Argonauta, Revista Cultural del Bajío Año 3 nro. 11

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Revista cultural del Bajío

Arte vs Violencia

Fomento Cultural Irapuato A. C. Edición Trimestral • Irapuato • Noviembre - Enero • 2019 • Año 3 - Edición No. 11- Ejemplar Gratuito






COLABORADORES

Baudelio Camarillo (Tamaulipas, 1959). Poeta. Radica en Celaya, Guanajuato. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1993 por En memoria del reino. Premio de Poesía San Juan del Río 1996 por Huerto infantil. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 2004 por La noche es el mar que nos separa. Su poemario En memoria del reino se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1988-1997, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997. Su libro de poemas más reciente es Al fondo está la noche (Capítulo Siete, 2018). Federico Vite (Acapulco, 1975) Escritor. Becario de la Fundación para las Letras Mexicanas 2003 en el área de ensayo. Ganador del Concurso Estatal de Cuento José Agustín 2001. Primer Lugar del Certamen Estatal de Cuento María Luisa Ocampo 2002, por Aún la mar revela secretos. Premio Hispanoamericano de Cuento organizado por la revista Arcana 2003. Premio Nacional de Cuento Salvador Gallardo Dávalos 2003 por Entonces las bestias. Premio Nacional Una Vuelta d e Tuerca con Bajo el cielo de AK-pulco. Carácter obtuvo Premio Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano 2003. En cuento publicó Carne de cañón y Cinco maneras de incendiarse. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y algunos de sus libros se encuentran traducidos al francés y al árabe. Guillermo Daniel Pérez Meléndez (Irapuato, 1995) Estudiante de tercer semestre de Comunicación del Instituto Irapuato, su propuesta obtuvo el segundo lugar de la convocatoria de portada de Argonauta. Facebook: @AJUSTE_MANUALL Ivonne Mancera García (Irapuato, 1986). Reportera en Periódico A.M., Irapuato. Fue directora de revista El Muro. Ha colaborado en las revistas Ágora y Argonauta. Jaime Panqueva (Bogotá, Colombia, 1973). Premio Juan Rulfo de Primera Novela 2009 por su obra La rosa de la China (Planeta, 2011). Autor de El final de los tiempos (NortEstación, 2013). Ha sido ganador del concurso literario del 9° Festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende 2014; becario de la Asociación de Escritores de Shanghái para las residencias literarias 2014 y tutor del PECDA y del Seminario para las letras guanajuatenses. José Antonio Banda (Coatzacoalcos, 1982). Premio Nacional de Poesía Bartolomé Delgado de León 2014 y Premio Ramón Figuerola 2016. Becario del PECDA en el 2013. Autor de Cuaderno en ruinas (Plataforma, 2011), Teoría de la desolación (Azafrán y Cinabrio, 2012), El Pozo abierto (Cartonera La Cecilia, 2014; Quemar las naves, 2016 y Río interior (Ediciones Atrasalante / ISC, 2016). José Javier Villarreal (Tijuana, 1959) Poeta, ensayista y traductor. Ha publicado, como poeta: Estatua sumergida (1981), Mar del Norte (1988),

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La procesión (1991), Portuaria(1997), Bíblica (1998), Fábula (2003), La santa (2007), Campo Alaska (2012), Una señal del cielo (2017) y El murmullo de un río: antología personal (2018). Como ensayista: Los fantasmas de la pasión (1997), El oro de los siglos (2011), Por una nueva anunciación (2011), Las penas del guardador de rebaños. Tras la huella del Polifemo (2013) y la antología crítica sobre Rubén Darío, por su 150 aniversario, Darío / La crónica de un adelantado (2017). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, el Premio Nacional de Poesía Alfonso Reyes, el World Cultural Council y el Barbón de Oro,en dos ocasiones. Desde 2006 ha sido Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. El poema que publicamos es inédito. Lorena Amkie (CDMX, 1981) Autora de la serie de novelas Gothic Doll (Ediciones B y Destino, 2012-5); El Club de los Perdedores (Destino, 2015); Las Catrinas (Destino, 2016); y el ejemplar de cuentos Relatos de Impunidad (Para leer en libertad AC, 2015). Es coautora de Esta es mi pinche biblia (Panamericana, 2017). Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984) Autor de Dos estudios a partir de la descomposición de Marcus Rothkowitz (Tierra Adentro, México, 2012; Libros Tadeys, Chile, 2015), Una máquina que drena lo celeste (Zindo & Gafuri, Argentina, 2014), Armenia (filodecaballos, México, 2016), Mis poemas Alt Lit (Libros del Pez Espiral, Chile, 2017), Dhigavostov (Luzzeta Editores, México, 2018) y Bádminton (2018). Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2012 y Premio Hispanoamericano de Poesía Para Niños 2017. Organizador del archivo en línea Poesía Mexa. Miguel Toral (Celaya, 1988) Editor, director de teatro y diseñador. Ha publicado cuentos y poemas en el marco del Taller Universitario AlTaller de la Red Altexto en las ediciones 2009, 2010, 2011 y 2012. Director General y fundador de la plataforma G_lfa de Arte y Cultura con presencia en Latinoamérica. Su propuesta obtuvo el primer lugar de la convocatoria Argonauta de portada. Patricia Bañuelos (Guadalajara, 1971) Mexicana renegada, pero con esperanza, de corazón cinéfilo y alma gourmet. Columnista independiente en revistas culturales y de crítica cinematográfica. Colaboró en el Anuario de Literatura Breve 2017 Al Gravitar Rotando y en la Antología Cortocircuito de la BUAP, así como en las revistas Jaliscocina y Agora127. Raúl Ibarra Fombona (CDMX, 1983) Médico radiólogo. Estudió medicina en la Universidad Autónoma de Guadalajara. Especialidad en Radiología e Imagen en el INCMNSZ. Alumno de literatura en la SOGEM 2004 - 2005. Ha publicado textos científicos así como de carácter cultural y narrativo en diversos medios. Raúl Bravo Ferrer (CDMX, 1965) Lector, poeta, ensayista y promotor cultural. Reside en Guanajuato, donde ha desarrollado proyectos culturales independientes y gubernamentales. Autor de los poemarios Quebrantamientos (1992) y A la orilla de los días (2007). También escribió el libro de minificción La otra cara del cielo (2001) y ha publicado el ensayo "Apuntes sobre un cocodrilo revestido" sobre Efraín Huerta.


DIRECTORIO

Director general Jaime Panqueva

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Director Editorial José Antonio Banda Diseño Paola Andrea Moreno Franco

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Consejo Editorial Alejandro Palizada Sánchez, Francisco MacSwiney Salgado, Marco Vanzzini.

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Contacto para publicidad contacto@argonauta.com.mx

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Cartas de los lectores y colaboraciones edicion@argonauta.com.mx Página web www.fomentocultural.org www.argonauta.com.mx Argonauta Revista Cultural del Bajío

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Números anteriores disponibles en: https://issuu.com/fomentoculturalirapuato ARGONAUTA es una publicación de Fomento Cultural Irapuato A. C., sin fines de lucro. Todos los derechos reservados. Se permite la reproducción de los textos bajo autorización previa del autor. Las opiniones expresadas son responsabilidad única del autor y no reflejan necesariamente la opinión de la publicación. Registro de nombre y licencia de contenido en trámite.

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Argonauta. Año 3 número 11. Irapuato, Gto. 2018.

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DOSSIER SOY UNA MALA PERSONA LORENA AMKIE LOS NOMBRES DE NUESTRA VIOLENCIA JAIME PANQUEVA TLACOLULOKOS PATRICIA BAÑUELOS COMO UN RUIDO DE GRANDES AGUAS FEDERICO VITE

INTERVENCIÓN POÉTICA ¿EL SEÑOR ASOMBROSO ES UN TIMADOR? LUIS EDUARDO GARCÍA NO BASTA CON PONERSE DE PIE JOSÉ JAVIER VILLARREAL EL BLUES DE TUS GEMIDOS RAÚL IBARRA FOMBONA ESCRIBIR SOBRE MUERTOS IVONNE MANCERA BALACERA BAUDELIO CAMARILLO ESTA NOCHE LAS SIRENAS NO CANTARON PARA MÍ JOSÉ ANTONIO BANDA

P O R TA F O L I O MÁS ALLÁ DE LA MATRIZ Y LA ESTAMPA ANA NÁJERA A RT Í CU LOS MURAL DE MINIFICCIÓN TEXTOS DE LA CONVOCATORIA ARGONAUTA 11 INVENTARIO DE INTENSIDADES RAÚL BRAVO FERRER BIBLIOTECA

ANTÍGONA GONZALEZ NUNCA MÁS SU NOMBRE CULTURA DE PAZ, PALABRA Y MEMORIA

Portada: Miguel Toral

NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO: Japón en el Bajío

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EDITORIAL Cuando Malevich pintó en 1918 su Cuadro blanco sobre fondo Blanco, cuando Cage compuso su 4’33”, cuando Tristán Tzara despedazó los versos, es decir, cuando un artista irrumpe contra las formas de la historia, hablamos de violencia. Cuando una tolva vierte una treintena de cadáveres en las calles, cuando un ladrón tira del gatillo, cuando un servidor público prefiere no realizar su trabajo, o cuando sabemos que entre enero y agosto del 2018 hubo 2 mil 135 ejecutados en el estado de Guanajuato, nos sentimos rebasados, sin formas ni lenguaje para entender siquiera lo que pasa. El habla es diálogo, conversación, reconocimiento. Cuando el arte sabe apropiarse de la violencia resignifica el mundo. En cambio, el verdadero abismo es el sinsentido de los actos, porque la violencia es un cáncer que carcome no sólo nuestra vida democrática, sino también nuestro tejido social y afectivo. Extremos, el arte y la violencia, son humanos. Corrompernos forma parte de nuestra naturaleza, responde a los latidos de nuestra sangre dejarnos guiar por las pasiones —escribe Élisabeth Roudinesco—, pero no debería ser así, al menos esa es la visión que en ciertas ocasiones el arte propone. En este número así lo pensamos. La condena de la violencia es simple —ha dicho Macbeth— la sangre siempre llama a la sangre.

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EDITORIAL


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SOY UNA MALA PERSONA

LITERATURA PARA JÓVENES Y VIOLENCIA por: LORENA AMKIE

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l terminar la presentación de una de mis novelas, cedimos el micrófono al público. Entonces, un chico se envalentonó y, con el rostro lleno de rencor, me preguntó directamente cuál era mi problema. ¿Por qué hacía sufrir a mis personajes de esa manera?, exigió saber, ¿y a mis lectores? Sus ojos atravesaban el auditorio sin desviarse ni un milímetro y yo me tomé unos segundos para formular lo que sería una cortísima respuesta: -Porque soy una mala persona. Y (pero esto no se lo dije porque habría arruinado el dramatismo del momento) porque en el amor, en la guerra y en la ficción, todo se vale. De hecho, sólo en la última de las tres: en ella conviven el amor, la guerra, la miseria, la fantasía, lo prohibido y lo soñado, y no sólo pienso que un autor tiene el derecho de ser la peor persona en sus libros, sino que, si está inundado por demonios, no hay mejor lugar para dejarlos volar libremente, que en una novela. "Pero tú escribes literatura juvenil. Nuestros jóvenes te leen. ¿No crees que ya hay suficiente violencia en el mundo en el que viven?". Esta es una pregunta recurrente, por parte de una madre o un padre. En efecto: creo que hay demasiada violencia y que es una desgracia que todos tengamos que crecer en un lugar así, pero el mundo sigue gobernado por los humanos y la gran mayoría, como yo, son malas personas. La violencia está presente en todos nosotros, queramos admitirlo o no, sólo que algunos encontramos salidas como la literatura, el atletismo o la música, y otros no. Algunos nos miramos al espejo, reconocemos el lado oscuro que nos habita, y matamos en nuestros relatos, con los dedos cosquilleando, en madrugadas solitarias de súbita y siniestra inspiración. El arte y la violencia están tan relacionados entre sí como el arte y la sexualidad, como el arte y la búsqueda de belleza, de sentido, de compañía, en fin, como la unión del arte con todo lo esencialmente humano. A través del arte nos explicamos un mundo misterioso, terrorífico o demasiado sublime; lo hemos hecho desde siempre en fábulas, cuentos infantiles, novelas complejísimas, películas de todo tipo. La gente suele confundir la edad con la inteligencia e ignoran que a los jóvenes se les puede hablar de todo. Comprenden el mundo en el que viven y nos miran con más claridad de la que creemos, con más franqueza de la que empleamos para vernos a nosotros mismos. Nos conocen, y a la vez que quieren alejarse de lo que somos, nos piden explicaciones, y es imposible explicar la belleza sin piel, la noche sin oscuridad y la muerte sin la violencia que a veces conlleva en un país como el nuestro.

Ocultar la realidad no la hace desaparecer y evitar discutir los temas difíciles sólo provoca que se busquen explicaciones en otros lados o que, ante la incomprensión, se genere una violencia que no se sublima y que a nadie sirve: el arte se ocupa de traducir a otros lenguajes lo que a veces es imposible expresar, y se entiende también a otro nivel mucho más profundo. Se nos da la oportunidad de habitar temporalmente mundos muy ajenos, muy cercanos, y practicar dentro de ellos, sentirlo todo en carne ajena de papel, con la distancia suficiente para no sangrar, la cercanía suficiente para empatizar y encontrar una manera de abordar la situación, de soñar el mundo, uno mejor. No creo en la literatura didáctica, ni en ver a los jóvenes como pajarillos a los que haya que masticarles la comida antes de ofrecérsela. Creo en su inteligencia como interlocutores y en la literatura como un modo de abrir el diálogo y cerrar las lagunas generacionales que hacen que los adultos digan "ay, estos jóvenes" y que los jóvenes digan... que no digan nada. El arte tiene muchas funciones, pero educar no debe ser una de ellas. Argumentar, sí. Motivar la discusión, también. Y, también, a veces queremos una buena historia: si hay que hablar de amor, se habla de amor; si hay que hablar de familia, se habla de familia. Si la historia es violenta, lo será, y quizá se podrá sublimar la desesperación en una novela, o suscitará una pregunta o será una buena oportunidad de una lectura conjunta. "Pero, ¿no tienes una responsabilidad hacia los jóvenes, como escritora?". Sí, la de ofrecerles la mejor historia posible. Y hacia ellos y la Humanidad, la de vivir de la mejor manera posible de acuerdo a mi código de ética, que incluye el vegetarianismo, el rescate de perros de la calle, el empoderamiento femenino desde mi trinchera, el reciclaje... Pero llegado el momento de escribir, no soy una habitante de este mundo, de este tiempo. El asunto cambia y le toca a los tutores explicarle a los chicos de dónde vienen los niños, por qué no nos hablamos con los abuelos y qué es un arma biológica. Le toca a los padres, no a los artistas que, al fin y al cabo, somos malas personas.

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LOS NOMBRES DE NUESTRA VIOLENCIA por: JAIME PANQUEVA

Tal vez ningún evento sea tan revelador de la condición humana como la guerra. Aunque su destrucción es la antiestética por excelencia, aquellos hombres y mujeres que la sobreviven, sus pertenencias, sus historias colectivas e individuales, son la personificación de la solidaridad y el amor, de la dignidad y la resistencia contra la testarudez y la impiedad de los verdugos y los corruptos. Ellos, los sobrevivientes, los que resisten y lo que les queda, son la estética y la vida en medio del dolor. Jesús Abad Colorado

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líada de Homero, piedra angular de la literatura occidental, es una historia cargada de violencia. El poema épico narra una guerra entre dos naciones por razones que hoy consideraríamos absurdas. El rapto de una esposa en la actualidad se consideraría un asunto íntimo, que como tal debería dirimirse en privado y a través de instancias legales. Nuestras conflagraciones actuales se libran sin la intervención de dioses u oráculos, pero mantienen un elemento común: la destrucción del oponente. Ilíada describe con precisión unos doscientos cincuenta enfrentamientos entre héroes que terminan con la muerte a causa de las heridas, y lo hace con una elegancia y precisión extraordinarias: “Entonces hicieron presa en Pilémenes, émulo de Ares, jefe de los paflagonios, magnánimos escudados guerreros. El Atrida Menelao, glorioso por su lanza, le envasó la pica cuando estaba quieto, alcanzándolo en la clavícula. Y Antíloco acertó a Midón, auriga y escudero, el valeroso Atimníada, que giraba los solípedos caballos, alcanzándolo en pleno codo con un guijarro. De las manos las riendas, blancas por el marfil, cayeron a tierra en el polvo. Antíloco cargó con la espada y se la hundió en la sien, y éste cayó palpitante fuera de la bien fabricada caja, de cabeza en el polvo, sobre la nuca y los hombros.” (Ilíada, V:576-586) Pero no es la narración vívida, o la descripción de la muerte en la Edad de Bronce lo que me parece debe llamarnos

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la atención en estos días de guerra contra el narcotráfico o las bandas criminales, cuando sólo nos valen los números y las estadísticas: De acuerdo con el cálculo basado en las cifras del Inegi y el SESNSP, se contabilizan más de 238 mil homicidios dolosos entre 2007 y agosto de este año. En los últimos meses, Guanajuato se ha convertido en la entidad más violenta del país: las autoridades registraron 2 mil 135 víctimas de homicidio doloso entre enero y agosto, con un promedio de 8.8 por día, y un incremento de 139%, respecto del mismo periodo del año pasado. De acuerdo con las estadísticas de las procuradurías locales, Guanajuato incluso rebasó a Baja California, Guerrero y Chihuahua en materia de asesinatos, y 25 de los 37 municipios que conforman el estado sufrieron los incrementos superiores a 100% en homicidios dolosos desde los primeros ocho meses del año pasado y el mismo lapso en 2018. Para Homero, que habla de hombres arrastrados a la guerra, azuzados por sus reyes y dioses, las cifras son un asunto menor porque el énfasis está en sus nombres, que a la vez aluden a su linaje, y magnifican la pérdida que implican para sus familias y reinos. En la era digital del número y los algoritmos, perdemos por completo la dimensión de lo humano, los nombres y los rostros. Sólo a través del arte podemos recobrarlos, eso lo comprendía Homero hace unos 2.800 años. Por eso los hexámetros dactílicos del aedo evocan los tiempos en que aquellos cuerpos caídos vivían lejos de las murallas de Ilión, hablan de sus invitados, sus padres, sus esposas y hazañas previas. Esta violencia sublimada en el poema contrasta con cualquier tratado histórico o


FOTO: DIEGO BALTAZAR Y ALAN A. RODRÍGUEZ

reporte de la PGR; según William Ospina “El escritor, poeta o novelista, enfrentado a la historia, nos muestra siempre cómo los vivió o los padeció alguien desde adentro, juega a borrar mágicamente la distancia física y mental que nos separa de ellos para que nosotros mismos podamos vivirlos.” El arte tiene la capacidad de acercar, crear empatía que desemboque en reflexión, y abone al cultivo del alma; otro de los pilares de nuestra cultura occidental. La violencia mexicana se refleja en los números, no en los nombres: los 45 de Acteal, los 72 de San Fernando, los 43 de Ayotzinapa, los más de 37 mil desaparecidos y un ominoso etcétera contrastan, por ejemplo, con los muros erigidos tras las grandes guerras donde cada combatiente es llamado por su nombre. Quizás sea ése el verdadero muro a construir en México: un punto de encuentro para no olvidar a las víctimas, ofrecer un espacio para meditar sobre el tiempo de la barbarie, sobre los efectos de la codicia humana. Porque si en la actualidad nos parece gracioso que la guerra de Troya se desatase por un rapto, es probable que en el futuro nuestros descendientes se burlen de los muertos causados por una sustancia considerada ilegal o la toma de una localidad para distribuirla y obtener dinero. En Homero, los cadáveres de los aqueos y sus aliados se incineraban para que los deudos pudieran recibir los huesos y darles debida sepultura. Era la gracia mínima que se le concedía al enemigo, era común realizar una tregua para que cada bando recogiera los cadáveres y les diera un tratamiento digno. Nuestra violencia desaparece a las víctimas y devuel-

ve fosas clandestinas para negar la posibilidad de identificar a los muertos. Y como en el reciente caso de la morgue de Guadalajara, el Estado, garante y defensor de los derechos de sus ciudadanos, procede bajo la misma lógica, y mantiene sin entierro y sin identificar medio millar de cadáveres (volvemos al número) deambulando en un camión refrigerador que no refrigera... Para muchos puede parecer un despropósito contrastar nuestra violencia con la de un texto clásico como Ilíada, pero creo que viene como anillo al dedo en estos momentos cuando observamos las listas mensuales en los diarios con decenas de cuerpos no identificados, o escuchamos a nuestros gobernantes negar los nombres y dirigirse a las víctimas inocentes como daños colaterales. Sin nombres no hay memoria ni reconocimiento posible. Nuestro aprendizaje como civilización, a través de los milenios, en buena parte gracias a la literatura y al desarrollo de las ciencias sociales, nos ha permitido determinar las motivaciones específicas detrás de cada guerra: los recursos en disputa, las formas de pensamiento enfrentadas. Esto a la vez nos ha ayudado, a lo largo de casi ochenta años, a evitar una conflagración de calado mundial que implicaría la aniquilación de la especie humana, pues existen las armas necesarias para llevarla a cabo. A pesar de nuestros avances, nos mantenemos aún alejados de evitar que el hombre siga siendo un lobo del hombre. Sin embargo, estoy seguro que esta lucha sería infructuosa si no contáramos con el arte como nuestro aliado.

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TLACOLULOKOS

VIOLENCIA EN LOS PARAÍSOS TURÍSTICOS por: PATRICIA BAÑUELOS

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a violencia se apodera de los titulares en México. Los espacios para el arte son mínimos en un país donde las parcelas se convierten en fosas clandestinas, los desparecidos se cuentan por decenas de miles y en donde la falta de oportunidades, la corrupción y el crimen organizado nos orillan a la migración en masa. Sin embargo, es el arte mismo quien da una voz de protesta, los artistas suplen los lienzos por paredes, porque los muros también gritan. El arte urbano se ha convertido en un símbolo de protesta en nuestro país. Darío Canul y Cosijoesa Cernas son parte del colectivo Tlacolulokos. Los jóvenes originarios de Tlacolula de Matamoros, en la región Valles de Oaxaca, basan su propuesta artística sobre el tema de la violencia en los lugares turísticos. Sus murales abordan el tema de la globalización, la explotación de las tradiciones y la búsqueda de identidad; pero también hacen una fuerte crítica a la comercialización cultural. El turismo en Oaxaca va en aumento, su magia y colorido envuelven al turista local y extranjero, a pesar de ser el segundo Estado más pobre de la República Mexicana y uno de los que tiene el mayor rezago educativo. Oaxaca es diverso y combativo, el trabajo de Darío y Cosijoesa es una muestra de ello. Estos artistas, de formación autodidacta, exponen a una comunidad indígena actual con una postura fuerte, confiada, hasta desafiante, desde su condición marginal y en un marco de desintegración social con toques de santería. Las imágenes son una

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crítica al cinismo y la doble moral, por lo que pueden resultar incómodas para muchas personas. La mujer indígena y las voces zapotecas tienen un protagónico en su obra, así como la muerte y la cultura chicana, producto de la migración que va de sur a norte de América. La Biblioteca Central de Los Ángeles, alberga de manera permanente en sus paredes la colección de murales: Gal rabenee ladxuu, ra galumbanuu xhten guccran nii ne guitenala’dxinu ca binni ma cusia’ndanu (“Para el orgullo de tu pueblo, por el camino de los viejos y el recuerdo de los olvidados”). También han expuesto en Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de la Ciudad de México, así como en otras ciudades del país, pero sobre todo en las calles de Tlacolula, su tierra natal; así como otros municipios de Oaxaca en donde los muros exponen su obra. Sus técnicas van desde el arte urbano o graffiti, la pintura de caballete, gráfica, hasta instalaciones audiovisuales. El arte de los Tlacolulokos no busca complacer a nadie, no clama por aceptación siquiera, tampoco busca adular a las bandas o incitar a la rebelión. Su plástica es una manera de manifestarse, una crítica social que toma los colores y las voces de un Estado que invita a una fiesta mágica, pero que por dentro sangra y se desgarra.

http://tlacolulokos.blogspot.com/


COMO UN RUIDO DE GRANDES AGUAS por: FEDERICO VITE

Piensa en el olor a fresas de aquel paisaje, en la carne pútrida sobre los huesos de la vaca, en el aroma frutal sobre la imagen contundente de la muerte. Camina muy despacio, tiene los pies inflamados. Desea escuchar la radio, siempre trasmite algo que relaja los nervios: un comercial, una canción lacrimógena, un mundo aparte del ruido, el que padece cuando no logra definir sus sentimientos, porque varios lancetazos emotivos han atravesado su pecho. Anhela oír historias sobre la insolencia de estar vivo, sano y acompañado. Acaricia la

herida de su frente, la sangre seca le hace pensar en la fortuna que ha tenido y apura una frase: No hay coincidencias. Espera que avancen los autos para cruzar la calle. Observa el cielo. Siente, por primera vez en cuarenta y ocho horas, el golpe del hambre. Recuerda que tiene galletas de animalitos en su cuarto; las anhela. Si llevará algo más que las llaves de su casa y una tarjeta telefónica en la bolsa del pantalón compraría un jugo de arándano; la sed también atormenta. Antes de llegar al zaguán de la vecindad, ve asombrado la luna llena sobre el

FOTO: DIEGO BALTAZAR

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Cerro de La Campana. No puede controlar el llanto. Está en casa. Camina recordando la última vez que vio el generoso pecho desnudo de Ana. Cerró la puerta, como de costumbre, en silencio, despacio. Fingió que regresaría por la noche, pero ya había decidido mudarse de ciudad. Aceptó probar suerte en otra parte del país; en esta ocasión, como vendedor de libros. Antes de cargar nuevamente con el pasado tiene que llegar a la azotea, a su cuarto, y cuando deje entrar al viento frío por la ventana tendrá la justa dimensión de la epifanía que ha experimentado. Pero hace falta un esfuerzo mayor para subir las escaleras. Se planta frente a la puerta de metal estrecha. Suspira al meter la llave en la chapa. Gira la muñeca. Al sentarse en la orilla del colchón una mueca de dolor deforma su rostro. Bebe agua de una garrafa y toma un puñado de galletas que mastica con prisa. Los cigarros sin filtro permanecen junto al buró; sobre una caja de cerillos. Cinco puños de jirafas y elefantes después enciende el tabaco. Recuerda el ronroneo del motor en ralentí de aquella camioneta que se acercó hasta él perdiendo velocidad. Era una Suburban blanca en el acotamiento rojo de la carretera; descendieron tres hombres y comenzaron a golpearlo; lo subieron a empujones al vehículo. En el asiento trasero se encontraba una serpiente. La lengua bífida en movimiento signaba el llamado de atención, porque fue un llamado de atención lo que sucedió, una muestra de que la luz existe. Fuma contemplando las luces brillantes de las casas. El olor de los Alas aromatiza la estancia. Estoy vivo, dice observando sus manos. Todo está en orden. Enciende la grabadora vieja: selecciona con el dial una estación radiofónica en portugués. Minutos después pone en marcha la cafetera. Tiene grabada la expresión agresiva de la sierpe, el brillo en los ojos oscuros, fríos; también las facciones de aquel hombre moreno, de barba cerrada, quien le dio un golpe certero en la frente, con una manopla. Sujeta la Biblia, oculta bajo la almohada. Lee: “Me sacó y me puso en medio de la vega, que estaba llena huesos. Me hizo pasar entre ellos en todas las direcciones, ¿podrán revivir estos huesos?”. Se quita los tenis, llenos de barro, húmedos por el sudor de la caminata. Ve los dedos inflamados, los pies, los tobillos. Se recuesta sobre la cama. Los resortes del colchón rechinan y eso potencian otra imagen, la de la serpiente en movimiento, agresiva; ese sonido también le recuerda el cristal que rompió cuando la Suburban se detuvo en la gasolinera. Gritó pidiendo auxilio, incluso vio a un joven, a través del parabrisas fragmentado. Se levanta bruscamente; pero el dolor en los pies lo regresa de inmediato a la cama. El tabaco funge de paliativo. Da una calada larga que hace crepitar el papel arroz. Por la radio transmiten: Stand by me. Los vecinos aumentan el volumen del televisor; la voz de un cronista deportivo opaca la soledad de alguien interesado en reconstruir las decisiones que lo llevaron a una ciudad desconocida, sin dinero y completamente borracho, a vivir una experiencia cercana a la muerte.

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Hace días hubo pretextos para beber. Este hombre, ahora perturbado, fue a una fiesta. Despidió a un amigo que se casaría en Francia con una mujer diez años mayor que él. Abandonó el festejo. Con la mochila en el hombro caminó durante varios minutos por calles terrosas. Llegó a la carretera. Al oír el sonido fortísimo de un tráiler elevó la mano y con ese gesto bastó para llegar a Guanajuato. Su capital eran las llaves de la casa y una botella de tequila, casi llena, dentro de la mochila. Visitó algunos parques, vendió

PINTURA COSECHA NACIONAL ll POR PAVEL EUDAVE

un par de tragos a jovenzuelos amables, ebrios. Compró una tarjeta telefónica y bebió el resto del tequila en la calle, junto a una talabartería. Durmió en una banca, bajo la lluvia fina de octubre. Intentó hacer varias llamadas, pero no tenía claro a quién contactar ni para qué. Por la mañana fue hasta la caseta de peaje; pidió un aventón a Querétaro. Nadie quiso llevarlo. Comenzó la travesía. Andando bajo el sol, pegado al acotamiento, vio pasar a


los camiones de carga con decenas de cerdos enjaulados, inquietos; durante el día su sombra se agigantó en los parajes desérticos. Al caer la tarde supo que había tomado otra decisión mala en su vida. Encontró el cadáver de una vaca; salvo la cabeza, el resto del cuerpo aún tenía piel y carne. Pidió a Dios que Ana no fuera a encontrarlo así, vestido de muerte, con la brújula extraviada en medio del olor a fresas, porque no percibió la putrefacción carnal de la bestia: sólo el tibio aroma frutal en las fosas nasales. Ahí tuvo una recaída que derivó en un acto de contrición. No sabe durante cuánto tiempo permaneció

rezando, hincado, con los dedos de las manos entrelazados, formaba un puño doble, necesario para el porvenir. Ya por la tarde la Suburban entró a la historia. Fuma. Se siente agotado, pero no puede dormir. Toma otro puñado de galletas. Regresan las imágenes en las que alguien le agarra los testículos con fuerza: Te vamos a coger todos.

Esa frase ahuyenta la serenidad. Y ahora el humo densifica los pensamientos de este hombre, multiplica las madejas que debe jalar para darle forma, aunque sea fragmentaria, a todo lo ocurrido. Aprieta la quijada. Mueve las piernas de un lado a otro. Atiende los productos que anuncian los comerciales radiofónicos: depilación láser, autos, boletos para el futbol, shampoo de aloe. Recuerda sus días de locutor en una cabina de radio; en los jueves nocturnos, el sonido del aire acondicionado enfriaba sus palabras. Una frase de La Iliada daba comienzo el turno final de la estación. “Si quieren saber mi historia, diré que viví en los tiempos de Aquiles y de Héctor, domador de caballos. Diré que caminé con gigantes”. No está en la cabina, de ninguna manera, pero repite la frase de Homero con insistencia. Sólo quiere darse cuenta de la distancia que hay entre ese hombre y éste, el recostado, miedoso y atribulado tipo, quien se guarece del mundo en un cuarto a oscuras. Toma una libreta y un lapicero. Dibuja teléfonos viejos; traza rectángulos, cables enroscados, discos con números en el centro. Boceta círculos dentro de círculos; luego rostros. Finalmente escribe una S. La serpiente aparece. Cierra el cuaderno. Escucha la sirena de una ambulancia y, sin pensar, bendice el patrullero que lo bajó de la Suburban con un pretexto simple: “Este cabrón acaba de violar a una niña”. Los tres hombres de la camioneta intercambiaron miradas; uno de ellos abrió la portezuela. Dijo que habían subido a ese tipo en la carretera, pero no lo conocían. Cooperaron con el patrullero, en silencio. Asentían con la cabeza. “Creo en un solo Dios”, reza por la familia de ese policía. Las mejores palabras que ha oído, curiosamente, fueron pronunciadas por un Federal de Caminos: “En la gasolinera me dijeron que te estaban madreando. Mira, hijo, veme bien. Estoy viejo, no quiero problemas. Si no eres de aquí, lárgate”. Recibió unas monedas, suficientes para cubrir el gasto del pasaje a Querétaro; lamentó haber dejado la mochila en la Suburban, quiso regalársela al policía. Ruega, con insistencia, porque Dios bendiga la vida de ese hombre. Nada es casual, repite. Yo cometí muchos errores, reconoce, y estoy vivo. Se persigna. ¿Cuántas probabilidades había de que una patrulla estuviera cerca de la gasolinera, cuántas de que el policía creyera las palabras de un adolescente que despacha combustible y fuera por mí? La señal de la radio desaparece. Ni si quiera me preguntó si tenía familiares, dice, tampoco se le ocurrió detener a esos cabrones. Me quedé callado, piensa, no me salía la voz. Se rasca el cuello con las dos manos. Hay tierra entre sus uñas. Abre y cierra los puños. Siente una punzada en la frente. Si no hubiera escapado de Ana estaría más tranquilo en Acapulco, en una casa pequeña, cierto, pero sin lugar a dudas con otra perspectiva del mundo, una mucho más amable. Se arrepiente de haber huido del puerto. Por fin

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reconoce, al limpiarse las hebras de tabaco adheridas a la comisura de los labios, que debió tomarse el tiempo suficiente para hablar con Ana. Pudo ofrecer una explicación sincera, ser un hombre y plantear los hechos. Incluso pudo apoyarse en frases socorridas y gastadas: Quiero probar suerte fuera; no estoy contento con lo que me ofrece esta ciudad. No, no se trata de ti. El problema es que no podemos depender de lo que nos manda tu familia. Se concentra hasta sentir el calor nocturno del puerto. Recuerda la pestilencia emanada de los muñones, la viscosidad escurriendo por los pliegues de la piel femenina. Niega

—¿Quién habla? —las palabras se oye ásperas, pronunciadas por alguien que se ha dejado arruinar la voz con cigarrillos baratos. —Quiero volver al puerto, quiero volver a ti. Cuando me bajaron el pantalón y la víbora se acercó, de verdad, supe que debí casarme contigo. Olí las fresas y supe mi destino. No me llegó el aroma de la carne podrida: sólo las fresas. ¿Me entiendes? —¡Ya le dije muchas veces que Ana no vive aquí! —tose—. Por favor, ya no llame a mi casa. Por favor —vuelve a toser. —Te extraño. No te amo, pero eres con quien debo estar. Quiero verte. Voy a esperar que mejoren mis pies. Sólo eso necesito para ir a buscarte.

con un agresivo movimiento de cabeza la incipiente imagen de los Camina agachado. Aprieta la hechos recientes, el ansia punzanmandíbula; los puños. El dolor en te del miedo; jala aire para desbalos pies es soportable pero bastanratar la cascada de pensamientos te molesto. Aunque toca el suelo, él dolorosos. Se concentra en imahabita una zona distinta a este munginar el rostro de Ana. Tiene prodo, paralela, se diría, en este día diblemas para recrear algunos detaseñado para la resignación. lles; en especial, particularidades Prepara café. Mira por la ventana de la boca que tantas veces visitó. el cielo azulísimo y tiene la certeza No sabe si se le forman hoyuelos de ver una porción del Pacífico en al sonreír o ha inventado ese raslontananza. Piensa que debe hacer go. Tampoco está seguro de que algo con su vida; por ejemplo, busFOTO: DIEGO BALTAZAR Y ALAN A. RODRÍGUEZ sus ojos sean café claro u oscuro. car otro trabajo. Vender libros no Por más tiempo que invierte en rees para él. Estira la mano para subir el volumen de la radio. crear los hoyuelos de Ana, fracasa. Recuesta la espalda sobre Rapture, de Blondie, se oye a través de las bocinas de la la pared. Observa sus pies. Más que dormir, desmaya. Sueña Sanyo. Sonríe. La melodía le hace pensar en La Quebrada, con la caminata por la carretera. De nuevo experimenta una en las puestas de sol calcinantes de su adolescencia. Gracias, tranquilidad divina al oler las fresas. En ese ámbito onírico dice elevando oraciones de gratitud más allá de la claridad alguien hace girar el dial de un teléfono antiguo. El sonido es del día, más allá incluso de los montes que rodean la ciudad potente, como si saliera de varios magnetófonos y rasgaran y le hacen pensar que tras ellos existe alguien esperándolo. la superficie del cielo, se expande en reverberaciones amplíEnciende un cigarro La mañana es árida. Al sostener la taza simas. Él observa cómo su mano se acerca en cámara lenta al con café calienta su mano. Respira hondo. Guarda silencio auricular de un teléfono diminuto, empotrado en una pared para acomodar palabras en la mente, bendiciones, sólo tiesucia. Está en el último departamento que rentó en Acapulco; ne bendiciones. No hay coincidencias, repite. La única perpor la ventana se ve La Quebrada, algunas gaviotas que plasona en el mundo capaz de darle importancia a lo que acaba nean en círculos sobre Ana, quien se aleja del departamento, de vivir es Ana. Quiere abrazarla, hundirse en la caricia de camina por la avenida Inalámbrica y aborda el auto en el que esa mirada. Siente punzadas en los pies, prolongadas. El dose accidentó. En el sueño ella tenía las dos piernas. Él coloca lor conecta a su cuerpo con la realidad. Sorbe café. Observa el auricular junto a su oído. La voz de Ana se oye claramente. las maletas; las pocas cosas que hay sobre la mesa. Tendrá —Ya no tengo mucha fuerza —dice con tranquilidad—. Me tiempo para pensar cada una de las palabras que le dirá a da mucho miedo. Mucho. esa mujer, porque es un hombre nuevo, alguien con la fuerAbre los ojos. Intenta ponerse los tenis, pero la hinchazón za suficiente para encontrar a su igual. Por fin conoce la en los pies imposibilita el uso del calzado, así que descalzo y dimensión de la luz. Aún no sabe cómo encarar el presente, con dolor en el cuerpo desciende paso a pasito las escaleras. pero tiene fe. Está vivo, terriblemente vivo. Voy acercarme Camina hasta una cabina telefónica e inserta la tarjeta que a ti, Ana, verbaliza. Quiere fraguar esa relación profunda guardaba en la bolsa del pantalón. Pulsa distintas teclas, mary verdadera. Si no fue capaz de superar esa ausencia, ahoca una cifra de diez números. Se oye una grabadora en inglés; ra entiende cuál es el siguiente paso. Respira con fuerza. en seguida, escucha la voz de una anciana. Devora la mañana a bocanadas. Siente el sol en su pecho. —Diga . La luz es lo único que importa. La luz. —Quería oírte —balbucea él.

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FOTO: GUILLERMO DANIEL PÉREZ MELÉNDEZ


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¿EL SEÑOR ASOMBROSO ES UN TIMADOR? LUIS EDUARDO GARCÍA

El Señor Asombroso está encadenado dentro de una pecera de tres metros de alto llena de agua hasta el tope. La cadena tiene tres candados de acero ultra resistente. ¿De qué forma abrirá los candados teniendo como única herramienta un clip recubierto de plástico? ¿Cómo podrá liberarse antes de que el oxígeno almacenado en su organismo se agote? No lo hará; la magia del acto radica en que no logra salir de la pecera. El público sufre viendo al Señor Asombroso patalear desesperado. Luego el telón se cierra. Siempre hay una persona que llora y otra que jura demandar a los responsables del show. Al día siguiente está listo para ejecutar su acto de nuevo. El Señor Asombroso es un hombre – anfibio que finge todas las noches su ahogamiento.

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NO BASTA CON PONERSE DE PIE JOSÉ JAVIER VILLARREAL

aunque endereces lentamente tu cuerpo y te eches a andar. “Levántate y anda”, es una frase que, por lo general, establece una complicidad entre quien la dice y quien la escucha. El sepulcro, la piedra, la sábana y el cuerpo tendido; también la penumbra y el halo de luz que recorta la figura de quien la dice, pero se cuida de no traspasar el umbral. Pero no eres Lázaro ni Jesús ni siquiera uno de los apóstoles que ha logrado situarse en buen lugar para ver el milagro. Tu nombre no aparece en el índice onomástico de la Biblia, no estuviste en tal evento cubierto por tantos siglos que, estrictamente, no te competen, ni siquiera ahora que las fuerzas de ocupación israelita administran tales lugares. Pero la hostess ha pronunciado tu nombre y ante la mirada expectante de toda tu descendencia intentas ponerte de pie, sonreír y caminar, lo más erguido posible, a tu mesa que te espera al otro lado del salón.

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EL BLUES DE TUS GEMIDOS RAÚL IBARRA FOMBONA

"¿Quién abusaría de la sexualidad sin la esperanza de perder en ella la razón algo más de un segundo, para el resto de sus días?" Cioran

Todavía no destapo la botella y ya estás encima de mí con gemidos que anuncian la urgencia que te cubre. No te importa si es cosecha 2005 o 1979, te da lo mismo si es Pinot Noir o Nebbiolo. Tú quieres tomar y perder un poco los sentidos. El vino, junto con el sexo, son el único vínculo que tenemos. Tú no lo sabes, yo sí. Subes la música, bajas las luces. Poco a poco te despojas de la ropa interior que seguramente alguien más te regaló en el tiempo que no eras mía. Sólo me consuela saber que mañana despertaré a tu lado, y que me iré mientras todavía estás dormida para no acordarme de ti hasta otro viernes. No sabes cuántas veces he intentado ponerle fin a esto, pero la lubricidad que posees me sobrecoge cada noche que nos vemos. De algún modo tus jadeos cierran la puerta y tu lengua pone el seguro. Frotas tus senos. Sabes que te miro, que un relámpago me golpea cada noche de viernes. Para cuando el corcho brota, te ofreces sobre con las piernas abiertas y una copa entre ellas. Te ríes y yo me excito. Veo como el borde de la copa te toca un labio. Venirme en ti es lo único que me alivia de la monotonía. Hoy no será diferente. Me siento junto a ti y cato el vino, éste parece ser de buen cuerpo, de tintes lilas y con mucho aroma. Primero lleno mi copa con una mano mientras con la otra te acaricio el cuello, tú no resistes y comienzas a tocarte, estás hecha una hoguera. Al mismo tiempo, un solo de armónica suena en el blues de las bocinas, podría jurar que se pusieron de acuerdo. Chupas el corcho y después mi oreja, en silencio solo atino a observar tus pies desnudos y perfectos sembrados como raíces en la alfombra. Tus veinticuatro años no comprenden todavía que los más de quince que te llevo son la diferencia entre acostarte con alguien buscando el amor, como tú, y vaciar en un grito de orgasmo toda la resignación guardada por tanto tiempo, como yo. Nuestras caras se rozan sin besarse, aumentando la urgencia que te tengo. Te arrebato la copa que tienes entre las piernas porque estás tan caliente que no te

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importa el vino más allá de sus efectos en tu desnudez y de lo bien que se sentirá la embestida. Después del primer trago, que cae como piedra al silencio de mi garganta, tomas tu copa, das un pequeño sorbo y lo derramas en tus pezones. Eso le cambia el sabor al vino. Posas tus caderas en mi hombro y te agachas a quitarme el zapato, yo te muerdo el muslo sin tocarte pero no suelto la copa. Esta vez estoy lo bastante sobrio como para resistir el blues, tu cuerpo y ese baile que realizas justo ahora con el propósito de llevarme a la cama. Poso mis ojos en tu ombligo, que a veces es alberca de uvas machacadas cuando yaces acostada y yo, sobre ti como lápida caliente, buscando en cada galope de tus húmedos rincones algo que me diga que todo esto tiene sentido aunque sé bien que no es así. Trago a trago la sobriedad comienza a disolverse. Mientras la música sube de volumen pintamos de azul nuestros cuerpos desnudos, y si se acaba la botella abrimos otra. No podemos dejar un pedazo de piel libre de uva y como animales lamemos los caminos trazados por el vino. Ya estás ebria, yo también. Nos vamos a la cama a seguir con lo que nos dicta el instinto. No cierras las cortinas con la esperanza de que en el edificio del otro lado de la calle alguien nos observe. Te encanta la idea, eres una pervertida inmaculada. Yo soporto esas cosas por la única razón de que a estas alturas no tengo voluntad propia, solo soy un cuerpo que busca el tuyo, las almas no tienen cabida en esta habitación. Terminamos en la cama, empapados de vino y las sábanas teñidas de morado amanecerán tiradas en el suelo como tantas otras veces. Hoy tú dominas. Me montas y sin decir nada te lo metes hasta el fondo y tu grito sobrepasa por mucho a la música que cada vez escucho menos. Comienzas el vaivén y te aferras a mí como si fuera el fin del mundo, siento tus uñas en mi piel, me tienes domado, haz conmigo lo que quieras. La intensidad y el ritmo se aceleran, forcejeamos, me muerdes un labio y siento sangre en mi boca, te tiro de la cama y sobre el suelo casi nos matamos de placer. Hay un silencio. El blues de tus gemidos ya no se escucha. No nos movemos. Somos apenas dos estatuas en honor al absurdo. Te quedas dormida y veo por la ventana que está comenzando a amanecer. Me pongo la ropa tratando de no hacer ruido y paso al baño. El murmullo de la ropa te despierta, Quédate a dormir, me dices. No puedo, ya sabes, contesto mientras veo de reojo en la basura una prueba de embarazo, es positiva. Me dan ganas de vomitar, estoy sudando. Sobrevienen agolpadas a mi cabeza pestilentes imágenes de todas esas veces que me vine contigo y vomito, la sola idea me aterra. Tú entre borracha y dormida no prestas más atención y cierras otra vez los ojos. ¿Nos vemos el otro viernes?, Sí, claro, adiós. Tiemblo al acomodarme el saco y salgo del lugar para no volver nunca.

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ESCRIBIR SOBRE MUERTOS IVONNE MANCERA

Su rostro de chiquillo de 15 años, manchado por fragmentos de su cerebro explotó como globo por las esquirlas. En su cuello un texto: “Sureño”. Recuerdo cuando escribía de su hambre cuando relataba cuentos de que vagaba por la calle, otros lo acompañaban. Ahora también, mientras lo encierran en la tumba fría. Con la violencia van sobrando las historias. El asalto en la parada del bus, una mujer muerta. Balacera en la San Isidro, un hombre muerto. Ataque en el bar, tres jóvenes muertos. Se escucharon balazos en la transmisión en vivo se escucha: Dos policías perdieron la vida. Los nombres van sobrando cuando al número se le agregan ceros. Los lugares se convierten en referentes el café donde balacearon, la calle donde cristalean el bar del múltiple asesinato. Y las historias que contamos, con las que la pluma sangra... se van haciendo comunes. No hay rimas no hay poesía que alcance, a veces no hay palabras que describan el temor, el miedo, la incertidumbre, nuestra violencia. ¿Qué arte puede alcanzar? Uno se abraza a su necesidad esperando que los suyos vuelvan.

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BALACERA Baudelio Camarillo

I Escribí poemas de amor a los 20 años. Y a los 30 años escribí también poemas de amor. Y hube poemas de amor a los 40 y aún a los 50. Ahora silban las balas. Si alguna tuviera como destino mi cabeza llámenle Amor a la mancha que quede en esta calle. II Viene la bala. Directo a mi cabeza, a mi corazón, a mi arcoíris y su sueño, el plomo corta el aire; milímetro a milímetro, milésima a milésima de segundo se acerca. ¿A qué distancia se halla? ¿Cuánto tiempo le resta antes de que se siembre como semilla estéril en mi frente y se siembre mi cuerpo como semilla estéril en lo ancho del día? Nada habrá de desviarla, Nadie se interpondrá. Inexorable avanza. Viene la bala. Viene.

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ESTA NOCHE LAS SIRENAS NO CANTARON PARA MÍ JOSÉ ANTONIO BANDA

Escribir es difícil. Con 295 casos, septiembre es uno de los meses más violentos del 2018, en Guanajuato. Mañana, tarde o noche no existe un cuerpo formal y efectivo de ley. Pan y circo. Escribir es difícil. ¿Cómo hacerlo, si ya nadie se amarra al mástil de su propio mar silencioso? [I have heard the mermaids singing, each to each. I do not think that they will sing to me.] Si el destino es cruel, ¿qué puede hacer el arte por nosotros? ¿qué pueden hacer estas frases sueltas por el aire? Sublimar, acaso.

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P O R TA F O L I O

Wired. Xilografía sobre papel. Primer lugar en del Premio Centro-Occidente de Pintura, Escultura y Grabado José y Tomás Chávez Morado 2018

MÁS ALLÁ DE LA MATRIZ Y LA ESTAMPA ANA NÁJERA

H

ablamos con Ana Nájera sobre la belleza recóndita que entrañan el punto, la línea y los planos de las imágenes urbanas en su proyecto de grado Líneas sin fin, desarrollado para la Licenciatura en Artes de la Universidad de Guanajuato. Para ella, aduce en su descargo, es difícil teorizar en general sobre su trabajo, pero éste, a través de la matriz del grabado, cristaliza en blanco y negro una estética urbana y tecnológica considerada por la mayoría como contaminación visual. Una de sus piezas, Wired, obtuvo el pasado mes de agosto, el primer lugar en del Premio CentroOccidente de Pintura, Escultura y Grabado José y Tomás Chávez Morado. La elaboración de Wired implicó un trabajo poco usual en la técnica, la xilografía mide 2.44 metros de largo por un alto de 1.22, algo que le hizo optar por dividir la pieza impresa en tres partes, que al verse expuestas parecen evocar a los biombos japoneses monocromáticos.

Los jurados Emilio Payán Stoupignan, Daniel Alcalá Guzmán y Alberto Castro Leñero, le otorgaron el galardón “por la calidad de impresión, cualidades estéticas, propuesta gráfica, coherencia temática y criterio de inclusión en las diversas propuestas de expresión gráfica.” Nájera comenta que este prestigiado galardón premia también al equipo y profesores que le asesoraron en la elaboración de Wired, y explica que su proyecto de Líneas sin fin incluye además de la estampa tradicional sobre papel o tela, una reelaboración de la imagen resultante a través de medios digitales para su difusión en multimedia. En esta entrega de Argonauta, damos un recorrido visual sobre su trabajo en diversas técnicas de grabado, con los que ha obtenido también el primer lugar en el concurso de Gráfica Conmemorativa dentro del 5to Foro Cultural Universitario en Mayo del 2014 y la Mención Honorífica, en el concurso Anual ESTÍMULOS 2014 del Departamento de Artes Visuales en Guanajuato.

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Mural de Minificción IMAGEN: MÓNICA MONTERRUBIO

HIPERREALISMO —Maestro, de verdad es magnífico. Las palabras no bastan para describirlo. Su "Mural de las víctimas" es tan realista. —Pues claro, baboso, lo pinté con sangre fresca. Valchangón. Colima, Colima

IMAGEN: FERNANDO HERNANDEZ

DESCENDENCIA El médico forense clavó el bisturí sobre mi cuerpo, abrió mi tórax, extrajo los restos de bala y los puso en la cubeta de disección. Cuando retiró mis vísceras quedó pasmado. Se asomó varias veces para confirmarlo. Dentro de mí, en mi vientre, estaban mis hijos. Algunos jugaban mientras que otros estaban tirados en el piso, también heridos por las balas. Jesús González Mendoza. Coalcomán, Michoacán EL ARTE DE LA GUERRA Todo estaba perdido: la última bala se había disparado y la última bomba había caído. Sin embargo, el artista sonreía satisfecho: había depositado en sus cuadros la simiente de la esperanza y la felicidad de los tiempos pacíficos. Ahora sólo era cuestión de tiempo y de fortaleza para que las ideas florecieran. El pintor no se preocupa por eso, sabe que el arte siempre escapa de la fatalidad. José Alberto Álvarez Moreno, CDMX RESURRECCIÓN Cuando la bala se incrustó en el corazón del músico, al tercer día, se creó la balada. Aída López Sosa. Mérida, Yucatán

BARRERA La policía no puede hacer nada ante la ola de asesinatos que comete en su obra el novelista. Audberto Trinidad Solís. Coatzintla, Veracruz

¡QUE LA NACIÓN ME LO DEMANDE! El Señor Presidente –indignado por las acusaciones de crímenes y corrupción–, en remembranza de cuando fue monaguillo, endilgó a sus impugnadores: —El país está abierto al diálogo, existe libertad de expresión y, ahora sí, como dijo Masiosare: “Bienaventurados los pobres porque desconocen el caviar”. Después de que lo sepultaran con una lluvia de hondazos, hoy yace en un lugar desconocido. La hija –orgullo de su nepotismo–, ante el temor de que el pueblo saciara su sed de venganza, pagó una fortuna al pelotón comandado por su consorte, para que lo enterrasen en un lugar inexpugnable. Al terminar la misión, su amado esposo ejecutó a los soldados y, cuando “engreído”, llegaba al palacete, una bala le atravesó la testa. José T. Espinosa-Jácome. Veracruz, Veracruz

LEALTAD Por primera vez el sicario tiene remordimientos al conocer a su víctima. “Mátalo, que vea que quien manda aquí soy yo”, fueron las palabras de su jefe. Apunta al anciano y detona su arma sin titubeos. Guarda su revólver bajo el brazo y sale tranquilo del lugar. Va pensando en la recompensa que recibirá por su eficacia y lealtad, en lo que su padre se desangra poco a poco. Fernando Sánchez Clelo. Puebla, Puebla

LA VISIÓN DEL ARTE Rafael era un ciego elegantísimo. Todos los días vestía de negro. Sin embargo, más allá de su discreto atuendo, lo que lo hacía elegante, era su poder para pasar desapercibido. Un día, Rafael no quiso ser elegante, se vistió de colores y se echó a las calles hasta topar con la tienda de cristalería, su combinación no pasó por alto y cuando alzó su bastón cual si fuera la batuta de un director de orquesta la tienda entera enmudeció. Rafael tocó una hermosa sinfonía de cristales que se rompen. La

IMAGEN: IAN DECENE SEGARRA

PARECE QUE ES NUNCA Ante tal libertad los maleantes fueron aprendiendo que el delito redituaba. Y el temor de los habitantes de la ciudad creció. Sería bueno que creyeran que tienen oposición. No falta mucho para que eso suceda, aunque parece que es nunca. Gilberto Arvizu Morales. San Luis de la Paz, Guanajuato

ARTÍCULOS

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A RT Í CU LOS

policía llegó tarde, como siempre, para detener la última nota contra un florero. Cuando el policía preguntó el motivo de tal locura, Rafael contestó “Sólo quería saber cómo se siente que me vean.” Uno a uno los empleados de la tienda se pusieron de pie y comenzaron a aplaudir. José Francisco Andrade. Celaya, Guanajuato PINCELADAS “Nunca estuvo en mis planes dirigir la empresa familiar. Lo mío es el arte, en especial la plástica”. Mamá dio otra jalada a su cigarrillo; luego lo apagó contra el fondo gris del cenicero. “En ese caso, necesitarás algunas modelos”, dijo con voz neutra, e hizo una seña a las muchachas del burdel para que se acercaran. José Manuel Ortiz Soto. Acámbaro, Guanajuato SEGURIDAD MUNICIPAL Nuestros especializadísimos elementos de seguridad —afirmó el alcalde— confirmaron que el cuerpo decapitado que se encontró ayer, cerca de la Calzada de los Héroes, forma parte de una moderna expresión artística conocida como performance. Pedro Omar Rivera Montero. León, Guanajuato GALERÍA CONTEMPORÁNEA — ¡Qué intenso! ¿Quién es el autor? ¿Cuándo lo hizo? ¿Cómo se llama la obra? Decían los espectadores al ver los cuerpos de mujeres que yacían desnudos y mutilados sobre las calles de una ciudad. Los críticos se limitaron a compartir la escena en las redes sociales. Otros pocos, en los diarios de la ciudad. Ricardo Pérez. Morelia, Michoacán VIOLENT[ARTE] Me extrajeron los dientes cuando tenía tres años. Incapaz de sentir dolor, estuve a punto de arrancarme la mano a mordidas. Después pasé varios años mostrando, ante la mirada fascinada de los paseantes, cómo podía acercar llamas a mis brazos o enterrarme clavos sin perturbarme. Cuando descubrí que la violencia en mí no producía sufrimiento; y podía, más bien, crear belleza, decidí volverme una obra de arte.

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IMAGEN: HDAT

Primero fui el lienzo de un pintor, luego la hoja de un escritor, pero el óleo y la tinta apenas me rozaron, desvaneciéndose al poco tiempo. Ser el mármol para un escultor, en cambio, modifica profundamente mi ser. Soy modelado por manos afanosas que cincelan mi cuerpo, cortan bordes, liman contornos, compactan mi piel con finos bisturíes y escalpelos. Diríase: un Adonis encarnado… ¿Y qué si ello trae consigo mi muerte? No hay perfección sin aniquilamiento. Sara Paola Mateos G. Puebla, Puebla. FELICES POR NUNCA JAMÁS “¡Se gustan, se gustan, son novios!” Para acallar los rumores de la hora del recreo, los dos niños involucrados dejaron de hablarse. Por eso no crecieron juntos. Tampoco intercambiaron las cartas de amor escritas en papel de colores. Él no le robó el primer beso, ni ella se lo devolvió. Jamás se casaron a la orilla del mar, ni se mudaron a ese pisito que ella decoró para él. No tuvieron dos hijos, rubio el primero ni hermosa la segunda. Menos aún envejecieron juntos, ni se murieron el mismo día, tomados de la mano. No vivieron felices, por nunca jamás. Todo por una canción, a la hora del recreo. Paola Tena Ronquillo Chihuahua SILENCIO Es de día. Ella está en su oficina. Normalmente no le gusta que la distraigan. Es compositora y debe tener silencio. Ese silencio abrumador que invita a imaginar, a pensar, a dibujar las notas musicales más dulces jamás escuchadas.

IMAGEN: OMAR ALEJANDRO MORALES B.

De pronto se escucha una puerta bruscamente cerrada, una voz de niña gritando “¡suéltala, no le hagas daño!”. Despierta. Se da cuenta de que simplemente fue una voz de su pasado y recuerda por qué le gusta el silencio, por qué no quiere volver a escuchar los gritos que se lo recuerden. Francisco Javier Zárate Ortega. Irapuato, Guanajuato FEMINICIDIO La luz de la luciérnaga se apagó aquella noche, entre besos y caricias de su eterno enamorado. Aarón -Thaumatrope Álvarez Estado de México PRUEBA DE MUERTE. Cada noche elige un contacto de Facebook, y memoriza detenidamente, una a una, sus publicaciones, sus fotos y comentarios, hasta que se mimetiza con él. Al amanecer despierta a su madre, y metidos en la cama platican por horas. Él actuando su nuevo papel y ella con fingida amabilidad. Esta noche, con el café derramado en su computadora, muere la posibilidad de ser otro. Despierta a su madre y la agarra del pescuezo: -¿Quién eres ahora? -Yo mismo Madre. -Dame una prueba que lo confirme. -Así me agarraba cuando era niño y me sentenciaba: “mejor muerta que tener un hijo joto”. Daniel Sandoval Barba. León, Guanajuato


muerte. Hoy no tengo una historia de abuso y relaciones violentas, e intento no ser un monstruo más en la sociedad. Karla Barajas. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

IMAGEN: FRANCISCO JAVIER ZÁRATE O.

FOTO: FELIX RAMÍREZ

EL ECO El grito vino desde el final del callejón, pero no fue del todo claro. Lamentablemente estaba condenado a ahogarse en la naturaleza del silencio. Unos dijeron que pudo ser un grito de auxilio, pues estaban seguros de haber escuchado las dos últimas sílabas xilio; otros no dudaron afirmar que lio fue la palabra final que escucharon. Entre los unos y los otros se creó una especie de pánico. No por el origen del grito sino por la incertidumbre de sus propias evidencias. Se formularon las siguientes preguntas: ¿Qué es xilio? O: ¿Qué cosa es lio? Apareció un hombre sabio que conocía la etimología de aquellos vocablos, pero tampoco él supo poner en acción su valioso conocimiento. Al sentirse decepcionados, todos optaron por ignorar aquel grito incomprensible, eco de la garganta estrangulada de María, quien al caer la tarde fue una víctima más de feminicidio. José Humberto Trujillo Córdova. Guadalajara, Jalisco INOCENTE Atónito, se dio cuenta de que estaba haciendo el amor con una mujer que no era la que él amaba. Se sintió sucio, traidor, y la culpó. Tratando de apaciguar su conciencia, la golpeó encarnizadamente sin importarle los gritos y los ruegos. Sólo se calmó cuando vio, en un espejo, que él no era quien creía ser. Fernando Sánchez Clelo. Puebla, Puebla

EL CUERDISTA Estaba enamoradísimo de la cantante. Hizo todo lo que sus manos podían para conquistarla: le escribió canciones, himnos y sinfonías. Pero ella lo ignoró como un público que no aplaude. Se dio por vencido, y en un ataque de rabia, mientras destruía todos sus instrumentos, tuvo una gran idea. La siguió una noche por la calle, la atacó y le arrancó las cuerdas vocales. Ya de vuelta en su casa, con mucho cuidado, las ensambló en su violín favorito, y desde entonces, la maravillosa voz de aquella desgraciada mujer lo arrulla antes de dormir. Gerardo Farías. Morelia, Michoacán MI MONSTRUO Me lo presentó una maestra de secundaria. Su padre también lo abandonó. Andaba como yo de niña: Con el mundo por delante, sin saber a dónde dirigir mis pasos. Él, yo, contra el desprecio y violencia de la humanidad. Pese a su mala fama, por él sentí ternura, amor, y el deseo de caminar juntos. Sufríamos. La amargura nos convertía en monstruos capaces de dañar a seres vulnerables. Me identificaba con él hasta que: ¡mató a un niño! Me atraía el monstruo, violento, inseguro, porque quería proteger al ser inocente y vulnerable que alguna vez fue (hibristofilia le llaman), pero cruzó el límite, quizás me habría ahorcado en alguna de sus rabietas. Leer Frankenstein, de Mary Shelley, cambió mi vida y quizás mi fecha de

A PUERTA CERRADA Nadie te quiere como yo, me dice mientras besa mi mejilla colorada. Una mezcla alborotada de sentimientos escuece mis entrañas cuando el espejo me muestra sus escritos color púrpura en mi piel. Exhausta, confusa, con una ola de espeso calor, le contemplo mientras yace en la cama: atractivo caballero, protagonista de las fiestas, deja caer a su paso anécdotas divertidas. Seductor de palomas blancas que corrompe castidad a su antojo, mientras yo soy el ave prisionera que él alimenta viviendo al límite. Comienza a clarear. El aire huele a humedad, sangre y alcohol. La cruda pulveriza mi cabeza como un marro implacable mientras voy recordando: su suplica entre dientes, mi corazón agitado, sus ojos apretados, la acidez de la ira corroyéndome toda y el sonido del disparo destruyendo para siempre la comodidad del maltrato. Hany Kornhauser Valadez. León, Guanajuato GRAFITI EN EL PARQUE Recostó a la mujer en el césped; en medio de dos árboles. Le escribió cien veces te quiero. La última, justo antes de que las luces del auto de la policía iluminaran la escena. Sorprendido, dejó caer el plumín escarlata en el seno desnudo de la mujer inerte, poniendo punto final exactamente después del centésimo te quiero. Gabriela Orozco. León, Guanajuato Eran cuatro, los Poskor. Por la Benito Juárez, roseaban con botes metálicos las fachadas de algunas casas. No tenían tatuajes, vestían ropa normal, eran estudiados. Con su pintura danzaban por las paredes. Sus manos se agitaban como si estuvieran llevando un ritmo. Lo habían recorrido todo. Huir de la policía, pedir permisos de los dueños de los espacios públicos, amistarse con los vecinos...

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Después de la escuela, trabajos, estar con su familia, se reunían para hacer grafiti, llevaban tuppers con guisado, refresco de 3 litros, vasos, servilletas… Un vehículo blindado corrió, escupió pólvora, tronó la calle; los botes metálicos, las mochilas, los desechables, quedaron pintados. Uno de ellos, se retrasó ese día y encontró los restos de la obra roja de alguien… Alexandra De la Rosa, Acapulco, Guerrero ¿CUÁL QUIERES? Mario era un chavo corto, ancho, callado. De día dormía. De noche grafiteaba. Las primeras veces, líneas sin sentido, firmas caóticas. Se empezó a juntar con otros grafiteros. Todos parias de alguna manera. Un martes, Mario salió a la calle, con sus latas, sus boquillas, sus trapos y su playera de Panteón Rococó. Iba con la banda a rayar la pared de una escuela, abajito de la tortillería. De camino pasaron por la tiendita de Don Beto, las caguamas frías los estaban esperando. Los sorprendió la patrulla 52. A Mario lo cazaron por las calles y lo golpearon y patearon, antes de llevarlo al Palacio Municipal. Allá los oficiales le dieron a escoger entre una navaja y una pistola: “¿Cuál te sembramos, cabrón? A ver, ¿cuál quieres?” Se quedó meses en el CERESO. Lo sacó su mamá, a punta de mordidas. No ha vuelto a grafitear. Gwenn Aëlle Folange Tery. Estado de México MUERTE EXPRÉS Dos hombres se encuentran muy cerca el uno del otro, en una calle del pueblo. La mirada de uno llega hasta los ojos del otro. Un solo instante se detiene el peso del incendio. —¡Qué me miras, idiota! No encuentra respuesta. De nuevo se cruzan las miradas. —¡Que qué me miras, cabrón! Esta vez responde el aludido. —¡Lo pendejo, güey! —¡Vete a la verga, perro! —¡Chingas a tu madre! —¿Qué dijiste, idiota? —¡Que te piques el hoyo, pendejo! Una mano llega más pronto al revólver

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IMAGEN: RAFAEL FLORES

oculto debajo de la camisa de cowboy. Tres disparos bien sonados en el pecho descubierto. Caída y huida. Pánico entre la gente del lugar. Después la calma. La acera, la calle vuelve a poblarse por otras miradas irascibles. Virgilio Gonzaga. Tlapehuala, Guerrero COMO SI HUBIERAN VISTO UN FANTASMA No se atrevía a salir con su guitarra nueva. Lo habían asaltado varias veces. Sonó el teléfono. Lo estaban esperando. El ensayo de ese día era muy importante. Si al menos su tío no se hubiera llevado el auto. Se armó de valor y salió. Como lo temía, unos tipos con facha de malandros estaban en la esquina. Él no se iba a regresar. Apretó el paso. Los tipos se le quedaron viendo, pero cuando advirtieron el estuche de su guitarra, como si hubieran visto un fantasma, huyeron. Mariano se sorprendió. De regreso, sus amigos lo llevaron a su casa. En el trayecto comentaron que un tipo atacaba asaltantes. Para tomarlos por sorpresa llevaba su arma en el estuche de un instrumento. Al día siguiente: —Mariano, ¿vas a ir a la escuela con la guitarra? —Es sólo el estuche, ma. Jeremías Ramírez Vasillas. Celaya, Guanajuato DIÁLOGO FRESCO “Todo es arte amigo mío. Hoy o mañana nos servirán cocinados sobre una tabla de caoba, acompañados de una guarnición de

vegetales frescos con un excelente vino. Las necesidades básicas de la vida como el comer o el beber necesitan del arte para hacerlas más amenas en esta existencia tan sencilla, tan lineal, tan gris, hasta la misma muerte que para muchos pudiera parecer negra, puede sacársele color. Aún recuerdo ayer: el hacer dudar, pasar saliva, correr, tropezar… después con la cornamenta, atravesar piel, carne, quebrar huesos, dañar órganos vitales, hasta finalmente, en medio del griterío de la muchedumbre, ver cara a cara al enemigo, observar en sus ojos las ansias de aferrarse a esta vida junto con su último aliento. ¡Vaya!, eso sí que es arte, no lo digo yo, lo dice el periódico, ¡mira!”. Esto le dijo un bistec a una chuleta dentro de un refrigerador. Jaime Herrera Díaz. Cuitzeo, Michoacán EL DIVORCIO DEL LOBO FEROZ Después de meses de disputas desgastantes, de amparos morosos, de idas y vueltas, le concedieron al lobo feroz el divorcio de Caperucita roja. El juez dictó además una condena para la muchacha: cinco años de cárcel por maltrato animal: no por una ley que amparara al marido de los golpes femeninos, sino por una norma que protege de la violencia a los lobos en cautiverio. Román Guadarrama. Nueva Rosita, Coahuila ENSOÑACIONES MONSTRUOSAS IV El monstruo del lago Ness soñó que por fin se moría y que los humanos encontraban su esqueleto, que lo colocaban en un museo al lado de sus hermanos dinosaurios. Cuando despertó, la idea del suicidio ya estaba ahí. Gerardo Farías. Morelia, Michoacán Hoy salí por la noche, pero no regresé. Por lo que me limitaré a dejar esta pequeña nota de manifiesto. Al menos tengo este regalo: Saber que esta noche no volveré a casa. No se sientan mal por mí. Ahora, en este preciso instante, seguimos hablando ¿Verdad? Aquí sigo. Aunque salí y no regresé. Diego Baltazar. Irapuato, Guanajuato


INVENTARIO DE INTENSIDADES POESÍA REUNIDA DE JUAN MANUEL RAMÍREZ PALOMARES por: RAÚL BRAVO FERRER Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida. Con tres heridas viene: la de la vida, la del amor, la de la muerte. Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la del amor.

Miguel Hernández

El poeta llegó con tres heridas. Con estos tres conceptos (vida, muerte y amor) Juan Manuel Ramírez Palomares define, sin menoscabo alguno, la poética de su obra, es decir, la razón o sentido de la misma. Yo añadiría, si me es permitido, otro elemento más que tiene que ver con la reflexión que hace el propio poeta sobre la escritura, no únicamente sobre lo que piensa y siente, sino con el porqué de esa materia prima con que notoriamente él mismo nombra lo indecible a lo largo de su obra, es decir, la palabra. La escritura es madre que asesina amante infiel dura arpía mágico organismo en que se vive entero donde palpita un ritmo de alas secretas donde un bosque crece (La pesadumbre el olor de la fruta, 1995)

Parafraseando otro verso de ese poemario: ¿Qué es la escritura sino ese derramamiento letra por letra? “¿A quién llamo con esta letra? / a mí en ti”, nos confiesa el poeta. No hace falta advertir que no soy académico, ni me interesa la crítica como revalidación dentro del ámbito del quehacer literario. Me defino como un lector común y corriente. Tampoco soy de aquellos que aprovechan la menor provocación: una reseña, la presentación de un libro o de un autor para mostrar al escaso público asistente o lector, lo culta y sensible exquisitez de mi escasa inteligencia. Así las cosas, escribo estas líneas, en primera instancia para mí. Es cierto que con la edad no se está necesariamente consciente de lo que se hace o se deje de hacer. Pero en lo que concierne a la crítica literaria, uno siempre termina por preguntar qué diablos quiso decir el comentarista, presentador o reseñista en turno, cuando el sentido de ésta (la crítica) nada tiene que ver con la ciencia, y mucho con la impresión personal. Hacer crítica no es realizar un ejercicio estéril de relacionista público. Nada más alejado. Los elogios a destajo, los comentarios indiscriminadamente culteranos y las opiniones dentro del marco de lo políticamente correcto han dado al traste con este ejercicio de apreciación del medio literario. Es por eso que vale iniciar este exordio a la poesía reunida de Ramírez Palomares como lo que es: una excelente oportunidad no sólo de compartir mi propia experiencia como lector en relación con su obra, sino además, para reflexionar sobre el papel de la poesía en los tiempos actuales. Así de simple. No pretendo pontificar porque entiendo a la crítica como precisamente esa necesidad por compartir, como bien lo señaló el maestro Antonio Alatorre, ese flujo y reflujo que hay entre la experiencia y el placer literario, en este caso la propia, en un ámbito en el que hasta uno se enreda en ficticias explicaciones, sesudos comentarios y elogios supuestamente para que la gente entienda a sabiendas de que hay personas que no entienden nada, no porque les falte entendederas, sino porque no les da la gana entender. Muy su gusto.

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De esta perorata se desprende que no existe una crítica objetiva. Toda crítica literaria es subjetiva. Si como observación preliminar atendemos al hecho de que la teoría y crítica literaria, es decir los métodos y orientaciones sobre el texto literario, no son otra cosa sino discursos interpretativos en torno a una de las actividades humanas más subjetivas, la creación artística del lenguaje. ¿Cuáles son entonces los límites que contienen los métodos formalistas, estilísticos, generativistas, psicoanalíticos, estructuralistas, sociológicos, semióticos, neorretóricos, pragmáticos, deconstructivistas o la estética de la recepción, por solo mencionar algunos pertenecientes al siglo XX? Quizá el de ser siempre una explicación a posteriori a la producción o creación literaria. Uno siempre está convencido de comenzar por el principio, pero hay ciertos momentos cuando el final marca el verdadero inicio. Sucede lo mismo con lo que conocemos como la experiencia que, no es otra cosa, sino lo que uno experimenta cuando una vida es vivida. Acumulación de vida. Tal sensación fue la que Ramírez Palomares nos obsequió una tarde de mayo del año 2016, a quienes fuimos testigos en la ciudad de León, de lo que se suponía era la presentación de su más reciente poemario, pero donde de manera pública se despidió no de la poesía, pero sí –como bien lo señaló– del poeta y su trabajo. Con A cierta distancia (bajo el sello editorial El Principio del Caos) culminaba un discurso poético de más de 30 años, mas no su labor como promotor del libro, la lectura y los escritores de Guanajuato. En una entrevista que le realizó Ricardo Yáñez para el suplemento cultural de la Jornada Semanal (domingo 8 de enero de 2012. Núm. 879), cual cronista de una despedida, Juan Manuel anunciaba:

Justamente ahora proceso un poemario que habla de todas las cosas que hay que comenzar a despedirse: las ciudades y las casas en que he vivido, la infancia de los hijos, la propia juventud; los amigos y otras personas que han partido a otro lugar o ya han muerto; lo que fue presente y ahora es recuerdo. Aún hay tiempo, espero.

Cabe aquí decir que estoy cada vez menos de acuerdo con esa crítica literaria que con frecuencia nos presenta a los poetas como seres marginados, forajidos, marcados con un supuesto estigma que al parecer les permite ver el envés de las cosas. Estoy seguro que sin proponérselo, nos recetan el mismo lugar común de tantos otros que no entienden el verdadero papel de la poesía en la vida. La pedantería suplanta a la inteligencia y la acumulación de conocimientos ridiculiza la sensibilidad del reseñista o presentador. Prefiero al poeta que piensa con sus poemas. No se trata, como muchos creen, de que el poeta tenga una sensibilidad exacerbada. Su sensibilidad es diferente. No siente más o de manera más intensa, sino de otro modo. Es pertinente recordar que la poesía no es algo inherente a las cosas. La poesía es un atributo del hombre únicamente, y es él quien la deposita en el mundo y se sirve de ella para expresarse. No obstante, es curioso como con frecuencia nos es dado pensar que tenemos más impronta, más autoridad cuando escribimos alguna opinión crítica que cuando escribimos un poema. La ironía es clara y, por supuesto, resulta desalentadora. La enorme fortuna del trabajo poético de Palomares es precisamente que no requiere de un marco teórico para entenderla, comprenderla, para su gozo y disfrute. Siempre da pena ajena quienes se esfuerzan inútilmente por encontrar alguna veta no explorada o inusitada que sea lo suficiente rigurosa para vincularla a la condición marginal del arte y específicamente a la poesía. Poesía reunida de Juan Manuel Ramírez Palomares no es la excepción. No requiero leer a Mallarmé o a los simbolistas franceses para entender lo que el poeta quiere dar a entender. De hecho, es en esa sospechosa sencillez donde reside lo mejor de su obra. Para nadie es un secreto que desde el principio de su trayectoria hay en la poesía de Ramírez Palomares una cierta melancolía que a lo largo de los años se ha ido acentuando, hasta llegar varias veces al regodeo. También es cierto que para Palomares el sentido de su poesía y la historia de su concreta experiencia personal son una y la misma cosa. A diferencia de Juan Domingo Argüelles, a quien estimo y aprecio, soy un convencido de que cualquier persona, por esa misma condición que lo define como ser humano, mínimamente

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sensible, puede hacer uso de su emoción para leer un poema, entender lo que debería “entenderse”. No necesito un manual para saber qué es un alejandrino o las figuras retóricas, para disfrutar de un verso de catorce sílabas, dividido en dos hemistiquios, cuyo origen es el poema francés del siglo XII, el Roman d'Alexandre. Para el caso que nos atañe, no encuentro otra manera de describir la verdad poética de Juan Manuel que la que emplea el escritor inglés Richard Aldington, (quien junto con Ezra Pound fue considerado uno de los creadores del movimiento imaginista) cuando señala a la brevedad, la precisión y la claridad como las ventajas que tiene el verso libre como método poético, sobre todo, si la sinceridad, ese saber en relación con lo que siente y decirlo tan apropiadamente como se pueda, sea lo que distingue al poeta. Es claro que no toda la obra poética de Ramírez Palomares se salva del propio poeta, sobre todo cuando se autoetiqueta como “la voz sensible”, lugar común en el que con franqueza ha caído en repetidas ocasiones. Por definición desconfío del escritor que pretende colocar su arte como cosa elevada y superior de la vida. Prefiero al poeta vitalista, el que disuelve el arte en la vida. No comparto esa visión que sublima los efluvios etílicos –como los nombra Lilia Solórzano en su crítica al poemario Mezcal (2010)– , esa “experiencia del otro lado de la embriaguez”, cuando lo que hemos percibido a lo largo de la vida de este poeta es lo contrario. Palomares no escribe gracias al alcohol, sino a pesar de él. Lo que arroja los mejores versos del poeta es la experiencia casi insoportable de ser uno mismo. Quien lo conozca sabe perfectamente a lo que me refiero: “Estoy lleno de ausencia, / sordo de silencio. / Cercado de distancia. /Soy grito mudo/ azaroso destino. / Envuelto por la piel/ de mi fantasma/ soy otro.” (Duda) Si tuviera que definir en pocas palabras el trabajo poético de Ramírez Palomares tendría que ser el de: “escribir cansa”. Retrato de una vida obstinada y persistente que exige que uno lleve la existencia propia, en esta hora de la jornada de fatigada errancia, crepuscular en la desesperanza (Jorge Olmos dixit). Saber del poeta del que escribe un verso con los ojos para dónde está el poniente y dónde se quedó el oriente sin brújula ni sextante sin mapa ni rumbo cierto (Heredero del humo)

Desde luego que hay en la producción poética de Palomares poemas aquí y allá, de lo mejor (otra etiqueta) que se ha publicado en Guanajuato. Yo me quedo con un puñado de ellos: con el viaje al jardín de la infancia dibujado en Saltimbanqui (1997); la desesperanza que la soledad nos revela en algunos poemas de Hábitos de humano (1995); lo profundo del momento en Historia del día (2002); sin lugar a dudas con la infrecuente honestidad de Mezcal (2010), que por momentos me trae a la memoria la angustia existencial de Malcolm Lowry; y añado, por supuesto, la entrega más reciente del poeta: A cierta distancia y desde lejos la vida cambia en el crisol del tiempo quedan fragmentos de lo que fue un día la memoria y el olvido el nunca más con algún ayer doliente y mustio son horas y años acontecer aciago. (A cierta distancia, 2016)

Parafraseando a Renoir vale decir que la poesía es esa “pequeña conversación” que establece el poeta con cada uno de los lectores de su obra, de manera nítida, cristalina. No queda sino darle las gracias a Juan Manuel por haber compartido a lo largo de todos estos años, lejos de las mieles del elogio, la pasión que siempre ha demostrado por la palabra. Quedaba pendiente la deuda que teníamos con su obra: la edición del libro que reúne su poesía: Inventario de intensidades.

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BIBLIOTECA

BIBLIOTECA DEL ARGONAUTA ...estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones... Javier Sicilia

UN CADÁVER DESAPARECIDO NO ES UN CADÁVER SARA URIBE

Vi el futuro en las aguas del Leteo Czesław Miłosz

México es un país fragmentado por una ola de violencia que no termina de crecer año con año. De un tiempo a la fecha los periódicos están inundados de crímenes, tiroteos, asesinatos a plena luz del día, desaparecidos. Somos víctimas y protagonistas -como sociedad- de un horror que se creía superado, acaso perdido para siempre en las aguas del olvido; y, sin embargo, este horror vuelve a nosotros como un fuego incapaz de sofocarse. Ante la violencia aparece la necesidad de preguntarse no sólo cómo contenerla, cómo erradicarla, sino también por qué surge, qué la motiva. Responder no siempre es sencillo. Se puede caer en la tentación paternalista de alzar la voz y pretender otorgarle voz a quienes no la tienen, o, incluso, en la voluntad de modificar la tragedia a través de recursos poéticos o narrativos con la finalidad de provocar una empatía pasajera. Sara Uribe elude ambas posiciones desde un texto que retoma la Antígona de Sófocles, mediante una escritura conceptual, arriesgada, planteada como espacio de reflexión y crítica. La Antígona González de Uribe es una voz, que es muchas voces, en busca del cadáver de su hermano. Caben ahí María Zambrano, Judith Butler, Yourcenar, y las muchas otras Antígonas de México que han perdido a sus hermanos, padres y esposos en la llamada Guerra contra el Narco. En Antígona González aparece el impulso poético por comprender la realidad, pero también breves reflexiones, fragmentos periodísticos, y el testimonio de las víctimas: “Ellos dicen que sin cuerpo no hay delito. Yo les digo que sin cuerpo no hay remanso, no hay paz imposible para este corazón”. Uribe logra un mosaico no fácil de asumir, una expresión rota y valiente: “No quería ser una Antígona/ pero me tocó”; un cuerpo vivo desde la poesía, que se levanta para no regresar del olvido las aguas de la tragedia. JAB 36

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NUNCA MÁS SU NOMBRE JOEL FLORES

La novela es un instrumento ideal para reflexionar sobre la gran violencia que vivimos y una manera de enfrentar las violencias cotidianas en los entornos microscópicos, como la familia. ¿Cuánta de las violencias actuales parten de hogares deshechos, o de padres indiferentes o maltratadores? Sobre estos aspectos abunda producción literaria casi folletinesca o de caricatura. Por fortuna, este no es un ejemplo de ello. Joel Flores en Nunca más su nombre (Era, 2017) explora desde la perspectiva personal, con fuertes tintes autobiográficos, la relación trunca con un padre violento e irresponsable que agoniza en un hospital. A pesar de las reticencias internas, el hijo decide regresar a su ciudad natal para despedirse y encarar el duelo, mientras evoca los abismos de la relación. El retorno al suelo paterno y la inminencia del encuentro se desarrollan también en un escenario inmerso en la violencia del crimen organizado que asola el semidesierto mexicano, donde “desaparecen” periodistas y los medios de comunicación hacen parte del silencio cómplice de las autoridades. Flores, además de haber obtenido con este trabajo el premio Juan Rulfo de Primera Novela 2014, logra una obra importante que sale del fatalismo sucio y muchas veces artificial de otras expresiones, y proyecta la voluntad del personaje por oponerse al círculo vicioso de la agresión y la crueldad. Se dice fácil, pero es un camino complejo de recorrer, pues el autor supo evadir todo tipo de moralismo y clichés, sin concesiones personales, a través de una narración ágil y precisa. La lucha personal por el reconocimiento y la aceptación conducen al personaje a redimensionar su albedrío. El lector es partícipe de esa yihad interna de la cual, espero, pueda también salir transformado. De eso se trata en la novela, de eso trata el arte. JP

CULTURA DE PAZ, PALABRA Y MEMORIA Los resultados de las elecciones presidenciales en México reflejaron el disgusto de los votantes por las estrategias de los últimos sexenios, que además de las cifras escandalosas de homicidios, acarrean en la última década una cifra de desaparecidos que casi duplica los de la última dictadura argentina del siglo pasado. Se dice muy fácil y rápido, pero el saldo de la violencia pasa factura a todas las capas del tejido social y, de no atenderse, la tragedia promete continuar su espiral de destrucción y muerte. También hay signos de esperanza. En 2013, el Fondo de Cultura Económica inició el estudio para la construcción de un centro cultural en Apatzingán, Michoacán. Con base en las experiencias exitosas de otros países, en particular la de las comunas de Medellín, Colombia, el Fondo adecuó una antigua estación del ferrocarril y diseñó un modelo de gestión cultural que se condensa en Cultura de paz, palabra y memoria (FCE, 2017), una memoria del proyecto que habla de la posibilidad de incubar la paz enseñando no sólo a las nuevas generaciones, sino también a los adultos, a convivir y a dialogar: “la función de la cultura es denegar la muerte.” El modelo se centra en el poder de la palabra para potenciar la igualdad y el intercambio de ideas, para comprender al otro, para plantear preguntas esenciales que nunca debemos dejar de hacer: ¿Qué tipo de sociedad somos y queremos ser? ¿Qué elementos nos unen como sociedad, nos integran como nación, y cuáles queremos que sean puntos de encuentro en el futuro? Para reconstruir el tejido social es indispensable rescatar la memoria a través de la palabra: “No puede permitirse que la violencia pase inadvertida; hay que cuestionarla, increparla. Hay que hablar sobre lo que nos aqueja y nos permite dimensionar el dolor. A partir de ese dolor se puede imaginar otra forma de estar y de actuar en el mundo. Vivir sin violencia y aceptar el conflicto que puede ser mediado sin ella, es un camino que hay que recorrer en la conciencia de uno mismo, del otro, de la comunidad y el entorno natural; de una ética que nos conforme como seres humanos en el respeto, la inclusión y la solidaridad.” JP




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