de Jesús a las nuevas y futuras generaciones. Más en concreto, nos preocupa lo siguiente: * Cómo comunicar la fe a los adolescentes y a los jóvenes, * Cómo ayudar a creer a quienes no creen,

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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* Cómo motivar a los cristianos para que perseveren en la fe, * Cómo ayudar a las familias cristianas para que sean de verdad escuelas de humanismo cristiano y comunidades transmisoras de la fe. * Cómo ayudar a los que se han alejado de Dios, de Jesucristo, de la Iglesia para que retornen y vuelvan al Señor, a la Iglesia.

En esta Carta Pastoral, quiero abordar básicamente el problema de la transmisión del Evangelio de Jesús y la responsabilidad de cada uno en el anuncio del Evangelio.

En relación con esto, el Papa Benedicto XVI acaba de crear un nuevo dicasterio por medio de la Carta Apostólica Motu proprio”Ubicumque et semper” (Pontificio Consejo para la promoción de la nueva Evangelización), para promover las nuevas formas de evangelización. Entre las competencias confiadas a este dicasterio está la de “promover” el uso del Catecismo de la Iglesia Católica. En plena comunión con el Santo Padre os animo, en esta carta pastoral, a que en vuestras comunidades utilicéis esta herramienta que la Iglesia pone en nuestras manos como medio eficaz para la evangelización.

A todos os invito a que la leáis y meditéis sin prisas, con sosiego.

Os ruego que hagáis oración con ella y descubriréis las llamadas que os hace el Señor a través de ella.

No creo que os pediría mucho si os dijera que me alegría mucho que la estudiarais en reuniones comunitarias bajo la guía de algún sacerdote… Cuanto más conozcáis el contenido de esta Carta Pastoral, estoy convencido de que experimentaréis mayor alegría de ser catequistas, evangelizadores… en vuestras Parroquias, Comunidades cristianas, Centros de enseñanza…

Que el Espíritu Santo ilumine vuestro entendimiento con su luz para que podáis comprender los designios salvadores de Dios que intento expresar en este escrito.

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Carta pastoral

Que la Stma. Virgen nos ayude y nos acompa単e siempre en nuestro servicio al Evangelio de su Hijo Jesucristo.

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

II.

DIOS HABLA AL HOMBRE HUMANO (La revelación divina)

EN

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LENGUAJE

1. ¿En qué consiste la revelación divina?

Respondemos a este interrogante de la mano del Catecismo de la Iglesia Católica. Os sugiero profundizar estos tres textos del Catecismo a través de los cuales descubrimos lo que es la revelación divina: * “Por amor, Dios se ha revelado y se ha entregado al hombre.

De este modo da una respuesta definitiva y sobreabundante a las cuestiones que el hombre se plantea sobre el sentido y la finalidad de su vida1. * “Dios se ha revelado al hombre comunicándole gradualmente su propio misterio mediante obras y palabras2. * “Dios se ha revelado plenamente enviando a su propio Hijo en quien ha establecido su alianza para siempre. El Hijo es la Palabra definitiva del Padre, de manera que no habrá ya otra Revelación después de Él”3.

El Concilio Vaticano II enseña que “mediante la revelación divina quiso Dios manifestarse a Sí mismo y los eternos decretos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, “para comunicarles los bienes divinos que superan totalmente la comprensión de la inteligencia humana” 4.

Destacamos estas realidades de la revelación divina: * Dios se ha revelado al hombre por puro amor y gracia, no por necesidad alguna. Por eso damos gracias a Dios.

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Catecismo de la Iglesia Católica, 68 Catecismo, 69 3 Catecismo, 73 4 Concilio Vaticano II, DV 6 2

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* En la revelación Dios mismo se ha entregado al hombre y responde a los interrogantes que se plantea el hombre sobre sus orígenes, sobre su identidad, sobre su vida, sobre su destino final… * Dios nos ha ido revelando poco a poco su misterio por medio de obras y palabras.

2. Dios nos ha hablado por medio de Jesús, su Hijo.

Jesucristo, cima de la revelación de Dios La revelación de Dios alcanza su cima en Jesucristo que es la palabra definitiva del Padre: “De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas; en estos último tiempos Dios nos ha hablado por medio del Hijo” (Heb 1, 1-2).

3. La revelación divina ha de ser acogida en la fe El Concilio Vaticano II enseña de forma clara y explícita que “cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe (Rm 16, 26; cf. Rm 1, 5; 2 Cor 10, 5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por él. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad”5.

Estas enseñanzas del Concilio me dan pie y ocasión para hacer unas consideraciones sencillas en torno a la fe, que creo necesarias en este momento. Me refiero a las tres realidades del acto de fe que debemos poner de relieve. Son como las tres patas del taburete, donde se sostiene, para que no se caiga, el acto de fe: la donación gratuita de Dios: la fe es un don gratuito de Dios. Por eso debemos pedir al Señor como los 5

Concilio Vaticano II, DV 5

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apóstoles: “¡Señor!, nosotros creemos, pero auméntanos la fe”. la mediación de los agentes transmisores de la fe en comunión con la Iglesia. la apropiación personal y libre del sujeto creyente.

Hemos de cultivar y cuidar la fe porque una fe que no se celebra, que no se forma, que no se vive, que no se testimonia, tiene el riesgo de perderse…

No descuidemos ninguno de ellos.

Demos la importancia debida a cada uno de ellos.

Si cojea alguna de las patas de esta especie de taburete, falta un elemento esencial. Ciertamente, no puede faltar ni la gratuidad de Dios, ni la mediación de la Iglesia que transmite la fe, ni la aceptación en libertad de la persona que acoge la fe, como el regalo más hermoso de su vida. Creer nos cambia la vida. Creer nos pide que cultivemos la amistad con Dios en la oración, en la vida, en la liturgia. En medio de las dudas, frustraciones… volvamos al Señor: y digámosle: ¡Señor! yo creo pero aumenta mi fe.

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III.

LOS APÓSTOLES DE JESÚS (La tradición apostólica)

1. El mandato misionero de Jesucristo Jesús se acercó los once discípulos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18-19).

El mandato misionero de Jesús es actualizado por el Concilio Vaticano II con estas palabras: “Cristo Señor, en quien se consuma la revelación total del Dios sumo (cf. 2 Cor 1, 30; 3, 16 - 4,6), mandó a los apóstoles que predicaran a todos los hombres el Evangelio, comunicándoles los dones divinos”6.

“Con la venida del Espíritu Santo comienza la misión de la Iglesia: el anuncio del reinado de Cristo y de Dios. Este es el mandato del Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16, 15). Estas breves palabras definen la razón de ser de la Iglesia. Ella existe para evangelizar. En esta tarea se encierra su identidad más profunda”7.

La Revelación de Dios, culminada en Jesucristo, está destinada a toda la humanidad, y debe transmitirse a todos los pueblos. Para cumplir este designio divino, Jesucristo instituyó la Iglesia, sobre el fundamento de los Apóstoles, y, enviándoles de parte del Padre el Espíritu Santo, les mandó predicar el Evangelio por todo el mundo”8

6

Concilio Vaticano II, DV 7 Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis: “La Catequesis de la Comunidad”, 14 8 Secretariado Nacional de Catequesis. Directorio General para la catequesis. Guía para el Estudio. 1998, p. 19 7

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2. La transmisión de la revelación divina: la predicación oral y la Escritura.

El mandato misionero del Señor “fue realizado fielmente, tanto por los apóstoles que en la predicación oral comunicaron lo que habían recibido (…), como por aquellos apóstoles y varones apostólicos que, bajo la inspiración del mismo Espíritu Santo, escribieron el mensaje de la salvación”9. * La predicación oral: Aquellos apóstoles, hasta ahora llenos de miedo y temor, salieron a las calles y plazas de Jerusalén y proclamaron a los judíos lo que Dios había hecho con Jesús, su Hijo, al resucitarlo de entre los muertos, y les anunciaron el perdón de los pecados que se alcanza por la conversión, el bautismo..Este anuncio se fue transmitiendo “en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra” a través de la predicación oral y del testimonio de quienes narraban la historia de Jesús: los apóstoles (cf.

Hech. 5, 32) y, después, los nuevos discípulos que se iban agregando y que comenzaron a llamarse cristianos (cf. Hech 11, 26). * La Escritura Santa: algunos Apóstoles y otros varones apostólicos escribieron bajo la inspiración del Espíritu Santo el mensaje de la salvación.

2.1 San Pedro Recordemos las palabras de San Pedro a través de las cuales transmite a los judíos el misterio de Jesucristo: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hech 2, 36).

2.2 San Pablo Escuchemos con emoción y tomemos en serio las palabras que san Pablo dirige a los cristianos de Corinto y que son válidas para nosotros, cristianos y cristianas del siglo XXI: 9

Concilio Vaticano II, DV 7

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Carta pastoral

* El kerigma de la Eucaristía “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: Que el Señor Jesús la noche en que fue entregado tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por nosotros; haced esto en recuerdo mío”.

Asimismo también el cáliz después de cenar diciendo: “Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces lo bebiereis, hacedlo en recuerdo mío” (1 Cor 11, 23-25). * El kerigma de la muerte y resurrección de Jesucristo “Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros recibisteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que lo conserváis como os lo proclamé. Si no, habríais creído en vano. Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce. Pues bien, tanto ellos como yo, esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído” (1 Cor 15, 1-5.11).

El contenido de las palabras de Pablo es el corazón de la predicación apostólica. La transmisión de la fe es el anuncio de Jesucristo, desde su nacimiento en Belén a su muerte y resurrección.

Este anuncio no se agota en la propuesta y ofrecimiento de unas verdades y unas normas morales, sino que incluye también una invitación a una entrega y amistad personal con Jesucristo.

Las palabras “recibir”, “conservar”, “transmitir” son aplicadas por san Pablo a la proclamación del Evangelio que es “fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1, 16). El Evangelio es don y gracia de Dios para la salvación de la humanidad; es portador de la salvación de Dios para todos los que lo reciben y acogen por la fe. Todos y cada uno, ayudados por la gracia divina, debemos abrir los oídos del alma para escuchar y acoger con fe el Evangelio que nos construye y edifica.

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2.3 Los Evangelios He aquí unas enseñanzas del Concilio Vaticano II sobre los cuatro Evangelios. * “Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado, nuestro Salvador. La Iglesia siempre ha defendido y defiende que los cuatro Evangelios tienen origen apostólico. Pues lo que los apóstoles predicaron por mandato de Cristo, luego, bajo la inspiración del Espíritu Santo ellos y los varones apostólicos nos lo transmitieron por escrito, fundamento de la fe, es decir, el Evangelio en cuatro redacciones, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan” 10. * “La santa Madre Iglesia, firme y constantemente, ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día en que fue levantado al cielo” (Act 1, 1-2)11.

Os exhorto vivamente a todos -sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos- a leer y meditar asiduamente las divinas Escrituras, para que adquiráis la ciencia suprema de Jesucristo. Entre todas las Escrituras sobresalen los Evangelios, que constituyen el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesucristo.

En este ámbito de transmisión de la revelación divina está la catequesis que “no es otra cosa que el proceso de transmisión del Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, lo celebra, lo vive y lo comunica de múltiples formas”12

10

Concilio Vaticano II, DV 18 Concilio Vaticano II, DV 19 12 Directorio general de Catequesis, n. 105 11

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IV.

SAN PABLO Y SUS COLABORADORES (La Tradición postapostólica)

1. San Pablo y sus inmediatos colaboradores * Exhortación de Pablo a Timoteo: “Conserva el buen depósito mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim 1, 14).

“Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: “Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo…” (2 Tim 4, 1-2) * Exhortación de Pablo a Tito “El motivo de haberte dejado en Creta fue para que acabaras de organizar lo que faltaba y establecieras presbíteros en cada ciudad, como yo te ordené” (Tit 1, 5) “Mas tú enseña lo que es conforme a la sana doctrina” (Tit 1, 1) 2. Los Obispos, sucesores de los Apóstoles De nuevo acudimos al Concilio Vaticano II para insertar aquí sus enseñanzas referentes a este tema de tanta importancia para la Iglesia.

“Mas, para que el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los apóstoles dejaron como sucesores suyos a los obispos, “entregándoles su propio cargo del magisterio”13 “La Iglesia, en su doctrina, en su vida, y en su culto perpetúa todo lo que ella es, todo lo que cree. Esta Tradición, que deriva de los apóstoles, progresa en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo”14.

13 14

Concilio Vaticano II, DV 7 Concilio Vaticano II, DV 8

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V.

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LA TRANSMISIÓN DEL EVANGELIO EN NUESTRA TIERRA

San Pablo nos presenta este proyecto divino así: Dios “nos ha elegido en su Hijo antes de la creación del mundo, para que seamos santos e inmaculados en su presencia” (Ef 1, 4). En efecto, “el hombre fue creado por Dios en la justicia”15. Pero el hombre “no correspondió al designio de Dios sobre él ya que “por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios”16.

Con todo, “cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gál 4, 4-5). Dios llama a todos los hombres a la comunión de vida en su Hijo. Jesucristo es el salvador de la humanidad: “no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hech 4, 12). La salvación en Jesucristo se presenta como la realización y la restauración del proyecto eterno de Dios sobre el hombre. La salvación aportada por Jesucristo es, según san Pablo, “una nueva creación” que afecta al hombre en su totalidad, y tiene las siguientes características: actual y escatológica (Rm 8, 24; Heb 13, 14; Lc 17, 21), universal y personal (Jn 11, 52; LG 9), esperada y desconocida (1 Cor 2, 9).

Jesucristo quiso y fundó la Iglesia para transmitir y hacer presente en el espacio y en el tiempo su propia misión: anunciar a todos los seres humanos su Evangelio, “una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree” (Rm 1, 16). El Evangelio es la Buena Noticia de la salvación y de la liberación del hombre y de la mujer: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la

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Concilio Vaticano II, GS 13 Concilio Vaticano II, GS 13

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liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18-19).

La misión de la Iglesia ayer, hoy y siempre es anunciar y hacer presente el Evangelio en íntima comunión y continuidad con los Apóstoles y, en última instancia, con Jesucristo. El Pueblo santo de Dios ha nacido y vive para evangelizar, es decir, para ser en el mundo sacramento eficaz de Jesucristo, de su mensaje y de su obra salvadores de la humanidad.

1. ¿En qué consiste la transmisión del Evangelio?

Por ser un tema de tanta importancia para la Iglesia, nos parece oportuno y necesario desentrañar la naturaleza de esta transmisión para conocerla mejor y para hacerla realidad después con la ayuda de la gracia divina y la participación de todos desde el don o carisma recibidos de Dios. * Transmitir el Evangelio es proclamar con obras y palabras a Jesús –su vida, muerte y resurrección- como la Buena Noticia que hemos recibido y queremos que llegue a todos los hombres y mujeres del mundo, pues todos estamos necesitados de la salvación de Dios que se ha hecho realidad en Cristo y se nos comunica por la Iglesia y los sacramentos celebrados y recibidos en la fe.

Cuidemos con esmero nuestras actividades y palabras, nuestros comportamientos y estilos de vida, nuestras formas de vivir, convivir y relacionarnos con los demás a fin de que transparenten y comuniquen la verdad de Dios, la verdad del hombre y la verdad del mundo. * Transmitir el Evangelio es ofrecer a otros nuestra experiencia cristiana y nuestra ayuda como creyentes y como miembros de la Iglesia para que ellos, por sí mismos y desde su libertad, accedan a la fe movidos, ayudados y sostenidos por la gracia divina. “En el fondo, ¿hay otra forma de comunicar el Evangelio que no sea la de transmitir a otro la propia experiencia de fe?” (EN 46). Esto quiere

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decir que hemos de saber narrar nuestra propia experiencia personal creyente a los demás.

2. Los elementos de la transmisión del Evangelio Para que el acto de comunicación pueda realizarse de forma correcta y, al mismo tiempo, pueda alcanzar su finalidad, debe darse un conjunto de elementos que debemos tener siempre en cuenta. Por eso quiero recordarlos y explicarlos aunque sea de forma breve y sencilla. Estos elementos son los siguientes: El emisor: es el que transmite un mensaje.

El receptor: es el que recibe el mensaje El mensaje: el contenido de la comunicación El código de signos: un conjunto de signos, moderadamente extenso, conocido por el emisor y el receptor y que empleamos en el acto de la comunicación.

El contexto: el ámbito en el que se produce la comunicación.

2.1 Los transmisores del Evangelio “Es urgente y necesario que la Iglesia en Occidente, cuente con evangelizadores creíbles, gracias a un testimonio personal y colectivo de vida santa” (Juan Pablo II).

Todos somos responsables de la evangelización, es decir, de anunciar a Jesucristo a los hombres y mujeres que están a nuestro lado… Y esto ha de hacerse con la palabra y con el testimonio de nuestra vida. Sigamos evangelizando porque como decía Juan Pablo II: “la misión de Cristo redentor, confiada a la Iglesia, está todavía muy lejos de cumplirse”17

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Juan Pablo II: RM 1

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a. La Iglesia Con la venida del Espíritu Santo da comienzo la misión de la Iglesia: “Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16, 15). Estas palabras de Jesús muestran la razón de ser de la Iglesia: ella existe para evangelizar: “la Iglesia peregrinante es misionera por su naturaleza, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y en la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre”18. En consecuencia, “la tarea de propagar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo según su condición”19.

Pablo VI, en continuidad con las enseñanzas del Concilio Vaticano II afirma: “evangelizar es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar”20, y muestra el significado de la evangelización para la Iglesia: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la buena nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” 21.

Juan Pablo II en línea con Pablo VI afirma que “la misión es un problema de fe, es el indicador exacto de nuestra fe en Cristo y en su amor por nosotros”22 . La evangelización renueva a la Iglesia, fortalece la fe y da nuevo entusiasmo a los cristianos. Y concreta esta misión de este modo: “La Iglesia ha de ofrecer a Europa el bien más precioso y que nadie más le puede dar. La fe en Jesucristo, fuente de esperanza que no defrauda, don que está en el origen de la unidad espiritual y cultural de los pueblos europeos, y que todavía hoy y en el futuro puede ser una contribución esencial a su desarrollo y a su integración”23. Todos los miembros del Pueblo de Dios están llamados a realizar la única misión de la Iglesia que es la evangelización.

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Concilio Vaticano II, AG 2 Concilio Vaticano II, AG 25 20 Pablo VI, EN 14 21 Pablo VI, EN 18 22 Juan Pablo II, RM 11 23 Juan Pablo II, “La Iglesia en Europa”, 18 19

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En la realización de la misión evangelizadora, no estamos solos.

El Señor nos ha dicho también: “Yo estoy con vosotros día tras día hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). b. Los sacerdotes Vuestro ministerio es imprescindible e insustituible en la realización de la misión de la Iglesia así como en la programación y ejecución de la pastoral diocesana misionera y evangelizadora.

Evangelizad con nuevo ardor, con nueva ilusión, con el aliento del Espíritu Santo.

Valoro y agradezco a todos los presbíteros el inmenso trabajo evangelizador que realizan día tras día y, a veces, con grandes dificultades a causa de la edad, de las enfermedades, de las distancias. Gracias una vez más.

También quiero agradecer a los sacerdotes diocesanos que han desempeñado o desempeñan en la actualidad su ministerio pastoral en las Iglesias hermanas de Brasil, de Cuba, de Venezuela, de Chile, de Honduras, de Alto Volta, de Alemania, de Francia, de Bélgica…, así como a los Religiosos y Religiosas de nuestra diócesis que, en la actualidad, están en países lejanos…en Asia, en América Latina, en África… y entre los más pobres. Gracias en el Señor.

Bien sabemos que la dimensión misionera y evangelizadora es el signo claro y vivo de la vitalidad de una Diócesis. Queremos que nuestra pastoral siga siendo hoy y cada día con mayor intensidad una pastoral misionera y evangelizadora teniendo en cuenta la realidad religiosa en que nos encontramos. Estamos ante un distanciamiento de la fe y de la antropología cristiana. Juan Pablo II dijo: “El tiempo que estamos viviendo se nos presenta como una época desconcertante. Muchos hombres y mujeres parecen desconcertados, sin esperanza, y muchos cristianos están sumidos en este estado de ánimo”24 También quiero tener un recuerdo peculiar para los Diáconos permanentes. Son aquellos bautizados, muchos de ellos casados, que 24

Juan Pablo II, Alocución: “Creer en el Evangelio y anunciarlo con nuevo ardor”, n. 7.

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ponen su vida diaria para realizar la misión de evangelizar al estilo de Jesús en el Cenáculo. En nuestra Diócesis los diáconos permanentes son una realidad rica que acogemos, valoramos y promovemos porque es un don de Dios para la Diócesis hoy y en el futuro. c. Los laicos cristianos Los fieles laicos son “los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el Pueblo de Dios y que participan a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo. Ellos realizan, por su parte, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo” 25.

Abundando en esta enseñanza, el propio Concilio enseña que los laicos “están particularmente llamados a hacer presente y operante la Iglesia en los lugares y condiciones donde ella no puede ser sal de la tierra sino es a través de ellos. Así pues todo laico, por los dones que le han sido conferidos, se convierte en testigo e instrumento vivo, a la vez, de la misión de la misma Iglesia en la medida del don de Cristo (Ef 4, 7)”26 . ¡Laicos cristianos! Tenéis una misión y una tarea esencial e insustituible en la transmisión de la fe en la familia, en los ambientes. ¡No dejéis de realizarla! ¡Contáis siempre con la ayuda de la gracia divina!

Nuestro Plan Pastoral Diocesano en su objetivo general segundo afirma: “Establecer, fomentar y animar cauces y medios para que los laicos vivan su compromiso bautismal en la comunidad y en la sociedad”. Aprovecho esta ocasión para agradecer una vez más al Consejo Diocesano de Pastoral todos sus esfuerzos, trabajos y desvelos para elaborar este Plan Pastoral para nuestra Diócesis.

Gracias.

25 26

Concilio Vaticano II, LG 31 Concilio Vaticano II, LG 33

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Los fieles laicos son miembros vivos de la Comunidad Cristiana, se alimentan con la Palabra de Dios, la Eucaristía y los otros sacramentos, sirven y edifican la Comunidad Cristiana con el don o carisma recibido en comunión con los demás miembros de la Iglesia.

Por todo ello, los fieles laicos han de participar en la vida y misión evangelizadora de la Iglesia.

Somos “una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa” (1 Ped 2,9).

Transmitir el Evangelio no es tarea reservada a los obispos, a los presbíteros…Todos somos corresponsables de la transmisión de la fe, de la evangelización, es decir, de anunciar a Jesucristo a los hombres y a las mujeres que nos rodean, aunque no todos estamos llamados a realizar las mismas tareas. Cada cristiano está llamado a colaborar en la tarea de la evangelización 27desde el don, ministerio o carisma que haya recibido del Espíritu Santo. Por eso, ninguno puede omitir su propia colaboración. En esta tarea nadie está de más. Nadie debe considerarse ajeno a esta tarea tan importante y necesaria.

A través de la transmisión del Evangelio, queremos que Jesús nazca en el corazón de todos, que la fe mortecina y rutinaria se reavive, que los que no conocen a Jesucristo lo conozcan y crean en Él, lo amen y lo sigan. Las palabras de Pablo siguen golpeando nuestro corazón e interpelándonos: “Pero, cómo invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados? (…) Por tanto, la fe viene de la predicación y la predicación, por la Palabra de Cristo” (Rm 10, 14-15.17).

En línea con estas enseñanzas conciliares, Juan Pablo II afirma: “Quien ha encontrado a Cristo no puede tenerlo sólo para él, debe anunciarlo. Es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido, como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos”28.

28

Juan Pablo II, NMI 40

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Carta pastoral

Es hora de la misión y de la confesión clara y valiente de Jesucristo ante los hombres: “Hemos de revivir en nosotros el sentimiento apremiante de Pablo, que exclamaba: “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Cor 9,16). Esta pasión suscitará en la Iglesia una nueva acción misionera, que no podrá ser delegada a unos pocos “especialistas”, sino que ha de implicar a todos los miembros del Pueblo de Dios. En este sentido, la transmisión de la fe es una tarea prioritaria en nuestra Diócesis. Así lo manifiesta el recién aprobado Plan Pastoral diocesano cuyo objetivo general 4º dice: “presentar el Evangelio a los alejados de la Iglesia y a quienes, ocasionalmente, se acercan a la misma”. Tenemos que presentar la fe y nuestra vocación sin complejos ni fanatismos.

Ciertamente, no todos los laicos y laicas de nuestra diócesis son conscientes de la misión eclesial y evangelizadora que les pertenece y les incumbe. En efecto, junto a muchos laicos cristianos que participan con ilusión y empuje, cada día más, en muchos ámbitos y campos de la misión de la Iglesia, hay otros y otras más pasivos, que viven su fe de forma más receptiva, más aislada, menos comprometida.

Por nuestra parte, queremos seguir reconociendo y potenciando cada día más la incorporación y la misión de los laicos en la Iglesia.

Deseamos vivamente potenciar los procesos de formación de los miembros de nuestras Parroquias y Comunidades Cristianas poniendo siempre de relieve cuatro aspectos fundamentales: el encuentro con Jesucristo, la conversión personal, el discipulado y la misión. Es nuestro propósito fortalecer las asociaciones laicales, los movimientos apostólicos, los itinerarios de formación cristiana, las comunidades cristianas y las nuevas comunidades, la religiosidad popular que tiene en las Cofradías su expresión y su desarrollo.

De este modo iremos haciendo realidad, cada día más pujante y visible, una Iglesia más participativa, más viva y más comunional y una forma de evangelizar caracterizada por la comunión y la corresponsabilidad y que tenga como objetivo prioritario ayudar a los no creyentes a creer en Dios y a los tibios a pasar de una fe

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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rutinaria, sustentada por costumbres sociales a una fe “más personal y madura, iluminada y convencida”29.

Estamos convencidos de que todo esto es un signo de vitalidad y de esperanza.

Mis predecesores Mons. D. Jesús Domínguez Gómez, que en la paz de Dios descansa, y Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos, actual obispo de la Diócesis de Albacete, impulsaron en la Diócesis un laicado que todavía esta llamado a desarrollarse en vitalidad y presencia en el mundo.

Unas llamadas peculiares a los laicos * Id al mundo Id al mundo para sembrar en los surcos del corazón humano y de la historia los valores del Reino de Dios.

Sed sal y levadura del Reino de Dios en medio del mundo. * Cuidad la sal para que no se vuelva insípida; * No apaguéis nunca la luz que habéis recibido en vuestro bautismo, fue fortalecida en la Confirmación y es alimentada en la Eucaristía. * Mantened viva y operante la levadura que haga fructificar la masa.

Implicaos cada día más en resolver los grandes problemas de la humanidad: la vida, la paz, el hambre, la libertad, la defensa y promoción de los derechos humanos Haced presentes y eficaces los valores del Reino de Dios en la familia, en el mundo de la cultura, en los espacios de la vida social (política, economía, ocio, etc.). Esos valores que son promesa y garantía de una esperanza que no defrauda al ser humano.

Impulsad y promoved el reconocimiento y la defensa de la dignidad e inviolabilidad de todos y de cada uno de los seres humanos, hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza.

29

Juan Pablo II; “Iglesia en Europa” 50.

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Carta pastoral

Responded con el testimonio de vuestra fe cristiana a los interrogantes que la vida presenta a cada hombre y a cada época histórica.

Cread estructuras que estén de verdad al servicio de la dignidad del hombre y transformad aquellas que lo necesiten en estructuras justas, fraternas, libres… de acuerdo con los criterios del Evangelio.

Tened en cuenta que “al participar de esta misión, el discípulo camina hacia la santidad. Vivirla en la misión conduce al corazón del mundo. Por esto, la santidad no es una huida hacia el intimismo o hacia el individualismo religioso, tampoco es un abandono de la realidad urgente de los grandes problemas económicos, sociales y políticos del mundo y, mucho menos, una huida de la realidad hacia un mundo exclusivamente espiritual”30. * Haceos presentes en la Comunidad cristiana Colaborad con el don o carisma que hayáis recibido del Espíritu Santo en la vida y en la misión de la Iglesia. Participad con verdadero entusiasmo y generosidad en el desarrollo y crecimiento de vuestras parroquias y comunidades cristianas. Ejerced en ellas actividades ocasionales y también ministerios y servicios “según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles” 31 u os haya otorgado. La vida litúrgica y sacramental, la proclamación de la Palabra de Dios y la transmisión de la fe, las estructuras pastorales, el servicio caritativo y de promoción social, son algunos de los campos que necesitan el impulso y el reconocimiento de ministerios laicales.

Participad en los organismos de comunión y corresponsabilidad de la Diócesis, de las Parroquias, de los Arciprestazgos, entre los que destacan el Consejo Pastoral - diocesano, parroquial, arciprestal-.

Agradecemos a todos los laicos cristianos que, junto con los presbíteros y los religiosos y las religiosas, ya participan activa y conscientemente en estos Consejos, ejerciendo de este modo una forma real de corresponsabilidad en la toma de decisiones relativas a la vida pastoral de nuestra Diócesis, Parroquias, Arciprestazgos…

30 31

CELAM, “Documento de Aparecida” (Brasil). n. 148 Pablo VI, EN 73

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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Llevad a la comunidad cristiana “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de todos los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, (que) son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”32. Sabéis muy bien que vuestra experiencia y acción evangelizadora en la sociedad enriquece la vida de la comunidad eclesial y orienta su acción misionera, Termino con este texto del Concilio Vaticano II tan importante e interpelante: “Los cristianos seglares obtienen el derecho y la obligación del apostolado por su unión con Cristo Cabeza. Ya que, insertos por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor”33

**** Unas preguntas para la oración y la reflexión ¿Estamos interesados en transmitir la fe a los demás? ¿Para nosotros la fe es realmente importante? ¿Mostramos con nuestras palabras y obras a Jesucristo como el único que puede ofrecernos a todos razones para vivir y para esperar? ¿Participo en la misión evangelizadora de la Iglesia? ¿En qué tarea evangelizadora participo?

En el caso de que no participe en nada, ¿por qué actúo de esta forma? ****

32 33

Concilio Vaticano II, GS 1 Concilio Vaticano II, AA 3

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Carta pastoral

d. Los catequistas Por la importancia que tienen en la transmisión de la fe dedicaré a los catequistas una atención peculiar y un espacio suficiente en esta Carta Pastoral.

Recordemos con cariño y gratitud a quienes fueron nuestros catequistas cuando éramos niños, adolescentes, jóvenes… ¡Que Dios os lo premie y que Dios acoja en su Reino por toda la eternidad a los que ya han muerto! Quiero hablar no simplemente del catequista o sobre el catequista. Deseo hablaros a vosotros, a cada uno, queridos catequistas, ofreciéndoos unas reflexiones bíblicas, teológicas y pastorales llenas de profundo y sincero afecto y agradecimiento.

Los catequistas en nuestra Diócesis El ministerio de los catequistas es necesario en nuestra Diócesis, en nuestras Parroquias, por lo que hemos de promoverlo, atenderlo, cuidarlo, alentarlo…“Hay que dar prioridad a la catequesis por encima de otras obras o iniciativas cuyos resultados podrían ser más espectaculares” (CT 15). No lo olvidemos, queridos hermanos sacerdotes. Por otra parte, tengamos presente que el trabajo de los catequistas resulta cada vez más difícil, complejo y exigente a causa de los cambios sociales, culturales… que se han producido y se producen en nuestro tiempo.

Nuestro deseo sincero es que todos nos empeñemos y comprometamos a fortalecer y mejorar la catequesis en nuestras parroquias de forma que la originalidad y la novedad de la fe cristiana arraigue cada día más en el corazón, en la mente y en la vida de los cristianos. * Reconocimiento y gratitud a los catequistas Sean mis palabras para alabar, bendecir y dar gracias a Dios por las obras maravillosas que Él realiza en vosotros y en vosotras, catequistas de la Diócesis de Coria-Cáceres.

Cuando me encuentro con los catequistas de la Diócesis, descubro cada vez más su buen hacer, su generosidad y las

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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dificultades actuales que superan con su esfuerzo sostenido siempre por la gracia y ayuda del Señor. Agradecemos sinceramente a todos los catequistas y las catequistas de nuestra Diócesis vuestra labor inmensa; y lo hago en nombre del Señor y en el de los niños, de sus familias y de las parroquias. Conozco todo lo que estáis haciendo, alentados por el Espíritu Santo y acompañados por los sacerdotes.

Sentimos un verdadero gozo cada vez que nos acercamos a las parroquias y comprobamos una y otra vez que los catequistas y las catequistas perseveran en su tarea con verdadera ilusión. Dios os ha llamado para que seáis sus testigos, para que transmitáis la fe a las generaciones que vienen.

Hago mías las palabras del Card. Claudio Hummes OFM, Prefecto de la Congregación para el Clero (18-X-2007) y las dedico a todos los catequistas: “En la cotidiana fidelidad a Dios y fidelidad al hombre, vosotros continuáis siendo para vuestras comunidades parroquiales una verdadera riqueza. Vosotros sois uno de los signos más prometedores, con el cual el Señor no deja de confortarnos y de sorprendernos. Continuad mostrando pasión y voluntad en la adquisición sincera de esa fisonomía propia de maestros, educadores y testigos de la verdad, para transmitirla integralmente y fielmente al hombre de nuestro tiempo. Sed capaces de fortalecer su fe, “siempre dispuestos a dar respuesta a todo lo que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Ped 3, 15), con la oración, con la formación, con la caridad. Sed siempre alegres y diligentes para que también, a través de su obra, “Dios sea glorificado en todo por Jesucristo. A Él sea la gloria y el poder” (1 Ped 4,11).

Os exhorto a rezar y a cultivar con confianza una relación de amor, de dedicación, de escucha y de silencio con el Señor. ¡En un mundo a menudo sin esperanza, víctima de la violencia y del egoísmo, que cada gesto, cada sonrisa, cada palabra vuestra sea un testimonio viviente de que el Señor ha vencido al pecado y a la muerte y de que el amor es posible!

Os exhorto a redescubrir las raíces profundas de vuestro Bautismo y de vuestra Confirmación, a nutrir vuestro servicio de catequistas con el alimento de los fuertes: la eucaristía, a manifestar

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Carta pastoral

el rostro de Cristo, en gratuidad y en fidelidad, a todos aquellos con los que os encontréis” Ya sé que, más de una vez, encontráis dificultades para realizar vuestra tarea catequética. No os desaniméis. El Señor, que os llama a realizar esta misión, os da también su gracia y su ayuda para que la podáis realizar. Perseverad en esta tarea eclesial tan importante. El Señor os lo premiará: “Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32).

Somos conscientes del esfuerzo que hacéis los catequistas por alcanzar una formación integral y por ofrecer una catequesis completa a los catequizandos. Constatamos también los esfuerzos que se realizan para ofrecer una catequesis de adultos entre nosotros.

Contad con nuestro apoyo y ayuda, así como con el de la Delegación de catequesis y el de los sacerdotes.

Este agradecimiento es también para la Delegación diocesana de catequesis, para el Delegado y para quienes colaboran con él más estrechamente. Durante mucho tiempo han derrochado tiempo, cercanía y atención a todos los catequistas, han organizado encuentros de oración, jornadas de formación, han ofrecido materiales catequéticos a todos. ¡Demos gracias a Dios por ellos y por ellas! Su influencia es notoria en nuestra Iglesia Diocesana.

Termino este epígrafe con las palabras autorizadas de Juan Pablo II: “En nombre de toda la Iglesia quiero dar las gracias a vosotros, catequistas parroquiales, hombres y, en mayor número aún, mujeres, que en todo el mundo os habéis consagrado a la educación religiosa de numerosas generaciones de niños. Vuestra actividad, con frecuencia humilde y oculta, mas ejercida siempre con celo ardiente y generoso, es una forma eminente de apostolado seglar, particularmente importante allí donde, por distintas razones, los niños y los jóvenes no reciben en sus hogares una formación religiosa conveniente…Os animo a proseguir vuestra colaboración en la vida de la Iglesia”34.

34

Juan Pablo II, CT 66

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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* Aspectos preocupantes que nos interpelan También reconocemos que nuestra situación catequética presenta también algunos rasgos preocupantes que nos inquietan.

- Respecto a los catequizandos El problema que más nos preocupa hoy, junto con el conocimiento de los contenidos de la fe, es el hecho mismo de la fe: el hecho de creer en Dios y en Jesucristo.

- En tiempos pasados, la catequesis se ofrecía a niños y adolescentes que habían recibido ya un anuncio de Jesucristo en sus familias, que ya estaban de alguna manera convertidos al Señor y que mostraban ya una adhesión al Evangelio de Jesucristo.

- En nuestros días, las cosas han cambiado mucho: “en la práctica catequética, este orden ejemplar (evangelización y catequesis) debe tener en cuenta el hecho de que a veces la primera evangelización no ha tenido lugar. Cierto número de niños bautizados en su infancia llegan a la catequesis parroquial sin haber recibido alguna iniciación en la fe y sin tener todavía adhesión alguna, explícita y personal, a Jesucristo, sino solamente la capacidad de creer, puesta en ellos por el Bautismo y por la presencia del Espíritu Santo”35.

- Respecto a los padres y a los tutores de los niños Hay padres que no se han preocupado de la formación cristiana de sus hijos en el hogar. No les han enseñado a rezar, no les han mostrado el camino de la conversión, no les han ayudado a creer, amar e imitar a Jesús.

Otros hay a quienes les preocupan más los aspectos sociales que conlleva la celebración de un sacramento, que su contenido religioso propiamente dicho Hay otros que no prestan atención a la catequesis de sus hijos.

No se puede transmitir lo que no se ha recibido.

35

Juan Pablo II, CT 19

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Carta pastoral

- Respecto a la catequesis Nos damos cuenta de que, en estas circunstancias, la catequesis resulta muy necesaria y, por tanto, imprescindible en la Diócesis, en las Parroquias, en las Comunidades cristianas. Es necesario revitalizarla, renovarla…para que responda con realismo y autenticidad a las nuevas situaciones en las que se encuentran no pocos niños y adolescentes que se acercan a ella. **** Os propongo estos interrogantes o preguntas para que las penséis: ¿Ha integrado ya la catequesis la interrelación entre Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio de la Iglesia? ¿Se ha conseguido ya la presentación de la verdad completa del misterio de Jesucristo de forma equilibrada y armónica? ¿Se hace de forma integral la presentación de la moral católica? ¿Se ha acertado en la pedagogía a la hora de transmitir la fe? ****

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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Pidamos al Espíritu Santo que abra los oídos de nuestra alma para que escuchemos su voz y obedezcamos su llamada que nos urge a todos a intensificar la acción evangelizadora y, dentro de ella, la catequesis. Es la urgencia del amor a Cristo y de nuestra fe en Él la que nos inquieta; es la urgencia del amor a los demás lo que nos mueve. Urge que vayamos encontrando formas nuevas de primer anuncio que invite a creer en Dios y a convertirse a Dios en un ambiente secularizado, pluralista, indiferente ante Dios…

Fomentemos siempre la vinculación de la Palabra de Dios con el Sacramento y la Caridad. Dicho de otro modo, promovamos la vinculación estrecha entre catequesis, acción litúrgica y servicio de la caridad. Recordemos que la pastoral de la iniciación cristiana ha de garantizar esta unidad sustancial; de igual modo, la catequesis de iniciación cristiana y la catequesis de adultos deberán mantener y potenciar esta unidad.

Os rogamos, queridos hermanos sacerdotes, que atendáis con celo y cuidéis con esmero la distintas catequesis en las Comunidades Parroquiales.

Hemos de dedicar personas, medios, tiempo… a la catequesis por ser una acción vital y esencial de la Iglesia ya que hace posible la transmisión de la fe. Asumimos el compromiso de realizar este objetivo: “dedicar mejores recursos en hombres y energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales para organizarla mejor y formar personas capacitadas” 36. Allí donde hay una buena catequesis, el futuro de la Iglesia será mucho mejor. Al contrario, donde se descuida la catequesis, la Iglesia tendrá problemas en el futuro… Por eso, la tarea de la Delegación y del Delegado de catequesis es tan importante y decisiva. ¡Ánimo y adelante! ¡Que Dios os ayude!

Destacamos, por tanto, la importancia de la comunidad cristiana, del catequista guía y animador, la experiencia humana y la sensibilidad a las cosas de la fe, entre otras cosas.

36

Juan Pablo II, CT 15

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Carta pastoral

¿Quiénes son los catequistas?

Hemos visto que el catequista es un regalo del Señor que recibimos y acogemos con asombro y gratitud. Sabemos que el catequista desempeña y realiza una misión que le confía el Señor, a través de la Iglesia, como signo de confianza y de amistad para con él.

En este momento queremos manifestar quiénes son los catequistas en nuestra Diócesis. Y para ello nada mejor que recordar estas palabras: “Los obispos en unión con sus presbíteros, los diáconos, los padres de familia, los catequistas, los maestros, los animadores de comunidades cristianas. En este trabajo pueden y deben desempeñar una colaboración inestimable para la Iglesia, por muy diversos títulos, las personas de vocación consagrada”37 El Obispo, los presbíteros, los diáconos permanentes El Obispo “es el primer responsable de la catequesis, el catequista por excelencia” en la Iglesia Local38 , por lo que debe dedicarse en persona a la realización directa de este ministerio, ha de coordinar la actividad de todos los dedicados a la catequesis en su Iglesia particular y ha de alentarlos y acompañarlos. En efecto, la catequesis ocupa un lugar eminente entre los deberes que tiene el Obispo. A todos os ruego que sigáis orando por mí al Señor y que continuéis ayudándome desde el carisma, don, ministerio… que hayáis recibido en la realización de mi ministerio episcopal entre vosotros.

Los Presbíteros ¡Queridos hermanos sacerdotes! Quiero expresaros una vez más mi más sincero agradecimiento por vuestra atención y dedicación a la catequesis. Habéis sido llamados por Dios para realizar en arciprestazgos y parroquias la específica e insustituible tarea de la catequesis, que es una misión fundamental para la efectiva evangelización en nuestra Diócesis de Coria-Cáceres.

37

Mensaje de la V Asamblea del Sínodo de los Obispos, 1977: “La catequesis en nuestro tiempo”, 14 b 38 Juan Pablo II, CT 63

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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El sacramento del Orden os ha constituido educadores de la fe y como tales debéis preocuparos de la catequesis. Os ruego encarecidamente que cuidéis y veléis para que la fe de la Iglesia sea recibida y transmitida con fidelidad a la Gran Tradición de la Iglesia en vuestras comunidades cristianas que os ha confiado el Señor. De vosotros depende en gran parte la calidad de la catequesis en las parroquias. Gracias por vuestro trabajo en silencio.

Hoy es urgente y necesario que todos toméis nuevamente conciencia de la necesidad de evangelizar nuestra sociedad secularizada. Cuidad la orientación de fondo de la evangelización, de la catequesis….Velad por su adecuada programación y su integración en el proyecto evangelizador de la Parroquia, del Arciprestazgo, de la Diócesis… Contad con los otros sacerdotes y los catequistas para programar, catequizar, evaluar. No actuéis solos…Vivamos y actuemos en comunión fraterna y evangelizadora, compartiendo los dones y gracias que hayamos recibido del Señor para común utilidad y edificación de la Iglesia..

Unas palabras especiales para los Párrocos que llevan el peso pastoral día y noche, cuidando del rebaño que se les ha confiado siguiendo de cerca la exhortación de San Pedro a los pastores (cf. 1 Ped 5, 1-4): * En el Nombre del Señor os aliento y animo a que sigáis intentando y esforzándoos a que las parroquias sean verdaderas comunidades catecumenales con capacidad de engendrar cristianos nuevos hasta que el núcleo de la parroquia sea una comunidad de cristianos convertidos, orantes, convivientes y actuantes, cuya institución más importante sea el Catecumenado de niños y adultos como matriz vigorosa de los nuevos cristianos. * Seguid responsabilizándoos en primera persona de la catequesis y atended solícitos a los catequistas que siempre necesitan: - Ser atendidos en su formación integral y en su itinerario de fe; - Ser orientados sobre los contenidos que deben transmitir en la catequesis y los métodos para llevar a los catequizados a hacer una experiencia personal y profunda de Dios; - Sentir la presencia y el interés y el apoyo del párroco y de la misma Comunidad por su trabajo eclesial.

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Carta pastoral

- Ser guiados en su vida espiritual.

El Delegado diocesano y la Delegación de catequesis han de seguir impulsando la renovación de la catequesis, han de continuar acompañando a los sacerdotes y catequistas en la realización de la misión catequética en la Diócesis, han de proseguir ayudando a todos los catequistas, han de intensificar la comunión y la coordinación entre los catequistas, la familia, la parroquia, la escuela católica, las asociaciones, los movimientos cristianos… Vuestro trabajo es una tarea urgente, hermosa, edificante de la Iglesia. Os ruego que dediquéis a esta tarea vuestros mejores desvelos. Gracias a todos, una vez más.

Os ofrezco estos textos del Magisterio de la Iglesia para vuestra oración y reflexión: “En cuanto a vosotros, sacerdotes, aquí tenéis un campo en el que sois los colaboradores inmediatos de vuestros obispos. El Concilio os ha llamado “educadores de la fe”: ¿cómo serlo más cabalmente que dedicando lo mejor de vuestros esfuerzos al crecimiento de vuestras comunidades de fe?”39.

“En relación con la catequesis el sacerdote es maestro y educador en la fe. Tiene la responsabilidad de organizar, animar, coordinar y dirigir la acción catequética de su comunidad respectiva, en nombre del obispo”40.

Los diáconos permanentes también están colaborando en esta diócesis junto al obispo y a los presbíteros en la realización de la catequesis. Y lo hacen cada vez más como mayor entrega, dedicación e ilusión, como expresión de su “diaconía”, su servicio y entrega. Gracias por vuestra presencia y por vuestro trabajo en nuestra Diócesis.

39

Juan Pablo II, CT 64 Comisión Episcopal de Enseñanza y catequesis: “El catequista y su formación”, 41, 1985.

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Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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Una llamada a los seminaristas. Desde estas líneas, hago un llamamiento a los seminaristas para que se preparen de la mejor forma posible “sobre todo en la catequesis y en la predicación…”41.

Los catequistas laicos de nuestras Parroquias Responded con generosidad a la llamada que os ha hecho el Señor y al don que os dado para anunciar el Evangelio. “La catequesis es una tarea de vital importancia para toda la Iglesia.

Incumbe de verdad a todos los cristianos, a cada uno según las circunstancias propias de su vida y según sus dones y carismas particulares. Todos los cristianos, por razón del santo bautismo, ratificado por el sacramento de la confirmación, están llamados a transmitir el Evangelio y a preocuparse por la fe de sus hermanos en Cristo, principalmente de los niños y de los jóvenes”42 Pedimos a Dios constantemente que suscite nuevos catequistas en nuestras Parroquias, en las Comunidades cristianas. Nos apena profundamente y sufrimos cuando observamos que catequistas actuales se marchan y dejan un hueco vacío.

Al hilo de estas reflexiones os hago estas indicaciones: * Prestad la debida atención al Catecismo de la Iglesia Católica que es la medida segura para que la transmisión de la fe sea verdaderamente católica y apostólica, al Directorio General de la Catequesis, así como al Estatuto y Directorio del Catequista y al “Directorio de la Iniciación Cristiana” de nuestra Diócesis. * Actuad en comunión eclesial, debidamente coordinados. No actuéis cada uno por su cuenta y de forma aislada. Esto no hace bien ni a vosotros ni a los demás. * No os desaniméis nunca ante las dificultades que experimentéis. Sabed que el Señor está a vuestro lado ayudándoos con su gracia y ayuda. * Preparad vuestras catequesis debidamente; no improviséis nunca.

41

Concilio Vaticano II, OT 19 V Asamblea del Sínodo de los Obispos: Mensaje de los Obispos: “La catequesis en nuestro tiempo”, n.12, 1977.

42

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Carta pastoral

* Rezad “vuestras catequesis” pues en ellas sois testigos del Señor * Evaluad vuestras catequesis ante el Señor y en el grupo de catequistas * Pedid al Señor que envíe catequistas a las Parroquias de entre cristianos y cristianas de nuestra Diócesis.

Los padres, primeros educadores de la fe de sus hijos Los padres reciben en el sacramento del matrimonio la gracia y la responsabilidad de la educación cristiana de sus hijos. Esta acción educativa es un verdadero ministerio. Ellos son los primeros responsables de la educación integral de sus hijos por lo que tienen el deber de transmitir la fe a sus hijos, de enseñarles a rezar, de iniciarlos en la experiencia de Dios, de acercarlos a participar en la vida y misión de la Iglesia y de exhortarles con el testimonio de sus vidas a ayudar al necesitado. No dimitáis importante y que es vuestra. Ni os crucéis de brazos porque sea difícil llevarla a cabo.

Los padres han de actuar en comunión con los catequistas. Si la familia no educa en la fe, la Parroquia estaría educando a los niños como huérfanos. Por eso, os invito una vez más a que participéis en las catequesis familiares. No os limitéis a mandar a vuestros hijos a la catequesis; preocupaos de cómo van vuestros hijos en la catequesis, participad también en ellas, dialogad con el sacerdote, con los catequistas… Hará bien a vuestros hijos.

La familia ¡Hermanos sacerdotes!

Cuidad con celo, amor y respeto a los padres y a la familia que “ha sido definida como una “Iglesia doméstica”, y, al igual que ésta, “es un espacio donde el Evangelio es transmitido y desde donde éste se irradia”43.

Promoved y alentad la catequesis familiar que “precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis”44 .

43 44

Pablo VI, EN 7 Juan Pablo II, CT 68

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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Ayudad a los padres a que eduquen en cristiano a sus hijos y acompañadlos en la realización de esta gran tarea.

No quiero terminar este epígrafe sin agradecer a los miembros de la Delegación Diocesana de Familia sus desvelos y trabajos.

Gracias.

Procuremos todos que las familias sean: ámbito donde los esposos transmitan y acojan la vida humana hogar de oración y de fraternidad, comunidad que transmita la fe y los valores, lugar donde se escuche el clamor de los pobres y se responda a él de forma adecuada, escuela de alto humanismo cristiano, lugar de encuentro de padres e hijos y abuelos… partícipes de la vida y misión de la parroquia. comprometidas en la transformación de la sociedad.

Como sabéis uno de los grandes objetivos de nuestro Plan Pastoral diocesano es la Familia. Por eso, inserto aquí, por su importancia y para nuestra reflexión, un párrafo de la Declaración sobre “Demografía y Familia”, publicada por los Obispos europeos45: “La investigación, realizada entre las Conferencias episcopales de 47 países, confirma un claro decrecimiento demográfico. Sobre éste tiene seguramente una influencia el tipo de políticas familiares que los diversos países establecen, pero esto no parece suficiente para explicar la grave y generalizada índice de natalidad que ha sido calificada como “invierno demográfico”. El clima cultural difundido, de hecho, incide no poco en los comportamientos personales y sociales. Por parte de los católicos es necesario crecer en una fe más consciente y documentada para poder valorar con sentido crítico la cultura dominante que ha puesto en discusión valores como la vida 45

Obispos Europeos, Declaración (Zagreb, 2010)

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Carta pastoral

humana desde su inicio hasta su fin natural, la persona en su estructura objetiva, la libertad como responsabilidad moral, la fidelidad, el amor, la familia. Es seriamente preocupante, por ejemplo, el debate de estos días en el Consejo de Europa, que quiere limitar el derecho a la objeción de conciencia del personal médico para hacer más fácil el acceso al aborto. Todo esto hace ver que, además de la necesidad de tener bien arraigada y viva la fe, es necesario creer en la capacidad de la razón de descubrir la verdad de las cosas en sí mismas y de la ética. La sustancial desconfianza hacia la razón humana parece caracterizar a la llamada postmodernidad. La presencia de la Iglesia católica en este contexto debe estar caracterizada por la esperanza: nuestra esperanza es Jesucristo, y debe saber captar los signos de atención y de confianza, aunque se expresen de forma reservada.

Estamos convencidos de que la conciencia humana es capaz de abrirse a los valores presentes en nuestra naturaleza creada y redimida por Dios por medio de Jesucristo. La Iglesia, consciente de su misión de servir al hombre y a la sociedad con el anuncio de Cristo Salvador, recuerda las implicaciones antropológicas y sociales que derivan de Él. Por esta razón no cesa de afirmar los valores fundamentales de la vida, del matrimonio entre un hombre y una mujer, de la familia, de la libertad religiosa y educativa: valores sobre los cuales se implanta y se garantiza cualquier otro valor declinado en el plano social y político. Las muchas familias que acogen la presencia de Jesús y viven según la verdad de la familia, no cesan de dar testimonio de la belleza y de la correspondencia al corazón del hombre de cuanto la Iglesia proclama mostrando que es posible vivir en familia como Cristo invita.

A la luz del tema ha surgido en toda su urgencia la tarea educativa según el milenario patrimonio de la Iglesia: tarea que encuentra en Cristo – verdadero Dios y hombre perfecto – al Maestro, al modelo y la fuente de gracia”.

Termino este epígrafe dedicado a la familia invitándoos a seguir realizando ese gran esfuerzo que hacéis para que las familias

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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participen más en la vida y misión de la Parroquia y se integren en un proceso catecumenal comunitario junto con otras familias. Desde aquí podrían participar con mayor facilidad y responsabilidad en las catequesis familiares. Juan hablo II afirmó que “la comunidad parroquial debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su ligar privilegiado” para lo cual es necesario que llegue a ser “una casa de familia, fraternal, y acogedora, donde los bautizados y los confirmados toman conciencia de ser pueblo de Dios”46 .

Los animadores de comunidades cristianas.

En no pocos países los catequistas junto con los sacerdotes participan en el ministerio de la animación de las comunidades cristianas. Unidos al Obispo asumen la responsabilidad de la transmisión de la fe. A ellos compete también la tarea de la catequesis.

Los profesores de religión cristiana Estos profesores, tanto en la escuela pública como en las confesionales y en las de iniciativa social sin ideario católico, están al servicio de la transmisión de la fe. Presentad el mensaje cristiano con autenticidad, en diálogo honesto y crítico con la cultura en el ámbito de la escuela.

Agradezco y apoyo vuestra labor, a veces poco reconocida, apreciada y agradecida. Vuestro Obispo os comprende y os alienta, y sabe que vuestro servicio es necesario. Perseverad en vuestra tarea y empeño apostólico. Gracias en el Señor.

Para terminar este epígrafe, me ha parecido bueno y oportuno ofreceros los rasgos que configuran la semblanza del catequista. Y lo hacemos a través del siguiente decálogo, para que os sea más fácil leerlo y retener su contenido. Que el Espíritu Santo os ayude a realizarlo.

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Juan Pablo II, CT 67

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Carta pastoral

EL DECÁLOGO DEL CATEQUISTA El catequista ha sido llamado por Cristo, se ha fiado de él y lo ha hecho su colaborador para anunciar el Evangelio. Cristo le ha regalado el Espíritu para que pueda realizar su tarea catequética de forma adecuada.

El catequista es enviado por la comunidad cristiana y ayuda a los padres, primeros educadores de sus hijos, y transmite la fe de la Iglesia.

La formación que ha de ser ofrecida al catequista ha de tender a promover y potenciar el ser, el saber y el saber hacer del catequista.

1. El catequista ha de ser una persona madura El catequista ha de ser una persona madura y equilibrada, dialogante y escuchante, respetuosa y crítica.

El catequista está enraizado en el ambiente o pueblo donde vive sin dejar de ser luz de Cristo en el mismo.

El catequista asume los gozos y sufrimientos, las esperanzas y alegrías de todos, especialmente de los más pobres.

El catequista colabora con los demás para resolver los problemas y sufrimientos de la gente.

El catequista ha de estar en continua formación para que pueda desempeñar de forma adecuada y correcta su tarea catequética.

El catequista ha de ser compañero de camino de aquellos a quienes ofrece su ayuda para abrirse al misterio de Dios, o para profundizar en su fe.

El catequista ha de procurar que sus problemas no influyan ni interfieran en la catequesis.

2. El Catequista conoce y ama a Jesucristo - Conoce a Jesucristo El catequista es, ante todo, un creyente convencido. Es una persona de fe, ya que de ella vive y de ella da testimonio. Por eso, el catequista ha de ponerse a la escucha de Dios, ha de cultivar su

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peculiar espiritualidad por medio de la escucha y meditación de la Palabra de Dios, por medio de la oración y de la contemplación.

Como Samuel ha de decir: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sm 3, 10).

El catequista es alguien que conoce a Cristo de cerca, no de lejos; por propia experiencia y no de oídas. El catequista es, ante todo, un creyente convencido y un testigo fiel que narra bien lo que ha visto y oído, lo que ha contemplado; ha hecho la experiencia de fe. Está llamado a poder decir con san Juan: “lo que hemos visto y oído acerca del Verbo de la Vida os lo anunciamos para que estéis en comunión con nosotros” (1 Jn 1, 3).

El catequista ha de conocer a Jesucristo para amarlo, seguirlo, imitarlo y darlo a conocer. Esto le exige buscar al Señor, estar con Él, mirarlo y contemplarlo sin prisas, con sosiego… Cristo se le mostrará, y él lo podrá conocer por el timbre de su voz y amarlo con más intensidad, seguirlo e imitarlo con mayor perfección y anunciarlo y darlo a conocer con nuevo ardor, con nuevos métodos, con nuevas expresiones… Si no conocemos al Señor es muy difícil que lo amemos, si no lo amamos es muy difícil que lo anunciemos a los demás…

El conocimiento de Jesucristo no es estático, teórico, abstracto…, sino que es personal y conduce a la transformación de la persona. El mensaje de Jesús es liberador y transformador de nuestros criterios y actitudes, de nuestros pensamientos y comportamientos. Si escuchamos y acogemos la Palabra de Dios, experimentaremos la necesidad de la conversión, de volver a Dios.

Por eso “hoy, si escucháis la voz de Dios, no endurezcáis el corazón”.

El evangelizador, el catequista… no han de limitarse a conocer a Cristo, sino que han de identificarse con Él y han de vivir imitándolo hasta el punto de que puedan decir con san Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál, 2, 20). Desde aquí entenderemos bien aquellas otras palabras de san Pablo: “Sois una carta de Cristo (…), escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones” (2 Cor 3, 3).

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Carta pastoral

¡Queridos catequistas!

Pido al Señor que se hagan realidad en cada uno de vosotros y de vosotras las palabras de san Pablo: “Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios” (Ef. 3,18-19). Volvamos al Señor desde la fe y la confianza en su persona y en su obra, desde la certeza y convicción, nacidas de la fe, de que está presente entre nosotros y desde la comunión y unión con Él para salir en misión. Desde entonces, el hombre no está solo. Tú estás en cada esquina, en cada momento, en el dolor y en la salud. Llenas nuestro corazón con tu presencia amorosa y salvadora.

- Ama a Jesucristo El catequista no sólo conoce a Cristo sino que lo ama profundamente. Por eso ha de cultivar y cuidar con esmero su amistad con Él, para lo cual es necesario que busque espacios y tiempos para la oración que es trato de amistad con Él. Si nos dedicamos sólo al trabajo del Señor y olvidamos al Señor del trabajo, nuestra amistad con Él se enfriará, se perderá, y nosotros podemos convertirnos en simples funcionarios de lo religioso. Además, es claro que si no amamos al Señor, nos resultará difícil anunciarlo, darlo a conocer. ¡Queridos catequistas! Hablad de Jesucristo como de alguien a quien conocéis y amáis de verdad y con toda el alma, a quien “veis” y a quien tratáis familiarmente. ¡Que se nos caigan del alma y de los ojos nuestras lágrimas de emoción al hablar de Jesús a los demás! Tú has dejado en nuestras pobres manos, sostenidas por tu gracia, tu misión salvadora. ¡Que no te defraudemos nunca, Señor!

- En camino de conversión permanente Este amor a Jesucristo ha de conducir al catequista a su propia conversión y renovación espiritual. No podemos predicar el Evangelio sin una seria voluntad de conversión y cambio de

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mentalidad. El testimonio de Cristo necesita el cultivo permanente de nuestra interioridad, es decir, la experiencia de una oración sencilla y humilde, reconociendo que sin Cristo nada podemos hacer y que todo lo podemos en Cristo que nos conforta. Si los cristianos somos mediocres, aunque fuéramos muchos, no tendríamos significación alguna en la sociedad y constituiríamos más bien una dificultad para que los hombres creyeran en Dios: “si la sal se vuelve sosa, no sirve para nada”. En tiempos de crisis y de dificultades, como los nuestros, debemos vivificar y renovar nuestras raíces cristianas, así como fortalecer y robustecer nuestros cimientos cristianos: así seremos como la casa que está edificada sobre roca y no sobre arena, de que nos habla Jesús de Nazaret. Promovamos la santidad como una urgencia pastoral.

Para hacer creíble la palabra que proclamamos y para evitar que se convierta en una palabra vacía, estéril, insignificante, es necesario que imitemos a Jesús que comenzó a hacer y a hablar, y pidió a sus discípulos que anunciaran el Evangelio con palabras y signos. Por eso, ayudados por la gracia divina, esforcémonos por acompañar la palabra con el testimonio de nuestra propia vida y con los signos salvadores que la acreditan. “Para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiano, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites”47.

- Pone en el centro de la catequesis a Jesucristo y lo anuncia Anunciemos a Jesucristo de forma gozosa y creíble, sin reducirlo a “la causa de Jesús”, es decir, unos ideales y unos valores atractivos: “No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hech. 4, 12). Cristo es el Redentor y el Salvador de la humanidad. Por la fe y los sacramentos nos unimos a Cristo y la salvación llega a nosotros.

47

Pablo VI, EN 41

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Carta pastoral

“En el centro de la catequesis encontramos esencialmente una persona, la de Jesús de Nazaret, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad…El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto con Jesucristo, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo”48.

La catequesis ha de llevar al niño, al adolescente y al joven a descubrir a Jesús y a creer en Él para amarlo más y para imitarlo mejor. No hay verdadera y auténtica catequesis si no se anuncia la persona, la obra y el misterio de su muerte y resurrección de Jesús.

En esta misma línea, dice Benedicto XVI: “Si os alimentáis de Cristo y vivís inmersos en Él como el apóstol Pablo, no podréis por menos que hablar de Él, y haréis lo posible para que vuestros amigos y coetáneos lo conozcan y lo amen. La Iglesia cuenta con vosotros para esta misión exigente”49 El Cristocentrismo de la catequesis nos abre al conocimiento del Misterio Trinitario de Dios. Desde Jesús ascendemos a la confesión del misterio inefable e insondable de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En sintonía con estas enseñanzas, los evangelizadores, los catequistas… han de poner a Jesucristo en el centro de la predicación y de la catequesis. De este modo recuperarán la dimensión cristocéntrica. Recordemos unas palabras de Juan Pablo II: “Como aquellos peregrinos de hace dos mil años, los hombres de nuestro tiempo quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo “hablar” de Cristo, sino en cierto modo hacérselo “ver”… Nuestro testimonio sería, además, enormemente deficiente si nosotros no fuésemos los primeros contempladores de su rostro”50.

En esta misma dirección, debemos mostrar no sólo quién es Dios sino también cómo sabe Dios. Esto sólo lo pueden decir las almas contemplativas.

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Juan Pablo II, CT 5 Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud; 4-III-2009.

50 Juan Pablo II, NMI 16 49

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- Invita al catequizando a encontrarse personalmente con Cristo, El catequista ha de ayudar al niño, al adolescente y al joven a descubrir a Jesús, a creer en Él, a convertirse de todo corazón al Señor, a amarlo más y a imitarlo mejor cada día, a integrar el amor a Dios y el amor al prójimo. El encuentro con Cristo trae la salvación del ser humano: “Como núcleo y centro de la Buena Nueva, Cristo anuncia la salvación: ese gran don de Dios que es la liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él, de verlo, de entregarse a Él”51.

Pongámonos todos los días como discípulos a los pies de Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida; acojamos en el corazón por la fe sus Palabras de Vida Eterna; encarnemos en nuestras vidas sus enseñanzas; enseñemos lo que hemos escuchado, creído e intentamos sinceramente vivir.

3. El Catequista conoce y ama comunión

la Iglesia y actúa en

El catequista está insertado en la Iglesia por el sacramento del Bautismo y de la Confirmación. Por eso la conoce en su realidad concreta, la ama como Madre y Maestra suya y participa de forma responsable y gozosa en su vida y misión: “Insertos por el bautismo en el Cuerpo Místico de Cristo, robustecidos por la Confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, son destinados al apostolado por el mismo Señor”52. Como bautizados sois miembros de la Iglesia – misterio, de la Iglesia-comunión y de la Iglesia-misión.

El cristiano, al recibir de la Iglesia la gracia y tarea de catequista, ha de sentirse ilusionado al recibir este “ministerio”, ha de agradecerlo al Señor y ha de actuar siempre entroncado en la tradición viva de la Iglesia que deriva de los apóstoles hasta llegar a 51 52

Pablo VI, EN 9 Concilio Vaticano II, AA 3

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Carta pastoral

Jesús y de la que es un como un sencillo eslabón. Esto ha de llevar al catequista a descubrirse y reconocerse como un evangelizador que no actúa por su cuenta, en solitario y “por libre”, sino en profunda comunión eclesial y fraterna, transmitiendo no sus opiniones y pareceres, sino la fe y la moral de la Iglesia. En efecto, “la catequesis no es otra cosa que el proceso de transmisión del Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, lo celebra, lo vive y lo comunica de múltiples formas”53 .

Por otra parte, la catequesis tiene una dimensión eclesial que no debe omitirse ni silenciarse nunca. Sólo en la Iglesia y en comunión con ella es posible una catequesis cristiana capaz de suscitar cristianos verdaderos. A Cristo lo encontramos en la Iglesia y nuestro testimonio sólo es posible en comunión con la experiencia fundante de la Iglesia y a ella conduce. Así la catequesis será verdadera y auténtica. Pablo VI enseña que “evangelizar no es para nadie un acto individual, aislado, sino profundamente eclesial.

Cuando el más humilde catequista…reúne su pequeña comunidad, aun cuando se encuentre solo, ejerce un acto de Iglesia…Esto supone que lo hace no por una misión que él se atribuye y por inspiración personal, sino en unión con la misión de la Iglesia y en su nombre”54.

Por eso, “la auténtica catequesis cristiana no tiene sentido si se sitúa al margen de la comunión de fe con la Iglesia”55. Por todo ello, la renovación de la catequesis está vinculada a la recuperación de su sentido eclesial verdadero. El catequista amará a la Iglesia y a su Comunidad Cristiana inmediata con sus luces y sus posibles sombras, sintiéndose en ella miembro adulto y corresponsable.

El Obispo y los presbíteros agradecemos una vez más al Señor el ministerio de los catequistas en nuestra Diócesis y en nuestras parroquias. Os rogamos que no actuéis solos y aislados porque no es bueno actuar cada uno por su cuenta. La tarea del catequista no debe ser entendida ni realizada como algo individual, sino eclesial. Los catequistas no sois espontáneos, sino enviados por 53

DGC 105 Pablo VI, EN 60 55 Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, “La Catequesis de la Comunidad”, 139 54

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la Iglesia. Los catequistas debéis actuar por encargo de la Iglesia para el bien de todos y en nombre de la Iglesia.

Tened siempre ante vuestros ojos y ante vuestro corazón que la parroquia es lugar donde se encuentran los hermanos, que el Arciprestazgo es hogar de fraternidad y que la Iglesia es misterio de comunión. No vivamos ni trabajemos de espaldas unos a otros.

Recordemos la oración de Jesús: “¡Padre!, que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17, 25).

Desde su propia experiencia eclesial, el catequista ha de invitar al catequizando a insertarse en la vida y misión de la Iglesia y ha de ayudarle a participar en la liturgia y en la oración de la Iglesia.

La catequesis introducirá poco a poco a los niños en la comunidad cristiana ofreciéndoles cauces, formas y maneras para participar en la vida y misión de la misma. Al sacerdote le corresponde ofrecer espacios y cauces de participación a los adolescentes y a los jóvenes en la Parroquia. Sentimos una gran preocupación al ver que no pocos jóvenes cristianos después de recibir el sacramento de la Confirmación se alejan de la Iglesia y no participan en nada. **** Os invito a preguntaros y a responder: * Los miembros de la Parroquia ¿tienen conciencia clara de que Dios llama a determinadas personas para catequizar a otros hermanos? * En nuestras parroquias ¿el catequista es una persona aislada o un miembro vinculado a la Comunidad y valorado por ella? * ¿Qué cauces hay en tu Parroquia para la formación del catequista? * ¿Se proporciona a los catequistas los medios necesarios (materiales, locales…) para impartir con seriedad y dignidad la catequesis? * ¿Los catequistas son conocidos y estimados por los miembros de la Comunidad? ****

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Carta pastoral

4. El Catequista conoce al hombre y a la mujer a quienes transmite la fe.

- Conoce al hombre y a la mujer de hoy El catequista ha de conocer al hombre y a la mujer de nuestros días, en cada edad y situación, ya que es a ellos a quienes anuncia evangelio. Es un conocimiento transido de amor y de respeto. En este sentido, deben conocer e interpretar adecuadamente la situación y tener realmente en cuenta a los destinatarios. No deben limitarse a conocer de forma superficial al ser humano sino que han de tener la valentía de plantearse las grandes preguntas del ser humano que son ineludibles y que desbordan el mero ámbito de la ciencia: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del trabajo, del dolor, del mal, de la muerte? ¿Qué va a ser de mí cuando muera?

Demos un paso más acercándonos al Concilio Vaticano II que enseña: “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo Encarnado”56 . Sólo desde la contemplación del Señor, podemos conocer de verdad quién es el hombre. “No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con Él”57. El hombre y la mujer han sido creados a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 27), llevan inscrito en lo más profundo de su alma el sello del amor de Dios: “soy amado, luego existo” (San Agustín), se encaminan hacia la casa del Padre que es su regazo final y amoroso.

56 57

Concilio Vaticano II, GS 22 Benedicto XVI: Homilía en el comienzo del Pontificado.

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- Transmite la fe a este hombre y mujer “Cumple tu tarea de evangelizador” (2 Tim. 4, 5). Es la invitación que os hago a todos: presbíteros, religiosos, religiosas, fieles laicos. A todos os llama el Señor a “ir a su viña”. No estéis ociosos. De vosotros depende también el anuncio del Evangelio.

Toda vocación cristiana es misionera, evangelizadora. También la tuya. Conoced a Jesucristo para que lo deis a conocer en la calle, en la Iglesia, en el encuentro ocasional, en casa... Muchos están esperando a que le anunciemos a Jesucristo con nuevo ardor, con nuevas expresiones, con nuevo entusiasmo y gozo, superando la inercia, la rutina, la tristeza… Por todo ello, preguntémonos: ¿qué estamos haciendo de la luz que nos fue dada en nuestro bautismo para compartirla, para ofrecerla a los demás, para iluminar al hombre y a la mujer de hoy y de siempre, par alumbrar los caminos del mundo, de la historia?

5. El catequista asume las esperanzas y tristezas, dolores y alegrías de todos, especialmente de los más pobres En nuestro mundo hay muchos seres humanos -hombres, mujeres, niños, ancianos…-, de la misma dignidad que nosotros, que son víctimas del hambre, de la violencia, de la exclusión… Ante esta situación dolorosa, los cristianos, también los catequistas, estamos llamados a salir de nosotros mismos para ir al encuentro de todos a fin de ofrecerles acogida, respeto, acompañamiento, amor, liberación, esperanza.

El catequista ha de ser un “experto en humanidad” y como tal ha de estar atento a los problemas y necesidades de los hombres para buscar las mejores soluciones a los mismos. Hay que bajar de la cruz a los nuevos crucificados por la miseria, las enfermedades, el rechazo…

Los catequistas han de tener un hondo sentido social, han de ser capaces de formar cristianos que sepan injertar en la sociedad el fermento dinamizador del Evangelio que promueva, favorezca y produzca la renovación y transformación de la sociedad para que sea más justa, más fraterna, más libre y más abierta a Dios. Esto es el

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Carta pastoral

primer paso para ofrecerles el evangelio e invitarlos a creer en Jesucristo.

Un gran compromiso que debemos asumir y realizar es crear y poner en marcha minorías creativas, cognitivas, desiderativas, de sentido, que influyan realmente en nuestra sociedad, en nuestra cultura desde el Evangelio de Cristo.

6. El catequista ayuda al hombre y a la mujer a abrirse al misterio de Dios.

En nuestra sociedad secularizada es necesario que nos preocupemos también de ayudar a nuestros contemporáneos a creer en Dios y a acoger el Evangelio, como los primeros hermanos de Corinto, de Tesalónica, de Filipos…. Realizar esta inmensa tarea nos exige mostrar que la fe es compatible con la razón y lo razonable, nos pide volver a descubrir el sentido de la vida, del trabajo… y nos impele a redescubrir con gozo la necesidad del Dios revelado por Jesucristo para el ser humano ya que “la criatura sin el Creador se esfuma (…) Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura queda oscurecida”58.

Ayudemos, pues, queridos evangelizadores y catequistas, al hombre y a la mujer de nuestro tiempo a abrirse al misterio de Dios, a tomar conciencia de su presencia amorosa en nosotros y a consentir gozosamente a Dios que nos ama desde siempre, nos ha regalado la existencia creándonos a su imagen y semejanza y nos ha agraciado con el don de la gracia semilla de la vida eterna, en espera de su consumación en el cielo. Se puede creer en Dios en plena modernidad, desde una sana racionalidad y desde una conciencia social lúcida. Dios no es enemigo del hombre antes bien es “el Amigo del hombre”; “el que siempre se acuerda del hombre”, “el que nunca se olvida del hombre”, pues nuestros nombres están escritos en su corazón.

Sin caer en el relativismo imperante en nuestros días, optemos por el diálogo, estando preparados y dispuestos a dar razón

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Concilio Vaticano II, GS 36

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de la fe y de la esperanza cristianas (1 Ped. 3, 15) que el Espíritu Santo ha sembrado en nuestros corazones. ¡Queridos catequistas!

Creed en la validez del mensaje cristiano que proponéis a los demás y en la necesidad del mismo para la salvación del ser humano.

Estad convencidos de la capacidad que tiene todo ser humano, también el no creyente, para acoger el mensaje cristiano que le proponéis y para responder positivamente a Dios.

Proponed a todos el misterio de Dios y de Jesucristo con amor, humildad, convencimiento…

Respetad la libertad del hombre. En la realización de esta admirable y maravillosa tarea, el catequista ha de respetar siempre la libertad del ser humano. Nadie debe imponer la fe a nadie: la fe se propone, no se impone ya que es “por la fe el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por Él”59 . La fe es un don gratuito de Dios pero implica la subjetividad del hombre, es decir, su apropiación personal mediante su adhesión libre, razonable, amorosa, siempre bajo la gracia divina pues “para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, que mueve el corazón y lo convierte a Dios…”60.

7. El Catequista está al servicio de la fe que ha recibido ¡Hermanos y hermanas catequistas! Ofreced un testimonio gozoso y significativo de la fe cristiana, y mostrad que la fe cristiana hace que la vida personal, familiar y social sea más verdadera, más justa, más agradable y más hermosa. Por otra parte, esta misma fe renueva la amistad, da sentido al trabajo, al dolor, al compromiso educativo y al trabajo social y nos descubre un horizonte de esperanza más allá de la muerte.

El contenido de la evangelización que ofrecemos hoy es el de siempre: el contenido primario y esencial de la fe. Somos conscientes 59 60

Concilio Vaticano II, DV 5 Concilio Vaticano II, DV 5

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de que esta evangelización tiene que ser kerigmática y fundante. Los cristianos y cristianas de nuestra Diócesis necesitan escuchar de nuevo la invitación a reconocer al Dios vivo y personal, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Creador y Señor y su proyecto de amor y salvación que nos ofrece en su hijo Jesucristo y que llega a nosotros en y a través de la Iglesia y de la fe y los sacramentos.

En un ambiente de indiferencia religiosa, de incredulidad… en que vivimos, en no pocas ocasiones el catequista ha de asumir la tarea, aunque no sea propiamente suya, de hacer el primer anuncio del evangelio, suscitar la fe inicial. En este sentido, han de procurar con todas sus fuerzas e ilusión: * Ayudar a los débiles en la fe a recuperar la confianza en la capacidad salvadora y esperanzadora de la fe, en su fuerza renovadora y transformadora de las personas, de las relaciones humanas, de las estructuras… * Invitar a los no creyentes a que se adentren por los caminos que conducen a la fe en Dios…

Os ruego encarecidamente que no omitáis vuestro servicio a la fe. De vosotros y de vosotras dependerá muchas veces el primer anuncio del Evangelio. Y tened presente que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y una orientación decisiva”61 8. El catequista siempre ayuda en la vida cristiana * Ayudad a los niños y a los adolescentes a iniciarse en el camino de la conversión al Señor Jesús que los quiere y los ama.

Esta conversión implica el cambio de mente y de corazón, de vida y de comportamiento ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. Esta transformación les permitirá acoger e identificarse con el proyecto de Dios: “creer en Jesucristo y aceptarlo como Señor de sus personas y de sus existencias, así como adherirse al Evangelio, participar en la vida y misión de la Iglesia, colaborar en la transformación del 61

Benedicto XVI: “Deus Caritas est”, 1.

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mundo y esperar el Reino futuro de Dios. “Inspirándose en la pedagogía de la fe, el catequista ayuda a la persona a abrirse a la dimensión religiosa de la vida y le propone el Evangelio de tal manera que penetre y transforme los procesos de comprensión, de conciencia, de libertad y de acción, de modo que haga de la existencia una entrega de sí a ejemplo de Jesucristo”62 * Ha de guiar a los catequizandos en el camino que los conduce a adentrarse en la Iglesia y participar en su vida y misión.

No vivamos separados de la Iglesia que es nuestra Madre y Maestra. No somos clientes de la Iglesia, acudiendo a ella sólo para pedir servicios religiosos. Somos miembros vivos y participativos de la Iglesia. ¡Somos la Iglesia del Señor que camina por estas tierras extremeñas, siguiendo a Jesucristo, a la Casa del Padre guiada por el Espíritu Santo! De todos depende que la Iglesia sea cada día más signo de Cristo entre los hombres. y más servidora de los necesitados.. * Ha de motivar a los catequizandos de forma suficiente para que sean testigos de Jesucristo entre sus compañeros, en su familia y en el mundo y ha de motivarlos para que participen en la transformación de la misma sociedad a fin de que sea más conforme con los designios de Dios.

9. El Catequista vive con “los pies en el suelo” El catequista no debe vivir dando la espalda a los problemas de la sociedad. Dios sigue preguntando a todos, también a los catequistas: “¿dónde está tu hermano?”, “¿qué has hecho de tu hermano?” Y nos recuerda siempre:”Tuve hambre y me disteis de comer…” (Mt. 25, 35-36). Juan Pablo II escribe a propósito de este texto de Mateo unas palabras que no debemos olvidar: “Esta página no es una simple invitación a la caridad; es una página de cristología, que ilumina el misterio de Cristo. Sobre esta página, la Iglesia 62

Secret. Nac. de Catequesis: Directorio Gral. para la Catequesis. Guía para el estudio, n. 144.

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comprueba su fidelidad como Esposa de Cristo, no menos que sobre el ámbito de la ortodoxia”63. Un servicio del catequista hoy es promover el respeto sagrado a toda vida humana en cualquier circunstancia en que se encuentre.

Es necesario ir transformando la escala de valores vigente y dominante en la actualidad. Es preciso crear un nuevo estilo de relaciones humanas inspirado por el amor, la justicia, y el servicio a los más pobres y necesitados que hemos de situar en el horizonte de la esperanza en Dios, Padre de todos. Tenemos que convertirnos. No esperemos más. Debemos construir entre todos la civilización del amor de la que tan necesitado está nuestro mundo, nuestra sociedad… Civilización que empieza por el respeto sagrado a todo ser humano, sin excepción. De este modo la Iglesia va siendo cada vez más “espacio de justicia y de paz, de libertad, amor y fraternidad en la que todos encuentran un motivo para seguir esperando”.

No nos desanimemos nunca aunque tengamos dificultades; no pongamos la dimisión ante los problemas que surjan… Los obstáculos existen y están ahí. ¡No tengáis miedo ni os acobardéis ante la tarea de la catequesis en estos momentos tal vez más difíciles que otros!. Seguid echando las redes en el nombre del Señor aunque hayáis estado pescando toda la noche y no hayáis pescado nada. ¡Animo y adelante! “¡Remad mar adentro!”. El Señor está a vuestro lado y os ayuda siempre: “Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Y más de una vez nos dirá: “echad la red a la otra parte”.

10. El Catequista es acompañado por el Párroco * Los Párrocos fomentarán vocaciones de catequistas.

Los Pastores de las Comunidades cristianas, sobre todo los párrocos, han de tratar de discernir y reconocer los diversos dones y carismas del cristiano y ofrecerles espacio para que colaboren en la edificación de la Comunidad y el servicio de la evangelización. Aquí se encuentran los catequistas, cuya tarea es tan necesaria en la Comunidad cristiana.

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Juan Pablo II, NMI 49

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* Los Párrocos formarán a los catequistas Los catequistas se van haciendo. Necesitan ser formados. Esta formación es necesaria siempre y, de modo especial, en nuestros días a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días y ha de orientarse al ser, al saber y al saber hacer del catequista: todo un itinerario de formación integral y permanente que Delegación diocesana, Párrocos y catequistas debéis seguir asumiendo con nueva intensidad y realizando con mayor plenitud con las ayudas y colaboraciones necesarias.

Esta formación ha de tener una dimensión claramente eclesial. En efecto, “el hecho de que la formación busque capacitar al catequista para transmitir el Evangelio en nombre de la Iglesia confiere a toda la formación una naturaleza eclesial… Esta eclesialidad de la transmisión del Evangelio impregna toda la formación de los catequistas, confiriéndole su verdadera naturaleza”64 .

Esta formación ha de tender a que los catequistas alcancen estos objetivos: - Conciencia evangelizadora y eclesial: el catequista ha de entender, situar y realizar la catequesis dentro de la acción evangelizadora de la Iglesia No actuemos cada uno por su cuenta y como “por libre”. Cuando huimos de la comunión, de la fraternidad y de la comunidad nos vamos empobreciendo y terminamos quedándonos solos y, tal vez, endureciéndonos en nuestras posturas y planteamientos. Nunca olvidemos que vivimos en una Iglesia que es “misterio de comunión en tensión misionera”; que actuamos en un Arciprestazgo que es “hogar de fraternidad”, “taller para la misión”, “ámbito de oración”; que evangelizamos en una parroquia que es “comunidad de comunidades”. No echemos a perder estas realidades eclesiológicas.

- Formación doctrinal e iniciación a la experiencia cristiana.

- Conocimiento del hombre y del mundo en que viven 64

DGC 236

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Carta pastoral

- Capacidad pedagógica: la pedagogía original de la fe.

Empleemos los mejores medios que estén a nuestro alcance para ponerlos al servicio de la transmisión de la fe a las nuevas generaciones, sin olvidar que el verdadero protagonista de la evangelización es el Espíritu Santo. En verdad, el catequista ha de ser “maestro y educador” de la fe.

- Maduración humana y cristiana. El primer escalón, diríamos, de la espiritualidad cristiana es nuestra condición humana.

Por eso hemos de cuidar y promover los valores humanos que brotan de nuestra estructura natural y que más directamente nos interesan y que son: la apertura del ser humano a la trascendencia, su apertura al tú y su apertura al mundo. * Los Párrocos promoverán el aprecio a los catequistas en la Comunidad Parroquial. Como signo de reconocimiento y gratitud, los Párrocos deberán promover el aprecio y la estima de los catequistas por parte de la comunidad y de los padres de los catequizandos. En no pocas ocasiones, los catequistas encuentran dificultades para realizar su gran labor eclesial, por lo que necesitan el apoyo, el aliento y el acompañamiento de la Comunidad y de los padres de familia. La Comunidad cristiana debe reconocer su dignidad y el valor de su servicio, los ha de acoger como sus enviados y ha de proporcionarles los medios necesarios para que puedan realizar la labor que les ha confiado y encomendado. * Los Párrocos favorecerán el encuentro y el diálogo de los padres con los catequistas para coordinarse mejor y obtener de este modo mejores resultados en la formación cristiana de los niños y de los adolescentes…. * Los Párrocos cuidaran la vida espiritual de los catequistas promoviendo en ellos una fe mejor formada, celebrada, vivida y testimoniada. La catequesis necesita “catequistas dotados de una profunda fe y de una clara identidad cristiana y eclesial”, que transmitan fielmente la Palabra de Dios recibida de la Iglesia y sean ellos mismos verdadera palabra viva de Dios para los catequizandos.

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

e.

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El Catecismo

1. ¿Qué es el Catecismo?

“Los catecismos son los libros de la fe que recogen el anuncio cristiano y la experiencia de la fe vivida por la Iglesia, la cual traduce esta riqueza a fin de que sea legible y significativa para los que caminan hacia la maduración cristiana. Al proponer a los creyentes esta riqueza de manera autorizada y auténtica, los obispos ofrecen a sus comunidades un conjunto que constituye regla de fe y orientación básica para la catequesis”65 Digamos unas palabras sobre esta descripción del Catecismo para que pueda ser bien comprendida, interiorizada y vivida.

El Catecismo es uno de los instrumentos para la catequesis, la cual es una acción más articulada y compleja.

El Catecismo es “el libro de la fe cristiana”, en el que se contienen las verdades que los cristianos debemos conocer, celebrar, vivir y anunciar. En este sentido, el catecismo detalla los distintos momentos del proceso catequético que tengo a bien insertar aquí para recordarlos a todos: la enseñanza, la celebración, la vida moral auténtica, la oración, el testimonio.

El Catecismo constituye un instrumento básico para la comunión en el lenguaje de la fe y, por tanto, de la comunión eclesial en sí misma. Como instrumento de tradición y de compendio sistemático y orgánico de la verdad revelada en su integridad, el Catecismo recoge e incorpora las distintas formas del lenguaje de la Biblia y la Tradición con las que la Iglesia, una y única, expresa su lenguaje de fe. Estas formas son: “el relato de los acontecimientos salvadores, la confesión de fe, la doxología, el himno, la bendición, la acción de gracias, la súplica, la promesa, el mandamiento y la exhortación, las

65

Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, “La Catequesis de la comunidad”, 233

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Carta pastoral

fórmulas de alianza, las proposiciones asertivas que describen o definen conceptos y realidades de la fe”66.

El Catecismo debe ser considerado como un hermoso instrumento para que el niño descubra la alegría del encuentro con Jesús en la Eucaristía, en la vida de la Iglesia.

2. Los contendidos del catecismo Los contenidos del catecismo son los siguientes: * la profesión de fe: el Credo * la celebración del misterio cristiano: la liturgia y los sacramentos * la vida en Jesucristo: la moral cristiana * la oración del Señor: el Padrenuestro “Las cuatro partes se articulan entre sí: el misterio cristiano es el objeto de la fe (primera parte); es celebrado y comunicado mediante acciones litúrgicas (segunda parte); está presente para iluminar y sostener a los hijos de Dios en su obrar (tercera parte); es el fundamento de nuestra oración, nuestra alabanza y nuestra intercesión (cuarta parte)”67 Como podemos ver el catecismo expone los contenidos de la fe y de la experiencia cristiana. En efecto, el Catecismo “debe presentar fiel y orgánicamente la enseñanza de la Escritura, de la Tradición viva de la Iglesia y el Magisterio auténtico, así como la herencia espiritual de los Padres de la Iglesia, de los Santos y Santas de la Iglesia, para que conozcan mejor los misterios cristianos y se reavive la fe del Pueblo de Dios. El catecismo debe recoger aquellas explicitaciones de la doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la Iglesia a lo largo de los siglos. Es preciso también que ayude a

66

Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, “La Catequesis de la Comunidad, 149, 67 Juan Pablo II: “Fidei Depositum”, n.3.

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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iluminar con la luz de la fe las situaciones nuevas y los problemas que en el pasado aún no se habían planteado”68 “Sólo los Obispos son los responsables y los garantes de la autoridad de un catecismo”69 El Catecismo es un libro que todo cristiano debe tener y utilizar, junto con la Biblia, el Misal y la Liturgia de las Horas.

3. Los Catecismos actuales CATECISMOS DE LA COMUNIDAD: - “Con vosotros está”, 1974 - “El Padrenuestro” (1982) - “Jesús es el Señor”, 1982 - “Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia”, 1986 - “Jesús es el Señor. Guía Pedagógica” (Secretariado Nacional de Catequesis, 1988) EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (1985) Insertamos aquí unas palabras de Juan Pablo II sobre el catecismo. El Catecismo es “don de Dios a la Iglesia” y “tesoro inestimable para la fe y al servicio de la unidad”70. “En la lectura del Catecismo de la Iglesia Católica se puede percibir la admirable unidad del misterio de Dios, de su designio de salvación, así como el lugar central de Jesucristo Hijo único de Dios, enviado por el Padre, hecho hombre en el seno de la Virgen María por el Espíritu Santo, para ser nuestro Salvador. Muerto y resucitado, está siempre presente en su Iglesia, particularmente en los Sacramentos; es la fuente de la fe, el modelo del obrar cristiano y el Maestro de nuestra oración”71 Conocedlo bien y dejaos guiar por él en la realización de vuestra tarea catequética. Acudid a él para conocer y explicar los temas

68

Juan Pablo II, ib.

CIC c. 827, 1.

70 Juan Pablo II. Discurso a los obispos Españoles, 14-VI-1994.

71 Juan Pablo II, Discurso a los obispos Españoles 69

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Carta pastoral

catequéticos. Os dará mucha paz, y tendréis la tranquilidad de espíritu de que estáis exponiendo la fe de la Iglesia Católica.

“Pido a los pastores de la Iglesia y a los fieles que reciban este catecismo con espíritu de comunión y lo utilicen constantemente cuando realicen su misión de anunciar la fe y llamar a la vida evangélica”72 El Santo Padre hace esta petición porque “este catecismo les es dado para que les sirva de texto de referencia seguro y auténtico en la enseñanza de la doctrina católica y muy particularmente, para la composición de los catecismos locales. Se ofrece también a todos aquellos fieles que deseen conocer mejor las riquezas inagotables de la salvación (cf. Ef 3, 8)”73 Este Catecismo de la Iglesia Católica es un Catecismo Mayor, por lo que a partir del mismo, está previsto que puedan ir apareciendo otros Catecismos Menores, adaptados a las diversas culturas y circunstancias: “El catecismo de la iglesia Católica se destina a alentar y facilitar la redacción de nuevos catecismos locales que tengan en cuenta las diversas situaciones y culturas, siempre que guarden cuidadosamente la unidad de la fe y la fidelidad a la doctrina católica” 74 EL CATECISMO “JESÚS ES EL SEÑOR” (2006) Este Catecismo es para niños de 6 a 11 años. Ha sido aprobado por la Conferencia Episcopal Española en asamblea del 20 al 24 de noviembre de 2006 y reconocido como tal por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ha sido presentado y entregado a tenor del canon 775 del CIC, en nuestra Diócesis como el instrumento necesario para la catequesis de infancia con la esperanza de que sea un nuevo impulso a la catequesis. Este Catecismo contiene la exposición íntegra de la fe, adaptada a los niños, y se articula según las cuatro dimensiones de la vida cristiana: creer, celebrar, vivir y orar, teniendo como centro a Jesucristo, el Señor.

72

Ibd.,n 4 Ibd. N 4 74 Juan Pablo II, Discurso a los obispos 73

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

63

“Jesús es el Señor” es un “Catecismo local”, es decir, de la Iglesia en España; elaborado por la Conferencia Episcopal Española para la Iniciación Cristiana de los niños entre seis y diez años.

Este Catecismo se ofrece como instrumento básico y orientación fundamental para la catequesis, pues, como afirma el documento “La Catequesis de la comunidad”: “El catecismo, por supuesto, no agota todos los elementos que deben concurrir al acto catequético, pero es elemento de fundamental referencia. Es obvio que, si la catequesis no consiste únicamente en enseñar la doctrina, sino en iniciar a la vida cristiana, la pedagogía catequética no puede reducirse a explicar el catecismo al niño y a que éste se limite a aprenderlo. Es en la dinámica de una pedagogía de la fe, concebida como formación cristiana integral, donde el catecismo -sobre todo en el nivel de niños y adolescentes- desempeña una función esencial”75.

“Jesús es el Señor”, por ser instrumento privilegiado para la catequesis, es un catecismo de y para la Iniciación Cristiana y se orienta a la finalidad última de la catequesis: el encuentro con Jesucristo. Como dicen nuestros Obispos al comienzo del catecismo, en la carta de presentación dirigida a los niños: “La fe es un regalo que se nos da el día de nuestro Bautismo y, como una semilla plantada en el corazón, se desarrolla a lo largo de toda la vida. La catequesis os ayudará a conocer y a vivir esta fe… Los Obispos, para acompañaros en este camino de fe, os entregamos este catecismo.

Guardad en vuestro corazón sus enseñanzas. Leedlo atentamente en vuestra familia y con vuestros catequistas. Así seréis felices en compañía de tantos hermanos que formamos la Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios”.

Terminamos este epígrafe con estas palabras: “El Catecismo de la Iglesia Católica y los Catecismos locales, por su unidad profunda y su rica diversidad, están llamados a ser fermento renovador de la catequesis en la Iglesia. Al contemplarlos con una mirada católica y universal, la Iglesia, es decir, la entera comunidad de discípulos de

75

Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, La Catequesis de la Comunidad, 233

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Carta pastoral

Cristo puede decir en verdad: ¡Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia”76.

4. El Catecismo y la Catequesis El catecismo, en cuanto libro, sólo puede “exponer” la fe. La catequesis, en cambio, consiste en proponer la fe, invitando y acompañando hacia ella. Por tanto, la catequesis da un paso más que exponer la fe. De aquí que debemos escribir también sobre la catequesis.

“El catecismo que no agota todos los elementos que deben concurrir en el acto catequético, está orientado a capacitar a los cristianos a través de un proceso catequético pertinente a que digan hoy la fe de la Iglesia. Es, por tanto, un elemento de fundamental referencia para la catequesis”77. El catecismo tiene un lugar propio en la transmisión de la fe, pero no agota todo el contenido de la catequesis. f. La Catequesis Nuestro deseo sincero es que todos nos empeñemos y comprometamos a mejorar la catequesis en nuestras parroquias de forma que la originalidad y la novedad de la fe cristiana arraigue cada día más en el corazón, en la mente y en la vida de los cristianos.

“Hay que dar prioridad a la catequesis por encima de otras obras o iniciativas cuyos resultados podrían ser más espectaculares”78. No lo olvidemos, queridos hermanos sacerdotes.

76

DGC 136 Nota de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la fe y de la Subcomisión episcopal de catequesis sobre algunos aspectos de la catequesis hoy, relacionados con el tema de la verdad de la revelación cristiana y su transmisión”, 30-XI-1992.

78 Juan Pablo II, CT 15 77

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

65

1. Conocer bien lo que es la catequesis No es el momento de hacer un estudio completo y pormenorizado sobre la catequesis, pero sí deseo poner de relieve lo que es realmente la catequesis, su contenido, su finalidad para evitar visiones parciales de la misma.

La catequesis es “Memoria… de las expresiones de la fe acuñadas por la reflexión viva de los cristianos durante siglos”; “Transmisión de los documentos de la fe”; “Palabra… que tiene su origen en la confesión de fe y conduce a la confesión de fe”79 La catequesis debe asegurar siempre el anuncio y confesión de los misterios centrales de la fe cristiana, la formación moral, la iniciación litúrgica y espiritual, la educación para la vida comunitaria y la misión. La catequesis tiene su origen en la confesión de la fe y conduce a la confesión de la fe; la catequesis hace posible que la comunidad creyente proclame que Jesús de Nazaret es el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios.

2. La naturaleza de la catequesis La palabra “kerigma” (keryssein) significa proclamar; y el término “catequesis” (katejein) significa hacer resonar, instruir.

La catequesis ha conocido una evolución a lo largo del tiempo pasando de una catequesis “doctrinal”, a una catequesis “kerigmática”, a una catequesis “antropológica”, a una catequesis de estilo “profético y liberador”, a una catequesis con “acento comunitario” y “nueva síntesis de fe”. Tomemos lo más rico y renovador de cada uno de estos modelos catequéticos. Nos hará mucho bien.

“La auténtica catequesis es siempre una iniciación ordenada y sistemática a la revelación que Dios mismo ha hecho al hombre en Jesucristo, revelación conservada en la memoria profunda de la Iglesia y en la Sagrada Escritura y comunicada constantemente, 79

Sínodo 1977. Mensaje al pueblo de Dios.

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Carta pastoral

mediante una “traditio” viva y activa, de generación en generación”80. Vemos, pues, con claridad que la catequesis no es una simple transmisión de verdades que ha de aprender el catequizando, sino una introducción progresiva en la vida cristiana, en el seguimiento de Jesús.

Digamos también que la catequesis debe ser entendida y realizada como un proceso permanente y coherente evitando de este modo una educación de la fe fragmentada por edades y ámbitos, así como una reducción de la catequesis a una mera preparación para recibir los sacramentos. Por todo ello, os invito a todos a ir realizando la Catequesis en nuestra Diócesis bajo la forma de catecumenado porque “el modelo de toda catequesis es el catecumenado bautismal”81 Reflexionemos sobre la catequesis, siguiendo de cerca las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia: * La catequesis en el ámbito de la evangelización “La catequesis es la etapa (o periodo intensivo) del proceso evangelizador en la que se capacita básicamente a los cristianos para entender, celebrar y vivir el Evangelio del Reino, al que han dado su adhesión y para participar activamente en la realización de la comunidad eclesial y en el anuncio y difusión del Evangelio. Esta formación cristiana -integral y fundamental- tiene como meta la confesión de la fe”82 Recordemos que la evangelización comprende tres etapas: - Acción misionera dirigida a los no creyentes - Acción catequética dirigida a los han acogido el Evangelio, para los que comienzan a creer y de un modo orgánico y sistemático, se les ayuda a madurar en la fe.

- Acción pastoral: la realizada con los fieles de la comunidad cristiana: litúrgica, ministerio de la Palabra, acción caritativa.

80

Juan Pablo II, CT 22 Sínodo 1977. Mensaje al pueblo de Dios.

82 CC 34; cf. CT 19; DGC 59.

81

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

67

* La catequesis y el misterio de la Stma. Trinidad “La catequesis se configura de este modo como proceso de seguimiento de Cristo en el Espíritu hacia el Padre, con vistas a alcanzar la madurez en la fe, según la medida del don de Cristo (cf.

Ef.4,4)”83 La catequesis tiene una dimensión trinitaria: por Jesucristo en el Espíritu Santo el catequizando asciende al Padre. El cristocentrismo de la catequesis conduce a la confesión de la fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. * La dimensión eclesial de la catequesis La Catequesis es esencialmente un acto de la tradición viva de la Iglesia que, por medio de la iniciación en “su doctrina, vida y culto”84, transmite al catecúmeno todo lo que ella cree, todo lo que es”85. Por eso, “es importante que, entre nosotros, la acción catequética se vea fecundada por al concepción conciliar de la tradición”86 .

“La catequesis no es otra cosa que el proceso de transmisión del Evangelio tal como la comunidad cristiana lo ha recibido, lo comprende, lo celebra, los vive y lo comunica de múltiples formas” 87 Por eso, “la auténtica catequesis cristiana no tiene sentido si se sitúa al margen de la comunión de fe con la Iglesia” 88. El lugar propio y peculiar de la catequesis es la Comunidad Cristiana ya que sólo desde ella, en ella y para ella adquiere sentido y significado la catequesis. No lo olvidéis. El Sínodo de 1977 manifestó que “el origen, lugar y meta de toda catequesis es la Comunidad cristiana (…) La catequesis no es una tarea meramente individual; se realiza siempre en la comunidad cristiana”.

La catequesis tiene una dimensión eclesial que no debe omitirse ni silenciarse nunca. Sólo en la Iglesia y en comunión con ella es 83

DGC., n.139.

Concilio Vaticano II, DV8 85 Comisión Episcopal de Enseñanza y catequesis, La Catequesis de la Comunidad,135 86 Ibd. 136 87 DGC. 105.

88 Comisión Episc. de Enseñanza y Catequesis, La Catequesis de la Comunidad, 139).

84

68

Carta pastoral

posible una catequesis cristiana capaz de suscitar cristianos verdaderos. A Cristo lo encontramos en la Iglesia y nuestro testimonio sólo es posible en comunión con la experiencia fundante de la Iglesia y a ella conduce. Por eso es necesario conocer a la Iglesia, amarla, sentir con Ella, vivir la alegría de formar parte de ella, tenerla por madre y maestra… Así la catequesis será verdadera. Tengamos presente, por ello, que la renovación de la catequesis está vinculada a la recuperación de su sentido eclesial sano.

El catequista ha de invitar al catequizando a insertarse en la vida y misión de la Iglesia y ha de ayudarle a participar en la liturgia y en la oración de la Iglesia. La catequesis va introduciendo poco a poco a los niños en la comunidad cristiana ofreciéndoles cauces, formas y maneras para ir participando en la vida y misión de la misma. Al sacerdote le corresponde ofrecer espacios y cauces de participación a los adolescentes y a los jóvenes en la Parroquia. Sentimos una gran preocupación al ver que no pocos jóvenes cristianos después de recibir el sacramento de la confirmación se alejan de la Iglesia y no participan en nada.

3. Las tareas fundamentales de la catequesis La catequesis es una acción básica y vital para la Iglesia pues sin ella se rompería la transmisión de lo que hemos recibido del Señor.

De forma resumida decimos que las tareas básicas de la catequesis son las siguientes: - Iniciar en el conocimiento orgánico del misterio de Cristo y del designio salvador de Dios, “con toda su profunda significación vital para la vida del hombre”89 : saber. El catequista ha de invitar al catequizando a encontrarse personalmente con Cristo, a convertirse de todo corazón al Señor, a integrar el amor a Dios y el amor al prójimo. El encuentro con Cristo trae la salvación del ser humano: “Como núcleo y centro de la Buena Nueva, Cristo anuncia la salvación: ese gran don de Dios que es la liberación de todo lo que 89

Comisión Episcopal de Enseñanza y catequesis, “La Catequesis de la Comunidad”,85

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él, de verlo, de entregarse a Él”90. El Sínodo de 1977 decía: “la Catequesis deberá capacitar a los cristianos a desenvolverse convenientemente en medio de la diversidad y del pluralismo; para ello debe educarlos inculcándoles el sentido de su identidad específica”.

- Iniciar en la vida evangélica: vivir. Se trata de “una iniciación en la vida evangélica, en ese estilo de vida nuevo, que no es más que la vida en el mundo, peor una vida según las bienaventuranzas” 91.

Esta educación en las actitudes específicamente cristianas deberá mostrar “las consecuencias sociales de las exigencias evangélicas”92.

- Iniciar en la oración: orar. Se trata de “una iniciación en la experiencia religiosa genuina, en la oración…Un proceso catequético se convierta en verdadera escuela de oración”93 .

- Iniciar en la vida litúrgica: celebrar. Se trata de una iniciación en la vida litúrgica que eduque para una activa, consciente y auténtica participación en la celebración sacramental. “La catequesis se intelectualiza si no cobra vida en la práctica sacramental” ya que “recibe de los sacramentos vividos una dimensión vital que le impide quedarse en meramente doctrinal”94.

- Inicia y educa para la vida comunitaria: comunión: “fomenta las actitudes que favorecen la vida cristiana en comunidad; cuida la preocupación ecuménica y el deseo de unidad” 95. Una auténtica catequesis ha de ser por tanto “creadora de comunidad”, ha de educar al cristiano para su inserción plena en la Comunidad cristiana, ha de crear y potenciar espacios comunitarios.

- Iniciar en el compromiso apostólico y misionero: comunicar.

“La catequesis está abierta al dinamismo misionero. Si se hace bien, los cristianos tendrán interés en dar testimonio de su fe, de

90

Pablo VI, EN 9 Juan Pablo II, CT 29 92 Juan Pablo II, ibd. 29 93 Comisión Episcopal de Enseñ. y Catequesis, La Catequesis de la Comunidad,90 94 Juan Pablo II, CT 37 95 DGC. Guía para el estudio, 1998, p. 32.

91

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Carta pastoral

transmitirla a sus hijos, de hacerla conocer a otros, de servir de todos los modos a la comunidad humanan”96 .

- Iniciar a los catequizandos en el compromiso apostólico.

Toda existencia cristiana es una existencia enviada, misionera. Ser cristiano implica también participar en la acción evangelizadora de la Iglesia. “Es en este mundo donde la catequesis debe ayudar a los cristianos a ser, para su gozo y para el servicio de todos, “luz” y “sal”; ello exige que la catequesis les dé firmeza en su propia identidad y que se sobreponga sin cesar a las vacilaciones, incertidumbres y desazones del ambiente”97 . Me resulta doloroso ver que no pocos confirmados no participan en la Eucaristía, ni se integran en los grupos que hay en la parroquia: catequistas, Caritas, lectores de la palabra de Dios.

- Inicia al catequizando a comprometerse al servicio de la justicia y de la caridad. Quien ha descubierto a Jesucristo no debe pasar por la vida dando la espalda a los empobrecidos, a los enfermos, a los excluidos.

4. Finalidad de la catequesis “El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto con Jesucristo, sino en comunión, e intimidad con Jesucristo”98. No olvidemos esta finalidad para no desvirtuar la catequesis En la catequesis, los niños, jóvenes, adultos… van descubriendo a Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, como el amigo que nunca falta ni falla, a quien debe conocer siempre mejor para amarlo más cada día y seguirlo con mayor fidelidad, imitándolo y viviendo como Él. El trato amigable con Jesús hace posible abre al niño, al joven, al adulto descubrir a Dios como Padre, que nos ha hecho sus hijos por gracia, y a los demás como hermanos en Jesús.

La Catequesis va introduciendo poco a poco a los niños, a los jóvenes, a los adultos en la comunidad cristiana, que es como su segundo hogar y la familia en la fe. Ciertamente la Iglesia es la 96

Juan Pablo II, CT 24 Ibd. 56 98 Ibd. 5 97

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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familia de los hijos de Dios en Jesús, el Hijo, de los hermanos en Jesús el Hermano universal, de los servidores de los demás en Jesús, el Servidor que dio la vida por todos.

Hacemos nuestras las palabras de Juan Pablo II: “por lo que concierne a la catequesis para niños y jóvenes es importante ofrecerles una educación religiosa y moral de calidad, presentando los elementos claros y sólidos de la fe, que llevan a una intensa vida espiritual, a una práctica sacramental y a una vida humana digna y hermosa” 99.

5. Potenciar la Catequesis en la Diócesis Revitalicemos la catequesis La catequesis resulta muy necesaria y, por ello, imprescindible en la Diócesis, en las Parroquias, en las Comunidades cristianas. Es necesario revitalizarla, renovarla…

Abramos los oídos del alma al Espíritu Santo que nos urge a todos a intensificar la acción evangelizadora y, dentro de ella, la catequesis. Es la urgencia del amor a Cristo y de nuestra fe en Él; es la urgencia del amor a los demás lo que nos inquieta y nos mueve.

Urge que vayamos encontrando formas nuevas de primer anuncio que invita a creer en Dios y a convertirse a Dios en un ambiente secularizado, pluralista, indiferente ante Dios…

Os ruego, queridos hermanos sacerdotes, que atendáis con celo y cuidéis con esmero la catequesis en las Comunidades Parroquiales, procurando fomentar siempre la vinculación de la Palabra con el Sacramento y la Caridad. Dicho de otro modo, promovamos la vinculación estrecha entre catequesis, acción litúrgica y servicio de la caridad. En efecto, la pastoral de la iniciación cristiana ha de garantizar esta unidad sustancial.

Dediquemos personas y medios a la catequesis

99

Juan Pablo II: Discurso a un grupo de obispos de Francia en visita “ad limina” (20-II-2004).

72

Carta pastoral

Asumimos el compromiso de realizar este objetivo: “dedicar mejores recursos en hombres y energías, sin ahorrar esfuerzos, fatigas y medios materiales para organizarla mejor y formar personas capacitadas”100. Allí donde hay una buena catequesis, el futuro de la Iglesia será mucho mejor. En cambio, donde se descuida la catequesis, la Iglesia tendrá problemas en el futuro… Por eso, la tarea de la Delegación y del Delegado de catequesis es y seguirá siendo tan importante y decisiva. ¡Ánimo y adelante! ¡Que Dios os ayude a todos!

Potenciemos la Catequesis en la Iniciación cristiana Potenciemos y promovamos la catequesis de iniciación cristiana.

Nuestro Directorio para la Iniciación cristiana afirma que esta Catequesis debe ser: *“De estilo catecumenal para no reducirla sólo a adoctrinamiento y celebraciones. * Desarrolla la vida bautismal y sus contenidos y no acaba hasta culminar la iniciación cristiana, aunque cambie la metodología en las diversas etapas. * En ella se insertan las preparaciones a los sacramentos que van a recibir. * Es fundamental la participación de los padres, bien como catequistas, bien como acompañantes de sus hijos, bien en reuniones formativas, celebraciones, etc. * La Comunidad parroquial debe asegurar que es ella la que acoge, la que reúne y la que prepara. El niño debe percibir desde el principio que está en una comunidad cristiana y no en otra escuela”101 .

“La Catequesis de iniciación, por ser orgánica y sistemática, no se reduce meramente a lo circunstancial u ocasional; por ser formación para la vida cristiana, desborda a la mera enseñanza; por ser esencial, se centra en lo común, sin entrar en cuestiones 100 101

Juan Pablo II, CT,15 Directorio diocesano para la Iniciación Cristiana, V,19.3

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

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disputadas ni convertirse en investigación teológica. Por ser iniciación, incorpora a la comunidad que vive, celebra y testimonia la fe”102 Promovamos la catequesis de adultos.

La catequesis de adultos es un instrumento de renovación de la parroquia. Por eso quiero decir algunas cosas sobre ella en esta Carta Pastoral y, a la vez, invitaros a que la instauréis en vuestras parroquias dentro de las posibilidades que tengáis. ¡Ojala que esté presente en todas las parroquias de nuestra Diócesis!

Juan Pablo II afirma: “la catequesis de adultos es la forma principal de la catequesis, porque está dirigida a las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada”103 .

Sin creyentes adultos no tendremos auténtica vida cristiana. Por eso es tarea esencial de la Iglesia prestar este servicio a los adultos y ayudarles a crecer en la fe. Todos necesitamos formarnos cada vez más.

“La catequesis de adultos es formación cristiana integral, es decir, cultiva todas las dimensiones de la fe: la adhesión, el conocimiento, la oración, las actitudes evangélicas, el compromiso evangelizador, y el sentido comunitario”104. Así se va constituyendo y dilatando la comunidad de fe, de culto y de amor que debe ser de una manera viva toda parroquia.

Catequesis diversificadas y complementarias Los destinatarios de las catequesis no son todos iguales ni están en las mismas circunstancias. Por eso, es necesario preparar catequistas para impartir catequesis especiales: 102

Catequesis para discapacitados e inadaptados Catequesis para marginados

DGC 68.

Juan Pablo II, CT 43 104 Juan Pablo II, CT 90; cf. AG 14.

103

74

Carta pastoral

-

Catequesis para grupos diferenciados por cultura, profesión, religión.

Fomentemos vocaciones de catequistas a quienes se les ha de ofrece runa adecuada formación que es necesaria “a causa de las situaciones de descristianización frecuentes en nuestros días…105 Implicar a los padres en las catequesis.

Es necesario, como ya hemos escrito, que los padres cristianos, como primeros y principales responsables de la educación integral de sus hijos, se impliquen en las catequesis por medio la cual son educados sus hijos en la fe cristiana y católica.

Los sacerdotes han de procurar hacer lo que esté en sus manos para llamar, invitar, motivar, acompañar, alentar a los padres en esta tarea tan importante.

Buscar otros lugares para la catequesis Mantenemos la vigencia y actualidad de los lugares tradicionales donde se ofrecía y se sigue ofreciendo la catequesis: la familia, la escuela, la parroquia. Debemos apoyarlos, renovarlos, acompañarlos, ayudarlos… No los omitamos.

Teniendo en cuenta que estos lugares están experimentando en la actualidad dificultades para seguir siendo lugares de transmisión de la fe, de educación de la fe… hemos de de buscar, preparar, “inventar”… otros lugares para transmitir la fe…

No nos quedemos con los brazos cruzados, sumidos en la tristeza, en la inercia, en la rutina. La nueva evangelización -a la que pertenece la catequesis- debe hacerse “con nuevo ardor, con nuevos métodos, con nuevas expresiones…” (Juan Pablo II).

Busquemos esos “nuevos espacios comunitarios” para la catequesis, en los que las personas se reúnen en “grupos de talla 105

Pablo VI, EN 52; cf. CT 43;: ChFL 57

Pasión por la Catequesis en nuestro tiempo

75

humana” en los que es posible una comunicación sincera y auténtica entre ellas mismas, en los que se comparte y se celebra la fe….Estos espacios comunitarios han de estar siempre abiertos a la Comunidad, y nunca han de estar cerrados ni replegados sobre sí mismos.

2.2 Los destinatarios del evangelio Nadie puede ser excluido de nuestro amor desde el momento en que, por la Encarnación, “el Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo, a cada hombre”106.

No excluyamos del anuncio del Evangelio a nadie. Hemos sido enviados por Jesucristo a todas las gentes –los cercanos y los alejados- para hacerlos sus discípulos (cf. Mt 28.19).

La Iglesia del Señor es “sacramento universal de salvación” 107 Desentrañemos estas afirmaciones centrales de nuestra fe y concretemos su significado. a. La entera humanidad San Pablo enseña que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (Tim 2,3).

Esto significa que la Iglesia ha de comunicar y transmitir a todos la plena verdad, que es Jesucristo (cf. Jn 14,6). En la realización de la tarea tan importante y necesaria de la evangelización rechazamos toda forma de imposición de la fe, y optamos por la propuesta en libertad y por la interpelación del Evangelio que cuestiona nuestra propia vida y comportamientos, así como los ordenamientos del mundo que más de una vez tienden a hacerse inhumanos. Recordemos que Juan Pablo II, en su venida a España, dijo a los jóvenes: “Le fe se propone, pero no se impone” a la fuerza.

Por voluntad expresa de Jesucristo, el Evangelio está destinado a todos los seres humanos sin excepción ya que “Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los se salven y lleguen al conocimiento 106 107

Juan Pablo II, NMI 49 Concilio Vaticano II, AG 1

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Carta pastoral

pleno de la verdad” (1 Tm 2, 4). Además todos están llamados a creer en Jesucristo y a ser sus discípulos y así a alcanzar la salvación eterna. Recordemos este texto evangélico para hacerlo realidad en nuestra vida de evangelizadores y catequistas: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20).

En sintonía con estas palabras del Señor, llamemos e invitemos a todos los hombres y mujeres a creer y convertirse al Señor, a ser bautizados para llegar a ser hijos de Dios, discípulos de Jesús, miembros vivos de la Iglesia y testigos del Dios de Jesucristo de forma libre, radical, gozosa, responsable…. No excluyamos a nadie del anuncio de Cristo dado que “por la Encarnación, el Hijo de Dios se ha unido, en cierto modo con todo hombre”108.

Digamos también con palabras de Juan Pablo II que “la propuesta de Cristo se ha de hacer a todos con confianza, se ha de dirigir a los adultos, a las familias, a los jóvenes y a los niños, sin esconder nunca las exigencias más radicales del mensaje evangélico, atendiendo a las exigencias de cada uno, por lo que se refiere a la sensibilidad y al lenguaje, según el ejemplo de Pablo cuando decía: “me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos” (1 Cor 9, 22)” 109 Teniendo en cuenta las necesidades en que se encuentran no pocas personas y cristianos, decimos que los destinatarios preferentes de la transmisión de la fe son, en nuestro tiempo, los siguientes: * La familia. El Plan pastoral diocesano actual tiene un objetivo que dice: “promover familias cristianas que vivan los valores evangélicos y sean testimonio de fe para sus hijos”.

108 109

Concilio Vaticano II, GS 22 Juan Pablo II, NMI 40.

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* Los niños y los jóvenes a quienes nuestro Plan Pastoral nos dice que hemos de atender de forma especial. * Los alejados: los cristianos que viven un cristianismo diluido, alejados de toda práctica religiosa, sumido en la rutina.

El Plan Pastoral diocesano actual dice: “presentar el Evangelio a los alejados de la Iglesia y a quienes, ocasionalmente, se acercan a la misma”. * Los que nunca han oído hablar de Jesucristo.

Es necesario salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los que “no vienen”, de los que “no contestan”, de los que “se han marchado de casa”. No es suficiente con llamar y esperar. Seamos peregrinos hacia la exclusión, hacia la indiferencia religiosa, hacia el ateísmo para anunciar aquí a Jesucristo y sembremos aquí el Evangelio, la esperanza…. Podemos decir que estamos llamados hoy a evangelizar a los alejados, reevangelizar a los cristianos “débiles” en la fe y ofrecer una iniciación cristiana auténtica en la fe a los niños, jóvenes y adultos. Tarea inmensa en cuya realización no nos faltará la ayuda del Señor y el apoyo y ayuda de los hermanos.

Sabemos que al proponer el Evangelio de Jesucristo a los hombres, nuestros hermanos, no nos apoyamos ni confiamos en nuestras fuerzas, valores, cualidades…sino en la gracia que Dios nos concede a todos y que prepara el corazón del hombre y de la mujer para el encuentro con Él. “Sin Mí nada podéis hacer”, “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.

Por todo ello, os digo a todos y a todas: “¡Ánimo y adelante! ¡Remad mar adentro! “El Señor está con vosotros, con todos”. “El Espíritu Santo, aliento para el camino del servicio apostólico, no nos faltará”.

De manera especial hago un llamamiento confiado y esperanzado a todos los fieles laicos para que se hagan presentes en los “nuevos areópagos” de la sociedad y anuncien aquí a Jesucristo.

El Plan Pastoral Diocesano actual nos recuerda que “es la hora de los seglares” y “una parroquia no puede funcionar sin el concurso de los laicos”. Por eso nos pide “establecer, fomentar y animar cauces y

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medios para que los laicos vivan su compromiso bautismal en la comunidad y en la sociedad”; además exhorta vivamente a “fomentar grupos de cristianos comprometidos no sólo dentro de la Iglesia sino también en la sociedad, que colaboren en su transformación y dinamicen nuestra Iglesia diocesana”110.

Juan Pablo II afirmó que “el cristianismo del tercer milenio debe responder mejor a esta exigencia de inculturación. Permaneciendo uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial, llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado”111. ¡Queridos hermanos sacerdotes! Es la hora de una nueva evangelización. Con el aliento del Espíritu Santo anunciemos al Señor a todos los hombres. Hemos recibido la luz de Cristo para iluminar a los hombres; no la apaguemos sino la reavivemos constantemente; no la pongamos debajo de la mesa sino encima para alumbrar a todos los de la casa; no la guardemos sólo para nosotros sino la ofrezcamos a todos. Estamos convencidos de que, además de las llamadas y convocatorias generales que hacemos para anunciar a Jesucristo, hemos de convocar “de persona a persona”, hemos de invitar “de tú a tú”, hemos de decir como Jesús “ven y verás”.

Para evangelizar nos es necesaria “una fidelidad creativa”, unas palabras que utilizaba Juan Pablo II hablando a la Vida Consagrada, pero que valen para todos: fidelidad a la fe y creatividad para llegar al hombre de hoy.

110 111

Plan Pastoral de la Diócesis de Coria-Cáceres, 2010-2015, p.13 Juan Pablo II, NMI 40

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b. El catequizando Centremos ahora nuestra atención en el destinatario de nuestra catequesis. Este destinatario no es otro que “el hombre concreto, histórico, que vive en este tiempo, que genera una cultura determinada y, a la vez, la cultura lo va configurando a él a lo largo y ancho de su existencia”.

Los destinatarios de la catequesis son: * Los niños, “primavera de la familia y de la sociedad”.

Recordemos las palabras de Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios” (Mc 10, 14). Hagamos memoria de aquel gesto tan entrañable e interpelante de Jesús cuando “llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, este es el mayor en el reino de los Cielos” (Mt 18, 2-4).

Os invito a acoger a los niños con profundo respeto y amor, con paciencia y caridad pastoral, en escucha y misericordia, como lo hizo Jesús. Estas actitudes facilitarán al evangelizador y al catequista conectar con ellos, ayudarles a conocer, amar e imitar a Jesús. ¡Mostradles a Jesús! ¡Compartid con ellos vuestra experiencia religiosa! ¡Ayudadles a crecer como Jesús: “en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres” (Lc 2,52). ¡Enseñadles a rezar desde vuestra experiencia orante! ¡Iniciadlos en las virtudes cristianas! * Los jóvenes, “alegría del mundo y esperanza del futuro”.

Jesús acoge a un joven que observa los mandamientos de Dios, y le dice: “aún te falta una cosa. Vende lo que tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y sígueme.

Oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico” (Lc 18, 2123).

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Cuando se habla de la evangelización o de la catequesis de los jóvenes, no pocos suelen dejarse llevar por el pesimismo y la tristeza, como si nada o poco pudiera hacerse con ellos y a favor de ellos. Con cierta frecuencia se piensa que los jóvenes ya no responden a la llamada o se han alejado del Señor y ya no los interesa la fe. Juan Pablo II nos ofrece esta reflexión: “Si a los jóvenes se les presenta a Cristo con su verdadero rostro, ellos lo experimentan como una respuesta convincente y son capaces de acoger el mensaje, incluso si es exigente y marcado por la Cruz”112.

No nos mostremos escépticos ni apáticos ante estas palabras.

Sostenidos y ayudados por el Señor, acerquémonos a los jóvenes con respeto y amor para hablarles de Cristo, para ofrecerles su mensaje, para invitarlos a seguirlo y también para narrarles nuestra propia experiencia de Jesús. Nuestro Plan pastoral nos invita y nos urge a evangelizar a los jóvenes. * La familia y los adultos, “hacedores de un mundo nuevo”.

En la persona de Nicodemo, Jesús habla a los adultos de todos los tiempos y dice: “El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 5). Los catequistas y evangelizadores han de tener la capacidad y valentía de ofrecer a los adultos esta invitación: es necesario nacer de Dios para entrar en el Reino de Dios. No hagamos rebajas en el mensaje evangélico, porque lo manipularíamos y falsearíamos, y no serviríamos con autenticidad ni a Jesucristo ni al ser humano.

El evangelizador y el catequista han de moverse y actuar “a impulsos del “celo por las almas”, que se inspira en la caridad misma de Jesucristo y que está hecha de atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad, interés por los problemas de la gente”113.

El evangelizador y el catequista están llamados a ser “el hombre de la caridad”. En efecto, para poder anunciar al ser humano que Dios lo ama y que él mismo puede amar, deben dar testimonio

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Juan Pablo II, NMI 9 Juan Pablo II, RM 89

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de caridad para con todos, entregando gratuitamente su propia vida por el prójimo y gastándose por ellos. ¿Cómo debe responder el catequizando al anuncio del Evangelio?

El catequizando ha de asumir un compromiso amplio: ejercitarse en las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad; adquirir la capacidad y rectitud de juicio, fortalecer su decisión personal de conversión y de práctica de la vida cristiana. participar de forma activa en el proceso de su formación integral. evitando de este modo la pasividad y la ausencia.

Cuanto más secularizado es el ambiente, más necesitados están los catequizandos de que se les ofrezca una presencia viva del Evangelio, un testimonio explícito del espíritu y del modo de vivir cristiano. Para ello es necesaria la experiencia de fe en las parroquias como comunidades cristianas vivas, guiadas por pastores que sienten la importancia vital y la urgencia actual de la catequesis. **** Os invito, queridos catequistas, a responder a estas preguntas: ¿Cómo hacer posible que el catequizando acoja el Evangelio de Jesucristo? ¿Cómo ayudar al catequizando a personalizar, celebrar, vivir y testimoniar su fe? ¿Cómo ayudar al catequizando a que sea testigo de Dios en medio de su familia, de sus compañeros, de sus amigos…? ****

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2.3 El mensaje: ¿qué debemos transmitir?

La Iglesia nos transmite y entrega el Evangelio y nosotros debemos recibirlo y comunicarlo a los demás. El Evangelio no es inventado por nadie. Lo importante no son nuestras opiniones ni nuestros pareceres. Lo verdaderamente importante y necesario es que transmitamos lo que hemos recibido a lo largo y ancho de una tradición que llega hasta el Señor y de la que ya hemos hablado en páginas anteriores.

Escuchemos las palabras que Pablo dice a los cristianos de Corinto: “Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan…”

(1 Cor 11,23).

“Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, porque os transmití, en primer lugar lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce….”(1 Cor 15, 1. 3-5) “Este es el misterio de la fe”, que la Iglesia profesa en el Símbolo de los Apóstoles y lo celebra en la Liturgia sacramental, para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre. Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viva y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración”114.

En este texto del Catecismo descubrimos lo que hemos de transmitir a los demás, y que a continuación presentamos de forma breve.

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Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2558

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a. La fe cristiana: el credo San Pedro proclama el día de Pentecostés: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado” (Hech 2, 36).

San Pablo proclama: “Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce…” (1 Cor 15, 3-5).

San Juan manifiesta: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos, acerca de la Palabra de vida, -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y se nos manifestó- lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1 Jn 1, 2-3).

En fidelidad a este kerigma apostólico, la Iglesia de todos los tiempos ha proclamado, proclama y proclamará que Jesucristo es el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios, el Redentor y el Salvador de la humanidad.

Por eso hablamos siempre de “fidelidad a la tradición de los apóstoles”, y de “docilidad a las mociones del Espíritu Santo” para entender y transmitir cada día mejor el mensaje revelado dentro de la comunión eclesial. Lo que hemos de transmitir ante todo y sobre todo es la Persona misma de Jesucristo, viviente y contemporáneo de todos los tiempos y de todos los seres humanos.

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¿Cuál es el núcleo esencial de la transmisión de la fe? * Anunciar a Jesucristo a todos los hombres Sabemos que no hay evangelización en sentido verdadero ni transmisión auténtica de la fe si no se anuncia el misterio de la persona, de la muerte y de la resurrección de Jesús así como su mensaje. Por eso debemos poner de relieve que Jesucristo es el corazón de la evangelización.

Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, el Redentor y el Salvador de todos: “El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas” (GS 45).

Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. En Cristo el Padre ha dicho la palabra definitiva sobre el hombre y la historia (cf.

Heb. 1, 1-2). Cristo es Señor del cosmos y también Señor de la historia, de la que es “el alfa y la omega” (Ap 1, 8; 21,6), “el principio y el fin” de la historia humana (Ap 21, 6). Cristo es “el punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones”115, esperanza de todos los pueblos.

Jesucristo es la Buena Noticia de Dios, el Evangelio de Dios, la salvación de Dios para la entera humanidad. Cristo es nuestra paz y nuestra vida, nuestro gozo y nuestra alegría.

Jesucristo “en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”116.

Jesucristo es “el nuevo comienzo de todo: todo converge en él, es acogido y restituido al Creador de quien procede. De este modo, Cristo es el cumplimiento del anhelo de todas las religiones del mundo y, por ello, es su única y definitiva culminación”117 .

115

Concilio Vaticano II, GS 45 Concilio Vaticano II, GS 22 117 Juan Pablo II; TMA 7 116

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“En Jesucristo Dios no sólo habla al hombre, sino que lo busca. La encarnación del Hijo de Dios testimonia que Dios busca al hombre. De esta búsqueda Jesús habla como del hallazgo de la oveja perdida (cf. Lc 15, 1-7). Es una búsqueda que nace de lo íntimo de Dios y tiene su punto culminante en la encarnación del Verbo”118 “El Hijo de Dios se ha hecho hombre, asumiendo un cuerpo y un alma en el seno de la Virgen, precisamente por esto: para hacer de sí el perfecto sacrificio redentor. La religión de la encarnación es la religión de la redención del mundo por el sacrificio de Cristo que comprende la victoria sobre el mal, sobre el pecado y sobre la misma muerte. Cristo, aceptando la muerte en la cruz, manifiesta y da la vida al mismo tiempo porque resucita, no teniendo ya la muerte ningún poder sobre él”119 El Evangelio junto con la Eucaristía y los demás sacramentos son el tesoro de la Iglesia que ella ha recibido del Señor a través de las manos de los Apóstoles y que debe cuidar, conservar, vivir, celebrar y transmitir a todos.

El Evangelio nos llama a una nueva forma de pensar y amar, actuar y vivir en conformidad y coherencia con la forma de vivir de Jesús, el Señor, crucificado por los poderes de este mundo y resucitado por la fuerza del amor del Padre Dios.

En fidelidad a la enseñanza de los Apóstoles y del Magisterio de la Iglesia, nosotros queremos ofrecer a los hombres y mujeres de nuestro tiempo lo mejor que tenemos para que nuestro gozo sea también su gozo. Y lo mejor que tenemos es Jesucristo, Dios y hombre, el único Redentor y Salvador de la humanidad, la esperanza de todos los pueblos y naciones. De este modo evitaremos reducir el Cristianismo a una sabiduría meramente humana.

118 119

Juan Pablo II, ibd. 7 Juan Pablo II, ibd. 7

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* Hacer memoria y anunciar a Cristo Crucificado El designio salvador de Dios se realiza a través de la muerte de Jesús de Nazaret “que se entregó a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos de este mundo perverso, según la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gál 1, 4). Como Pablo “nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 23-24).

“La contemplación del rostro de Cristo nos lleva a acercarnos al aspecto más paradójico de su misterio, como se ve en la hora extrema, la hora de la Cruz. Misterio en el misterio, ante el cual el ser humano ha de postrarse en adoración… Nunca acabaremos de conocer la profundidad de este misterio” 120, aunque los teólogos de todos los tiempos hayan dedicado su tiempo y su inteligencia y se hayan preguntado cómo Jesús pudo vivir a la vez la unión profunda con el Padre, manantial y fuente de alegría y felicidad, y la agonía hasta el grito de abandono en el árbol de la cruz. “La copresencia de estas dos dimensiones aparentemente inconciliables está arraigada realmente en la profundidad insondable de la unión hipostática”121, es decir, del misterio de la Encarnación del Verbo (cf. Jn 1, 14).

Nos quedamos sobrecogidos ante el misterio insondable de la crucifixión y muerte de Jesús en el que se realizan aquellas palabras de Juan: “Jesús, sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1). El propio San Pablo nos transmite su propia experiencia religiosa al decir: “Vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gál 2, 20). Jesús nos amó con un amor de predilección, con un amor gratuito, con un amor sin medida… ¡Señor!, que durante todo el tiempo que me reste de vida, yo te diga: ¡Gracias!.

120 121

Juan Pablo II, NMI 25 Juan Pablo II, ibd. 26

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La Iglesia no cesa de invitarnos a contemplar a Cristo Crucificado, en el cual se esconde el misterio insondable de Dios y se ofrece la salvación a la humanidad entera. Con la liturgia de la Iglesia proclamamos y cantamos: “¡Este es el árbol de la Cruz en el cual estuvo clavada la salvación del mundo. Venid a adorarlo!”. Sí, podemos y debemos proclamar y cantar con la Iglesia: “¡resplandece el Misterio de la Cruz!”. El hermano Carlos de Foucauld decía: “me enamoré de Cristo crucificado y no quiero contemplar nada más, en Él lo encuentro todo”.

Anunciar a Cristo crucificado lleva consigo recordar las actitudes que informaron la vida prepascual de Jesús que culminó en la cruz. Estas actitudes son: obediencia fiel al Padre y disponibilidad incondicional al servicio de su Reino. Jesús expresó estas actitudes a través de su libertad y de su amor universal a todos. Tengamos presente que la evangelización intenta “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés…”122. Las bienaventuranzas que nos entregó Jesús son el camino de su seguimiento.

La fidelidad a la memoria de Cristo Crucificado lleva consigo escuchar, acercarse, sanar, cargar y encargarse de todos los crucificados y humillados, de los maltratados y excluidos, de la historia. Lo cual significa que hemos de asumir como propia la causa de los empobrecidos, de los rechazados, de los que son víctimas de la injusticia de la historia.

En esta dirección hemos de promover la civilización del amor que implica la defensa de la esencial igualdad de los hombres 123, la promoción integral del hombre124, el evangelio del trabajo125 y de la solidaridad 126, la participación en la organización de la convivencia humana127, la no violencia, la paz128, la reconciliación con Dios, con los demás y con uno mismo.

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Pablo VI, EN 19 Juan Pablo II: ChFL 37 124 Pablo VI: PP 14 125 Juan Pablo II: LE, 4 126 Juan Pablo II: SRS, 42 127 Juan Pablo II, Centessimus annus”, 46 123

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¡Cuánto tenemos que aprender! ¡Cuánta ayuda divina necesitamos para adentrarnos por estos caminos y hacerlos nuestros! * Hacer memoria y anunciar a Cristo Resucitado La contemplación del rostro de Jesucristo no puede reducirse ni terminar en su imagen de Crucificado. ¡Cristo es el resucitado! Si no fuera así, vana sería nuestra predicación y vana nuestra fe (cf. 1 Cor 15, 14).

La resurrección de Jesús es la respuesta del Padre a la obediencia de Cristo: “El cual habiendo ofrecido en los días de su vida mortal clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen” (Heb 5, 7-9).

La resurrección es el gran sí que el Padre pronuncia acreditando a su Hijo a quien “en la plenitud de los tiempos envió al mundo para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva” (Gal 4, 4-5). Cristo es “aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y de muertos”129.

La Iglesia nos invita a contemplar a Jesucristo Resucitado siguiendo a San Pedro que lloró arrepentido por haberle negado tres veces y retomó el camino de vuelta al Señor confesando su amor al Señor: “Tú sabes que te quiero” (Jn 21, 15.17).

La Iglesia nos invita a mirar con ojos de fe y de amor a Cristo resucitado unidos a san Pablo a quien el Señor encontró y alcanzó en el camino a Damasco y quedó impactado por Él para siempre de tal modo que dirá un día: “Vivo yo pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20); y “Para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia” (Flp 1, 21).

128 129

Beato Juan XXIII, Pacem in terris.

Concilio Vaticano II, GS 45

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Anunciar a Jesucristo resucitado exige proclamar que Jesús, Hijo de Dios, ha sido constituido Señor, y recibe del Padre el Espíritu Santo que da a sus discípulos y a nosotros y que interioriza en nosotros las actitudes que informaron la vida de Jesús y que ahora deben informar la nuestra: Vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: “hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra” (Ef 1, 10). “Cristo murió por todos, para que ya no vivan para sí los que viven, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Cor 5, 15).

La fidelidad a la memoria de Cristo resucitado nos ha de llevar a los creyentes a sembrar en los surcos del corazón humano y de la historia el gozo y la libertad, la esperanza y la vida, la utopía del reino de Dios, que brotan y surgen del encuentro con Jesucristo resucitado y a permanecer en un horizonte inmenso de esperanza ya que en la resurrección desaparece la amenaza radical de la nada sobre el hombre y se le abre el sendero hacia la Vida Eterna que, presente ya en nuestros corazones, encuentra su culminación, consumación y planificación total en el misterio insondable e inefable, amoroso y misericordioso, de Dios.

Con las palabras de Juan Pablo II ponemos fin a este epígrafe tan importante ayer, hoy y siempre: “Después de dos mil años de estos acontecimientos, la Iglesia los vive como si hubieran sucedido hoy. En el rostro de Cristo ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegría. ¡Cuán dulce es el recuerdo de Jesús, fuente de verdadera alegría del corazón!”130. b. La celebración del misterio cristiano También hemos de transmitir y comunicar la celebración del Misterio Cristiano. Con palabras claras lo afirma y enseña el Catecismo de la Iglesia Católica:

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Juan Pablo II, NMI 28

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“Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de que los fieles vivan de él y den testimonio del mismo en el mundo: “En efecto, la liturgia, por medio de la cual “se ejerce la obra de nuestra redención”, sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los demás el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia”131.

Os invito a todos a que sigáis de cerca las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia sobre “la celebración del Misterio Cristiano” que expone y presenta en síntesis armoniosa y muy lograda en dos grandes secciones: la economía sacramental y los siete sacramentos.

1. “La economía sacramental” El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la economía sacramental consiste en “la comunicación (o “dispensación”), de los frutos del misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia “sacramental” de la Iglesia132. Por eso, es necesario explicar primero en qué consista esta “dispensación sacramental”, para abordar después la naturaleza y los aspectos esenciales de la celebración litúrgica que gira en torno al Sacrificio Eucarístico y los sacramentos.

Recordamos algo muy importante que debemos tener en cuenta en nuestra acción pastoral: - “La Sagrada Liturgia no agota toda la acción de la Iglesia” (SC 9) ya que también están el servicio de la Palabra de Dios y el servicio de la caridad.

- “La Liturgia debe estar precedida por la evangelización, la fe y la conversión”. En efecto, la secuencia misionera es: anuncio del kerigma, fe-conversión, sacramento, Comunidad.

- “Sólo así puede dar sus frutos en la vida de los fieles: la Vida nueva según el Espíritu, el compromiso en la misión de la Iglesia y el servicio de su unidad” 133.

131

Catecismo de la Iglesia Católica, n.1068 Catecismo de la Iglesia Católica, n.1076 133 Catecismo de la Iglesia Católica, n.1072 132

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El Catecismo habla también de “los siete sacramentos y los sacramentales”134, exponiendo lo que es común a cada uno de los siete sacramentos de la Nueva Alianza. De ellos dice lo siguiente: * Sacramentos de Jesucristo. “No hay otro sacramento que Cristo” (San Agustín). “Lo que era manifiesto en Cristo pasó a los sacramentos de la Iglesia” (San León Magno). “Los sacramentos son los órganos separados de la humanidad de Jesucristo” (St. Tomás de Aquino). Por eso, los sacramentos son encuentro del hombre con Cristo, Señor Nuestro. * Sacramentos de la Iglesia. Ciertamente la Iglesia llega a su plenitud como presencia de gracia y de salvación en el mundo en el sacramento ya que es aquí donde acontece la salvación subjetiva del individuo. * Sacramentos de la fe. Debemos entender, celebrar y recibir los sacramentos en la fe. De ahí la necesidad de promover una adecuada catequesis para que los sacramentos nunca sean celebrados como meros ritos vacíos de contenido y carentes de significado, sino como lo que son “signos visibles de la gracia invisible” (San Agustín). * Sacramentos de la salvación. Los sacramentos son la obra de Jesucristo, sacramentalizada en una obra visible de la Iglesia. A través de ellos nos llega la salvación de Cristo. “Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina”135 * Sacramentos de la vida eterna. Los sacramentos nos abren a la vida eterna. Son un anticipo de la gloria futura del cielo. En la Eucaristía se nos da una prenda de la vida eterna futura. * Sacramento y compromiso. Sí, hermanos. Los sacramentos implican para quienes los recibimos un compromiso en la Iglesia y en el mundo. Unos ejemplos: - Quienes hemos recibido el sacramento del Bautismo nos comprometemos a ser luz del mundo, fermento de una nueva 134 135

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1075.

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1131.

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humanidad, sal de una nueva historia. Al mismo tiempo, nos comprometemos a vivir y actuar como miembros del Pueblo de Dios sacerdotal, profético y real.

- Quienes recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos comprometemos a entregar nuestra vida y derramar nuestra sangre por los hermanos. Debemos llevar una existencia eucarística, hacernos eucaristía vivida, existencial, practicada. Asumimos el compromiso de poner nuestra mesa entre los pobres y compartir nuestros bienes con los más pobres y necesitados del mundo…” ¡Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3).

Quienes recibimos el sacramento del perdón nos comprometemos a perdonar a los que nos hayan podido ofender, a ser causa de reconciliación y a ser artífices de paz en el mundo.”¡Bienaventurados los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9).

- Quienes hemos recibido el sacramento de la Confirmación nos comprometemos a participar en la vida y misión de la Iglesia, así como a ser testigos de Cristo en medio de los hermanos, a transformar este mundo con la fuerza y la luz del Espíritu Santo.

Es verdad que la realización de estos compromisos y los de los demás sacramentos no es tarea fácil. Pero no nos desanimemos.

El Señor viene en nuestra ayuda ofreciéndonos a través de cada sacramento la “gracia sacramental” con la que podemos cumplir esos compromisos.

Recordemos también que “conviene que la celebración de la liturgia tienda a expresarse en la cultura del pueblo en que se encuentra la Iglesia, sin someterse a ella. Por otra parte, la liturgia misma es generadora de culturas”136. Para evitar confusiones, es necesario tener presente que “el criterio que asegura la unidad en la pluriformidad de las tradiciones litúrgicas es la fidelidad a la Tradición apostólica, es decir: la comunión en la fe y los sacramentos recibidos de los Apóstoles, comunión que está significada y garantizada por la sucesión apostólica”137.

136 137

Catecismo… n.1207 Catecismo… n.1209

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2. “Los siete sacramentos de la Iglesia” Todos los sacramentos fueron instituidos por Jesucristo y son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Penitencia, Unción de los enfermos, Orden sacerdotal y Matrimonio.

Estos sacramentos están agrupados en torno a tres bloques: - los sacramentos de la Iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía); - los sacramentos de la curación (penitencia y unción de los enfermos), y - los sacramentos al servicio de la comunidad (orden y matrimonio).

“Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del creyente: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos” 138 Los siete sacramentos comunican la gracia a quienes los reciben dignamente, sin poner óbice. Tres de ellos -bautismo, confirmación y orden sacerdotal- imprimen carácter en el alma, por lo que sólo se pueden recibir una sola vez en nuestra vida.

3. La Eucaristía Quiero deciros también unas palabras sobre este Sacramento.

De entre todos los sacramentos, la Eucaristía es el centro, el corazón y el quicio de la Iglesia: “No se edifica ninguna comunidad cristiana si no tiene como raíz y quicio la celebración de la Sagrada Eucaristía; por ella, pues, hay que empezar toda la formación para el espíritu de comunidad”139.

En este organismo sacramental, “la Eucaristía ocupa un lugar único, en cuanto “sacramento de los sacramentos”: todos los otros sacramentos al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las

138 139

Catecismo… n.1210 Concilio Vaticano II, PO 6

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Carta pastoral

obras del apostolado están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan”140.

La Eucaristía no sólo transmite la gracia, como los demás sacramentos, sino que contiene y nos da al Autor de la gracia, Jesucristo. ¡Qué maravilla del amor de Jesucristo para nosotros! Se ha quedado con nosotros en la Eucaristía. Ya no estamos solos en el mundo.

Gracias, Señor, por este “detalle tan impresionante y sobrecogedor de tu amor para nosotros”. ¡Amemos la Eucaristía! ¡Cuidemos con profundo amor y respeto la Eucaristía! ¡Acompañemos al Señor en la Eucaristía! ¡Que la Stma. Virgen María, “mujer eucarística”, nos ayude a llevar una existencia eucarística caracterizada por la entrega, la acción de gracias…! ¡Queridos hermanos y hermanas!

Al llegar al término de este epígrafe, os propongo que sigáis realizando con esfuerzo e ilusión lo siguiente: * Conoced bien los contenidos del Catecismo – en este caso, la liturgia y los Sacramentos- para que los podáis transmitir a los demás con fidelidad. Los cristianos y los catequistas de modo especial tenéis en las páginas del Catecismo un material ordenado de modo claro y sistemático, a partir del cual podéis preparar vuestras catequesis. * Asimilad estos contenidos teológicos, haciéndolos luz y vida para cada uno de vosotros. Que este Catecismo no sólo sea un simple “depósito” de verdades, sino también fuente de la cual brote el agua viva de la fe, de la liturgia, de la vida en Cristo, de la oración, de la santidad, del celo apostólico. * Experimentad las riquezas del Misterio de Cristo, en quien tenemos la salvación. * Vivid la Vida nueva del Espíritu Santo para que seáis santos.

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Concilio….Ib. 5

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* Mantened una vida de íntima comunión con el Padre por Cristo en el Espíritu. * Sed testigos del Señor con palabras y obras, en medio del mundo en que vivimos. * ¡No os avergoncéis nunca de Jesucristo ni de su Evangelio aunque tengáis que sufrir o ser perseguidos por causa de Él.

De este modo, podréis compartir y comunicar, enseñar y ofrecer, a los demás lo que habéis recibido vosotros del Señor a través de la Iglesia. c. La vida nueva en Cristo y en el Espíritu “Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro…:“¿Qué hemos de hacer, hermanos?”. Pedro les contestó: “convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo…” (Hech 2, 37-38).

La escucha del anuncio de Jesucristo nos lleva a la fe y a la conversión cristiana y al bautismo que nos incorpora a Cristo y a la Iglesia, y nos hace creaturas nuevas con la novedad del Espíritu.

Como podéis suponer no es este el lugar para desarrollar todas estas realidades. Por eso, os invito a que profundicéis estas enseñanzas personalmente y en grupo. Más aún, os invito a asistir y participar en los Cursos de formación bíblica, teológica, pastoral, litúrgica, espiritual que tenemos en la Diócesis para profundizar la fe. Os hará mucho bien pues una fe que no se forma tiene el riesgo de desvanecerse.

La vida nueva del bautizado Digamos ahora unas palabras sobre “la vida nueva” del bautizado en Jesucristo y en el Espíritu Santo ya que el cristiano no sólo vive en una íntima unión mística con Jesucristo, sino también está habitado y guiado por el Espíritu Santo. En la vida nueva en Cristo y en el Espíritu, la fe desempeña un papel decisivo, y el

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verdadero comienzo de esta “vida nueva” se comunica por medio del sacramento del bautismo (cf. Rm 6, 2.11). * El contenido de la “vida nueva” es la comunión con Jesucristo y, por tanto, con Dios. Esta comunión con Cristo implica “ser en Cristo”, “ser en el Señor”, “ser en Cristo Jesús” (Rm 8, 1), “estar con Cristo” (Gál 2, 19). Estas expresiones ponen de manifiesto la íntima unión del cristiano con Jesucristo, muestran que el cristiano está como “abarcado” por Cristo y expresan que quien está unido de este modo a Cristo, ya no se pertenece a sí mismo sino que pertenece a Cristo: es de Cristo que es su único Señor. Por eso, ha de amar y pensar, vivir y caminar, sentir y actuar como Cristo, que es para él la vida, la luz y el modelo permanente.

El cristiano “vive y está ya unido con Cristo” ya ahora, en este mundo, en la espera de estar después de la muerte y para toda la eternidad con el Señor. * La vida nueva en el Espíritu Santo no se puede separar ni de Dios ni de Cristo. Dios envía el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones. El Espíritu habita en nosotros (Rm 8, 9), nos guía, nos ilumina, nos renueva y santifica (1 Cor 6, 11). El Espíritu Santo grita dentro de nosotros “Abba” y oramos en este mismo Espíritu (1 Cor 14, 15). Los cristianos somos una carta de Cristo, escrita por el Espíritu del Dios vivo (2 Cor 3, 3). Los cristianos andamos según el Espíritu (Rm 8, 4). Por medio del Espíritu se ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones (Rm 5, 5). ¡Qué anuncio tan grande y consolador! Los que hemos sido injertados por el bautismo en el misterio de la muerte y resurrección de Cristo hemos recibido la vida nueva de Dios. Somos ya criaturas nuevas con la novedad del Espíritu Santo. Por nuestras venas y arterias circula ya una savia nueva: la vida de la gracia. Que con san Pablo podemos decir: “nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

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Realmente hemos de decir que la Vida Nueva es un milagro de la gracia de Dios que no debemos silenciar sino que hemos de vivir nosotros en verdad y hemos de comunicar a otros. ¿Cómo hemos de vivir ahora? Siguiendo a Jesucristo y en unión con él, los cristianos pueden ser “imitadores de Dios, como hijos queridos y vivir en el amor” (Col 2, 12).

Siguiendo de cerca a Jesús, sin volver la vista atrás, poniendo nuestros pies desnudos y sin protección humana en las huellas que Jesús dejó a su paso por este mundo y que son las bienaventuranzas.

Estar injertado realmente pero de forma misteriosa en el misterio de Jesucristo nos pide llevar una vida santa. Es hora de recuperar estas grandes verdades de la espiritualidad cristiana. Es el momento de interiorizarlas y hacerlas nuestras en sintonía con la doctrina de San Pablo: - “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3, 1-3).

- “Incorporados a Jesucristo por el sacramento del bautismo, los cristianos están “muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 11).

Nuestra vida como cristianos es un ir conformando todo nuestro ser y hacer con el pensar, sentir, querer, hacer de Jesucristo… De este modo tendremos “los mismos sentimientos de Cristo” (Fil 2, 6), poseeremos “el pensamiento de Cristo” (1 Cor 2, 16) y “nos revestiremos del Señor Jesucristo” (Rm 13, 14), hasta que un día podamos decir: “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2, 20).

Llegados a este punto de nuestra Carta Pastoral quiero decir unas palabras sobre la moral cristiana con el fin de ayudaros a profundizar en su naturaleza, significado y alcance, y para alentaros en su vivencia auténtica.

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- La moral cristiana tiene como centro y núcleo la Persona de Jesucristo, que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14, 6).

Por eso, la moral cristiana es cristocéntrica. En efecto, la moral cristiana no es un mero conjunto de leyes, sino que está constituida en torno al misterio de la muerte y de la resurrección de Jesucristo y a la donación del Espíritu Santo por el Padre y el Hijo, y es la respuesta humana a la obra salvadora de Dios en Jesucristo Nuestro Señor a favor de la humanidad.

- Esta moral es una moral de seguimiento del Señor. Esto significa que el conocimiento de Jesús por la fe debe llevarnos a amarlo, y este amor nos ha de conducir a estar con Él, a seguirlo de cerca y a imitarlo, para después anunciarlo a los hermanos con la fuerza del Espíritu Santo. Tengamos presente que la espiritualidad del seguimiento de Jesús conduce, como al mismo Jesús, a una opción por los empobrecidos, a un compromiso por la paz, a una solidaridad con los necesitados, con las víctimas de la violencia, de la opresión, de la exclusión…

- La moral cristiana es “responsorial y eucarística”… “El comportamiento moral justo es una “acción de gracias” por la gracia de la elección. El cristiano sabe que no se comporta bien para ser amado por Dios, sino porque ha sido amado por Dios. La misericordia de Dios que llama a una vida justa, orienta y apoya el esfuerzo por mantenerla”141. Por ello, esta moral ha de ser predicada y ofrecida a los hombres y mujeres como la forma de la existencia y de la vida propia del creyente, connatural y conforme con la experiencia personal de Jesucristo.

- La moral cristiana “no puede presentarse en contraposición, como mera negación o superación de las morales creadas por los hombres en búsqueda de sentido, responsabilidad y bondad, sino como su dolorosa y gloriosa culminación; es decir como fruto de la cruz y de la resurrección de Jesús”142.

141

J. R. Flecha Andrés: “Pautas éticas para un mundo nuevo” en Varios: “Para ser libres nos libertó Cristo” Edicep, 1990, 97-98 142 O. González de Cardedal, “Reflexiones sobre realidades y problemas latentes” en “Varios: “Para ser libres nos libertó Cristo”, Edicep, 1990, 221-222.

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d. La oración cristiana Siguiendo de cerca las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica exponemos a continuación la naturaleza y características más importantes de la oración cristiana, que no es una tarea religiosa más al lado de otras que tiene el cristiano, sino que tiene un contenido peculiar que debemos conocer, respetar y vivir.

A continuación expondré lo más importante y significativo de la oración cristiana. Examinemos todos y cada uno nuestra oración a la luz de estas enseñanzas. Nos hará mucho bien. Y no sólo hablemos de la oración, sino también oremos al Señor. * Dios sale a buscar al hombre que se había separado de Él: “El Cristianismo comienza con la encarnación del Verbo. Aquí no es sólo el hombre quien busca a Dios, sino que es Dios quien viene en persona a hablar de sí al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo. Es lo que proclama el prólogo del evangelio de Juan: “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que estaba en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1, 18). En Cristo la religión ya no es un “buscar a Dios a tientas” (cf. Hech 17, 27), sino una respuesta de fe a Dios que se revela”143. El hombre da esta respuesta en la que confiesa a Dios como su Creador y Padre. Esta respuesta es hecha posible por la gracia sobrenatural de Dios que mueve al hombre a darla. Esta iniciativa del amor del Dios fiel es siempre lo primero en la oración, la actitud del hombre es siempre una respuesta. * La oración cristiana - La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Jesucristo: “La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed 143

Juan Pablo II: TMA 6.

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de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”144. Meditemos en silencio y con gozo estas palabras.

- La oración cristiana es como “un impulso del alma” por el que el Espíritu Santo nos hace actuar: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8, 26).

“La Iglesia nos invita a invocar al Espíritu Santo como Maestro interior de la oración cristiana”145 . “Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gál 5, 25).

-“La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios”146.

Ante Dios siempre debemos tener las manos abiertas y vacías para que las llene con sus dones; en este caso, con el de la oración. ¡Danos, Señor, el don de la oración! ¡Concédenos, Señor, el espíritu de oración! ¡Enséñanos, Señor, a rezar como rezas Tú!

Y el Señor nos dice: “orad así: “Padre nuestro que estás en los cielos…”

- “En la Nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo (…) La vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él”147 La gran oración tradicional, expresada de forma particular en la plegaria eucarística, es oración dirigida al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo.

- “La oración es cristiana en tanto en cuanto es con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo”148.

144

Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2560 Catecismo de la Iglesia Católica, n.2681 146 Catecismo… n.2559 147 Catecismo… n.2564 148 Catecismo… n.2565.

145

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Nuestra oración es cristiana, es decir, por Cristo, en Cristo y con Cristo. Por eso nosotros no inventamos la oración, sino que recibimos y acogemos la oración de Cristo. Cuando rezamos “hacemos memoria” del Cristo orante. En este sentido, cada vez que rezamos es Cristo quien, en nosotros y por nosotros, dice “Abba”, lo cual exige de nosotros que seamos hijos pequeños y con entera confianza en el “Abba”, el “Padre”.

- “No hay otro camino de oración cristiana que Cristo. Sea comunitaria o individual, vocal o interior, nuestra oración no tiene acceso al Padre más que si oramos “en el Nombre” de Jesús. La santa humanidad de Jesús es, pues, el camino por el que el Espíritu Santo nos enseña a orar a Dios nuestro Padre”149.

No nos perdamos en muchas palabras, en muchos gestos…La oración es don de Dios. Abramos nuestro corazón y nuestras manos para acogerla y recibirla y hacerla nuestra y vivirla.

- “Cada vez que en la oración nos dirigimos a Jesús, es el Espíritu Santo quien, con su gracia preveniente, nos atrae al camino de la oración.

Puesto que Él nos enseña a orar recordándonos a Cristo, ¿cómo no dirigirnos también a él orando?”150 - “En la oración, el Espíritu Santo nos une a la persona del Hijo Único en su humanidad glorificada. Por medio de ella y en ella, nuestra oración filial nos pone en comunión, en la Iglesia, con la Madre de Jesús”151. “que guardaba las cosas que veía y escuchaba de su Hijo y las meditaba en su corazón”.

- “La tradición de la oración cristiana es una de las formas de crecimiento de la Tradición de la fe, en particular mediante la contemplación y la reflexión de los creyentes que conservan en su corazón los acontecimientos y las palabras de la Economía de la salvación, y por la penetración profunda en las realidades espirituales de las que adquieren experiencia”152 .

149

Catecismo…

Catecismo…

151 Ibd. ………..

152 Ibd…………

150

n.2664 n.2670 n.2673 n.2651

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- “En la tradición viva de la oración, cada Iglesia propone a sus fieles, según el contexto histórico, social y cultural, el lenguaje de su oración: palabras, melodías, gestos, iconografía. Corresponde al Magisterio discernir la fidelidad de estos caminos de oración a la Tradición de la fe apostólica y compete a los pastores y catequistas explicar el sentido de ello, con relación siempre a Jesucristo”153 .

- “La Palabra de Dios, la liturgia de la Iglesia y las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad son fuentes de la oración”154 - La oración cristiana es oración de Cristo, pero también es nuestra oración. Es palabra dirigida al Padre por cada uno de nosotros en Jesucristo, por el Espíritu Santo. Cada uno tiene su manera original y propia de orar. Nunca nos desanimemos si nuestra oración nos parece pobre, sencilla, humilde… Dios escucha y acoge la oración de los pobres, de los humildes, de los sencillos…como el publicano. Dios no escucha la oración del autosuficiente, del orgulloso, del vanidoso…como el fariseo.

Terminamos con una súplica dirigida al Señor: “¡Señor, enséñanos a orar como oras Tú” Es verdad, nosotros no sabemos rezar como conviene, por eso suplicamos al Espíritu Santo una y mil veces que nos dé el don de la oración y el espíritu de la oración.

“Nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26).

“La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama ¡Abba, Padre!” (Gal 4,6).

Esta es la oración de Jesús: “¡Abba!, aquí estoy por ellos para gloría de tu Santo Nombre” No se puede decir más con menos palabras. ¡Ayúdanos, Señor, a rezar con tu oración!

153 154

Ibd………… n.2663 Ibd. ……….. n.2662

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2.4 ¿Cómo hemos de anunciar a Jesucristo?

Benedicto XVI con palabras ponderadas y lúcidas afirma: “Seguramente hay que trabajar para encontrar nuevos canales para comunicar la verdad evangélica a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, pero ya que el contenido esencial del anuncio cristiano es siempre el mismo, es necesario volver a su fuente original, a Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre”155 De forma resumida y en coherencia con la enseñanza de la Iglesia, os recuerdo las condiciones más importantes que han de darse en el evangelizador y en el catequista – transmisores de la fepara que su transmisión pueda resultar creíble y significativa para el hombre y la mujer de nuestro tiempo.

De manera especial queremos que nuestras indicaciones reflejen la pedagogía de Dios156, que se caracteriza por estos rasgos: la condescendencia, la paciencia, la adaptación, el amor y la acogida, las experiencias y vivencias, la liberación y rehabilitación interpersonal, los cinco sentidos, la comprensión y la confianza, la corrección entrañable… a. Con el fervor de los santos: En la Carta Magna sobre la Evangelización del mundo contemporáneo llamada “Evangelii Nuntiandi”, Pablo VI manifiesta: “El mundo exige y espera de nosotros sencillez de vida, espíritu de oración, caridad para con todos, especialmente para los pequeños y los pobres, obediencia y humildad, despego de sí mismo y renuncia. Sin esta marca de santidad, nuestra palabra difícilmente abrirá brecha en el corazón de los hombres de este tiempo. Corre el riesgo de hacerse vana e infecunda” (EN 76). La sociedad actual espera de nosotros que seamos santos. Nuestra palabra será creíble si va acompañada del testimonio de nuestra santidad.

155

Benedicto XVI, Alocución “A los sacerdotes, religiosos y jóvenes en la Iglesia de San Pío de Pietrelcina; 21-VI-2009.

156 DGC III, cap. 1

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“Ojala el mundo actual… pueda recibir la Buena Nueva no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo y aceptan consagrar su vida a la tarea de anunciar el Reino de Dios y de implantar la Iglesia en el mundo” (EN 80).

Por todo ello, afirmamos que hemos de transmitir la fe a los demás desde el encuentro personal con el Señor y desde la amistad entrañable con Él. Teniendo en cuenta que “la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad157, declaramos que debemos promover con urgencia la santidad en nuestra acción pastoral. En efecto, no son los programas ni las ideas las que nos salvan, sino Jesucristo que es el único Salvador de la humanidad. “La santidad es un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia”158.

Todos estamos llamados a ser santos. También los evangelizadores, los catequistas debemos ser santos. Descubramos cada uno nuestro propio camino, nuestra propia forma de ser santo en conformidad con la voluntad de Dios, ayudado por los demás miembros de la Iglesia. Así podremos evitar la rutina, la inercia, la mera costumbre que tanto daño y perjuicio pueden ocasionarnos en el ejercicio de nuestro ministerio pastoral: “es necesario que nuestro celo evangelizador surja de una verdadera santidad de vida, alimentada por la oración y sobre todo por el amor a la Eucaristía”159. ¡Señor! Purifica “nuestros labios profanos” (Is 6, 5) porque pueden “oscurecer los planes de Dios con palabras ignorantes” (Job 38, 2). ¡Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8). ¡Señor! Concédenos unos ojos nuevos para poder contemplarte en “silencio adorante” y en “soledad sonora”, y así hablar de Ti a los hermanos. Para hablar de Dios a los hombres es necesario haber hablado antes con Dios.

157

Juan Pablo II, NMI 29 Juan Pablo II, ChFL 17 159 Pablo VI, EN 76 158

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¡Señor! Ayúdanos a descubrirte presente en la realidad de cada día. Condúcenos más adentro, a la “espesura”. El discípulo de Jesús es contemplativo en la acción, poniendo en todo amor. ¡Señor! Pon en nuestros corazones y en nuestros labios tu Palabra para que la podamos comunicar a nuestros hermanos! ¡Nuestras palabras son tan pequeñas… que no con capaces de expresar el misterio insondable e inefable de Dios! b. Sólo una persona evangelizada evangeliza “Creí, por eso hablé” (2 Cor 4, 13). “Evangelizadora, la Iglesia comienza por evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de esperanza vivida y comunicada, comunidad de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para esperar, el mandamiento nuevo del amor. (…) La Iglesia siempre tiene necesidad de ser evangelizada, si quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el Evangelio”160. El evangelizador, el catequista, el misionero…han de estar evangelizados para evangelizar; han de creer en la validez del mensaje evangélico que transmiten y proponen con amor, humildad y convicción a los demás; han de estar convencidos de la necesidad del mismo para la salvación del ser humano. En caso contrario, difícilmente pueden transmitir el mensaje evangélico a los demás.

Por todo ello, dejémonos evangelizar más plenamente, hagamos más auténtica nuestra fe…

“Señor que tu Iglesia sea cada día más “un recinto de paz y libertad, de amor y de justicia, de santidad, de vida y de gracia para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”. ¡Señor! Concédenos la gracia de ser “evangelio vivo” para nuestros hermanos, los hombres, a fin de que te reconozcan a Ti como verdadero y único Dios vivo y a tu hijo Jesucristo….

160

Pablo VI, EN 15

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c. Con el gozo y fuerza convincente de los testigos de Cristo María Magdalena anuncia que Jesucristo ha resucitado después de “haberlo visto”: “fue y anunció a los discípulos: he visto al Señor y ha dicho esto” (Jn 20, 18).

Los discípulos de Emaús a su vuelta al Cenáculo de Jerusalén “contaron lo que les había sucedido por el camino y cómo lo reconocieron al partir el pan” (Lc 24, 35).

Como María y estos discípulos comuniquemos nuestra experiencia personal de Dios, narremos a otros lo que nos ha pasado a nosotros en el camino de nuestra vida cuando fuimos alcanzados por el Señor. Benedicto XVI afirma: “nos convertimos en testigos cuando, por nuestras acciones, palabras y modos de ser, aparece Otro y se comunica”161 .

Los testigos, llenos del Espíritu Santo, no sólo hablan con su boca, sino con toda su vida, incluso arriesgándola: “El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan es porque dan testimonio”162. Necesitamos hombres y mujeres que nos hablen de Dios desde la experiencia de quienes “han visto a Dios”. Juan Pablo II afirma: “los hombres de nuestro tiempo, quizás no siempre conscientemente, piden a los creyentes de hoy no sólo “hablar” de Cristo, sino en cierto modo hacérselo “ver”163 . Y esto lo hacen los testigos del Señor.

Para ser testigo auténtico debemos formarnos bien y tener una adecuada espiritualidad. En efecto, “todo bautizado, en cuanto testigo de Cristo, ha de adquirir la formación apropiada a su situación, para que la fe no sólo no se agoste por falta de cuidado en un medio tan hostil como es el ambiente secularista, sino para sostener e impulsar el testimonio evangelizador”164 .

161

Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis”, 85 Pablo VI, EN 41 163 Juan Pablo II, NMI 16 164 Juan Pablo II, “Iglesia en Europa”, 49.

162

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¡Señor! Danos la fuerza y la valentía para romper “los ídolos” que podamos tener en el alma y derribar para siempre al posible “idólatra” que haya en nosotros. ¡Señor! Concédenos la gracia de que dejemos que Dios sea Dios en nosotros. El Dios esencialmente Otro y el Dios esencialmente Nuevo. ¡Señor! Haz que caminemos siempre por este mundo por los senderos de la vida, de la justicia y de la santidad, en humildad ante Ti y en misericordia ante los demás. ¡Señor! que nunca olvidemos que “nos hiciste para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti” (San Agustín). ¡Señor! Acógenos en la hora de nuestra muerte, llévanos contigo y adéntranos en el Misterio de Dios. Allí acabarán nuestras palabras… Tú mismo serás la palabra por los siglos de los siglos. Tu mismo serás la palabra del júbilo y de alegría, del amor y de la vida, de la gracia y de la paz, que llena todos los ámbitos de nuestro corazón y todos los espacios de nuestra alma para siempre, para siempre... ¡Nada se interpondrá entre Tú y el bienaventurado! ¡Seremos eternamente felices con la felicidad de Dios! d. Ofreciendo un testimonio cercano de vida creyente No podemos silenciar el testimonio que debe ofrecer el evangelizador. Se trata de un testimonio de vida creyente ofrecido en cercanía y sencillez. Los medios a través de los cuales se puede evangelizar son muchos; el fundamental es el testimonio de verdad y coherencia.

Con palabras de Pablo VI preguntémonos con sinceridad: “¿Creéis verdaderamente en lo que anunciáis? ¿Vivís lo que creéis? ¿Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy más que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con vistas a una eficacia real de la predicación. Sin andar con rodeos, podemos decir que en cierta medida nos hacemos responsables del evangelio que proclamamos”165 165

Pablo VI, EN 76; cf. EN 21

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e. Anuncio claro e inequívoco de Jesucristo El solo testimonio de vida es insuficiente ya que necesita ser aclarado, justificado, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesucristo. San Pablo dijo: “¿Cómo podrán creer en aquel a quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique?...Porque la fe viene de la predicación y la predicación viene por la Palabra de Cristo” (Rm 10, 14. 17).

Pablo VI, por su parte, afirmó con claridad: “No hay verdadera evangelización mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios”166 .

Termino este epígrafe con unas palabras hermosas y emotivas: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado es para nosotros lo mejor que nos ha ocurrido en la vida y darlo a conocer con nuestra palabra y nuestras obras es nuestro gozo”167 Demos a conocer a Jesucristo con un lenguaje expresivo y narrativo que es siempre testimonial. Se narra lo que se ha visto y oído, lo que se ha contemplado. Este lenguaje no excluye las verdades reveladas por Dios y propuestas por el Magisterio de la Iglesia. f. Con el aliento del Espíritu Santo Recordemos siempre estas palabras de Pablo VI: “No habrá evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo (…) Las técnicas de evangelización son buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la acción discreta del Espíritu. La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él (…) El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización (…) y el término de la 166 167

Pablo VI, EN 22 CELAM, Aparecida (Brasil), 2007, n.32.

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evangelización”168. El Espíritu Santo no cesa de alentar a cada ser humano en la búsqueda de Dios que “quiere que todos los se salven y llegue al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2, 4).

Este mismo Espíritu nos precede y acompaña en la tarea hermosa de la evangelización (cf. Jn 20, 22; Mt 28, 20). El propio Jesucristo nos dijo: “Sin mí nada podéis hacer” (Jn 15, 5). Por todo ello, al proponer y transmitir la fe a otros no debemos apoyarnos en nuestras fuerzas sino en la gracia de Dios que nos ayuda a nosotros y dispone el corazón de aquellos y aquellas a quienes proponemos en Evangelio de Jesucristo. Preparación y esfuerzo sí; pero siempre suscitados y sostenidos, acompañados y coronados, por la gracia de Dios.

“El catequista realiza su tarea convencido de esta verdad fundamental: “El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización”, y es consciente de que actúa bajo la guía del Espíritu Santo pues “descubre la acción del Espíritu Santo no sólo en el catequizando sino dentro de si mismo, como fuente de la espiritualidad exigida para su tarea”169 g. En comunión eclesial y fraterna.

Así lo dice el Señor: “que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17, 21). El espíritu evangelizador debe ir acompañado de la espiritualidad de comunión vivida por todos.

“La fuerza de la evangelización quedará muy debilitada si los que anuncian el Evangelio están divididos entre sí por tantas clases de rupturas. ¿No estará quizá ahí uno de los grandes males de la evangelización?”170. Los evangelizadores evangelizan en nombre de la Iglesia, desde la Iglesia como misterio de comunión con Cristo y con el Padre, en el Espíritu Santo. La evangelización nace en la 168

Pablo VI, EN 75 Comisión Episcopal de Enseñanza y Catequesis, “El catequista y su formación”, 58 y 61.

170 Pablo VI, EN 77 169

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comunión eclesial y conduce a la comunión. Se trata de una comunión cristocéntrica y trinitaria que exige un testimonio eclesial de unidad fraterna y una “espiritualidad de comunión”.

En efecto, “Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial”171. Valoremos y amemos a la Iglesia en cuyo seno recibimos la fe y entramos en comunión con Jesucristo y a través de Él con el Padre en el Espíritu Santo. No rompamos la comunión con la Iglesia que es “sacramento universal de salvación”172 Juan Pablo II nos ha propuesto los contenidos básicos de la espiritualidad de comunión que son: * “Mirada del corazón al Misterio de la Trinidad que habita en nosotros y hemos de reconocer en los hermanos con los que convivimos. * Capacidad de sentir al hermano en la fe como alguien que me pertenece, para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. * Capacidad de vivir primordialmente cuanto hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como un regalo de Dios para mí, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente. * Saber dar un espacio al hermano, llevando las cargas los unos de los otros, y rechazando las tentaciones egoístas que nos asedian y generan competitividad”173.

Dado que la fe cristiana es al mismo tiempo personal y eclesial, hemos de tener siempre presente que en la iniciación a ella es un componente insustituible la dimensión comunitaria la cual se manifiesta y se muestra en el acompañamiento por otros cristianos adultos y en la compañía de otras personas que están siendo al mismo tiempo iniciadas a la fe y a los sacramentos. Digamos también que la fe que recibimos, vivimos y transmitimos es la fe de la Iglesia.

171

Pablo VI, EN 60 Concilio Vaticano II, AG 1 173 Juan Pablo II, NMI 43 172

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h. Con signos que acrediten la palabra anunciada Recordemos cómo actuaban los apóstoles: “ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban” (Mc 16, 20).

No es suficiente la palabra; hay que ofrecer un testimonio existencial cristiano, pues a través de experiencias y ejemplos concretos verificamos la realidad y accesibilidad del mensaje evangélico que proponemos con las ascuas encendidas del Espíritu.

Tengamos siempre en cuenta que “los milagros” no son el Reino de Dios, sino signos de este Reino (cf GS 39). En esta misma línea, Pablo VI afirma: “será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido en fidelidad a Jesucristo, de pobreza y despego de los bienes materiales, de libertad frente a los pobres del mundo, en una palabra: de santidad”174.

Podemos afirmar por tanto que así como no hay un Jesús sin milagros que acreditan la palabra anunciada y que son “clamor del Reino de Dios”, de igual modo no debe haber una Iglesia que no ofrezca los signos mesiánicos que acreditan la palabra proclamada por ella. Entre estos signos se encuentra el servicio de la caridad que nos ha de llevar como dice el Actual Plan Pastoral de la Diócesis a “asumir, impulsar y dar a conocer el compromiso socio-caritativo de la Iglesia, de la parroquia”. En este sentido, sigamos promoviendo la implantación y buen funcionamiento de Caritas en todas las parroquias, así como el Voluntariado que participe en la tarea sociocaritativa de nuestra diócesis y de nuestras parroquias y formulemos propuestas de transformación social en nuestro mundo...

174

Pablo VI, EN 41

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i.

El evangelizador ha de amar a quienes ofrece el Evangelio

Recordemos aquellas palabras de san Pablo que dirige a los cristianos de Tesalónica: “Os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas porque os habíais ganado nuestro amor. Recordad, si no, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios. Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos con cada uno como un padre con sus hijos, animando con tono suave o enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria” (1 Tes 2, 7-12).

Nunca olvidemos que el amor a las personas abre los caminos de la comunicación y hace posible que la Palabra de Dios sea acogida y entendida. Cuando no se ama a las personas, es muy difícil establecer comunicación auténtica con ellas.

En sintonía con las enseñanzas bíblicas, Pablo VI puso de relieve: “La obra de la evangelización supone en el evangelizador un amor fraternal siempre creciente hacia aquellos a los que evangeliza (…) Es el amor de un padre; más aún, el de una madre. Tal es el amor que el Señor espera de cada predicador, del Evangelizador, de cada constructor de la Iglesia”175.

Más aún, cuando amamos a las personas, a los pueblos… estaremos en disposición de encontrar las “semillas del Verbo” que están presentes en las culturas… y que permiten entablar el diálogo salvador con ellas.

175

Pablo VI, EN 79

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j. Con humildad y sencillez El Concilio Vaticano II al exponer la obra redentora y salvadora de Cristo enseña: “Así como Cristo realizó la obra de la redención en la persecución, también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación”176.

Nos cuesta mucho asumir esta dinámica; nos resulta difícil escoger los medios pobres y sencillos para realizar el ministerio pastoral… Sentimos la tentación de emplear medios poderosos, deslumbrantes, seductores… en nuestra acción pastoral porque creemos que de esa manera aseguramos el éxito…

Como Jesús rechazó las tentaciones de un mesianismo brillante y poderoso, que le proponía el diablo para realizar la misión que el Padre le había confiado, y optó por un mesianismo que pasaba por la cruz, así también nosotros, sus discípulos y enviados, hemos de rechazar la tentación del poder, de la gloria humana…, y hemos de escoger lo sencillo y lo pequeño, lo humilde y lo que no cuenta, porque en ello y por medio de ello Dios hace maravillas.

Desde esta humildad y sencillez estamos en disposición de respetar los designios de Dios y la libertad de los destinatarios de nuestra evangelización. En efecto, cada uno desde su propia libertad puede acoger a Dios o rechazarlo. Como al profeta Elías, Dios se nos manifiesta no en el relámpago, ni en el terremoto, ni el huracán, sino en la brisa del día. “Los sacramentos son la brisa de Dios sobre el mundo”. ¡Una maravilla de la gracia! ¡Enséñanos, Señor, esta sabiduría! k. Con un espíritu profético y dialogante Hemos de transmitir la fe desde la opción preferencial por los pobres y excluidos, por los marginados y abandonados. Por eso esta transmisión ha de ser profética. Desde la memoria fiel a la vida y muerte de Jesús de Nazaret, el catequista, el evangelizador, el misionero denunciarán el pecado, la injusticia, la iniquidad que oprimen al ser humano.

176

Concilio Vaticano II, LG 8

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Evangelicemos teniendo en cuenta el contexto de nuestras sociedades occidentales que son de tradición cristiana, plurales y laicas. Esto exige que realicemos esta evangelización en diálogo leal y honesto, crítico y humilde, con los hombres y mujeres de nuestro tiempo…

Con la ayuda de Dios, pongámonos en camino e iniciemos la marcha. El Señor no nos abandona nunca. ¡Cuánto nos queda por aprender y realizar! ¡Ayúdanos, Señor! l.

Con alegría

Teniendo en cuenta que el anuncio que hacemos es la Buena Noticia de la Salvación de Dios, no debemos ser evangelizadores tristes, desilusionados, rutinarios, pesimistas… “La alegría del discípulo es un antídoto frente a un mundo temeroso ante el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta, sino que es una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena nueva del amor de Dios. Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberle encontrado es para nosotros lo mejor que nos ha ocurrido en la vida y darlo a conocer con nuestra palabra y nuestras obras es nuestro gozo”177 m. A imitación de la Virgen María y con su ayuda María es la estrella de la nueva evangelización. “La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva”178.

María, que proclamó el Evangelio a los humildes y a los pobres, acompaña hoy a la Iglesia en el camino de la evangelización del hombre y de la mujer de nuestro tiempo.

177 178

Documento CELAM. Aparecida, Brasil, 2007, 32 Concilio Vaticano II, LG 65

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Meditemos estas hermosas palabras del Concilio Vaticano II por las que nos invita a mirar e imitar a María en la tarea de la evangelización:: “La Iglesia, también en su labor apostólica, mira con razón a aquella que engendró a Cristo, concebido del Espíritu Santo y nacido de la Virgen, para que por medio de la Iglesia nazca y crezca también en el corazón de los fieles. La Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor de madre que debe animar a todos los que colaboran en la misión apostólica de la Iglesia para engendrar a los hombres a una vida nueva”179.

2.5 El contexto de la transmisión del evangelio Como en toda comunicación humana se tiene en cuenta el contexto en el que se realiza, también en la transmisión de la fe al ser humano hemos de tener en cuenta el contexto en el que se lleva a cabo. No nos limitemos a hacer análisis superficiales, vulgares, repetitivos… a. ¿Cuál es el contexto en el que nos encontramos nosotros?

Os invito a conocer el Plan Pastoral de nuestra Diócesis de Coria-Cáceres (2010-2015) en el que, después de establecer los grandes objetivos -la familia cristiana, el laicado cristiano, el servicio de la caridad, el anuncio del Evangelio- y las acciones pastorales respectivas, hay un Anexo titulado “la Diócesis de Coria – Cáceres en los últimos años”, realizado por el Departamento de Estadística y Sociología del Obispado que describe este contexto, del que hacemos una breve síntesis: * Aspectos demográficos (pp. 24-25) Actualmente nuestra Diócesis cuenta con 226.500 personas.

La concentración demográfica se produce sobre todo en la ciudad de Cáceres, que supone el 40% de la población de la diócesis. En los últimos años se ha experimentado un incremento del número de inmigrantes.

179

Concilio Vaticano II, LG 65

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* La situación socio-económica (pp. 25-27). Se están experimentando los efectos de la actual crisis económica. Uno de estos efectos es el aumento del desempleo. La nueva situación económica plantea nuevos retos a la acción social y caritativa de la Iglesia y, en particular, a Caritas. * La situación socio-religiosa (pp. 27-34). Se dan diversas tipologías que reflejan el mapa religioso de nuestro país.

- Permanencia del catolicismo desde el punto de vista sociológico (pp. 29-30). “Se manifiesta un cierto grado de identificación y de pertenencia religiosa, pero existe una considerable distancia entre la simple afiliación a una Iglesia y la práctica religiosa o el seguimiento de las pautas de comportamiento que ella señala. Y así muchos bautizados no se sienten obligados a asistir a la Misa dominical, no comparten las orientaciones de la Iglesia en el campo de las creencias o la moral, o incluso, proclaman abiertamente su alejamiento de los ámbitos eclesiales”. Esta ambigüedad religiosa en la que se mueve un importante número de cristianos, ocasiona no poco malestar en los pastores y desajustes en la organización pastoral de las parroquias…” (p. 29).

- Importancia del crecimiento de la secularización (pp. 3031). “Todos estos elementos de la secularización van dejando a la fe sin apoyos externos, producen una fuerte crisis de identidad, van derrumbando el universo simbólico en el que nos movíamos tradicionalmente en nuestro país y reduciendo la fe estrictamente al ámbito de la vida privada. También hace difícil el desarrollo de la vida cristiana la atmósfera cultural promovida por la mentalidad científico-técnica dominante, que niega o prescinde de cualquier referencia a lo trascendente. En nuestra sociedad secularizada, privado el hombre de su fundamento último, eliminadas las cuestiones relativas al “sentido” y puestos en entredicho los valores de verdad y de bien, prevalece una razón instrumental, que busca la eficacia y la utilidad inmediata. En un contexto fuertemente consumista, lo que se busca, en última instancia, es el disfrute de lo inmediato” (p. 30).

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- Significativa realidad de la increencia y del catolicismo nopracticante (pp. 31-34). “Es relativamente bajo el número de extremeños que se confiesan no-creyentes, pero son muchos los que se declaran católicos no practicantes o viven un catolicismo nominal y sólo se acercan a algunas prácticas religiosas de manera ocasional.

Este bloque, que las encuestas señalan en torno al sesenta por ciento de la población, en la práctica está más próximo a los umbrales de la increencia que de la vuelta responsable y comprometida al seno de la Iglesia” (p. 31). “La increencia y la secularización hacen que florezcan otros intentos de vuelta al mundo trascendente, muchas veces al margen de las grandes religiones establecidas y frecuentemente en oposición a ellas.” (p. 32).

Benedicto XVI en una alocución reciente afirma: “Las nuevas tecnologías, junto a los progresos que conllevan, pueden hacer intercambiable lo verdadero y lo falso, pueden inducir a confundir lo real con lo virtual. Además, la grabación de un acontecimiento, alegre o triste, puede ser consumida como espectáculo y no como ocasión de reflexión. La búsqueda de los caminos para una auténtica promoción del hombre pasa entonces a segundo plano, porque el acontecimiento es presentado principalmente para suscitar emociones. Estos aspectos suenan como campana de alarma: invitan a considerar el peligro de que lo virtual aleje de la realidad y no estimule a la búsqueda de lo verdadero, de la verdad” (…) Estamos ante “el riesgo de la indiferencia hacia la verdad (…)”

En este contexto, “la búsqueda de la verdad debe ser perseguida por los periodistas católicos con mente y corazón apasionados, pero también con la profesionalidad de operadores competentes y dotados de los medios adecuados y eficaces”180 * Momento eclesial en el que estamos (pp. 34–36).

La Asamblea Sinodal (1984-1987) bajo el pontificado de Mons. D. Jesús Domínguez Gómez, y La Asamblea Presbiteral (1995) bajo la guía de Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos, han 180

Congreso mundial de la prensa católica, 7-X-2020.

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iluminado y orientado la acción pastoral en nuestra Diócesis a lo largo de estos últimos años. Fruto de estas reflexiones han sido los Directorios de la Iniciación Cristiana y del Catequista, la creación del Consejo de Pastoral Diocesano y del Foro de Laicos, la elaboración de Planes Pastorales Diocesanos (1996-2000; 20012009).

Yo mismo, he seguido impulsando estas instituciones y estos planes pastorales; he publicado diversas Cartas Pastorales y Exhortaciones Pastorales; he celebrado el Año de San Pablo, he celebrado dos Congresos teológico-pastorales, promoviendo la nueva evangelización en la Diócesis así como la espiritualidad en sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. b. Dificultades en la transmisión del Evangelio Uno de los problemas más importantes que tiene planteado la Iglesia en España hoy es la transmisión del Evangelio. No es fácil hablar de Dios al hombre y a la mujer de nuestros días. La primera realidad – la fe es un don de Dios- no plantea problema alguno. En cambio las otras dos realidades -la transmisión de la fe y la apropiación personal y libre de la persona creyente- sí que encuentran dificultades. Sin pretender hacer una exposición completa de las causas de estos problemas y teniendo en cuenta que a lo largo de las páginas que preceden ya he apuntado algunas dificultades, quiero ahora indicar en breve síntesis algunas causas que motivan la crisis actual de la transmisión de la fe: * Se han debilitado o interrumpido algunos eslabones de la cadena transmisora de la fe… Los padres, la propia familia, la escuela han dejado de ser hoy, en gran parte, lugares donde se transmite la fe cristiana. * La “religión a la carta”: “Se escoge aquello que agrada, y algunos saben también sacarle provecho. Pero la religión buscada a “la medida de cada uno” a la postre no nos ayuda. Es cómoda, pero en el momento de crisis nos abandona a muestra suerte. Ayudad a los

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hombres a descubrir la verdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo” 181 * Existe un cierto confusionismo en lo que se refiere a las verdades que han de ser creídas, celebradas, practicadas, como fruto de un pluralismo ideológico, cultural y religioso. * La cultura actual se caracteriza por un agnosticismo práctico, por un relativismo grande, por una indiferencia religiosa: “se tiene la impresión de que lo obvio es no creer, mientras que creer requiere una legitimación social que no se puede dar por descontada”. “La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera” 182 * Un mundo caracterizado por las desigualdades sociales y económicas y las injusticias de todo tipo no favorece la transmisión de la fe a las nuevas generaciones. c. Consecuencias que produce esta crisis en algunos cristianos Ante estas dificultades, descubrimos diversas reacciones en los cristianos de nuestras comunidades, que sintetizamos de la siguiente forma: * Unos dejan de confesar la fe públicamente, se repliegan sobre sí mismo, se refugian en falsos espiritualismos y llegan incluso a caer en la desesperanza y el desánimo, e incluso a alejarse de la Iglesia y a abandonar la fe.

Estas actitudes no son buenas pues olvidan el valor de la gracia divina que nos precede, nos acompaña y corona la acción pastoral, así como nuestra responsabilidad en la tarea evangelizadora,

181

Benedicto XVI: Homilía a los jóvenes, en la XX Jornada Mundial de la juventud, 21-VIII-2005.

182 Juan Pablo II, Iglesia en Europa 9.

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y ponen en duda la capacidad del hombre para abrirse a Dios, escuchar su Palabra y acogerlo en su corazón y en su vida. * Otros permanecen y perseveran en la fe con una profunda confianza en un futuro de mayor autenticidad y profundidad de vida cristiana que se irá purificando en las pruebas y sufrimientos del momento histórico. Por eso, intentan en medio de esta situación profundizar en el sentido de sus vidas, en la integridad de su fe, en su pertenencia a la Iglesia, en su compromiso al servicio de la justicia, de la paz, del amor…

Esta actitud es buena y hermosa. La fe sale purificada de situaciones adversas y dolorosas.

**** Preguntas para la reflexión: * ¿Experimento alguna dificultad en la transmisión de la fe? * ¿Qué dificultades tengo para anunciar el Evangelio? * ¿Cómo voy solucionando estas dificultades? * ¿Cómo me afecta la descristianización que crece en nuestra sociedad? ****

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d. ¿Qué podemos hacer ante esta situación?

Os propongo lo siguiente: - No nos dejemos vencer por la desesperanza y la decepción, sino que, ayudados por la gracia divina y el aliento de la comunidad, perseveremos en la fe y en la vida cristiana. No olvidemos que en el ser humano hay una sed de Dios: “también en la moderna ciudad secularizada, en sus plazas y en sus calles…hay un deseo escondido, una esperanza germinal, una conmoción de esperanza. Como se lee en el libro de Amós, “vienen días en que yo mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni de sed de agua, sino de oír mi palabra” (Am 8, 11). A esta hambre quiere responder la misión evangelizadora de la Iglesia” 183 - Sigamos potenciando la evangelización de los que no aceptan a Dios y de los que no conocen a Cristo. Deseamos vivamente que los no creyentes crean en Dios, los alejados vuelvan a la Iglesia, los niños y jóvenes reciban la catequesis, los ya creyentes crezcan en la fe.

- Recuperemos la fe con nueva alegría y autenticidad, - Seamos testigos de Dios y transmisores de la fe en el mundo.

- Promovamos grupos de cristianos comprometidos en la evangelización y en la catequesis - Formemos familias evangelizadas y evangelizadoras - Suscitemos catequistas bien formados y evangelizadores y acompañémosles en la realización de su misión eclesial.

- Dediquemos lo mejor que tengamos a la tarea de la evangelización.

- Sigamos fomentando un laicado adulto y responsable que participe en la vida y misión de la Iglesia, y se haga presente en la sociedad.

- Continuemos cuidando con esmero la acogida de las personas que se acercan a la Iglesia. Que nadie se vaya de nosotros con la sensación de que no ha sido acogido, ni escuchado…Todo ser 183

Último Sínodo Episcopal: Mensaje al Pueblo de Dios, 10.

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humano merece ser respetado, valorado, acogido, acompañado, ayudado…

- Cuidemos las expresiones para hablar de Dios a los demás. Al hablar de Dios a los demás, procuremos transmitirles y ofrecerles nuestra propia experiencia de Dios que tiene lugar “del alma en el más profundo centro” (San Juan de la Cruz). El lenguaje religioso tiene el carácter de testimonio. Digamos a todos no sólo quién es Dios, sino también cómo sabe Dios: “Gustad y ved qué bueno es el Señor” (Sal 34, 9).

Termino ya esta Carta pastoral que confío a la misericordia de Dios y a vuestra benévola acogida, esperando que el Espíritu Santo la haga fecunda para el servicio del Evangelio de Jesucristo y para gloria del Padre, y para la salvación de todos.

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EPÍLOGO Hemos llegado al final de esta carta que he escrito después de una atenta reflexión y de una continua oración ante la presencia del Señor.

Os la entrego a todos los diocesanos y diocesanas con el deseo de que la meditéis, os haga mucho bien y os pueda servir para la transmisión de la fe allí donde viváis, trabajéis y os relacionéis con los demás.

Pido al Espíritu Santo que la interiorice en vuestros corazones y os dé fuerzas para compartirla con todos.

Nuestro tiempo es tiempo de evangelización, de catequesis, de anuncio de Jesucristo a todos.

Espero y confío que seamos cada día más una Iglesia evangelizada y evangelizadora.

Que la Stma. Virgen María, estrella de la evangelización nos acompañe y proteja siempre.

Con afecto os bendigo a todos Cáceres, 28 de Noviembre de 2010, primer domingo de Adviento.

+ Francisco Cerro Chaves Obispo de Coria-Cáceres